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Introducción: 
La cultura, en sus diversas manifestaciones, desde la planetaria hasta la tribal y primitiva, tiene su origen en la naturaleza humana y no sería concebible si la esencia de nuestra especie desapareciera. Resulta obvio decirlo aunque evidencias como éstas no las percibe la mayoría por estar inserta en ellas. La inmersión en el bosque no deja ver el árbol. Cultura es sentir nuestras Raices, hacer, pensar, construir, edificar, derrumbar, obrar con la inteligencia, con la mano y con sus extensiones, las herramientas, la técnica que en su increíble crecimiento constituye ya una supranaturaleza. La cultura empieza siendo fruto de la cría y del cultivo de la tierra. Su cuerpo ritual, ceremonial, religioso, nace de esa confrontación con la naturaleza que le fue dada al hombre. Luego modifica y crea nuevas formas cuando se vuelve urbana. En ese largo hacer cultural, la especie alcanza hoy la posibilidad inaudita de destruirse a sí misma de un golpe, y de destruir las formas de la vida animal y agrarias indispensables a la especie. 
Hoy más que nunca, más que en los tiempos de intensa religiosidad, más que en las sectas místicas o esotéricas de todos los países y edades, se impone la pregunta más importante , a la cual no contestan la ciencia ni la técnica, del fin último del hombre. La ausencia de respuesta está en el centro de la gran neurosis contemporánea occidental. 
El proceso evolutivo de la cultura venezolana es corto. Empieza con la llegada de los españoles y corre hasta nuestros días. Cuenta apenas 5 siglos. En comparación con las culturas del Asia, del Medio Oriente, de los indoeuropeos, nos estamos asomando al mundo. Somos testigos de nuestro breve acaecer cultural. Esta circunstancia es única en el mundo. Llegamos de últimos y el descubrimiento, la Conquista, la Colonia, la Independencia, fueron ayer. 
Esta cercanía al origen, esa falta de memoria de nuestro pasado, nos ata a señales finiquitadas de presunta identidad cultural. 
La transculturación producida en algo más de medio siglo, por el desarrollo de la industria de hidrocarburos,y una penetración de una tecnología desechable, nos despojó de algunas señales de identidad, tradicionales, bastante relativas por lo demás: la casona colonial, la hacienda de gran patio para secar el café o el cacao, el conuco, la leyenda del llano con sus centauros, las estampas de conquistadores acorazados y armados, el campesino de blusa y alpargatas, el jefe civil de franela y con ancho cinturón de cuero, el sombrero de cogollo, el joropo bajo las palmeras, los tambores en los cacaotales, el villancico navideño y el minucioso pesebre convertido en 
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microcosmos, ciertas noches de cuentos de espantos, el palo ensebaó, la echada de cocos, la edad del caballo, y más al fondo, escondido en los repliegues del alma, el llamado de las voces ancestrales de nuestros antepasados Indígenas. 
También la naturaleza profunda, subyacente de los venezolanos, en un aspecto es la consecuencia política del mal gobernarse a sí mismo, de una sociedad inestable y pobre de valores; en otro es producto de un inconsciente colectivo fascinado por la idea de poder sin freno por la imagen del «Padre terrible» Los famosos pactos con el diablo, maravillosos amuletos que le otorgan poderes extraordinarios tanto en el azar como en el Amor etc. y la Madre correspondiente y severa al mismo tiempo, que lo premia y lo castiga. 
María Lionza que aglutina en su culto un moderno hecho de transculturaciones caribeñas, africanas y venezolanas, las más diversas manifestaciones culturales, desde un arquetipo aborigen, hasta aportes recientes de religiones afroamericanas (vudú, santería cubana, macumba brasileña, Magia negra, changó caribeño) todo ello centrado en torno a la figuración de una poderosa y bella mujer blanca que recorre sus dominios montada en una danta y acompañada por una corte de tipología variable. Doña Bárbara, Santa Bárbara, María Lionza son aspectos benéficos o maléficos de la Madre Terrible. 
Todos estos aspectos han sido asociados más de una vez y son consecuencias de la violencia de los hombres y una naturaleza predominante, llena de escenarios naturales de una memoria perdida , extraviada o tal ves anhelada; capaz de reflejar la lucha entre la barbarie y la civilización, que contienen elementos numinosos del inconsciente colectivo venezolano, mestizo o no, capaces de atraer, seducir, matar, al igual que esas damas nocturnas que aparecían en las plazas desiertas de las ciudades o en ciertos lugares del campo, caminos y orillas de río, como una ofrenda erótica inesperada, objeto sexual siempre fantaseado en aquella sociedad puritana, y que al ser besadas, se transformaban en monstruos, Sayonas o Lloronas que enloquecían al noctámbulo y podían causarle la muerte. 
Ignoramos hasta qué punto el tiempo transcurrido, propició el esclarecimiento del ser venezolano y la superación de esas formas numinosas. En cambio la ficción de Doña Bárbara ha perdido vigencia en el campo literario, porque los narradores ulteriores a Gallegos trillaron otros caminos y dejaron de sentir sus personajes esquemáticos, simbólicos o folklóricos, así como desecharon la composición lineal, argumental y simétrica de sus novelas y rechazaron las intenciones moralizantes, juzgando que éstas se cumplían en detrimento de la autenticidad existencial. 
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Presencias arquetipales y tipificaciones finiquitadas nos sitúan en el limbo de los orígenes, es decir vinculan a nuestro ser con vivencias primitivas cuya analogía con otras semejantes le permitieron a Carl Jung crear su teoría general del inconsciente colectivo y debería vincularnos también con la heredad africana y con la de los iberos, nunca suficientemente vivenciada y conocida en razón de los resentimientos y desgarrones producidos por el matricidio o parricidio culturales producto de un bombardeo despiadado que nos margina cada ves mas, hundiéndonos en un pozo oscuro y cuyo fin es el olvido de nuestra esencia, saturados de basuras programadas por parte de la Televisión, y de un sistema social cuyo mayor interés es la explotación del hombre por el hombre. 
Un sentimiento de venezolanidad, de identidad no se debe limitar al estudio de los 5 siglos, sino bucear en las grandes heredades indígenas, africanas e ibéricas de donde proceden los pueblos, los arquetipos y los símbolos que nos alientan y explican en el tránsito de existir y de ser, de donde venimos y a donde vamos... 
Profesor Felix E. Diaz. 
Maestro Sri- Deva Fénix. 
Algo sobre nuestra Cultura. 
La cultura en Venezuela comenzó con la simbiosis de dos elementos enteramente distintos que se encuentran en el momento del descubrimiento colombino: el indio y el español. El choque de estas dos culturas es el punto de partida de la formación de Venezuela como pueblo y de su conciencia como ente social, gracias al mestizaje. 
En el fenómeno cultural, según apunta Guillermo Morón, “predominan en nuestro pueblo las formas de pensamiento, los hábitos, las estructuras de los conquistadores o pacificadores, que fueron, después de todo, los fundadores del pueblo. La psicología, el modo, el ser cultural del venezolano, están plasmados en el alma del conquistador, con todas las normales y eficaces transformaciones ocurridas en un escenario geográfico diferente al originario y con la poderosa aportación del aborigen y el negro”. 
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Algo sobre la Historia geológica. El elemento estructural más antiguo y estable del subcontinente está constituida por la capa litológica que se halla en la región de los macizos Brasileño y de las Guayanas, en el este y noreste de Sudamérica. Comprende un complejo de rocas ígneas y metamórficas precámbricas de hace 570 millones de años. La capa está revestida en su mayor parte por roca sedimentaria, principalmente del periodo paleozoico (desde hace 570 millones hasta hace 225 millones de años), aunque en algunas zonas se encuentran basaltos más recientes, sobre todo en el sur de Brasil. Se han encontrado fósiles en los macizos brasileños que muestran evidencias del desplazamiento continental e indican que en la era pérmica el subcontinente estuvo unido a Gondwana, la gran masa terrestre que comprendía también África y Asia. 
Algo sobre la Teoría glaciar 
La teoría glaciar derivó del trabajo de Lyell, entre otros. Propuesta por primera vez hacia 1840 y aceptada después universalmente, esta teoría enuncia que los depósitos originados por glaciares y planos de hielo se han sucedido en un movimiento lento desde latitudes altas hasta otras más bajas durante el pleistoceno. Se han acumulado diversas evidencias que apoyan el concepto del avance y del retroceso de los glaciares continentales y montañosos 
Algo sobre las edades de la Tierra 
Periodo cámbrico (570 a 510 millones de años) 
Una explosión de vida pobló los mares, pero la tierra firme permaneció estéril. Toda la vida animal era invertebrada, y los animales más comunes eran los artrópodos llamados trilobites (extintos en la actualidad) con miles de especies diferentes. Colisiones múltiples entre las placas de la corteza terrestre crearon el primer supercontinente, llamado Gondwana. 
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Periodo ordovícico (510 a 439 millones de años) 
El predecesor del océano Atlántico actual empezó a contraerse mientras que los continentes de esa época se acercaban unos a otros. Los trilobites seguían siendo abundantes; importantes grupos hicieron su primera aparición, entre ellos estaban los corales, los crinoideos, los briozoos y los pelecípodos. Surgieron también peces con escudo óseo externo y sin mandíbula, que son los primeros vertebrados conocidos; sus fósiles se encuentran en lechos de antiguos estuarios de América del Norte. 
Periodo silúrico (439 a 408,5 millones de años) 
La vida se aventuró en tierra bajo la forma de plantas simples llamadas psilofitas, que tenían un sistema vascular para la circulación de agua, y de animales parecidos a los escorpiones, parientes de los artrópodos marinos, extintos en la actualidad, llamados euriptéridos. La cantidad y la variedad de trilobites disminuyeron, pero los mares abundaban en corales, en cefalópodos y en peces mandibulados. 
Periodo devónico (408,5 a 362,5 millones de años) Este periodo se conoce también como la edad de los peces, por la abundancia de sus fósiles entre las rocas de este periodo. Los peces se adaptaron tanto al agua dulce como al agua salada. Entre ellos había algunos con escudo óseo externo, con o sin mandíbula, tiburones primitivos (aún existe una subespecie de los tiburones de esta época) y peces óseos a partir de los cuales evolucionaron los anfibios. En las zonas de tierra, se hallaban muchos helechos gigantes. 
Periodo carbonífero (362,5 a 290 millones de años) Los trilobites estaban casi extinguidos, pero los corales, los crinoideos y los braquiópodos eran abundantes, así como todos los grupos de moluscos. Los climas húmedos y cálidos fomentaron la aparición de bosques exuberantes en los pantanales, que dieron lugar a los principales yacimientos de carbón que existen en la actualidad. Las plantas dominantes eran los licopodios con 
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forma de árbol, los equisetos, los helechos y unas plantas extintas llamadas pteridospermas o semillas de helecho. Los anfibios se extendieron y dieron nacimiento a los reptiles, primeros vertebrados que vivían sólo en tierra. Aparecieron también insectos alados como las libélulas. 
Periodo pérmico (290 a 245 millones de años) 
Las zonas de tierra se unieron en un único continente llamado Pangea, y en la región que correspondía con América del Norte se formaron los Apalaches. En el hemisferio norte aparecieron plantas semejantes a las palmeras y coníferas que sustituyeron a los bosques formadores de carbón. Los cambios en el medio, resultado de la redistribución de tierra y agua, provocaron la mayor extinción de todos los tiempos. Los trilobites y muchos peces y corales desaparecieron cuando terminó el paleozoico. 
