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EXAMEN DE DE HUME 2ª EVALUACIÓN NOMBREAPELLIDOS “Cuando un hombre denomina a otro como su enemigo, rival, antagonista o adversario, se entiende que está hablando desde el punto de vista del amor propio y que expresa sentimientos que le son peculiares y que surgen de su propia situación y de sus propias circunstancias. Pero cuando otorga a cualquier hombre los calificativos de vicioso, odioso o depravado, habla entonces otro lenguaje, y expresa sentimientos con los que espera que todo su auditorio esté de acuerdo. Por lo tanto, aquí debe apartarse de su situación privada y particular, y debe escoger un punto de vista que sea común a él y a los demás. Debe poner en juego algún principio universal de la condición humana y pulsar una cuerda con la que todos los hombres suenen en armonía. Si cuando otorga esos calificativos quiere decir que ese hombre posee cualidades cuyas consecuencias son perniciosas para la sociedad, ha escogido un punto de vista común y ha experimentado el sentimiento de humanidad en el que todos los hombres coinciden en cierto grado”. D. HUME, Investigación sobre los principios de la moral, Sección IX, 1. Madrid, Austral, 1991. 1º) ¿Cuál es el tema del texto? (4 puntos) _____________________________________________________________ Señala las ideas más importantes:  1ª) ______________________________________________________________________________________________ 2ª) ______________________________________________________________________________________________ Explica esas ideas:  1º) Cuando pasamos del calificativo personal al calificativo general o universal esperamos el común consenso o acuerdo. ¿Dónde reside ese común acuerdo?___________________________________________________________________. _________________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________________. 2ª) ¿Qué son los juicios éticos para Hume? ¿Dónde reside la verdad o la falsedad moral? ¿En la religión? ¿En el Estado? __________________________________________________________________________________________________ ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________. Relaciónalas con las ideas de David Hume:  Tras el inicial fracaso del Tratado sobre la naturaleza humana, escrito por Hume en Francia entre los veintiuno y veinticinco años y publicado en el bienio 1739-40, regresó su autor a Escocia, viviendo allí en retiro campestre con su madre y su hermano. Poco después recibió una oferta de trabajo como tutor del marqués de Annandale, joven de precaria salud física y mental, a quien atendió por un período de doce meses. A partir de entonces, comienza Hume una nueva etapa de su vida que lo llevaría, como diplomático y hombre de mundo, a viajar por el Continente hasta el año 1749, fecha en que lo situamos otra vez en Escocia, empeñado en la composición del libro Investigación sobre los principios de la moral. Leemos en la autobiografía: “Siempre había albergado la sospecha de que mi falta de éxito al publicas el Treatise of Human Nature había procedido más del modo como fue redactado que de su contenido, y que yo había sido culpable de una indiscreción muy común al llevarlo a la imprenta demasiado pronto. Por consiguiente, vertí de nuevo la primera parte de esta obra en Enquering concerning Human Understang y compuse también mi Enquire concerning the Principles of Morals, que es otra parte de mi Treatise refundida de nuevo”. Esta Investigación sobre los principios de la moral es, pues, una renovada versión de los libros I y III del Tratado de la Naturaleza Humana. La Investigación se publicó en 1751. Sabido es que hasta la hora de su muerte, consideró esta obra como el mejor de sus “escritos históricos, filosóficos y literarios”. Para Hume “los hábitos más que la razón, los que en todas las cosas constituyen el principio que impera sobre la Humanidad”. Si como establece en la Sección I, la meta de toda especulación acerca de la moral es averiguar cuáles son nuestros deberes a esa finalidad va aparejada otra no menos importante: engendrar en nosotros “mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud (…), los hábitos correspondientes que nos lleven a rechazar el uno y abrazar la otra”. Más sería erróneo asumir que tal cosa podrá jamás lograrse apoyándonos exclusivamente en inferencias y conclusiones de carácter racional. El mayor énfasis hay que ponerlo en la función desempeñada por el sentimiento. Igual que ocurre con nuestras apreciaciones estéticas, el carácter auxiliar de la razón será precisamente eso, auxiliar, supeditado a una categoría superior, la del sentimiento, el cual será el que determine y decida. “La razón es, y sólo debe ser, una esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. El plan de trabajo es el siguiente: 1) Analizar el complejo de cualidades que forman lo que en la vida ordinaria llamamos merito personal. 2) Ver cuáles son los atributos y hábitos del alma que hacen que un ser humano sea objeto de afecto o de desprecio. 3) Observar, siguiendo un método inductivo, “el particular elemento en el que todas las cualidades estimables coinciden, así como el elemento en el que coinciden las censurables”, para llegar “hasta el fundamento de la ética y encontrar esos principios universales de los que, en último término, se deriva toda censura y aprobación”. Método experimental (inspirado en Spinoza) dirigido a establecer proposiciones generales mediante una comparación de casos particulares, recurriendo para ello a una razón inductiva basada en los hechos y en la observación. Pero volvamos al carácter sentimental que preside las distinciones morales. El sentimiento moral podría tomarse como algo enteramente subjetivo de cada persona, con independencia de lo que los demás experimentan en su intimidad. Entendida así, toda conclusión acerca de los valores morales adolecería de un relativismo que la incapacitaría para constituirse en norma objetiva de comportamiento. Pero Hume afirma en las Investigación lo contrario, al decir que, en materia de moralidad, hay sentimientos comunes a todos los seres humanos (simpatía). En esto, la naturaleza de