1. Relaciones Medio Ambiente-Economía
La necesidad de una nueva mirada*
Catalina Granda Carvajal** (CV)
Universidad de Antioquia
c2granda@gmail.com
Resumen
Las relaciones entre medio ambiente y economía han cobrado importancia en los últimos años
como consecuencia de las crisis energéticas y ambientales asociadas a los procesos de desarrollo
económico. En este documento se ilustran los principios que han sustentado dichas relaciones y la
forma como la Ciencia Económica los ha incorporado en su marco teórico.
Abstract
The relations between economics and the environment have gained importance in the last years
due to the energy and environmental crises associated to economic development. This document
illustrates the principles upon which these relations have been supported and how the science of
Economics has incorporated these principles into its theoretical framework.
Palabrasclaves: Leyes de la termodinámica, Desarrollo económico, Crisis ambiental, Escasez,
Epistemología de la Economía.
Clasificación JEL: A19, O13, Q00
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Granda Carvajal, C. “Relaciones Medio Ambiente-Economía. La necesidad de una nueva mirada"
en Contribuciones a la Economía, agosto 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
INTRODUCCIÓN
Las relaciones entre medio ambiente, energía y economía se han puesto de
presente en los últimos años como consecuencia de los procesos de desarrollo
económico, las crisis energéticas y ambientales y las críticas a los presupuestos
epistemológicos de las distintas ciencias y los cambios que éstas están
efectuando.
2. En este corto y esquemático documento, se pretende mostrar los principios que
tradicionalmente han sustentado estas relaciones así como mostrar que la Ciencia
Económica aún no ha adaptado su marco teórico para tener en cuenta los
cuestionamientos que en la actualidad se le hacen; por último, se sugieren
algunos cambios que valdría la pena se suscitasen en el marco teórico de la
Economía para detener las consecuencias que las relaciones vigentes han tenido
en la práctica.
I. Relaciones Medio Ambiente-Economía: Principios Básicos
Las relaciones entre los entornos naturales y las actividades económicas y la
forma como la Economía, en tanto disciplina científica, ha discernido estas
relaciones se basan en tres pilares fundamentales, a saber: las leyes de la
termodinámica y sus repercusiones sobre la noción de progreso, las funciones que
desempeñan los recursos naturales en el proceso económico y la visión de este
último con respecto a los fundamentos anteriores.
A. ENERGÍA Y PROGRESO
La energía es la capacidad de efectuar cambios de cualquier índole (e.g.,
naturales, tecnológicos); en ese sentido, ella interviene en todo proceso de
transformación material, incluyendo la producción de bienes y servicios.
La energía se almacena tanto en la materia (por ejemplo, combustibles fósiles,
biomasa) como en campos de fuerza (electricidad, trabajo animal y humano) y,
desde el punto de vista cualitativo, existe en dos estados:
- Energía disponible o libre, que posee una estructura ordenada y que el hombre
puede transformar casi por completo, y
- Energía confinada o no disponible, que está desorganizada, dispersada
caóticamente, y que el hombre jamás podrá transformar.
Teniendo en cuenta estos elementos, se pueden enunciar los dos principios
fundamentales de la termodinámica, los cuales rigen todas las transformaciones
energéticas y materiales que tienen lugar en el Universo.
El primer principio, o ley de la conservación de la energía, estipula que la energía
y la materia no se pueden crear ni destruir a lo largo de los diferentes procesos,
sino que son transformadas en sus diversas manifestaciones.
Por su parte, el segundo principio, o ley de la entropía, plantea que ésta es decir,
la cantidad de energía no disponible en un sistema aislado acusa incrementos
continuos, de modo que el orden de dicho sistema se transforma progresivamente
en desorden.
Así las cosas, la energía y la materia están sujetas a una ley de conservación,
pero también a una ley que contempla su degradación cualitativa e irreversible, de
3. ahí que se diga que “nada pasa en el mundo sin transformación de energía y sin
producción de entropía” (Kümmel, 2001, p. 410).