Periodo triásico (245 a 208 millones de años) 
El principio de la era mesozoica quedó marcado por la reaparición de Gondwana cuando Pangea se dividió en los supercontinentes del Norte (Laurasia) y del Sur (Gondwana). Las formas de vida cambiaron considerablemente en esta era, conocida como la edad de los reptiles. Aparecieron nuevas familias de pteridospermas, y las coníferas y los cicadofitos se convirtieron en los mayores grupos florales, junto a los ginkgos y a otros géneros. Surgieron reptiles, como los dinosaurios y las tortugas, además de los mamíferos. 
Periodo jurásico (208 a 145,6 millones de años) 
Al desplazarse Gondwana, el norte del océano Atlántico se ensanchaba y nacía el Atlántico sur. Los dinosaurios dominaban en tierra, mientras crecía el número de reptiles marinos, como los ictiosaurios y los plesiosaurios. Aparecieron los pájaros primitivos y los corales formadores de arrecifes crecían en las aguas poco profundas de las costas. Entre los artrópodos evolucionaron animales semejantes a los cangrejos y a las langostas. 
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Periodo cretácico (145,6 a 65 millones de años) 
Los dinosaurios prosperaron y evolucionaron hacia formas más especializadas, para desaparecer de forma brusca al final de este periodo, junto a muchas otras formas de vida. Las teorías para explicar esta extinción masiva tienen en la actualidad un gran interés científico. Los cambios florales de este periodo fueron los más notables de los ocurridos en la historia terrestre. Las gimnospermas estaban extendidas, pero al final del periodo aparecieron las angiospermas (plantas con flores). 
Periodo terciario (65 a 1,64 millones de años) 
En el terciario se rompió el enlace de tierra entre América del Norte y Europa y, al final del periodo, se fraguó el que une América del Norte y América del Sur. Durante el cenozoico, las formas de vida de la tierra y del mar se hicieron más parecidas a las existentes en la actualidad. Se termina de formar la Patagonia y el levantamiento de la cordillera de los Andes. La hierba era más prominente, y esto provocó cambios en la dentición de los animales herbívoros. Al haber desaparecido la mayoría de los reptiles dominantes al final del cretácico, el cenozoico fue la edad de los mamíferos. De esta forma, en la época del eoceno se desarrollaron nuevos grupos de mamíferos, como ciertos animales pequeños parecidos a los caballos actuales, rinocerontes, tapires, rumiantes, ballenas y ancestros de los elefantes. En el oligoceno aparecieron miembros de las familias de los gatos y de los perros, así como algunas especies de monos. En el mioceno los marsupiales eran numerosos, y surgieron los antropoides (semejantes a los humanos). En el plioceno, los mamíferos con placenta alcanzaron su apogeo, en número y diversidad de especies, extendiéndose hasta el periodo cuaternario. 
Periodo cuaternario (desde hace 1,64 millones de años hasta la actualidad) 
Capas de hielo continentales intermitentes cubrieron gran parte del hemisferio norte. Los restos fósiles ponen de manifiesto que hubo muchos tipos de prehumanos primitivos en el centro y sur de África, en China y en Java, en el pleistoceno bajo y medio; pero los seres humanos modernos (Homo sapiens) no surgieron hasta el final del pleistoceno. Más tarde, en 
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este periodo, los humanos cruzaron al Nuevo Mundo a través del estrecho de Bering. Las capas de hielo retrocedieron al final y empezó la época reciente, el holoceno. Se inició el descenso y el retroceso continental desde el estrecho de Magallanes hasta las Antillas y se formaron ríos y lagunas. 
Algo sobre la Geografía de Venezuela 
El país cuenta en la actualidad con una superficie continental e insular de 912.050 km². Estos extensos territorios se expresan en una compacta superficie continental, cuya longitud máxima es de 1.493 km en dirección este-oeste y de 1.271 km en dirección norte-sur, lo que contribuye a facilitar la integración y cohesión interna. Cuenta con una amplia línea de costa, que alcanza en el mar Caribe los 2.183 km de longitud desde Castilletes al promontorio de Paria; su forma es irregular y está constituida por numerosos golfos y bahías, entre los que destacan el golfo de Venezuela y los de Triste y Cariaco, y más de 314 islas, cayos e islotes de soberanía venezolana que se extienden por el norte hasta la isla de Aves y su correspondiente zona de exclusividad económica marítima. A su vez, cuenta con 1.008 km de riberas continentales en el océano Atlántico, desde el promontorio de Paria hasta punta Playa, incluyendo el golfo de Paria, la isla de Patos y la fachada litoral del delta del Orinoco e islas adyacentes, donde destacan las bajas costas selváticas, cenagosas y cubiertas de manglares. 
En el territorio venezolano se combinan los imponentes relieves de la cordillera de los Andes, la cordillera de la Costa y el macizo Guayanés, con las formaciones de altitud media del sistema Coriano y las depresiones de los estados de Yaracuy y Lara, donde se encuentran las ciudades de Barquisimeto y Carora; asimismo, también se reconoce la topografía de las tierras bajas de la cuenca del lago de Maracaibo, de Los Llanos, en el sistema del delta del Orinoco, y de la llanura del río Casiquiare en el Amazonas venezolano. 
En el occidente del país se encuentran las tierras montañosas de los Andes venezolanos, que se dividen en la cordillera de Perijá, con su altitud máxima en el pico Tutari (3.750 m) situado en la sierra de los Motilones, y en la cordillera de Mérida, donde se ubica el punto más alto del país, el pico Bolívar (5.007 m) en la sierra Nevada de Mérida. En el norte se distingue otro importante conjunto montañoso, la cordillera de la Costa, dividida en serranía del Litoral Central, cuya máxima altitud la constituye el pico Naiguatá (2.765 m), serranía del Litoral y serranía del Interior, con su máxima altitud en el pico Turimiquire (2.596 m) en el este de la misma. 
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Cercanas a la costa del mar Caribe se ubican las tierras bajas de la depresión de Maracaibo, donde se encuentra el lago de Maracaibo, una extensión hacia el interior del golfo de Venezuela. 
Tienen singular importancia las formaciones de tierras bajas de Los Llanos, donde se distingue entre Los Llanos altos y Los Llanos bajos, separados por la curva de nivel de los 100 metros. Los Llanos altos no son susceptibles de inundación y presentan ondulaciones originadas por la erosión fluvial; alcanzan sus máximas altitudes en el piedemonte llanero-andino, donde se reconocen suelos de gran fertilidad. Los Llanos bajos están conformados por llanuras aluviales que se inundan en la época de lluvias, convergiendo su red hidrográfica con el sistema del río Orinoco; su vegetación es de pastizales tropicales de sabana. 
Las formaciones del escudo o macizo Guayanés están separadas del resto del país por el amplio arco del río Orinoco y se prolongan por la Amazonia venezolana en las imponentes sierras de Parima y Pacaraima, con numerosos tepuis (en singular tepuy, nombre local que alude a mesetas tabulares) ubicados junto a la frontera con Brasil. En su extremo nororiental destacan las tierras bajas deltaicas del Orinoco. A su vez, entre las riberas del Orinoco y los 6° latitud N, el paisaje guayanés se manifiesta en llanuras con altitudes que oscilan entre los 200 y los 500 m, dominando el clima llanero y las formaciones de sabana. Al sur de este paralelo predominan grandes tepuys, entre los que destaca el Auyan Tepuy (3.000 m) que alberga el Salto Ángel, en el río Churún, afluente del Carrao, una espectacular cascada de 979 m, la más elevada del mundo. Aquí dominan las formaciones selváticas. 
Algo sobre la Geo-Morfología de Venezuela. 
Sobre el lago de Maracaibo. 
En la actualidad cubre una superficie de 13.280 km2 y sus costas se extienden por 728 km. La profundidad máxima alcanza los 50 m. Por un canal natural de 39 km de longitud y de una anchura entre los 8 km y los 20 km, se relaciona con la bahía de El Tablazo y ésta lo hace con el golfo de Venezuela. Este lago es el mayor del mundo relacionado directamente con el mar y en su parte septentrional se registran las mareas marítimas. Las aguas de este sector son marcadamente salobres a pesar que afluyen al lago ríos de alto caudal como son, entre otros, el Catatumbo, el Chama, el Escalante, el Motatán, el Santa Ana, el Apón y el Palmar. A la bahía El Tablazo desemboca el río Limón de extenso estuario. Los orígenes del lago 
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de Maracaibo se relacionan con la depresión que se originó a lo largo de un complejo proceso geológico y que se inició en el Mioceno. En el Plioceno fue cuando la depresión entre la serranía de Perijá y la cordillera de Mérida, el arco andino, llegó a una configuración muy semejante a la actual, ocupando el lago la porción más baja. Los ríos que afluyen al lago fueron dibujando su perímetro en el cual se destaca el gran delta de suelos empantanados formado por los ríos Escalante, Catatumbo y Santa Ana. Este delta prosigue en su avance lago adentro. Las precipitaciones se incrementan intensamente de N a S pasando de medias anuales de 570 mm a 2.550 mm. Los vientos alisios cruzan la superficie lacustre de NE a SO. La temperatura media que al norte alcanza los 28,3 °C, al sur es de 27,5 °C debido a la mayor nubosidad. Desde el lago y hacia el SO, puede verse en muchas noches un continuo centelleo en las altas capas atmosféricas: fenómeno llamado el «Relámpago del Catatumbo». 
Sobre El Pico Bolívar. 
Es la cumbre más alta de Venezuela (5.007 m). Situado en el surco central de la Sierra Nevada de Mérida en los Andes venezolanos; son éstos formaciones del Precámbrico con sedimentaciones hacia el final del Eoceno y de violenta orogénesis posterior hasta el Cuaternario, cuando los glaciares le dan su aspecto característico a los valles de la cordillera. Modernas mediciones por medio de satélites, han dado una altura para el pico Bolívar de 4.980 m, aunque la cifra oficial continúa siendo en Venezuela la de 5.007 m. El pico Bolívar está en el macizo llamado de La Columna, junto a los picos El León (4.743 m) y El Toro (4.695 m). 
Sobre el río Orinoco 
Es el mayor río de Venezuela. Tiene una longitud de 2.063 km y su hoya comprende superficies de Venezuela y Colombia; cubre 880.000 km2; nace a 1.047,35 m de altitud en la frontera con el Brasil, y desde sus inicios se le añaden otras corrientes. Las coordenadas geográficas son: 2° 19,05' 7" latitud N y 63° 21' 42,63" longitud O. El recorrido del Orinoco forma un gran arco debido al macizo guayanés y al encontrarse con el cerro Delgado Chalbaud, el río toma rumbo al NO y hasta Santa María de los Guaicas es una corriente constantemente interrumpida por saltos y raudales; en este primer tramo recibe, entre otras aguas, las del río Ugueto. Al penetrar a las tierras bajas, se le desprende el caño Casiquiare, el cual le sustrae aguas que traslada al río Guainía-Negro, un afluente del Amazonas. Este brazo Casiquiare es uno de los casos más extraordinarios en el mundo de una 
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captura de aguas; la pérdida de este cuantioso caudal, es compensada por las que el Orinoco recibe de los ríos Ocamo, Matacuni, Padamo y Maraca; y a continuación de la salida de aguas del caño Casiquiare, le afluyen los ríos Cunucunuma y Ventuari entre otros. La afluencia del Ventuari se realiza en un sector rocoso y no de materiales aluvionales, que recibe impropiamente el nombre de delta del Ventuari. El río Atabapo se une al Orinoco por el S en San Fernando de Atabapo; y desde esta afluencia el gran río toma el rumbo N; prosigue su marcha arqueando algo su curso hasta donde le afluye, por el O, el río llanero de Apure. En este trayecto se hallan los raudales de Maipures y Atures que impiden toda navegación al alto Orinoco. Entre San Fernando de Atabapo y la boca del Apure, el Orinoco se incrementa con los abundantes caudales de los ríos Guaviare, Vichada y Tomo provenientes de los llanos colombianos y por el río Meta que por largo trecho hace de frontera entre Venezuela y Colombia; a continuación del mismo, y siempre por el O, le aportan sus aguas los ríos Cinaruco, Capanaparo, Arauca y Apure. El cauce de este último es la prolongación hacia occidente de la directriz del cauce del Orinoco hasta su desembocadura en el Atlántico; se puede, pues, hablar del sistema fluvial Orinoco-Apure. El alto nivel de las aguas del Orinoco durante la época de lluvias, ascendente a partir de septiembre, actúa de dique acuoso que frena la salida de las aguas de los ríos últimamente citados por lo cual éstas represan e inundan los llanos bajos del estado Apure. Las montañas que constituyen el macizo guayanés avenan al Orinoco, excepto las que rodean la cuenca del Cuyuní, que lleva sus aguas al río Esequibo en tierras de la zona en reclamación. De los afluentes guayaneses del Orinoco se destacan el Suapure, Cuchivero, Caura, Aro y Caroní. Debido al relieve pronunciadamente escalonado del macizo guayanés, todas estas corrientes tienen que vencer fuertes desniveles que originan gran número de raudales y saltos. Las formaciones tabulares de los tepuyes proporcionan caídas de aguas grandiosas en diversos afluentes de los mencionados ríos: el Churún Merú (salto Ángel) en la región de Canaima, tiene una caída libre de 979 m y es el más alto del mundo. En la misma región están la catarata de Canaima; en el bajo Caroní, el salto de la Llovizna; en el Carrao, el salto del Hacha, y otros muchos. 