los hombres muestra una uniformidad que hace posible tomar como generales sus conclusiones. De modo que aunque la razón queda supeditada a las pasiones y emociones que parecen tener más fuerza que ella, no por eso, desaparece toda posibilidad de acceso a una ética normativa de aplicación universal. ¿Qué es, pues, la generalidad que los de nuestra especie considera virtuoso? Aquello que produce en los espectadores un sentimiento de alabanza. ¿Y cuál es el fundamento principal de esa alabanza moral? La utilidad de una cualidad o acción. Con la ayuda de la facultad racional, logramos discernir si tales cualidades son útiles y beneficiosas o inútiles y perniciosas. Mas cuando se ha efectuado tal discernimiento, la razón no se basta por sí sola parta producir censura o aprobación alguna. Es preciso que “un sentimiento se manifieste a fin de dar preferencia a las tendencias útiles sobre las perniciosas”. “Este sentimiento no puede ser otro que un sentimiento a favor de la felicidad del género humano, y un resentimiento por su desdicha”. El mérito personal de un individuo, es decir, las cualidades suyas que suscitan un sentimiento de aprobación moral, serán no las que se limiten a ser útiles para la persona que las posee y vayan en beneficio de su propio interés sino las que también tengan consecuencias útiles o agradables para otros. El sentimiento aprobatorio propio de la naturaleza humana es de un carácter eminentemente altruista, desinteresado y generoso, capaz de buscar y valorar como bondad moral suma el bienestar de los demás. En el Apéndice II, titulado Sobre el amor egoísta Hume nos persuade de la torpeza de la persona que no compartiese esta visión optimista de los de nuestra especie. Oponiéndose a la desconfianza hobbesiana, nos propone un panorama afectivo presidido por una suerte de benevolencia universal. “Hay una benevolencia en la naturaleza humana, allí donde no hay un interés real que nos ligue al objeto” (esto es muy kantiano). Para Carlos Mellizo, tomado el sentimiento benevolente desde una perspectiva libre de intereses reales, llegamos a tener como sujeto abstracto de la simpatía un ecuánime espectador humano, hábil recurso teórico del que nuestro autor se sirve para dar fundamento a la sociabilidad de la especie. Finalmente, uno de los aspectos de la Investigación que Hume destaca especialmente es el de la condición superior de las virtudes sociales, mediante cuya práctica puede contribuirse al bienestar de quien las posee y al de los demás. Todo hombre, nos dice, repara en la imposibilidad de subsistir en solitario; y muestra “una favorables inclinación hacia todos esos hábitos que promueven el orden social”; por eso, debería reconocerse que esas virtudes sociales tienen un atractivo natural. Ahondando en esa diferencia, llegamos a una definición de “vicio” que es aplicable, según Hume, a muchas de las que a lo largo de la historia han pasado por ser virtudes típicamente religiosas. Así, “el celibato, el ayuno, la mortificación, la negación de sí mismo, la humildad, el silencio, la soledad y toda la serie de virtudes monacales (…) embotan el entendimiento, endurecen el corazón, oscurecen la imaginación y agrian el carácter. Con justicia, las ponemos en el catálogo de los vicios”. Hume se inscribe así en la campaña de secularización moral de la que el filósofo de Edimburgo fue uno de los principales abanderados. Pero esto no significa caer en una suerte de vacío moral sino una invitación a dar entrada a motivos no religiosos. Hume es un filósofo cuya afirmación de los placeres de la convivencia y del trato, aun siendo indiscutible, no se traduce en una idea orgiástica del vivir. “La paz de la mente, la conciencia de integridad y un examen de nuestra conducta con resultados satisfactorios (…) las circunstancias que se requieren para la felicidad”. Es en esto, en lo que la moral de Hume resulta ciertamente liberadora. Resumiendo, hay en Hume un ideal secular y utilitario unido a una preferencia de vida que, si no siempre fue por él alcanzada continuó estando presente en su voluntad hasta el momento final; es la manera filosófica de vivir, la existencia pacífica presidida por una disposición afable, moderación en todas las pasiones, capacidad de afecto, alegría en la amistad y ardor en el estudio. 2º) Sitúa al autor en su contexto filosófico (2 puntos) El término empirismo, en su uso ordinario (del griego empeiria = experiencia) significa el empleo de métodos basados en la experiencia práctica como un cuerpo de teoría aceptado. Pero en filosofía, la palabra se usa solamente en un sentido distinto y técnico para referirse a la teoría filosófica de que todo conocimiento se deriva de la experiencia. “Empirismo radical” fue el nombre que William James dio a su versión de esta teoría. El empirismo ha sido desarrollado por una serie de filósofos ingleses, de los cuales los más importantes son: Locke, Berkeley, Hume y J. S. Mill. Aunque movimientos como el enciclopedismo (Diderot y D´Alembert) en Francia se han inspirado en las ideas empiristas, el empirismo nunca ha conseguido arraigar en el continente, mientras que en Inglaterra ha sido la tradición dominante de la filosofía desde el siglo XVIII. Además los empiristas continentales como el francés Condillac siempre han estado directa o indirectamente influidos por la filosofía inglesa. Los principios generales del empirismo se oponen a los del racionalismo y fue por reacción contra los sistemas de Descartes, Spinoza y Leibniz como se originaron los empiristas modernos. Hay dos cuestiones en pugna. La primera se refiere a los conceptos a priori (o “ideas innatas” como fueron erróneamente llamadas en el siglo XVII), esto es, ideas que según se afirma no se derivan de la experiencia sensible sino que son producidas independientemente por la razón o intelecto. Los racionalistas admiten que algunos conceptos son empíricos (por ejemplo, que derivamos nuestra idea de rojo de nuestra experiencia de ver objetos rojos), pero mantienen que el conocimiento que tenemos del mundo implica conceptos a priori como los de causa y sustancia. Para el empirismo es fundamental negar la existencia