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Narran los historiadores que el nombre de Virgen del Rocío fue tomado, con hondo sentido
teológico, de la oración postcomunión de la fiesta de Pentecostés, hoy en la misa votiva del Espíritu
Santo. En ella se pide a Dios que su Espíritu limpie nuestros corazones y los fecunde con el Rocío
de su venida. El Oficio de Lecturas del mismo día recoge un fragmento del tratado Adversus
Haereses, de San Ireneo, donde se afirma que necesitamos del Rocío de Dios, para que no nos
abrasemos, ni nuestra vida quede infecunda.
   La paloma, teofanía del Espíritu Santo, revolotea en el palio sobre la Virgen del Rocío,
otorgándole, como amante Esposo, su poético y sugestivo nombre. Por eso la imagen es invocada
universalmente como Blanca Paloma.

                                                       La imagen de la Señora en la Ermita del
                                                       Rocío, está de pie, hierática, con la mirada
                                                       baja y la expresión dulce y sonriente, viste
                                                       a la moda de los Austrias, y ostenta corona
                                                       y ráfaga. Como Virgen Majestad, sostiene
                                                       al      Niño        entre     sus     manos.
                                                       La primera descripción que conservamos
                                                       de la talla nos la facilita Morgado en 1,882.
                                                       En su interesante examen artístico afirma
                                                       que se trata de una bellísima escultura, que
                                                       mide
  poco más de un metro, y revela el estilo propio de principios del siglo XV, época en que fue
  aparecida según refiere la tradición. Añade que por estos años debió sufrir una restauración
  que le imprimió su carácter gótico. Despojada de su indumentaria del siglo XVII observa que
  la talla original tiene completamente borrado su rostro, pende de sus hombros un sencillo
  manto pintado de azul, y el vestido está de verde, sujetándolo a la cintura una correa salpicada
  de estrellas de color de oro, dejándose ver entre los pliegues de la túnica por su parte baja, el
  calzado grana de forma puntiaguda. En el sitio del pecho del lado izquierdo, está
  perfectamente señalado el lugar que ocupó el Niño. Por último, expone que la imagen ha
  experimentado dos grandes modificaciones: la primera fue cuando fue hallada, es decir, en el
  siglo XV; y la segunda en el 1,635, en que dejó de ser de talla para vestirla de ricos brocados
  al gusto de la época, dejando oculta y mutilada la imagen.
      Otra descripción de la escultura de la Virgen del Rocío, fue emitida en 1,949, por el pintor
  sevillano Santiago Martínez, designado por la Junta Diocesana del Tesoro Artístico para
  informar acerca del estado de conservación de la imagen. El escrito dice: La escultura es de
  período gótico perfecto, buena como obra artística, bien conservada de la cintura para abajo,
  no así el resto, que se encuentra mutilado desgraciadamente por arreglos, tal vez muy remotos,
  con objeto de darle ciertas formas, para adaptarle las ropas, ráfagas y el Niño. La Virgen está
  de pie, los plegados y forma del cuerpo están muy bien resueltos en su dibujo y modelado,
  asomándole entre los pliegues unos chapines pintados de rojo. La decoración que se conserva
  no está mal en sus sencillos dibujos de dicho estilo gótico. La cara tan bella y atrayente de la
  celestial Señora, parte principal de toda la imagen, que enmarca el rostrillo cuando está vestida
  con el traje de Reina, también tiene antigua restauración, conservándose por fortuna todos los
  rasgos de expresión y modelado de escultura sin que parezca haber sufrido importantes
  transformaciones. La encarnación, aunque retocada con seguridad hace muchos años, conserva
  también lo esencial de la obra antigua.

     Infante Galán sostiene que Alfonso X el Sabio, levantó una Ermita dedicada a Santa María
en un lugar de caza denominado Las Rocinas, entre 1,279 y 1,284. Por el contrario, el profesor
Hernández Díaz opina, a juzgar por lo que dejan ver sus vestidos, que se trata de una efigie
gótica de las postrimerías del siglo XV. Y Alvarez Gastón se limita a sintetizar todo lo
expuesto, haciendo constar que la escultura actual, gótica, es, según unos, obra de fines del
XIII, y, según otros, de los últimos años del XV. He aquí el estado de la cuestión. Nosotros, a
tenor del presente estudio, nos inclinamos a catalogarla como una escultura de las postrimerías
del siglo XIII.

    Santa María de las Rocinas, a fines del siglo XVI o principios del XVII, fue vestida de ricas
telas, conforme al gusto e ideas estéticas y espirituales de aquel tiempo. Desde entonces la
Virgen luce el traje de gran dama española. El vestido se componía de la basquiña o falda
acampanada, con el verdugado armazón cónico de aros para mantenerla ahuecada y tensa,
jubón o corpiño para cubrir el busto, con gorguera de encajes y ajustadas mangas con puños o
vuelillos también de encajes y enriquecidas con franjas horizontales de pasamanería. Sobre las
mangas del jubón se lucían otras, amplísimas, denominadas de puntas o perdidas.