Antiguas culturas precolombinas tuvieron su asiento a orillas del Orinoco, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos de Barrancas. El río era conocido por los indígenas como Huyaparí, Uriaparia o Barraguán. Su existencia fue presumida por Cristóbal Colón, en 1498, en su tercer viaje, cuando recorría las costas de Trinidad y Paria; la fuerza de la corriente hacía dulces las aguas del mar aun sin estar a la vista de tierra, por lo cual el 
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Almirante supo de la existencia de un enorme río aun sin verlo. Vicente Yáñez Pinzón lo avistó en 1500 y, hacia 1516 un aventurero y esclavista español, Juan Bono de Quejo, recorrió por primera vez los caños del delta. Fue, empero, Diego de Ordaz quien penetró por primera vez en él en junio de 1531. Los conquistadores vieron en el Orinoco una vía que facilitaba la penetración hacia el interior del continente. Es muy posible que cuando Nicolás de Federmann en 1530 salió de Coro en busca del «Mar del Sur», al preguntar por éste a los indios de tierra adentro, éstos, al nombrar la Gran Agua, se refirieran al Orinoco. A Ordaz le siguieron Gerónimo de Ortal y Alonso de Herrera en 1553 y aunque se dice que llegaron hasta el Meta, no se tiene la certidumbre de ello. Lo que sí es verdad es que surgió en esta época el mito de El Dorado, que sirvió para que otros se aventuraran a surcar el río. Hubo refriegas con los indígenas, lo cual retrasó por un tiempo el reconocimiento del río a partir de sus desembocaduras. 
BIBLIOGRAFÍA: ANDUZE, PABLO J. Shailili-ko: relato de un naturalista que también llegó a las fuentes del Orinoco. Caracas: Talleres Gráficos Ilustraciones, 1960; descubrimientos del Orinoco. Caracas: Ministerio de Educación, 1952; WICKHAM, HENRY A. El Orinoco en dos direcciones: relatos de viaje de sir Henry Alexander Wickham, 1869- 1870 y Jules Crevaux, 1880-1881. Caracas: Organización Orinoco, 1988. 
Sobre el Salto Angel. 
Denominado Churún Merú por los indígenas pemones de la Gran Sabana (Edo. Bolívar) que significa, en lengua pemón, cascada del Merú. Geológicamente el Auyantepuy es una meseta de arenisca (gneis y granito) enclavada en el macizo occidental del Escudo Guayanés, cuyo origen es una altiplanicie prepaleozoica y paleozoica, orientada de E a O y con inclinación N; durante las eras geológicas, las corrientes fluviales erosionaron la altiplanicie hasta formar las típicas mesetas tabulares propias de la región; el tepuy tiene una altura máxima de 2.450 m elevándose sobre el valle de Camarata, con 35 km de largo en dirección SE-NO, y 25 km de ancho; está enmarcado entre los ríos Carrao al N y O; Kukurital al E; y el Aicha al S. El salto se origina en la caída de una corriente que según la toponimia indígena debería llamarse Kerepa-kupa-merú o Pare-kupa-merú (salto o caída hasta el fondo del pozo o de la laguna o pozo). Tradicionalmente se ha supuesto que es el río Churún, que también nace en 
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la cima del tepuy y es un afluente del río Carrao pero en realidad se origina en otro, situado a unos 10 km al S del salto Ángel. Debido a las continuas precipitaciones lluviosas y a la ligera inclinación de la meseta, cae en forma de cascada por la pared NE de la misma y por su gran altura, llega al suelo en forma de lluvia torrencial; aquí vuelve a formarse esta corriente, que poco después desemboca en el Carrao, afluente a su vez del Caroní. 
Sobre el cerro Ávila. (Guaraira-Repano) 
Situado en la cordillera de la Costa, limita al N con el mar Caribe y al S con el valle de Caracas y la serranía del Interior. Se le conoce también como Silla de Caracas, por su forma característica. Geológicamente es parte del sistema orográfico central, situado entre las depresiones Turbio-Yaracuy al occidente del país y Unare al oriente. Está constituido por formaciones rocosas originadas en el cretáceo o precretáceo, sumergidas posteriormente y vueltas a emerger en el terciario, por los empujes geotectónicos que también originaron los Andes y el sistema Coriano. La erosión transformaría las elevaciones en plenillanuras, que, a su vez, sufrieron plegamientos y serían afectadas por las corrientes de agua y la continua actividad orogénica, que le dieron a la cordillera el aspecto actual. Las rocas que la constituyen son gneis microclínicos y esquistos y conglomerados muscovíticos, cuarcíferos y graníticos. Tiene también intrusiones de rocas ígneas ácidas (granitos). La mayor altura la constituye el pico Naiguatá (2.765 m), seguido de la Silla (2.640 m) y el Ávila (2.159 m); estos 2, conocidos también como picos oriental y occidental respectivamente. Presenta variaciones de temperatura que van desde los 27 °C a nivel del mar, hasta los 5 °C en las alturas máximas; su clima es húmedo, cálido-templado de altura tropical y las precipitaciones promedio anuales oscilan entre los 600 mm y los 1.400 mm. En las zonas boscosas crecen apamates, ceibas, bucares, copeyes, zamuros, urapes, acacias, amarillos, helechos arborescentes y palmeras. Abundan las orquídeas, helechos, bromeliáceas, aráceas, peperonmias, generiáceas, rubiáceas y mustáceas. 
A la llegada de los españoles estaba habitado por Aborígenes denominados Caracas, Toromaimas y Mariches, de nación Caribe y Aruaca. El nombre que le daban a la montaña era Guaraira-Repano. 
La denominación de Ávila se origina en Gabriel de Ávila, alférez mayor de campo, uno de los fundadores de Santiago de León de Caracas, quien tuvo 
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las tierras que iban desde la falda del cerro hasta la cumbre; conocida como Estancia de los Ávila, cerro o montaña de Ávila, el apellido se convirtió en topónimo. De la montaña bajan al valle de Caracas pequeñas corrientes de agua como la quebrada Catuche, que le daba nombre indígena a aquél: Catuchacuao, asiento de los toromaimas y la quebrada Caroata, entre las cuales se fundó la ciudad de Santiago de León. 
Sobre la Cueva del Guácharo. 
Monumento natural localizado cerca del pueblo de Caripe al norte del estado Monagas, con 10.650 m de desarrollo conocido y uno de los más singulares del mundo debido a sus características excepcionales. Su entrada se encuentra a 1.066 m de altitud y presenta en su parte interior una temperatura casi constante de 19 °C. La caverna tiene 2 grandes sectores: uno de unos 1.500 m de longitud, formado por los salones de Humboldt, del Silencio y Precioso. Está recorrido por un riachuelo cuyo extremo más cercano es la poza de Humboldt, y el tercero, ornamentado con extrañas y hermosas formas producidas por el gotear del agua subterránea. El otro sector, denominado Cuarto del Viento, mide unos 9.150 m y lo integran innumerables galerías entre las que sobresalen el Paso del Viento, el Cuarto de la Piedra del Mecate, el Cuarto del Chorro, el Cuarto del Derrumbe, el Salón de Alén, el Paso de las Bóvedas, el Paso de los Cuchillos, la Galería de los Italianos, el Paso de las Lanzas y el Gran Cañón. En este sector se encuentran las formaciones geológicas más admirables e interesantes de la parte explorada. 
Se tienen noticias de que la caverna era visitada por los indios chaimas desde época remota con el fin de capturar los pichones de los guácharos para quitarles la grasa y elaborar una manteca muy apreciada; además, se sabe que éstos tenían la creencia de que al morir sus almas se recluían en el interior de la cueva.. Luego, en 1799, estuvieron en ella Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, quienes se introdujeron unos 472 m. Humboldt consigna sus observaciones en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, donde estudia el guácharo, ave nocturna y granívora, la clasifica como del género Steatornis caripensis y suministra noticias sobre su aspecto físico, características y costumbres 
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Cronología Estimada: 
20.000 años AC. Grupos humanos cruzaron al Nuevo Mundo a través del estrecho de Bering. Las capas de hielo retrocedieron al final y empezó la época reciente, el holoceno. Se inició el descenso y el retroceso continental desde el estrecho de Magallanes hasta las Antillas y se formaron ríos y grandes lagunas. 
15.800 años AC. Grupos humanos provenientes del Norte llegan al Golfo de Venezuela a lo que es hoy el litoral Falconiano a través del Istmo de Panamá, la Costa del caribe Colombiana y la Guajira. 
14.000 años AC. El Noroeste de lo que es hoy Venezuela comienza a ser poblado- Grupos de Cazadores y Recolectores se extienden por tierras de los actuales estados Falcón, Lara y Zulia- 
12.000 años AC. Los cazadores nómadas elaboran instrumentos con piedras (hachas ovaladas y puntas de flechas), utilizando materiales existentes en las canteras del río Pedregal al Sur del estado Falcón. 
10.000.años AC. El numero de cazadores se ha multiplicado en el Noroeste- Bandas de ellos se movilizan por extensas áreas persiguiendo a los grandes animales del Pleistoceno. Gliptodontes, Mastodontes, Megaterios, Jaguares gigantes, Tigres dientes de sable, Conejos etc- 
9.000.AC. Al Sur de lo que será el valle de Caracas, las abundantes lluvias de finales de la ultima Glaciación han rellenado grandes depresiones formando inmensas laguna en lo que hoy se conoce como Plaza Venezuela, Av. Páez del Paraíso y en la Av. Los Ilustres- 
8.000.AC. Los grupos de recolectores marinos comienzan a extenderse por las costas de Falcón hasta Sucre y se produce un aumento de población debido a lo favorable de las condiciones climáticas y alimentarías- 
7.000.AC. Gente de hable Caribe se expande por Guayana y Surinam, dominan el cultivo de la Yuca. Algunos yacimientos Líticos encontrados en la Gran Sabana lo demuestran- 
4.300 AC. Grupos de recolectores se establecen en las zonas de los manglares de Paría. 
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4.000.AC. Los grupos de recolectores necesitan un medio de transporte para desplazarse entre los caños, extraen parte de las cortezas de los árboles y les dan forma de embarcaciones. 
Sobre las familias indígenas. 
Obviamente, antes de la llegada de Colón ya existía una organización social entre los indígenas venezolanos; por lo tanto, en la medida en que las comunidades lograron una unidad étnico-cultural, se inició el proceso de formación de la nación venezolana. 