de tales ideas. Los empiristas, por tanto, argumentan que o bien los pretendidos conceptos a priori pueden ser analizados o descompuestos en una combinación de conceptos más simples que se derivan de la experiencia, o bien, en ocasiones, de manera más radical, que no son conceptos genuinos (por ejemplo, que “sustancia” en cuanto que término metafísico, es simplemente una palabra a la que no se puede asignar ningún significado. La segunda disputa entre racionalista y empiristas se refiere a las proposiciones o enunciados a priori. Generalmente, se está de acuerdo en que todas las verdades necesarias son a priori (los axiomas de la geometría, las leyes lógicas); puesto que de la experiencia lo único que podemos aprender es que ha ocurrido y que es probable que ocurra, y no que deba ser así. Los empiristas que creen que no tenemos ningún medio de adquirir conocimiento excepto mediante la observación de lo que ocurre realmente, afirman que las verdades necesarias son verdaderas por definición, o analíticas. Por otro lado, los racionalistas mantienen que algunos enunciados a priori son sintéticos; esto es, que nos dicen algo acerca de la naturaleza del mundo. La aserción “todo efecto debe tener una causa”, se ha dicho que es un principio autoevidente de este tipo: a priori, porque establece una conexión necesaria y sintético porque no es simplemente verdadero por definición (como “todo efecto tiene una causa”). Es característico del empirismo negar que la razón pueda asegurarnos la verdad de un enunciado genuinamente sintético y, por lo tanto, que cualquier proposición pueda ser a la vez a priori y sintética. Esperaremos a Kant. Como resultado de su desacuerdo en estas cuestiones de principio, racionalistas y empiristas tienen actitudes distintas respecto a la ciencia natural y la metafísica. Los racionalistas se han inclinado a pensar que las creencias basadas en experiencia estaban infectadas por el error. Para ellos, no se puede obtener el entendimiento del mundo mediante la percepción sensible que es confusa, sino mediante la especulación metafísica. Pero precisamente porque la metafísica pretende proporcionar conocimiento de una realidad que trasciende la experiencia, la investigación metafísica depende que tengamos conceptos a priori. La tradición empirista ha sido antagonista de la metafísica y le ha dado a la ciencia un alto valor a la ciencia como medio de adquisición de conocimiento. No es ningún accidente que Hume describiera a Newton como “el genio más grande que surgiera nunca para ornamento e instrucción de la especie”. 3º) Comenta un filósofo del mismo período: John Locke (1,5 puntos) La fama principal de Locke (1632-1704) se debe a sus Tratados sobre el gobierno civil (1690), publicados anónimamente y su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). En El Ensayo Locke manifiesta que “la mente es, como nosotros decirnos, un papel en blanco, vacío de caracteres, sin ideas. ¿Cómo se llena? ¿De dónde procede el vasto acopio que la ilimitada y activa imaginación del ser humano ha grabado en ella con una variedad casi infinita? A esto respondo yo con una sola palabra: la experiencia. En ella está basado todo nuestro conocimiento y de ella se deriva en último término”. Recordad aquella sentencia: “El empirismo es un hecho empírico”. Locke daba por sentado que nuestra experiencia quedaba confinada a las ideas, los contenidos de la mente. Las ideas eran, para él, entidades mentales experimentadas y advertidas por la persona cuya mente las contenía. Sobre las ideas de primer orden o ideas de sensación podían formarse las ideas de segundo orden o ideas de reflexión. No hay ideas innatas. “Es opinión establecida entre los seres humanos que en el entendimiento existen ciertos principios innatos, ciertas nociones primarias, como si estuvieran estampadas en la mente humana y que el alma los tiene desde su origen, trayéndolos al mundo con ella. Para convencer al lector carente de prejuicios de la falsedad de esta suposición, bastaría mostrar cómo los seres humanos, por el simple uso de sus facultades pueden obtener todo el conocimiento que poseen sin ayuda de ninguna impresión innata”. Al rechazar la teoría de las ideas innatas, negaba la existencia tanto de principios innatos de carácter especulativo como de orden moral o práctico. El ideal ético racionalista también es sostenido por Locke: “La moral es tan susceptible de demostración como las matemáticas”. Por consiguiente, si nos tomamos el trabajo de definir los términos morales de un modo claro y preciso “el conocimiento moral puede llevarse a un grado de claridad y certeza tan alto” como nuestro conocimiento matemático. En segundo lugar, en su prefacio a los Treatises of Civil Gobernment, Locke expresa su esperanza de que lo que ha escrito sea suficiente para “asentar firmemente en el trono de nuestro gran restaurador, nuestro actual rey Guillermo y legitimar su título en el consentimiento del pueblo”. En el Primer Tratado, Locke rebate la teoría del derecho divino de los reyes expuesta en El Patriarca (1680) y Sir Robert Filmer. Locke asegura que “la posición principal de Sir Robert Filmer es que los hombres no son libres por naturaleza. Éste es el fundamento sobre el que descansa la monarquía absoluta”. Esta teoría es rechazada por Locke quien sostiene en el Segundo Tratado que los hombres en el estado de naturaleza son libres e iguales. En el Segundo Tratado, rebate a Hobbes: “Todos los hombres están naturalmente en este estado y permanecen en él has que por su propia voluntad se convierten en miembros de una sociedad política”. Y continúa: “El estado de naturaleza se caracteriza porque los hombres viven juntos según la razón, sin que haya en la tierra un superior común para dirimir los conflictos entre ellos” (Spinoza). La fuerza, cuando se ejerce fuera de la esfera del derecho crea la guerra; pero éste no debe identificarse con el estado de naturaleza, puesto que constituye una violación de éste; es decir, de lo que éste debe ser. En el Estado de naturaleza hay una ley moral natural que puede describirse por la razón. Al creer en una ley independientemente del Estado