     Para vestir así a la Virgen del Rocío, el traje experimentó ciertas innovaciones, que con
ligeras variantes se mantiene hasta la fecha. Para ello, la gorguera se prolongó y adaptó a la
cabeza de la Señora en forma de cofia y sobre ella se colocó el simbólico velo de las vírgenes.
El manto pendía de los hombros, y no como ahora que cubre la cabeza.
    Las pequeñas modificaciones introducidas en el vestido de la Virgen corresponden a etapas
posteriores de su evolución. La ráfaga de puntas de plata dorada fue donada en 1,733 por José
Carlos Tello de Eslava, canónigo de Sevilla, y por su hermana Isabel. El vuelillo de encaje que
rodeaba el rostro no se transformó en rostrillo hasta el último tercio del siglo XIX. Fecha en
que las amplias mangas de punta se convirtieron en mantolín. Y por último, desde principios
del siglo XX se le prendieron flores en los hombros y al centro de la ráfaga.
     Entre las numerosas joyas con que se engalana, merece destacarse una, por el especial
simbolismo que encierra, y por haberse popularizado en una canción. Se trata de una
salamanquesa o salamandra, donada por el vizconde de la Palma, Ignacio Cepeda, que la
Virgen luce en el hombro. A la salamandra se le atribuía la propiedad de vivir en medio del
fuego, sin recibir la menor quemadura, antes bien, se regeneraba entre las llamas, como el ave
fénix. Esta significación, hoy olvidada, era sobradamente conocida y relacionada con el fuego
del Espíritu Santo, hasta el punto de que en los sínodos de Jaén, 1,492, y de Córdoba, 1,520, se
reseña el hecho de que el día de Pentecostés arrojaban lagartijas en el interior de los templos.
     La corona de oro y pedrería que luce la Virgen en sus fiestas, fue realizada por Ricardo
Espinosa de los Monteros, en Mayo de 1,919. La corona del Niño la confeccionó José de los
Reyes Cantuero, en la misma fecha. De entonces es también el rostrillo metálico, que imita a
los que en principio lució, de tisú de oro o plata con argentería.
La tradición acerca de la aparición de la
                                                     Virgen está recogida en la Regla de la
                                                     Hermandad del año 1,758. La piadosa y
                                                     poética narración presenta los rasgos
                                                     comunes de todas las invenciones o
                                                     apariciones legendarias de imágenes
                                                     marianas. Cuenta que durante el siglo XV,
                                                     un hombre fue al sitio de Las Rocinas a
                                                     apacentar el ganado, o a cazar. Ante el
                                                     insistente ladrido de los perros, decidió
                                                     internarse en la maleza, y allí entre
                                                     zarzales, halló la imagen, colocada sobre el
                                                     tronco de un árbol. Era de talla, y su belleza
                                                     peregrina.
                                                     Vestíase de una túnica de lino entre blanco
                                                     y verde, y era su portentosa
hermosura         atractivo     aún      para       la       imaginación       más        libertina.
     Aquel hombre decidió trasladar tan bello simulacro a la villa de Almonte, a tres leguas del
sitio de la aparición. Pero cuando logró sacar a la Virgen de la espesura, se quedó dormido por
el gran esfuerzo. Al despertar, la imagen había desaparecido. Volvió al lugar de la invención, y
la halló nuevamente allí. En vista de lo cual, fue a Almonte y contó lo sucedido. De inmediato
llegaron al lugar de los hechos el clero y el cabildo secular de esta villa. Comprobada la
veracidad de lo referido, decidieron levantar un templo en su honor: Hízose, en efecto, una
pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal
modo que el tronco en que fue hallada sirviera de peana adorándose en aquel lugar con el
nombre de Virgen de las Rocinas.
     La Virgen ha sido invocada en aquellos parajes desde el siglo XIII con tres títulos. La
leyenda dice que en la espalda de la figura se leía: Nuestra Señora de los Remedios. Sin
embargo, la Virgen comenzó a recibir culto con el toponímico de Santa María de las Rocinas.
Y con motivo de fijarse su fiesta en la Pascua del Espíritu Santo, se transformó el título en
Rocío el 29 de Junio de 1,653, siendo en este mismo año proclamada Patrona de Almonte.
Advocación mariana de mística y significativa alusión. De ahí que la paloma, símbolo
iconográfico del Espíritu Santo, sea, en la devoción rociera, atributo y piropo de la Madre de
Dios.
     La devoción a esta imagen fue prendiendo en aquel lugar de las marismas. Las Crónicas de
Alfonso XI reseñan una cacería del monarca en aquellos parajes, cuando en 1,337 volvió a
campear contra Portugal. Al recoger el rey su experiencia cinegética en el Libro de la
Montería, compuesto entre 1,340 y 1,348, menciona expresamente la Ermita de Santa María
de las Rocinas. De 1,349 es una noticia que pudimos hallar entre los pergaminos de la
colección diplomática del monasterio de Santa Clara, de Moguer, indicativa de la fama
alcanzada por esta Virgen más allá de los términos de Almonte. En efecto en el testamento de
Urraca Fernández, vecina de Niebla, fechado el 10 de Febrero de 1,349, se mandan dos
maravedíes a la obra de Santa María de las Rocinas, y a las ermitas de Santa María de
Lavapiés (Niebla), Santa María de la Furugente (Moguer) y San Juan de Moraniña (Bollullos
Par del Condado), y a otras iglesias.