Desde el punto de vista de la agrupación lingüística, el etnólogo Miguel Acosta Saignes distinguió 10 áreas que aquí se resumen: área de la costa caribe, desde Paria hasta Borburata, comprende tres subáreas: de los cumanagotos, los palenques y los caracas; área de los ciparicotos, que aparecen como una inclusión entre pueblos caquetíos; área de los arawakos occidentales, comprende los caquetíos (estados de Falcón, Lara y Yaracuy, y los llanos de Apure); área de los jirajaras, comprende a los jirajaras, ayamanes, axaguas y gayones; área de La Guajira y del lago de Maracaibo, en la que aparecieron sólo grupos de cazadores-recolectores y pescadores en el siglo XVI; área de los caribes occidentales, comprende a los pemones, bobures y motilones; área de los Andes venezolanos, comprende a los timoto-cuicas; área de los recolectores, incluye a los actuales guaraúnos del delta del Orinoco y a los cazadores-recolectores y pescadores de Los Llanos hasta los estados de Portuguesa y Lara; área de los otomacos, incluye a los otomacos, guamos, taparitas y yaruros; área de Guayana, engloba todo el territorio al sur del Orinoco. 
Si bien los indígenas venezolanos no trabajaron los metales como en otras regiones, en cambio sí destacaron en la agricultura, particularmente los andinos, que cultivaron con éxito la papa (patata), el maíz, la yuca y otros frutos que de inmediato fueron asimilados por la gastronomía europea. 
El hombre venezolano tiene una existencia de aproximadamente 16 siglos, como quiera que la historia de Venezuela no comienza con la llegada de las naves de Cristóbal Colón, sino con el arraigo del llamado Homo venezuelanensis que ha venido evolucionando, lentamente en los primeros años, y luego arrolladora y definitivamente incorporado al progreso y a la civilización occidental a partir del mestizaje.El hombre venezolano, tal como respira, vive, siente y actúa en nuestros días, se viene formando desde el siglo XVI. 17
Sobre las primeras migraciones. A grandes rasgos, podría decirse que los indígenas americanos probablemente descendieran de los pobladores asiáticos que emigraron a través de la lengüeta de tierra del estrecho de Bering durante el periodo cuaternario, que se inició hace unos 30.000 años. 
Según los testimonios de las migraciones humanas, los primeros pueblos que se desplazaron hacia el continente americano, procedentes del noreste de Siberia hacia Alaska, portaban utensilios de piedra y otras herramientas típicas de mediados y finales del periodo paleolítico de la edad de piedra. Estos pueblos probablemente vivían en grupos de unos 100 individuos, pescando y cazando animales como venados y mamuts. Eran nómadas y trasladaban su campamento unas cuantas veces al cabo del año para aprovechar los alimentos de cada estación. Es probable que se reunieran durante algunas semanas con otros grupos con el fin de celebrar ceremonias religiosas y realizar trueques de productos, además de intercambiar información. Al parecer, los primeros asentamientos se ubicaron en Alaska y más tarde fueron desplazándose hacia el interior del continente americano. 
Los hallazgos de las primeras migraciones son muy escasos. Los testimonios que se desprenden del estudio comparativo de las lenguas indígenas, así como del análisis de algunos materiales genéticos, sugieren la posibilidad de que estas migraciones tuvieran lugar hace unos 30.000 años. Algunas pruebas más directas, procedentes de yacimientos arqueológicos, sitúan esa fecha algo más tarde. Por ejemplo, en el Yukón, en el actual Canadá, se han descubierto utensilios de hueso cuya antigüedad ha quedado fijada en el 22.000 a.C. mediante las técnicas de carbono radiactivo. Los restos de hogueras descubiertas en el valle de México datan del 21.000 a.C.; se han hallado algunas lascas de herramientas de piedra cerca de ellas, lo cual determina la presencia humana en aquella época. En una cueva de la cordillera de los Andes peruanos, cerca de Ayacucho, los arqueólogos han hallado utensilios de piedra y huesos de animales triturados, cuyo origen se ha datado en el 18.000 a.C. Otra cueva de Idaho, Estados Unidos, contiene restos parecidos que datan del 12.500 a.C. En ninguno de estos yacimientos aparecen objetos o herramientas con un estilo diferenciado. El único objeto hallado que sí tiene un estilo propio apareció hacia el 11.000 a.C. y se conoce como puntas ‘clovis’, tipo de punta de jabalina de base cóncava y con acanaladuras en una o dos de sus caras. 
Sobre los antiguos pobladores. Se calcula que en el momento de los primeros contactos con los europeos el continente americano estaba habitado por más de 90 millones de personas: 
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unos 10 millones en el actual territorio de Estados Unidos y Canadá, 30 millones en México, 11 millones en Centroamérica, 445.000 en las islas del Caribe, 30 millones en la región de la cordillera de los Andes y 9 millones en el resto de Sudamérica. Estas cifras de población corresponden a estimaciones muy relativas (algunas fuentes citan magnitudes mucho menores), ya que resulta imposible dar cifras exactas. Cuando los europeos empezaron a realizar los primeros registros, la población indígena ya se había visto diezmada por las guerras, el hambre, los trabajos forzosos y las epidemias de enfermedades introducidas por los europeos. 
Algo sobre los primeros pobladores de Sudamérica Las áreas culturales de Sudamérica abarcan desde la parte inferior de Centroamérica —el este de Honduras, Nicaragua y Costa Rica— hasta el extremo meridional de América del Sur. Cabe distinguir cuatro áreas principales: 1) la parte norte de Sudamérica y el Caribe; 2) los Andes centrales y meridionales y la costa adyacente del Pacífico; 3) la selva tropical del este de Sudamérica, y 4) la Sudamérica meridional, un área que alberga sólo a pueblos nómadas de cazadores-recolectores. 
La parte norte de Sudamérica y el Caribe El área cultural de la parte norte de Sudamérica y el Caribe incluye tierras bajas de selva, sabanas cubiertas de hierba, la parte septentrional de la cordillera de los Andes, algunos territorios áridos del oeste de Ecuador y las islas del Caribe. Debido a su ubicación geográfica, la región podría prestarse a servir de vínculo entre las grandes civilizaciones de México y Perú, pero por la dificultad que entrañan los desplazamientos por tierra a través de la selva y las montañas de la parte baja de Centroamérica, los contactos precolombinos entre Perú y México se desarrollaron sobre todo por mar, desde el golfo de Guayaquil en Ecuador hasta los puertos occidentales de México. Los pueblos indígenas de la parte norte de Sudamérica y el Caribe vivían en pequeños estados independientes. Aunque comerciaban directamente con México y Perú a través de Ecuador, estos grandes imperios nunca entraron en contacto con ellos. 
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cazadores en la zona ya en el 9000 a.C.; otros testimonios sugieren que en la zona septentrional ya existían habitantes hacia el 18.000 a.C. El estilo arcaico de vida se prolongó desde los tiempos de la desaparición de los mastodontes y los mamuts, en el periodo Clovis, hasta el 3000 a.C. aproximadamente. En esta época, los moradores de los poblados desarrollaron el cultivo del maíz en Ecuador y de la mandioca en Venezuela, además de que prosperó la alfarería. Con fecha posterior fueron colonizadas por primera vez las islas del Caribe. Hacia el 500 a.C., en las ciudades de algunas áreas del norte de Sudamérica aparecieron estilos locales específicos de escultura y metalistería. El crecimiento de la población y el progreso tecnológico prosiguieron hasta que los españoles conquistaron esta región; por entonces, los reinos Chibcha de Colombia ya eran célebres por su exquisita artesanía en oro. En el entorno del mar Caribe, los pequeños grupos como los misquito de Nicaragua, los cuna de Panamá y los arawak y caribe de las islas se dedicaban a la agricultura y la pesca en las proximidades de sus poblados; los caribes también vivían a lo largo de la costa de Venezuela. Estos pueblos practicaban un estilo de vida más sencillo que el de los pueblos de los estados septentrionales andinos. 
Algo sobre la selva tropical 
Se cree que los territorios bajos de la selva en el este de Sudamérica fueron colonizados después del año 3000 a.C., ya que los arqueólogos no han encontrado rastros de pueblos anteriores. La población siempre fue relativamente escasa, concentrada en las orillas de los ríos, de donde 
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obtenían sus alimentos y plantaban diversos cultivos, incluidas algunas plantas alucinógenas para celebrar sus ceremonias religiosas, que además exportaban hacia el Perú. Aunque cazaban animales como los tapires y los monos, la selva protegía a muy pocas especies. No había grandes ciudades y la gente vivía en poblados de chozas. Apenas llevaban vestimenta, debido al calor húmedo, pero tejían telas de algodón y se adornaban con pinturas corporales. Entre la multitud de pequeños grupos del área cultural de la selva tropical se encuentran los makiritares, yanomami, bororó, botocudo, tapuya, mundurucu, tupinambá, shipibo y cayapó. En la parte septentrional de la selva tropical habitan algunos grupos de lengua arawaka y caribe. Aunque los grupos de la selva tropical hoy conservan gran parte de su tradicional forma de vida, padecen enfermedades importadas por los europeos, así como la destrucción de su territorio por parte de los granjeros, madereros, mineros y empresas de explotación agrícola. 
Algo sobre el Período Prehispánico 
Una de las metas de la arqueología es la reconstrucción de la historia cultural de los pueblos antiguos. A un nivel muy general, se ha podido delinear una secuencia de desarrollo evolutivo, en la cual el hombre se inicia en el pasado muy remoto como cazador-recolector con una tecnología muy sencilla. Después de varios millones de años de evolución física y cultural, el hombre perfeccionó sus posibilidades adaptativas a tal punto que llegó a poblar todas las regiones de la tierra, incluyendo las zonas afectadas por las glaciaciones durante el Pleistoceno. Hace unos 10.000 años, se iniciaron cambios climáticos que condujeron lentamente a las condiciones actuales y muchas sociedades de cazadores tuvieron que adaptarse a un nuevo régimen alimenticio debido a la violenta extinción de la megafauna. Hubo en este período de readaptación una tendencia hacia la utilización de nuevos recursos tales como los alimentos marinos, fluviales, plantas silvestres y cacería menor. El hombre desarrolló nuevas tecnologías para mejorar la explotación de estos recursos en los diferentes medio ambientes (costa, desierto, selva, sabana, montaña o bosque). La observación de los ciclos de vida de los animales y vegetales, así como la adopción de hábitos más sedentarios, le permitieron la explotación de ciertos recursos abundantes, como los moluscos y algunos granos silvestres. Esto también condujo a la experimentación con la agricultura y un lento proceso de domesticación de plantas y animales. Como consecuencia de este proceso, se dio un marcado incremento de la población, una mayor sedentarización, el establecimiento de aldeas y un aumento en el 
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ajuar tecnológico que incluye la aparición de la cerámica, los tejidos en telar y el trabajo en metal. Posteriormente, en ciertas áreas del mundo, hubo una tendencia hacia la concentración de la población en centros urbanos y el surgimiento de sociedades políticamente jerarquizadas, que se caracterizaban por una arquitectura monumental, economía de mercado, religiones estatales, militarismo e imperialismo e innovaciones tales como sistemas de riego a gran escala, escritura y estudios astronómicos. Para facilitar la descripción de ese tipo de desarrollo evolutivo del hombre, se han creado varios sistemas clasificatorios que dividen la historia en etapas, eras, edades o épocas. Para Europa es bien conocido el esquema que divide la historia cultural en 5 etapas: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico, Edad de Bronce y la Edad de Hierro. En el Nuevo Mundo, se han propuesto otros esquemas parecidos, tal como el de Willey y Phillips: Lítico, Arcaico, Formativo, Clásico y Post-Clásico. 
