Ricardo Rojas propone en su obra La restauración nacionalista la necesidad de fortalecer la identidad y conciencia nacionales en Argentina a través de la educación. Plantea que la masiva inmigración y la influencia de ideas extranjeras habían generado una "desnacionalización" que amenazaba la unidad del país. Propone dar más énfasis en las escuelas a la historia, cultura y lengua argentinas para fomentar un sentido de pertenencia común entre los ciudadanos y así contrarrestar las fuerzas "cosm
1. Dinámica Sociocultural latinoamericana del siglo XX
La restauración nacionalista, de Ricardo Rojas
Datos biográficos
Ricardo Rojas nació en Tucumán el 16 de septiembre de 1882; cursó sus estudios
primarios y secundarios en el Colegio Nacional de Santiago del Estero. Combinó el
ejercicio del periodismo con la docencia y la producción literaria. En 1907, realizó un
viaje a Europa que dio origen a La restauración nacionalista. Informe sobre la educación,
publicado en 1909. Incorporado a las filas del radicalismo después del golpe militar de
1930, tuvo una destacada actuación cívica que le valió persecuciones y confinamientos.
En El radicalismo de mañana consignó que esta fuerza política era “el único partido
nacionalista de esencia popular” y el único capaz de “encauzar nuestra democracia y
reorganizar nuestra nacionalidad”, ya que encontraba en ella “la generosa intuición cívica
que anima a sus enormes masas populares”. En 1955 apoyó al gobierno de facto de la
autodenominada “Revolución Libertadora”. Murió en Buenos Aires el 29 de julio de
1957.
Condiciones de producción
Cuando Rojas llega a Buenos Aires a fines del siglo XIX, experimenta una conmoción de
hondas repercusiones espirituales. El “choque cultural” que se produce entre su vivencia
en Santiago del Estero y la llegada a la Capital Federal, donde prácticamente la mitad de
la población está compuesta por inmigrantes, lo lleva a interrogantes y revisiones
profundas. (En 1909, en las escuelas oficiales de Buenos Aires, había 91.718 niños
argentinos y 8.207 extranjeros, entre los cuales resaltaban los 2.830 italianos y 2.453
españoles. Hijos de padre y madre argentinos había 19.592 (21,36%) alumnos; de padre
extranjero y madre nativa, 10.790; de madre extranjera y padre argentino, 3.032; de padre
y madre extranjeros, 58.304 (63,56%))
Como joven del interior ve esa realidad “cosmopolita, informe y enorme” y se propone
desarrollar un programa intelectual integral en torno a la construcción de una tradición
sustentada en su idea de nacionalidad. Esa empresa intelectual se funda en una
afirmación espiritualista; vinculada con el rechazo de las perspectivas positivistas y del
“materialismo dominante”, así como con una reconsideración de la herencia
hispanoamericana basada en la idea de un “renacimiento del alma nacional”, que Rojas
tomaba de los autores españoles de la generación del ’98 en un gesto que tuvo sus
correspondencias en otros países de América Latina por las mismas fechas (un ejemplo
es Ariel, del uruguayo José Enrique Rodó, publicada en 1900).
En la primera década del siglo XX, funda junto con Gálvez lo que podríamos llamar un
“nacionalismo cultural”. Se trata de un “primer nacionalismo”, para diferenciarlo de las
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corrientes que irrumpirían a fines de la década de 1920 ligadas a ideas autoritarias y
elitistas y que darían origen al “nacionalismo argentino” o al llamado “nacionalismo
oligárquico”. Esta corriente en la que se integra Rojas representa el miedo a la
inmigración; se trata de una reacción que viene de hombres provenientes del interior y de
fracciones secundarias de las elites dominantes en el marco del modelo agroexportador
dependiente de base oligárquica. Este particular registro se produce en un clima de ideas
generalizado en torno al “nacionalismo”.
En un sentido más global, la obra pertenece a la “generación argentina del 900”; es decir,
a ese núcleo de intelectuales nacidos entre 1874 y 1882 que conformaban el despuntar
del siglo XX un grupo de jóvenes promesas, integrado por Leopoldo Lugones, José
Ingenieros, Macedonio Fernández. Alfredo L. Palacios, Manuel Gálvez, Manuel Ugarte y
el mismo Rojas. Estos jóvenes se proponen nuevas búsquedas ante el agotamiento de las
creencias vinculadas con el liberalismo de la generación de 1880 y que comienzan esos
trabajos en los marcos del socialismo y el anarquismo, aunque después se orientan en
diversos sentidos. Con el surgimiento de las revistas Ideas (1903) y Nosotros (1908),
sonde circulan sus producciones y críticas, se abre un nuevo espacio dentro del campo
intelectual, que se conecta además con la existencia de un público lector en expansión.
En el ámbito latinoamericano se lo vincula a la recepción del modernismo y las corrientes
renovadoras que se expresaban en el Ariel de Rodó.
Junto con Gálvez y otros autores, Rojas encarna el proceso de profesionalización de la
literatura argentina: personas que viven de su trabajo como escritores. Rojas se inscribe
también en el “espíritu del Centenario” en el que ensaya una aproximación intelectual al
recorrido realizado por el país hasta llegar a 1910 desde diferentes anclajes teóricos,
ideológicos y políticos.