   Durante la Baja Edad Media el culto de la Virgen del Rocío estuvo mal atendido por falta
de medios económicos y por la inhóspita situación de la Ermita. Sin embargo, la ubicación
entre Sanlúcar de Barrameda y Niebla, señoríos de los Guzmanes, vía de comunicación
obligada para los intercambios comerciales, favoreció la difusión del tal advocación mariana.
A finales del siglo XVI concurren dos hechos que fomentan esta devoción. En 1,574,
Pedro de Gauna, canónigo de la catedral de Sevilla, funda en Almonte un convento de
Mínimos, con el título de Nuestra Señora de la Victoria, que andando el tiempo se harán cargo
del culto durante más de veinte años en el entonces casi abandonado Santuario de Santa María
de las Rocinas. Y sobre todo, al otorgar su testamento Baltasar Tercero, natural de Sevilla,
vecino de Lima, el 11 de Febrero de 1,587, ante el escribano público Esteban Pérez, dispuso la
fundación de una capellanía en la Ermita que se llama Nuestra Señora de las Rocinas que está
entre Sanlúcar de Barrameda y la dicha villa de Almonte, dejando para ello dos mil pesos
ensayados y marcados y quinientos pesos ensayados para reparos de la dicha Ermita de
Nuestra Señora de las Rocinas y para que viva el clérigo que sirviese la dicha capellanía y para
ornamentos y para las demás cosas necesarias para servicio de la dicha capellanía.
     Al principiar el siglo XVII se inicia un gran desarrollo del fervor popular en torno a la
Señora de las Rocinas. las causas que lo provocaron, junto a las ya citadas, fueron el traslado
de la Virgen de Moraniña, de Bollullos Par del Condado, en 1,602 a Sevilla, que hizo posible
que la devoción mariana de toda la comarca revirtiera sola y exclusivamente en la ya famosa
Virgen marismeña. Y sobre todo, el sentido movimiento mariano del Barroco y la Reforma,
que en Sevilla es esencialmente concepcionista, como justa y adecuada réplica a la corriente
antimariana de protestantes y jansenistas.
    Los devotos de la Virgen, enfervorizados por las pláticas y sermones de los predicadores,
acudían ante su augusta presencia en demanda de remedio y solución para sus males. Así fue
cómo la fama de la Blanca Paloma voló por toda Andalucía, por toda España e incluso por
América.
    Ante la epidemia sufrida en 1,649, los almonteños decidieron trasladar procesionalmente a
la Virgen desde el Santuario a la Parroquial de Almonte. Poco después la villa quedó libre del
azote que diezmaba las poblaciones andaluzas. Y como pública protestación de fe y gratitud a
la Señora por todos los favores y gracias recibidos por su intercesión, el 29 de Junio de 1,753,
el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa juraron defender la Inmaculada Concepción de la
Virgen y votaron por Patrona de esta villa a la Reina de los Ángeles, Santa María de las
Rocinas.
    Según se hace constar en tal acta, la fiesta de la Virgen se celebraba con misa solemne y
sermón el día de la Natividad o del Dulce Nombre de María. En fecha inmediata se instituyó la
fiesta anual, al decir de la Regla, el día segundo de la Pascua del Espíritu Santo. Por aquel
entonces se transformó la advocación de Rocinas a Rocío.
Y surge la tan renombrada romería como una de las manifestaciones más importantes de la
religiosidad y del folclore andaluz, en honor de la Patrona de Almonte y Reina de Andalucía.
Para el sostenimiento y solemnidad de los cultos se funda la Hermandad Matriz. Luego, a
imitación de la de Almonte, se fueron erigiendo otras muchas.
Ante ciertas necesidades urgentes y graves, sequías, epidemias y hambre, la Virgen era traída a
Almonte. Según Álvarez Gastón, en el siglo XVIII vino trece veces; en el siglo XIX hay
constancia de seis; en el XX, en 1,915 con motivo de la restauración del Santuario, en 1,919
por la del camarín y retablo; a los siete años de coronación canónica lo hizo nuevamente.
Desde entonces lo hace con la misma periodicidad. El traslado desde la Basílica del Rocío
hasta la Parroquial de Almonte se hace a hombros de todo el pueblo. La Virgen en esta
ocasión, viste de Pastora. En realidad se trata de una ropa de camino propia de la indumentaria
femenina de hacia 1,600, compuesta por larga saya, bohemio o capotillo y sombrero de
amplias alas, decorado con flores silvestres. A su llegada al Chaparral, se saluda a la Señora
con un gran estruendo de salvas de escopetas al aire, signo de júbilo y contento entre los
campesinos y cazadores de la localidad. Una vez desvelada la imagen, comienza el recorrido
por el itinerario previsto, en el que se levantan arcos triunfales decorados con filigranas de
papel, de bellísima artesanía popular. El retorno a la aldea de el Rocío sigue el mismo ritual.

