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EL VITALISMO NIETZSCHEANO: DIONISOS VERSUS APOLO.
Realizar una interpretación “sistemática” de la obra de Nietzsche, cuyo
objetivo fue precisamente “dinamitar” la razón lógica (y, por tanto, sistemática)
que, a su entender, desde su imposición por Sócrates y Platón había
“traicionado a la vida” y sustituido la inabarcabable complejidad de la existencia
por una red de conceptos metafísicos, religiosos y, más tarde, físico-
matemáticos, constituye casi una traición al pensamiento del autor, quien llegó
a afirmar: “Yo desconfío de todos los sistemáticos... la voluntad de sistema es
una falta de honestidad”. Por otra parte, dado que el propio Nietzsche afirmó en
diversas cartas que toda su obra era “una fachada”, “una máscara”, y que en su
voluntad asistemática no dudó en integrar provocadoramente dentro de su
pensamiento afirmaciones aparentemente contradictorias, su obra ha sido
objeto de interpretaciones muy dispares, lo que dificulta asimismo su
clasificación.
Pese a ello, la obra de Nietzsche se articula en torno a varios temas
centrales y es en cierto modo “hija de su tiempo”, pues se fundamenta en una
radicalización del relativismo criticista kantiano, iniciada ya por Schopenhauer
(si bien éste cayó en un “nihilismo pasivo” rechazado por Nietzsche) y que en
Nietzsche, al negar la existencia de la “cosa en sí” kantiana, se convierte en un
fenomenismo ontológico (sólo existen los fenómenos, que no son
“apariencias”, como pretendieron todos los metafísicos, sino la auténtica
realidad) y en un perspectivismo epistemológico (ninguna interpretación es
más “verdadera” que otra, y por lo tanto lo unico importante es determinar que
es lo más “válido” para la vida).
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Para Nietzsche, pues, todos los males de la cultura occidental
provienen de un mismo error inicial; error que, originado realmente no en
una convicción “intelectual” sino en la incapacidad de aceptar el carácter
cambiante y fugaz de la existencia, se remonta a los eléatas y Sócrates: la
imposición de la razón sobre los sentidos, el triunfo de la especulación
racional, que conduce a negar la vida tal y como la percibimos (considerándola
sólo una “apariencia”) y a buscar “otra realidad”, el ser permanente y estable,
que es sólo una ficción ilusoria. Toda la obra de Nietzsche, pues, constituye
una reivindicación de la apariencia y de los instintos (es decir, del dinamismo
incesante de la realidad tal y como la percibimos mediante los sentidos) frente
a la razón (cuyos ilusorios “mundos reales”, estáticos y permanentes, son
meras ficciones provocadas por el temor a la propia vida). Por ello, el vitalismo
nietzscheano se convierte en IRRACIONALISMO, pues sólo destruyendo
toda la sistemática de la razón -lo que significa destruir todos los valores
incluso los esquemas tradicionales de la gramática y del lenguaje, será posible
una nueva “aurora” para la humanidad.
Resulta evidente, por tanto, que no es posible “separar” los diferentes
aspectos del pensamiento de Nietzsche, deliberadamente asistemático, sin
incurrir en una simplificación, pues, por ejemplo, su “vitalismo” y su “crítica de la
cultura occidental” resultan absolutamente indisociables. No obstante, a modo
de introducción sobre la que más tarde se desarrollaran los restantes
conceptos indicados en el mapa conceptual que cierra esta entrada, conviene
clarificar algunas nociones axiales (ideas-eje) sobre las que se sustentará toda
su obra:
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Contraposición entre lo APOLÍNEO y lo DIONISÍACO:
TEMPLO DE APOLO EN DELFOS
Básica en todo el pensamiento nietzscheano, esta contraposición
aparece ya desarrollada en el primer libro de N., El origen de la tragedia. En
ella, N. rechaza la interpretación tradicional de la tragedia clásica griega, que
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daba en ella una total primacía a los aspectos racionales, y por tanto
privilegiaba a Apolo (personificación de de lo racional; caracteres apolíneos
serían: escultura, equilibrio, armonía, belleza como proporción,
autoconsciencia, luz) sobre Dionisos (personificación de lo instintivo: rasgos
dionisíacos serían: música, embriaguez, exceso, delirio, aceptación del dolor y
del sufrimiento, inconsciencia, oscuridad). Nietzsche, por el contrario, afirma
que la tragedia griega fusionaba lo apolíneo y lo dionisiaco. La imposición
de lo “apolíneo”, y por tanto de la razón excluyente, en la cultura griega, sería
obra fundamentalmente de Sócrates y de su discípulo Platón (que culminaban
así la visión “eléata” de la realidad, contrapuesta al dinamismo de otros
presocráticos como los milesios y Heráclito, reivindicados por Nietzsche).
Antes de comentar el “error socrático”, es importante considerar que,
como conclusión del “Origen de la tragedia”, Nietzsche propone, como
“alternativa” al empobrecimiento de la realidad que supone el ideal estético
apolíneo, la reintegración dentro de la creación artística de lo apolíneo y lo
dionisíaco, valores de la tragedia griega que habían sido recuperados por las
óperas de Wagner. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el propio
Nietzsche criticó al final de su vida las conclusiones expuestas en su primera
obra por su falta de radicalidad, ya que en ellas primaba excesivamente una
“metafísica de artista” –inspirada tanto en Wagner como en el fatalismo de
Schopenhauer, que veía en el arte una “salida” al dolor de la existencia- y se
concedía excesivo papel a lo apolíneo. A medida que desarrolló su obra,
pues, y al tiempo que se separaba del pensamiento de Schopenhauer (quien
en su opinión había “negado” la vida en lugar de aceptarla) y de Wagner (al
que criticó duramente por su paulatina inclinación hacia el misticismo cristiano)
Nietzsche eliminó ese propósito “integrador” y se inclinó decididamente por
la reivindicación exclusiva de lo dionisíaco y el ataque a la razón lógica y
mecanista [aunque, como suele ocurrir con Nietzsche, y puede observarse
mediante una simple consulta de diferentes libros de texto, no todos los autores
están de acuerdo con esta interpretación].
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El error socrático: imposición de la razón sobre los instintos.
Se refiere a la Identificación por Sócrates de la “verdad” con el “bien”.
Inicio de la decadènce, consolidada por la imposición mediante el
cristianismo (“platonismo disfrazado”, al igual que los filósofos metafísicos son
“sacerdotes enmascarados” ) de una moral de esclavos, basada en la
negación de la vida y los instintos y la consideración positiva de la resignación,
la impotencia y la humildad.
La muerte de Dios: nihilismo pasivo y nihilismo activo.
-El nihilismo pasivo, representado por el “último hombre”, o por el
“camello” en la célebre `parábola del camello, el león y el niño en Así habló
Zaratustra), es el resultado de la “muerte de Dios”, que ha dejado a la cultura
occidental sin el ilusorio recurso salvador al que había confiado su tranquilidad.
Como reacción frente a esa pasividad resignada, se erige la propuesta por
Nietzsche del nihilismo activo (león), que deberá llevar a cabo la
“transvaloración de todos los valores”), e iniciar así el camino hacia el
“superhombre” futuro (niño), libre de las ataduras de la moral tradicional y
capaz por tanto de crear valores nuevos.
El siguiente mapa conceptual, en definitiva, servirá de base para el
desarrollo de lo que se ha dado en llamar el “pensamiento afirmativo” de
Nietzsche, erigido sobre la base de su demoledora crítica genealógica.