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CURSO PARA PADRES
Victoria Cardona,
educadora familiar
Cortesía de www.e-cristians.net para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
http://www.mercaba.org/FICHAS/e-cristians/Cursos/CARTEL_CURSOS.htm
Tema I
Introducción y presentación del temario
Tema II
Conocimiento y aceptación de los hijos
2-1 conocimiento del carácter de los hijos (I)
2-2 conocimiento del carácter de los hijos (II)
2-3 comunicación entre padres e hijos (I)
2-4 comunicación entre padres e hijos (II)
2-5
aceptación, amor y valoración, base de la
autoestima personal
Tema III
Educación para el Amor
3-1 amor y matrimonio
3-2 el amor y las obras
3-3 fidelidad-felicidad
Tema IV
Autoridad y Libertad
4-1 educación de la voluntad
4-2 colaborar en el hogar
4-3 el valor de la responsabilidad
4-4 defectos de la autoridad
4-5 educación en la libertad
4-6 respeto y tolerancia
Tema V
Jóvenes y medios de comunicación
5-1 televisión y familia
5-2 los contenidos de la televisión
5-3 responsabilidad en el uso de Internet
Tema VI
Los estudios de los hijos
6-1
los padres y el estudio
6-2 el rendimiento escolar
6-3 relaciones familia-escuela
Tema VII
La familia, escuela de valores
7-1 valores educativos
7-2 laboriosidad, reflexión y orden
7-3 obediencia y alegría
7-4 comportamiento, civismo y solidaridad
7-5 fortaleza y generosidad
7-6 amistad y lealtad
7-7 bondad y sensibilidad
Tema VIII
Educación en la fe
8-1 la familia transmisora de la fe
8-2 Dios, en la vida de nuestros hijos
8-3 Jesucristo, nuestro modelo
8-4 Madre de Dios, Madre nuestra
Tema IX
El tiempo libre de los hijos
9-1 tiempo de vacaciones
9-2 el valor de los sentimientos
9-3 adolescencia y alegría
9-4 la empatía (I)
9-5 la empatía (II)
Tema X
El papel de los abuelos
Tema I
Introducción y presentación del temario
Iniciamos hoy la publicación inédita de un Cuso de formación para
padres, que se extenderá durante las próximas semanas y que aborda
cuestiones tan importantes como la comunicación, la relación y la educación
de los hijos.
Victoria Cardona, educadora familiar, es su autora. La inquietud en el
campo de la educación la llevó a adentrarse muy pronto en estas aguas, en
las que todavía continúa inmersa. La amplia formación académica en el
mundo de la educación y la pedagogía la ha aplicado, primordialmente, en
dos ámbitos: la política - ha sido consejera municipal, primero de educación
y después de sanidad, por el distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi - y la
propia vida personal, ya que es madre de seis hijos y abuela. Mujer activa,
vital y vitalista practica la vocación de dar a conocer y difundir todo aquello
que ha sintetizado personal y profesionalmente.
Destacar en este sentido que actualmente colabora con la Fundación Pro
Vida, imparte actividades formativas para transmitir valores humanos a las
adolescentes en el Club Juvenil Hogar, es moderadora de las sesiones de
Cursos para padres de la asociación familiar FERT y tiene también una larga
trayectoria de participaciones en radio y televisión. Hoy en día se la puede
escuchar en Radio Estel, donde habla de temas educativos y comenta
mensualmente el Evangelio.
Introducción al Curso
Empezamos este Curso de Formación para Padres con unos comentarios
generales sobre educación. Lo más importante será recordar que los hijos se
educan, sobre todo, por nuestra actitud y por nuestro testimonio.
Seguramente no nos damos cuenta pero, cuando realmente lo hacemos
bien, es cuando conociendo nuestras limitaciones, nos esforzamos por
mejorar luchando contra nuestros defectos con serenidad y optimismo.
También, cuando padre y madre procuramos mantener vivo nuestro amor.
Dice un autor francés: "Todo amor nace inocente, frágil, débil,
vulnerable, es nuestra fidelidad la que tiene que protegerlo y llevarlo a
cuestas como a un niño". Esta fidelidad será un compromiso que nos llevará
a la felicidad. El amor está en la generosidad y el olvido personal, ponerse
entre paréntesis para hacer feliz al otro. Por ello, cuidar los detalles de
afecto, de comprensión, de pasar por alto cosas que nos molestan, no
acumular reproches, etc..., es demostrar con obras nuestro amor y es una
buena base para dar ejemplo de amor a nuestros hijos.
Sería loable crear un buen clima de confianza donde la comunicación
estuviera presente. Muchos problemas familiares provienen de la falta de
comunicación. Saber escuchar. Saber dialogar. Saber preguntar. Saber
esperar y dedicar tiempo a la vida de familia ayudan a mantener al día el
amor matrimonial y también la amistad con los hijos.
Toda persona quiere sentirse aceptada, valorada y querida. Daremos
seguridad a nuestros hijos si valoramos todo lo que hacen bien. Si somos
comprensivos con sus cambios de humor; en la adolescencia, por ejemplo,
les enseñaremos a aceptarse, base de la autoestima personal.
Reflexionaremos en estos comentarios sobre los temas más importantes
para que los hijos alcancen una personalidad madura. De la misma manera
que el objetivo de la educación es la madurez humana y espiritual, la
finalidad de la educación afectiva es la madurez en el amor.
También animar a la responsabilidad personal mediante el ejercicio de la
autoridad, fundamentada en el prestigio personal y el espíritu de servicio de
los padres, hará que los hijos aprendan a ser libres con la libertad que libera
defectos, fruto del esfuerzo personal.
Ocuparse de desarrollar la vida sobrenatural de los hijos para que
crezcan hace armónicamente que recordemos las palabras del Concilio
Vaticano II: "Los padres, tanto con la palabra como con el ejemplo, tienen
que ser para sus hijos los primeros educadores de la fe".
En un mundo donde cualquier "famoso" puede decirnos la tontería más
grande, nos ocuparemos de educar la sensibilidad. Tenemos mucho por
contemplar, desde la obra de la Creación a tantas manifestaciones artísticas,
donde aprenderán a ser personas más cultivadas.
No podemos olvidar la influencia del ambiente social en la juventud y
estudiaremos la forma de contrarrestar todos los ''ismos ' - materialismo,
consumismo, relativismo, individualismo, etc. - y buscaremos formas
prácticas para fortalecer nuestra tarea educadora. También valoraremos el
estudio.
Profundizaremos en el papel de los abuelos, con mucho relieve en los
tiempos actuales, y recordaremos que la familia es la escuela de valores
donde se forman por contagio todos los que la integran.
Tema II
Conocimiento y aceptación de los hijos
Para saber educar es necesario el conocimiento propio y el conocimiento
de los hijos. Todos tenemos cualidades y defectos, también reaccionamos de
forma distinta según con quien tratamos. Ya en Grecia se leía en el templo
de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Saber conocer es indispensable como
también lo es una actitud positiva para rectificar.
Dice Yela: “Es a partir del conocimiento de nuestras propias
limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del esfuerzo para
superarlas de donde irradia la labor del educador”. Nos encontramos, pues,
con tres elementos importantes para el tema que tratamos: conocimiento,
aceptación y mejora personal, que deberíamos aplicar a nosotros y a
nuestros hijos.
El conocimiento del carácter de cada hijo y su desarrollo, según su edad
y sus etapas de evolución, son imprescindibles a la hora de extraer al
máximo las posibilidades de cada uno. Todos son diferentes y los tenemos
que tratar de forma distinta. A un hijo tímido, por ejemplo, no podemos
decirle “no te sale la palabra de la boca”, ni a un despilfarrador le diremos:
“eres generoso”.
Hemos de fijarnos en los valores esenciales de la persona, lo que es,
más que fijarnos sólo en lo que tiene. Un ejemplo: las calificaciones
escolares. Si procuramos valorar más el esfuerzo que las notas,
obtendremos de nuestros hijos mejores resultados.
Es necesario crear un clima de confianza para favorecer la
comunicación. Si aprendemos a escuchar, a observar, a dialogar haciendo
preguntas oportunas, conoceremos mejor a nuestros hijos y seremos
capaces de comprenderles. Para todo ello conviene dedicar tiempo.
Para aceptar hemos de comprender y la comprensión exige la
capacidad de entrar en el otro, nos relacionamos con lo más específico de
nuestro hijo, es decir, con su intimidad, que conviene respetar.
Para mantener unas buenas relaciones familiares hemos de considerar a
nuestros hijos personas únicas, irrepetibles, con posibilidades y limitaciones.
Nuestra aceptación será permanente, incondicional y total. Al aceptar
plenamente a nuestro hijo, sabrá que es querido y valorado, base de su
auto estima personal.
La serenidad y el equilibrio son consecuencia de la aceptación. Esto
quiere decir actuar independientemente de nuestro estado de ánimo.
Nuestro testimonio de cariño constante, paciente y realista será lo más
positivo para que nuestros hijos adquieran una personalidad madura y
estarán motivados para mejorar personalmente.
Conocimiento del carácter de los hijos (I)
Introducción
Empezamos hoy la ampliación del Curso de Formación para Padres que
concluimos el pasado 11 de octubre. El objetivo de esta nueva etapa es profundizar en
los diferentes temas tratados anteriormente, y pretendemos dotar a los padres de una
herramienta útil que los ayude en la educación y formación de los hijos, así como en las
relaciones y la comunicación dentro del ámbito familiar.
El tema con que iniciamos este nuevo curso hace referencia al conocimiento y
aceptación de los hijos. Se estructura en 4 artículos:
1. Conocimiento del carácter de los hijos (I)
2. Conocimiento del carácter de los hijos (II)
3. Comunicación entre padres e hijos
4. Aceptación, estimación y valoración, base de la autoestima personal
Conocimiento del carácter de los hijos (I)
Para saber educar, es necesario el conocimiento de cada uno de nuestros hijos.
También, el propio conocimiento nos es de gran ayuda. Ya Sócrates decía: ''Conócete
a ti mismo''. Del conocimiento propio, de la aceptación de nuestras limitaciones y del
esfuerzo que hacemos para crecer en virtudes, nace la fuerza para educar. No
olvidemos nunca que educamos por ósmosis y por contagio. No podemos hablar de
mejora si nosotros mismos no nos damos prisa en rectificar cuando nos equivocamos,
o no tenemos paciencia con nuestros defectos. Haciendo referencia a la educación de
nuestros hijos, es importante observar cómo reaccionan para comprender muchas de
sus maneras de actuar. Para saber observar, tenemos que ofrecer mucho de nuestro
tiempo al negocio más importante de nuestra vida: la educación de los hijos. Se trata
de que sean responsables y se desarrollen correctamente, con seguridad y con la
autoestima necesaria para afrontar todas las circunstancias de su vida de forma
positiva.
Dedicando tiempo y con observación y serenidad, no hablaremos a todos de la
misma manera, ya que consideraremos que son personas únicas, irrepetibles y, por
tanto, desiguales. Es una equivocación creer que los padres tienen que educar a todos
los hijos de la misma manera. Por eso, hoy reflexionaremos sobre algunas
particularidades del carácter que nos sirvan de pauta para mejorar nuestra actuación,
para conocer mejor y comprender mejor a estos hijos. Es una herramienta de la
psicología que se tiene que utilizar convenientemente, con sentido común, teniendo en
cuenta que es sólo un apoyo, ya que lo fundamental para conocer es amar a cada hijo
como es y extraer al máximo sus posibilidades.
Los tres rasgos característicos del carácter son, según Le Senne: la resonancia, la
emotividad y la actividad. La resonancia es la repercusión que las impresiones tienen
sobre el ánimo de cada persona. Hay personas que reaccionan más impulsivamente.
En ellas las impresiones tienen un efecto inmediato y las olvidan al momento: las
llamamos primarias. Y en los que reaccionan de una manera más reflexiva, las
impresiones perduran en su conciencia e influyen en su conducta, incluso cuando ha
pasado mucho tiempo: las llamamos secundarias. Por ejemplo, si a una persona
primaria le dan un pisotón en el autobús, su reacción será de protesta pero, antes de
llegar al final de su trayecto, ya lo habrá olvidado. Una persona secundaria, en cambio,
con el mismo pisotón, no dirá nada, pero el disgusto le durará un rato después de
pasarle este hecho. De una manera sencilla, aquí tenemos la diferencia. Igualmente,
ante una ofensa recibida, el que es primario olvidará fácilmente, pero no así el que es
secundario, que vive más del pasado.
Con respecto a la emotividad, si miramos la fotografía que encabeza el artículo,
vemos que tenemos un niño emotivo. El emotivo se conmueve por todo, aunque a
veces no se note. Tiene cambios de humor, inquietud, impresionabilidad. En una
familia, viendo todos la misma película y con la forma de reaccionar ante una escena,
captaremos quién es el más emotivo. El no emotivo, ya lo dice la misma palabra, no se
conmueve fácilmente. Se muestra normalmente tranquilo y de humor poco variable.
La actividad es lo más difícil de averiguar. Podríamos confundirla con el
movimiento continuo de las personas impulsivas o nerviosas. Puede decirse que el
activo tiene que obrar constantemente, que incluso en el tiempo libre busca situaciones
para actuar; mientras que el inactivo es una persona que actúa poco, y cuando lo hace
es, especialmente, por afán de superación, por amor, por obligación o por cumplimiento
del deber, aunque puede estar sin actuar mientras deja correr la imaginación o
descansar sin hacer nada. El activo lo hace por el placer de actuar. El inactivo no tiene
esta inclinación.
Éstos son los rasgos principales del carácter. Servirán para identificar la manera
de ser y, sobre todo, para comprender no sólo a nuestros hijos sino también a nuestra
familia y a las personas con las que nos relacionamos. También para aceptarnos a
nosotros mismos. Nunca colocaremos ninguna ''etiqueta'' a nadie porque todo es
susceptible de mejora. Todas las personas tenemos capacidad para mejorar y
rectificar, si estamos oportunamente motivadas.
Conocimiento del carácter de los hijos (II)
Los tres factores del carácter (mencionados en el artículo anterior): emotividad o
no emotividad; actividad o inactividad y la resonancia:
primaria y secundaria, no definen una personalidad, pero
ayudan a su configuración. Transcribo de un libro sobre
caracterología: ''el caracterólogo trata de comprender el
conjunto de una personalidad. Considera que la influencia
de la herencia, de las circunstancias y de la libertad, hacen
de cada individuo una persona única. No se trata, por lo
tanto, de reducir a la persona a un esquema
prefabricado''. Por eso, no puede colocarse ningún cartel
a los hijos, ya que el carácter va evolucionando y cambiando con el tiempo. Influyen: el
ambiente familiar, el entorno y la educación de la voluntad, que son elementos
estimulantes para mejorar. Tampoco podemos ''etiquetar'', porque siempre hay grados
de diferencia de un individuo a otro en los factores mencionados. Sin embargo, con un
mejor conocimiento del comportamiento y reacciones del hijo, tendremos al alcance
más formas de tratarlo. También la carencia de tiempo para la observación sería una
dificultad para una correcta actitud para educar bien. Si tenemos un hijo emotivo,
inactivo y primario, por ejemplo, lo motivaremos a través del corazón, porque nos ama
y quiere gustarnos. Estaremos a su lado señalándole objetivos nuevos, para enseñarle
a pensar y a reflexionar. Si es secundario, y tiene tendencia al rencor, le motivaremos
para que sepa perdonar y olvidar.
Normalmente en todos los tipos de carácter, es de gran ayuda saber animar a los
hijos y también valorar la sociabilidad, para que no se centre exclusivamente en él
mismo. El deporte y el excursionismo, en el que no es deportista, así como otras
actividades que se hacen en grupo, serán muy beneficiosas para la convivencia con los
demás. Tenemos un abanico de posibilidades para desarrollar su personalidad, que los
padres tenemos que ir descubriendo. Todos estos apuntes sobre caracterología
pueden servir de información.
Tendremos que observar todas las reacciones de nuestros hijos, pero parece
especialmente importante la resonancia, para distinguir si son primarios o secundarios.
Si quiere profundizarse puede hacerse con buenos tratados de caracterología, pero
siempre evitando el riesgo de obsesionarse, y de confundir a nuestro hijo con un
personaje de test, ya que nunca hay un tipo exacto, y los rasgos mencionados pueden
estar en la individualidad de cada uno con más o menos intensidad. Expresamente no
estudiaremos en este artículo los ocho tipos de carácter que provienen de combinar los
tres factores que hemos indicado. Mi intención es animar a reflexionar sobre cómo
somos cada uno de nosotros, cómo son nuestros hijos y las otras personas y, así,
llegar a un conocimiento más profundo y a una comprensión de nosotros mismos y
de los nuestros, que nos ayude a aceptarnos y a aceptarlos. Conocer es indispensable,
como también lo es una actitud de rectificar cuando haga falta.
Para concluir tenemos que destacar que ningún carácter es mejor ni peor. No hay
ninguno malo por él mismo. La adquisición de hábitos buenos servirá para vencer
cualquier rasgo psicológico negativo. El conocimiento personal y el conocimiento de
nuestros hijos, con todos los elementos posibles al alcance, son una ayuda para tener
objetivos concretos de mejora y la comprensión adecuada para pasar por alto formas
de ser que no resultan agradables. Siempre hemos de animar, reconociendo que
nosotros mismos también tenemos carencias, que pueden ser susceptibles de
corrección, de mejora personal y de dar testimonio a los hijos, que se reflejan en los
progenitores. Recordamos la frase de Yela: ''Es a partir del conocimiento de nuestras
limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del esfuerzo para superarlas,
desde donde irradia la tarea del educador''.
Comunicación entre padres e hijos (I)
La mayoría de problemas del día a día de la convivencia familiar se resolverían, si
nos esforzáramos por tener una buena comunicación con
nuestros hijos. Hay muchas formas de hacerlo. Se puede
hacer con un gesto, se puede hacer con una mirada de
complicidad, se puede hacer con la palabra, escuchando
música, leyendo, haciendo deporte...También nos
podemos comunicar silenciosamente. Sólo contemplando
unos padres junto a la cama de un hijo enfermo,
mimándolo o dándole la mano vemos el máximo de
comunicación. El silencio se hace necesario por el reposo
de su hijo, pero la comunicación no falta.
Ya se ve que para comunicarse no se necesitan palabras, sino que se necesita
afecto y que haya un clima de confianza y, ¿como conseguimos este clima?..
Podemos reflexionarlo, puesto que se hace muy difícil recibir la confianza de nuestros
hijos si no hacemos un esfuerzo para ser acogedores y estar tranquilos y de buen
humor a la hora de comunicarnos. Es imprescindible comprender a nuestros hijos;
saber intuir qué les preocupa, qué nos quieren decir o qué necesitan. La base de la
comunicación, es amar, interesarse por sus cosas y ayudar a que ellos solos vayan
resolviendo sus dificultades. Cuando hay confianza se actúa con calma, no se
improvisa y se da paz.
Hay muchas virtudes que pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, con el
clima de confianza adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación, pero
yo destacaría dos: la sinceridad y la discreción.
1. La palabra sinceridad deriva del latino ''sine cera'' (sin cera) refiriéndose
a los ungüentos que utilizaban las mujeres romanas para disimular sus arrugas. Pues
bien, para vivir la sinceridad tenemos que recordar a San Pablo que nos dice ''sea el
vuestro sí, sí y el vuestro no, no.'' Sinceridad es decir siempre con claridad lo que
se hace, lo que se piensa, lo que se vive. Nuestros hijos tienen que ver que nosotros
somos sinceros siempre. Por esto debemos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuántas
veces hemos dejado incompleta una promesa o una reprimenda que habíamos
anunciado a nuestros hijos?... ¿Cuántas veces nos han telefoneado y, por comodidad,
hemos hecho decir que no estábamos en casa?... ¿Cuántas veces hemos asustado a
los pequeños diciendo '' que viene el hombre del saco'' y lógicamente aún lo
esperan?...O otras medias verdades, que no dejan de ser mentiras que malogran la
confianza.
2. Nuestra sinceridad tiene que ser ejemplar, la verdad tiene que ser
objetiva, clara. Por ejemplo, si nos equivoquemos, pedimos perdón y lo reconocemos;
esto es más educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos. A
veces los hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros por no quedar mal o porque
tienen miedo de que tengamos una reacción desmesuradamente enfadada con lo que
nos dicen.
Sobre todo en la adolescencia tenemos que ser pacientes y estar preparados
para que nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios. Lo que es más
importante siempre es que los hijos nos digan la verdad, aunque del susto recibido
nos quedáramos sin aliento. Con todos los datos reales del problema, no nos
equivocaremos a la hora de buscar soluciones juntos y reforzaremos la confianza
mutua.
3. La discreción; hoy, más que nunca, se hace evidente que los padres
debemos profundizar en esta virtud, que no es frecuente en el ambiente actual. En el
Diccionario General de la Lengua Catalana de Pompeu Fabra, encontramos esta
definición de discreción: ''reserva en las acciones y en las palabras, reserva del que no
hace sino aquello que conviene hecer, de quien no dice sino aquello que conviene
decir, que sabe callar aquello que le ha estado confiado.''
Muchos hijos se quejan de que los padres, o bien para vanagloriarse, o bien para
quejarse explican las confidencias que ellos les han hecho. Ya se ve que este sería un
defecto que influiría en la confianza que nos habrían dado los hijos; nada más y nada
menos sería ''ventilar'' sus emociones; tampoco los hijos entienden las ironías ni
bromas sobre sus ''cosas'', por lo tanto no conviene decir lo que nos confían y tenemos
que considerar que para ellos aquello es muy importante, aunque a los mayores nos
pareciera de poco valor.
Con la virtud de la discreción nace el discernimiento, para saber cuando es
prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo, puesto que hace falta
respetar la intimidad del hijo y tener paciencia para recibir la confidencia. También
distinguir el momento en que es conveniente dar el consejo oportuno. Pienso que
cuando un niño pequeño tiene una pataleta, ¿verdad que es muy difícil corregirlo sí nos
ponemos a gritar como él y perdemos los nervios? Con los hijos mayores tenemos que
hacer lo mismo, es sencillamente pasar por alto el momento de ofuscación y buscar el
tiempo para dialogar con calma y serenidad. Una persona discreta no impone, no
coacciona sino que observa y ayuda a mejorar reconociendo que ella también tiene
defectos; por lo tanto, no se sobresalta por nada, y, con esta comprensión anima a su
hijo a la sinceridad.
Para concluir, podríamos decir que el objetivo de procurar fijarnos en la sinceridad
y la discreción, es ayudar a que haya el clima de confianza adecuada que haga de los
padres buenos amigos de los hijos, a quienes los hijos pueden explicar sus ideales,
sus problemas, sus alegrías. Empecemos a interesarnos por lo que les preocupa de
bien pequeños y así fundamentaremos la franqueza del mañana.
Como que la comunicación es la base de unas buenas relaciones familiares en el
próximo capítulo profundizaremos en como hemos de escuchar, en como mantener un
buen diálogo y en algunos errores frecuentes que pueden malograr la comunicación
entre padres y hijos. Expresamente ilustro siempre estos temas con fotografías con
niños pequeños puesto que creo que los padres que se interesan por los hijos
menudos, también serán capaces de comprender los cambios de humor y las
inquietudes de los hijos adolescentes.
Comunicación entre padres e hijos (II)
En el capítulo anterior hemos reflexionado sobre dos virtudes fundamentales, la
sinceridad y la discreción; ahora estudiaremos la mejor manera de llegar a un buen
diálogo, que es la base de una buena convivencia entre padres e hijos.
Es evidente, que para que haya un buen diálogo hay que saber escuchar y,
como siempre, no olvidar que debemos dedicar tiempo. Es importante la actitud de
pensar que nosotros, los padres, no siempre tenemos toda la razón y que escuchando
aprenderemos y conoceremos con profundidad a nuestros hijos, que no nos abrirán su
corazón si somos dogmáticos, rígidos y poco flexibles. Ya se ve que, para que haya
buena comunicación, es muy importante ir con la sencillez de quién quiere ayudar,
nunca imponer.