y de su legislación, Locke también creía en la existencia de derechos naturales. El derecho natural al que Locke dedica más atención es el derecho a la propiedad privada. ¿Cuál es el título primario de propiedad privada? El trabajo. De igual modo, Locke opina que la familia es una sociedad natural. Y sigue avanzando que en los orígenes de la sociedad política está el pacto social. “Aunque el estado de naturaleza configura un estado de cosas en el que los hombres no tienen por encima de ellos ninguna autoridad común, “Dios los colocó bajo el imperio de fuertes necesidades, conveniencias e inclinaciones para impulsarlos a la sociedad”. El principal fin del pacto es la conservación de la propiedad individual. Los hombres se agrupan en sociedad “para la mutua presentación de sus vidas, libertades y patrimonios, que llamamos de modo general, propiedad”. Ahora bien, Locke intenta mostrar que la sociedad política y el gobierno se basan en fundamentos racionales. Y el único modo de demostrarlo es sostener que se basan en el consentimiento. Ningún hombre puede ser sacado del estado de naturaleza sin su consentimiento. ¿A qué renuncian los hombres que dan su consentimiento? A su poder legislativo y ejecutivo y al gobierno de la mayoría. Los hombres no renuncian a su libertad para pasar a una condición de servidumbre. El pacto original implica el consentimiento de los individuos sometidos a la voluntad de la mayoría. La monarquía absoluta es contraria al pacto social original. La 1ª y fundamental ley de una sociedad es la que establece el poder legislativo (gobierno, parlamento, soberano), que en Hobbes se corresponde con el monarca. El legislativo es el máximo poder de la comunidad, Locke destaca la deseabilidad de una división de poderes. No es deseable que las personas que hacen las leyes, las ejecuten. Por consiguiente, el ejecutivo habría de de estar separado del legislativo. El poder legislativo no es absoluto y está sometido a la ley moral, tiene que responder a la confianza depositada en él. Por tanto, los poderes son en Locke: legisltivo, ejecutivo y federativo (una especie de gabinete de exteriores). El gobierno puede disolverse desde fuera o desde dentro. Locke llama disolución por la fuerza “destrucción desde el exterior” (como la ejercida por un conquistador). Pero también puede haber una disolución desde dentro mediante la modificación del legislativo. Si el Príncipe sustituye las leyes por su arbitrariedad; o si cambia arbitrariamente el consentimiento del pueblo; si el que ostenta el poder ejecutivo abandona o descuida su cargo; o cuando el Príncipe o el legislativo obran de modo contrario al mandato recibido, entonces la rebelión está justificada: es el derecho a la sedición. Y si se pregunta quién ha de juzgar las circunstancias que hacen legítima la rebelión “contesto: el pueblo juzgará”. 4ª) Comenta un filósofo racionalista: Descartes (1,5 puntos) El criterio de verdad de Descartes es el de evidencia racional que se caracteriza por dos notas esenciales: claridad y distinción. Su escepticismo radical le ha conducido a una verdad “pienso, luego soy”. Con esta proposición y los dos instrumentos, Descartes se lanzará a la producción de sus sistema filosófico. Sólo sé que soy pero aun no sé qué cosa soy –dirá Descartes. ¿Qué cosa? Una cosa que piensa (res cogitans). Hemos pasado del pensamiento como actividad a la cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Una sustancia. Sustancia es el sujeto inmediato de todo atributo del que tenemos idea real. Hemos pasado del pensar como actividad al pensar como sustancia. ¿Cuál será la próxima etapa? ¿La existencia del mundo o de Dios? Descartes sustenta el mundo en el conocimiento de Dios. Se explica así que sea un pensador idealista. Distingue tres tipos de ideas: innatas, adventicias y ficticias. Descubriremos que la idea de “Dios” es una idea innata, como la de “Yo” y la de “Mundo”. Descartes presenta tres demostraciones de la existencia de Dios. Que resumiremos en una, la 3ª) La tercera prueba es la del argumento ontológico. La existencia de Dios es inseparable de su esencia, luego Dios existe. Es imposible concebir a Dios sin su existencia. Dios reúne en sí todas las perfecciones, la existencia es una perfección de la que Dios no puede carecer, pues en caso contrario, Dios sería incompleto, y esto no puede ser, concluimos pues que Dios existe. El último paso, es probar la existencia de las cosas materiales (mundo). Descartes echa mano de la doctrina de la veracidad divina. La existencia de cada una de las cosas y de la totalidad del mundo físico supone la prueba anterior de la existencia de Dios y la imposibilidad de que Dios me engañe, pues sería contradictorio. El orden que hemos seguido es el mismo que siguió Descartes en sus tres obras metafísicas: Discurso del Método, Meditaciones Metafísicas y Los principios de la filosofía. Tal orden es el siguiente: comienzo por la duda metódica, afirmación de la primera verdad “Pienso, luego soy” –derivación de la evidencia como criterio de verdad y demostración de la existencia de Dios y de las cosas materiales. Descartes ha cultivado desde su juventud las matemáticas. Las matemáticas son verdades de razón. Están inmunes a cualquier desmentido de la experiencia. Se las ha llamado “verdades de razón”. El Método cartesiano está inspirado en las matemáticas (aritmética y geometría), si se deja de lado la evidencia como criterio de verdad, obtenemos los siguientes pasos: 1º) dividir las dificultades hasta alcanzar los elementos o naturalezas simples, que se aprehenden por intuición (análisis); 2º) ascender por deducción de los elementos simples al conocimiento complejo (síntesis); 3º) examinar con todo cuidado la cadena deductiva para estar seguro de que no se ha omitido nada no se ha cometido ningún error (enumeración).  5ª) Actualidad del pensamiento del autor (1 punto) ¿Te parecen la simpatía (afinidad de sentimientos), la utilidad y la común felicidad criterios válidos para el establecimiento de normas morales básicas universales? _________________________________________________________________ ______________________________________________ ¿Crees que efectivamente la razón está supeditada a las pasiones, que sólo influye oblicuamente en las cuestiones morales?___________________________________________ ¿Qué opinas del escepticismo radical de Hume? ¿A qué obedece? ¿Hay que destinar los libros de Metafísica y Teología a la hoguera? ¿Por qué?________________________________________________________________________________.