Sin embargo, desde el punto de vista epistemológico y de la praxis científica, las
posibilidades ilimitadas de transformación derivadas de la primera ley de la
termodinámica constituyen el principal cimiento de la noción de progreso a cuyo
propósito se han encaminado los desarrollos de diversas ciencias, entre las que se
incluye la Economía.
Dichas ciencias enarbolan el paradigma mecanicista, que tiene como una de sus
bases la ley de la conservación de la materia y la energía, echando a un lado el
principio de entropía y, en consecuencia, desconociendo las limitaciones que éste
impone sobre el progreso al que pretenden coadyuvar.
B. Funciones de los Entornos Naturales
Desde una perspectiva económica, los entornos naturales tienen cuatro
funciones: en primer lugar, proveen insumos al sistema productivo; en segundo
lugar, actúan como sumidero para los residuos resultantes de las actividades de
producción y consumo; en tercer lugar, constituyen el soporte de la vida (al facilitar
fenómenos como la estabilidad ecosistémica y climática) y, por último, suministran
servicios de “amenidad”, esto es, de esparcimiento y deleite.
No obstante, es importante tener en cuenta que la capacidad del ambiente natural
para desempeñar ambas funciones es finita. Tal finitud se relaciona con el nivel
en que las actividades humanas lo afectan de modo irremediable.
Así, por una parte, la disponibilidad de recursos naturales depende del ritmo de
utilización y explotación que se haga de los mismos (excepto en el caso de los
recursos no-renovables) en comparación con sus tasas de regeneramiento
natural; por otra, si la generación y vertimiento de residuos es tal que se altera la
capacidad del medio ambiente para asimilarlos, la absorción de residuos se
deteriora (Pearce y Turner, 1995, cap. 3).
C. Visiones del Sistema Económico
La teoría económica dominante no considera de manera explícita los recursos
naturales y energéticos porque no ha incorporado en su marco analítico las
funciones que estos recursos desempeñan en la estructura y operación del
sistema económico. Para entender esto, es pertinente contemplar la visión de las
actividades económicas que subyace al análisis de la ciencia económica.
La Economía considera el proceso económico como un flujo circular aislado del
medio físico (es decir, en el que no hay entradas ni salidas de materia y energía)
en el que las empresas y las familias intercambian bienes/servicios y dinero, tal
como se representa en el Gráfico 1.
4. Gráfico 1. Visión de la economía del sistema económico
Sin embargo, esta visión no considera que los bienes y servicios intercambiados
en los mercados son producidos en el ámbito material obedeciendo a las leyes de
la física (especialmente las leyes de la termodinámica), la química y la biología; de
hecho, la mayoría de las teorías y modelos de la producción y el crecimiento
económico tienden a ignorar estos principios biofísicos (Hall et al., 2001). Si tales
leyes fuesen consideradas, la visión pre-analítica del sistema económico
semejaría el Gráfico 2.
Gráfico 2. Visión biofísica del sistema económico
5. De acuerdo con esta visión, el sistema económico es un subsistema encajado
dentro de un ecosistema más amplio y está sujeto al irreversible flujo entrópico de
energía y materiales inherente a los procesos de absorción de recursos y
excreción de residuos que caracterizan a las actividades constituyentes del
proceso económico (producción y consumo).
II. La concepción económica del entorno natural
La visión pre-analítica del proceso económico mencionada anteriormente refleja la
concepción que la Economía tiene de su objeto de estudio, a saber, el intercambio
mercantil. En dicha concepción, la noción de escasez desempeña un papel
crucial, como lo pone de presente la definición de Lionel Robbins de la Economía,
que es hoy en día la más aceptada:
La Economía es la ciencia que estudia la
conducta humana como una relación entre
fines y medios limitados que tienen diversa
aplicación[1].