Origen de la obra
A mediados del año 1907, durante la presidencia de Figueroa Alcorta, el gobierno
argentino, a través del ministerio de Justicia e Instrucción Pública a cargo de Pómulo
Naón, envió a Rojas a estudiar el régimen de la educación histórica en las escuelas
europeas. Visitó, así, Inglaterra, Italia, Francia y España, en un viaje que lo llevó a
revalorizar las raíces hispánicas de la cultura argentina.
En ese momento, Rojas tiene 27 años. En su viaje releva los modos de enseñanza de la
historia en aquellos países y esos estudios constituyen el esquema central de la obra.
Durante los viajes, realiza entrevistas a historiadores y consulta repositorios para
enriquecer su perspectiva. Resultado de este viaje es el libro La restauración nacionalista,
cuyo subtítulo es Informe sobre Educación. En la portadilla original, añade el de Informe
sobre la Historia presentado al Señor Ministro de Justicia e Instrucción Pública.
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La restauración nacionalista: ejes principales y pensamiento de Ricardo Rojas
La nacionalización de los capitales, del inmigrante y de las ideas.
“El patriotismo, definido de una manera primaria, es el sentimiento que nos
mueve a amar y a servir a la Patria.
La Patria es originariamente un territorio; pero a él se suman nuevos valores
económicos y morales, en tanto los pueblos se alejan de la barbarie y crecen en
civilización. Por consiguiente, a medida que el hombre se civilice ha de ser un
sentimiento que se razone.”
“En sus formas actuales, la patria se circunscribe a los límites de la Nación.”
“Esa concepción moderna del patriotismo, que tiene por base territorial y política
la nación, es lo que llamo el nacionalismo.”
“La nacionalidad debe ser la conciencia de una personalidad colectiva. (…) Así, la
conciencia de nacionalidad en los individuos debe formarse: por la conciencia de
su territorio y la solidaridad cívica, que son la cenestecia colectiva, y por la
conciencia de una tradición continua y de una lengua común, que la perpetua, lo
cual es la memoria colectiva. Pueblo en que estos conocimientos fallan, es pueblo
en que la conciencia patriótica existe debilitada o deforme.”
“He ahí el fin de la Historia: contribuir a formar esa conciencia por los elementos
de tradición que ambas constituyen: En tal sentido, el fin de la Historia en la
enseñanza es el patriotismo, el cual así definido, es muy diverso de la patriotería o
el fetichismo de los héroes militares.”
“El foclor tiene además una importancia política: él define la persistencia del alma
nacional, mostrando cómo, a pesar del progreso y de los cambios externos, hay
en la vida de las naciones una substancia intrahistórica que persiste. Esa substancia
intrahistórica es la que hay que salvar, para que un pueblo se reconozca siempre a
sí mismo. De ahí que los historiadores y los artistas deban reconstruirlo, de ahí
que los maestros deban enseñarlo.”
“(…) la enseñanza gramatical debe defender, en un país como el nuestro, la
persistencia del idioma tradicional, acechado por la corrupción cosmopolita.”
“Un hecho histórico americano cambia mirado desde Europa; así el hecho
histórico europeo, cambia mirado desde América, cuando se le mira con ojos
americanos, y no con los lentes de doctor alemán o gafas de político francés.
Nuestra miopía nacional prefirió ver con estos últimos, renunciando a la propia
visión. He ahí el error de cincuenta años contra el cual necesitamos reaccionar.”
“Bástenos recordar que una cantidad exorbitante de brazos italianos trabaja
nuestros campos, y que una cantidad extraordinaria de capitales británicos mueve
nuestras empresas. En medio de este cosmopolitismo de hombres y capitales, que
nos somete a una verdadera sujeción económica, el elemento nativo abdica en la
indiferencia o el descastamiento de las ideas, las pocas prerrogativas que ha
salvado.”
“El momento aconseja con urgencia imprimir a nuestra educación un carácter
nacionalista por medio de la Historia y las humanidades. El cosmopolitismo en
los hombres y las ideas, la disolución de viejos núcleos morales, la indiferencia
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para con los negocios públicos, el olvido creciente de las tradiciones, la
corrupción popular del idioma, el desconocimiento de nuestro propio territorio,
la falta de solidaridad nacional, el ansia de la riqueza sin escrúpulos, el culto de las
jerarquías más innobles, el desdén por las altas empresas, la falta de pasión en las
luchas, la venalidad del sufragio, la superstición por los nombre exóticos, el
individualismo demoledor, el desprecio por los ideales ajenos, la constante
simulación y la ironía canalla –cuanto define la época actual-, comprueban la
necesidad de una reacción poderosa a favor de la conciencia nacional y de las
disciplinas civiles.”
“La política exclusivamente económica que venimos realizando, no ha sido
suficientemente poderosa como para suprimir el desierto en medio siglo, pero sí
lo ha sido para dar a la capital, populosa y rica, una influencia excesiva sobre el
resto del país, de tal manera, que catorce provincias viven a su ritmo. Esta impone
los valores políticos, económicos, morales e intelectuales a todo el resto de la
república. De ahí que, cuanto aquí ocurra en contra o pro de los intereses
argentinos, sea trascendental para la salud de toda la nación.”