En este trabajo de investigacion se seguirá la formulación propuesta por José María Cruxent e Irving Rouse en su obra de 1961, una Cronología arqueológica de Venezuela, de 4 etapas denominadas Paleo-Indio (20.000 a. C.-5.000 a. C.), Meso-Indio (5.000 a. C.-1.000 a. C.), Neo-Indio (1.000 a. C..-1.500 d. C..) e Indo-Hispano (1.500 d. C.- presente) no obstante, es preciso tener en cuenta que son divisiones cronológicas aproximadas. 
Tal es el caso en Venezuela, donde para el momento del contacto, algunas sociedades como los waraos todavía mantenían una subsistencia en base a la recolección, debido a la riqueza de recursos silvestres que les brindaba el delta del Orinoco, mientras que otros grupos derivaban su principal sustento de la agricultura. 
Los logros tanto materiales como intangibles de los aborígenes venezolanos fueron el resultado de milenios de adaptación a su medio ambiente natural y social. 
El Paleo-Indio: 20.000 a. C. - 5.000 a. C. 
Esta época tiene sus comienzos con la entrada del hombre en el continente americano desde Siberia durante la última era glacial. La proveniencia asiática de los aborígenes americanos se comprueba por evidencias genéticas, lingüísticas, osteológicas y odontológicas. Algunas investigaciones recientes demuestran, por ejemplo, que la morfología dental de las poblaciones autóctonas de las Américas tiene mayor relación con la de grupos asiáticos septentrionales que con otros de procedencia europea. Esta misma evidencia apoya un poblamiento en 3 oleadas distintas: una muy antigua correspondiente a una primera oleada de cazadores, otra más reciente que se relaciona con los Na-Dene (un grupo lingüístico del noroeste de los Estados Unidos y Canadá) 
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y una última oleada migratoria que corresponde a los esquimales aleutianos, quienes tienen la mayor similitud física con sus parientes asiáticos. 
La primera de estas migraciones se difundió desde el estrecho de Bering hasta el extremo meridional de Suramérica en un largo proceso de movimiento y adaptación a nuevos medio-ambientes. Aparentemente, ya eran hombres evolucionados, con suficientes conocimientos tecnológicos para enfrentarse a las severas condiciones climáticas producidas por la era glacial: tenían que saber construir refugios, elaborar ropa y calzado adecuados para el frío, tener conocimientos sobre medios de transporte para atravesar la nieve, hielo y agua, y poder procurarse alimento y agua aun en las condiciones más severas. Para llegar a América desde Asia, pudieron haber aprovechado el puente de tierra expuesto durante una de las culminaciones del último período glacial (aproximadamente 70.000-10.000 años antes del presente), cuando el nivel del mar era más bajo debido a que las aguas habían sido retenidas durante el crecimiento de las grandes masas de hielo polar. 
La fecha de entrada del hombre a América es un asunto controversial. Algunos investigadores consideran que existe evidencia que indica la presencia del hombre hace más de 70.000 años en la zona de Beringia. Otros, quienes dudan de la veracidad de los artefactos hallados, o de su contexto de deposición, consideran que las fechas más aceptables son del orden de 20.000 años como máximo (el último máximo glacial ha sido fechado consistentemente como alrededor de 18.000 años antes del presente). La evidencia lítica asociada a esta etapa hipotética, ha sido denominada industria de núcleo y lasca y consta de artefactos de piedra hechos por percusión, o sea, golpeando una piedra contra otra (el núcleo) a fin de lograr un filo cortante tosco, y a la vez, obtener lascas que sirven para cortar y raspar. Estos instrumentos se utilizaban, a su vez, para fabricar otros utensilios, probablemente de hueso o madera. Se han hallado numerosos yacimientos con artefactos de este tipo en Norte, Centro y Suramérica; sin embargo, debido al aspecto rudimentario de los instrumentos, se ha dudado de su autenticidad atribuyendo a factores naturales su apariencia, o en otros casos, sugiriendo que representan resultados de una primera etapa en la manufactura de instrumentos más sofisticados, que fueron desechados por presentar fallas o errores. Las hipótesis que favorecen la posibilidad de un poblamiento muy antiguo proponen, además, que la tecnología lítica tuvo una evolución local en América, posiblemente con influencias de oleadas posteriores desde Siberia, hasta perfeccionar la técnica de la formación de artefactos con la técnica de la presión. Con esta técnica, se pueden obtener formas tales como las puntas de proyectil bifaciales (trabajados por ambos lados) que son tan comunes en toda América a partir de 14.000 años antes del presente. Estos son los primeros 
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artefactos que los arqueólogos que apoyan la posición de una entrada tardía, aceptan como evidencia incontrovertible de la presencia del hombre en este continente 
Tal como en otras partes del continente, las condiciones que prevalecían en Venezuela durante el Pleistoceno eran muy distintas a las actuales. El nivel del mar era más bajo y en consecuencia, existía una mayor extensión de costa: inclusive, lo que hoy es Trinidad formaba parte del continente suramericano. Aunque no existieron en esta parte del hemisferio masas de hielo como las que ocuparon extensas áreas del norte, la temperatura era más baja y hubo cierta formación glacial en los Andes y la cordillera de la Costa en Venezuela. Se ha propuesto que hubo considerable fluctuación en cuanto a la pluviosidad, la cual influyó para que regiones que hoy en día son muy áridas, tales como la costa de Falcón, hubiesen sido más húmedas durante la última glaciación, lo cual favorecía una abundante población de megafauna. Entre los ejemplares de megafauna ya extinta que se han hallado en Venezuela se cuentan eremotherium sp., glossotherium sp., haplomastodon sp., equus sp. y glyptodon sp. Por otra parte, existen indicios de que la región amazónica estuvo sujeta a ciclos de aridez y humedad durante esta misma era, lo cual afectó la distribución de las múltiples especies de fauna y flora tan características de esa área. Como el hombre tuvo que atravesar el istmo de Panamá para llegar por vía terrestre a Suramérica, no es sorprendente que en Venezuela se hayan encontrado algunas de las evidencias más tempranas del hombre en el continente. 
Siguiendo el modelo propuesto en 1983 por Alan Bryan, los primeros pobladores de Venezuela entraron con una tecnología tipo núcleo y lasca compuesta de artefactos rudimentarios unifaciales diseñados para trabajar la madera, fibra, hueso, cuero y concha. Además de estos núcleos, las lascas que se obtenían al golpear las piedras se modificaban después para utilizarlas como cuchillos y raspadores. El sitio de El Muaco (Edo. Falcón), excavado por José María Cruxent, ha arrojado fechas de 16.870 años antes del presente, para huesos de megafauna quemados que fueron encontrados cerca de otros que presentaban incisiones aparentemente hechas por el hombre cuando utilizó el hueso como una plataforma para cortar. Esta evolución tecnológica es especialmente evidente en la secuencia de El Jobo (Edo. Falcón) tal como lo ha interpretado José María Cruxent. En este sitio, localizado en el valle del río Pedregal, existen varias terrazas geológicas que se formaron en diferentes épocas, las cuales se asocian con artefactos líticos distintivos, clasificados por Cruxent en 4 complejos: Camare, Las Lagunas, El Jobo y Las Casitas. Aparentemente estos yacimientos son mataderos ya que los únicos artefactos encontrados servían para la caza y descuartizamiento de la presa, sin estar 
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asociados con restos de habitación ni cementerios. Las armas más antiguas asociadas con la cacería (aproximadamente 20.000-22.000 antes del presente) y provenientes de este yacimiento y de otros de Manzanillo (Edo. Zulia) de Tupukén (Edo. Bolívar) indican la práctica de una cacería directa en la cual varios cazadores, después de aislar uno o más animales, les darían muerte con palos afilados y a golpes con artefactos de piedra enmangados. También es posible que estos artefactos fueran empleados para la extracción de raíces y tubérculos. 
Los nuevos artefactos, o litos alargados trianguloides, son típicos del complejo Las Lagunas (16.000-22.000 antes del presente); Cruxent presume que iban atados en forma de lanza o azagaya y se utilizaban para la cacería semidirecta ya que su peso facilitaba el lanzamiento y la perforación del cuero del animal. La siguiente innovación en la tecnología lítica, asociada con el complejo El Jobo (16.000-9.000 antes del presente), es la introducción de la punta de proyectil en forma de dardo y el ingenioso propulsor que, actuando como una prolongación de la palanca constituida por el brazo y antebrazo, permitía un aumento considerable en la velocidad, la precisión y el alcance del proyectil. Sin embargo, la megafauna seguía siendo objeto de la cacería de estos paleo-indios, tal como lo indica la evidencia proveniente del sitio de Taima-Taima (Edo. Falcón). En este yacimiento se encontraron artefactos similares a los del complejo El Jobo, en asociación directa con el esqueleto de un joven mastodonte que fue muerto y descuartizado in situ. Las fechas obtenidas de fragmentos de madera oscilan entre 12.980 y 14.200 antes del presente. Esto demuestra que una tecnología especializada para la cacería de megafauna estuvo presente en Suramérica más de un milenio antes que la evidencia disponible actualmente para una tecnología similar en Norteamérica, y sugiere que se dio una evolución independiente de esas 2 tradiciones líticas. La aparición de las puntas de flecha (alrededor de 9.000 años antes del presente) en el complejo Las Casitas, que probablemente se usaban con el arco, refleja los cambios climáticos y ambientales que culminaron con la extinción de la megafauna y la consiguiente necesidad del hombre de buscar nuevas fuentes alimenticias. El arco y la flecha facilitan la caza de animales pequeños, aves y peces, presas que al parecer eran poco explotadas en épocas anteriores. 
Las sociedades de esta época probablemente se organizaban en bandas compuestas de 100 a 500 personas. Estas bandas estaban integradas por microbandas, o familias extendidas de 12 a 35 personas, las cuales eran las unidades sociales básicas; a cada una de éstas pertenecían suficientes hombres maduros (4-5) como para llevar a cabo estrategias de cacería en grupo, tales como emboscadas, seguimientos, etc. Además, los hombres 
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probablemente se encargaban de la manufactura de los instrumentos de piedra y de los otros artefactos necesarios para el campamento. Por su parte, las mujeres de la microbanda se encargaban de recolectar frutos, semillas y raíces para complementar la dieta. También tenían a su cargo la crianza de los niños, la preparación de las comidas y posiblemente la manufactura de la vestimenta. Aunque nadie tenía el derecho de mandar a los demás, la gente mayor era muy respetada por su sabiduría y conocimiento. La tradición oral recogía esta sabiduría en forma de mitos y leyendas cuyo relato, además de un entretenimiento, aseguraba la preservación de la memoria. También los chamanes o especialistas en ritual y curación, eran miembros venerados de la comunidad. La microbanda se desplazaba sola la mayor parte del año, siguiendo a los rebaños de la megafauna y explotando las diferentes fuentes de alimento vegetal según la abundancia estacional. Es probable que en ocasiones se reunieran todas las microbandas para la celebración de ciertos ritos y para compartir información acerca de la cacería, recolección y, no menos importante, sobre los miembros y actividades de las diferentes microbandas y bandas vecinas. Estas ocasiones servían, además, para formar matrimonios entre miembros de diferentes microbandas, ya que la exogamia (matrimonio fuera de la comunidad) era común en este tipo de sociedad. Este modo de vida, aunque nómada, proporcionaba una base de subsistencia amplia y variada. Estudios recientes sobre sociedades de cazadores-recolectores demuestran que con poca inversión de trabajo (un promedio de 4 horas diarias) en actividades de subsistencia se consigue una dieta balanceada con un contenido calórico suficiente. Sin embargo, un modo de producción dominado por la extracción de recursos silvestres impone la movilidad constante; este nomadismo evita la sobre-explotación de recursos. Por eso, es evidente que la cultura material de este tipo de sociedad esté limitada a lo que es fácil transportar. De igual forma, este modo de vida está relacionado con ciertas medidas sociales que facilitan dicha movilidad; entre éstas se destacan el control de la natalidad para evitar que una mujer tenga que cargar más de un hijo a la vez y el geriacidio e infanticidio (muerte de ancianos y niños pequeños) en casos de deformaciones o enfermedades que impedían el traslado normal. A pesar de su limitada cultura material, tenemos alguna evidencia de aspectos de la cosmovisión y expresión artística de estas sociedades paleo-indias. Nos han dejado grabados en hueso y piedra con escenas de cacería y de otros episodios de la vida cotidiana y ceremonial. Sin embargo, debido a su abstracción, algunos son difíciles de interpretar. Por otra parte, son tan difundidos y comunes algunos aspectos de la mitología y cosmovisión de las tribus americanas actuales, que se ha propuesto la hipótesis de que estos elementos tengan su origen en la remota época paleo-india. 