Tal como puede observarse, la escasez y la actitud humana frente a ella es
vista como una relación entre fines y medios limitados susceptibles de diferente
utilización. De acuerdo con ello, y teniendo en cuenta la consideración tradicional
de que los recursos naturales son “abundantes”, los economistas han
argumentado que estos últimos no son importantes para la Economía y, por ende,
les asignan un bajo valor monetario. Así, citando de nuevo a Robbins,
En el mundo exterior existen cosas tan
relativamente abundantes que el uso de unas
cuantas unidades para un fin no supone
renunciar a otras unidades para otro. El aire
que respiramos es un ejemplo de esos bienes
´gratuitos´[2].
Con base en estas consideraciones, se ha liderado desde la Economía y otras
ciencias exactas y aplicadas una acelerada transformación socio-económica
estrechamente ligada a la capacidad del género humano de controlar y utilizar los
recursos naturales y energéticos disponibles (renovables y no renovables) con
fines productivos y consuntivos.
Esta acelerada transformación, con la entropía resultante de la misma y habiendo
rebasado los límites de algunas funciones de los entornos naturales, conduce a
las diversas formas de contaminación ambiental que hoy se presencian, al igual
que a las crisis energéticas y de abastecimiento (por ejemplo, la inseguridad
alimentaria) que aquejan a algunos países y que ponen en vilo el mantenimiento
futuro de la vida humana.
6. Es así como la “crisis” ambiental le ha exigido a la ciencia económica sobre la
cual, en parte, se sustentó el progreso que llevó a aquélla ofrezca respuestas
mediante la incorporación de los recursos naturales en su marco teórico. Al
respecto, cabe observar que esta exigencia se corresponde con el viraje en la
atención de todas las ciencias, tanto naturales como sociales, desde la creación
de tecnología y la mayor disponibilidad de objetos materiales hacia la
supervivencia de la especie humana.
De este modo, la Economía empieza a preocuparse por los recursos naturales tan
pronto se le exigen respuestas a la crisis ambiental mencionada y en tanto
observa que tales recursos pueden llegar a constituir una restricción al crecimiento
económico sostenido. A partir de ese momento, la ciencia económica empieza a
considerar los recursos naturales como bienes económicos, en vista de las
limitaciones que las acciones humanas han provocado sobre su disponibilidad y
calidad.
Como consecuencia de lo anterior, surge la Economía Ambiental, una división de
la Economía que intenta extender el radio de acción del instrumental teórico
convencional para ocuparse del medio ambiente y sus funciones. Esta disciplina
se subdivide a su vez en Economía de los Recursos Naturales y Economía de las
Externalidades (o Economía Ambiental propiamente dicha), en concordancia con
las funciones económicas de los entornos naturales (Sollner, 1999, pp. 103-104).
Así, de un lado, la Economía abarca los efectos de las emisiones contaminantes
bajo el término “externalidades” o “costos externos” en la medida que estos no son
asumidos por quienes los provocaron, sino por terceros que los sufren,
constituyendo por lo tanto fallas o imperfecciones del sistema de mercado. En
consecuencia, la Economía de las Externalidades discute las diferentes maneras
en que éstas pueden reducirse a valores monetarios.
Al respecto, las alternativas teóricas las proveen los economistas Pigou y Coase.
Para el primero, se deben intentar “corregir” las imperfecciones del mercado
evaluando los “costos sociales” e imputándoselos a los “costos privados” de las
empresas mediante impuestos. Por su parte, Coase postula la realización de
ajustes en el marco institucional (en concreto, una mejor definición de los
derechos de propiedad) como condición para que el mercado “internalice” las
externalidades negativas (Naredo, 1987, pp. 66-67).
De otro lado, la Economía de los Recursos Naturales introduce el criterio de Gray-
Hotelling para fijar los precios “eficientes” del consumo de los recursos naturales,
renovables o no, introduciendo hipótesis relativas a las preferencias de las
diversas generaciones que se reflejan en una tasa de descuento intertemporal
(Martínez-Alier, 1999, p. 24; Posada Londoño, 1997, pp. 41-44).