   Por último, hemos de reseñar la fundación de otra festividad, conocida popularmente como
el Rocío Chico, para rememorar anualmente la prodigiosa intercesión de la Blanca Paloma en
Almonte durante la invasión francesa. Sabido es que el 17 de Agosto de 1,810, dos partidas de
caballería del ejército francés reclutaban hombres en Almonte para organizar una milicia
cívica. Inesperadamente, treinta y seis vecinos de la localidad se amotinaron y dieron muerte a
la mayor parte de los soldados franceses, incluyendo al capitán Dosau. Desde Sevilla se
dispuso como escarmiento que Almonte fuese saqueada y degollada toda la población. Así fue
cómo, en la noche del 18 al 19 del citado mes, apresado el cabildo eclesiástico y el brazo
secular de la villa, ofrecieron a la Virgen del Rocío, si salvaban la vida, celebrar una función
anual de acción de gracias en memoria del beneficio alcanzado. Ante la situación creada, un
puñado de soldados españoles se encaminaron desde Aznalcázar hasta Sevilla para desafiar a
los franceses, que, temerosos, hicieron volver a las tropas enviadas para castigar a los
almonteños. Más tarde, apagada la sed de venganza, se conmutó la sentencia por un impuesto
dinerario. De esta forma se salvó Almonte. Y a partir de entonces, cada 19 de Agosto se dan
cita en el Rocío, junto con los almonteños, miles de devotos para cumplir lo prometido.
     Uno de los acontecimientos más importantes de la devoción rociera fue la coronación
canónica de la venerada imagen, concedida por el cabildo de la Basílica de San Pedro del
Vaticano, reunido en su aula capitular el 11 de Agosto de 1,918. Consta por un rescripto
fechado el 8 de Septiembre del mismo año, encabezado por el Cardenal Rafael Merry del Val.
Tras los laboriosos preparativos, asumidos por una comisión presidida por Juan Francisco
Muñoz y Pavón, tuvo lugar la solemne ceremonia en la señalada fecha del 9 de Junio de 1,919.
El Cardenal de Sevilla, Enrique Almaraz y Santos, depositó la aúrea corona en las sienes de la
Virgen, mientras pronunciaba las palabras del ritual: Así como te coronamos en la tierra,
merezcamos, por tu intercesión, ser coronados en el Cielo. En el lugar que ocupó la Señora en
esta ocasión, para perpetua memoria se levantó aquel año un triunfo, obra del escultor
sevillano Ordóñez.
     La romería del Rocío es de tal magnitud que desborda por completo los límites del
presente estudio. Es tan rica en matices y aspecto religiosos, folclóricos, sociológicos,
antropológicos, artísticos y culturales, que se consagra como arquetipo de romerías populares.
Se celebra en la Pascua de Pentecostés.




Con anterioridad, según la distancia, las hermandades filiales efectúan su salida en
peregrinación hacia la aldea del Rocío. El sábado, víspera de la fiesta, hacen su entrada oficial
y su presentación a la Virgen. Por riguroso orden de antigüedad son recibidas por la
hermandad matriz ante el Santuario.
    El Domingo de Pentecostés, en el Real del Rocío, se celebra una misa solemne de
pontifical, oficiada por el obispo de Huelva. Llegada la noche se organiza el Rosario Grande.
Y en la madrugada del lunes tiene lugar la singular procesión de la Blanca Paloma. Hasta el
siglo XIX se celebraba a continuación del canto de tercia, sobre las diez de la mañana. Al
mediar la centuria, se suprimió la hora canónica para salir inmediatamente después de la
eucaristía. Hacia 1,920, la procesión guardaba aún ciertas formas litúrgicas. Luego se fijó la
hora de salida en el rayar del alba. Pero en los últimos años, apenas hay lugar para las
tradicionales misas de instituto que se celebran en la madrugada. Inesperadamente los
almonteños irrumpen en el presbiterio y arrebatan enfervorecidos a la Virgen que sacan al
exterior del Santuario en sus andas o baldaquino de plata.
Del Santuario donde es venerada la Patrona de Almonte, digamos que primitivamente fue
una pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de
tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviera de peana. Debido a los graves
desperfectos que sufrió en 1,755, hubo necesidad de derribarla y levantar otro Santuario en su
lugar, cuyas obras finalizaron en 1,760. Hacia 1,764-1,765 se instaló en su interior el
espléndido retablo-vitrina, atribuido a Cayetano d´Acosta, en que recibió culto la imagen hasta
1,963. Debido a la afluencia desbordante de peregrinos, facilitada por la nueva carretera, se
hizo imprescindible levantar un Santuario más amplio. Se eligió el proyecto de Alberto
Balbotín Orta y Antonio Delgado Roig, arquitectos de Sevilla. La primera piedra fue colocada
por Monseñor Cantero Cuadrado el 26 de Enero de 1,964, y bendecida la nueva iglesia por
Monseñor García Lahiguera el 12 de Abril de 1,969. En 1,998 se comenzó a instalar un
hermoso retablo dorado.