Podemos caer en el defecto de pensar que ya sabemos lo que nos dirán. Saber
ya la respuesta porqué creemos que nuestro hijo es de una determinada manera y no
dar posibilidades a nuestro hijo o hija de expresarse ampliamente y totalmente. Si no
los dejamos explicarse del todo no les damos la oportunidad de mejorar, puesto que
nos faltará la información completa y no sabremos que hacer para aconsejar.
Enumeraremos algunas cualidades convenientes para llegar a establecer un buen
diálogo, teniendo en cuenta que la primera de todas será responder a todas las
preguntas que nos hagan.
1. No interrumpir y tener mucha paciencia; esto vale por todas las edades,
desde el hijo o hija pequeño que casi no sabe hablar, pero nos quiere pedir algo, hasta
el adolescente que nos quiere explicar un problema o una alegría y lo hace de una
forma acalorada. Por ejemplo, nos están explicando una cosa y nosotros nos
preocupamos de la forma gramatical que están empleando, más que del contenido y de
los sentimientos del hijo; mal haríamos sí corrigiéramos la gramática a media
explicación porque quizás "cortaríamos" la espontaneidad.
2. Mirar a los ojos de nuestro hijo y aprobar afirmativamente con el gesto
para animar y demostrar que nos interesa lo que nos dice; con la mirada de los padres
se puede demostrar interés y afecto y descubrir, en la de los hijos, todo su estado
d'ánimo.
3. Saber preguntar. Conviene hacer una pregunta de manera positiva para
asegurarnos de que nos enteramos y entendemos lo que nos dicen; también sirve
preguntar para captar el nivel que tienen de entendimiento del tema que sea, y por lo
tanto, adelantar informaciones sobre sexualidad, diversiones, adicciones, etc...,
aprovechando momentos de ocio y tranquilidad para tener estas conversaciones y dar
criterio.
4. No mirar el reloj. Para los hijos es muy importante que demostremos un
interés real por sus cosas; tenemos buenos momentos para comunicarnos sí los
sabemos aprovechar aunque la experiencia nos diga, que el "momento" del hijo quizás
no coincide con el nuestro. Aquí sí que hay la prueba de amor real: dejar las cosas
propias por el bien del hijo, que nos necesita. Escribe André Frossard esta frase que
nos puede hacer reflexionar: "Miramos por la ventana el bullicio la calle y nos olvidamos
de alguien que está a nuestro lado y necesita nuestra compañía".
La auténtica comunicación se fundamenta en cosas pequeñas de esfuerzo
personal: no mirar un programa de televisión, saber "apartar" el periódico, no hacer
una salida por la noche para estar con los hijos... De cara al futuro son más rentables
estas renuncias para que siempre nuestros hijos nos digan la verdad con claridad y en
la familia se viva el clima de confianza adecuado, que produce serenidad; nunca debe
agotarse la paciencia y la ilusión para saber escuchar.
Como que vienen las fiestas de Navidad, podemos aprovecharlas para llevar a
término estos consejos sobre comunicación, con más intensidad, puesto que nuestros
hijos tienen vacaciones y están más receptivos por todo lo que reciben en el hogar;
también, el carácter cristiano de estos días, invita a la paz, a la esperanza y a la alegría
que se vive en familia.
Aceptación, amor y valoración, base de la autoestima personal
Al iniciar este artículo sobre la autoestima, desearía que entendiéramos con toda
la responsabilidad de buenos padres una gran verdad que
es de sentido común: los niños y niñas de bien pequeños
empiezan a apreciarse según la actitud que tengamos
hacia ellos, puesto que el contacto principal lo tienen con
nosotros. Ellos se ven a través nuestro y tienen de ellos la
viva imagen que les damos nosotros. Tampoco saben lo
que está bien o mal y lo aprenden según nuestro
comportamiento y el de los otros familiares del entorno.
Somos realmente su espejo, y según la seguridad que les
damos, se sabrán autovalorar y tener o no tener confianza en ellos mismos. Si
riñéramos siempre a nuestros hijos, si encontráramos que todo lo hacen mal, si a
menudo estuviéramos alterados y enfadados cuando estamos en casa y no
reflejáramos la alegría de disfrutar de su presencia, sería fácil que los hijos, al
encontrarse poco agradables para sus padres, perdieran autoestima; y al perderla, no
serian capaces de enfrentarse a los retos que les surgirán a lo largo de su vida. Por lo
tanto, para fomentar su autoestima tenemos que recordar que toda persona, y
especialmente nuestros hijos al llegar a este mundo, tienen que saberse aceptados,
amados y valorados.
Queremos favorecer la autoestima de los hijos, porque sabemos que si la tienen,
pueden ir tranquilos por la vida y superar todas las dificultades que se les presenten.
Desde luego que nuestra actitud tiene que ser positiva, y al hablar, actuar, informar y
motivar nuestros hijos transmitir nuestra comprensión. Enumeraremos los tres factores
que influyen en esta manera de hacer:
1. Aceptación total, incondicional y permanente: Nuestro hijo es una
persona única y irrepetible. Él tiene cualidades y defectos, pero tenemos que estar
convencidos de que lo más importante es que capte el afán de superación y la ilusión
de cubrir pequeños objetivos de mejora personal. Las cualidades son agradables de
descubrir, los defectos pueden hacer perder la paz a muchos padres, pero se pueden
llegar a corregir con paciencia, porque aceptamos totalmente la forma de ser del hijo,
incondicionalmente y por siempre. La serenidad y la estabilidad son consecuencia de la
aceptación y, esto quiere decir, actuar independientemente de nuestro estado de
ánimo. También en circunstancias de más dificultades, como serían las de tener hijos
discapacitados tendremos que crear la aceptación plena no sólo de los padres si no
también de los hermanos y familiares, con la convicción de que repercutirán todos los
esfuerzos en bien de la familia.
2. Amor: Nuestro testigo de amor constante y realista será la mejor ayuda
para que nuestros hijos logren una personalidad madura y estén motivados para
rectificar cuando se equivoquen. Al amar siempre deberemos corregir la cosa mal
hecha, ya que al avisar damos la posibilidad de rectificar y, en todo caso, siempre
deberemos censurar lo que está mal hecho, nunca la persona. Dice San Pablo en la
Epístola a los Colosenses: ''Padres, no importunéis a vuestros hijos, para que no se
desalienten''. El amor es la base de la familia y la mejor escuela para aprender a darse
y a recibir y nuestro hijo o hija es un don, un obsequio a quien hace falta entregarle
toda nuestra vida con generosidad, afecto y agradecimiento.
3. Valoración: Elogiar el esfuerzo de nuestro hijo, siempre es más
motivador para él, que hacerle constantemente recriminaciones. Ciertamente que a
veces, ante las desobediencias o las malas respuestas, podemos perder las formas,
pero los mayores debemos tener la voluntad de animar aunque estemos cansados o
preocupados; por esto, en caso de perder los nervios, lo mejor es observar, pensar y
cuando estemos más tranquilos decir, por ejemplo: ''esto está bien, pero puedes
hacerlo mejor''. Durante el tiempo que estamos con los hijos siempre tenemos
ocasiones para valorar su esfuerzo, no pedirle más de lo que puede hacer y ayudarlo a
mejorar viendo la vida con un sentido deportivo. Tenemos que procurar que aprenda a
aceptarse y que con optimismo supere sus dificultades. De esta manera,
conseguiremos que nuestro hijo sepa que le amamos por lo que es él y será capaz de
desarrollar al máximo todas sus capacitados personales. Tenemos que decir lo que
está bien, sin darle ningún calificativo a él. Como dice el pedagogo Oliveros F. Otero:
''Se tiene que censurar la tarea, no la persona, se tiene que alabar la tarea, no la
persona''. Nuestra actitud positiva, comprensiva y motivadora incrementará la
seguridad de nuestros hijos y hijas.
Tema III
Educación para el amor
Hace falta preguntarse, en primer lugar, qué es el amor. El amor es
entrega, comunicación y donación de la persona, plena y definitiva. En el
matrimonio esta donación es absoluta, con fidelidad perseverante, que se
consigue cada dia con una alegre constancia.
Nos encontramos hoy con un reduccionismo de valores, en el que el
amor es el más maltratado. El hedonismo o búsqueda del placer, y el
materialismo, que valora sólo la utilidad. El amor se reduce sólo a placer
sexual. La sexualidad en el individuo, no se puede reducir al hecho biológico
e instintivo como en el animal, sino que se integra en la persona como ser
constituido de cuerpo y alma. Ir por el mundo contra la naturaleza, viviendo
como si se fuese un animal, no es fácil cuando se es persona. A la larga
siempre se acaba mal: frustaciones, neurosis, sexomanias o drogadicción.
También se reduce el amor a sentimiento. "Ya no siento nada, se ha
terminado mi matrimonio", escuchamos a menudo. ¿Podríamos decir que
unos padres no aman a su hijo porque "no sienten" una gran emoción al
consolar al pequeño que llora por la noche?. Hemos de educar la voluntad
de nuestros hijos de pequeños, creando hábitos con horarios, y de
adolescentes, fomentando las virtudes de la fortaleza y de la sobriedad
para aprender a valorar el amor auténtico y ser felices.
Tenemos dos facultades: la inteligencia, que nos hace conocer la
verdad, y la voluntad, que permite querer libremente aquello que la
inteligencia nos presenta como bueno. Amamos con estas dos facultades, si
bien para vivir el amor matrimonial seremos, en palabras del Evangelio,
"dos en una sola carne", abiertos al gran don de la vida, cooperadores de
Dios. El hijo es la síntesis del amor del padre y de la madre.
Leeemos en la Encíclica Humanae Vitae:
"Es el amor, en primer lugar, plenamente humano, es decir, al mismo
tiempo sensible y espiritual .No es pues simple manifestación de instinto y
de sentimiento, sino también, y principalmente, acto de la voluntad libre,
destinado a mantenerse y a crecer en las alegrias y dolores de la vida
cotidiana, de modo que los esposos lleguen a ser un solo corazón y una sola
alma, y alcancen juntos su perfección humana".
Los padres somos los responsables de dar información sexual a
nuestros hijos de forma gradual, individual, clara, positiva y respetuosa.
Siempre estaremos atentos a las influencias recibidas sobre sexualidad en el
ambiente que frecuentan, para clarificar las que sean erróneas. En este
aspecto de la educación es mejor adelantarse en las explicaciones que llegar
tarde.
El testimonio de nuestro matrimonio y la fidelidad con que cuidemos
nuestro amor es la mejor manera de transmitir, por contagio, que es el
amor. La finalidad de la educación afectiva es la educación para el amor. El
egoismo es el peor enemigo del amor auténtico. El olvido personal, para
hacer feliz al cónyuge y la generosidad, son los valores que transmitimos
los padres y que motivan a saber amar.
Por tanto, todo lo que sea dar oportunidades a los hijos para pensar en
los demás; no centrarse en ellos, ilusionarles en grandes ideales (podrían
ser bibliotecas ambulantes, pero sin ideales no serían nada); tener dominio
personal (que no es represión); incrementar las virtudes humanas:
sinceridad, fortaleza, sobriedad, etc... Todo esto será educar para el
amor.Pués en el amor se es feliz cuando se va a dar y no a buscar.
Vienen bien aquí para terminar aquellos versos de Antonio Machado:
"Moneda que está en la mano quizás se deba guardar,
la monedita del ama se pierde si no se da"
Amor y matrimonio
Introducción
Iniciamos la ampliación del tema "Educación para el amor". Se desarrolla en tres
artículos:
1. Amor y matrimonio
2. El amor y las obras
3. Fidelidad, felicidad
4.
Amor y matrimonio
Se habla mucho de amor, incluso a veces se tiene la sensación de que se hace de
una manera confusa, reduciéndolo a sentimiento o a placer. Reducir a placer es
inhumano, puesto que la persona es cuerpo y alma; vivir como sí se fuera un animal no
es fácil cuando se es persona; ir contra la naturaleza es un pasaporte para las
neurosis, frustraciones, pasotismo... Reducir a sentimiento, dependiendo del estado de
ánimo, de las emociones, "ya no siento nada, por lo tanto se ha acabado", cuando
realmente el amor tiene dimensiones más trascendentes donde la voluntad de amar
es la base. Para demostrar el amor se debe entregar el corazón, cabeza y cuerpo con
toda la fuerza y el sentimiento. También hay una gran diferencia entre el
enamoramiento, que todo lo idealiza y fácilmente se cae del pedestal, y el amor
auténtico que se va reforzando con los años, mediante la comprensión hacia el otro, la
comunicación, el proyecto de vida en común, saber afrontar dificultades juntos... El
amor se hace más fuerte con el tiempo, y la felicidad se encuentra en lo que los
esposos hayan querido construir cada día.
Nunca como hoy se ha atacado tanto a la grandeza del matrimonio: el cine, los
comentarios irónicos en los medios de comunicación, el ridiculizar las relaciones
matrimoniales o la fidelidad, equiparar otras relaciones a las matrimoniales, como
cuando se habla del "amor homosexual" o de "hacer el amor". Haciendo referencia al
cine todavía tienen vigencia películas como "Casablanca", "Que bello es vivir", "La vida
se bella", etc..., pero muchas otras han ido dando unos mensajes, que no se han
caracterizado precisamente por el respeto a la dignidad de la persona. Es por esto, que
tiene mucha importancia la formación prematrimonial, porque los novios puedan
actuar con libertad y conocimiento, y también comunicarse y hablar con sinceridad,
sobre todo lo que piensan llevar a término en la vida en común, antes de contraer este
Sacramento.
Dice Teresa de Calcuta que "amar es no parar." La felicidad aparece con más
fuerza cuando se va a dar y no a buscar. En el matrimonio el amor es entrega y
donación generosa a la persona que se ama: el olvido personal, pasar por alto
pequeñas limitaciones del cónyuge, perdonar, ponerse el amor propio en el bolsillo, etc.
ayudan a vivir un matrimonio con paz y serenidad, con alegría y buen humor. Ya
Aristóteles afirmaba que "amar es querer el bien del otro", de aquí se desprende que la
base del amor estará en actos de donación personal, y la entrega llena y total a la
persona libremente escogida para compartir la vida. La felicidad no se puede
confundir con el placer inmediato, sino que se consigue con la voluntad de amar y
disfrutar de la existencia de la persona amada.
La familia, que es el núcleo de la sociedad, empieza con tres elementos: hombre,
mujer y un amor seguro. Los que escogen el camino del matrimonio, bendecido por
Dios, encuentran un motivo de perfección humana y de vivir con plenitud su vocación
cristiana. Pablo VI, en uno de los apartados de la "Humanae vitae" enumera las
condiciones del amor conyugal:
1. Amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo
tiempo.
2. Amor total, que lleva los esposos a compartirlo todo, sin reservas
indebidas o cálculos egoístas.
3. Amor fiel y exclusivo: en la enfermedad o en la salud, hasta que la
muerte los separe.
4. Amor fecundo, que se prolonga en el hijo, fruto y corona del matrimonio.
Seguramente, si profundizamos en los elementos enumerados, encontraremos la
autenticidad del amor y nos esforzaremos por concretar en cosas cotidianas la vida
matrimonial y la convivencia mutua por saber dar y también recibir, por compartirlo
todo. La paz y la serenidad de nuestro matrimonio será la consecuencia de nuestra
actitud positiva y de la mejora personal por hacer feliz al otro.
No es mi intención ser negativa en este artículo, pero sí que desde mi experiencia,
he visto algunos matrimonios que se han roto por ideas que los han hecho iniciar su
vida en común con conceptos equivocados, como por ejemplo: "no queremos tener
hijos, porque primero queremos disfrutar de la vida"..., "los hijos nos sacarán tiempo
para nuestra intimidad", etc.., no han fundamentado su matrimonio en el amor y
podríamos decir que el suyo ha estado el de dos egoísmos compartidos y esto les ha
provocado la ruptura del que han iniciado, aparte de otras actitudes equivocadas. El
hijo siempre es un don, una participación del poder creador de Dios, nunca una carga,
si bien su venida ha de estar regida por la responsabilidad, fruto de la plegaria,
sopesando las circunstancias concretas a la luz de la voluntad de Dios. La generosidad
deberá impregnar las decisiones que se tomen y la confianza en la providencia de Dios
Padre "que tiene contados todos los cabellos de nuestro cabeza"..., será la que
iluminará el entendimiento para entender la llegada al mundo de cada vida.
En el próximo capítulo enumeraremos actos en que se puede basar el verdadero
amor por conseguir un matrimonio feliz.
El amor y las obras
Dice un dicho castellano que "obras son amores y no buenas razones". Y es bien
cierto que con las palabras basta para demostrar el amor,
sino que se tiene que demostrar con hechos. Recuerdo la
anécdota, quizás exagerada, de aquel chico, exultante, que
escribía a su enamorada: "Para venir a verte pisaría
cuchillos afilados, para venir a verte atravesaría mares de
fuego, para venir a verte subiría al firmamento a robar
estrellas. P.D. El sábado, si llueve, no te vendré a ver."
El amor se tiene que fundamentar en actos que hagan
lograr a los esposos una vida llena y feliz. Como siempre, el diálogo y la comunicación
serán primordiales para ponerse de acuerdo en la manera de compartir las tareas del
hogar y la organización de las cosas materiales, porque el orden es necesario para la
paz familiar, como también lo es la humildad para saber pedir ayuda, tanto el esposo
como la mujer, cuando uno de los dos se tenga que apoyar más en el otro. Si no se
hace así, es fácil caer en el victimismo, como aquella buena madre que se paseaba
por el pasillo de su casa diciendo "¡pobrecita de mí, cuanto padezco y que poco me
quejo!".
Por la felicidad del matrimonio se hace necesario vivir con constancia una serie de
cosas pequeñas que hacen más amable la convivencia, que mantienen la ilusión de
los primeros tiempos y que son formas concretas de demostrar el amor. Provienen de
saber amar, y para amar, se tiene que saber perdonar y saber agradecer. Estas
pequeñas cosas pueden parecer muy sencillas pero, cuando no se viven, es que
quizás hay algo que no funciona en el matrimonio; enumeraremos algunas:
1. La llegada a casa: Siempre tiene que haber alegría, y buen humor. El
cansancio y las preocupaciones del trabajo se deben dejar en el lugar de trabajo
profesional. El hogar siempre tiene que ser el espacio de reposo, de tranquilidad y de
diálogo. Por esto, hay que saber escuchar todo, sin prisas, dedicando tiempo a la
familia, puesto que es el "negocio" más importante.
2. No acumular reproches: Saber perdonar y olvidar. Hay muchos agravios
que no se hacen con mala intención, pero que dependen de la sensibilidad con que uno
de los dos los recibe o del cansancio, o de un impulso inoportuno. Por esto, lo mejor
que podemos hacer cuando estamos enojados es callar, aunque, en el momento
adecuado, convendrá hablar. Si se hace con serenidad mejorará la relación de los
esposos.
3. Saber hacer las paces: Nunca debemos estar sin dialogar horas y,
desde luego, irse a dormir enfadado con el otro. La base del amor está en la
comprensión y el respeto por la forma de ser de cada persona. No es bueno pensar
que uno siempre tiene la razón, por lo tanto es mejor dejar de banda el amor propio y
aproximarse al otro con tanta ternura, que nunca se sienta humillado.
4. Saber sorprender: Un obsequio fuera del santo o aniversario, una salida
improvisada, una excursión... y otros manifestaciones que la creatividad y la
imaginación nos sugieran; la cosa más importante será romper la rutina.
5. No asustarse si vienen problemas: es normal que hayan contrariedades
en la convivencia; estas siempre son superables cuando se prevén y cuando se
afrontan con una actitud positiva. Me gusta aquella frase de San Juan de la Cruz:
"Pon amor dónde no hay amor, y encontrarás amor." El matrimonio siempre sale
reforzado cuando se lucha por superar las dificultades; este camino lo hacen tres:
hombre, mujer y Dios, que siempre está presente en este andar.
6. No discutir delante de los hijos: Si tenemos puntos de vista diferentes
los debemos comentar con tranquilidad, sin ser esclavos de los nervios y nunca hacerlo
delante de los hijos. Estos no tienen que sentir ninguna discusión, puesto que se
pondrían a favor del uno o del otro y dañaríamos su afectividad. Saber disculpar y
desviar la conversación si vemos que se hace en su presencia, para que ninguno de
los esposos quede desprestigiado.
Amar es un arte y una tarea que se ha de ir aprendiendo, para hacerse la vida
amable siempre, aunque pasen los años y haya los cansancios propios del paso del
tiempo. Toda la vida, por complacer los que conviven con nosotros, tendrá que ser un
esfuerzo por la mejora personal. Cuando hay amor y voluntad de amar, es fácil el olvido
de uno mismo por llegar a la plenitud y felicidad conyugal.
Cada matrimonio tiene su manera de hacer; estos son sólo unos pensamientos
para la reflexión personal. Lo que sí se puede asegurar, es que el amor se debe velar y
proteger.
Fidelidad-felicidad
Todos buscamos la felicidad, pero nos equivocamos cuando queremos resultados
inmediatos, confundiendo un momento de placer con el gozo auténtico. El amor es
dinámico, no estático; la fidelidad, para proteger este amor, y la lealtad hacia la
persona con quien nos hemos comprometido, nos llevará la verdadera felicidad.
Recordemos alguna de las frases del día de la ceremonia nupcial: ''Lo que Dios ha
unido, que el hombre no lo separe''. ''Recibe este anillo, signo de mi amor y fidelidad''.
''Hasta que la muerte nos separe''. Y sobre todo el sí, el consentimiento libre y
responsable, que comporta un compromiso a la palabra dada.
Cuando la unión matrimonial es considerada indisoluble por quienes contraen el
matrimonio, hay un afán constante por velar el proyecto de vida en común, que se ha
iniciado en aquel momento, aunque puedan surgir las dificultades propias de la
convivencia. Son felices en esta aventura del amor, aquellos que no regatean tiempo ni
esfuerzos para lograr los retos, que fortalezcan la estimación mutua. A los que piensan
dejarlo si no ''funciona'', les queda menguada la promesa del uno hacia el otro; no ha
habido un compromiso serio y no tienen fortaleza para solucionar los estorbos que
encuentran en su camino. Sobre este aspecto encontraremos mucha materia en el libro
''En pareja, los secretos del amor y el desamor'' del psiquiatra Paulino Castells.
También nos dice Joan Pau II: ''Quién no se determina a amar para siempre jamás, es
imposible que ame tan sólo un día''.
¿Por qué entran en crisis tantas parejas actualmente? Nos lo contesta el
psiquiatra Joan Carles Pescador: ''La estabilidad conyugal está en crisis, porque la
persona, la familia y la sociedad también lo están. La causa de esta crisis es el vacío
en el concepto del amor y de la libertad. Su contenido ha sido trivializado y sustituido
por el placer y la ausencia de compromisos, con rechazo a todo lo que supone
represión de los impulsos personales y de las ansias de independencia''. La
responsabilidad y la madurez personal incluyen la fidelidad al compromiso, aun
cuando las circunstancias pudieran cambiar en el decurso del tiempo.
Victor Frankl escribe: ''Las personas pueden tener bastante con vivir, pero con
frecuencia, no tienen ninguna cosa por la cual vivir''. Esto se puede aplicar a la
donación generosa; se trata de vivir por el marido o por la mujer, por lograr la plenitud y
perfeccionamiento de los esposos. No arriesgarse a amar, es renunciar a las alegrías,
compensaciones y retribuciones que da el amor, y a que la vida tenga sentido. Cuando
se va a dar, más que a recibir, con olvido personal, para hacer feliz al cónyuge, esta
donación amorosa siempre produce la verdadera felicidad.
