El documento resume la beatificación conjunta de Luigi y María Beltrame Quattrocchi, el primer matrimonio beatificado juntos. Vivieron 50 años de matrimonio de forma extraordinaria a través de una vida ordinaria, centrada en la Eucaristía, la devoción a María y el servicio a los demás. Fueron modelos de santidad matrimonial a través de su profundo amor el uno por el otro y su dedicación a la educación de sus cuatro hijos.
1. LUIGI Y MARÍA BELTRAME QUATTROCCHI, PRIMER
MATRIMONIO BEATIFICADO CONJUNTAMENTE
(1880 1951 y 1884 1965)
Vivieron «una vida ordinaria de manera extraordinaria»
El Siervo de Dios Juan Pablo II vió cumplido uno de los sueños de
su Pontificado el 21 de octubre de 2001: elevar a la gloria de los altares a un
matrimonio conjuntamente.
Aunque existen otros casos de santidad de matrimonios reconocidos
oficialmente por la Iglesia, es la primera vez que la ceremonia de la
beatificación se realiza de manera conjunta. Y fue precisamente en el marco de
la celebración del 20 aniversario de la publicación de la “Familiaris consortio”,
el documento sobre la vida matrimonial más importante que ha escrito Juan
Pablo II, que sitúa en su lugar el papel de la familia "particularmente
amenazado en la sociedad actual". Con esta beatificación, el Siervo de Dios
2. Juan Pablo II subrayó también que la santidad no es exclusiva de la vida
sacerdotal y religiosa.
Ante el aumento "de las tendencias a la disgregación y corrientes
que buscan equiparar la institución familiar fundada sobre el matrimonio con
otros tipos de convivencia, es necesario que las familias y sus asociaciones se
conviertan en promotoras de una nueva era de compromiso por una eficaz
defensa de los valores familiares".
Los beatos Luigi Beltrame Quattrochi y María Corsini, oriundos de
Roma, casados durante cincuenta años, supieron hacer extraordinaria su
ordinaria vida de casados fundada en el auténtico amor. Tres de sus cuatro
hijos vivían el día de la beatificación y participaron en la ceremonia de la
beatificación. Filippo y Cesare, sacerdotes, concelebraron la misa con el Papa.
Enrichetta, la hija menor, la siguió entre los miles de peregrinos que llenaban la
basílica de San Pedro.
Su camino de santidad lo resumió Juan Pablo II en la homilía:
"Entre las alegrías y las preocupaciones de una
familia normal supieron realizar una existencia
extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro,
la Eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial
a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas
las noches, y la referencia a sabios consejos
espirituales... Estos esposos vivieron a la luz del
Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y
el servicio a la vida. Asumieron con plena responsabilidad
la tarea de colaborar con Dios en la procreación,
dedicándose generosamente a los hijos para educarlos,
guiarlos, orientarlos, en el descubrimiento de su designio
de amor".
María era profesora y escritora de temas de educación,
comprometida en varias asociaciones, entre ellas la Acción Católica Femenina,
y apasionada de la música.
Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera en el cargo de
viceabogado general del Estado italiano. Fue amigo personal de muchos de los
políticos que, después de la segunda guerra mundial, impulsaron el
renacimiento de Italia tras el fascismo de Mussolini, como De Gasperi, o Luigi
Gedda.
Tuvieron cuatro hijos: Filippo (Padre Tarsicio), nacido en 1906;
Stefanía (Sor María Cristina), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare
(Padre Paolino), nacido en 1909, y Enrichetta, que nació en 1914.
Un detalle del espíritu que caracterizó a este matrimonio se puso de
manifiesto durante la Segunda Guerra Mundial, cuando esta familia ofreció su
piso de Roma para alojar a los refugiados.
3. Según el padre Paolino Rossi, postulador de la causa de
beatificación, "los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y
fieles a su propio bautismo. Supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y
respetaron su prioridad. Fueron personas de gran caridad, entre sí, con los
hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia. Fueron personas de
esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con
la mirada puesta siempre en la eternidad". Estos dos nuevos beatos proclaman
al mundo "un mensaje de esperanza, de consuelo y apoyo a la familia cristiana,
asaltada hoy por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales,
en su ideal, en su configuración genuina".
Y otra peculiaridad resaltada por el padre Rossi: la Congregación
para las causas de los santos aceptó un solo milagro para los dos siervos de
Dios. Se trata de Gilberto Grossi, un joven que hoy es neurocirujano.