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   •   Información obtenida de Mi Huelva descubridora en el siguiente enlace.

   •   Con toda nuestra admiración y agradecimiento por la meticulosidad, el rigor y la claridad del artículo.

                  http://elmarelllanoylasierra.blogspot.com/

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Estudio sobre la virgen del rocío

  • 1. Narran los historiadores que el nombre de Virgen del Rocío fue tomado, con hondo sentido teológico, de la oración postcomunión de la fiesta de Pentecostés, hoy en la misa votiva del Espíritu Santo. En ella se pide a Dios que su Espíritu limpie nuestros corazones y los fecunde con el Rocío de su venida. El Oficio de Lecturas del mismo día recoge un fragmento del tratado Adversus Haereses, de San Ireneo, donde se afirma que necesitamos del Rocío de Dios, para que no nos abrasemos, ni nuestra vida quede infecunda. La paloma, teofanía del Espíritu Santo, revolotea en el palio sobre la Virgen del Rocío, otorgándole, como amante Esposo, su poético y sugestivo nombre. Por eso la imagen es invocada universalmente como Blanca Paloma. La imagen de la Señora en la Ermita del Rocío, está de pie, hierática, con la mirada baja y la expresión dulce y sonriente, viste a la moda de los Austrias, y ostenta corona y ráfaga. Como Virgen Majestad, sostiene al Niño entre sus manos. La primera descripción que conservamos de la talla nos la facilita Morgado en 1,882. En su interesante examen artístico afirma que se trata de una bellísima escultura, que mide poco más de un metro, y revela el estilo propio de principios del siglo XV, época en que fue aparecida según refiere la tradición. Añade que por estos años debió sufrir una restauración que le imprimió su carácter gótico. Despojada de su indumentaria del siglo XVII observa que la talla original tiene completamente borrado su rostro, pende de sus hombros un sencillo manto pintado de azul, y el vestido está de verde, sujetándolo a la cintura una correa salpicada de estrellas de color de oro, dejándose ver entre los pliegues de la túnica por su parte baja, el calzado grana de forma puntiaguda. En el sitio del pecho del lado izquierdo, está perfectamente señalado el lugar que ocupó el Niño. Por último, expone que la imagen ha experimentado dos grandes modificaciones: la primera fue cuando fue hallada, es decir, en el siglo XV; y la segunda en el 1,635, en que dejó de ser de talla para vestirla de ricos brocados al gusto de la época, dejando oculta y mutilada la imagen. Otra descripción de la escultura de la Virgen del Rocío, fue emitida en 1,949, por el pintor sevillano Santiago Martínez, designado por la Junta Diocesana del Tesoro Artístico para informar acerca del estado de conservación de la imagen. El escrito dice: La escultura es de período gótico perfecto, buena como obra artística, bien conservada de la cintura para abajo, no así el resto, que se encuentra mutilado desgraciadamente por arreglos, tal vez muy remotos, con objeto de darle ciertas formas, para adaptarle las ropas, ráfagas y el Niño. La Virgen está de pie, los plegados y forma del cuerpo están muy bien resueltos en su dibujo y modelado, asomándole entre los pliegues unos chapines pintados de rojo. La decoración que se conserva no está mal en sus sencillos dibujos de dicho estilo gótico. La cara tan bella y atrayente de la celestial Señora, parte principal de toda la imagen, que enmarca el rostrillo cuando está vestida con el traje de Reina, también tiene antigua restauración, conservándose por fortuna todos los rasgos de expresión y modelado de escultura sin que parezca haber sufrido importantes transformaciones. La encarnación, aunque retocada con seguridad hace muchos años, conserva también lo esencial de la obra antigua. Infante Galán sostiene que Alfonso X el Sabio, levantó una Ermita dedicada a Santa María
  • 2. en un lugar de caza denominado Las Rocinas, entre 1,279 y 1,284. Por el contrario, el profesor Hernández Díaz opina, a juzgar por lo que dejan ver sus vestidos, que se trata de una efigie gótica de las postrimerías del siglo XV. Y Alvarez Gastón se limita a sintetizar todo lo expuesto, haciendo constar que la escultura actual, gótica, es, según unos, obra de fines del XIII, y, según otros, de los últimos años del XV. He aquí el estado de la cuestión. Nosotros, a tenor del presente estudio, nos inclinamos a catalogarla como una escultura de las postrimerías del siglo XIII. Santa María de las Rocinas, a fines del siglo XVI o principios del XVII, fue vestida de ricas telas, conforme al gusto e ideas estéticas y espirituales de aquel tiempo. Desde entonces la Virgen luce el traje de gran dama española. El vestido se componía de la basquiña o falda acampanada, con el verdugado armazón cónico de aros para mantenerla ahuecada y tensa, jubón o corpiño para cubrir el busto, con gorguera de encajes y ajustadas mangas con puños o vuelillos también de encajes y enriquecidas con franjas horizontales de pasamanería. Sobre las mangas del jubón se lucían otras, amplísimas, denominadas de puntas o perdidas. Para vestir así a la Virgen del