La fidelidad también comporta vivir el pudor y la modestia, de forma que toda la
persona sólo sea para su cónyuge. El pudor es, según Jacinto Choza, ''hábito y
tendencia a mantener la posesión de la propia intimidad, desde la instancia más radical
de la persona (el yo), y a mantener esta intimidad en el estado de la máxima perfección
posible, para hacer una entrega que trasciende a la soledad y auto perfecciona al
sujeto''. Por sus relaciones sociales o profesionales, el hombre y la mujer se pueden
encontrar en ocasiones, en que habrán de recordar a quién han entregado su corazón
para siempre jamás, y también, tener la valentía suficiente, para no asistir a sitios o
frecuentar ambientes nocivos, para salvaguardar sus compromisos matrimoniales.
Muchas veces, con imaginación y sentido común, se pueden hacer cambiar
costumbres o modas, que pueden afectar la fidelidad. Sé de una mujer joven casada,
que organizaba salidas con los compañeros de profesión con sus familias, en lugar de
las salidas nocturnas que se hacían habitualmente. Se lo pasaban mejor todos, y con
su actitud, colaboró en una amistad sincera y en evitar posibles oportunidades que
desvirtuaran la pureza del amor. No se trata de hacer cosas extrañas, sino de vivir con
naturalidad los detalles pequeños que ayudan a mantener la pulcritud de corazón.
La felicidad en el matrimonio no se obtiene de una manera mecánica y rápida,
como si pulsáramos la tecla del ordenador. Puede haber momentos de cansancios o de
no ''sentir'' grandes emociones, no por esto se acaba el amor, que no lo podemos
reducir sólo a sentimiento. Amar conlleva la voluntad de querer libremente lo que la
inteligencia nos ha presentado como un bien. La confianza mutua es, también,
importante para vivir la fidelidad y ser feliz. Confiar es pensar siempre bien de la
persona amada. Nos dice Sant Pablo: '' El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo
padece''. La desconfianza, los reproches, los celos... son malos compañeros de la
fidelidad y de la felicidad. El amor se fortalecerá con la ayuda mutua en las realidades
diarias, en el espíritu de servicio y con la comprensión.
Querría finalizar estas breves reflexiones con unas palabras del Cardenal Carlo M.
Martini, arzobispo de Milán, de una Carta a los padres del año 2002: ''El rostro de dos
personas que se aman revela algo del misterio de Dios. Querría, por lo tanto, invitaros
a custodiar la belleza de vuestro amor y a perseverar en vuestra vocación: de aquí
deriva toda una concepción de la vida que alienta la fidelidad, permite superar las
pruebas, las decepciones, ayuda a considerar las eventuales crisis sin considerarlas
irremediables''.
Tema IV
Autoridad y libertad
Uno de los grandes objetivos en la educación de nuestros hijos es la
educación en la libertad. Una libertad entendida para conseguir hacer el
bien. Para educar a nuestros hijos en la libertad, los padres, hemos de
esforzarnos en mejorar personalmente y ayudar a mejorar a los hijos.
Dice el profesor Yela:
''El hombre puede educarse porque es libre y puede ser libre porque se
educa, solo se educa al hombre liberándolo, sólo se libera educándole''.
Educar en la libertad es fomentar más autonomía y más
responsabilidad en quien se educa. Respecto a la autonomía es importante
conseguir: Que tengan iniciativas. Que sepan elegir. Que sean consecuentes.
Recuerdo la anécdota de aquel niño pequeño a quien preguntaban la
definición de jersey y contestaba: ''prenda que nos ponemos cuando la
abuelita tiene frío''. También es bueno que por decidir corran el riesgo de
equivocarse, ya que ''la experiencia es la madre de la ciencia''.
Respecto a la responsabilidad apoyarse en: Encargos, adecuados a su
edad y carácter. Administración de dinero para gastos personales.
Puntualidad en los horarios establecidos en el hogar: hora de levantarse o
ir a dormir, tiempo para el estudio, para el descanso, para las aficiones, para
el tiempo libre, etc...
Para desarrollar la libertad de los hijos, los padres hemos de llevar a
término una autoridad valiente y prudente. Esta autoridad ha de estar
sujeta al espíritu de servicio y avalada por el prestigio personal. No podemos
decir, por ejemplo: ''Tengo ganas de acertar una quiniela para no pegar
golpe''. Y exigir que nuestros hijos estudien.
Dice Oliveros Fernandez de Otero:
''Los padres con autoridad-sevicio y autoridad-prestigio son
comprensivos pero sobre todo son contagiosos, saben estimular por su
manera de hacer''.
Los padres hemos de tener autoridad, también, para ayudar a educar
la voluntad de los hijos para que aprendan a hacer buenas obras. La
obediencia del hijo se ha de alcanzar no por autoritarismo ni por
sobreproteccionismo sino por amor. Por esto, la flexibilidad, ser capaces
de rectificar, de cambiar de opinión, conocer el por qué del comportamiento
del hijo en un momento determinado y valorar lo que es importante
siempre, permanentemente, o aquello que solo es importante
temporalmente, nos ayudará a la comprensión y a vivir un clima positivo y
de confianza que facilitará el ejercicio de una buena autoridad.
Educar la libertad de nuestros hijos será conocer sus posibilidades
reales, enseñar a observar y razonar, nunca imponer, sino que entiendan
cual es la conducta adecuada en cada momento. Todo esto dando
testimonio, ya que los padres somos el espejo de convicciones firmes para
ayudar a la responsabilidad personal y a la felicidad de los hijos, que con su
entendimiento, reconocerán lo que es bueno y con su voluntad lo llevarán a
buen término.
Educación de la voluntad
La palabra educación viene del latino "educere", que quiere decir sacar, extraer.
La palabra autoridad viene de "augere", que quiere decir aumentar. Vemos la estrecha
relación que existe entre estos dos vocablos. Padres y madres queremos que nuestros
hijos e hijas sean autónomos y responsables. Por eso es por lo que tenemos que
incrementar sus posibilidades educando su voluntad y motivando su esfuerzo. Es a
partir de los 4 años cuando los niños reconocen lo que está bien y lo que está mal y
cuando tienen uso de razón son capaces de razonarlo. Reflexionamos en este
contexto, si somos capaces de hacer distinguir lo que está bien de lo que está mal y si
los progenitores y los familiares del hijo o hija que se quiere educar son un referente
adecuado, proporcionando pautas y modelos de actuaciones coherentes con los
valores que se quieran transmitir.
Para educar la voluntad tenemos que apoyarnos en la creación d'hábitos y en las
motivaciones:
1.- Creación de hábitos:
Es en la primera infancia cuando se han de inculcar los hábitos y, así, de una
manera habitual, los hijos van haciendo aprendizaje del esfuerzo. Lógicamente cada
familia tiene su estilo de vida y sus circunstancias, si bien deberá haber unas reglas de
juego en el hogar para hacerse obedecer y hacer más agradable la convivencia de
todos. La costumbre de cumplir lo que está establecido en la misma hora es necesaria,
si bien, alguna vez, se podrá tener la flexibilidad de hacer algún cambio. Pero siempre
por unas circunstancias extraordinarias y, como que los niños viven el momento, es
aconsejable ser previsor y avisarlos con tiempo.
El orden es fundamental en la educación. Tener unos horarios para levantarse y
para ir a dormir, para la hora de la comida, para el tiempo de ocio, para el estudio, para
recoger los juguetes... Es conveniente organizarse, teniendo en cuenta las
posibilidades y limitaciones del matrimonio, no se diera el caso de que por demasiado
perfeccionismo nos equivocáramos a la hora de marcarnos objetivos para conseguir.
Por esto, es evidente que se tiene que prever el horario del día de fiesta y el horario del
día de trabajo, hablando los dos cónyuges y poniéndose de acuerdo por repartirse las
tareas. La experiencia nos demuestra que muchas veces recae todo sobre la madre,
defecto que hay que evitar. El orden de un hogar no será el de un museo, ni de un
cementerio, puesto que cuando hay vida hay movimiento, más bien será el orden de un
obrador, donde el amor de los padres hacia los hijos marcará los límites de lo que se
han propuesto. La voluntad de los hijos se fortalecerá, si la van ejercitando, con el
cumplimiento de sus obligaciones diarias.
2.- Las motivaciones:
Nuestros hijos e hijas tienen que tener el deseo de cumplir aquello que piden los
padres y que los ayudará a hacerse responsables. Se por esto que una actitud
positiva anima a la obediencia y a hacer las normas establecidas con más ilusión. En
este tema, conviene recordar que la autoestima de cada cual es necesaria para
obedecer con más prontitud. Tenemos que tener unos objetivos claros de la formación
que queremos dar a los niños y adolescentes y de los valores que queremos transmitir.
Los retos que queremos que logren han de estar a su alcance para poder valorar el
esfuerzo puesto que, sí pidiéramos más que sus posibilidades, les causaríamos una
constante frustración que los dejaría sin motivación para llevar a término aquello que
tienen que hacer. Por esto, se debe de conocer con profundidad a cada hijo o hija y
pactar, dialogar, para llegar a acuerdos.
Los elementos por parte de la familia que contribuyen a incrementar la motivación
de los niños y adolescentes son, entre otros, la confianza, el buen humor, la alegría, la
paciencia, la generosidad. Como siempre se trata de ser un buen referente para los
hijos y de esforzarnos para que los valores sean transmitidos por el testigo personal.
A menudo nos encontramos con que les cuesta el cumplimiento del deber, puesto
que no tienen el deseo o las ganas de esforzarse, por esto es conveniente hacer ver
que lo qué se pide es algo que les producirá un bien. La voluntad actúa cuando la
inteligencia hace ver que aquello que se propone es bueno. Al dar órdenes, los padres
y madres, lo tienen que hacer de una manera positiva. Por ejemplo, si decimos a un
niño: "no hagas ruido, no juegues con esto, que molestas", la orden es negativa y sólo
conseguiremos disgustarlo: Si decimos "¿Que otro juguete quieres? mira, quizás con
este haremos menos ruido, el hermanito pequeño no se despertará y así la madre
estará contenta..." La motivación del pequeño ha sido doble: por una parte, lo ha hecho
por amor a su madre y, por otra, ha hecho un bién a su hermano. Ni que decir tiene que
lo mismo con una otra escena, por un adolescente, se presentaría con una actitud más
participativa y de sugerencia.
La educación de la voluntad de nuestros hijos tiene la finalidad de que se
esfuercen en entresacar el bien con autonomía y libertad, conociendo sus calidades y
defectos, por ser felices y que se acostumbren a establecer compromisos.
Escribe el Catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas: "Voluntad es entresacar. Y
entresacar es anunciar y renunciar... Querer, es determinación. Y por esto, necesita el
apoyo de una voluntad firme, atemperada en la lucha y el esfuerzo."
En estos tiempos que vivimos, debemos mostrar afecto y dedicación para
conseguir niños con pautas de orden y, también, jóvenes con fortaleza, ilusionados en
grandes ideales, para cumplir con su deber y no dejarse llevar por el capricho ni por las
sensaciones del momento.
Colaborar en el hogar
En el capítulo anterior reflexionábamos sobre la
educación de la voluntad, creando hábitos y motivando a
nuestros hijos y hijas para aprender a hacer el bien
fortaleciendo su responsabilidad, hoy estudiaremos la forma práctica de llevarlo a cabo
con una gran herramienta educativa: los encargos. Hemos ilustrado la página con la
fotografía de una criatura que está dispuesta a barrer toda la broza que encuentre en
su camino, para demostrar que de bien pequeños pueden empezar a colaborar en las
tareas del hogar.
El hogar es de toda la familia, si bien el padre y la madre son los que deben
organizar el buen funcionamiento del mismo, conseguir una buena convivencia y
también que los que lo forman, los hijos y hijas, sean personas íntegros, capaces de
saber convivir con los otros.
En casa tenemos a nuestro alcance muchas posibilitados para hacer colaborar a
los nuestros, desde cosas materiales para contribuir al buen orden de la casa como
podrían ser ir a comprar alimentos, recoger la cocina, asear los armarios, etc., hasta
cosas que contribuyen más a la sensibilidad, como ocuparse de jugar con un hermano
pequeño, explicar cuentos, hacer compañía a un abuelo enfermo... Todo, siempre, para
mejorar a nuestro hijo y hija y para que aprenda el valor de la generosidad.
Es muy importante a la hora de repartir los encargos, el conocimiento de cada cual
y su edad y carácter. Debemos observar como es este hijo o hija y sus posibilidades; el
encargo tiene una función educativa, por lo tanto tiene que ser adecuado a su
individualidad; se trata de saber qué hará bien hecho, para poderle valorar o lo que le
hará un bien para aumentar sus capacidades. Tener una responsabilidad en el hogar,
es siempre un medio para crecer en la responsabilidad personal y para que los hijos
y hijas pequeños y grandes, comprueben que la verdadera felicidad está en hacer la
vida agradable a los otros.
Todos sabemos por propia experiencia que padres y madres hacemos más
deprisa lo que hemos encargado pero también es uno hecho, que para educar hay que
tener paciencia y saber esperar. Los resultados nunca son inmediatos, pero
seguramente tendremos muchas ocasiones para valorar el esfuerzo hecho, cuando se
ocupan de lo que les hemos pedido, y también la madurez de los progenitores al hacer
el seguimiento de que aquello se cumpla, sin impacientarse. Por ejemplo: ''tú puedes
hacerlo, estoy seguro'', ''te felicito por lo que has hecho'', ''¡que alegría me has dado!'', ''
si me necesitas dímelo''. Este estilo de frases ayudan a crear autoaprecio y que todos
tengan una actitud positiva que fomente una buena disposición para obedecer.
Para estimular la iniciativa y la ilusión, es muy práctico reunirse para hacer el
reparto de tareas, y que quede escrito en un cartel, a quien se adjudica cada cosa.
Mensualmente se tendrá que revisar y hacer los cambios oportunos. Por ejemplo, el
encargo de recoger la cocina, no es igual que el de tomar nota de quién telefonea, o el
de programar la televisión para los niños; por lo tanto, se debe hacer de suerte que
todos vayan cambiando y que no les resulte arduo.
Aparte de la tarea que se acuerda, se da por supuesto: el cuidado de las cosas
personales. De bien pequeños deben recoger sus juguetes, si es necesario, con la
ayuda de un mayor, y más adelante hacerse la cama y otras responsabilidades. No
olvidemos que uno de los grandes valores que transmite la familia es ayudar a los
suyos a ser agradecidos, por esto, el agradecimiento que demostramos en ser
ayudados es fundamental a la hora de transmitir este valor. Tenemos que saber dar
pero también tenemos que saber recibir. Si padres y madres se acostumbran a recibir
ayuda, podrán dar las gracias y no se quejarán de la poca participación familiar.
Expresamente no ponemos en este artículo una lista de encargos que se pueden
llevar a término, puesto que cada familia tiene su estilo, sus circunstancias y sus
necesidades, después de un buen diálogo se les puede hacer participar en unas
cuántas tareas, y así, se animarán a ser más responsables, a esforzarse para mejorar
personalmente, a acabar el trabajo encargado y, sobre todo, a saberse útiles y
valorados en el hogar.
El valor de la responsabilidad
Toda educación tiene que tener por objetivo formar
personas honestas, con convicciones profundas,
fundamentadas en valores. La responsabilidad personal es
muy importante para todos, pequeños y grandes. La fuerza
del educador está en su manera de hacer, en el optimismo
con que afronta las dificultades, en la madurez con que
toma las decisiones, en no detenerse nunca para llegar a
su mejora humana y, sobre todo, en la respuesta que da a
sus deberes familiares, profesionales y sociales. Una
característica de esta responsabilidad es asumir los actos
que uno hace sin cargar, si se equivoca, las culpas a los otros. Se trata de conseguir de
los hijos y de las hijas, para ayudar a la responsabilidad, que sepan que tienen que
hacer y como lo tienen que hacer, en cada momento de su vida en casa, en la escuela,
con los amigos, sin buscar excusas y enfrentándose a las consecuencias de sus
actos.
La autonomía que los niños van logrando es necesaria para llegar a ser
responsables. Por esto, se debe empezar a incentivar desde bien pequeños; un primer
paso sería dejar que tomen unas cucharadas de comida a solas, que elijan la ropa
para vestirse de mayores, otro ejemplo, el cumplimiento de los encargos tal y como
hemos reflexionado en el artículo anterior. Todo con la intención de que sepa decidir y
que tenga iniciativas. También porqué con los errores, aprenderá a rectificar. Dice el
dicho castellano: ''Nadie escarmienta en cabeza ajena.''
Otro elemento por considerar como un valor educativo, en el tema que tratamos,
es la administración del dinero. ¿Qué tenemos que hacer para que comprendan que las
cosas cuestan y que los dineros se han de saber administrar? Es probable que a 7 o 8
años hayan comprado algo para nosotros, o bien por ellos mismos: lápices, golosinas,
un juguete... Parece interesante que más o menos a esta edad, o como máximo a los
10 o 11 años tengan asignada una cantidad periódica y fija para estos pequeños
gastos. Puede que padres y madres, piensen que ya compran todo lo que necesitan,
pero, en este tema, no se trata de suplir, sino de que se aprenda el coste de las cosas
materiales, para no ser malgastadores y con el ahorro animar a la generosidad hacia
los otros. Cabe decir que para enseñar a organizarse no se puede dar dinero cuando
se acaba la cantidad establecida y que esta ''paga'' debe estar relacionada con la edad,
y una vez acordados los gastos habituales que tienen. Un punto relacionado con el
dinero sería, también, hacer participar a los jóvenes en la elaboración del presupuesto
familiar, es de utilidad para acostumbrarlos a la realidad económica familiar y no vivir
inmersos en la sociedad consumista que anima a gastar más, cuando se debería
fomentar en el ámbito familiar, que se gaste mejor y con inteligencia.
Al dar responsabilidades a los hijos, sea con encargos que faciliten pensar en los
otros y ser útiles, como la niña de la fotografía que contempla y acompaña a su
hermanito acabado de nacer, o sea con la administración de pequeñas cantidades de
dinero, vamos cooperando a aumentar su independencia y su seguridad.
Un clima de confianza, dentro de la familia, es un apoyo para tener
responsabilidad, se hacen las tareas con más ilusión y se aprenden en el hogar otros
valores como la sinceridad, la generosidad o la fortaleza, siempre y cuando padres y
madres hagan los posible para conocer las capacidades de cada uno de los suyos y se
marquen retos asequibles a cada cual. Este ambiente positivo es vivir siempre con
amabilidad para todos. Dice San Francisco de Sales: ''Puede hacerse comprender la
verdad y amonestar, siempre y cuando se haga con dulzura''. Por lo tanto, hijos y hijas
serán responsables si sus progenitores, los comprenden y saben razonarles conductas
adecuadas, cuando están ofuscados. Es bueno, también, que vean que cuando los
mayores no están acertados, saben pedir perdón. Como siempre, la naturalidad y
sencillez, son virtudes pequeñas que motivan al esfuerzo personal para ser mejores y
vivir la responsabilidad con todo el compromiso que comporta.
Defectos de la autoridad
En anteriores artículos hemos escrito sobre la autoridad fundamentada en el
espíritu de servicio por parte de los progenitores. Una autoridad avalada por el prestigio
personal, entendida como un acto de mejora personal desprendido de la propia
aceptación y del conocimiento propio, para educar en la responsabilidad y libertad a los
niños y jóvenes (ilustramos estos pensamientos con dos hermanos que están
contentos de como los tratan sus padres). Si no se vive esta autoridad, surgen unos
defectos que enumeraremos a continuación y que deberemos hacer lo posible para
evitarlos:
1. Proyectarse en los hijos: A veces puede suceder que proyectamos en
los hijos nuestras debilidades, limitaciones o frustraciones. Por ejemplo, es bastante
corriente que sí uno no ha triunfado profesionalmente en una carrera, o no ha podido
estudiar una materia determinada, se desea que no se repita esta experiencia, sin
contar con la peculiar manera de ser de cada cual y se obliga a cambiar de opción al
hijo o a la hija. También puede suceder respecto al carácter, sin tener en cuenta que
todos somos diferentes. La conclusión a que llegaríamos es que no se puede
programar su vida, se debe educar su libertad, con respeto por su individualidad y
descubriendo sus particulares posibilidades.
2. Sobreproteccionismo: Consiste en un concepto exagerado del amor
que no permite que el hijo o la hija tenga la posibilidad de equivocarse, ni de hacer algo
por propia iniciativa. La protección se hace necesaria cuando hay un peligro real para el
niño o niña, entonces tenemos la obligación de atender sus necesidades. Pero esto no
se puede confundir con intervenir continuamente en sus decisiones. De lo que se trata
es que tengan la oportunidad de conocer por si mismos el riesgo de la libertad y que
encuentren las soluciones adecuadas después de un fracaso. El mal resultado
educativo de esta sobreprotección es la baja autoestima y la falta de seguridad de
niños y niñas que esperan que todos los problemas se los den resueltos.
3. El autoritarismo: Lo llevan a cabo aquellos padres y madres que tienen miedo
de perder el control de todo y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar a
hacer algo. La señal de esta manera de hacer es la arbitrariedad, se ordena
cualquiera cosa, sin reflexionar antes si era conveniente y sin explicar las
razones de la orden que se da. Todo es por imposición. Su autoridad es la ley
del más fuerte, frases como: ..."porque te lo mando yo, o porque soy tu padre o
tu madre"..; es un abuso de poder y la máxima anulación de la personalidad del
hijo o hija. Sólo consiguen el desconcierto de los niños o la desobediencia de los
jóvenes. El mensaje que transmiten es de poca comprensión hacia las
necesidades y sentimientos de los suyos: por lo tanto, el resultado educativo es
forjar personas con timidez o con una gran rebeldía.
4. La rigidez: Esta actitud conlleva ser incapaces de rectificar, de cambiar
de opinión; no se está dispuesto a escuchar ni a enterarse del porqué de una actuación
determinada. Se cree que siempre se tiene la razón, sin respetar el hijo o hija. La base
de la buena comunicación es la confianza donde hay diálogo. Se aprende de los otros
siempre, puesto que hijos e hijas pueden tener ideas diferentes a las de sus
progenitores y, no por esto, dejar de ser buenas. El contrario de la rigidez es la
flexibilidad para saber valorar lo que es importante permanentemente, o bien aquello
que sólo lo es temporalmente.
Es primordial para vivir la autoridad verdadera, una aceptación profunda de cada
hijo e hija y la ilusión por aumentar sus capacidades, todo con una exigencia
comprensiva hacia su personalidad. Los topes y las normas del ámbito familiar
deberán ser presentados con serenidad y paciencia.
Educación en la libertad
"En el atardecer de tu vida se te examinará en el amor". Con esta frase de San
Juan de la Cruz iniciamos este artículo, puesto que la libertad hace estancia en el
corazón, en el amor tiene sus raíces y la viven las personas que dándose
generosamente, van eliminando el egoísmo de su vida.
Cuando se pregunta a padres o madres qué desean para sus niños, normalmente,
su respuesta más frecuente es: "que sean felices". También observamos que cada uno
tiene una idea diferente de la felicidad, dependiendo de su escala de valores.
Ciertamente, el respeto por las opiniones de todos es fundamental, pero no se puede
confundir buscar la felicidad en lo que puede dar un placer en unas circunstancias
determinadas, y que pronto se puede desvanecer, con el gozo permanente de la
persona, que procura hacer el bien. La libertad, condición indispensable para ser feliz,
debería situarse en el contexto de la liberación de todo aquello que nos hace esclavos
de nuestras limitaciones.