Como se ve, la Economía Ambiental, al incorporar el entorno natural en su marco
teórico, lo ha considerado un problema de asignación de recursos (escasos),
7. propugnando por su valoración monetaria e ignorando las particularidades que
entraña la gestión de los recursos naturales y el medio ambiente, en las que el
conocimiento de la segunda ley de la termodinámica resulta crucial.
En efecto, la noción económica de escasez contrasta con aquella implícita en la
segunda ley de la termodinámica, que postula una irreversible degradación de la
materia y la energía como consecuencia de su transformación durante el proceso
económico de un estado de baja entropía (alta disponibilidad y orden) a uno no
disponible de alta entropía (Georgescu-Roegen, 1988, p. 853; Cleveland y Ruth,
1999). Este contraste pone de manifiesto que la Economía continúa concibiendo
el proceso económico como un proceso completamente aislado de las realidades
biofísicas en las cuales éste se inscribe.
III. La necesidad de una nueva mirada
El análisis de las relaciones entre el medio ambiente, la energía y la Economía
señalado anteriormente se corresponde con las críticas hechas en los últimos
años al paradigma económico dominante por su ausencia de interdisciplinariedad,
su concepción del sistema económico como un sistema aislado del medio físico y
su interés en el progreso y el bienestar material de los individuos (Gómez G.,
2001; Martínez-Alier, 1999).
La visión del sistema económico como un flujo circular evidencia el carácter
mecanicista de la economía convencional toda vez que ésta, al centrar su
preocupación en el intercambio de bienes y servicios por valores monetarios,
enfoca su estudio hacia fenómenos reversibles, los cuales divergen
profundamente de la naturaleza entrópica de las actividades de producción y
consumo que sustentan el proceso económico y que se refleja en la crisis
ambiental.
El hecho de que la economía convencional hubiese dejado por fuera de su marco
analítico durante tanto tiempo los recursos naturales se refleja en la priorización
que ella hace de los valores monetarios, así como en el fomento del uso intensivo
de los recursos naturales –mediante el argumento según el cual estos son “bienes
libres”– que ha redundado en su creciente deterioro y falta de disponibilidad.
No obstante, estos cuestionamientos no suscitan aún un viraje suficientemente
significativo en la Economía, que lleve a una reconsideración del entorno natural
en el cual se insertan los fenómenos objeto de su estudio. En ese sentido, es de
subrayar que la forma como esta disciplina ha abordado los problemas asociados
al agotamiento de los recursos naturales y la contaminación ambiental revelan el
predominio de la preocupación por conservar y extender el radio de acción de los
enfoques convencionales, en vez de revisarlos con el fin de mejorar el tratamiento
de estos asuntos.
Al respecto, para que la Economía aborde adecuadamente los problemas
energéticos y ambientales, se sugiere adoptar una nueva mirada que tome en
8. cuenta las leyes de la termodinámica y, en particular, la ley de entropía, que
plantea que toda transformación material es irreversible y da lugar a la generación
de desechos físicos y energía disipada.
En tal sentido, se hace un llamado de atención acerca de la necesidad de elaborar
teorías que den cuenta adecuadamente de lo que ocurre en los procesos de
producción de bienes y servicios y que contemplen tanto los inputs (recursos
naturales y factores productivos) como los outputs (productos y desechos)
asociados a estos procesos.
Asimismo, es importante tener en cuenta que los precios no son indicadores
apropiados del valor de las funciones que desempeñan los ambientes naturales en
el proceso económico[3]; por ello, se sugiere complementarlos con cuentas físicas
de los recursos naturales y de los impactos que las actividades económicas
ejercen sobre el medio ambiente.
De esta manera, estos indicadores en su conjunto contribuirían efectivamente a
orientar la gestión de la naturaleza y detener la ejecución de la parábola del hijo
pródigo que, en su versión posmoderna, plantea que:
el hombre coge su parte de la herencia
(recursos energéticos y materiales), la
malbarata, la agota y, al final, sólo le queda
una salvación ´de fuera´[4].