Rocío, el traje experimentó ciertas innovaciones, que con ligeras variantes se mantiene hasta la fecha. Para ello, la gorguera se prolongó y adaptó a la cabeza de la Señora en forma de cofia y sobre ella se colocó el simbólico velo de las vírgenes. El manto pendía de los hombros, y no como ahora que cubre la cabeza. Las pequeñas modificaciones introducidas en el vestido de la Virgen corresponden a etapas posteriores de su evolución. La ráfaga de puntas de plata dorada fue donada en 1,733 por José Carlos Tello de Eslava, canónigo de Sevilla, y por su hermana Isabel. El vuelillo de encaje que rodeaba el rostro no se transformó en rostrillo hasta el último tercio del siglo XIX. Fecha en que las amplias mangas de punta se convirtieron en mantolín. Y por último, desde principios del siglo XX se le prendieron flores en los hombros y al centro de la ráfaga. Entre las numerosas joyas con que se engalana, merece destacarse una, por el especial simbolismo que encierra, y por haberse popularizado en una canción. Se trata de una salamanquesa o salamandra, donada por el vizconde de la Palma, Ignacio Cepeda, que la Virgen luce en el hombro. A la salamandra se le atribuía la propiedad de vivir en medio del fuego, sin recibir la menor quemadura, antes bien, se regeneraba entre las llamas, como el ave fénix. Esta significación, hoy olvidada, era sobradamente conocida y relacionada con el fuego del Espíritu Santo, hasta el punto de que en los sínodos de Jaén, 1,492, y de Córdoba, 1,520, se reseña el hecho de que el día de Pentecostés arrojaban lagartijas en el interior de los templos. La corona de oro y pedrería que luce la Virgen en sus fiestas, fue realizada por Ricardo Espinosa de los Monteros, en Mayo de 1,919. La corona del Niño la confeccionó José de los Reyes Cantuero, en la misma fecha. De entonces es también el rostrillo metálico, que imita a los que en principio lució, de tisú de oro o plata con argentería.
  • 3. La tradición acerca de la aparición de la Virgen está recogida en la Regla de la Hermandad del año 1,758. La piadosa y poética narración presenta los rasgos comunes de todas las invenciones o apariciones legendarias de imágenes marianas. Cuenta que durante el siglo XV, un hombre fue al sitio de Las Rocinas a apacentar el ganado, o a cazar. Ante el insistente ladrido de los perros, decidió internarse en la maleza, y allí entre zarzales, halló la imagen, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla, y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina. Aquel hombre decidió trasladar tan bello simulacro a la villa de Almonte, a tres leguas del sitio de la aparición. Pero cuando logró sacar a la Virgen de la espesura, se quedó dormido por el gran esfuerzo. Al despertar, la imagen había desaparecido. Volvió al lugar de la invención, y la halló nuevamente allí. En vista de lo cual, fue a Almonte y contó lo sucedido. De inmediato llegaron al lugar de los hechos el clero y el cabildo secular de esta villa. Comprobada la veracidad de lo referido, decidieron levantar un templo en su honor: Hízose, en efecto, una pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada sirviera de peana adorándose en aquel lugar con el nombre de Virgen de las Rocinas. La Virgen ha sido invocada en aquellos parajes desde el siglo XIII con tres títulos. La leyenda dice que en la espalda de la figura se leía: Nuestra Señora de los Remedios. Sin embargo, la Virgen comenzó a recibir culto con el toponímico de Santa María de las Rocinas. Y con motivo de fijarse su fiesta en la Pascua del Espíritu Santo, se transformó el título en Rocío el 29 de Junio de 1,653, siendo en este mismo año proclamada Patrona de Almonte. Advocación mariana de mística y significativa alusión. De ahí que la paloma, símbolo iconográfico del Espíritu Santo, sea, en la devoción rociera, atributo y piropo de la Madre de Dios. La devoción a esta imagen fue prendiendo en aquel lugar de las marismas. Las Crónicas de Alfonso XI reseñan una cacería del monarca en aquellos parajes, cuando en 1,337 volvió a campear contra Portugal. Al recoger el rey su experiencia cinegética en el Libro de la Montería, compuesto entre 1,340 y 1,348, menciona expresamente la Ermita de Santa María de las Rocinas. De 1,349 es una noticia que pudimos hallar entre los pergaminos de la colección diplomática del monasterio de Santa Clara, de Moguer, indicativa de la fama alcanzada por esta Virgen más allá de los términos de Almonte. En efecto en el testamento de Urraca Fernández, vecina de Niebla, fechado el 10 de Febrero de 1,349, se mandan dos maravedíes a la obra de Santa María de las Rocinas, y a las ermitas de Santa María de Lavapiés (Niebla), Santa María de la Furugente (Moguer) y San Juan de Moraniña (Bollullos Par del Condado), y a otras iglesias. Durante la Baja Edad Media el culto de la Virgen del Rocío estuvo mal atendido por falta de medios económicos y por la inhóspita situación de la Ermita. Sin embargo, la ubicación entre Sanlúcar de Barrameda y Niebla, señoríos de los Guzmanes, vía de comunicación obligada para los intercambios comerciales, favoreció la difusión del tal advocación mariana.