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Si cuando otorga esos calificativos quiere decir que ese hombre posee cualidades cuyas consecuencias son perniciosas para la sociedad, ha escogido un punto de vista común y ha experimentado el sentimiento de humanidad en el que todos los hombres coinciden en cierto grado”. D. HUME, Investigación sobre los principios de la moral, Sección IX, 1. Madrid, Austral, 1991. 1º) ¿Cuál es el tema del texto? (4 puntos) _____________________________________________________________ Señala las ideas más importantes: 1ª) ______________________________________________________________________________________________ 2ª) ______________________________________________________________________________________________ Explica esas ideas: 1º) Cuando pasamos del calificativo personal al calificativo general o universal esperamos el común consenso o acuerdo. ¿Dónde reside ese común acuerdo?___________________________________________________________________. _________________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________________. 2ª) ¿Qué son los juicios éticos para Hume? ¿Dónde reside la verdad o la falsedad moral? ¿En la religión? ¿En el Estado? __________________________________________________________________________________________________ ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________. Relaciónalas con las ideas de David Hume: Tras el inicial fracaso del Tratado sobre la naturaleza humana, escrito por Hume en Francia entre los veintiuno y veinticinco años y publicado en el bienio 1739-40, regresó su autor a Escocia, viviendo allí en retiro campestre con su madre y su hermano. Poco después recibió una oferta de trabajo como tutor del marqués de Annandale, joven de precaria salud física y mental, a quien atendió por un período de doce meses. A partir de entonces, comienza Hume una nueva etapa de su vida que lo llevaría, como diplomático y hombre de mundo, a viajar por el Continente hasta el año 1749, fecha en que lo situamos otra vez en Escocia, empeñado en la composición del libro Investigación sobre los principios de la moral. Leemos en la autobiografía: “Siempre había albergado la sospecha de que mi falta de éxito al publicas el Treatise of Human Nature había procedido más del modo como fue redactado que de su contenido, y que yo había sido culpable de una indiscreción muy común al llevarlo a la imprenta demasiado pronto. Por consiguiente, vertí de nuevo la primera parte de esta obra en Enquering concerning Human Understang y compuse también mi Enquire concerning the Principles of Morals, que es otra parte de mi Treatise refundida de nuevo”. Esta Investigación sobre los principios de la moral es, pues, una renovada versión de los libros I y III del Tratado de la Naturaleza Humana. La Investigación se publicó en 1751. Sabido es que hasta la hora de su muerte, consideró esta obra como el mejor de sus “escritos históricos, filosóficos y literarios”. Para Hume “los hábitos más que la razón, los que en todas las cosas constituyen el principio que impera sobre la Humanidad”. Si como establece en la Sección I, la meta de toda especulación acerca de la moral es averiguar cuáles son nuestros deberes a esa finalidad va aparejada otra no menos importante: engendrar en nosotros “mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud (…), los hábitos correspondientes que nos lleven a rechazar el uno y abrazar la otra”. Más sería erróneo asumir que tal cosa podrá jamás lograrse apoyándonos exclusivamente en inferencias y conclusiones de carácter racional. El mayor énfasis hay que ponerlo en la función desempeñada por el sentimiento. Igual que ocurre con nuestras apreciaciones estéticas, el carácter auxiliar de la razón será precisamente eso, auxiliar, supeditado a una categoría superior, la del sentimiento, el cual será el que determine y decida. “La razón es, y sólo debe ser, una esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. El plan de trabajo es el siguiente: 1) Analizar el complejo de cualidades que forman lo que en la vida ordinaria llamamos merito personal. 2) Ver cuáles son los atributos y hábitos del alma que hacen que un ser humano sea objeto de afecto o de desprecio. 3) Observar, siguiendo un método inductivo, “el particular elemento en el que todas las cualidades estimables coinciden, así como el elemento en el que coinciden las censurables”, para llegar “hasta el fundamento de la ética y encontrar esos principios universales de los que, en último término, se deriva toda censura y aprobación”. Método experimental (inspirado en Spinoza) dirigido a establecer proposiciones generales mediante una comparación de casos particulares, recurriendo para ello a una razón inductiva basada en los hechos y en la observación. Pero volvamos al carácter sentimental que preside las distinciones morales. El sentimiento moral podría tomarse como algo enteramente subjetivo de cada persona, con independencia de lo que los demás experimentan en su intimidad. Entendida así, toda conclusión acerca de los valores morales adolecería de un relativismo que la incapacitaría para constituirse en norma objetiva de comportamiento. Pero Hume afirma en las Investigación lo contrario, al decir que, en materia de moralidad, hay sentimientos comunes a todos los seres humanos (simpatía). En esto, la naturaleza de los hombres muestra una uniformidad que hace posible tomar como generales sus conclusiones. De modo que aunque la razón queda supeditada a las pasiones y emociones que parecen tener más fuerza que ella, no por eso, desaparece toda posibilidad de acceso a una ética normativa de aplicación universal. ¿Qué es, pues, la generalidad que los de nuestra especie considera virtuoso? Aquello que produce en