1. Talleres
TALLER - 13 –GENERAL PARA DESARROLLO EN CLASE
LEER EN EL MÓDULO-2: LA MODERNIDAD EN COLOMBIA
MODALIDAD: Individual
PAISAJISTAS:
NOMBRES Y ESENCIA
DE SUS PAISAJES
Andrés de Santamaría:
El fundador de la escuela paisajista en Colombia, introduciendo las tendencias
heredadas del Impresionismo, como la pintura al aire libre, la luz y el color
como elementos técnicos intercambiables. Así mismo, planteó la exaltación de
la naturaleza tropical, exuberante. Cambió el gusto de los pintores hacia el
retrato, por el nacionalismo pictórico con atmósferas y elementos típicos del
país.
Jesús María Zamora:
Sus paisajes se caracterizan por el interés lumínico y por la recreación de
algunas escenas históricas. En ellos hay un gran afán narrativo que va desde los
arreboles del ocaso, hasta la travesía de los Andes por parte de los ejércitos
libertadores encabezados por Bolívar y Santander, pasando por las chozas de
los llanos, el ganado, la niebla entre los árboles, el viento que despeina los
prados y el reflejo de la luz en los pantanos. El paisaje que más amó Zamora fue
el de la sabana,
Ricardo Gómez Campuzano:
Sus temas son los parques, plantaciones, atardeceres y panoramas intensos y
desolados.
Eugenio Peña:
Pintor de cuadros con paisajes tranquilos de las regiones sabaneras con
composiciones equilibradas, presencia de la naturaleza en la que los árboles
frondosos son los protagonistas de la escena, con cielos plomizos. La línea del
horizonte situada generalmente abajo, permite una visión amplia del cielo. Su
obra nostálgica tiene al hombre excluido por completo; sólo la naturaleza
deshabitada interesa al artista.
Con un enfoque realista su obra se tiñe de melancolía romántica.
La composición equilibrada permite tener una bella idea de la paz del campo y
de la solemnidad de la sabana, aunque el artista no desconoce la revolución
impresionista.
Ricardo Borrero Álvarez:
Es sobresaliente el dibujo y el tratamiento de la superficie de los objetos. Éstos
presentan una nitidez en la cual la textura y características de los mismos se
2. detectan claramente. Sin embargo los paisajes son sus obras más personales, en
los que la arquitectura casi siempre forma parte de ellos, invadiendo el espacio
de la composición; en otras ocasiones, la figura humana aparece discreta y
estática.
Es un artista de corte romántico, donde la armonía y la visión clara de los
elementos en la composición, es una constante en su obra.
Alfonso González Camargo y Roberto Páramo:
Ambos artistas realizaron numerosos apuntes de la sabana de Bogotá, bellos
bosquejos en los que, con colores sobrios, se plasma una fresca visión de la
realidad de manera esquemática; es el caso de González Camargo, quien no
pretende entregar una descripción prolija, sino presentar una trascripción
inteligente del lugar. Este artista nunca salió del país, pero su obra recuerda -en
muchas composiciones-la pintura de Albert Marquet por su sensibilidad y
equilibrio.
Roberto Páramo realizó sus obras en lienzos de formatos pequeños, donde
denota gran observación y realismo del ambiente sabanero.
COSTUMBRISTAS:
NOMBRES Y
ANÁLISIS DE SUS
REPRESENTACIONES
Miguel Díaz Vargas:
Su creación se sustenta entre la precisión de la línea y el colorido naturalista.
Sus mejores obras son los “mercados” donde representa personajes
campesinos en posición discreta, sin enfrentarlos al espectador y contrastados
con frutas tropicales y animales. De igual manera, se pueden citar escenas
cotidianas como el caso de su obra “El anciano”, donde maneja con equilibrio el
retrato y la anécdota.
La producción artística de Miguel Díaz Vargas se caracteriza por el intento
de crear, a través de bodegones, paisajes, retratos y cuadros de costumbres,
un arte de carácter nacional inspirado en el hispanismo, le interesó captar lo
propio, tratándose sintetizar lo que para ellos era el alma nacional. El tema
predominante en sus pinturas fue el de las escenas campesinas pobladas de
paisajes y personajes típicos de la región cundiboyacense.