  • 4. A finales del siglo XVI concurren dos hechos que fomentan esta devoción. En 1,574, Pedro de Gauna, canónigo de la catedral de Sevilla, funda en Almonte un convento de Mínimos, con el título de Nuestra Señora de la Victoria, que andando el tiempo se harán cargo del culto durante más de veinte años en el entonces casi abandonado Santuario de Santa María de las Rocinas. Y sobre todo, al otorgar su testamento Baltasar Tercero, natural de Sevilla, vecino de Lima, el 11 de Febrero de 1,587, ante el escribano público Esteban Pérez, dispuso la fundación de una capellanía en la Ermita que se llama Nuestra Señora de las Rocinas que está entre Sanlúcar de Barrameda y la dicha villa de Almonte, dejando para ello dos mil pesos ensayados y marcados y quinientos pesos ensayados para reparos de la dicha Ermita de Nuestra Señora de las Rocinas y para que viva el clérigo que sirviese la dicha capellanía y para ornamentos y para las demás cosas necesarias para servicio de la dicha capellanía. Al principiar el siglo XVII se inicia un gran desarrollo del fervor popular en torno a la Señora de las Rocinas. las causas que lo provocaron, junto a las ya citadas, fueron el traslado de la Virgen de Moraniña, de Bollullos Par del Condado, en 1,602 a Sevilla, que hizo posible que la devoción mariana de toda la comarca revirtiera sola y exclusivamente en la ya famosa Virgen marismeña. Y sobre todo, el sentido movimiento mariano del Barroco y la Reforma, que en Sevilla es esencialmente concepcionista, como justa y adecuada réplica a la corriente antimariana de protestantes y jansenistas. Los devotos de la Virgen, enfervorizados por las pláticas y sermones de los predicadores, acudían ante su augusta presencia en demanda de remedio y solución para sus males. Así fue cómo la fama de la Blanca Paloma voló por toda Andalucía, por toda España e incluso por América. Ante la epidemia sufrida en 1,649, los almonteños decidieron trasladar procesionalmente a la Virgen desde el Santuario a la Parroquial de Almonte. Poco después la villa quedó libre del azote que diezmaba las poblaciones andaluzas. Y como pública protestación de fe y gratitud a la Señora por todos los favores y gracias recibidos por su intercesión, el 29 de Junio de 1,753, el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa juraron defender la Inmaculada Concepción de la Virgen y votaron por Patrona de esta villa a la Reina de los Ángeles, Santa María de las Rocinas. Según se hace constar en tal acta, la fiesta de la Virgen se celebraba con misa solemne y sermón el día de la Natividad o del Dulce Nombre de María. En fecha inmediata se instituyó la fiesta anual, al decir de la Regla, el día segundo de la Pascua del Espíritu Santo. Por aquel entonces se transformó la advocación de Rocinas a Rocío.
  • 5. Y surge la tan renombrada romería como una de las manifestaciones más importantes de la religiosidad y del folclore andaluz, en honor de la Patrona de Almonte y Reina de Andalucía. Para el sostenimiento y solemnidad de los cultos se funda la Hermandad Matriz. Luego, a imitación de la de Almonte, se fueron erigiendo otras muchas. Ante ciertas necesidades urgentes y graves, sequías, epidemias y hambre, la Virgen era traída a Almonte. Según Álvarez Gastón, en el siglo XVIII vino trece veces; en el siglo XIX hay constancia de seis; en el XX, en 1,915 con motivo de la restauración del Santuario, en 1,919 por la del camarín y retablo; a los siete años de coronación canónica lo hizo nuevamente. Desde entonces lo hace con la misma periodicidad. El traslado desde la Basílica del Rocío hasta la Parroquial de Almonte se hace a hombros de todo el pueblo. La Virgen en esta ocasión, viste de Pastora. En realidad se trata de una ropa de camino propia de la indumentaria femenina de hacia 1,600, compuesta por larga saya, bohemio o capotillo y sombrero de amplias alas, decorado con flores silvestres. A su llegada al Chaparral, se saluda a la Señora con un gran estruendo de salvas de escopetas al aire, signo de júbilo y contento entre los campesinos y cazadores de la localidad. Una vez desvelada la imagen, comienza el recorrido por el itinerario previsto, en el que se levantan arcos triunfales decorados con filigranas de papel, de bellísima artesanía popular. El retorno a la aldea de el Rocío sigue el mismo ritual. Por último, hemos de reseñar la fundación de otra festividad, conocida popularmente como el Rocío Chico, para rememorar anualmente la prodigiosa intercesión de la Blanca Paloma en Almonte durante la invasión francesa. Sabido es que el 17 de Agosto de 1,810, dos partidas de caballería del ejército francés reclutaban hombres en Almonte para