La libertad es el gran don de las personas y podríamos asegurar que todas las
formas de opresión o de dominio conllevan infelicidad, precisamente porque queda
menguada su libertad. En los artículos anteriores hemos estudiado el
sobreproteccionismo, el autoritarismo y la rigidez como formas negativas que ahogaban
la iniciativa, la autonomía, la capacidad de escoger y de decidir que son necesarias
para saberse libres. También la educación de la voluntad y la colaboración en las
tareas del hogar, como un referente de la responsabilidad personal. Todos los artículos
anteriores de la ampliación de "autoridad y libertad", confluyen en este.
Reflexionamos si valoramos la libertad como una conquista. Por eso es por lo
que no se puede decir nunca: "ya lo he conseguido", sino: "lo intentaré más". La
libertad es una condición de estar dispuesto continuamente a la mejora personal y esto
comporta esfuerzo y lucha, para que la razón haga ver lo que está bien y la voluntad lo
lleve a cabo. La libertad comporta una actividad constante para resolver las dificultades
internas de la propia personalidad o las externas del ambiente. Esta conquista la
ampliaremos en dos puntos:
1. Liberarse de... Hace falta recordar que el contrario de la libertad es la
esclavitud. Por lo tanto deberemos enfocar la libertad como una liberación de las
limitaciones que nos privan de la autonomía. A este respeto dice Chesterton que "el
peor enemigo del hombre es él mismo". Para educar en la libertad, padres y madres
deberán dar testigo de esta cualidad con su actitud de esfuerzo diario para vivirla
mejor, procurando el dominio personal y el darse a los otros. Y se debe entender la
libertad como un reto para liberarse de los defectos que disminuyen la responsabilidad
personal, con afán de superación. Es en este sentido como debemos entender la
libertad: tras la propia aceptación y conocimiento propio, esforzarse y ser coherentes
con lo que decimos y como actuamos, así hijos e hijas tendrán un ejemplo a imitar.
Dice San Agustín: "No te conformes nunca con lo que eres si quieres llegar a lo que
todavía no eres. Porque allí dónde te consideres satisfecho, allí te pararás. Si dijeras ya
tengo lo suficiente, morirías" (Sermón 169)
2. No a la mediocridad: Enseñar a vivir la libertad a los hijos será ampliar
sus horizontes; será, en los niños, ayudar a fortalecer su voluntad; será, en los
adolescentes, animarlos a vivir grandes ideales que fomenten su generosidad, a
participar en organizaciones que se solidaricen con los más necesitados; no permitir
que se pierda el tiempo y que se desarrollen armoniosamente todas sus capacidades.
Es evidente que todo lo que sea dar buena formación, evitando formas recreativas
frívolas o superficiales, será un bien para su educación. Muchas veces, las presiones
del ambiente dónde los jóvenes se mueven dificultan actuaciones loables que
resolverían muchos problemas de la sociedad actual. Pensamos sí nos ocupamos en
saber que amigos tienen, qué les preocupa... etc. Los progenitores deberemos
proponer ideas que los eleven. Recordamos aquella frase: "No vueles como un ave de
corral, si puedes volar como una águila". Está bien que cumplan sus deberes y es
necesario que así sea, pero no es lo mismo motivar al hijo o hija para que saque las
mejores calificaciones de la clase, para ser el mejor, que motivarlo para que tenga más
elementos para vivir por los demás. Es un ejemplo que se puede aplicar en todo. No
está de moda hablar de espíritu de servicio hacia los demás, pero la verdad es que la
vida de los jóvenes se enriquece con esta finalidad. El egoísmo es el gran enemigo de
la libertad. Los progenitores tienen que procurar despertar en los hijos y hijas la
magnanimidad o la capacidad de hacer grandes actos, no conformarse y tener ánimo
para llevar a cabo grandes empresas. Por esto es educativo empezar proponiendo
pequeños retos para, más adelante, lograr los más elevados.
Para concluir: reflexionar que es más libre aquel que más ama. Los conflictos
aparecen cuando se enfría el amor. Tenemos que considerar la libertad como
autodominio para darse en el amor. Tengamos el objetivo en el ámbito familiar de
educar a nuestros niños y jóvenes en la libertad, para que sean consecuentes con las
opciones que han decidido escoger, con autodominio y con un gran corazón para
amar.
Respeto y tolerancia
Educar en el respeto y la tolerancia es un complemento de la educación de la
libertad. Vivir estos valores es amar la dignidad de la
persona i respetar su intimidad. También, porque no
podríamos entender la libertad si no la contempláramos
como una apertura hacia los otros. Hoy se habla mucho de
estos temas, pero pocas veces se viven bien. No hay mas
que ver cuando se reúnen unas cuantas persones...¡que
pocas escuchan!..., mas bien cada uno dice lo suyo sin
dejar intervenir a nadie y se constata que todos y todas
hablan a la vez. Un ejemplo: la palabra respeto se utiliza a
menudo en los debates de la televisión, pero solo sirve para seguir dominando a los
demás. Parece que el más fuerte es quién grita mas.
No hace mucho, me encontré en una escuela a una maestra preocupada por un
niño inmigrante que era menospreciado en el aula y una madre, con toda sinceridad,
comentó que a ella tampoco le gustaba ese niño. Con su actitud negativa hacía que su
hijo no se acercara al niño. Ya quedaba todo explicado, si bien su sinceridad dio pie a
otras aportaciones que podían hacer que cambiara de opinión. Debemos procurar, ante
nuestros pequeños y nuestros adolescentes, no hacer nunca ningún comentario
negativo de nadie y saber acoger a los que son de diferente cultura o raza.
Destacaremos a continuación defectos que pueden entorpecer el respecte y la
tolerancia:
1. El amor propio: El primer enemigo lo tenemos dentro de nosotros
mismos: es el amor propio, que siempre es un mal consejero. Nos hace creer que
siempre tenemos la razón y nos cuesta aceptar que los demás no piensen lo que
pensamos nosotros. En educación esto es un problema, ya que hay que admitir en los
demás una manera de pensar y de obrar diferente de la nuestra. Hay muchas materias
opinables y no debemos ser rígidos al defender nuestras ideas, ya que una actitud
abierta hacia las de nuestros jóvenes será la llave para una bona tolerancia.
2. Confundir la tolerancia con el relativismo: Esta actitud, que se traduce
en frases como: "la mayoría piensa", "se dice", "todo es bueno", "los tiempos han
cambiado", "todos lo hacen", etc., es bastante grave. Es de Santo Tomás la frase:
"Donde no hay distinción hay confusión", Por esto, en la familia, hijos e hijas deben de
encontrar pautas y orientaciones sobre la verdad, la formación de la conciencia y la
rectitud en las intenciones.
3. La falta de confianza: Muchos conflictos de convivencia surgen por la
falta de diálogo, base de la comunicación. Sin diálogo, no tendríamos capacidad para
comprender, ni elementos de juicio, ni saber que piensan nuestros hijos e hijas acerca
de temas importantes como la vida, la sexualidad o el ambiente que se pueden
encontrar en la escuela y en la calle. Si no se explican, por miedo a nuestra rigidez, no
podremos dar nuestra opinión sobre lo que es mas conveniente, ya que no sabremos
que solución sugerir.
4. Actitud negativa: Tenemos que ser positivos para actuar con serenidad
y ocuparnos con tranquilidad de temas que preocupan a los hijos, especialmente en la
adolescencia. Después de una conversación se pueden entender muchos conceptos
equivocados y siempre se pueden encontrar puntos en los que se está de acuerdo para
conseguir el acercamiento con el hijo o hija. La verdad lucirá mejor siempre que sea
defendida con amabilidad, constancia y sin violencia.
Queremos que nuestros hijos e hijas sean comprensivos y personas sociables. El
termómetro de su tolerancia y respeto será la comprensión que tengan con el punto de
vista de los familiares, amigos y conocidos. Que nunca hagan agravios a nadie. Todo
el mundo tiene la posibilidad de cambiar si es bien tratado. Por esto, se dice lo que no
esta bien, pero con gran amor hacia la persona que ha actuado mal. Si los padres y
madres tienen respeto por la intimidad de sus hijos y tolerancia, sin dramatizar, sin
enfrentarse, conseguirán de ellos y de ellas que reconozcan sus dificultades personales
y que pidan el consejo oportuno. El Santo Padre Juan Pablo II, nos lo recomienda con
esta frase: "Las ideas se proponen, no se imponen". Es para reflexionar.
Tema V
Jóvenes y medios de comunicación
Los medios de comunicación: radio, prensa i televisión, son sobre todo
transmisores de la información. Y no podemos negar que, nunca como hoy,
hemos recibido con mayor velocidad lo que pasa en todo el mundo. También
con Internet se ha ampliado esta información. Todos juntos son portadores
de cultura y también ayudan al entretenimiento.
Quizá convendría reflexionar si actualmente estos medios orientan de
una manera clara, verdadera y objetiva y ayudan al perfeccionamiento de
la persona o, por el contrario, los mensajes que nos llegan, no construyen,
sino que transmiten una idea degradada del hombre y de su dignidad.
Pensemos en la TV, ya que estadísticamente está demostrado que nuestros
hijos pasan o, quisieran pasar, muchas horas viéndola.
El contenido de los mensajes está normalmente animado por una
ideología hedonista, en la cual, la única norma de conducta es buscar
solamente el placer. El hombre se ha de mover exclusivamente por aquellas
cosas que le resulten agradables y útiles. Por impusos primarios: comer,
afirmación personal, sexo. El ideal es el confort, medida de la felicidad, y un
excesivo sentimentalismo que se aplican a la vida diaria como si fuesen lo
mejor.
La publicidad nos presenta continuamente elementos y situaciones, en
que el consumo es casi una obligación. Consumir es un verbo con un
contenido tan grande de competitividad, que lleva a muchos a tener deseos
desmesurados y, en muchas ocasiones, desproporcionados a la propia
situación económica.
En algunos espacio se crea confusión cuando se pone al mismo nivel: la
verdad y la mentira; lo que es anormal como si fuera anormal. También
cuando se enaltece la pornografía y la violencia.
Ante este panorama los padres hemos de buscar soluciones por la
influencia negativa que pueden recibir nuestros hijos. Por tanto, conviene
dar criterio con el fin de educar su capacidad crítica y enseñarles a
distinguir y a elegir.
Hay que dar un tiempo de calidad a nuestros hijos, con cantidad de
horas. Es importante saber qué piensan y qué les influye más. Discernir y
observar. Así, por ejemplo, viendo juntos películas o programas de
entretenimiento, haciendo comentarios y preguntas, con-seguiremos un
clima de confianza que favorecerá el conocimiento y la comunicación. Los
adolescentes, que por su edad son muy impresionables, también son muy
idealistas, por lo tanto, no nos costará mucho que entiendan la prioridad de
la persona sobre las cosas; de la ética sobre la ciencia; del espíritu sobre la
materia.
Como usuarios y receptores de los "mass media", hemos de hacer sentir
nuestra voz para que lo que se ofrezca sea realmente un elemento de
cultura y ayude a la mejora personal. Enseñar a nuestros hijos a pulsar el
botón, sabiendo escoger lo más conveniente. También, los padres
buscaremos con imaginación otras alternativas para ocuparles el tiempo
libre, que sean más educativas y, a la vez, nos ayuden a conocer más a
nuestros hijos, a divertirnos y a pasarlo bien juntos.
Los contenidos de la televisión
Una familia que desea transmitir una educación en valores a sus hijos tiene que
tener verdadero cuidado con los contenidos de la televisión. Por esto, recordamos que
no se ve televisión sino que se ven programas, previamente escogidos. Y también que
las imágenes quedan profundamente grabadas y que influyen en nuestros hijos e hijas
con mucha fuerza. Es aconsejable pactar con ellos o ellas el horario y la cantidad de
tiempo que es conveniente dedicar. Hay que prever los programas que se verán.
El gran reto de los padres y madres de hoy es conseguir convertir al espectador,
no en un simple consumidor de productos televisivos, sino en un usuario; un usuario
con capacidad crítica. Conviene dar criterio y aconsejar la necesidad de no ver según
que programas: programas que tratan de violencia, de pornografía, los llamados
''basura'', que presentan modelos de personas con ciertos desequilibrios que no son
ejemplares para nuestros niños o jóvenes. Es preocupante que las franjas horarias de
la programación infantil hayan ido desapareciendo de la programación. Los impactos
de violencia que se reciben son cada vez más frecuentes. Según estudios realizados a
España, niños de 5 a 10 años consumen, al largo de un año 2.000 actos violentos.
¿Podríamos influir, en la supresión de según que programas y que los dirigentes de las
televisiones públicas y privadas recordaran que la programación debería ayudar al
perfeccionamiento de la persona y a su dignidad, informando, entreteniendo y
educando en valores humanos?...
Los mensajes que nos llegan están normalmente impregnados de hedonismo,
dónde sólo se busca la satisfacción inmediata, y de materialismo, dónde sólo se
valora la utilidad y el confort como medida de felicidad. Este fenómeno repercute en
nuestra juventud, sutilmente manipulada y conducida en algunos casos (quizás por
carencia de formación y de educación en valores humanos y espirituales) a ser
víctimas del alcohol, de la droga y de otras dependencias malsanas para buscar un
placer inmediato. Todo puede conducir a un deseo desenfrenado para conseguir más
cosas materiales. Con palabras del Santo Padre Juan Pablo II: ''con un estilo de vida
orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para
consumir la existencia en un deleite que se propone como fin él mismo''. Estos
mensajes también los encontramos en la publicidad, especialmente dedicada a la
juventud, más vulnerable y con dificultad para saber distinguir.
Nos encontramos también por desgracia con una televisión con poco nivel
cultural, que no fomenta la sensibilidad por la belleza, para hacer el bien, para amar
la verdad, por la reflexión, ni por la contemplación de hechos que animen a llevar a
término actos de generosidad a nuestros adolescentes, cargados de grandes ideales
en su corazón. Las programaciones dedican muchas horas a la prensa del corazón, a
hacer famosas personas con vidas poco edificantes y a debates, con temas frívolos y
sin ningún contenido trascendente. Lo que priva actualmente es, muchas veces, la
vulgaridad y la carencia de respeto entre los participantes, y pobreza en el lenguaje.
También hay escenas que afectan la sensibilidad de nuestros hijos y hijas. El problema
grave sería que se acostumbraran a verlas sin que los impresionaran. Debemos de
estar dispuestos en este espacio de la educación de nuestros hijos, buscando otras
alternativas divertidas e instructivas a la vez y adhiriéndonos a campañas de protesta,
que busquen la mejora de la programación de las televisiones.
Responsabilidad en el uso de Internet
Tenemos en nuestras manos una gran herramienta educativa, pero que debemos
saber utilizar. Reflexionaremos sobre este tema que es tan presente en la vida de
nuestros niños y jóvenes. Debemos conseguir el uso responsable de Internet y, como
siempre, deberemos acompañar y formar a los hijos e hijas de tal modo que puedan
navegar por la red, con total tranquilidad, sin interferencias que malogren su formación
humana integral.
Se hace imprescindible, por lo tanto, aprender unas nociones de informática y así
podremos dar criterios sobre que páginas son interesantes para el entretenimiento, la
cultura, la mejora personal... y evitar los contenidos nocivos como por ejemplo
violencia, droga, racismo, etc. Sugerimos visitar www.optenet.com; para información
más amplia del uso de herramientas de prevención: www.internetsegura.net; y para
consultas el correo electrónico: eduquemxarxa@fcr.es.
Detallaremos a continuación unos aspectos sencillos pero aconsejables, para
llevarlos a término dentro del ámbito familiar:
1. Colocar el ordenador en un espacio de paso: según estudios
realizados, un 50 por ciento de usuarios entre 8 y 14 años se conectan a Internet.
Siempre es más fácil recibir el apoyo de un adulto si un niño está situado en una zona
común de la vivienda, y no a solas en su dormitorio, porque fácilmente pueden
introducirse en la web visitada por nuestros hijos y hijas contenidos no deseables.
2. La conveniencia de establecer y pactar horarios para navegar por
Internet: como en el uso de la televisión y para ir creando hábitos de orden, puesto que
el uso indiscriminado de este medio podría resultar poco pedagógico, y en algun caso
provocar "adicción". En cambio, con moderación y buscando webs adecuadas, ya sea
para hacer un trabajo escolar, o para obtener una información, es un medio bastante
provechoso y pedagógico para nuestros niños y adolescentes.
3. Proporcionar estrategias para enseñar a navegar por la red: Debemos
saber que los jóvenes están muy interesados en los chats, especialmente las chicas.
Se debe insistir a nuestros hijos o hijas del riesgo que podrían correr en dar sus señas
personales (seria como dar las llaves de casa a un desconocido), y en que no deben
citarse nunca con nadie para hacer una nueva amistad.
4. Crear un clima de confianza: Podemos tener la ayuda de "filtros"
(consultar las webs indicadas más arriba), para evitar los mensajes nocivos de Internet.
Pero, para conocer las aficiones de nuestros hijos o hijas, lo mejor es saber que les
gusta y que buscan. Debemos escucharlos. Si no nos explican que les interesa no les
podremos asesorar. También es conveniente animarlos a que nos pregunten cuando
algo les sorprenda.
Tenemos que dar la suficiente formación e información para que nuestros hijos
e hijas sepan hacer un uso responsable de Internet. Cuando están conectados en el
propio hogar es más fácil tener idea de por donde navegan, en cambio lo ignoramos
cuando lo hacen con los amigos o conocidos. Se ha hecho popular la frase "enseñar a
navegar sin hundirse", y esto es lo que debemos intentar como buenos padres,
conociendo el ambiente que frecuentan los nuestros y proporcionando los medios
necesarios para fortalecer su espíritu responsable. Estas nuevas tecnologías, bien
orientadas, tienen grandes posibilidades para el crecimiento personal y para fomentar
una curiosidad positiva de nuestros hijos. Internet ofrece una ventana abierta al mundo
para la búsqueda y el conocimiento pero, como todo, requiere la atención de los padres
y madres para instruir y orientar la manera de aprovecharla.
Tema VI
Los estudios de los hijos
Al hablar del estudio hemos de considerar que éste es para tener mas
formación y desarrollar habilidades de pensamiento. No lo podemos reducir
a tener mas instrucción o conocimientos sino que es una base para realizar
un trabajo bien hecho cuando uno sea adulto. Nuestro hijo o hija será más
culto en la medida en que sea capaz de estructurar su saber y tenga ideas
propias, fruto de su reflexión. Lo describe en pocas palabras R. Titone: "La
cultura no es saber acumulado, sino saber asimilado".
Lógicamente los padres somos los primeros responsables del estudio de
nuestros hijos. El centro educativo da una ayuda complementaria, pero tan
importante, que conocer el ideario de la escuela y el diálogo familia-colegio
ocupan un lugar preferente. Conocer si nuestro hijo tiene baja capacidad
intelectual, problemas de lenguaje o es perezoso, nos ayudará a mejorar
nuestra tarea educativa. Tenemos casi un 30 por ciento de fracaso escolar
en nuestro país, por tanto nos centraremos en algunos puntos importantes
para el estudio:
1.- Nuestro hijo o hija ha de tener voluntad para estudiar. Crear
hábitos y motivaciones para conseguirlo será lo mejor. Los horarios son
fundamentales. El ambiente familiar de calma y serenidad influyen
favorablemente. No podemos los padres obsesionarnos con las calificaciones.
No podemos estar sólo preocupados por las "notas", sino valorar el
esfuerzo personal más que los resultados. Todos conocemos padres, con
pocos estudios, pero que interesados por los trabajos escolares consiguen
que sus hijos aprendan. Dice A. Le Gall: "El alumno debe encontrar siempre
en su familia, no una vigilancia exigente y que repare en todo lo
correspondiente al trabajo escolar, sino un ambiente optimista y atento que
anima y vigila al mismo tiempo".
2.- Procurar un espacio adecuado, con buena iluminación y sin ruidos
para facilitar la concentración. Se trata de controlar la imaginación para
que entienda lo que ha de estudiar. Así sabrá hacer un resumen y tener
capacidad de síntesis para retener toda la materia que debe aprenderse.
Escribe W. A. Kelly: "El estudio es el esfuerzo que pone el entendimiento,
aplicándolo a conocer alguna cosa y, en especial, trabajo empleado en
aprender alguna ciencia o arte".
3.- Saber memorizar. En este aspecto los padres, sean del nivel
cultural que sean, pueden colaborar preguntando la materia que se ha de
aprender. Hemos de ayudar a reflexionar. No es lo mismo, por ejemplo,
saber un poema de memoria, que recordarlo y extraer conclusiones sobre su
significado.
4.- Todo lo que sea fomentar el espíritu de laboriosidad en nuestros
hijos con nuestro testimonio será la mejor herramienta para adquirir
responsabilidad en el estudio. Dando ejemplo de orden en nuestro trabajo y
de curiosidad por la cultura y los hechos sociales, nuestros hijos nos
imitarán. Para finalizar, recordar que la elección de un centro educativo,
que tenga el ideario adecuado a los valores que queremos transmitir en
nuestra familia es primordial. A este respecto, transcribo un punto del
ideario de un centro: "En nuestro centro educativo se cultivan las
habilidades de pensamiento y de reflexión para que los alumnos sean más
rigurosos en su trabajo, más críticos en su pensamiento y más justos en sus
juicios".
Los padres y el estudio
Empezamos el curso escolar con la ampliación del tema Los estudios de los hijos
y lo desarrollaremos con los siguientes artículos:
1.- Los padres y el estudio
2.- El rendimiento escolar
3.- Relaciones familia-escuela
Después de este tiempo de vacaciones nos
encontramos con el inicio del curso escolar, que supone
para nuestros hijos e hijas un cambio de hábitos y de
costumbres. Este cambio requiere por parte de los
progenitores una reflexión para ayudar a hacer esta nueva
etapa más amable y motivar el esfuerzo que comporta en
los niños. No se puede olvidar que, en la mayoría de las
familias, los niños han estado más acompañados por sus
padres y madres, que han estado más descansados que en épocas de trabajo; por lo
tanto, con más oportunidades para dedicarles muchos ratos de sus vacaciones. Vi el
esfuerzo que supone el primer día de escuela en los informativos de una cadena
televisiva, reflejado en una niña de 4 a 5 años, que al preguntarle como le iba sólo
contestó "no quiero hablar" con un gesto muy significativo de rechazo. También es
cierto que había otros niños que estaban ilusionados por reencontrarse con sus
compañeros, pero para estos hijos o hijas preocupados por volver a la escuela,
destacaremos a continuación algunos aspectos interesantes para conseguir una
integración tranquila y feliz en las tareas escolares.
1.- Actitud positiva: Como que para muchos padres y madres coincide el periodo
del regreso al trabajo con el inicio del curso escolar, es necesario no hacer ningún
comentario negativo, ni quejarse por haber acabado las vacaciones. Los hijos tienen
que notar que para los mayores trabajar nunca es una carga, sino un medio para ser
útiles y hacer un servicio a los otros. Demostrar, con alegría y comentarios adecuados,
la gran suerte que tienen de poder aprender, de relacionarse con otros niños, de
reencontrarse con los amigos y los profesores, de tener un material escolar. También
valorar que pueden acceder a estudiar, que no todo el mundo lo puede hacer con tanta
facilidad. Hace poco, leía a la prensa que en el Nepal hay niños y niñas que tienen que
andar dos horas de ida y dos de vuelta para recibir sólo dos de clase. También es una
realidad que en algunos países las criaturas, especialmente las niñas, de bien
pequeñas tienen que trabajar sin poder ir a la escuela.
2.- Vivir el orden: Es muy importante desde los primeros días crear hábitos que
deberán de mantenerse todo el curso. Para hacerlo, se necesita la presencia del padre
o de la madre, y si esto no es posible, de una persona capacitada para seguir las
orientaciones adecuadas. Al llegar a casa, tenemos que pensar que opciones tenemos
para ir organizando el tiempo libre: preparar la merienda, jugar o ayudar a hacer los
deberes, buscando un sitio tranquilo y sin ruidos, para facilitar la concentración. Si
fuera oportuno, algún día ver juntos un programa de televisión: un concurso, por
ejemplo, que ayude a tener más vocabulario para expresarse mejor y que sean los
padres que lo escojan, puesto que por la tarde proliferan muchos espacios que pueden
provocar desorientación, aparte de la grande pérdida de tiempo que significan para
toda la familia. Desde los primeros días de estos cambios, saber orientar y programar
lectura, juego, música y actividades diferentes que ayuden a recuperar fuerzas y que
las criaturas o los jóvenes lo pasen bien.
