3. Los rasgos negativos de la Víctima son
evidentes. Sin embargo, si logramos
identificarnos identificarlos en el momento
justo, este arquetipo puede ser de gran ayuda
al advertirnos que corremos el peligro de caer
en el victimismo. Para ello, utilizaremos la
pasividad, aunque también los arrebatos y la
actuaciones fuera de lugar.
Este arquetipo puede ayudarnos a descubrir
nuestra costumbre de convertir en víctimas a
otras personas para obtener beneficio
personal.
4. En su lado obscuro, este arquetipo puede
dominarnos nos demuestra que tal vez nos
guste «hacernos la víctima» por la positiva
respuesta que obtenemos de los demás en
forma de simpatía o compasión.
Nuestro objetivo siempre consiste en aprender
a reconocer estas actitudes inadecuadas en
nosotros o en otras personas y a actuar de
forma apropiada para combatirlas.
5. La víctima carga con la culpa, el reproche y la vergüenza: “Pobre
de mí. No soy suficientemente bueno y no merezco ser amado…”
La victima vive en un miedo que la paraliza. Vive en la
inseguridad y se siente menos, mala y culpable.
6. De alguna forma asume que se merece
todo lo que le pasa por considerarse
culpable de algo. Atrae al victimario que
con facilidad la identifica y cuya energía le
produce un coraje interno por la falta de
valor para defenderse del mundo que la
agrede.
7. El verdugo y la victima son una
pareja, un equipo y dos lados de la
misma moneda. El verdugo vive
dentro de la victima y la victima
vive dentro del verdugo. Ambos
están castigando a la victima
interior que ha perdido su dignidad
y respeto.
El verdugo en su temor a su
victima interna vierte su furia y
rechazo en la victima externa que
detecta. Su necesidad e
identificación de verdugo viene de
su temor interno y la necesidad de
mostrarse a sí mismo que él no es
la victima, sino el otro.
8. El verdugo es el maestro de la Víctima y la Víctima es el
maestro del verdugo. Ambos tienen que aprender a integrar
su contra parte para superar el temor interno y el coraje
interno para sí mismos.
9. Tarot: El Colgado
El Colgado suele ser asociado con el autosacrificio y la paciencia ante las adversidades.
Con el esfuerzo tesonero que requiere cualquier empresa difícil de llevar a cabo y
cualquier causa noble. En las diferentes religiones y mitologías esto es muy común,
siendo el ejemplo más claro en la cultura occidental la pasión de Cristo, pero otros claros
simbolismos de este sacrificio sería Odín colgando del Ygdrasil durante nueve días para
tener acceso al secreto de las runas, así como la muerte y resurrección de Osiris, Mitra y
otros muchos dioses que, como Jesús y Odín, pasan por un calvario pero resucitan mejor
y más renovados; iniciados.