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El Meso-Indio: 5.000 a. C. - 1.000 a. C. 
Representa una transición entre la etapa paleo-india, en la que el hombre, con una tecnología de artefactos líticos, subsistía de la recolección y la caza de grandes mamíferos, y la época neo-india, caracterizada por la presencia de poblaciones sedentarias que practicaban la agricultura y fabricaban cerámica. El meso-indio tuvo su inicio en Venezuela alrededor de 7.000 años antes del presente cuando se produjeron los cambios climáticos que condujeron a la extinción de la megafauna del pleistoceno y al surgimiento de nuevos patrones de subsistencia, tales como la explotación de recursos marinos en las costas, la recolección intensificada, y la caza de pequeños mamíferos. Durante este período se produjo una mayor especialización tecnológica que permitió la explotación de medios ambientes específicos. Por otra parte, se evidencia un aumento progresivo de la población en el continente americano. La adopción de la agricultura como estrategia de subsistencia principal a partir de 3.000 años antes del presente, marca el fin de la época meso-india, pero es preciso destacar que las fronteras cronológicas de 7.000 años antes del presente o 3.000 años antes del presente, son límites aproximados. Esta fue una época de navegación y de exploración marítima, de ahí que fueran pobladas nuevas áreas, particularmente en las Antillas, con contingentes que vendrían de Tierra Firme. 
Tal como hemos visto, la evidencia arqueológica indica que la presencia del hombre en el continente suramericano parece extenderse más allá de los 20.000 años. Al desaparecer la megafauna después de la última glaciación, los antiguos habitantes de la actual Venezuela se vieron forzados a cambiar su estrategia de subsistencia. En respuesta a las nuevas condiciones los meso- indios adoptaron algunas de las 3 alternativas siguientes: 1) la explotación de recursos marinos, especialmente moluscos, cuya evidencia reside en los concheros costeros; 2) la recolección en el interior del territorio, con una subsistencia basada principalmente en recursos vegetales, la cual es inferida de artefactos especializados, tales como manos, metates, moledores, etc.; y 3) una subsistencia basada posiblemente en la caza de pequeños mamíferos, sugerida por los hallazgos de puntas de piedras de tamaño reducido encontradas en la región de Guayana. El sedentarismo que tuvo lugar durante las 2 primeras alternativas dio origen a una agricultura incipiente. 
Los yacimientos correspondientes a la recolección de recursos marinos son los más conocidos del meso-indio en Venezuela. Por una parte, son fáciles de localizar por la gran cantidad de conchas marinas que aparecen asociadas al yacimiento, y por la otra, la zona de la costa es más accesible, lo que facilita 
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la exploración arqueológica. Los yacimientos aparecen en «concheros» o montículos de concha, generalmente de forma ovalada y la superficie plana. Los montículos se formaron por la acumulación de los desperdicios de comida a base de mariscos. Además de las conchas se encuentran restos de pescado y de fauna acuática como tortugas, rayas o equidermos y pequeñas cantidades de huesos de animales terrestres. Es posible que las superficies de los concheros sirvieran de base para las viviendas, ya que se han encontrado restos de fogones en distintos niveles. También se han descubierto entierros en el interior de estos montículos. Los concheros se encuentran generalmente en la costa muy cerca del mar. Sin embargo, se han encontrado yacimientos lejos de la costa, como el de La Pitía (a 9 km del mar), o en la península de Paria (a 8 o 10 km), lo cual se podría explicar por factores geológicos, tales como fluctuaciones en el nivel del mar o cambios tectónicos. En el caso de la Guajira, la costa avanzó progresivamente en los últimos milenios. 
La ausencia casi total de puntas de proyectil de piedra y de huesos de fauna terrestre, permite afirmar que estos hombres no eran grandes cazadores. En cambio la presencia de anzuelos, pesas de redes, puntas de hueso y concha, lascas de madera para fabricar arpones de madera, y martillos para facilitar la abertura de las conchas, indican una tecnología adecuada para la pesca, recolección y consumo de productos marinos. La orientación marítima se manifiesta también por la presencia de otros artefactos, especialmente las gubias o raspadores de concha que servían para la fabricación de canoas monóxilas es decir, hechas de un solo tronco. Los meso-indios debían ser excelentes navegantes. Posiblemente utilizaban balsas, aun antes de conocer la gubia de concha, la cual aparece relativamente tarde en la secuencia cronológica y solamente en algunos yacimientos. La presencia de manos de moler, metates, morteros y el hallazgo de frutas de la especie bactris, indican actividades de esta índole. También se ha señalado la importancia del magüey en la dieta de los habitantes actuales de la zona costera-oriental, y probablemente en los fogones encontrados en los concheros, éste era asado para comerlo. A finales del meso-indio es posible que algunos de estos grupos estuvieran practicando algún tipo de agricultura incipiente, de baja producción, y complementaria de las demás fuentes de subsistencia. Otras actividades de los meso-indios costeros que se pueden inferir de los hallazgos serían: la práctica usual del tejido, en la fabricación de las redes de pesca; la manufactura de adornos tales como cuentas discoidales de concha o dientes de caimán, y la preparación de pintura con óxido de hierro para la decoración corporal. 
A partir de 7.000 años antes del presente hubo una diferenciación creciente entre las poblaciones de las distintas zonas hasta que éstas alcanzaron una vida 
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sedentaria o semisedentaria, con la explotación y domesticación de tubérculos y frutos en el interior, y la explotación intensiva de recursos marinos en la costa. Es muy probable que el interior de Venezuela también estuviera ocupado desde muy temprano. Los grupos pre-agrícolas de la época meso- india debían estar organizados en bandas nómadas o seminómadas, relativamente pequeñas (menos de 100 personas) con una estructura social flexible que permitiera el aumento o disminución de miembros según los recursos disponibles. 
Basándonos en los artefactos encontrados hasta ahora en Venezuela, podemos discriminar 2 grandes patrones de subsistencia en el interior del país para la época meso-india. Uno, asociado con puntas de proyectil, hechas de piedra, el cual hacía de la caza su principal fuente alimenticia; y el otro, asociado con moledores, metates, hachas y martillos, orientado sobre todo hacia la recolección de recursos vegetales. 
El patrón de subsistencia recolección-caza no se extinguió por completo con la aparición de la agricultura. Algunas poblaciones indígenas no se convirtieron en agricultores a pesar de tener vecinos que sí lo eran. Los yacimientos de la costa oriental (Pedro García y los complejos tardíos de la serie Manicuoaroide) indican la presencia de recolectores-cazadores que coexistían con grupos de neo-indios agricultores y portadores de cerámica. Hubo otras poblaciones indígenas que mantuvieron un modo de subsistencia basado en la caza hasta la llegada de los europeos. Los waraos del delta del Orinoco, por ejemplo, no poseían cerámica ni agricultura cuando fueron descritos por los primeros cronistas. Su fuente principal de alimentación se derivaba de la palma del moriche la cual, además, les abastecía de la materia prima para su vivienda, así como para la cestería y otras artesanías. Esto no significa que hubiese estancamiento cultural, ni falta de iniciativa por parte de los indígenas. Bajo ciertas condiciones ambientales en las que los recursos de recolección son abundantes (por ejemplo zonas de manglar, morichales o ríos ricos en pesca) la adopción de la agricultura no resulta tan atractiva ya que existen recursos disponibles que exigen menos inversión de energía y tiempo para la explotación. 
Cuando ocurre el contacto europeo, muchos de estos grupos nómadas o seminómadas, con una subsistencia basada en la caza y la recolección, tales como los yaruros, guahíbos y guaiqueríes, mantenían una relación simbiótica con los agricultores vecinos, de manera que intercambiaban la cacería o los productos recolectados por productos cultivados y de este modo se beneficiaban mutuamente. A la luz de esta información se puede apreciar que la subsistencia basada en la caza y la recolección pudo ser resultado de una adaptación adecuada a ciertos tipos de medio ambiente. 
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El Neo-Indio: 1.000 a. C.-1.500 d. C. 
Aún se desconoce con certeza la fecha del inicio de ésta época. Las evidencias más tempranas provienen de la costa noroccidental de Suramérica y se remontan a más de 5.000 años antes del presente y termina alrededor de 500 años antes del presente con la llegada de los primeros europeos. En líneas generales, la época neo-india se caracterizó por la adopción de un sistema agrícola eficiente, lo cual permitió el establecimiento de comunidades permanentes cuya subsistencia se basó principalmente en las plantas cultivadas. La agricultura se complementó con la caza, la pesca, la recolección y la cría de animales domésticos. Esta nueva estrategia de subsistencia generó un aumento poblacional considerable, la producción variada de bienes materiales elaborados de diversas materias primas (piedra, barro, hueso, concha, madera y otros productos más perecederos como plumas, semillas y fibras) y la eventual especialización de diversas artesanías. La cerámica constituye uno de los indicadores más abundantes y diagnósticos de esta época. 
Tres cambios cualitativos y cuantitativos claves están vinculados a la época neo-india: 1) modificaciones genéticas considerables en las plantas y animales domesticados; 2) un incremento en la planificación y organización dirigida de las actividades humanas; y 3) un aumento demográfico sustancial. Como ya señalamos, la vida sedentaria, la agricultura y la cerámica son los indicadores principales de la época neo-india, pero estos 3 componentes no siempre se originaron simultáneamente. 
tradiciones cerámicas formativas tempranas están representadas por Puerto Hormiga, Barlovento y Canapote en Colombia, y San Pedro y Valdivia en Ecuador. Todas estas tradiciones datan al menos de 5.000 años antes del presente, y todas son distintas y claramente diferenciadas una de otra. Buscar los orígenes de estas tradiciones nos llevaría al sexto o séptimo milenio antes de ahora. Estas culturas formativas tempranas transmitieron su impulso a Mesoamérica y el área andina, donde posteriormente llegaron a desarrollarse sociedades de una alta complejidad cultural. Sin embargo, en aquella época temprana tanto la región andina como Mesoamérica eran marginales en relación con el gran foco cultural formativo que fue la costa nor-occidental de Suramérica. Las razones para ello aún no se conocen, pero debieron incidir múltiples factores, tanto ambientales como culturales 
El neo-indio es la época mejor conocida en la arqueología venezolana, porque los yacimientos arqueológicos correspondientes son más abundantes y extensos que los de las épocas anteriores y de más fácil detección, sobre todo 
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aquellos que muestran una arquitectura incipiente o construcciones artificiales asociadas a la agricultura. Además, la mayor parte de los arqueólogos se han dedicado al estudio de esta época, cuyos comienzos, según lo sugieren las evidencias hasta ahora disponibles, se remontan alrededor de 4.000 años antes del presente en el sitio de La Gruta, en la región del Orinoco medio. Sin embargo, no todos los especialistas coinciden en esta afirmación y se sostiene que la fecha más antigua válida para este sitio es 2.600 años antes del presente. En occidente, hasta hace poco la evidencia más antigua estaba asociada al sitio de Rancho Peludo, ubicado en la región del río Guasare (norte Edo. Zulia) para el cual se obtuvo una fecha de 4.600 años antes del presente, lo cual convertía la cerámica de Rancho Peludo en la más antigua del continente antes del descubrimiento de Monsú. Sin embargo, en base al análisis minucioso y fechados adicionales por el método de 14C (carbono catorce) y TL (termoluminiscencia), se demostró que la muestra anterior estaba contaminada con carbón mineral y las nuevas fechas ubican la secuencia de Rancho Peludo entre 2.000 y 650 años antes del presente. En todo caso, está bien documentado que la época neo-india se estableció en territorio venezolano alrededor de 3.000 años antes del presente. 