3.- Proponerse padre y madre, estar más tiempo con los hijos: Pensar con
toda sinceridad con uno mismo, si alguna vez no se retrasa el regreso al hogar por
comodidad, por desorden, o por pérdidas de tiempo durante el día. Sé de empresas,
todavía pocas, que valoran mucho el trabajo de una madre de familia numerosa por su
capacidad organizativa y actitud positiva para resolver problemas, y también, porque se
preocupa por dedicar a sus hijos un tiempo de calidad cuando vuelven de la escuela.
No es lo mismo para un niño abrir la puerta con la llave, entrar a solas a casa y hacer lo
que le complace sin límites, que otro al que espera el padre o la madre para
acompañarlo en las actividades extra-escolares. Para un niño pequeño es muy
importante explicar qué le ha pasado el tiempo que ha estado fuera de casa. Así, se
encuentra acogido y escuchado y con sus necesidades afectivas cubiertas; se trata
de que nos lo confíen todo, cuando ellos o ellas quieran, no cuando vaya bien a los
padres.
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Victoria Cardona - Curso para padres

  • 1. CURSO PARA PADRES Victoria Cardona, educadora familiar Cortesía de www.e-cristians.net para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL http://www.mercaba.org/FICHAS/e-cristians/Cursos/CARTEL_CURSOS.htm Tema I Introducción y presentación del temario Tema II Conocimiento y aceptación de los hijos 2-1 conocimiento del carácter de los hijos (I) 2-2 conocimiento del carácter de los hijos (II) 2-3 comunicación entre padres e hijos (I) 2-4 comunicación entre padres e hijos (II) 2-5 aceptación, amor y valoración, base de la autoestima personal Tema III Educación para el Amor 3-1 amor y matrimonio 3-2 el amor y las obras 3-3 fidelidad-felicidad Tema IV Autoridad y Libertad 4-1 educación de la voluntad 4-2 colaborar en el hogar 4-3 el valor de la responsabilidad
  • 2. 4-4 defectos de la autoridad 4-5 educación en la libertad 4-6 respeto y tolerancia Tema V Jóvenes y medios de comunicación 5-1 televisión y familia 5-2 los contenidos de la televisión 5-3 responsabilidad en el uso de Internet Tema VI Los estudios de los hijos 6-1 los padres y el estudio 6-2 el rendimiento escolar 6-3 relaciones familia-escuela Tema VII La familia, escuela de valores 7-1 valores educativos 7-2 laboriosidad, reflexión y orden 7-3 obediencia y alegría 7-4 comportamiento, civismo y solidaridad 7-5 fortaleza y generosidad 7-6 amistad y lealtad 7-7 bondad y sensibilidad Tema VIII Educación en la fe 8-1 la familia transmisora de la fe 8-2 Dios, en la vida de nuestros hijos 8-3 Jesucristo, nuestro modelo 8-4 Madre de Dios, Madre nuestra Tema IX El tiempo libre de los hijos 9-1 tiempo de vacaciones 9-2 el valor de los sentimientos 9-3 adolescencia y alegría
  • 3. 9-4 la empatía (I) 9-5 la empatía (II) Tema X El papel de los abuelos
  • 4. Tema I Introducción y presentación del temario Iniciamos hoy la publicación inédita de un Cuso de formación para padres, que se extenderá durante las próximas semanas y que aborda cuestiones tan importantes como la comunicación, la relación y la educación de los hijos. Victoria Cardona, educadora familiar, es su autora. La inquietud en el campo de la educación la llevó a adentrarse muy pronto en estas aguas, en las que todavía continúa inmersa. La amplia formación académica en el mundo de la educación y la pedagogía la ha aplicado, primordialmente, en dos ámbitos: la política - ha sido consejera municipal, primero de educación y después de sanidad, por el distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi - y la propia vida personal, ya que es madre de seis hijos y abuela. Mujer activa, vital y vitalista practica la vocación de dar a conocer y difundir todo aquello que ha sintetizado personal y profesionalmente. Destacar en este sentido que actualmente colabora con la Fundación Pro Vida, imparte actividades formativas para transmitir valores humanos a las adolescentes en el Club Juvenil Hogar, es moderadora de las sesiones de Cursos para padres de la asociación familiar FERT y tiene también una larga trayectoria de participaciones en radio y televisión. Hoy en día se la puede escuchar en Radio Estel, donde habla de temas educativos y comenta mensualmente el Evangelio. Introducción al Curso Empezamos este Curso de Formación para Padres con unos comentarios generales sobre educación. Lo más importante será recordar que los hijos se educan, sobre todo, por nuestra actitud y por nuestro testimonio. Seguramente no nos damos cuenta pero, cuando realmente lo hacemos bien, es cuando conociendo nuestras limitaciones, nos esforzamos por mejorar luchando contra nuestros defectos con serenidad y optimismo. También, cuando padre y madre procuramos mantener vivo nuestro amor. Dice un autor francés: "Todo amor nace inocente, frágil, débil, vulnerable, es nuestra fidelidad la que tiene que protegerlo y llevarlo a cuestas como a un niño". Esta fidelidad será un compromiso que nos llevará a la felicidad. El amor está en la generosidad y el olvido personal, ponerse entre paréntesis para hacer feliz al otro. Por ello, cuidar los detalles de afecto, de comprensión, de pasar por alto cosas que nos molestan, no
  • 5. acumular reproches, etc..., es demostrar con obras nuestro amor y es una buena base para dar ejemplo de amor a nuestros hijos. Sería loable crear un buen clima de confianza donde la comunicación estuviera presente. Muchos problemas familiares provienen de la falta de comunicación. Saber escuchar. Saber dialogar. Saber preguntar. Saber esperar y dedicar tiempo a la vida de familia ayudan a mantener al día el amor matrimonial y también la amistad con los hijos. Toda persona quiere sentirse aceptada, valorada y querida. Daremos seguridad a nuestros hijos si valoramos todo lo que hacen bien. Si somos comprensivos con sus cambios de humor; en la adolescencia, por ejemplo, les enseñaremos a aceptarse, base de la autoestima personal. Reflexionaremos en estos comentarios sobre los temas más importantes para que los hijos alcancen una personalidad madura. De la misma manera que el objetivo de la educación es la madurez humana y espiritual, la finalidad de la educación afectiva es la madurez en el amor. También animar a la responsabilidad personal mediante el ejercicio de la autoridad, fundamentada en el prestigio personal y el espíritu de servicio de los padres, hará que los hijos aprendan a ser libres con la libertad que libera defectos, fruto del esfuerzo personal. Ocuparse de desarrollar la vida sobrenatural de los hijos para que crezcan hace armónicamente que recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: "Los padres, tanto con la palabra como con el ejemplo, tienen que ser para sus hijos los primeros educadores de la fe". En un mundo donde cualquier "famoso" puede decirnos la tontería más grande, nos ocuparemos de educar la sensibilidad. Tenemos mucho por contemplar, desde la obra de la Creación a tantas manifestaciones artísticas, donde aprenderán a ser personas más cultivadas. No podemos olvidar la influencia del ambiente social en la juventud y estudiaremos la forma de contrarrestar todos los ''ismos ' - materialismo, consumismo, relativismo, individualismo, etc. - y buscaremos formas prácticas para fortalecer nuestra tarea educadora. También valoraremos el estudio. Profundizaremos en el papel de los abuelos, con mucho relieve en los tiempos actuales, y recordaremos que la familia es la escuela de valores donde se forman por contagio todos los que la integran.
  • 6. Tema II Conocimiento y aceptación de los hijos Para saber educar es necesario el conocimiento propio y el conocimiento de los hijos. Todos tenemos cualidades y defectos, también reaccionamos de forma distinta según con quien tratamos. Ya en Grecia se leía en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Saber conocer es indispensable como también lo es una actitud positiva para rectificar. Dice Yela: “Es a partir del conocimiento de nuestras propias limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del esfuerzo para superarlas de donde irradia la labor del educador”. Nos encontramos, pues, con tres elementos importantes para el tema que tratamos: conocimiento, aceptación y mejora personal, que deberíamos aplicar a nosotros y a nuestros hijos. El conocimiento del carácter de cada hijo y su desarrollo, según su edad y sus etapas de evolución, son imprescindibles a la hora de extraer al máximo las posibilidades de cada uno. Todos son diferentes y los tenemos que tratar de forma distinta. A un hijo tímido, por ejemplo, no podemos decirle “no te sale la palabra de la boca”, ni a un despilfarrador le diremos: “eres generoso”. Hemos de fijarnos en los valores esenciales de la persona, lo que es, más que fijarnos sólo en lo que tiene. Un ejemplo: las calificaciones escolares. Si procuramos valorar más el esfuerzo que las notas, obtendremos de nuestros hijos mejores resultados. Es necesario crear un clima de confianza para favorecer la comunicación. Si aprendemos a escuchar, a observar, a dialogar haciendo preguntas oportunas, conoceremos mejor a nuestros hijos y seremos capaces de comprenderles. Para todo ello conviene dedicar tiempo. Para aceptar hemos de comprender y la comprensión exige la capacidad de entrar en el otro, nos relacionamos con lo más específico de nuestro hijo, es decir, con su intimidad, que conviene respetar. Para mantener unas buenas relaciones familiares hemos de considerar a nuestros hijos personas únicas, irrepetibles, con posibilidades y limitaciones. Nuestra aceptación será permanente, incondicional y total. Al aceptar plenamente a nuestro hijo, sabrá que es querido y valorado, base de su auto estima personal.
  • 7. La serenidad y el equilibrio son consecuencia de la aceptación. Esto quiere decir actuar independientemente de nuestro estado de ánimo. Nuestro testimonio de cariño constante, paciente y realista será lo más positivo para que nuestros hijos adquieran una personalidad madura y estarán motivados para mejorar personalmente. Conocimiento del carácter de los hijos (I) Introducción Empezamos hoy la ampliación del Curso de Formación para Padres que concluimos el pasado 11 de octubre. El objetivo de esta nueva etapa es profundizar en los diferentes temas tratados anteriormente, y pretendemos dotar a los padres de una herramienta útil que los ayude en la educación y formación de los hijos, así como en las relaciones y la comunicación dentro del ámbito familiar. El tema con que iniciamos este nuevo curso hace referencia al conocimiento y aceptación de los hijos. Se estructura en 4 artículos: 1. Conocimiento del carácter de los hijos (I) 2. Conocimiento del carácter de los hijos (II) 3. Comunicación entre padres e hijos 4. Aceptación, estimación y valoración, base de la autoestima personal Conocimiento del carácter de los hijos (I) Para saber educar, es necesario el conocimiento de cada uno de nuestros hijos. También, el propio conocimiento nos es de gran ayuda. Ya Sócrates decía: ''Conócete a ti mismo''. Del conocimiento propio, de la aceptación de nuestras limitaciones y del esfuerzo que hacemos para crecer en virtudes, nace la fuerza para educar. No olvidemos nunca que educamos por ósmosis y por contagio. No podemos hablar de mejora si nosotros mismos no nos damos prisa en rectificar cuando nos equivocamos, o no tenemos paciencia con nuestros defectos. Haciendo referencia a la educación de nuestros hijos, es importante observar cómo reaccionan para comprender muchas de sus maneras de actuar. Para saber observar, tenemos que ofrecer mucho de nuestro tiempo al negocio más importante de nuestra vida: la educación de los hijos. Se trata de que sean responsables y se desarrollen correctamente, con seguridad y con la autoestima necesaria para afrontar todas las circunstancias de su vida de forma positiva. Dedicando tiempo y con observación y serenidad, no hablaremos a todos de la misma manera, ya que consideraremos que son personas únicas, irrepetibles y, por
  • 8. tanto, desiguales. Es una equivocación creer que los padres tienen que educar a todos los hijos de la misma manera. Por eso, hoy reflexionaremos sobre algunas particularidades del carácter que nos sirvan de pauta para mejorar nuestra actuación, para conocer mejor y comprender mejor a estos hijos. Es una herramienta de la psicología que se tiene que utilizar convenientemente, con sentido común, teniendo en cuenta que es sólo un apoyo, ya que lo fundamental para conocer es amar a cada hijo como es y extraer al máximo sus posibilidades. Los tres rasgos característicos del carácter son, según Le Senne: la resonancia, la emotividad y la actividad. La resonancia es la repercusión que las impresiones tienen sobre el ánimo de cada persona. Hay personas que reaccionan más impulsivamente. En ellas las impresiones tienen un efecto inmediato y las olvidan al momento: las llamamos primarias. Y en los que reaccionan de una manera más reflexiva, las impresiones perduran en su conciencia e influyen en su conducta, incluso cuando ha pasado mucho tiempo: las llamamos secundarias. Por ejemplo, si a una persona primaria le dan un pisotón en el autobús, su reacción será de protesta pero, antes de llegar al final de su trayecto, ya lo habrá olvidado. Una persona secundaria, en cambio, con el mismo pisotón, no dirá nada, pero el disgusto le durará un rato después de pasarle este hecho. De una manera sencilla, aquí tenemos la diferencia. Igualmente, ante una ofensa recibida, el que es primario olvidará fácilmente, pero no así el que es secundario, que vive más del pasado. Con respecto a la emotividad, si miramos la fotografía que encabeza el artículo, vemos que tenemos un niño emotivo. El emotivo se conmueve por todo, aunque a veces no se note. Tiene cambios de humor, inquietud, impresionabilidad. En una familia, viendo todos la misma película y con la forma de reaccionar ante una escena, captaremos quién es el más emotivo. El no emotivo, ya lo dice la misma palabra, no se conmueve fácilmente. Se muestra normalmente tranquilo y de humor poco variable. La actividad es lo más difícil de averiguar. Podríamos confundirla con el movimiento continuo de las personas impulsivas o nerviosas. Puede decirse que el activo tiene que obrar constantemente, que incluso en el tiempo libre busca situaciones para actuar; mientras que el inactivo es una persona que actúa poco, y cuando lo hace es, especialmente, por afán de superación, por amor, por obligación o por cumplimiento del deber, aunque puede estar sin actuar mientras deja correr la imaginación o descansar sin hacer nada. El activo lo hace por el placer de actuar. El inactivo no tiene esta inclinación. Éstos son los rasgos principales del carácter. Servirán para identificar la manera de ser y, sobre todo, para comprender no sólo a nuestros hijos sino también a nuestra familia y a las personas con las que nos relacionamos. También para aceptarnos a nosotros mismos. Nunca colocaremos ninguna ''etiqueta'' a nadie porque todo es susceptible de mejora. Todas las personas tenemos capacidad para mejorar y rectificar, si estamos oportunamente motivadas. Conocimiento del carácter de los hijos (II)
  • 9. Los tres factores del carácter (mencionados en el artículo anterior): emotividad o no emotividad; actividad o inactividad y la resonancia: primaria y secundaria, no definen una personalidad, pero ayudan a su configuración. Transcribo de un libro sobre caracterología: ''el caracterólogo trata de comprender el conjunto de una personalidad. Considera que la influencia de la herencia, de las circunstancias y de la libertad, hacen de cada individuo una persona única. No se trata, por lo tanto, de reducir a la persona a un esquema prefabricado''. Por eso, no puede colocarse ningún cartel a los hijos, ya que el carácter va evolucionando y cambiando con el tiempo. Influyen: el ambiente familiar, el entorno y la educación de la voluntad, que son elementos estimulantes para mejorar. Tampoco podemos ''etiquetar'', porque siempre hay grados de diferencia de un individuo a otro en los factores mencionados. Sin embargo, con un mejor conocimiento del comportamiento y reacciones del hijo, tendremos al alcance más formas de tratarlo. También la carencia de tiempo para la observación sería una dificultad para una correcta actitud para educar bien. Si tenemos un hijo emotivo, inactivo y primario, por ejemplo, lo motivaremos a través del corazón, porque nos ama y quiere gustarnos. Estaremos a su lado señalándole objetivos nuevos, para enseñarle a pensar y a reflexionar. Si es secundario, y tiene tendencia al rencor, le motivaremos para que sepa perdonar y olvidar. Normalmente en todos los tipos de carácter, es de gran ayuda saber animar a los hijos y también valorar la sociabilidad, para que no se centre exclusivamente en él mismo. El deporte y el excursionismo, en el que no es deportista, así como otras actividades que se hacen en grupo, serán muy beneficiosas para la convivencia con los demás. Tenemos un abanico de posibilidades para desarrollar su personalidad, que los padres tenemos que ir descubriendo. Todos estos apuntes sobre caracterología pueden servir de información. Tendremos que observar todas las reacciones de nuestros hijos, pero parece especialmente importante la resonancia, para distinguir si son primarios o secundarios. Si quiere profundizarse puede hacerse con buenos tratados de caracterología, pero siempre evitando el riesgo de obsesionarse, y de confundir a nuestro hijo con un personaje de test, ya que nunca hay un tipo exacto, y los rasgos mencionados pueden estar en la individualidad de cada uno con más o menos intensidad. Expresamente no estudiaremos en este artículo los ocho tipos de carácter que provienen de combinar los tres factores que hemos indicado. Mi intención es animar a reflexionar sobre cómo somos cada uno de nosotros, cómo son nuestros hijos y las otras personas y, así, llegar a un conocimiento más profundo y a una comprensión de nosotros mismos y de los nuestros, que nos ayude a aceptarnos y a aceptarlos. Conocer es indispensable, como también lo es una actitud de rectificar cuando haga falta. Para concluir tenemos que destacar que ningún carácter es mejor ni peor. No hay ninguno malo por él mismo. La adquisición de hábitos buenos servirá para vencer cualquier rasgo psicológico negativo. El conocimiento personal y el conocimiento de nuestros hijos, con todos los elementos posibles al alcance, son una ayuda para tener objetivos concretos de mejora y la comprensión adecuada para pasar por alto formas de ser que no resultan agradables. Siempre hemos de animar, reconociendo que nosotros mismos también tenemos carencias, que pueden ser susceptibles de
  • 10. corrección, de mejora personal y de dar testimonio a los hijos, que se reflejan en los progenitores. Recordamos la frase de Yela: ''Es a partir del conocimiento de nuestras limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del esfuerzo para superarlas, desde donde irradia la tarea del educador''. Comunicación entre padres e hijos (I) La mayoría de problemas del día a día de la convivencia familiar se resolverían, si nos esforzáramos por tener una buena comunicación con nuestros hijos. Hay muchas formas de hacerlo. Se puede hacer con un gesto, se puede hacer con una mirada de complicidad, se puede hacer con la palabra, escuchando música, leyendo, haciendo deporte...También nos podemos comunicar silenciosamente. Sólo contemplando unos padres junto a la cama de un hijo enfermo, mimándolo o dándole la mano vemos el máximo de comunicación. El silencio se hace necesario por el reposo de su hijo, pero la comunicación no falta. Ya se ve que para comunicarse no se necesitan palabras, sino que se necesita afecto y que haya un clima de confianza y, ¿como conseguimos este clima?.. Podemos reflexionarlo, puesto que se hace muy difícil recibir la confianza de nuestros hijos si no hacemos un esfuerzo para ser acogedores y estar tranquilos y de buen humor a la hora de comunicarnos. Es imprescindible comprender a nuestros hijos; saber intuir qué les preocupa, qué nos quieren decir o qué necesitan. La base de la comunicación, es amar, interesarse por sus cosas y ayudar a que ellos solos vayan resolviendo sus dificultades. Cuando hay confianza se actúa con calma, no se improvisa y se da paz. Hay muchas virtudes que pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, con el clima de confianza adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación, pero yo destacaría dos: la sinceridad y la discreción. 1. La palabra sinceridad deriva del latino ''sine cera'' (sin cera) refiriéndose a los ungüentos que utilizaban las mujeres romanas para disimular sus arrugas. Pues bien, para vivir la sinceridad tenemos que recordar a San Pablo que nos dice ''sea el vuestro sí, sí y el vuestro no, no.'' Sinceridad es decir siempre con claridad lo que se hace, lo que se piensa, lo que se vive. Nuestros hijos tienen que ver que nosotros somos sinceros siempre. Por esto debemos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuántas veces hemos dejado incompleta una promesa o una reprimenda que habíamos anunciado a nuestros hijos?... ¿Cuántas veces nos han telefoneado y, por comodidad, hemos hecho decir que no estábamos en casa?... ¿Cuántas veces hemos asustado a los pequeños diciendo '' que viene el hombre del saco'' y lógicamente aún lo esperan?...O otras medias verdades, que no dejan de ser mentiras que malogran la confianza.
