Esta copia del Apostolado del Greco estaba ideada para un retablo en un principio. Más tarde, se pensó en donarlo a Pórtugos en cuadros
individuales, con una sola condición: este Apostolado es del pueblo de
Pórtugos y estará depositado siempre en la Iglesia de Pórtugos.
Condición que ha aceptado su Párroco. Pocas Iglesias tienen un Apostolado
completo. Pórtugos ya lo tiene. Aquí están
1. Presentación del Apostolado:
La representación de los Apóstoles es una de las más precoces dentro
del arte cristiano pues ya se pintaban en las catacumbas mártires y
Apóstoles. Durante la Edad Media e incluso en el Renacimiento se
representaban a los Apóstoles a veces aislados, a veces agrupados, pero
preferentemente se pintaban en la Santa Cena en torno a Jesús, para
trasmitir una idea global eucarística. Después de la profunda catarsis que
supuso el Concilio de Trento, empezaron a pintarse los Apóstoles, y
reconocerlos como los pilares de la Iglesia, por eso surgió el concepto de
Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Pero fue Doménikos Theotokópoulos, llamado El Greco (El griego),
nacido en Creta, que vivió y trabajó en Toledo cerca de 40 años, el que
pensó darle un tratamiento pictórico distinto al Apostolado: plasmar en
sus cuadros las almas de los Apóstoles, uno por uno, agrupados en una
misma línea iconográfica. Cada uno con su rostro y sus manos. Y para
ello me imagino al El Greco, andando y mirando por las callejuelas de
Toledo, buscando personajes para su Apostolado. Buscando rostros para
pintarlos a la luz de las velas. Casi como Jesús escogiendo a sus Apóstoles.
Bullían por Toledo, en ese tiempo, refugiados griegos en busca de
ayuda financiera con el fin de rescatar a sus familiares prisioneros por los
turcos. Y probablemente también escogió alguno de estos, entre otros, para
esta colección de figuras de rostros distorsionados, con semblante de
pesadumbre. Rostros desahuciados que inspiren esperanza. Rostros
pensantes, que nos miran desde dentro y producen la impresión de haber
sido rescatados de otro lugar, con miradas misteriosas llenas de bondad.
Figuras de medio cuerpo, casi impresionistas, como sombras fugaces,
sorprendidas en estado de levitación. Figuras abocetadas sobre fondos
oscuros, cómo si de existencias ajenas a este mundo se tratara.
Así, creo yo, creó y pintó El Greco su Apostolado.
Pero El Greco también sabe leer las manos. Pocos pintores han sabido
plasmar con tal transparencia la verdad y el secreto de las manos,
obedientes y humildes; en escorzos y casi cubistas. Comentaba Ortega y
Gasset: “Ellas son como ráfagas luminosas de Pentecostés: hablan,
conectan y suplican. Manos místicas, iluminadas como antorchas en
medio de la noche.”
Este apostolado constituye pues, un repertorio de personajes destinados
a propagar el mensaje evangélico de Cristo. Nos ofrece un verdadero
2. catálogo de gestos, de actitudes y de símbolos... Es una muestra
interesantísima de cómo entendía El Greco el arte de pintar, que da a las
figuras un aire de espiritualidad, dando su singular visión de la religiosidad
española del siglo XVI, creando un estilo único, vibrante, trémulo, y
personal. Sus imágenes, no cabe duda, han estimulado el fervor religioso de
España durante muchos siglos.
La obra original que protagoniza esta copia, está fechada entre 1585 y
1590. Ocupa un lugar privilegiado entre los tres Apostolados, que se
conservan completos en el mundo. Dos de estos Apostolados están en
Toledo (En el museo de El Greco y en la Sacristía de la Catedral) y este
otro al que nos referimos, está en Oviedo; y posiblemente fuera el
inspirador de los demás, pues permaneció en el taller del artista mucho
tiempo, pasando incluso a su hijo y heredero.
Esta copia del Apostolado del Greco estaba ideada para un retablo en un
principio. Más tarde, se pensó en donarlo a Pórtugos en cuadros
individuales, con una sola condición: este Apostolado es del pueblo de
Pórtugos y estará depositado siempre en la Iglesia de Pórtugos.
Condición que ha aceptado su Párroco. Pocas Iglesias tienen un Apostolado
completo. Pórtugos ya lo tiene. Aquí están
Acabado al final del año 2009 en acrílico sobre madera (70x53cm.)
Antonio Torres, casado con Rosario Rodríguez de Pórtugos.