5. La triste y cruda realidad. Jueves 16 de abril; 12:05 del mediodía;
como casi siempre la puerta de mi aula de segundo de bachillerato
estaba abierta a propósito… Una profesora de Guardia -qué
casualidad, la de siempre, la de color amarillo- me indica que va a
cerrar la puerta porque hay mucho ruido en el pasillo… Juro por mi
epidídimo que mis chicos estaban en absoluto silencio, máxime
porque son pocos y era una clase de desdoble- y me quedé
absolutamente cortado, diciéndole a la guardiana del Ministerio del
Tiempo: “a mí no me molesta el ruido de fuera, pero haz lo que
creas conveniente...” Por supuesto cerró la maldita puerta… A los
10 minutos volví a abrirla y a dejar que entrara un poco de aire
fresco en mi aula…
¿Pedagogías invisibles?, ¿mensaje ultraoculto?, ¿didáctica de la
sospecha?, ¿ojos nuevos?, ¿victimismo? No, qué va: patada en la
misma boca del infierno y devolverla a las cavernas donde
habitualmente mora, y condenarla por toda la eternidad a ser
devorada por el fuego eterno de la justicia didáctica y pedagógica.
Así sea... Acaso ahora; Acaso, María…
6. Los alumnos no aprenden lo que nosotros
enseñamos porque -según María Acaso- entra en
juego un tercer factor: el inconsciente. Y, además,
existen elementos a nuestro alrededor que, sin ser
conscientes de ellos, nos transmiten mensajes y, por
lo tanto, información (las pedagogías invisibles). Y
también entra en juego la ignorancia activa, es
decir, todo aquello que el alumno no aprende de lo
que se le enseña porque no quiere aprenderlo.
Y llegados a este punto y aceptadas todas estas
premisas, mi pregunta es la siguiente: ¿Y?”
13. Supongo que la pregunta que planteas es una pregunta retórica
y digo lo de retórica porque la respuesta es más que evidente: es
obvio que nuestro objetivo no es enseñar sino crear situaciones
de aprendizaje. De hecho, la RAE define el verbo “enseñar” de
la siguiente manera (me suele salir muchas veces el ramalazo de
profesora de Lengua):
(Del lat. vulg. insignāre, señalar).
1. tr. Instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.
2. tr. Dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de
experiencia y guía para obrar en lo sucesivo.
3. tr. Indicar, dar señas de algo.
4. tr. Mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado.
5. tr. Dejar aparecer, dejar ver algo involuntariamente.
6. prnl. Acostumbrarse, habituarse a algo.
Y, ante estas 6 acepciones del verbo “enseñar”, caben seis
preguntas y seis respuestas:
14. 1. ¿Es nuestro objetivo instruir, adoctrinar o amaestrar con reglas
o preceptos? No, porque no estamos en el ejército.
2. ¿Debemos dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva
de experiencia y guía para obrar en lo sucesivo? No, porque no
somos jueces.
3. ¿Tenemos que indicar o dar señas de algo? No, porque no
somos guías turísticos.
4. ¿Es nuestra obligación mostrar o exponer algo para que sea
visto o apreciado? No, porque no somos galeristas de arte.
5. ¿Dejamos aparecer o ver algo involuntariamente? A veces sí y a
veces no (recordemos lo de las pedagogías invisibles).
6. ¿Es nuestra tarea acostumbrarnos o habituarnos a algo? No lo
sé. Confieso que esta última acepción de la RAE me ha dejado
un poco descolocada. No sabía yo que el verbo “enseñar” era
sinónimo de “acostumbrarse” y “habituarse a algo”.
15. Y, tras estos descartes, nos quedaremos con que nuestro objetivo
como docentes es crear situaciones de aprendizaje que estimulen
a los alumnos a aprender. Ahora bien, cuando creamos situaciones
de aprendizaje normalmente pensamos en una o varias tareas
finales y, a continuación, diseñamos unas actividades en función de
dichas tareas, procurando, naturalmente, que queden incluidas las
competencias básicas. Y, por lo tanto, pretendemos –al menos, de
alguna manera- que los alumnos aprendan algo: a redactar una
noticia, a elaborar una línea del tiempo, a crear un mural
interactivo… Pero, en ocasiones (y parafraseando a María Acaso),
debemos admitir que:
lo que los profesores queremos que los alumnos
aprendan no es lo que los alumnos aprenden.
16. @garbinelarralde
@mcadenato
@entornoalaleng
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