  • 11. 2. Nuestra sinceridad tiene que ser ejemplar, la verdad tiene que ser objetiva, clara. Por ejemplo, si nos equivoquemos, pedimos perdón y lo reconocemos; esto es más educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos. A veces los hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros por no quedar mal o porque tienen miedo de que tengamos una reacción desmesuradamente enfadada con lo que nos dicen. Sobre todo en la adolescencia tenemos que ser pacientes y estar preparados para que nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios. Lo que es más importante siempre es que los hijos nos digan la verdad, aunque del susto recibido nos quedáramos sin aliento. Con todos los datos reales del problema, no nos equivocaremos a la hora de buscar soluciones juntos y reforzaremos la confianza mutua. 3. La discreción; hoy, más que nunca, se hace evidente que los padres debemos profundizar en esta virtud, que no es frecuente en el ambiente actual. En el Diccionario General de la Lengua Catalana de Pompeu Fabra, encontramos esta definición de discreción: ''reserva en las acciones y en las palabras, reserva del que no hace sino aquello que conviene hecer, de quien no dice sino aquello que conviene decir, que sabe callar aquello que le ha estado confiado.'' Muchos hijos se quejan de que los padres, o bien para vanagloriarse, o bien para quejarse explican las confidencias que ellos les han hecho. Ya se ve que este sería un defecto que influiría en la confianza que nos habrían dado los hijos; nada más y nada menos sería ''ventilar'' sus emociones; tampoco los hijos entienden las ironías ni bromas sobre sus ''cosas'', por lo tanto no conviene decir lo que nos confían y tenemos que considerar que para ellos aquello es muy importante, aunque a los mayores nos pareciera de poco valor. Con la virtud de la discreción nace el discernimiento, para saber cuando es prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo, puesto que hace falta respetar la intimidad del hijo y tener paciencia para recibir la confidencia. También distinguir el momento en que es conveniente dar el consejo oportuno. Pienso que cuando un niño pequeño tiene una pataleta, ¿verdad que es muy difícil corregirlo sí nos ponemos a gritar como él y perdemos los nervios? Con los hijos mayores tenemos que hacer lo mismo, es sencillamente pasar por alto el momento de ofuscación y buscar el tiempo para dialogar con calma y serenidad. Una persona discreta no impone, no coacciona sino que observa y ayuda a mejorar reconociendo que ella también tiene defectos; por lo tanto, no se sobresalta por nada, y, con esta comprensión anima a su hijo a la sinceridad. Para concluir, podríamos decir que el objetivo de procurar fijarnos en la sinceridad y la discreción, es ayudar a que haya el clima de confianza adecuada que haga de los padres buenos amigos de los hijos, a quienes los hijos pueden explicar sus ideales, sus problemas, sus alegrías. Empecemos a interesarnos por lo que les preocupa de bien pequeños y así fundamentaremos la franqueza del mañana. Como que la comunicación es la base de unas buenas relaciones familiares en el próximo capítulo profundizaremos en como hemos de escuchar, en como mantener un buen diálogo y en algunos errores frecuentes que pueden malograr la comunicación
  • 12. entre padres y hijos. Expresamente ilustro siempre estos temas con fotografías con niños pequeños puesto que creo que los padres que se interesan por los hijos menudos, también serán capaces de comprender los cambios de humor y las inquietudes de los hijos adolescentes. Comunicación entre padres e hijos (II) En el capítulo anterior hemos reflexionado sobre dos virtudes fundamentales, la sinceridad y la discreción; ahora estudiaremos la mejor manera de llegar a un buen diálogo, que es la base de una buena convivencia entre padres e hijos. Es evidente, que para que haya un buen diálogo hay que saber escuchar y, como siempre, no olvidar que debemos dedicar tiempo. Es importante la actitud de pensar que nosotros, los padres, no siempre tenemos toda la razón y que escuchando aprenderemos y conoceremos con profundidad a nuestros hijos, que no nos abrirán su corazón si somos dogmáticos, rígidos y poco flexibles. Ya se ve que, para que haya buena comunicación, es muy importante ir con la sencillez de quién quiere ayudar, nunca imponer. Podemos caer en el defecto de pensar que ya sabemos lo que nos dirán. Saber ya la respuesta porqué creemos que nuestro hijo es de una determinada manera y no dar posibilidades a nuestro hijo o hija de expresarse ampliamente y totalmente. Si no los dejamos explicarse del todo no les damos la oportunidad de mejorar, puesto que nos faltará la información completa y no sabremos que hacer para aconsejar. Enumeraremos algunas cualidades convenientes para llegar a establecer un buen diálogo, teniendo en cuenta que la primera de todas será responder a todas las preguntas que nos hagan. 1. No interrumpir y tener mucha paciencia; esto vale por todas las edades, desde el hijo o hija pequeño que casi no sabe hablar, pero nos quiere pedir algo, hasta el adolescente que nos quiere explicar un problema o una alegría y lo hace de una forma acalorada. Por ejemplo, nos están explicando una cosa y nosotros nos preocupamos de la forma gramatical que están empleando, más que del contenido y de los sentimientos del hijo; mal haríamos sí corrigiéramos la gramática a media explicación porque quizás "cortaríamos" la espontaneidad. 2. Mirar a los ojos de nuestro hijo y aprobar afirmativamente con el gesto para animar y demostrar que nos interesa lo que nos dice; con la mirada de los padres se puede demostrar interés y afecto y descubrir, en la de los hijos, todo su estado d'ánimo. 3. Saber preguntar. Conviene hacer una pregunta de manera positiva para asegurarnos de que nos enteramos y entendemos lo que nos dicen; también sirve preguntar para captar el nivel que tienen de entendimiento del tema que sea, y por lo tanto, adelantar informaciones sobre sexualidad, diversiones, adicciones, etc...,
  • 13. aprovechando momentos de ocio y tranquilidad para tener estas conversaciones y dar criterio. 4. No mirar el reloj. Para los hijos es muy importante que demostremos un interés real por sus cosas; tenemos buenos momentos para comunicarnos sí los sabemos aprovechar aunque la experiencia nos diga, que el "momento" del hijo quizás no coincide con el nuestro. Aquí sí que hay la prueba de amor real: dejar las cosas propias por el bien del hijo, que nos necesita. Escribe André Frossard esta frase que nos puede hacer reflexionar: "Miramos por la ventana el bullicio la calle y nos olvidamos de alguien que está a nuestro lado y necesita nuestra compañía". La auténtica comunicación se fundamenta en cosas pequeñas de esfuerzo personal: no mirar un programa de televisión, saber "apartar" el periódico, no hacer una salida por la noche para estar con los hijos... De cara al futuro son más rentables estas renuncias para que siempre nuestros hijos nos digan la verdad con claridad y en la familia se viva el clima de confianza adecuado, que produce serenidad; nunca debe agotarse la paciencia y la ilusión para saber escuchar. Como que vienen las fiestas de Navidad, podemos aprovecharlas para llevar a término estos consejos sobre comunicación, con más intensidad, puesto que nuestros hijos tienen vacaciones y están más receptivos por todo lo que reciben en el hogar; también, el carácter cristiano de estos días, invita a la paz, a la esperanza y a la alegría que se vive en familia. Aceptación, amor y valoración, base de la autoestima personal Al iniciar este artículo sobre la autoestima, desearía que entendiéramos con toda la responsabilidad de buenos padres una gran verdad que es de sentido común: los niños y niñas de bien pequeños empiezan a apreciarse según la actitud que tengamos hacia ellos, puesto que el contacto principal lo tienen con nosotros. Ellos se ven a través nuestro y tienen de ellos la viva imagen que les damos nosotros. Tampoco saben lo que está bien o mal y lo aprenden según nuestro comportamiento y el de los otros familiares del entorno. Somos realmente su espejo, y según la seguridad que les damos, se sabrán autovalorar y tener o no tener confianza en ellos mismos. Si riñéramos siempre a nuestros hijos, si encontráramos que todo lo hacen mal, si a menudo estuviéramos alterados y enfadados cuando estamos en casa y no reflejáramos la alegría de disfrutar de su presencia, sería fácil que los hijos, al encontrarse poco agradables para sus padres, perdieran autoestima; y al perderla, no serian capaces de enfrentarse a los retos que les surgirán a lo largo de su vida. Por lo tanto, para fomentar su autoestima tenemos que recordar que toda persona, y especialmente nuestros hijos al llegar a este mundo, tienen que saberse aceptados, amados y valorados.
  • 14. Queremos favorecer la autoestima de los hijos, porque sabemos que si la tienen, pueden ir tranquilos por la vida y superar todas las dificultades que se les presenten. Desde luego que nuestra actitud tiene que ser positiva, y al hablar, actuar, informar y motivar nuestros hijos transmitir nuestra comprensión. Enumeraremos los tres factores que influyen en esta manera de hacer: 1. Aceptación total, incondicional y permanente: Nuestro hijo es una persona única y irrepetible. Él tiene cualidades y defectos, pero tenemos que estar convencidos de que lo más importante es que capte el afán de superación y la ilusión de cubrir pequeños objetivos de mejora personal. Las cualidades son agradables de descubrir, los defectos pueden hacer perder la paz a muchos padres, pero se pueden llegar a corregir con paciencia, porque aceptamos totalmente la forma de ser del hijo, incondicionalmente y por siempre. La serenidad y la estabilidad son consecuencia de la aceptación y, esto quiere decir, actuar independientemente de nuestro estado de ánimo. También en circunstancias de más dificultades, como serían las de tener hijos discapacitados tendremos que crear la aceptación plena no sólo de los padres si no también de los hermanos y familiares, con la convicción de que repercutirán todos los esfuerzos en bien de la familia. 2. Amor: Nuestro testigo de amor constante y realista será la mejor ayuda para que nuestros hijos logren una personalidad madura y estén motivados para rectificar cuando se equivoquen. Al amar siempre deberemos corregir la cosa mal hecha, ya que al avisar damos la posibilidad de rectificar y, en todo caso, siempre deberemos censurar lo que está mal hecho, nunca la persona. Dice San Pablo en la Epístola a los Colosenses: ''Padres, no importunéis a vuestros hijos, para que no se desalienten''. El amor es la base de la familia y la mejor escuela para aprender a darse y a recibir y nuestro hijo o hija es un don, un obsequio a quien hace falta entregarle toda nuestra vida con generosidad, afecto y agradecimiento. 3. Valoración: Elogiar el esfuerzo de nuestro hijo, siempre es más motivador para él, que hacerle constantemente recriminaciones. Ciertamente que a veces, ante las desobediencias o las malas respuestas, podemos perder las formas, pero los mayores debemos tener la voluntad de animar aunque estemos cansados o preocupados; por esto, en caso de perder los nervios, lo mejor es observar, pensar y cuando estemos más tranquilos decir, por ejemplo: ''esto está bien, pero puedes hacerlo mejor''. Durante el tiempo que estamos con los hijos siempre tenemos ocasiones para valorar su esfuerzo, no pedirle más de lo que puede hacer y ayudarlo a mejorar viendo la vida con un sentido deportivo. Tenemos que procurar que aprenda a aceptarse y que con optimismo supere sus dificultades. De esta manera, conseguiremos que nuestro hijo sepa que le amamos por lo que es él y será capaz de desarrollar al máximo todas sus capacitados personales. Tenemos que decir lo que está bien, sin darle ningún calificativo a él. Como dice el pedagogo Oliveros F. Otero: ''Se tiene que censurar la tarea, no la persona, se tiene que alabar la tarea, no la persona''. Nuestra actitud positiva, comprensiva y motivadora incrementará la seguridad de nuestros hijos y hijas.
  • 15. Tema III Educación para el amor Hace falta preguntarse, en primer lugar, qué es el amor. El amor es entrega, comunicación y donación de la persona, plena y definitiva. En el matrimonio esta donación es absoluta, con fidelidad perseverante, que se consigue cada dia con una alegre constancia. Nos encontramos hoy con un reduccionismo de valores, en el que el amor es el más maltratado. El hedonismo o búsqueda del placer, y el materialismo, que valora sólo la utilidad. El amor se reduce sólo a placer sexual. La sexualidad en el individuo, no se puede reducir al hecho biológico e instintivo como en el animal, sino que se integra en la persona como ser constituido de cuerpo y alma. Ir por el mundo contra la naturaleza, viviendo como si se fuese un animal, no es fácil cuando se es persona. A la larga siempre se acaba mal: frustaciones, neurosis, sexomanias o drogadicción. También se reduce el amor a sentimiento. "Ya no siento nada, se ha terminado mi matrimonio", escuchamos a menudo. ¿Podríamos decir que unos padres no aman a su hijo porque "no sienten" una gran emoción al consolar al pequeño que llora por la noche?. Hemos de educar la voluntad de nuestros hijos de pequeños, creando hábitos con horarios, y de adolescentes, fomentando las virtudes de la fortaleza y de la sobriedad para aprender a valorar el amor auténtico y ser felices. Tenemos dos facultades: la inteligencia, que nos hace conocer la verdad, y la voluntad, que permite querer libremente aquello que la inteligencia nos presenta como bueno. Amamos con estas dos facultades, si bien para vivir el amor matrimonial seremos, en palabras del Evangelio, "dos en una sola carne", abiertos al gran don de la vida, cooperadores de Dios. El hijo es la síntesis del amor del padre y de la madre. Leeemos en la Encíclica Humanae Vitae: "Es el amor, en primer lugar, plenamente humano, es decir, al mismo tiempo sensible y espiritual .No es pues simple manifestación de instinto y de sentimiento, sino también, y principalmente, acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer en las alegrias y dolores de la vida cotidiana, de modo que los esposos lleguen a ser un solo corazón y una sola alma, y alcancen juntos su perfección humana".
  • 16. Los padres somos los responsables de dar información sexual a nuestros hijos de forma gradual, individual, clara, positiva y respetuosa. Siempre estaremos atentos a las influencias recibidas sobre sexualidad en el ambiente que frecuentan, para clarificar las que sean erróneas. En este aspecto de la educación es mejor adelantarse en las explicaciones que llegar tarde. El testimonio de nuestro matrimonio y la fidelidad con que cuidemos nuestro amor es la mejor manera de transmitir, por contagio, que es el amor. La finalidad de la educación afectiva es la educación para el amor. El egoismo es el peor enemigo del amor auténtico. El olvido personal, para hacer feliz al cónyuge y la generosidad, son los valores que transmitimos los padres y que motivan a saber amar. Por tanto, todo lo que sea dar oportunidades a los hijos para pensar en los demás; no centrarse en ellos, ilusionarles en grandes ideales (podrían ser bibliotecas ambulantes, pero sin ideales no serían nada); tener dominio personal (que no es represión); incrementar las virtudes humanas: sinceridad, fortaleza, sobriedad, etc... Todo esto será educar para el amor.Pués en el amor se es feliz cuando se va a dar y no a buscar. Vienen bien aquí para terminar aquellos versos de Antonio Machado: "Moneda que está en la mano quizás se deba guardar, la monedita del ama se pierde si no se da" Amor y matrimonio Introducción Iniciamos la ampliación del tema "Educación para el amor". Se desarrolla en tres artículos: 1. Amor y matrimonio 2. El amor y las obras 3. Fidelidad, felicidad 4. Amor y matrimonio
  • 17. Se habla mucho de amor, incluso a veces se tiene la sensación de que se hace de una manera confusa, reduciéndolo a sentimiento o a placer. Reducir a placer es inhumano, puesto que la persona es cuerpo y alma; vivir como sí se fuera un animal no es fácil cuando se es persona; ir contra la naturaleza es un pasaporte para las neurosis, frustraciones, pasotismo... Reducir a sentimiento, dependiendo del estado de ánimo, de las emociones, "ya no siento nada, por lo tanto se ha acabado", cuando realmente el amor tiene dimensiones más trascendentes donde la voluntad de amar es la base. Para demostrar el amor se debe entregar el corazón, cabeza y cuerpo con toda la fuerza y el sentimiento. También hay una gran diferencia entre el enamoramiento, que todo lo idealiza y fácilmente se cae del pedestal, y el amor auténtico que se va reforzando con los años, mediante la comprensión hacia el otro, la comunicación, el proyecto de vida en común, saber afrontar dificultades juntos... El amor se hace más fuerte con el tiempo, y la felicidad se encuentra en lo que los esposos hayan querido construir cada día. Nunca como hoy se ha atacado tanto a la grandeza del matrimonio: el cine, los comentarios irónicos en los medios de comunicación, el ridiculizar las relaciones matrimoniales o la fidelidad, equiparar otras relaciones a las matrimoniales, como cuando se habla del "amor homosexual" o de "hacer el amor". Haciendo referencia al cine todavía tienen vigencia películas como "Casablanca", "Que bello es vivir", "La vida se bella", etc..., pero muchas otras han ido dando unos mensajes, que no se han caracterizado precisamente por el respeto a la dignidad de la persona. Es por esto, que tiene mucha importancia la formación prematrimonial, porque los novios puedan actuar con libertad y conocimiento, y también comunicarse y hablar con sinceridad, sobre todo lo que piensan llevar a término en la vida en común, antes de contraer este Sacramento. Dice Teresa de Calcuta que "amar es no parar." La felicidad aparece con más fuerza cuando se va a dar y no a buscar. En el matrimonio el amor es entrega y donación generosa a la persona que se ama: el olvido personal, pasar por alto pequeñas limitaciones del cónyuge, perdonar, ponerse el amor propio en el bolsillo, etc. ayudan a vivir un matrimonio con paz y serenidad, con alegría y buen humor. Ya Aristóteles afirmaba que "amar es querer el bien del otro", de aquí se desprende que la base del amor estará en actos de donación personal, y la entrega llena y total a la persona libremente escogida para compartir la vida. La felicidad no se puede confundir con el placer inmediato, sino que se consigue con la voluntad de amar y disfrutar de la existencia de la persona amada. La familia, que es el núcleo de la sociedad, empieza con tres elementos: hombre, mujer y un amor seguro. Los que escogen el camino del matrimonio, bendecido por Dios, encuentran un motivo de perfección humana y de vivir con plenitud su vocación cristiana. Pablo VI, en uno de los apartados de la "Humanae vitae" enumera las condiciones del amor conyugal: 1. Amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. 2. Amor total, que lleva los esposos a compartirlo todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas.
  • 18. 3. Amor fiel y exclusivo: en la enfermedad o en la salud, hasta que la muerte los separe. 4. Amor fecundo, que se prolonga en el hijo, fruto y corona del matrimonio. Seguramente, si profundizamos en los elementos enumerados, encontraremos la autenticidad del amor y nos esforzaremos por concretar en cosas cotidianas la vida matrimonial y la convivencia mutua por saber dar y también recibir, por compartirlo todo. La paz y la serenidad de nuestro matrimonio será la consecuencia de nuestra actitud positiva y de la mejora personal por hacer feliz al otro. No es mi intención ser negativa en este artículo, pero sí que desde mi experiencia, he visto algunos matrimonios que se han roto por ideas que los han hecho iniciar su vida en común con conceptos equivocados, como por ejemplo: "no queremos tener hijos, porque primero queremos disfrutar de la vida"..., "los hijos nos sacarán tiempo para nuestra intimidad", etc.., no han fundamentado su matrimonio en el amor y podríamos decir que el suyo ha estado el de dos egoísmos compartidos y esto les ha provocado la ruptura del que han iniciado, aparte de otras actitudes equivocadas. El hijo siempre es un don, una participación del poder creador de Dios, nunca una carga, si bien su venida ha de estar regida por la responsabilidad, fruto de la plegaria, sopesando las circunstancias concretas a la luz de la voluntad de Dios. La generosidad deberá impregnar las decisiones que se tomen y la confianza en la providencia de Dios Padre "que tiene contados todos los cabellos de nuestro cabeza"..., será la que iluminará el entendimiento para entender la llegada al mundo de cada vida. En el próximo capítulo enumeraremos actos en que se puede basar el verdadero amor por conseguir un matrimonio feliz. El amor y las obras Dice un dicho castellano que "obras son amores y no buenas razones". Y es bien cierto que con las palabras basta para demostrar el amor, sino que se tiene que demostrar con hechos. Recuerdo la anécdota, quizás exagerada, de aquel chico, exultante, que escribía a su enamorada: "Para venir a verte pisaría cuchillos afilados, para venir a verte atravesaría mares de fuego, para venir a verte subiría al firmamento a robar estrellas. P.D. El sábado, si llueve, no te vendré a ver." El amor se tiene que fundamentar en actos que hagan lograr a los esposos una vida llena y feliz. Como siempre, el diálogo y la comunicación serán primordiales para ponerse de acuerdo en la manera de compartir las tareas del hogar y la organización de las cosas materiales, porque el orden es necesario para la paz familiar, como también lo es la humildad para saber pedir ayuda, tanto el esposo como la mujer, cuando uno de los dos se tenga que apoyar más en el otro. Si no se hace así, es fácil caer en el victimismo, como aquella buena madre que se paseaba por el pasillo de su casa diciendo "¡pobrecita de mí, cuanto padezco y que poco me quejo!".
  • 19. Por la felicidad del matrimonio se hace necesario vivir con constancia una serie de cosas pequeñas que hacen más amable la convivencia, que mantienen la ilusión de los primeros tiempos y que son formas concretas de demostrar el amor. Provienen de saber amar, y para amar, se tiene que saber perdonar y saber agradecer. Estas pequeñas cosas pueden parecer muy sencillas pero, cuando no se viven, es que quizás hay algo que no funciona en el matrimonio; enumeraremos algunas: 1. La llegada a casa: Siempre tiene que haber alegría, y buen humor. El cansancio y las preocupaciones del trabajo se deben dejar en el lugar de trabajo profesional. El hogar siempre tiene que ser el espacio de reposo, de tranquilidad y de diálogo. Por esto, hay que saber escuchar todo, sin prisas, dedicando tiempo a la familia, puesto que es el "negocio" más importante. 2. No acumular reproches: Saber perdonar y olvidar. Hay muchos agravios que no se hacen con mala intención, pero que dependen de la sensibilidad con que uno de los dos los recibe o del cansancio, o de un impulso inoportuno. Por esto, lo mejor que podemos hacer cuando estamos enojados es callar, aunque, en el momento adecuado, convendrá hablar. Si se hace con serenidad mejorará la relación de los esposos. 3. Saber hacer las paces: Nunca debemos estar sin dialogar horas y, desde luego, irse a dormir enfadado con el otro. La base del amor está en la comprensión y el respeto por la forma de ser de cada persona. No es bueno pensar que uno siempre tiene la razón, por lo tanto es mejor dejar de banda el amor propio y aproximarse al otro con tanta ternura, que nunca se sienta humillado. 4. Saber sorprender: Un obsequio fuera del santo o aniversario, una salida improvisada, una excursión... y otros manifestaciones que la creatividad y la imaginación nos sugieran; la cosa más importante será romper la rutina. 5. No asustarse si vienen problemas: es normal que hayan contrariedades en la convivencia; estas siempre son superables cuando se prevén y cuando se afrontan con una actitud positiva. Me gusta aquella frase de San Juan de la Cruz: "Pon amor dónde no hay amor, y encontrarás amor." El matrimonio siempre sale reforzado cuando se lucha por superar las dificultades; este camino lo hacen tres: hombre, mujer y Dios, que siempre está presente en este andar. 6. No discutir delante de los hijos: Si tenemos puntos de vista diferentes los debemos comentar con tranquilidad, sin ser esclavos de los nervios y nunca hacerlo delante de los hijos. Estos no tienen que sentir ninguna discusión, puesto que se pondrían a favor del uno o del otro y dañaríamos su afectividad. Saber disculpar y desviar la conversación si vemos que se hace en su presencia, para que ninguno de los esposos quede desprestigiado. Amar es un arte y una tarea que se ha de ir aprendiendo, para hacerse la vida amable siempre, aunque pasen los años y haya los cansancios propios del paso del tiempo. Toda la vida, por complacer los que conviven con nosotros, tendrá que ser un esfuerzo por la mejora personal. Cuando hay amor y voluntad de amar, es fácil el olvido de uno mismo por llegar a la plenitud y felicidad conyugal.
  • 20. Cada matrimonio tiene su manera de hacer; estos son sólo unos pensamientos para la reflexión personal. Lo que sí se puede asegurar, es que el amor se debe velar y proteger. Fidelidad-felicidad Todos buscamos la felicidad, pero nos equivocamos cuando queremos resultados inmediatos, confundiendo un momento de placer con el gozo auténtico. El amor es dinámico, no estático; la fidelidad, para proteger este amor, y la lealtad hacia la persona con quien nos hemos comprometido, nos llevará la verdadera felicidad. Recordemos alguna de las frases del día de la ceremonia nupcial: ''Lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe''. ''Recibe este anillo, signo de mi amor y fidelidad''. ''Hasta que la muerte nos separe''. Y sobre todo el sí, el consentimiento libre y responsable, que comporta un compromiso a la palabra dada. Cuando la unión matrimonial es considerada indisoluble por quienes contraen el matrimonio, hay un afán constante por velar el proyecto de vida en común, que se ha iniciado en aquel momento, aunque puedan surgir las dificultades propias de la convivencia. Son felices en esta aventura del amor, aquellos que no regatean tiempo ni esfuerzos para lograr los retos, que fortalezcan la estimación mutua. A los que piensan dejarlo si no ''funciona'', les queda menguada la promesa del uno hacia el otro; no ha habido un compromiso serio y no tienen fortaleza para solucionar los estorbos que encuentran en su camino. Sobre este aspecto encontraremos mucha materia en el libro ''En pareja, los secretos del amor y el desamor'' del psiquiatra Paulino Castells. También nos dice Joan Pau II: ''Quién no se determina a amar para siempre jamás, es imposible que ame tan sólo un día''. ¿Por qué entran en crisis tantas parejas actualmente? Nos lo contesta el psiquiatra Joan Carles Pescador: ''La estabilidad conyugal está en crisis, porque la persona, la familia y la sociedad también lo están. La causa de esta crisis es el vacío en el concepto del amor y de la libertad. Su contenido ha sido trivializado y sustituido por el placer y la ausencia de compromisos, con rechazo a todo lo que supone represión de los impulsos personales y de las ansias de independencia''. La responsabilidad y la madurez personal incluyen la fidelidad al compromiso, aun cuando las circunstancias pudieran cambiar en el decurso del tiempo. Victor Frankl escribe: ''Las personas pueden tener bastante con vivir, pero con frecuencia, no tienen ninguna cosa por la cual vivir''. Esto se puede aplicar a la donación generosa; se trata de vivir por el marido o por la mujer, por lograr la plenitud y perfeccionamiento de los esposos. No arriesgarse a amar, es renunciar a las alegrías, compensaciones y retribuciones que da el amor, y a que la vida tenga sentido. Cuando se va a dar, más que a recibir, con olvido personal, para hacer feliz al cónyuge, esta donación amorosa siempre produce la verdadera felicidad.