l indo-hispano: 1.500 d. C.-presente 
La época indo-hispana o histórica se inicia en América con la llegada de los primeros europeos a fines del siglo XV y se extiende aproximadamente hasta finales del siglo XVIII. Es la época menos estudiada en la arqueología venezolana y americana en general, aunque se han realizado avances significativos en la República Dominicana, Panamá, Guatemala y Venezuela. Para esta época, además de la evidencia arqueológica propiamente dicha, también se posee información basada en las fuentes escritas emanadas de los primeros conquistadores, cronistas, misioneros y administradores europeos. La información escrita se encuentra dispersa en diversos archivos tanto europeos como americanos. También han sido publicados muchos datos en documentos como las Relaciones geográficas y las «visitas» de eclesiásticos o funcionarios judiciales, además de multitud de libros que contienen anotaciones de los testigos presenciales del período del encuentro de los 2 mundos: Europa y América y las observaciones posteriores de fuentes secundarias. Estos textos contienen mucha información detallada, la cual jamás se podrá obtener de las fuentes de la época pre-hispánica, pero a su vez introducen un elemento dudoso: el juicio muchas veces subjetivo de los actores de los acontecimientos, el cual no siempre se ajusta a la realidad. La mayoría de los escritores que tratan de los 
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eventos del Nuevo Mundo a partir del contacto europeo se ocupan primordialmente de los hechos de los europeos, la fundación de sus ciudades, sus actividades bélicas de conquista y otros aspectos que reflejan primordialmente sus raíces europeas. Muchos de estos informes no ofrecen una visión objetiva del modo de vida de los aborígenes ni sobre los efectos de la fusión de ambas culturas. Es allí donde es importante la evidencia arqueológica, ya que proporciona información sobre patrones de asentamiento, composición étnica de comunidades y relaciones comerciales, datos sobre la vida cotidiana, que no son descritos en detalle por los cronistas. El impacto de la invasión se puede medir en la reducción de asentamientos indígenas por la evidencia de enfrentamientos bélicos y enfermedades, así como por la pérdida de estilos decorativos tradicionales, que puede deberse a la influencia misionera, entre otros hechos.. 
En Venezuela se conocen diversos tipos de mayólica de la zona de Cubagua, isla de Margarita, castillo de Araya, los castillos de Guayana, y Maurica en el estado Anzoátegui, y varias localidades en el occidente del país como Hato Nuevo (Edo. Zulia), Tierra de los Indios y Santa María Arenales (Edo. Lara), Mucuchíes (Edo. Mérida) y Boconó y Carache (Edo. Trujillo). En líneas generales en la época indo-hispana la cerámica indígena se torna más sencilla que en los períodos anteriores y se encuentra menor sofisticación y variedad de estilos. Los aborígenes calentaban sus alimentos a la brasa o parrilla sobre barbacoas o andamios, o envueltos en hojas, a fuego lento. 
Algo sobre: Poblamiento Prehispánico 
La utilización conjunta de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas para analizar las características del poblamiento prehispánico 
de Venezuela, muestra, en todos los casos, la presencia de influencias culturales de múltiple procedencia que se fusionaron dentro del actual territorio nacional. Los estudios realizados entre 1935 y 1944 por distintas misiones arqueológicas señalan, por una parte, la presencia de un eje occidental N-S, a través del cual habrían llegado influencias tanto de América Central como del O de Suramérica y por la otra, la existencia de un eje cultural N-S en el oriente de Venezuela que habría canalizado las influencias provenientes del E de Suramérica de paso hacia las Antillas, así como también las provenientes del NE de Suramérica que se habrían difundido hacia el SE del subcontinente. Tanto en el oriente como en el occidente de Venezuela, estos grandes ejes migratorios dieron origen a la penetración de patrones diversos, los cuales posteriormente entraron en contacto al producirse movimientos migratorios transversales E-O y 
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viceversa. Se conformó así un patrón de rutas de poblamiento y dispersión cultural que se asemejaría a la forma de una «H». Sobre la base de esta teoría de las migraciones prehispánicas venezolanas, se han elaborado otros modelos complementarios, según los cuales la existencia de estas 2 grandes rutas migratorias N-S en el E y el O respectivamente, habrían dado origen a una dicotomía cultural: las poblaciones de occidente se habrían caracterizado por el cultivo del maíz y una alfarería decorada con motivos pintados policromados; en contraste, las poblaciones del oriente cultivaban la yuca y tenían una alfarería decorada con motivos y modelado incisos. La historia de las sociedades agricultoras precolombinas habría estado determinada en consecuencia por la interacción de influencias culturales que se cruzaron entre oriente y occidente. Otra hipótesis parecida en relación con el poblamiento de Venezuela, plantea que las oleadas migratorias formaron 2 troncos: uno occidental caracterizado principalmente por movimientos de grupos humanos e influencias culturales provenientes del O de Suramérica y América Central que habrían originado culturas como la timoto-cuica, la achagua; y otro oriental, cuyo origen estaría localizado en la cuenca amazónica. Las oleadas migratorias prehispánicas también han sido caracterizadas como pertenecientes a 2 grandes familias lingüísticas suramericanas: la arawak y la caribe, cuyos orígenes más remotos han sido ubicados en la región central de Suramérica. En general, se ha considerado que los grupos sedentarios más antiguos que se asentaron en el actual territorio venezolano eran de filiación lingüística arawak y a ellos se les atribuye la introducción y desarrollo de la agricultura. Estas poblaciones arawakas habrían constituido una especie de estrato étnico básico para Venezuela, que se habría roto o fragmentado con la irrupción posterior de una oleada migratoria oriental, que también se habría extendido hacia el occidente de Venezuela pasando por el territorio actual de Colombia, originando así una división cultural entre caribes orientales y caribes occidentales. Se supone que la presencia continua de toponímicos dispersos desde el Orinoco hasta la región central de Venezuela, podría inferir en ésta la presencia de enclaves de población de posible filiación caribe. Asimismo, se puede explicar la influencia caribe hacia el occidente, por la presencia de grupos indígenas de esa filiación en el lago de Maracaibo y la sierra de Perijá. Conjuntamente a estas grandes corrientes migratorias de arawakos y caribes pudo haber otras migraciones, quizás de menor intensidad, que también dejaron su huella. Es el caso de algunos rasgos mesoamericanos como el juego de pelota, autosacrificio de sangre o el uso de la barba que estuvieron presentes entre los guamos, otomacos y guamonteyes del Orinoco y el de los ritos de sacrificio y degollamiento de víctimas humanas, entre los 
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caribes, muy similares al denominado tlacaxipeualiztli de los nahuas mexicanos. 
Tal como hemos visto, la etnología, relacionando datos lingüísticos, etnográficos y arqueológicos, ha podido determinar un modelo de migraciones prehispánicas en el que resaltan los movimientos efectuados a lo largo de 2 ejes N-S, ubicados al E y el O de Venezuela y una serie de líneas de flujo entre uno y otro, las cuales constituirían movimientos de población expansivos, cíclicos o esporádicos. Desde el punto de vista arqueológico esta teoría se enriquece al señalar, además de estas grandes líneas de flujo migratorio, puntos culturales nodales en el territorio. Con la evidencia arqueológica, Venezuela deja de ser una simple encrucijada o zona de paso de las oleadas migratorias, y se convierte en un centro de confluencia de un importante número de grupos humanos, los cuales, por los procesos de adaptación a los nuevos ambientes donde se asentaban, y el mestizaje de culturas, produjeron formas sociales nuevas que sirvieron de arquetipos a otras poblaciones de territorios vecinos. En tal sentido, podemos establecer 3 grandes períodos histórico-sociales para el análisis de las corrientes de población que contribuyeron a conformar la sociedad precolombina venezolana: 
a) Migraciones de cazadores: Las evidencias arqueológicas más antiguas nos indican que las primeras oleadas de población que penetraron el territorio venezolano por lo menos 15.000 años a. C., estuvieron constituidas por grupos humanos que derivaban su subsistencia de la caza de mamíferos y de la recolección de frutos y raíces silvestres. Al parecer, los antiguos cazadores convivieron al menos durante cierta época, con una megafauna caracterizada por mastodontes, caballos, megaterios y gliptodontes. Como consecuencia del fin de las glaciaciones alrededor de 12.000 años a. C., reinaban condiciones climáticas distintas a las actuales. Posiblemente hubo mayor humedad, y la flora más abundante permitía la sobrevivencia de los hervíboros de la megafauna. Los cazadores de esa época formaron parte de la oleada migratoria que vino de Norteamérica, adonde habían llegado desde Asia atravesando el estrecho de Behring en una fecha que podría estimarse entre 28.000 y 40.000 años a. C. Las puntas de proyectil que fabricaban estos cazadores eran confeccionadas con núcleos de piedra, y sus formas recuerdan los artefactos que fabricaban los grandes cazadores de la llamada «tradición plana», la cual está caracterizada por puntas para armas arrojadizas de forma oval, con lados paralelos y ambos extremos aguzados. La presencia de dichas puntas en el sur de Norteamérica, Mesoamérica y el litoral Pacífico de Suramérica, deja entrever la existencia de migración humana en dirección NS. Pero, ¿en qué momento y cómo se dispersa de ese grupo principal la rama que se desvía 
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hacia el NE de Venezuela y cuyos principales exponentes los encontramos hasta el presente en sitios arqueológicos tempranos del estado Falcón? La ruta terrestre más obvia pasaría por Centroamérica, entraría al subcontinente por Colombia y de allí se dirigiría hacia el NE alcanzando a Venezuela. Pero las evidencias halladas hasta el presente en Colombia no comprueban que hubiese existido esa vía migratoria, ya que los hallazgos realizados hasta hoy por los arqueólogos colombianos sólo indican la presencia, desde 12.000 a 14.000 años a. C., de cazadores que poseían una industria lítica y ósea muy rudimentaria, totalmente distinta al instrumental especializado de los cazadores del NE de Venezuela. 
