1. ORIGENES DEL ZAPATEO TABASQUEÑO
El ser humano se ha rodeado de símbolos o emblemas, en su afán
de diferenciaciones. Los distintos países del mundo tienen un
escudo de armas, una bandera nacional, un himno, una filosofía en
muchos casos y sinnúmero de elementos artísticos y populares
que forman su muy particular acervo cultural.
La música y el baile de las diversas naciones del orbe, están
ligados tan íntimamente con ellas, que la sola visión de un dibujo
de un traje típico o el escuchar ciertos aires musicales, nos
remiten a determinada nación.
Hay ciertas regiones o países de variado folklore, como se designa
al conjunto de tradiciones culturales de tipo popular, que cuentan
con muchos trajes representativos, músicas y bailes. Por ejemplo
a todo lo largo y ancho del territorio: el Istmo, Yucatán, Jalisco,
Puebla, Michoacán, etc.
Tabasco, no podía quedarse atrás dentro del consenso humano.
Por ello, posee un modesto pero representativo traje regional,
música y baile distintivos: el zapateo tabasqueño.
Tal vez, nuestra música tradicional no sea variada y rica, como la
de las otras regiones de la republica, pero de eso, a considerar
que carecemos de ella, es tratar de negar la realidad.
La música folklórica de tabasco, no es muy variada, pero sí posee
un sello peculiar, tanto, que es imposible confundir un zapateo
tabasqueño con una jarana yucateca o un huapango, veracruzano.
La historia del zapateo tabasqueño según estudios del musicólogo
campechano Gerónimo Baqueiro Foster, incluidos en la antología
Folklórica y Musical de Tabasco del maestro Francisco J.
Santamaría, se remota al siglo XVI en la madre patria, donde su
2. antecedente más antiguo aparece con las zarzuelas, versión
española de la opera cómica francesa y resulta ser la seguidilla,
aire popular que tomaba parte en la composición de la tonadilla.
Junto a esos bailes africanoides, existía el zapateado de origen
netamente andaluz en lo que se refiere a nosotros aunque el
zapatear se observe también en otras provincias de España. En
1872, Fray Iñigo Abbad, vio una danza parecida en Puerto Rico:
“cada uno convida a una mujer, la cual, si no tiene chinelas, las
pide prestadas. Y empieza a dar vueltas por la salsa. El hombre no
hace más que subir y bajar los pies con mucha claridad y fuerza.
La habilidad consiste en hacer todo el ruido posible”. En Moreau
de Saint Mery: “Esta danza consiste en un paso en que cada pie es
adelantando y retirado sucesivamente, percutiendo con
precipitación, unas veces con la punta, otras con el tacón. El
bailador gira sobre sí mismo y en torno a la compañera que
también da vueltas y cambia de lugar agitando los dos extremos
de un pañuelo”.
El zapateo subsiste en Cuba, como patrimonio casi exclusivo del
campesino blanco, formando un bloque particular con sus puntos,
decimas y canciones, derivadas del romance andaluz y extremeño.
De todo lo anterior se desprende que el zapateo tabasqueño viene
a ser un aire musical meztizo, parte de “la expresión americana de
España”.
Tal vez su más lejano ancestro sea la seguidilla, la parte más
pegajosa, fácil y popular de las famosas tonadillas.
Resulta innegable que el fandango se bailara en Tabasco, y tanto,
que llegó a ser sinónimo de “cualquiera fiesta, de la gente popular,
en que se baila”; como lo es también que se bailó el zapateado
andaluz, pues a nuestro baile regional, todavía hay quienes le
llaman indistintamente zapateo o zapteado, y además, sus
3. cantares y bombas, son descendientes indiscutibles de los
“puntos, decimas y canciones, directamente derivados del
romance andaluz”. Al igual que nuestros mexicanísimos corridos.
Es nuestro zapateo, música de seis por ocho, como la mayoría de
los aires musicales mexicanos: la jarana, huapango, etc., que se
diferencia por su acompañamiento singular, que lo distingue
completamente de éstos.