  • 21. La fidelidad también comporta vivir el pudor y la modestia, de forma que toda la persona sólo sea para su cónyuge. El pudor es, según Jacinto Choza, ''hábito y tendencia a mantener la posesión de la propia intimidad, desde la instancia más radical de la persona (el yo), y a mantener esta intimidad en el estado de la máxima perfección posible, para hacer una entrega que trasciende a la soledad y auto perfecciona al sujeto''. Por sus relaciones sociales o profesionales, el hombre y la mujer se pueden encontrar en ocasiones, en que habrán de recordar a quién han entregado su corazón para siempre jamás, y también, tener la valentía suficiente, para no asistir a sitios o frecuentar ambientes nocivos, para salvaguardar sus compromisos matrimoniales. Muchas veces, con imaginación y sentido común, se pueden hacer cambiar costumbres o modas, que pueden afectar la fidelidad. Sé de una mujer joven casada, que organizaba salidas con los compañeros de profesión con sus familias, en lugar de las salidas nocturnas que se hacían habitualmente. Se lo pasaban mejor todos, y con su actitud, colaboró en una amistad sincera y en evitar posibles oportunidades que desvirtuaran la pureza del amor. No se trata de hacer cosas extrañas, sino de vivir con naturalidad los detalles pequeños que ayudan a mantener la pulcritud de corazón. La felicidad en el matrimonio no se obtiene de una manera mecánica y rápida, como si pulsáramos la tecla del ordenador. Puede haber momentos de cansancios o de no ''sentir'' grandes emociones, no por esto se acaba el amor, que no lo podemos reducir sólo a sentimiento. Amar conlleva la voluntad de querer libremente lo que la inteligencia nos ha presentado como un bien. La confianza mutua es, también, importante para vivir la fidelidad y ser feliz. Confiar es pensar siempre bien de la persona amada. Nos dice Sant Pablo: '' El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo padece''. La desconfianza, los reproches, los celos... son malos compañeros de la fidelidad y de la felicidad. El amor se fortalecerá con la ayuda mutua en las realidades diarias, en el espíritu de servicio y con la comprensión. Querría finalizar estas breves reflexiones con unas palabras del Cardenal Carlo M. Martini, arzobispo de Milán, de una Carta a los padres del año 2002: ''El rostro de dos personas que se aman revela algo del misterio de Dios. Querría, por lo tanto, invitaros a custodiar la belleza de vuestro amor y a perseverar en vuestra vocación: de aquí deriva toda una concepción de la vida que alienta la fidelidad, permite superar las pruebas, las decepciones, ayuda a considerar las eventuales crisis sin considerarlas irremediables''. Tema IV Autoridad y libertad Uno de los grandes objetivos en la educación de nuestros hijos es la educación en la libertad. Una libertad entendida para conseguir hacer el bien. Para educar a nuestros hijos en la libertad, los padres, hemos de esforzarnos en mejorar personalmente y ayudar a mejorar a los hijos.
  • 22. Dice el profesor Yela: ''El hombre puede educarse porque es libre y puede ser libre porque se educa, solo se educa al hombre liberándolo, sólo se libera educándole''. Educar en la libertad es fomentar más autonomía y más responsabilidad en quien se educa. Respecto a la autonomía es importante conseguir: Que tengan iniciativas. Que sepan elegir. Que sean consecuentes. Recuerdo la anécdota de aquel niño pequeño a quien preguntaban la definición de jersey y contestaba: ''prenda que nos ponemos cuando la abuelita tiene frío''. También es bueno que por decidir corran el riesgo de equivocarse, ya que ''la experiencia es la madre de la ciencia''. Respecto a la responsabilidad apoyarse en: Encargos, adecuados a su edad y carácter. Administración de dinero para gastos personales. Puntualidad en los horarios establecidos en el hogar: hora de levantarse o ir a dormir, tiempo para el estudio, para el descanso, para las aficiones, para el tiempo libre, etc... Para desarrollar la libertad de los hijos, los padres hemos de llevar a término una autoridad valiente y prudente. Esta autoridad ha de estar sujeta al espíritu de servicio y avalada por el prestigio personal. No podemos decir, por ejemplo: ''Tengo ganas de acertar una quiniela para no pegar golpe''. Y exigir que nuestros hijos estudien. Dice Oliveros Fernandez de Otero: ''Los padres con autoridad-sevicio y autoridad-prestigio son comprensivos pero sobre todo son contagiosos, saben estimular por su manera de hacer''. Los padres hemos de tener autoridad, también, para ayudar a educar la voluntad de los hijos para que aprendan a hacer buenas obras. La obediencia del hijo se ha de alcanzar no por autoritarismo ni por sobreproteccionismo sino por amor. Por esto, la flexibilidad, ser capaces de rectificar, de cambiar de opinión, conocer el por qué del comportamiento del hijo en un momento determinado y valorar lo que es importante siempre, permanentemente, o aquello que solo es importante temporalmente, nos ayudará a la comprensión y a vivir un clima positivo y de confianza que facilitará el ejercicio de una buena autoridad. Educar la libertad de nuestros hijos será conocer sus posibilidades reales, enseñar a observar y razonar, nunca imponer, sino que entiendan cual es la conducta adecuada en cada momento. Todo esto dando testimonio, ya que los padres somos el espejo de convicciones firmes para ayudar a la responsabilidad personal y a la felicidad de los hijos, que con su entendimiento, reconocerán lo que es bueno y con su voluntad lo llevarán a buen término.
  • 23. Educación de la voluntad La palabra educación viene del latino "educere", que quiere decir sacar, extraer. La palabra autoridad viene de "augere", que quiere decir aumentar. Vemos la estrecha relación que existe entre estos dos vocablos. Padres y madres queremos que nuestros hijos e hijas sean autónomos y responsables. Por eso es por lo que tenemos que incrementar sus posibilidades educando su voluntad y motivando su esfuerzo. Es a partir de los 4 años cuando los niños reconocen lo que está bien y lo que está mal y cuando tienen uso de razón son capaces de razonarlo. Reflexionamos en este contexto, si somos capaces de hacer distinguir lo que está bien de lo que está mal y si los progenitores y los familiares del hijo o hija que se quiere educar son un referente adecuado, proporcionando pautas y modelos de actuaciones coherentes con los valores que se quieran transmitir. Para educar la voluntad tenemos que apoyarnos en la creación d'hábitos y en las motivaciones: 1.- Creación de hábitos: Es en la primera infancia cuando se han de inculcar los hábitos y, así, de una manera habitual, los hijos van haciendo aprendizaje del esfuerzo. Lógicamente cada familia tiene su estilo de vida y sus circunstancias, si bien deberá haber unas reglas de juego en el hogar para hacerse obedecer y hacer más agradable la convivencia de todos. La costumbre de cumplir lo que está establecido en la misma hora es necesaria, si bien, alguna vez, se podrá tener la flexibilidad de hacer algún cambio. Pero siempre por unas circunstancias extraordinarias y, como que los niños viven el momento, es aconsejable ser previsor y avisarlos con tiempo. El orden es fundamental en la educación. Tener unos horarios para levantarse y para ir a dormir, para la hora de la comida, para el tiempo de ocio, para el estudio, para recoger los juguetes... Es conveniente organizarse, teniendo en cuenta las posibilidades y limitaciones del matrimonio, no se diera el caso de que por demasiado perfeccionismo nos equivocáramos a la hora de marcarnos objetivos para conseguir. Por esto, es evidente que se tiene que prever el horario del día de fiesta y el horario del día de trabajo, hablando los dos cónyuges y poniéndose de acuerdo por repartirse las tareas. La experiencia nos demuestra que muchas veces recae todo sobre la madre, defecto que hay que evitar. El orden de un hogar no será el de un museo, ni de un cementerio, puesto que cuando hay vida hay movimiento, más bien será el orden de un obrador, donde el amor de los padres hacia los hijos marcará los límites de lo que se han propuesto. La voluntad de los hijos se fortalecerá, si la van ejercitando, con el cumplimiento de sus obligaciones diarias. 2.- Las motivaciones: Nuestros hijos e hijas tienen que tener el deseo de cumplir aquello que piden los padres y que los ayudará a hacerse responsables. Se por esto que una actitud positiva anima a la obediencia y a hacer las normas establecidas con más ilusión. En este tema, conviene recordar que la autoestima de cada cual es necesaria para
  • 24. obedecer con más prontitud. Tenemos que tener unos objetivos claros de la formación que queremos dar a los niños y adolescentes y de los valores que queremos transmitir. Los retos que queremos que logren han de estar a su alcance para poder valorar el esfuerzo puesto que, sí pidiéramos más que sus posibilidades, les causaríamos una constante frustración que los dejaría sin motivación para llevar a término aquello que tienen que hacer. Por esto, se debe de conocer con profundidad a cada hijo o hija y pactar, dialogar, para llegar a acuerdos. Los elementos por parte de la familia que contribuyen a incrementar la motivación de los niños y adolescentes son, entre otros, la confianza, el buen humor, la alegría, la paciencia, la generosidad. Como siempre se trata de ser un buen referente para los hijos y de esforzarnos para que los valores sean transmitidos por el testigo personal. A menudo nos encontramos con que les cuesta el cumplimiento del deber, puesto que no tienen el deseo o las ganas de esforzarse, por esto es conveniente hacer ver que lo qué se pide es algo que les producirá un bien. La voluntad actúa cuando la inteligencia hace ver que aquello que se propone es bueno. Al dar órdenes, los padres y madres, lo tienen que hacer de una manera positiva. Por ejemplo, si decimos a un niño: "no hagas ruido, no juegues con esto, que molestas", la orden es negativa y sólo conseguiremos disgustarlo: Si decimos "¿Que otro juguete quieres? mira, quizás con este haremos menos ruido, el hermanito pequeño no se despertará y así la madre estará contenta..." La motivación del pequeño ha sido doble: por una parte, lo ha hecho por amor a su madre y, por otra, ha hecho un bién a su hermano. Ni que decir tiene que lo mismo con una otra escena, por un adolescente, se presentaría con una actitud más participativa y de sugerencia. La educación de la voluntad de nuestros hijos tiene la finalidad de que se esfuercen en entresacar el bien con autonomía y libertad, conociendo sus calidades y defectos, por ser felices y que se acostumbren a establecer compromisos. Escribe el Catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas: "Voluntad es entresacar. Y entresacar es anunciar y renunciar... Querer, es determinación. Y por esto, necesita el apoyo de una voluntad firme, atemperada en la lucha y el esfuerzo." En estos tiempos que vivimos, debemos mostrar afecto y dedicación para conseguir niños con pautas de orden y, también, jóvenes con fortaleza, ilusionados en grandes ideales, para cumplir con su deber y no dejarse llevar por el capricho ni por las sensaciones del momento. Colaborar en el hogar En el capítulo anterior reflexionábamos sobre la educación de la voluntad, creando hábitos y motivando a nuestros hijos y hijas para aprender a hacer el bien
  • 25. fortaleciendo su responsabilidad, hoy estudiaremos la forma práctica de llevarlo a cabo con una gran herramienta educativa: los encargos. Hemos ilustrado la página con la fotografía de una criatura que está dispuesta a barrer toda la broza que encuentre en su camino, para demostrar que de bien pequeños pueden empezar a colaborar en las tareas del hogar. El hogar es de toda la familia, si bien el padre y la madre son los que deben organizar el buen funcionamiento del mismo, conseguir una buena convivencia y también que los que lo forman, los hijos y hijas, sean personas íntegros, capaces de saber convivir con los otros. En casa tenemos a nuestro alcance muchas posibilitados para hacer colaborar a los nuestros, desde cosas materiales para contribuir al buen orden de la casa como podrían ser ir a comprar alimentos, recoger la cocina, asear los armarios, etc., hasta cosas que contribuyen más a la sensibilidad, como ocuparse de jugar con un hermano pequeño, explicar cuentos, hacer compañía a un abuelo enfermo... Todo, siempre, para mejorar a nuestro hijo y hija y para que aprenda el valor de la generosidad. Es muy importante a la hora de repartir los encargos, el conocimiento de cada cual y su edad y carácter. Debemos observar como es este hijo o hija y sus posibilidades; el encargo tiene una función educativa, por lo tanto tiene que ser adecuado a su individualidad; se trata de saber qué hará bien hecho, para poderle valorar o lo que le hará un bien para aumentar sus capacidades. Tener una responsabilidad en el hogar, es siempre un medio para crecer en la responsabilidad personal y para que los hijos y hijas pequeños y grandes, comprueben que la verdadera felicidad está en hacer la vida agradable a los otros. Todos sabemos por propia experiencia que padres y madres hacemos más deprisa lo que hemos encargado pero también es uno hecho, que para educar hay que tener paciencia y saber esperar. Los resultados nunca son inmediatos, pero seguramente tendremos muchas ocasiones para valorar el esfuerzo hecho, cuando se ocupan de lo que les hemos pedido, y también la madurez de los progenitores al hacer el seguimiento de que aquello se cumpla, sin impacientarse. Por ejemplo: ''tú puedes hacerlo, estoy seguro'', ''te felicito por lo que has hecho'', ''¡que alegría me has dado!'', '' si me necesitas dímelo''. Este estilo de frases ayudan a crear autoaprecio y que todos tengan una actitud positiva que fomente una buena disposición para obedecer. Para estimular la iniciativa y la ilusión, es muy práctico reunirse para hacer el reparto de tareas, y que quede escrito en un cartel, a quien se adjudica cada cosa. Mensualmente se tendrá que revisar y hacer los cambios oportunos. Por ejemplo, el encargo de recoger la cocina, no es igual que el de tomar nota de quién telefonea, o el de programar la televisión para los niños; por lo tanto, se debe hacer de suerte que todos vayan cambiando y que no les resulte arduo. Aparte de la tarea que se acuerda, se da por supuesto: el cuidado de las cosas personales. De bien pequeños deben recoger sus juguetes, si es necesario, con la ayuda de un mayor, y más adelante hacerse la cama y otras responsabilidades. No olvidemos que uno de los grandes valores que transmite la familia es ayudar a los suyos a ser agradecidos, por esto, el agradecimiento que demostramos en ser ayudados es fundamental a la hora de transmitir este valor. Tenemos que saber dar
  • 26. pero también tenemos que saber recibir. Si padres y madres se acostumbran a recibir ayuda, podrán dar las gracias y no se quejarán de la poca participación familiar. Expresamente no ponemos en este artículo una lista de encargos que se pueden llevar a término, puesto que cada familia tiene su estilo, sus circunstancias y sus necesidades, después de un buen diálogo se les puede hacer participar en unas cuántas tareas, y así, se animarán a ser más responsables, a esforzarse para mejorar personalmente, a acabar el trabajo encargado y, sobre todo, a saberse útiles y valorados en el hogar. El valor de la responsabilidad Toda educación tiene que tener por objetivo formar personas honestas, con convicciones profundas, fundamentadas en valores. La responsabilidad personal es muy importante para todos, pequeños y grandes. La fuerza del educador está en su manera de hacer, en el optimismo con que afronta las dificultades, en la madurez con que toma las decisiones, en no detenerse nunca para llegar a su mejora humana y, sobre todo, en la respuesta que da a sus deberes familiares, profesionales y sociales. Una característica de esta responsabilidad es asumir los actos que uno hace sin cargar, si se equivoca, las culpas a los otros. Se trata de conseguir de los hijos y de las hijas, para ayudar a la responsabilidad, que sepan que tienen que hacer y como lo tienen que hacer, en cada momento de su vida en casa, en la escuela, con los amigos, sin buscar excusas y enfrentándose a las consecuencias de sus actos. La autonomía que los niños van logrando es necesaria para llegar a ser responsables. Por esto, se debe empezar a incentivar desde bien pequeños; un primer paso sería dejar que tomen unas cucharadas de comida a solas, que elijan la ropa para vestirse de mayores, otro ejemplo, el cumplimiento de los encargos tal y como hemos reflexionado en el artículo anterior. Todo con la intención de que sepa decidir y que tenga iniciativas. También porqué con los errores, aprenderá a rectificar. Dice el dicho castellano: ''Nadie escarmienta en cabeza ajena.'' Otro elemento por considerar como un valor educativo, en el tema que tratamos, es la administración del dinero. ¿Qué tenemos que hacer para que comprendan que las cosas cuestan y que los dineros se han de saber administrar? Es probable que a 7 o 8 años hayan comprado algo para nosotros, o bien por ellos mismos: lápices, golosinas, un juguete... Parece interesante que más o menos a esta edad, o como máximo a los 10 o 11 años tengan asignada una cantidad periódica y fija para estos pequeños gastos. Puede que padres y madres, piensen que ya compran todo lo que necesitan, pero, en este tema, no se trata de suplir, sino de que se aprenda el coste de las cosas materiales, para no ser malgastadores y con el ahorro animar a la generosidad hacia los otros. Cabe decir que para enseñar a organizarse no se puede dar dinero cuando
  • 27. se acaba la cantidad establecida y que esta ''paga'' debe estar relacionada con la edad, y una vez acordados los gastos habituales que tienen. Un punto relacionado con el dinero sería, también, hacer participar a los jóvenes en la elaboración del presupuesto familiar, es de utilidad para acostumbrarlos a la realidad económica familiar y no vivir inmersos en la sociedad consumista que anima a gastar más, cuando se debería fomentar en el ámbito familiar, que se gaste mejor y con inteligencia. Al dar responsabilidades a los hijos, sea con encargos que faciliten pensar en los otros y ser útiles, como la niña de la fotografía que contempla y acompaña a su hermanito acabado de nacer, o sea con la administración de pequeñas cantidades de dinero, vamos cooperando a aumentar su independencia y su seguridad. Un clima de confianza, dentro de la familia, es un apoyo para tener responsabilidad, se hacen las tareas con más ilusión y se aprenden en el hogar otros valores como la sinceridad, la generosidad o la fortaleza, siempre y cuando padres y madres hagan los posible para conocer las capacidades de cada uno de los suyos y se marquen retos asequibles a cada cual. Este ambiente positivo es vivir siempre con amabilidad para todos. Dice San Francisco de Sales: ''Puede hacerse comprender la verdad y amonestar, siempre y cuando se haga con dulzura''. Por lo tanto, hijos y hijas serán responsables si sus progenitores, los comprenden y saben razonarles conductas adecuadas, cuando están ofuscados. Es bueno, también, que vean que cuando los mayores no están acertados, saben pedir perdón. Como siempre, la naturalidad y sencillez, son virtudes pequeñas que motivan al esfuerzo personal para ser mejores y vivir la responsabilidad con todo el compromiso que comporta. Defectos de la autoridad En anteriores artículos hemos escrito sobre la autoridad fundamentada en el espíritu de servicio por parte de los progenitores. Una autoridad avalada por el prestigio personal, entendida como un acto de mejora personal desprendido de la propia aceptación y del conocimiento propio, para educar en la responsabilidad y libertad a los niños y jóvenes (ilustramos estos pensamientos con dos hermanos que están contentos de como los tratan sus padres). Si no se vive esta autoridad, surgen unos defectos que enumeraremos a continuación y que deberemos hacer lo posible para evitarlos: 1. Proyectarse en los hijos: A veces puede suceder que proyectamos en los hijos nuestras debilidades, limitaciones o frustraciones. Por ejemplo, es bastante corriente que sí uno no ha triunfado profesionalmente en una carrera, o no ha podido estudiar una materia determinada, se desea que no se repita esta experiencia, sin contar con la peculiar manera de ser de cada cual y se obliga a cambiar de opción al hijo o a la hija. También puede suceder respecto al carácter, sin tener en cuenta que todos somos diferentes. La conclusión a que llegaríamos es que no se puede programar su vida, se debe educar su libertad, con respeto por su individualidad y descubriendo sus particulares posibilidades.