En el momento en que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame
Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. "Su invocación a Dios
por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a
permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión de ambos cónyuges", dice el
padre Rossi. Y "al reconocer su común intercesión, podemos decir que los
teólogos han subrayado que los esposos no sólo están unidos en una
dimensión humana, sino también espiritual".
Como concluyó Juan Pablo II, "una auténtica familia, fundada en el
matrimonio, es en sí misma una BUENA NOTICIA para el mundo".
La fiesta de los dos beatos se celebra conjuntamente en un mismo
día, en el aniversario de su boda: el 25 de noviembre.
TESTIMONIO DEL P. PAOLINO BELTRAME QUATTIZOCCHI
Hijo de los Beatos
El P Paolino (Cesare) Beltrame Quattrocchi, fue uno de los tres
hermanos que han podido participar por primera vez en la historia en la
beatificación de sus padres.
Con sencillez recordaba la figura de los Beatos Luigi y María: “Si
bien nunca hubiera imaginado que un día serían proclamados santos por la
Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria
espiritualidad de mis padres.
En casa siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no
beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la
resolvían diciendo que había que hacerlo "de tejas para arriba".
Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento
espiritual.
4. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues vivía ya una intensa
experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un hombre bueno, recto y
honesto, pero no muy practicante.
A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director
espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de
espiritualidad.
Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a
participar diariamente en la misa matutina, papá le decía "buenos días" al salir
de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas
cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la
intensidad de su amor.
Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente
que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su
mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia
dentro durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso
los padres de ambos y los abuelos de ella como hacia fuera, con la acogida de
amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la
necesidad.
La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración,
era el pan cotidiano. Todavía tengo una "Imitación de Cristo" que me regaló mi
madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo
escalofríos: "Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario hasta la
muerte".
EL MATRIMONIO, SACRAMENTO DE MUTUA
SANTIFICACIÓN Y ACTO DE CULTO
Fuente y medio original de propia santificación para los cónyuges y para la
familia cristiana es el sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la
gracia santificante del bautismo. En razón del misterio de la muerte y
resurrección de Cristo, donde se sitúa nuevamente el matrimonio cristiano, el
amor conyugal es purificado y santificado: "El Señor se digna purificar,
perfeccionar y elevar este amor por un don especial de su gracia y la caridad"
(GS 49).
El don de Jesucristo no se agota en la celebración del sacramento
del matrimonio, sino que acompaña a los esposos a lo largo de su existencia.
Lo recuerda de manera explícita el Concilio Vaticano II al decir que Jesucristo
"permanece con ellos, para que los esposos, con mutua entrega, se amen con
perpetua fidelidad, como él mismo ha amado a la Iglesia y se entregó por ella...
Por ello, los esposos cristianos, para cumplir con dignidad los deberes de su
estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial.
Cuando realizan su función conyugal y familiar con la fuerza de este
sacramento, imbuidos del espíritu de Cristo, con el que toda la vida queda
5. empapada en fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su pleno
desarrollo personal y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente a la
glorificación de Dios" (GS 48).
La vocación universal a la santidad también está dirigida a los
esposos y padres cristianos.
Para ellos está determinada por la celebración del sacramento y
traducida concretamente en las propias realidades de la existencia conyugal
familiar (LG 34). De aquí nacen la gracia y la exigencia de una auténtica y
genuina espiritualidad conyugal y familiar... El matrimonio cristiano, como todos
los sacramentos que "están ordenados a la santificación de los hombres, a la
edificación del Cuerpo de Cristo y, finalmente a dar culto a Dios" (SC 59), es en
sí mismo un acto de culto de glorificación de Dios en Jesucristo y en la Iglesia.
Al celebrarlo, los cónyuges cristianos profesan su gratitud a Dios por el don
sublime que les es dado de poder revivir en su existencia conyugal y familiar el
amor mismo de Dios hacia los hombres y del Señor Jesús, por la Iglesia, su
esposa.
Y como del sacramento derivan para los cónyuges el don y el deber
de vivir diariamente la santificación recibida, del mismo sacramento brotan
también la gracia y el compromiso moral de transformar su vida en un continuo
sacrificio espiritual (LG 34).
También a los esposos y los padres cristianos, de manera especial en estas
realidades terrenas y temporales que caracterizan su existencia, se aplican las
palabras del Concilio: Igualmente los laicos, obrando santamente como
adoradores en todo lugar, consagran a Dios el mismo mundo" (LG 34).
(Exhortación apostólica "Familiaris consortio", de Juan Pablo II, n. 56)
http://webcatolicodejavier.org/Quattrocchi.html
Madrugadores de Buenos Aires