Coriolano Leudo:
En todo momento de la historia. El arte, por encima de las mil particularidades
que pueda encarnar, tiene un sentido universal que no corresponde a fechas, ni
a épocas, ni a pueblos exclusivamente: un sentido universal que corresponde a
fibras que vibran en lo más recóndito del alma humana. Hay en el arte un
elemento místico que bulle en la inconsciencia de nuestro ser. Semejante al
elemento religioso, que a todo más o menos inquieto artista es aquel que llega
a dominar esa inconsciencia y logra dar forma al elemento místico, como es
santo aquel a quien Ia inquietud religiosa lo lleva a la vida perfecta. Pero el
sentimiento artístico en toda alma humana palpita. Y el que guarda un sentido
interior, universal, y ajeno a toda forma exterior. Descubrir lo que hay de
humano en el arte, es descubrir lo que hay de universal; investigar lo que hay
de nacional, es hacer un saludable ejercicio de sicología nacional, que nada
tiene que ver con Ia belleza artística en sí.
3. Fidolo Alfonso González Camargo
A cambio del academicismo y la españolería, y acaso como consecuencia de sus
circunstancias personales, González Camargo desarrolló una singular visión
interior que, aferrada a la realidad, expresa las percepciones de los sentidos y
un estado emocional. De esta manera, configura un lenguaje pictórico subjetivo
y ensimismado, que desestima y sobrepasa la razón académica y los estilos de
moda. La mayor parte de sus temas son los mismos que imperaron en su
tiempo: escenas cotidianas, paisajes, retratos. Pero también abrió a la
representación nuevos motivos: interiores en penumbra, figuras humanas
presentadas de espalda, actividades femeninas y paisajes nocturnos.
Eugenio Zerda:
Dentro de sus pinturas, se evidenciaba un claro afán narrativo y anecdótico.
Zerda fue criticado muchas veces por su encendido uso del color, y bellamente
elogiado por su dibujo, altamente preciso. Para el final de sus días, debido a una
enfermedad coronaria y a su carácter, hizo que destruyera muchas de sus
pinturas por lo que en la actualidad son pocas las obras que se tienen.
Francisco Antonio Cano:
Su origen de cepa montañera no sólo se reveló en cuánto hizo sino en cómo lo
hizo. Era tal su apego a la tierra que se solazó en dibujar los paisajes, las gentes,
la naturaleza toda. Nadie menos desarraigado que este pintor. Se sabe de la
existencia de por lo menos dos libretas de apuntes tomados en sus viajes entre
Medellín y Bogotá. Aunque dispersos, estos dibujos de una finura
desconcertante permiten imaginar un proyecto colosal, el mismo que animó a
tantos artistas del siglo XIX y que hoy denominamos viajeros": plasmar las
montañas, los tipos étnicos, los colores locales, los accidentes topográficos, los
gestos de la Imponente geografía nacional.
Roberto Pizano:
Roberto Pizano es de ascendencia genuinamente antioqueña, lo que, según sus
propias palabras, tiene a mucho honor. Es nieto de don Vicente Restrepo a
quien, ahora en la próxima rememoración de la época gloriosa del doctor
Berrío, se le recordará seguramente en la primera línea de los valores
indiscutibles que contribuyeron a formarla.
Su libro "Gregorio Vásquez" dará una idea del admirable esfuerzo constante de
Pizano, pues igual interés tiene por todo cuanto se relaciona con nuestro arte
de ayer y de hoy, y celebra, como si fueran propios, los triunfos y los trabajos de
sus compañeros en la lucha. Ama y defiende, ante todo, lo que es nuestro.
Si la realización de su libro entraña el sacrificio de una parte no despreciable de
su fortuna, él no lo lamentará y se sentirá orgulloso el día en que los poderes
públicos, reconociendo lo bien fundado de la lucha que hace mucho sostiene
por todos los campos, decidan la creación de un museo de Arte y la
reglamentación de la Dirección de Bellas Artes, es decir, salvar de la ruina
nuestro patrimonio artístico y aprovechar las nuevas fuerzas que diariamente
surgen y trabajan, sin excepción casi, en la desolación y el abandono, en uno de
los campos que dan mayor orgullo y gloria a los países. El libro de Pizano es, sin
4. duda, el más alto esfuerzo realizado en su género entre nosotros. Sin mencionar
la labor de paciencia, de años y de juicio acertado que requieren su
compilación, es una obra de arte.
