Este documento resume la historia de Consuelo Sucín, la esposa de Antoine de Saint-Exupéry que inspiró su famosa obra "El Principito". Consuelo y Saint-Exupéry tuvieron una relación apasionada pero tormentosa de 14 años, con infidelidades pero también reconciliaciones. En 1944, Consuelo preparó una casa en North Fort para que Saint-Exupéry terminara de escribir "El Principito", pero él desapareció poco después en un vuelo sobre el Mediterráneo. Años más tarde, se descubrieron
1. LA OTRA HISTORIA
DEL “PRINCIPITO”
¿Quién no ha leído con emoción la historia del Principito de Antoine de
Saint- Exupéry? ¿Quién no ha escuchado alguna vez en su interior,
el diálogo entre el Petit Prince y el Renard?
El Pequeño Príncipe, no sabía lo que quería decir "apprivoiser». El
zorro tuvo que ir explicándole que era algo demasiado olvidado entre
los hombres. "Crear lazos, eso es lo que significa apprivoiser". Así,
pacientemente, fue indicándole el zorro los pasos que deberían dar
para que, poco a poco, sintieran la necesidad el uno del otro.
- "Tú serás único para mí... y yo seré único en el mundo"
Oyendo al zorro, el Principito comprendió que una rosa le había
"domesticado".
Esta rosa, en quién se inspiró Saint-Exupéry
para escribir su historia, se llamaba Consuelo Sucín,
una salvadoreña sensible y apasionada que
domesticó el corazón inquieto y complejo del
aviador-escritor, o del escritor piloto, como
queramos. Fue la esposa, la compañera que vivió a
su sombra desde 1930 en que se conocieron en
Buenos Aires y 1944, cuando el aviador desapareció
a bordo de su monoplaza en algún lugar del
Mediterráneo. "Ser la mujer de un piloto es un
oficio, ¡pero serlo de un escritor, es un sacerdocio!".
Así resumía Consuelo, la Rosa del Principito, su
apasionada y tormentosa vida al lado de aquel
"gigantón de andares torpes que escondía un alma-sensible...
Que nunca deshacía el nudo de sus corbatas... que perdía sus
zapatos por la habitación y pedía a sus amigos que le ayudaran a buscarlos".
Fueron catorce años de constantes zozobras, de encuentros y desencuentros
encadenados, de infidelidades mutuas y apasionadas reconciliaciones.
Para la gente que rodeaba al escritor, los que trataban de adularle, los que a
veces vivían a costa de su generosidad, ella era la pequeña Consuelo, la 'española'
caprichosa, la que hacía escenas". Aún después de la muerte del escritor a este clan
2. que giraba en torno a él, les interesaba que el mito no perdiera su aureola de héroe.
Era necesario mantenerlo en el pedestal en el que le habían colocado, hasta que se
fundieran en uno el escritor y su criatura, el Principito. Las Memorias de
Consuelo, que nunca tuvo intención publicar, eran para ella una necesidad vital,
una satisfacción que se debía a sí misma y también a "Tonio", al que había amado
con todas su contradicciones.
" Me resulta muy penoso -dice- sacar a la luz la intimidad de mi hogar junto a mi marido. Creo
que una mujer nunca debería tocar este tema, pero me veo obligada a hacerlo antes de morir,
porque se han contado muchas mentiras sobre nuestra vida familiar y no quiero que eso continúe.
¡Realmente, cuando el sacerdote dice que estás casado para lo bueno y para lo malo, es verdad”
Las " Memorias de la rosa",
fueron descubiertas por azar,
transcurridos más de cincuenta
años después de que fueran
escritas, pero ha sido un feliz
hallazgo porque nos devuelven la
figura de un Saint-Exupéry más
humano, más próximo a nuestras
propias contradicciones, quizás
menos heroico, no tan generoso y romántico. Consuelo las escribió de un tirón,
con un estilo directo y apasionado no desprovisto de belleza y elegancia, que en
nada desmerece de la escritura de su marido. Es el relato vibrante de la mujer que
vivió en silencio sus soledades, que esperó mil regresos, que vivió la zozobra de las
sucesivas infidelidades, pero que se mantuvo junto a él hasta aquel verano del 44 en
que el aviador abandonó su temporal exilio en Nueva York para emprender su
último "Vuelo de noche".
"Sí, yo no estaba a la altura, me acuerdo de mil amarguras, de mi inquietud cuando volvías a
casa tarde, por no decir con el alba. ¡Ay, Tonio, cuántas angustias! No sabía que era mejor para
ti, si estar perdido entre las estrellas del cielo o entre las cabed-tas rubias de París"
EN NORTH FORT
Aquel verano de 1944 Consuelo se desplazó desde Nueva York, donde se
había refugiado después de haber atravesado toda la Francia ocupada, hasta North
Fort , a tres cuartos de hora de tren al norte de la gran urbe. Allí alquiló aquella
casa y la preparó para que "Tonio" terminara de escribir su libro. Lo preparó todo,
como años atrás lo había hecho en Buenos Aires , preparando aquella habitación
donde el escritor empezó su "Vol de nuit". No faltaba nada , el tonelete con grifo
dorado y el mejor oporto, los termos de té caliente, las cajas de bombones, las
pastillas de menta, infinidad de lápices de colores, papeles de múltiples colores, y
una gran mesa. Todo preparado para que el escritor no tuviera otra preocupación
que la de crear la historia de aquel pequeño personaje, completamente
3. extraordinario, que se presentó en pleno desierto cuando el piloto trataba de
arreglar una avería en su motor, diciendo:
-" Por favor... ¡dibújame un cordero!"
North Fort fue para Consuelo la paz
recuperada."En Bevin House fui muy feliz",
diría al final de sus memorias. Fue uno de
los pocos momentos de calma después de
tantos viajes, de ausencias, de crisis, de
engaños... Trataba de retener por algún
tiempo aquella mariposa, que estaba a
punto de dibujar en el aire su último vuelo.
A aquella casa acudían los amigos del
escritor: Jean Gabin, Marlene Dietrich,
Greta Garbo, André Maurois, Marx Ernst... La casa se convirtió en la Casa del
Principito, todos posaban para el Príncipe y luego se ponían furiosos al comprobar
que el dibujo se había convertido en un señor con barba, en una flor o en un
pequeño animal.
Fueron los últimos instantes de felicidad, antes de que el aviador acudiera a la
llamada de la muerte con la que tantas veces había flirteado. Consuelo sabía que era
imposible retenerle, tenía que coger el barco que pasaría al día siguiente por delante
de la casa, o quizás aquella misma noche . Pero ella no tendría ya fuerzas para
asomarse a la ventana y ver pasar el barco sobres las aguas del Hudson.
- "Arréglame la corbata. Dame el pañuelo para escribir en él la segunda
parte del Principito". Pero el Principito no pudo volver para dar el pañuelo a la
princesa. Ella contaría la otra parte de la historia, la de un príncipe veleidoso,
inestable, egocéntrico, ávido de sexo y aventuras, en constante huida de sí mismo,
pero seguro de encontrar siempre en Consuelo su paz, su refugio, para descansar
un rato , antes de huir de nuevo.
Estas memorias eran necesarias. ¡Qué más da, si quizás se resquebraja un poco
la imagen idealizada del escritor! Al contrario, lo hace más humano, nos lo acerca
más y hasta permite a nuestras contradicciones seguir conviviendo con el Principito
que llevamos dentro.
DOUCE