los espectadores un sentimiento de alabanza. ¿Y cuál es el fundamento principal de esa alabanza moral? La utilidad de una cualidad o acción. Con la ayuda de la facultad racional, logramos discernir si tales cualidades son útiles y beneficiosas o inútiles y perniciosas. Mas cuando se ha efectuado tal discernimiento, la razón no se basta por sí sola parta producir censura o aprobación alguna. Es preciso que “un sentimiento se manifieste a fin de dar preferencia a las tendencias útiles sobre las perniciosas”. “Este sentimiento no puede ser otro que un sentimiento a favor de la felicidad del género humano, y un resentimiento por su desdicha”. El mérito personal de un individuo, es decir, las cualidades suyas que suscitan un sentimiento de aprobación moral, serán no las que se limiten a ser útiles para la persona que las posee y vayan en beneficio de su propio interés sino las que también tengan consecuencias útiles o agradables para otros. El sentimiento aprobatorio propio de la naturaleza humana es de un carácter eminentemente altruista, desinteresado y generoso, capaz de buscar y valorar como bondad moral suma el bienestar de los demás. En el Apéndice II, titulado Sobre el amor egoísta Hume nos persuade de la torpeza de la persona que no compartiese esta visión optimista de los de nuestra especie. Oponiéndose a la desconfianza hobbesiana, nos propone un panorama afectivo presidido por una suerte de benevolencia universal. “Hay una benevolencia en la naturaleza humana, allí donde no hay un interés real que nos ligue al objeto” (esto es muy kantiano). Para Carlos Mellizo, tomado el sentimiento benevolente desde una perspectiva libre de intereses reales, llegamos a tener como sujeto abstracto de la simpatía un ecuánime espectador humano, hábil recurso teórico del que nuestro autor se sirve para dar fundamento a la sociabilidad de la especie. Finalmente, uno de los aspectos de la Investigación que Hume destaca especialmente es el de la condición superior de las virtudes sociales, mediante cuya práctica puede contribuirse al bienestar de quien las posee y al de los demás. Todo hombre, nos dice, repara en la imposibilidad de subsistir en solitario; y muestra “una favorables inclinación hacia todos esos hábitos que promueven el orden social”; por eso, debería reconocerse que esas virtudes sociales tienen un atractivo natural. Ahondando en esa diferencia, llegamos a una definición de “vicio” que es aplicable, según Hume, a muchas de las que a lo largo de la historia han pasado por ser virtudes típicamente religiosas. Así, “el celibato, el ayuno, la mortificación, la negación de sí mismo, la humildad, el silencio, la soledad y toda la serie de virtudes monacales (…) embotan el entendimiento, endurecen el corazón, oscurecen la imaginación y agrian el carácter. Con justicia, las ponemos en el catálogo de los vicios”. Hume se inscribe así en la campaña de secularización moral de la que el filósofo de Edimburgo fue uno de los principales abanderados. Pero esto no significa caer en una suerte de vacío moral sino una invitación a dar entrada a motivos no religiosos. Hume es un filósofo cuya afirmación de los placeres de la convivencia y del trato, aun siendo indiscutible, no se traduce en una idea orgiástica del vivir. “La paz de la mente, la conciencia de integridad y un examen de nuestra conducta con resultados satisfactorios (…) las circunstancias que se requieren para la felicidad”. Es en esto, en lo que la moral de Hume resulta ciertamente liberadora. Resumiendo, hay en Hume un ideal secular y utilitario unido a una preferencia de vida que, si no siempre fue por él alcanzada continuó estando presente en su voluntad hasta el momento final; es la manera filosófica de vivir, la existencia pacífica presidida por una disposición afable, moderación en todas las pasiones, capacidad de afecto, alegría en la amistad y ardor en el estudio. 2º) Sitúa al autor en su contexto filosófico (2 puntos) El término empirismo, en su uso ordinario (del griego empeiria = experiencia) significa el empleo de métodos basados en la experiencia práctica como un cuerpo de teoría aceptado. Pero en filosofía, la palabra se usa solamente en un sentido distinto y técnico para referirse a la teoría filosófica de que todo conocimiento se deriva de la experiencia. “Empirismo radical” fue el nombre que William James dio a su versión de esta teoría. El empirismo ha sido desarrollado por una serie de filósofos ingleses, de los cuales los más importantes son: Locke, Berkeley, Hume y J. S. Mill. Aunque movimientos como el enciclopedismo (Diderot y D´Alembert) en Francia se han inspirado en las ideas empiristas, el empirismo nunca ha conseguido arraigar en el continente, mientras que en Inglaterra ha sido la tradición dominante de la filosofía desde el siglo XVIII. Además los empiristas continentales como el francés Condillac siempre han estado directa o indirectamente influidos por la filosofía inglesa. Los principios generales del empirismo se oponen a los del racionalismo y fue por reacción contra los sistemas de Descartes, Spinoza y Leibniz como se originaron los empiristas modernos. Hay dos cuestiones en pugna. La primera se refiere a los conceptos a priori (o “ideas innatas” como fueron erróneamente llamadas en el siglo XVII), esto es, ideas que según se afirma no se derivan de la experiencia sensible sino que son producidas independientemente por la razón o intelecto. Los racionalistas admiten que algunos conceptos son empíricos (por ejemplo, que derivamos nuestra idea de rojo de nuestra experiencia de ver objetos rojos), pero mantienen que el conocimiento que tenemos del mundo implica conceptos a priori como los de causa y sustancia. Para el empirismo es fundamental negar la existencia de tales ideas. Los empiristas, por tanto, argumentan que o bien los pretendidos conceptos a priori pueden ser analizados o descompuestos en una combinación de conceptos más simples que se derivan de la experiencia, o bien, en ocasiones, de manera más radical, que no son conceptos genuinos (por ejemplo, que “sustancia” en cuanto que término metafísico, es simplemente una palabra a la que no se