  • 28. 2. Sobreproteccionismo: Consiste en un concepto exagerado del amor que no permite que el hijo o la hija tenga la posibilidad de equivocarse, ni de hacer algo por propia iniciativa. La protección se hace necesaria cuando hay un peligro real para el niño o niña, entonces tenemos la obligación de atender sus necesidades. Pero esto no se puede confundir con intervenir continuamente en sus decisiones. De lo que se trata es que tengan la oportunidad de conocer por si mismos el riesgo de la libertad y que encuentren las soluciones adecuadas después de un fracaso. El mal resultado educativo de esta sobreprotección es la baja autoestima y la falta de seguridad de niños y niñas que esperan que todos los problemas se los den resueltos. 3. El autoritarismo: Lo llevan a cabo aquellos padres y madres que tienen miedo de perder el control de todo y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar a hacer algo. La señal de esta manera de hacer es la arbitrariedad, se ordena cualquiera cosa, sin reflexionar antes si era conveniente y sin explicar las razones de la orden que se da. Todo es por imposición. Su autoridad es la ley del más fuerte, frases como: ..."porque te lo mando yo, o porque soy tu padre o tu madre"..; es un abuso de poder y la máxima anulación de la personalidad del hijo o hija. Sólo consiguen el desconcierto de los niños o la desobediencia de los jóvenes. El mensaje que transmiten es de poca comprensión hacia las necesidades y sentimientos de los suyos: por lo tanto, el resultado educativo es forjar personas con timidez o con una gran rebeldía. 4. La rigidez: Esta actitud conlleva ser incapaces de rectificar, de cambiar de opinión; no se está dispuesto a escuchar ni a enterarse del porqué de una actuación determinada. Se cree que siempre se tiene la razón, sin respetar el hijo o hija. La base de la buena comunicación es la confianza donde hay diálogo. Se aprende de los otros siempre, puesto que hijos e hijas pueden tener ideas diferentes a las de sus progenitores y, no por esto, dejar de ser buenas. El contrario de la rigidez es la flexibilidad para saber valorar lo que es importante permanentemente, o bien aquello que sólo lo es temporalmente. Es primordial para vivir la autoridad verdadera, una aceptación profunda de cada hijo e hija y la ilusión por aumentar sus capacidades, todo con una exigencia comprensiva hacia su personalidad. Los topes y las normas del ámbito familiar deberán ser presentados con serenidad y paciencia. Educación en la libertad "En el atardecer de tu vida se te examinará en el amor". Con esta frase de San Juan de la Cruz iniciamos este artículo, puesto que la libertad hace estancia en el
  • 29. corazón, en el amor tiene sus raíces y la viven las personas que dándose generosamente, van eliminando el egoísmo de su vida. Cuando se pregunta a padres o madres qué desean para sus niños, normalmente, su respuesta más frecuente es: "que sean felices". También observamos que cada uno tiene una idea diferente de la felicidad, dependiendo de su escala de valores. Ciertamente, el respeto por las opiniones de todos es fundamental, pero no se puede confundir buscar la felicidad en lo que puede dar un placer en unas circunstancias determinadas, y que pronto se puede desvanecer, con el gozo permanente de la persona, que procura hacer el bien. La libertad, condición indispensable para ser feliz, debería situarse en el contexto de la liberación de todo aquello que nos hace esclavos de nuestras limitaciones. La libertad es el gran don de las personas y podríamos asegurar que todas las formas de opresión o de dominio conllevan infelicidad, precisamente porque queda menguada su libertad. En los artículos anteriores hemos estudiado el sobreproteccionismo, el autoritarismo y la rigidez como formas negativas que ahogaban la iniciativa, la autonomía, la capacidad de escoger y de decidir que son necesarias para saberse libres. También la educación de la voluntad y la colaboración en las tareas del hogar, como un referente de la responsabilidad personal. Todos los artículos anteriores de la ampliación de "autoridad y libertad", confluyen en este. Reflexionamos si valoramos la libertad como una conquista. Por eso es por lo que no se puede decir nunca: "ya lo he conseguido", sino: "lo intentaré más". La libertad es una condición de estar dispuesto continuamente a la mejora personal y esto comporta esfuerzo y lucha, para que la razón haga ver lo que está bien y la voluntad lo lleve a cabo. La libertad comporta una actividad constante para resolver las dificultades internas de la propia personalidad o las externas del ambiente. Esta conquista la ampliaremos en dos puntos: 1. Liberarse de... Hace falta recordar que el contrario de la libertad es la esclavitud. Por lo tanto deberemos enfocar la libertad como una liberación de las limitaciones que nos privan de la autonomía. A este respeto dice Chesterton que "el peor enemigo del hombre es él mismo". Para educar en la libertad, padres y madres deberán dar testigo de esta cualidad con su actitud de esfuerzo diario para vivirla mejor, procurando el dominio personal y el darse a los otros. Y se debe entender la libertad como un reto para liberarse de los defectos que disminuyen la responsabilidad personal, con afán de superación. Es en este sentido como debemos entender la libertad: tras la propia aceptación y conocimiento propio, esforzarse y ser coherentes con lo que decimos y como actuamos, así hijos e hijas tendrán un ejemplo a imitar. Dice San Agustín: "No te conformes nunca con lo que eres si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque allí dónde te consideres satisfecho, allí te pararás. Si dijeras ya tengo lo suficiente, morirías" (Sermón 169) 2. No a la mediocridad: Enseñar a vivir la libertad a los hijos será ampliar sus horizontes; será, en los niños, ayudar a fortalecer su voluntad; será, en los adolescentes, animarlos a vivir grandes ideales que fomenten su generosidad, a participar en organizaciones que se solidaricen con los más necesitados; no permitir
  • 30. que se pierda el tiempo y que se desarrollen armoniosamente todas sus capacidades. Es evidente que todo lo que sea dar buena formación, evitando formas recreativas frívolas o superficiales, será un bien para su educación. Muchas veces, las presiones del ambiente dónde los jóvenes se mueven dificultan actuaciones loables que resolverían muchos problemas de la sociedad actual. Pensamos sí nos ocupamos en saber que amigos tienen, qué les preocupa... etc. Los progenitores deberemos proponer ideas que los eleven. Recordamos aquella frase: "No vueles como un ave de corral, si puedes volar como una águila". Está bien que cumplan sus deberes y es necesario que así sea, pero no es lo mismo motivar al hijo o hija para que saque las mejores calificaciones de la clase, para ser el mejor, que motivarlo para que tenga más elementos para vivir por los demás. Es un ejemplo que se puede aplicar en todo. No está de moda hablar de espíritu de servicio hacia los demás, pero la verdad es que la vida de los jóvenes se enriquece con esta finalidad. El egoísmo es el gran enemigo de la libertad. Los progenitores tienen que procurar despertar en los hijos y hijas la magnanimidad o la capacidad de hacer grandes actos, no conformarse y tener ánimo para llevar a cabo grandes empresas. Por esto es educativo empezar proponiendo pequeños retos para, más adelante, lograr los más elevados. Para concluir: reflexionar que es más libre aquel que más ama. Los conflictos aparecen cuando se enfría el amor. Tenemos que considerar la libertad como autodominio para darse en el amor. Tengamos el objetivo en el ámbito familiar de educar a nuestros niños y jóvenes en la libertad, para que sean consecuentes con las opciones que han decidido escoger, con autodominio y con un gran corazón para amar. Respeto y tolerancia Educar en el respeto y la tolerancia es un complemento de la educación de la libertad. Vivir estos valores es amar la dignidad de la persona i respetar su intimidad. También, porque no podríamos entender la libertad si no la contempláramos como una apertura hacia los otros. Hoy se habla mucho de estos temas, pero pocas veces se viven bien. No hay mas que ver cuando se reúnen unas cuantas persones...¡que pocas escuchan!..., mas bien cada uno dice lo suyo sin dejar intervenir a nadie y se constata que todos y todas hablan a la vez. Un ejemplo: la palabra respeto se utiliza a menudo en los debates de la televisión, pero solo sirve para seguir dominando a los demás. Parece que el más fuerte es quién grita mas. No hace mucho, me encontré en una escuela a una maestra preocupada por un niño inmigrante que era menospreciado en el aula y una madre, con toda sinceridad, comentó que a ella tampoco le gustaba ese niño. Con su actitud negativa hacía que su hijo no se acercara al niño. Ya quedaba todo explicado, si bien su sinceridad dio pie a otras aportaciones que podían hacer que cambiara de opinión. Debemos procurar, ante
  • 31. nuestros pequeños y nuestros adolescentes, no hacer nunca ningún comentario negativo de nadie y saber acoger a los que son de diferente cultura o raza. Destacaremos a continuación defectos que pueden entorpecer el respecte y la tolerancia: 1. El amor propio: El primer enemigo lo tenemos dentro de nosotros mismos: es el amor propio, que siempre es un mal consejero. Nos hace creer que siempre tenemos la razón y nos cuesta aceptar que los demás no piensen lo que pensamos nosotros. En educación esto es un problema, ya que hay que admitir en los demás una manera de pensar y de obrar diferente de la nuestra. Hay muchas materias opinables y no debemos ser rígidos al defender nuestras ideas, ya que una actitud abierta hacia las de nuestros jóvenes será la llave para una bona tolerancia. 2. Confundir la tolerancia con el relativismo: Esta actitud, que se traduce en frases como: "la mayoría piensa", "se dice", "todo es bueno", "los tiempos han cambiado", "todos lo hacen", etc., es bastante grave. Es de Santo Tomás la frase: "Donde no hay distinción hay confusión", Por esto, en la familia, hijos e hijas deben de encontrar pautas y orientaciones sobre la verdad, la formación de la conciencia y la rectitud en las intenciones. 3. La falta de confianza: Muchos conflictos de convivencia surgen por la falta de diálogo, base de la comunicación. Sin diálogo, no tendríamos capacidad para comprender, ni elementos de juicio, ni saber que piensan nuestros hijos e hijas acerca de temas importantes como la vida, la sexualidad o el ambiente que se pueden encontrar en la escuela y en la calle. Si no se explican, por miedo a nuestra rigidez, no podremos dar nuestra opinión sobre lo que es mas conveniente, ya que no sabremos que solución sugerir. 4. Actitud negativa: Tenemos que ser positivos para actuar con serenidad y ocuparnos con tranquilidad de temas que preocupan a los hijos, especialmente en la adolescencia. Después de una conversación se pueden entender muchos conceptos equivocados y siempre se pueden encontrar puntos en los que se está de acuerdo para conseguir el acercamiento con el hijo o hija. La verdad lucirá mejor siempre que sea defendida con amabilidad, constancia y sin violencia. Queremos que nuestros hijos e hijas sean comprensivos y personas sociables. El termómetro de su tolerancia y respeto será la comprensión que tengan con el punto de vista de los familiares, amigos y conocidos. Que nunca hagan agravios a nadie. Todo el mundo tiene la posibilidad de cambiar si es bien tratado. Por esto, se dice lo que no esta bien, pero con gran amor hacia la persona que ha actuado mal. Si los padres y madres tienen respeto por la intimidad de sus hijos y tolerancia, sin dramatizar, sin enfrentarse, conseguirán de ellos y de ellas que reconozcan sus dificultades personales
  • 32. y que pidan el consejo oportuno. El Santo Padre Juan Pablo II, nos lo recomienda con esta frase: "Las ideas se proponen, no se imponen". Es para reflexionar. Tema V Jóvenes y medios de comunicación Los medios de comunicación: radio, prensa i televisión, son sobre todo transmisores de la información. Y no podemos negar que, nunca como hoy, hemos recibido con mayor velocidad lo que pasa en todo el mundo. También con Internet se ha ampliado esta información. Todos juntos son portadores de cultura y también ayudan al entretenimiento. Quizá convendría reflexionar si actualmente estos medios orientan de una manera clara, verdadera y objetiva y ayudan al perfeccionamiento de la persona o, por el contrario, los mensajes que nos llegan, no construyen, sino que transmiten una idea degradada del hombre y de su dignidad. Pensemos en la TV, ya que estadísticamente está demostrado que nuestros hijos pasan o, quisieran pasar, muchas horas viéndola. El contenido de los mensajes está normalmente animado por una ideología hedonista, en la cual, la única norma de conducta es buscar solamente el placer. El hombre se ha de mover exclusivamente por aquellas cosas que le resulten agradables y útiles. Por impusos primarios: comer, afirmación personal, sexo. El ideal es el confort, medida de la felicidad, y un excesivo sentimentalismo que se aplican a la vida diaria como si fuesen lo mejor. La publicidad nos presenta continuamente elementos y situaciones, en que el consumo es casi una obligación. Consumir es un verbo con un contenido tan grande de competitividad, que lleva a muchos a tener deseos desmesurados y, en muchas ocasiones, desproporcionados a la propia situación económica. En algunos espacio se crea confusión cuando se pone al mismo nivel: la verdad y la mentira; lo que es anormal como si fuera anormal. También cuando se enaltece la pornografía y la violencia. Ante este panorama los padres hemos de buscar soluciones por la influencia negativa que pueden recibir nuestros hijos. Por tanto, conviene dar criterio con el fin de educar su capacidad crítica y enseñarles a distinguir y a elegir. Hay que dar un tiempo de calidad a nuestros hijos, con cantidad de horas. Es importante saber qué piensan y qué les influye más. Discernir y
  • 33. observar. Así, por ejemplo, viendo juntos películas o programas de entretenimiento, haciendo comentarios y preguntas, con-seguiremos un clima de confianza que favorecerá el conocimiento y la comunicación. Los adolescentes, que por su edad son muy impresionables, también son muy idealistas, por lo tanto, no nos costará mucho que entiendan la prioridad de la persona sobre las cosas; de la ética sobre la ciencia; del espíritu sobre la materia. Como usuarios y receptores de los "mass media", hemos de hacer sentir nuestra voz para que lo que se ofrezca sea realmente un elemento de cultura y ayude a la mejora personal. Enseñar a nuestros hijos a pulsar el botón, sabiendo escoger lo más conveniente. También, los padres buscaremos con imaginación otras alternativas para ocuparles el tiempo libre, que sean más educativas y, a la vez, nos ayuden a conocer más a nuestros hijos, a divertirnos y a pasarlo bien juntos. Los contenidos de la televisión Una familia que desea transmitir una educación en valores a sus hijos tiene que tener verdadero cuidado con los contenidos de la televisión. Por esto, recordamos que no se ve televisión sino que se ven programas, previamente escogidos. Y también que las imágenes quedan profundamente grabadas y que influyen en nuestros hijos e hijas con mucha fuerza. Es aconsejable pactar con ellos o ellas el horario y la cantidad de tiempo que es conveniente dedicar. Hay que prever los programas que se verán. El gran reto de los padres y madres de hoy es conseguir convertir al espectador, no en un simple consumidor de productos televisivos, sino en un usuario; un usuario con capacidad crítica. Conviene dar criterio y aconsejar la necesidad de no ver según que programas: programas que tratan de violencia, de pornografía, los llamados ''basura'', que presentan modelos de personas con ciertos desequilibrios que no son ejemplares para nuestros niños o jóvenes. Es preocupante que las franjas horarias de la programación infantil hayan ido desapareciendo de la programación. Los impactos de violencia que se reciben son cada vez más frecuentes. Según estudios realizados a España, niños de 5 a 10 años consumen, al largo de un año 2.000 actos violentos. ¿Podríamos influir, en la supresión de según que programas y que los dirigentes de las televisiones públicas y privadas recordaran que la programación debería ayudar al perfeccionamiento de la persona y a su dignidad, informando, entreteniendo y educando en valores humanos?... Los mensajes que nos llegan están normalmente impregnados de hedonismo, dónde sólo se busca la satisfacción inmediata, y de materialismo, dónde sólo se valora la utilidad y el confort como medida de felicidad. Este fenómeno repercute en nuestra juventud, sutilmente manipulada y conducida en algunos casos (quizás por
  • 34. carencia de formación y de educación en valores humanos y espirituales) a ser víctimas del alcohol, de la droga y de otras dependencias malsanas para buscar un placer inmediato. Todo puede conducir a un deseo desenfrenado para conseguir más cosas materiales. Con palabras del Santo Padre Juan Pablo II: ''con un estilo de vida orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un deleite que se propone como fin él mismo''. Estos mensajes también los encontramos en la publicidad, especialmente dedicada a la juventud, más vulnerable y con dificultad para saber distinguir. Nos encontramos también por desgracia con una televisión con poco nivel cultural, que no fomenta la sensibilidad por la belleza, para hacer el bien, para amar la verdad, por la reflexión, ni por la contemplación de hechos que animen a llevar a término actos de generosidad a nuestros adolescentes, cargados de grandes ideales en su corazón. Las programaciones dedican muchas horas a la prensa del corazón, a hacer famosas personas con vidas poco edificantes y a debates, con temas frívolos y sin ningún contenido trascendente. Lo que priva actualmente es, muchas veces, la vulgaridad y la carencia de respeto entre los participantes, y pobreza en el lenguaje. También hay escenas que afectan la sensibilidad de nuestros hijos y hijas. El problema grave sería que se acostumbraran a verlas sin que los impresionaran. Debemos de estar dispuestos en este espacio de la educación de nuestros hijos, buscando otras alternativas divertidas e instructivas a la vez y adhiriéndonos a campañas de protesta, que busquen la mejora de la programación de las televisiones. Responsabilidad en el uso de Internet Tenemos en nuestras manos una gran herramienta educativa, pero que debemos saber utilizar. Reflexionaremos sobre este tema que es tan presente en la vida de nuestros niños y jóvenes. Debemos conseguir el uso responsable de Internet y, como siempre, deberemos acompañar y formar a los hijos e hijas de tal modo que puedan navegar por la red, con total tranquilidad, sin interferencias que malogren su formación humana integral. Se hace imprescindible, por lo tanto, aprender unas nociones de informática y así podremos dar criterios sobre que páginas son interesantes para el entretenimiento, la cultura, la mejora personal... y evitar los contenidos nocivos como por ejemplo violencia, droga, racismo, etc. Sugerimos visitar www.optenet.com; para información más amplia del uso de herramientas de prevención: www.internetsegura.net; y para consultas el correo electrónico: eduquemxarxa@fcr.es. Detallaremos a continuación unos aspectos sencillos pero aconsejables, para llevarlos a término dentro del ámbito familiar: 1. Colocar el ordenador en un espacio de paso: según estudios realizados, un 50 por ciento de usuarios entre 8 y 14 años se conectan a Internet. Siempre es más fácil recibir el apoyo de un adulto si un niño está situado en una zona
  • 35. común de la vivienda, y no a solas en su dormitorio, porque fácilmente pueden introducirse en la web visitada por nuestros hijos y hijas contenidos no deseables. 2. La conveniencia de establecer y pactar horarios para navegar por Internet: como en el uso de la televisión y para ir creando hábitos de orden, puesto que el uso indiscriminado de este medio podría resultar poco pedagógico, y en algun caso provocar "adicción". En cambio, con moderación y buscando webs adecuadas, ya sea para hacer un trabajo escolar, o para obtener una información, es un medio bastante provechoso y pedagógico para nuestros niños y adolescentes. 3. Proporcionar estrategias para enseñar a navegar por la red: Debemos saber que los jóvenes están muy interesados en los chats, especialmente las chicas. Se debe insistir a nuestros hijos o hijas del riesgo que podrían correr en dar sus señas personales (seria como dar las llaves de casa a un desconocido), y en que no deben citarse nunca con nadie para hacer una nueva amistad. 4. Crear un clima de confianza: Podemos tener la ayuda de "filtros" (consultar las webs indicadas más arriba), para evitar los mensajes nocivos de Internet. Pero, para conocer las aficiones de nuestros hijos o hijas, lo mejor es saber que les gusta y que buscan. Debemos escucharlos. Si no nos explican que les interesa no les podremos asesorar. También es conveniente animarlos a que nos pregunten cuando algo les sorprenda. Tenemos que dar la suficiente formación e información para que nuestros hijos e hijas sepan hacer un uso responsable de Internet. Cuando están conectados en el propio hogar es más fácil tener idea de por donde navegan, en cambio lo ignoramos cuando lo hacen con los amigos o conocidos. Se ha hecho popular la frase "enseñar a navegar sin hundirse", y esto es lo que debemos intentar como buenos padres, conociendo el ambiente que frecuentan los nuestros y proporcionando los medios necesarios para fortalecer su espíritu responsable. Estas nuevas tecnologías, bien orientadas, tienen grandes posibilidades para el crecimiento personal y para fomentar una curiosidad positiva de nuestros hijos. Internet ofrece una ventana abierta al mundo para la búsqueda y el conocimiento pero, como todo, requiere la atención de los padres y madres para instruir y orientar la manera de aprovecharla.
  • 36. Tema VI Los estudios de los hijos Al hablar del estudio hemos de considerar que éste es para tener mas formación y desarrollar habilidades de pensamiento. No lo podemos reducir a tener mas instrucción o conocimientos sino que es una base para realizar un trabajo bien hecho cuando uno sea adulto. Nuestro hijo o hija será más culto en la medida en que sea capaz de estructurar su saber y tenga ideas propias, fruto de su reflexión. Lo describe en pocas palabras R. Titone: "La cultura no es saber acumulado, sino saber asimilado". Lógicamente los padres somos los primeros responsables del estudio de nuestros hijos. El centro educativo da una ayuda complementaria, pero tan importante, que conocer el ideario de la escuela y el diálogo familia-colegio ocupan un lugar preferente. Conocer si nuestro hijo tiene baja capacidad intelectual, problemas de lenguaje o es perezoso, nos ayudará a mejorar nuestra tarea educativa. Tenemos casi un 30 por ciento de fracaso escolar en nuestro país, por tanto nos centraremos en algunos puntos importantes para el estudio: 1.- Nuestro hijo o hija ha de tener voluntad para estudiar. Crear hábitos y motivaciones para conseguirlo será lo mejor. Los horarios son fundamentales. El ambiente familiar de calma y serenidad influyen favorablemente. No podemos los padres obsesionarnos con las calificaciones. No podemos estar sólo preocupados por las "notas", sino valorar el esfuerzo personal más que los resultados. Todos conocemos padres, con pocos estudios, pero que interesados por los trabajos escolares consiguen que sus hijos aprendan. Dice A. Le Gall: "El alumno debe encontrar siempre en su familia, no una vigilancia exigente y que repare en todo lo correspondiente al trabajo escolar, sino un ambiente optimista y atento que anima y vigila al mismo tiempo". 2.- Procurar un espacio adecuado, con buena iluminación y sin ruidos para facilitar la concentración. Se trata de controlar la imaginación para que entienda lo que ha de estudiar. Así sabrá hacer un resumen y tener capacidad de síntesis para retener toda la materia que debe aprenderse. Escribe W. A. Kelly: "El estudio es el esfuerzo que pone el entendimiento, aplicándolo a conocer alguna cosa y, en especial, trabajo empleado en aprender alguna ciencia o arte".
  • 37. 3.- Saber memorizar. En este aspecto los padres, sean del nivel cultural que sean, pueden colaborar preguntando la materia que se ha de aprender. Hemos de ayudar a reflexionar. No es lo mismo, por ejemplo, saber un poema de memoria, que recordarlo y extraer conclusiones sobre su significado. 4.- Todo lo que sea fomentar el espíritu de laboriosidad en nuestros hijos con nuestro testimonio será la mejor herramienta para adquirir responsabilidad en el estudio. Dando ejemplo de orden en nuestro trabajo y de curiosidad por la cultura y los hechos sociales, nuestros hijos nos imitarán. Para finalizar, recordar que la elección de un centro educativo, que tenga el ideario adecuado a los valores que queremos transmitir en nuestra familia es primordial. A este respecto, transcribo un punto del ideario de un centro: "En nuestro centro educativo se cultivan las habilidades de pensamiento y de reflexión para que los alumnos sean más rigurosos en su trabajo, más críticos en su pensamiento y más justos en sus juicios". Los padres y el estudio Empezamos el curso escolar con la ampliación del tema Los estudios de los hijos y lo desarrollaremos con los siguientes artículos: 1.- Los padres y el estudio 2.- El rendimiento escolar 3.- Relaciones familia-escuela Después de este tiempo de vacaciones nos encontramos con el inicio del curso escolar, que supone para nuestros hijos e hijas un cambio de hábitos y de costumbres. Este cambio requiere por parte de los progenitores una reflexión para ayudar a hacer esta nueva etapa más amable y motivar el esfuerzo que comporta en los niños. No se puede olvidar que, en la mayoría de las familias, los niños han estado más acompañados por sus padres y madres, que han estado más descansados que en épocas de trabajo; por lo tanto, con más oportunidades para dedicarles muchos ratos de sus vacaciones. Vi el esfuerzo que supone el primer día de escuela en los informativos de una cadena televisiva, reflejado en una niña de 4 a 5 años, que al preguntarle como le iba sólo
  • 38. contestó "no quiero hablar" con un gesto muy significativo de rechazo. También es cierto que había otros niños que estaban ilusionados por reencontrarse con sus compañeros, pero para estos hijos o hijas preocupados por volver a la escuela, destacaremos a continuación algunos aspectos interesantes para conseguir una integración tranquila y feliz en las tareas escolares. 1.- Actitud positiva: Como que para muchos padres y madres coincide el periodo del regreso al trabajo con el inicio del curso escolar, es necesario no hacer ningún comentario negativo, ni quejarse por haber acabado las vacaciones. Los hijos tienen que notar que para los mayores trabajar nunca es una carga, sino un medio para ser útiles y hacer un servicio a los otros. Demostrar, con alegría y comentarios adecuados, la gran suerte que tienen de poder aprender, de relacionarse con otros niños, de reencontrarse con los amigos y los profesores, de tener un material escolar. También valorar que pueden acceder a estudiar, que no todo el mundo lo puede hacer con tanta facilidad. Hace poco, leía a la prensa que en el Nepal hay niños y niñas que tienen que andar dos horas de ida y dos de vuelta para recibir sólo dos de clase. También es una realidad que en algunos países las criaturas, especialmente las niñas, de bien pequeñas tienen que trabajar sin poder ir a la escuela. 2.- Vivir el orden: Es muy importante desde los primeros días crear hábitos que deberán de mantenerse todo el curso. Para hacerlo, se necesita la presencia del padre o de la madre, y si esto no es posible, de una persona capacitada para seguir las orientaciones adecuadas. Al llegar a casa, tenemos que pensar que opciones tenemos para ir organizando el tiempo libre: preparar la merienda, jugar o ayudar a hacer los deberes, buscando un sitio tranquilo y sin ruidos, para facilitar la concentración. Si fuera oportuno, algún día ver juntos un programa de televisión: un concurso, por ejemplo, que ayude a tener más vocabulario para expresarse mejor y que sean los padres que lo escojan, puesto que por la tarde proliferan muchos espacios que pueden provocar desorientación, aparte de la grande pérdida de tiempo que significan para toda la familia. Desde los primeros días de estos cambios, saber orientar y programar lectura, juego, música y actividades diferentes que ayuden a recuperar fuerzas y que las criaturas o los jóvenes lo pasen bien. 3.- Proponerse padre y madre, estar más tiempo con los hijos: Pensar con toda sinceridad con uno mismo, si alguna vez no se retrasa el regreso al hogar por comodidad, por desorden, o por pérdidas de tiempo durante el día. Sé de empresas, todavía pocas, que valoran mucho el trabajo de una madre de familia numerosa por su capacidad organizativa y actitud positiva para resolver problemas, y también, porque se preocupa por dedicar a sus hijos un tiempo de calidad cuando vuelven de la escuela. No es lo mismo para un niño abrir la puerta con la llave, entrar a solas a casa y hacer lo que le complace sin límites, que otro al que espera el padre o la madre para acompañarlo en las actividades extra-escolares. Para un niño pequeño es muy importante explicar qué le ha pasado el tiempo que ha estado fuera de casa. Así, se encuentra acogido y escuchado y con sus necesidades afectivas cubiertas; se trata de que nos lo confíen todo, cuando ellos o ellas quieran, no cuando vaya bien a los padres.