Margarita Holguín y Caro:
Quizás el mayor legado de Margarita Holguín y Caro fue la construcción y
decoración de la capilla de Santa María de los Ángeles, que posteriormente
donó a la comunidad agustina. Allí realizó una serie de pinturas religiosas,
algunos bajorrelieves en cemento, bordados y piezas repujadas en plata, y
además, talló el altar mayor en madera y carey. Publicó un libro, Los Caros en
Colombia (1942), donde hizo una recopilación de diarios, cartas y documentos
familiares. Fue una de las primeras artistas profesionales en Colombia.
Permaneció soltera, y a pesar de sus obligaciones familiares y sociales, se
consagró, más por vocación que por pasatiempo, a las bellas artes. Trabajó
principalmente retratos, paisajes y escenas interiores.
EL RETRATO EN LA
MODERNIDAD
COLOMBIANA
El retrato y el paisaje son los grandes temas de la pintura colombiana de fines
del siglo pasado. El estilo y la temática son seguimientos fieles de las escuelas
más tradicionales de Europa, hasta entrado ya el siglo xx. Los artistas trabajan
exclusivamente para la soledad patriarcal y provinciana de entonces, sin
interesarse por temas ni formas de expresión propias.
"Aquí en Colombia se impone una orientación hacia España en cosas de arte,
sobre todo al tratarse de la interpretación escultórica de nuestros hombres y
hechos. La sociología de la raza así lo pide... los artistas iberos están en mejores
capacidades para comprender nuestra idiosincrasia y llevar a forma plástica
nuestros genios y glorias".
Pantaleón Mendoza:
Su producción no es muy abundante debido a su enfermedad, pero se distingue
su labor por el vigor y acabado. Su obra “El grito”, fue trabajado en el
manicomio y es un ejemplo de la técnica y capacidad descriptiva de Mendoza.
El retrato de “Catalina de Mendoza” es uno de los más bellos cuadros
académicos de la pintura colombiana. Su formación en Europa está más
relacionada con España que con París. Los contrastes lumínicos y la sobriedad
en el color de sus composiciones indican tal influencia.
Epifanio Garay:
Es el representante más destacado de la sensibilidad y cultura bogotanas, con
retratos de personajes muy arreglados que posaban para él y que el artista
observaba con detenimiento para captar hasta el más mínimo detalle, de lo
cual, se desprende su habilidad y su virtud. Los retratados de Garay son
personajes reales que denotan su excelente verismo.
Colombia, en la época de este pintor, vive momentos políticos críticos, tales
como la Guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá, sin embargo, estos
hechos no dejan huella en la obra de Garay. En 1894 funda en Cartagena una
academia de pintura. Además del retrato, cultivó la Historia mítica, cuya obra
5. más famosa es “La mujer del levita Efraín” constituyendo el primer desnudo de
la pintura colombiana, distinguiéndose por la perfección del dibujo y la
discreción de su colorido.
Garay ejecutó también algunas obras de carácter religioso. Su capacidad y estilo
han generado contradicciones de críticos e historiadores, algunos lo han
exaltado como uno de los grandes valores de finales del siglo XIX y otros, como
la extinta crítica de arte Marta Traba, lo han tachado de artificioso y falto de
imaginación; hay quien -en un punto intermedio- lo ha calificado de pintor
competente en su oficio.
Ricardo Acevedo Bernal:
Su obra es muy variada y revela un gran talento como dibujante; los retratos de
Blanca Tenorio y María Bernal, son técnicamente perfectos pero resultan un
poco superficiales en su caracterización psicológica, aunque es el género en el
cual se desempeña mejor, como el caso de la “Niña de la columna”, una
espontánea creación de pequeño formato donde la vitalidad de la niña y el
realismo académico expuesto en esta obra, no están exentos de cierta aura
poética.
En cuanto a su obra religiosa, se observa la profusión de elementos con figuras
en posiciones postizas y poco agradables.
