1. Pico y el renacimiento
Juan Pico de la Mirandola es, indudablemente, uno de los filósofos que
ha contribuido de modo más profundo a la regeneración del ser
humano. El que muriera envenenado a los 31 años en el año 1494 no
reduce la magnitud y la repercusión de su obra y pensamiento. Su
formidable erudición y pasión investigadora, y sus conocimientos
enciclopédicos junto con su dominio del griego y del hebreo le colocan
en la primera línea de la especulación filosófica y teológica de su
tiempo. En su discurso acerca de la dignidad del hombre parte de un
enfoque cristiano, pero reafirma la capacidad transformadora de los
seres humanos que pueden convertirse en lo que quieran. Su
planteamiento acerca del valor de la razón es moderno, aunque posea
matices cristianos y platónicos. Dice Pico: «Si ves a un filósofo que
discierne todas las cosas con razones apropiadas, a éste puedes
venerarlo; es un animal celeste, no terrenal». Considero que el
microcosmos que representan el hombre y la mujer es el inicio de un
nuevo modo de entender la enorme potencialidad humana para
afrontar el presente y el futuro. La confianza en las posibilidades de
cambio es inmensa en el renacimiento a finales del siglo XIV. A mi
juicio, la interpretación de los escritos de Pico de la Mirandola es clara
si partimos de su propio ambiente teológico y filosófico, ya que estaba
influido por el círculo de Ficino. El interés por todo tipo de saberes y la
curiosidad de Pico le acercaron a las ciencias de su tiempo. Con su
talante crítico y especulativo, si hubiera vivido unos siglos más tarde,
creo que hubiera aceptado la nueva ciencia representada por Newton
y otros grandes científicos.
Pico piensa que la realidad es una unidad. Lo que facilita una
comprensión de las cosas y del mundo empírico que se basa en la
captación o aprehensión de los nexos existentes, en los diversos niveles
de lo real. Su valoración del amor y de la bondad parece que se
expresan en la negación de la realidad del infierno, algo muy osado
para la época, en la que las autoridades eclesiásticas controlan los
dogmas, y la doctrina cristiana de un modo férreo. El planteamiento
piquiano es el logro de formas de existencia más sublimes para los
sujetos. A diferencia de lo que pensaba Pico, actualmente, no adquiere
una importancia decisiva el control de la naturaleza para una vida más
satisfactoria o más plena. Probablemente, porque la civilización
occidental se ha pasado al extremo contrario, con una excesiva
intervención en los recursos naturales del planeta.
En lo relativo al lenguaje este erudito italiano prima la transmisión del
pensamiento sobre la simple claridad expositiva. No es de extrañar,
por tanto, que se posicionase claramente a favor de la filosofía
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2. escolástica-aristotélica en comparación con los discursos retóricos de
los humanistas. Porque en filosofía y teología, y en otros múltiples
saberes, lo principal es no caer en la deformación de nuestras ideas,
simplemente, por ajustarlas a unos ideales de elocuencia. Pico llega
aún más lejos, e indica que las normas de la gramática no deben
limitar artificialmente nuestra creación de ideas.
Ciertamente, Pico de la Mirandola fue un ser humano que destacó en
Florencia en el último tercio del siglo XIV. En un periodo de crisis
política, religiosa, civil, social, etc. El teocentrismo está siendo
sustituido por una mentalidad y cosmovisión antropocentrista. Si bien
en el caso de Pico el lenguaje religioso posee todavía una relevancia de
primer orden. Aunque, ya se percibe en las páginas de las obras del
conde de Concordia una mayor integración de lo sagrado y lo humano
en sentidos nuevos, plenificadores de la esencia del ser humano. La
calidad del carácter de Pico y su gran saber e inteligencia le
convirtieron en un observador privilegiado de la convulsa situación de
la sociedad de su tiempo, en la que existían luchas políticas y religiosas
encarnizadas. La crisis económica y de valores actual no le hubiera
sorprendido y la corrupción política menos aún, porque estaba muy
presente a sus ojos cotidianamente.
Los hombres a diferencia de las otras criaturas de la naturaleza
disfrutan de una libertad que les permite autoconstruirse de forma
creativa con un sin fin de posibilidades que, únicamente, terminan con
la muerte en este mundo. Y esta libertad es la mejor expresión de la
dignidad, porque supone que el hombre puede llegar a ser lo que
quiera, y no tiene una disposición esencial fija. Ahora bien, esta
libertad, a juicio de Pico, debe ser para lo bueno y lo mejor, no para el
mal o lo perjudicial. El deseo de perfección y el afán de autosuperación
son bien vistos y alabados por este sabio florentino. Porque si nos
conformamos con lo mediocre no nos perfeccionaremos de forma
adecuada, y no nos realizaremos de un modo apasionado y vibrante
siendo conscientes de nuestra finitud. La intensidad de la vida es,
quizás, el antídoto de la brevedad de la existencia. Reencontrar nuevas
y más amplias dimensiones de la libertad o dignidad humanas es una
de las grandes tareas pendientes en el tiempo presente, al igual que ya
lo fue en vida de Pico. Por tanto, existe un cierto margen de esperanza
respecto al progreso posible de la sociedad, y de la convivencia
pacífica, solidaria y cooperadora, a pesar de la abundancia de
conflictos bélicos, y de las distintas formas de violencia, injusticia y
desigualdad.
Evidentemente, su cultivo de la Cabala se basa en el deseo de integrar
aspectos mágicos del judaísmo con el cristianismo, desde un enfoque
místico. De todos modos, Pico se muestra contrario al determinismo de
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3. los astrólogos, con unos planteamientos que preservan la libertad
humana desde una cosmovisión cristiana, que puede ser compartida o
no, pero que en cualquier caso reafirman la racionalidad imperante en
su obra. La regeneración o la degradación de la naturaleza humana
están en manos del propio ser humano. Lo que no significa que la
elevación suponga necesariamente convertirse en Dios, según las ideas
de Pico de la Mirandola. Si bien, parece que el renacer de la sociedad
está indisolublemente unido a la regeneración de las conductas
humanas para que no estén basadas en mentiras, robos, engaños,
corrupción, y falsedades de todo género.
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