Un viejo árabe analfabeto le explica a un jefe de una caravana que conoce la existencia de Dios a través de las señales que Él deja en la naturaleza, como la letra en una carta o la firma de un artesano en una joya. Luego, lo lleva afuera y le muestra la luna y las estrellas, diciendo que esas señales no pueden ser hechas por humanos. El jefe comienza a orar, reconociendo que aunque Dios es invisible, deja señales en todas partes
2. Se cuenta que un viejo árabe,
analfabeto, oraba con tanto
fervor y con tanto cariño cada
noche que cierta vez el poderoso
jefe de una gran caravana lo
llamó a su presencia y le
preguntó:
3. - ¿Por qué oras con tanta fe?
¿Cómo sabes que Dios
existe cuando ni siquiera
sabes leer?
El viejo respondió:
4. - Gran señor, conozco la
existencia de Dios por las
señales que nos muestra.
- ¿Cómo así? -
indagó el jefe con algo
de sorpresa.
El humilde siervo
le explicó:
5. - Cuando Ud. recibe una carta de alguna persona ausente
¿Cómo sabe quién la escribió?
- Por la letra,
respondió el jefe.
6. - Cuando Ud. recibe una joya,
¿Cómo obtiene información acerca
de la persona que la elaboró?
- Por la firma del orfebre,
volvió a responder el jefe.
El viejo sonrió
y agregó:
7. - Por las huellas -
Respondió el jefe,
sorprendido.
-Cuando oye pasos de animales alrededor de la
tienda ¿Cómo sabe, después, si fue un carnero, un
caballo o un buey?
8. Entonces, el viejo creyente lo invitó a salir de la
barraca y, mostrándole el cielo, donde la Luna
brillaba rodeada por multitudes de estrellas,
exclamó respetuosamente:
12. En la claridad de las mañanas, en el día que transcurre
con el calor del sol o con la lluvia que moja la hierba...
El deja señales cuando alguien se acuerda de ti, cuando
alguien te considera importante...
14. Por eso, Señor, te diré sólo dos
palabras. Quiero que sean sinceras
y sencillas.
15. En el silencio de la soledad te digo
desde lo más profundo de mi
corazón: Gracias.
16. Gracias por todo lo que me has
concedido porque te lo he pedido.
17. Por todo lo que me has dado sin
habértelo rogado.
Por todo lo que me has
otorgado sin haberlo merecido.
18. Gracias por la salud, por el
bienestar, por las alegrías y las
satisfacciones.
19. Gracias también por la enfermedad, por las
penas y los sufrimientos. Aunque me cuesta
trabajo, Señor, te agradezco esto último.
¡Tú sabes lo que haces!
20. Gracias por el rayo de esperanza que me
iluminó, por aquella mano que me levantó, por
ese consejo que me guió, por aquellas palabras
que me alentaron, por esa sonrisa que me
alegró, por aquellos brazos que me recibieron.
21. Pero sobre todo, te doy gracias,
Señor, por la fe que tengo en ti. En este
tiempo, un tanto confuso, -aunque lleno de
esperanzas- es a veces difícil creer.
22. Te confieso sinceramente; no siempre he
sabido cómo actuar, qué hacer, a dónde ir.
Sin embargo, sigo teniendo fe. Te doy gracias,
porque me has iluminado, porque me has
levantado, porque has perdonado mis errores.
23. Te doy gracias, Señor, por mis amigos y por
todo aquello que ignoro.