¿QUÉ REPRESENTÓ
ANDRÉS DE
SANTAMARÍA EN LA
MODERNIDAD?
Andrés de Santamaría fue un pintor impresionista y el primer artista moderno
que tuvo Colombia en el presente siglo.
Este abogado ilustre que tan hondamente captó las corrientes modernas de la
pintura europea es el más universal de los artistas colombianos. En sus telas no
se advierte solamente la influencia de una escuela determinada o de algún
maestro de sobresaliente personalidad, sino la huella profunda de toda una
época y de una nueva percepción del arte.
Andrés de Santamaría nacido en Bogotá en 1860, a los 2 años de edad viaja a
Inglaterra y luego a Francia en 1882, donde adquiere toda su formación
artística. Regresa a Colombia a la edad de 33 años sin nexo alguno con la capital
donde permaneció por espacio de 4 años. Posteriormente, y después de 7 años
de estadía en Europa, regresa a Colombia en 1904 para exponer su producción
y dirigir la Escuela de Bellas Artes. Durante este período Santamaría sufre la
incomprensión de sus contemporáneos, sin embargo en la academia marca -en
forma definitiva- el desarrollo del paisajismo; tendencia que dentro de un estilo
europeo exalta valores propios de su país, de la naturaleza andina, de la vida
campesina y de costumbres campestres.
En 1960, la crítica de arte Marta Traba se refiere a él como “espléndido
Santamaría” y comenta: “Lo mejor de la obra (de este artista) se realiza en las
dos primeras décadas del siglo, cuando finalizaban en Europa los temblores
sensuales del impresionismo y avanzaba, tajante y agresiva, la escuela
impresionista alemana. La pintura de Santamaría es una síntesis de ambas
tendencias, tal vez inconscientemente realizada por un excepcional
temperamento artístico, que supera las convenciones ajenas y las propias
6. cuando la lujuriosa posesión de un tema lo empuja a un desorbitante frenesí
cromático”
El paisaje de Colombia produce un fuerte impacto en el artista, quien lo adopta
y lo trabaja con las posibilidades aprendidas en la técnica impresionista,
involucrando además, personajes típicos sin abolengo, elevándolos a categorías
estéticas.
Santamaría regresa a Europa en 1901 y entra en contacto con las obras de
Matisse y de los Fauces, de Van Gogh, de las teorías decorativistas de los
Nabíes, de Rouault y Seurat, marcando su producción artística desde ese
momento.
Su trabajo se torna individualista; la exuberancia tropical del paisaje venezolano
estimula la paleta del artista, experimentando en una serie de obras, a través de
la espátula en reemplazo del pincel.
Instalado en Bogotá, recurre a escenas íntimas de las cuales su propia familia
será protagonista. Los trabajos ejecutados entre 1906 y 1907 son
principalmente retratos femeninos. Representa las figuras dentro de ambientes
atmosféricos, donde no existen objetos, ni paredes, ni perspectiva, y las hace
emerger por razón de la luz.
La posición intensamente emotiva del Expresionismo alemán, también ejerce su
influencia. Componentes como oscuridad, distorsión y color aparecen
combinados.
Entre 1919 y 1926 realiza algunos temas religiosos y, en 1926, se despierta el
interés hacia su obra cuando Pedro Nel Ospina le encarga un tríptico sobre la
batalla de Boyacá, pero su falta de estilo académico y su tendencia a considerar
los héroes sin ninguna elocuencia, provocan una reacción en contra de su obra,
que fue removida del Salón Elíptico del Capitolio Nacional y hoy se encuentra en
el palacio de Nariño.
Inicia una serie de bodegones y mujeres con flores y, en 1928, llega su punto
máximo expresivo con empastes semejantes a la corteza de los árboles y las
figuras visualmente indefinibles a corta distancia. Los desnudos y rostros
resplandecen por sí solos gracias al pigmento lumínico-penumbroso,
apareciendo distantes.
Bruselas, donde vivió los últimos años de su vida, le brindó como homenaje una
retrospectiva en el museo Real de Bellas Artes.
Muere en Bruselas en 1945 después de finalizar la II guerra Mundial.