“(…) la escuela nacional se nos aparece también como un transplante de
instituciones europeas, sin que el pensamiento nativo haya tentado ninguna
empresa sistemática para libertarse de las nuevas tiranías que le deprimen. La
guerra por la independencia política, obligábamos a empeñarnos más tarde por
nuevas guerras a favor de la independencia intelectual y de la independencia
económica, en tanto que hoy, al celebrar el centenario de la primera, aun nos
sentimos colonia de las viejas metrópolis. (…) Pero en vez de meditar sobre
nuestras propias realidades, preferimos pedir a las más recientes revistas
extranjeras, la solución absurda de nuestros problemas peculiares, y así hemos
padecido esos programas enciclopédicos, esas humanidades sin material
didáctico, esas lecciones por manuales franceses y toda nuestra vida sin
trascendencia histórica.”
“Nuestro fin, por ahora, debe ser el crear una comunidad de ideas nacionales
entre todos los argentinos, completando con ello la caracterización nacional que
ya realiza de por sí la influencia del territorio. La anarquía que hoy nos aflige ha
de ser pasajera. Débese a la inmigración, asaz numerosa, y a los vicios de nuestra
educación. Pero el inmigrante europeo de hoy es como el de la época colonial:
vuelve a su tierra o muere en la nuestra; es algo que pasa. Lo que perdura de él es
su hijo y la descendencia de sus hijos; y éstos, criollos hoy como en tiempos de la
independencia, tienen ese matiz común que impóneles el ambiente americano.
En cuanto a la educación, esperamos que sus vicios, ya señalados, han de
subsanarse por una intensificación de los estudios nacionales, pues conocer
nuestro territorio, la vida de las generaciones anteriores que en él lucharon y
cultivar el idioma histórico de un continente, es ya tener una pauta más cierta para
lo futuro.
No constituyen una nación, por cierto, muchedumbres cosmopolitas cosechando
su trigo en la llanura que trabajaron sin amor. La nación es, además, la
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comunidad de esos hombres en la emoción del mismo territorio, en el culto de
las mismas tradiciones, en el acento de la misma lengua, en el esfuerzo de los
mismos destinos. Y puesto que la propia fatalidad de nuestro origen nos
condenaba a necesitar del brazo ajeno para labrar nuestra riqueza, todo nos
conminaba a la cultura de nuestro patrimonio espiritual. Tal debió ser la
preocupación moral de nuestra enseñanza cuando apenas fundada vimos iniciarse
en el país la venal anarquía cosmopolita.”
“La crisis moral de la sociedad argentina, hemos visto, sólo podrá remediarse por
medio de la educación. Crisis de disciplinas éticas y civiles (…) es sobre todo en
las escuelas donde deberemos restaurarla. La desnacionalización y el
envilecimiento de la conciencia pública han llegado a ser ya tan evidentes, que
han provocado una reacción radical en muchos espíritus esclarecidos de nuestro
país. (…) Cuidemos, sin embargo, de que nuestro afán moralizante no se convierta
en fanatismo dogmático y nuestro nacionalismo en regresión a la bota de potro,
hostilidad a lo extranjero o simple patriotería litúrgica. No preconiza el autor de
este libro una restauración de las costumbres gauchas que el progreso suprime
por necesidades políticas y económicas, sino la restauración del espíritu indígena
que la civilización debe salvar en todos los países por razones estéticas y religiosas.
No puede proclamar tampoco, en regresión absurda, la hostilidad a lo extranjero,
quien tiene por la cultura de Europa una vehemente admiración. Esta manera de
nacionalismo quiere, por el contrario, tanto como lo querían Alberdi o
Sarmiento, campeones aquí del cosmopolitismo, que vengan sus capitales, sus
hombres y sus ideas. Pero quiere que una hábil política económica radique en el
país el mayor beneficio de esos capitales. Quiere que el hijo del inmigrante sea
profundamente argentino, por el discernimiento cívico que le dé nuestra
educación; que razone su patriotismo; que haga fecundo para la nación el instinto
y orgullo criollos con que ya le diferenciara de sus padres la poderosa influencia
territorial. Quiere que el espíritu argentino continúe recibiendo ideas europeas,
pero que las asimile y convierta en substancia propia, como lo hace el britano
glotón con la dulce carne de las ovejas pampeanas. Quiere que cuando se
planteen conflictos entre un interés económico argentino y un interés extranjero,
estemos por el interés argentino. (…) Quiere que el patriotismo y el sentimiento
nacional dejen de consistir en el culto de los héroes militares y de la bandera, para
consistir en todo esfuerzo generoso y concientemente realizado a favor del
territorio, del idioma, de la tradición o de la hegemonía futura del país. Quiere
que la educación nacionalista sea el hogar de esa concepción, y que prepare a la
juventud para las más nobles funciones de la ciudadanía. Quiere que la
ciudadanía llegue a constituir por sí sola una aristocracia moral.”
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