organizar una milicia cívica. Inesperadamente, treinta y seis vecinos de la localidad se amotinaron y dieron muerte a la mayor parte de los soldados franceses, incluyendo al capitán Dosau. Desde Sevilla se dispuso como escarmiento que Almonte fuese saqueada y degollada toda la población. Así fue cómo, en la noche del 18 al 19 del citado mes, apresado el cabildo eclesiástico y el brazo secular de la villa, ofrecieron a la Virgen del Rocío, si salvaban la vida, celebrar una función anual de acción de gracias en memoria del beneficio alcanzado. Ante la situación creada, un puñado de soldados españoles se encaminaron desde Aznalcázar hasta Sevilla para desafiar a los franceses, que, temerosos, hicieron volver a las tropas enviadas para castigar a los
  • 6. almonteños. Más tarde, apagada la sed de venganza, se conmutó la sentencia por un impuesto dinerario. De esta forma se salvó Almonte. Y a partir de entonces, cada 19 de Agosto se dan cita en el Rocío, junto con los almonteños, miles de devotos para cumplir lo prometido. Uno de los acontecimientos más importantes de la devoción rociera fue la coronación canónica de la venerada imagen, concedida por el cabildo de la Basílica de San Pedro del Vaticano, reunido en su aula capitular el 11 de Agosto de 1,918. Consta por un rescripto fechado el 8 de Septiembre del mismo año, encabezado por el Cardenal Rafael Merry del Val. Tras los laboriosos preparativos, asumidos por una comisión presidida por Juan Francisco Muñoz y Pavón, tuvo lugar la solemne ceremonia en la señalada fecha del 9 de Junio de 1,919. El Cardenal de Sevilla, Enrique Almaraz y Santos, depositó la aúrea corona en las sienes de la Virgen, mientras pronunciaba las palabras del ritual: Así como te coronamos en la tierra, merezcamos, por tu intercesión, ser coronados en el Cielo. En el lugar que ocupó la Señora en esta ocasión, para perpetua memoria se levantó aquel año un triunfo, obra del escultor sevillano Ordóñez. La romería del Rocío es de tal magnitud que desborda por completo los límites del presente estudio. Es tan rica en matices y aspecto religiosos, folclóricos, sociológicos, antropológicos, artísticos y culturales, que se consagra como arquetipo de romerías populares. Se celebra en la Pascua de Pentecostés. Con anterioridad, según la distancia, las hermandades filiales efectúan su salida en peregrinación hacia la aldea del Rocío. El sábado, víspera de la fiesta, hacen su entrada oficial y su presentación a la Virgen. Por riguroso orden de antigüedad son recibidas por la hermandad matriz ante el Santuario. El Domingo de Pentecostés, en el Real del Rocío, se celebra una misa solemne de pontifical, oficiada por el obispo de Huelva. Llegada la noche se organiza el Rosario Grande. Y en la madrugada del lunes tiene lugar la singular procesión de la Blanca Paloma. Hasta el siglo XIX se celebraba a continuación del canto de tercia, sobre las diez de la mañana. Al mediar la centuria, se suprimió la hora canónica para salir inmediatamente después de la eucaristía. Hacia 1,920, la procesión guardaba aún ciertas formas litúrgicas. Luego se fijó la hora de salida en el rayar del alba. Pero en los últimos años, apenas hay lugar para las tradicionales misas de instituto que se celebran en la madrugada. Inesperadamente los almonteños irrumpen en el presbiterio y arrebatan enfervorecidos a la Virgen que sacan al exterior del Santuario en sus andas o baldaquino de plata.
  • 7. Del Santuario donde es venerada la Patrona de Almonte, digamos que primitivamente fue una pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviera de peana. Debido a los graves desperfectos que sufrió en 1,755, hubo necesidad de derribarla y levantar otro Santuario en su lugar, cuyas obras finalizaron en 1,760. Hacia 1,764-1,765 se instaló en su interior el espléndido retablo-vitrina, atribuido a Cayetano d´Acosta, en que recibió culto la imagen hasta 1,963. Debido a la afluencia desbordante de peregrinos, facilitada por la nueva carretera, se hizo imprescindible levantar un Santuario más amplio. Se eligió el proyecto de Alberto Balbotín Orta y Antonio Delgado Roig, arquitectos de Sevilla. La primera piedra fue colocada por Monseñor Cantero Cuadrado el 26 de Enero de 1,964, y bendecida la nueva iglesia por Monseñor García Lahiguera el 12 de Abril de 1,969. En 1,998 se comenzó a instalar un hermoso retablo dorado. ************************************ ****************** ***** • Información obtenida de Mi Huelva descubridora en el siguiente enlace. • Con toda nuestra admiración y agradecimiento por la meticulosidad, el rigor y la claridad del artículo. http://elmarelllanoylasierra.blogspot.com/