La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
ser sacerdote
1. Ser sacerdote, una tarea elementalmente profética
¡En tiempos de cambios el sacerdote debe ser profeta!
Siervo de Dios Padre José Kentenich
En el año 1940 el P. Kentenich dio un curso de ejercicios para sacerdotes
sobre el libro de Apocalipsis con el título: “El sacerdote apocalíptico”.
En el tiempo agitado del nacionalsocialismo con su agitación hostil frente a
la Iglesia y la situación de la guerra el Padre quiso inmunizar a sus
hermanos sacerdotes con el espíritu de la revelación de Cristo como Juan la
entrega a los cristianos primitivos. En este curso Kentenich estimula a
los sacerdotes a romper con “el tipo de un sacerdote burgués” y luchar por
el “tipo de un sacerdote profético”. Presenta el ideal de un sacerdote
profético, poseído por su misión personal, por Dios, por la emergencia de la
época y de la humanidad. En tiempos normales nos podemos contentar con
el ideal de un responsable administrador y funcionario. Pero en tiempos
agitados y de profundos cambios se necesita, según la visión del padre
Kentenich, un “tipo profético de sacerdote”.
(cfr. J. Kentenich, El Sacerdote apocalíptico, ejercicios para sacerdotes1940,
apuntes de Konrad Held, p. 15)
El tipo de sacerdote profético que José Kentenich postula y representa, está
totalmente marcado por una fe práctica en la Divina Providencia. Lleva el
cuño de la “ley de la puerta abierta” la que P. Kentenich formuló
desarrollando ideas paulinas (1 Cor 16, 9; 2 Cor 2,12; Col 4, 3).
2. El sacerdote creyente en la Divina Providencia
El sacerdote que tiene fe en la Divina Providencia es un sacerdote que busca
constantemente la bi-unión con el Dios de la vida. Desde pronto debe ser:
1. Un sacerdote con una visión clara
2. Un sacerdote audaz en el riesgo
3. Un sacerdote seguro de la victoria.
1. Un sacerdote con clara visón tiene una visión profunda y amplia
al mismo tiempo. Dispone de fuentes de conocimiento que otros
desconocen. Como un “visionario” ve cosas que otros no ven. Iustus meus
ex fide vivit (el justo vive desde la fe). En la práctica esto significa que él vive
a partir de esta verdad: “Nada sucede por casualidad, todo viene de la
benevolencia de Dios” (1). En la situación más enredada, el sacerdote
creyente en la Providencia dice: Dios me ha introducido a esta situación, así
todo está bien. El sacerdote se siente en consonancia con el gran plan que
Dios tiene del mundo. Todos los que pasan por mi escuela, a lo mejor no se
diferencian de otros por mayores conocimientos, pero sí, por llegar
a ser hijos de la fe en la Divina Providencia.
2. ¡Qué clara fue la visión de San Pablo en este aspecto! Para él
existe una ley vital, la ley de la puerta abierta. Queremos dirigir nuestros
pasos hacia la puerta que Dios nos abre. Esto es la fe práctica en le Divina
providencia. Lo central de esta fe es la convicción: Dios me habla a través de
las circunstancias. Por eso necesito llegar a ser un intérprete de los signos.
Esto es la tarea de vida para mí. Dios abarca siglos y milenios, de allí la
amplitud de su visión. Mientras mi pequeñez se apega a un puntito. Por eso
3. tengo que situarme bajo la luz divina, t no solo en general, sino que en cada
circunstancia.
3. ¿Qué nos enseña sobre esto el Salvador? Nos dice: “No cae un
pelito…”. ¿Qué alcance tuvo esto para su auditorio? En la fe providencialista
judía el dios del fatalismo había recibido un ojo. Por Jesús el Dios
clarividente recibió además un corazón. Esto significa: la religión judía de la
época estaba convencida de que Dios guía con benevolencia al pueblo y a
sus representantes, pero no los detalles de cada uno como consecuencia de
plan de sabiduría, amor y omnipotencia.
Pensemos ahora en la parábola de la mujer con la dracma perdida. ¿Dónde
está el tertium comparationis? (el punto de comparación). El economista y
negociante diría: Tiene que trabajar y ganará más de lo que ha perdido. Pero
Jesús nos dice, cómo el Padre celestial se preocupa por cada individuo.
4. Parecida es la parábola de la oveja perdida. El Padre celestial se
preocupa por cada uno de tal forma, como si no existiesen las 99. Se trata de
verdades que nuestros antepasados llevaron en la carne y en la sangre y que
nosotros, “estudiosos”, hemos perdido. Sabemos hablar de estas verdades,
pero nuestra vida no está marcada por ellas.
5. En todos los asuntos estamos acostumbrados a percibir
solamente las causas segundas, pero no vemos la causa primera. Por
ejemplo: Alguien me ha ofendido: No veo la causa primera, no descubro a
Dios en esta persona, sino solo la causa segunda, la persona. Al contrario yo
me quedaría más tranquilo y reaccionaría de otra forma. La fe en la
Divina Providencia sabe resumir todo a la buena, sabia y omnipotente mano
de Dios. Esta es la convicción que debo profundizar: Dios me tiene en su
mano con todo mi destino. Dios guía todo de tal manera, que su plan
proyectado para mí y para nuestra familia, llegue a realizarse. De esta forma
comprendemos mejor nuestra familia. No ha caído una visión del cielo
indicando cómo construir nuestra familia. Solo la simple fe en la
Divina Providencia vigiló nuestra cuna. Así surge la pregunta concreta:
¿Cómo influye esta clara visión en la vida cotidiana?
1. Queremos aprender a ver con nuestra fe al buen Dios en todo; lo
queremos descubrir como causa primera detrás de la causa segunda. Esto
debe ser como el hilo conductor.
2. En todas las situaciones queremos hablar afectuosamente con
Dios.
3. Con fe y amor queremos regarle sacrificios.
4. Esta es toda la santidad de la vida diaria: Deum quaerere, invenire, diligere in
omnibus tam rebus tam hominibus. (Buscar a Dios, encontrarlo y amarlo en
todas las cosas y personas).
El hombre en fuga de Dios debe convertirse en un hombre ansioso por Dios.
Santo es quien vive santamente, no quien fantasea con la santidad, sino
quien come, duerme y habla santamente. Cuando bebemos de las fuentes de
la liturgia, nuestra meta debe ser girar más fuertemente en torno al Dios de la
vida diaria; esto es diferente en el caso del profesor, del que tiene la cura de
almas o del administrador. Debo ver y buscar al Dios de mí vida. Yo debo
vivir así y para esto necesito una cierta habilidad. Ahora queremos aprender
de nuevo esta espiritualidad.
Para que el sacerdote sea un sacerdote con una visión clara, audaz en el
riesgo y seguro de la victoria, el fundamento es el que viva la fe en la
Divina Providencia y esté orientado al mundo sobrenatural.
Tomado de: J. Kentenich, Retiro para sacerdotes en Marienau. Schönstatt
1951
(1) dicho Alemán
http://www.tallerenelvalle.cl/content/view/568710/Ser-Sacerdote-Profetico-P-Jose-Kentenich.html