puede asignar ningún significado. La segunda disputa entre racionalista y empiristas se refiere a las proposiciones o enunciados a priori. Generalmente, se está de acuerdo en que todas las verdades necesarias son a priori (los axiomas de la geometría, las leyes lógicas); puesto que de la experiencia lo único que podemos aprender es que ha ocurrido y que es probable que ocurra, y no que deba ser así. Los empiristas que creen que no tenemos ningún medio de adquirir conocimiento excepto mediante la observación de lo que ocurre realmente, afirman que las verdades necesarias son verdaderas por definición, o analíticas. Por otro lado, los racionalistas mantienen que algunos enunciados a priori son sintéticos; esto es, que nos dicen algo acerca de la naturaleza del mundo. La aserción “todo efecto debe tener una causa”, se ha dicho que es un principio autoevidente de este tipo: a priori, porque establece una conexión necesaria y sintético porque no es simplemente verdadero por definición (como “todo efecto tiene una causa”). Es característico del empirismo negar que la razón pueda asegurarnos la verdad de un enunciado genuinamente sintético y, por lo tanto, que cualquier proposición pueda ser a la vez a priori y sintética. Esperaremos a Kant. Como resultado de su desacuerdo en estas cuestiones de principio, racionalistas y empiristas tienen actitudes distintas respecto a la ciencia natural y la metafísica. Los racionalistas se han inclinado a pensar que las creencias basadas en experiencia estaban infectadas por el error. Para ellos, no se puede obtener el entendimiento del mundo mediante la percepción sensible que es confusa, sino mediante la especulación metafísica. Pero precisamente porque la metafísica pretende proporcionar conocimiento de una realidad que trasciende la experiencia, la investigación metafísica depende que tengamos conceptos a priori. La tradición empirista ha sido antagonista de la metafísica y le ha dado a la ciencia un alto valor a la ciencia como medio de adquisición de conocimiento. No es ningún accidente que Hume describiera a Newton como “el genio más grande que surgiera nunca para ornamento e instrucción de la especie”. 3º) Comenta un filósofo del mismo período: John Locke (1,5 puntos) La fama principal de Locke (1632-1704) se debe a sus Tratados sobre el gobierno civil (1690), publicados anónimamente y su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). En El Ensayo Locke manifiesta que “la mente es, como nosotros decirnos, un papel en blanco, vacío de caracteres, sin ideas. ¿Cómo se llena? ¿De dónde procede el vasto acopio que la ilimitada y activa imaginación del ser humano ha grabado en ella con una variedad casi infinita? A esto respondo yo con una sola palabra: la experiencia. En ella está basado todo nuestro conocimiento y de ella se deriva en último término”. Recordad aquella sentencia: “El empirismo es un hecho empírico”. Locke daba por sentado que nuestra experiencia quedaba confinada a las ideas, los contenidos de la mente. Las ideas eran, para él, entidades mentales experimentadas y advertidas por la persona cuya mente las contenía. Sobre las ideas de primer orden o ideas de sensación podían formarse las ideas de segundo orden o ideas de reflexión. No hay ideas innatas. “Es opinión establecida entre los seres humanos que en el entendimiento existen ciertos principios innatos, ciertas nociones primarias, como si estuvieran estampadas en la mente humana y que el alma los tiene desde su origen, trayéndolos al mundo con ella. Para convencer al lector carente de prejuicios de la falsedad de esta suposición, bastaría mostrar cómo los seres humanos, por el simple uso de sus facultades pueden obtener todo el conocimiento que poseen sin ayuda de ninguna impresión innata”. Al rechazar la teoría de las ideas innatas, negaba la existencia tanto de principios innatos de carácter especulativo como de orden moral o práctico. El ideal ético racionalista también es sostenido por Locke: “La moral es tan susceptible de demostración como las matemáticas”. Por consiguiente, si nos tomamos el trabajo de definir los términos morales de un modo claro y preciso “el conocimiento moral puede llevarse a un grado de claridad y certeza tan alto” como nuestro conocimiento matemático. En segundo lugar, en su prefacio a los Treatises of Civil Gobernment, Locke expresa su esperanza de que lo que ha escrito sea suficiente para “asentar firmemente en el trono de nuestro gran restaurador, nuestro actual rey Guillermo y legitimar su título en el consentimiento del pueblo”. En el Primer Tratado, Locke rebate la teoría del derecho divino de los reyes expuesta en El Patriarca (1680) y Sir Robert Filmer. Locke asegura que “la posición principal de Sir Robert Filmer es que los hombres no son libres por naturaleza. Éste es el fundamento sobre el que descansa la monarquía absoluta”. Esta teoría es rechazada por Locke quien sostiene en el Segundo Tratado que los hombres en el estado de naturaleza son libres e iguales. En el Segundo Tratado, rebate a Hobbes: “Todos los hombres están naturalmente en este estado y permanecen en él has que por su propia voluntad se convierten en miembros de una sociedad política”. Y continúa: “El estado de naturaleza se caracteriza porque los hombres viven juntos según la razón, sin que haya en la tierra un superior común para dirimir los conflictos entre ellos” (Spinoza). La fuerza, cuando se ejerce fuera de la esfera del derecho crea la guerra; pero éste no debe identificarse con el estado de naturaleza, puesto que constituye una violación de éste; es decir, de lo que éste debe ser. En el Estado de naturaleza hay una ley moral natural que puede describirse por la razón. Al creer en una ley independientemente del Estado y de su legislación, Locke también creía en la existencia de derechos naturales. El derecho natural al que Locke dedica más atención es el derecho a la propiedad privada. ¿Cuál es el título primario de propiedad privada? El trabajo. De igual modo, Locke opina que la familia es una sociedad natural. Y sigue avanzando que en los orígenes de la sociedad política está el pacto social. “Aunque el estado de naturaleza configura un estado de cosas en el que los hombres no tienen por encima de ellos ninguna autoridad común, “Dios los colocó bajo el imperio de fuertes necesidades, conveniencias e inclinaciones para impulsarlos a la sociedad”. El principal fin del pacto es la conservación de la propiedad individual. Los hombres se agrupan en sociedad “para la mutua presentación de sus vidas, libertades y patrimonios, que llamamos de modo general, propiedad”. Ahora bien, Locke intenta mostrar que la sociedad política y el gobierno se basan en fundamentos racionales. Y el único modo de demostrarlo es sostener que se basan en el consentimiento. Ningún hombre puede ser sacado del estado de naturaleza sin su consentimiento. ¿A qué renuncian los hombres que dan su consentimiento? A su poder legislativo y ejecutivo y al gobierno de la mayoría. Los hombres no renuncian a su libertad para pasar a una condición de servidumbre. El pacto original implica el consentimiento de los individuos sometidos a la voluntad de la mayoría. La monarquía absoluta es contraria al pacto social original. La 1ª y fundamental ley de una sociedad es la que establece el poder legislativo (gobierno, parlamento, soberano), que en Hobbes se corresponde con el monarca. El legislativo es el máximo poder de la comunidad, Locke destaca la deseabilidad de una división de poderes. No es deseable que las personas que hacen las leyes, las ejecuten. Por consiguiente, el ejecutivo habría de de estar separado del legislativo. El poder legislativo no es absoluto y está sometido a la ley moral, tiene que responder a la confianza depositada en él. Por tanto, los poderes son en Locke: legisltivo, ejecutivo y federativo (una especie de gabinete de exteriores). El gobierno puede disolverse desde fuera o desde dentro. Locke llama disolución por la fuerza “destrucción desde el exterior” (como la ejercida por un conquistador). Pero también puede haber una disolución desde dentro mediante la modificación del legislativo. Si el Príncipe sustituye las leyes por su arbitrariedad; o si cambia arbitrariamente el consentimiento del pueblo; si el que ostenta el poder ejecutivo abandona o descuida su cargo; o cuando el Príncipe o el legislativo obran de modo contrario al mandato recibido, entonces la rebelión está justificada: es el derecho a la sedición. Y si se pregunta quién ha de juzgar las circunstancias que hacen legítima la rebelión “contesto: el pueblo juzgará”. 4ª) Comenta un filósofo racionalista: Descartes (1,5 puntos) El criterio de verdad de Descartes es el de evidencia racional que se caracteriza por dos notas esenciales: claridad y distinción. Su escepticismo radical le ha conducido a una verdad “pienso, luego soy”. Con esta proposición y los dos instrumentos, Descartes se lanzará a la producción de sus sistema filosófico. Sólo sé que soy pero aun no sé qué cosa soy –dirá Descartes. ¿Qué cosa? Una cosa que piensa (res cogitans). Hemos pasado del pensamiento como actividad a la cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Una sustancia. Sustancia es el sujeto inmediato de todo atributo del que tenemos idea real. Hemos pasado del pensar como actividad al pensar como sustancia. ¿Cuál será la próxima etapa? ¿La existencia del mundo o de Dios? Descartes sustenta el mundo en el conocimiento de Dios. Se explica así que sea un pensador idealista. Distingue tres tipos de ideas: innatas, adventicias y ficticias. Descubriremos que la idea de “Dios” es una idea innata, como la de “Yo” y la de “Mundo”. Descartes presenta tres demostraciones de la existencia de Dios. Que resumiremos en una, la 3ª) La tercera prueba es la del argumento ontológico. La existencia de Dios es inseparable de su esencia, luego Dios existe. Es imposible concebir a Dios sin su existencia. Dios reúne en sí todas las perfecciones, la existencia es una perfección de la que Dios no puede carecer, pues en caso contrario, Dios sería incompleto, y esto no puede ser, concluimos pues que Dios existe. El último paso, es probar la existencia de las cosas materiales (mundo). Descartes echa mano de la doctrina de la veracidad divina. La existencia de cada una de las cosas y de la totalidad del mundo físico supone la prueba anterior de la existencia de Dios y la imposibilidad de que Dios me engañe, pues sería contradictorio. El orden que hemos seguido es el mismo que siguió Descartes en sus tres obras metafísicas: Discurso del Método, Meditaciones Metafísicas y Los principios de la filosofía. Tal orden es el siguiente: comienzo por la duda metódica, afirmación de la primera verdad “Pienso, luego soy” –derivación de la evidencia como criterio de verdad y demostración de la existencia de Dios y de las cosas materiales. Descartes ha cultivado desde su juventud las matemáticas. Las matemáticas son verdades de razón. Están inmunes a cualquier desmentido de la experiencia. Se las ha llamado “verdades de razón”. El Método cartesiano está inspirado en las matemáticas (aritmética y geometría), si se deja de lado la evidencia como criterio de verdad, obtenemos los siguientes pasos: 1º) dividir las dificultades hasta alcanzar los elementos o naturalezas simples, que se aprehenden por intuición (análisis); 2º) ascender por deducción de los elementos simples al conocimiento complejo (síntesis); 3º) examinar con todo cuidado la cadena deductiva para estar seguro de que no se ha omitido nada no se ha cometido ningún error (enumeración). 5ª) Actualidad del pensamiento del autor (1 punto) ¿Te parecen la simpatía (afinidad de sentimientos), la utilidad y la común felicidad criterios válidos para el establecimiento de normas morales básicas universales? _________________________________________________________________ ______________________________________________ ¿Crees que efectivamente la razón está supeditada a las pasiones, que sólo influye oblicuamente en las cuestiones morales?___________________________________________ ¿Qué opinas del escepticismo radical de Hume? ¿A qué obedece? ¿Hay que destinar los libros de Metafísica y Teología a la hoguera? ¿Por qué?________________________________________________________________________________.