b) Migraciones de recolectores: El fin de la sociedad de cazadores, parece haber sido coetáneo con el clímax de los grandes cambios climáticos que marcaron el desarrollo del Cuaternario. Posiblemente ocurrieron extensas modificaciones del antiguo litoral venezolano como consecuencia del levantamiento general del nivel del mar, por lo cual muchas de las antiguas zonas costeras fueron sumergidas por las aguas, cambiándose quizás también las características de la fauna y la flora en dichas regiones. Estos cambios determinaron, por una parte, la desaparición de la megafauna que hasta entonces parece haber estado asociada con los cazadores y por la otra, que tuviera lugar una redistribución general de la fauna terrestre, la cual pudo haber influido para que aquellas poblaciones o parte de las mismas, buscaran su subsistencia en la fauna marina. La abundancia y relativa estabilidad de los recursos marinos le dieron tanto a los recolectores venezolanos como a los del resto del continente, la oportunidad de formar comunidades más sedentarias. Hasta el presente, las evidencias arqueológicas indican que el área de mayor concentración de estos grupos recolectores era en el N de Venezuela. Estuvieron presentes en la península de Paria, alrededor de los 4.000 a 5.000 años a. C., y se supone que tuvieron una industria rudimentaria de piedra tallada, posible supervivencia de técnicas utilizadas por los antiguos cazadores. Los sitios arqueológicos localizados en las costas de los estados Sucre y Anzoátegui y en la isla de Cubagua testimonian el desarrollo de una sociedad especializada en la explotación del ámbito marino, la cual abandonó la piedra como materia prima, para fabricar artefactos de conchas de caracol gigante (Strombus gigas) tales como escoplos, raspadores, puntas de proyectil, recipientes, etc. Esta capacidad adaptativa, que parece haber incluido también el arte de navegar, permitió la expansión de los recolectores marinos hacia las islas antillanas, muchas de las cuales se encontraban todavía deshabitadas, convirtiéndose por tanto en descubridores y primeros pobladores de las tierras insulares. Hubo grupos de recolectores que posiblemente migraron al S, siguiendo el litoral Atlántico del NE de Suramérica dando origen al desarrollo 
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de nuevas comunidades que conservaron muchas de las características ancestrales tales como el uso de la piedra para fabricar artefactos de trabajo. 
c) Migraciones de agricultores: Los 2 últimos milenios antes del inicio de la era cristiana constituyeron para los indígenas suramericanos la fase final de la experimentación con el cultivo de plantas el cual fue fundamento del desarrollo ulterior de la agricultura. Este período fue también de reajuste y consolidación social para muchas etnias; el paso de una economía recolectora a una economía agrícola implicaba igualmente la búsqueda de nuevas tierras que permitiesen desplegar las tecnologías de una nueva forma de vida social. Fue posiblemente en este contexto cuando tuvieron lugar los movimientos migratorios en Suramérica que iban a determinar las características finales del poblamiento prehispánico venezolano. 
En el oriente de Venezuela, la cuenca del Orinoco constituyó uno de los polos de atracción para grupos humanos con una alfarería cuya caracterización permite establecer relaciones con otras culturas del O de Suramérica y de la cuenca amazónica. Estos grupos humanos trajeron consigo técnicas de cultivo y procesamiento de la yuca amarga (Manihot utilissima), ya conocida por grupos indígenas del NE de Suramérica. Sobre la base de la agricultura vegetativa, se formaron 2 importantes centros de población, cuya cultura había luego de irradiar hacia el oriente de Venezuela, merced a los desplazamientos humanos que ocurrieron en períodos posteriores. En el bajo Orinoco, el sitio ancestral de Barrancas, originó lo que conocemos como tradición Barrancas, alrededor de 1.000 a 600 años a. C., cuyos portadores se difundieron hacia la costa central de Venezuela formando o contribuyendo a formar nuevos asentamientos humanos en la región del lago de Valencia y en el litoral del actual estado Carabobo alrededor de 200 años a. C. Otros grupos barrancoides migraron hacia el NE de Suramérica invadiendo el N de la cuenca amazónica y la región oriental de Venezuela. En el Orinoco medio, para fecha similar, la región de Parmana al S del estado Guárico constituye el asiento de pequeñas aldeas tipificadas por los sitios de la gruta Ronquín, a partir de los cuales se desarrolló una nueva tradición cultural conocida como Saladero. Al igual que los barrancoides, estos individuos iniciarán hacia comienzos de la era cristiana, un movimiento migratorio hacia el NE de Venezuela, fusionándose con los grupos barrancoides que ya habían llegado también a dicha región y desplazando o absorbiendo a las viejas poblaciones recolectoras que aún para esa fecha ocupaban el litoral y las islas del oriente de Venezuela. De la confluencia de estas tradiciones, surgió una nueva tradición conocida como saladoide costero, cuyos portadores iniciaron un rápido movimiento migratorio a lo largo del arco insular antillano, desplazando y absorbiendo a su vez a los recolectores de dichas islas, y llegando a Puerto Rico alrededor de 
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200 años a. C. Estos emigrantes provenientes del territorio que luego sería Venezuela, llevaron a las Antillas el conocimiento de la alfarería, la agricultura y las pautas de vida sedentaria que luego serían fundamento de la vida social de las etnias precolombinas de dicha región. 
Durante los primeros siglos de la era cristiana, el Orinoco medio recibió una nueva oleada de población conocida como tradición Arauquín, cuyas características alfareras permiten señalar a la cuenca amazónica como el área posible de origen. Los recién llegados dieron muestra de poseer una cultura vigorosa y organizada, ya que introdujeron importantes cambios en el modo de vida de las poblaciones indígenas autóctonas. Partiendo del Orinoco medio, grupos pertenecientes a esta tradición emigraron hacia los valles de Aragua y la cuenca del lago de Valencia ocupando, para finales del período prehispánico, prácticamente todos los valles del litoral central incluyendo el valle de Caracas. Por otra parte, los arauquinoides comenzaron a desplazarse hacia el bajo Orinoco alrededor de 200 años d. C., buscando quizás asentarse en las riberas fértiles que bordeaban el río pero que estaban ocupadas por las etnias barrancoides. Este movimiento río abajo parece haber sido lento, pero culminó en el siglo XVI de nuestra era con el ejercicio del control total del hábitat orinoquense por parte de los arauquinoides. Aunque no podemos establecer un paralelo entre estas poblaciones y las etnias conocidas históricamente, si es posible decir que las aldeas tardías del Orinoco donde se ha encontrado alfarería arauquinoide fueron asiento de grupos humanos históricos de lengua caribe. Lo mismo podemos decir del lago de Valencia, los valles de Aragua y el valle de Caracas, hecho que puede darnos una base de análisis para comprender la importancia de esta onda migratoria orinoquense en el poblamiento prehispánico venezolano. 
Al SO de Venezuela, en los últimos siglos antes de Cristo, los llanos altos occidentales acogieron otra oleada migratoria conocida como complejo Caño del Oso y complejo La Betania, cuyo punto de partida puede ser ubicado al NE de Colombia o del Ecuador. Estos individuos lograron diseñar y ejecutar complejas obras de terracería que incluían montículos para viviendas, calzadas que servían como vías de comunicación y diques para el control de las inundaciones y campos de cultivo formados por largos camellones artificiales de tierra que servían para preservar las plantas del exceso de agua durante las crecidas de los ríos. Estos grupos humanos se extendieron sobre gran parte del territorio de los actuales estados Barinas, Apure y Portuguesa, correspondiendo en sentido general con el territorio ocupado históricamente por los grupos indígenas conocidos como achaguas y betoyes. En la región S del lago de Maracaibo, las evidencias arqueológicas señalan para 600 años a. C., la llegada de grupos de inmigrantes emparentados posiblemente con las 
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etnias que habitaban el litoral Caribe colombiano desde el siglo XII. Al igual que los del Orinoco, cultivaban y consumían la yuca amarga y se asentaron a lo largo de los ríos que descienden de la vertiente occidental de la cordillera andina. Por otra parte, alrededor de 1.100 años a. C., otros grupos inmigrantes, conocidos como fases El Danto y El Guamo, afiliados también posiblemente a etnias que habitaban el N de la actual Colombia, se asentaron a lo largo de los ríos Escalante y Zulia, dando origen a grandes poblados donde se cultivaba no sólo la yuca, sino también el maíz. Es posible que las ondas migratorias ya señaladas, estén en el origen de las actuales poblaciones indígenas del occidente del lago, afiliados a la familia lingüística caribe y otros a la chibcha. 
Algo Sobre Nuestros Aborígenes 
La historia cultural de los aborígenes que ocuparon el territorio venezolano durante la época prehispánica, está basada en la reconstrucción arqueológica. Hubo migraciones desde el continente asiático que penetraron en el Nuevo Mundo por el estrecho de Behring y llegaron hasta Alaska, dirigiéndose luego al E y al S, hacia las llanuras centrales de Norteamérica. De ahí se dispersaron a México, Centroamérica y Suramérica, y se ha podido establecer que las primeras poblaciones que ocuparon el territorio venezolano datan de la época paleoindia, 15.000 años a. C. En un clima frío y templado, los aborígenes paleoindios subsistieron de la cacería de enormes mamíferos y de la recolección de frutos silvestres. Los paleoindios habitaban en cuevas o en campamentos no permanentes y sus instrumentos eran de hueso y piedra. Puntas de proyectil lanceoladas, artefactos cortantes o lascas obtenidas al golpear trozos de cuarcita, raspadores, hojas bifaciales usadas como hachas y hojas con pedúnculo, han sido encontrados en los principales yacimientos de esa época: Muaco y Taima-Taima y El Jobo en el estado Falcón, Manzanillo en la península de la Guajira y Rancho Peludo en el río Guasare al NO de Maracaibo. En esos yacimientos el material arqueológico ha aparecido conjuntamente con los restos de osamentas de mastodontes y megaterios y la determinación de las fechas ha sido posible gracias al radiocarbono. La época paleoindia terminó cuando se modificaron las condiciones del clima alrededor de 5.000 años a. C. A partir de ese momento, la temperatura se volvió cálida, se fueron extinguiendo hasta desaparecer los enormes mamíferos que servían de fuente de alimentación a los paleoindios y tuvo su inicio la época mesoindia. La subsistencia de los mesoindios dependió entonces de la pesca y de la explotación de recursos del ecosistema del manglar. Restos de esta época son los concheros o depósitos de desperdicios de comida de los estados Falcón y Sucre. Conchas, restos de equinodermos y huesos de animales han sido encontrados en esos yacimientos, conjuntamente con puntas óseas que fueron 
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utilizadas como anzuelos o flechas, y con puntas de proyectil, raspadores o gubias hechos con conchas. Los mesoindios eran expertos navegantes, construían embarcaciones con las que recorrían las costas y las islas vecinas. La recolección de plantas silvestres y la práctica de una agricultura incipiente complementaban la dieta de esa época. En el año 1000 a. C. el clima era similar al actual y los aborígenes comenzaron a practicar una agricultura intensiva y a fabricar cerámica iniciándose así la época neoindia. Ésta terminó alrededor de 1500 con la Conquista. Si bien para ese entonces persistían en el territorio núcleos de población paleoindia y mesoindia, la mayor parte de los aborígenes neoindios cultivaban especies comestibles. Los asentamientos humanos fueron más estables y además de la cerámica de uso práctico, fabricaron instrumentos líticos pulidos y objetos ceremoniales. Los neoindios dieron origen a una dicotomía cultural basada en el cultivo del maíz en occidente y de la yuca en oriente. La cerámica occidental estuvo caracterizada por vasijas multípodas y bases anulares altas, incisiones sin modelado y pintura negra sobre blanco. Los diseños fueron hechos con líneas gruesas. Metates y manos de moler para pilar el maíz, mintoyes y urnas acompañadas de objetos votivos y ceremoniales tales como figurinas de barro, incensarios y amuletos, sugieren un desarrollo cultural específico para el occidente. En contraste, en el oriente del país han sido encontrados budares para la preparación del casabe de yuca amarga, y una cerámica de bases anulares simples, boles abiertos, bordes de pestaña, asas acintadas e incisiones pintadas en blanco sobre rojo. Los hallazgos neoindios sugieren que el maíz y la yuca fueron fuentes básicas de alimentación en occidente y en oriente respectivamente, y que alrededor de ambos cultivos se formaron 2 centros extremos de desarrollo cultural, mientras que en el centro del país hubo una zona de transición en la que coincidieron rasgos occidentales y orientales. Con el contacto europeo a partir del 1500 se inició la época indohispana la cual aún perdura. Comenzó así el registro en crónicas y otras fuentes etnohistóricas de las poblaciones aborígenes que encontraban a su paso los colonizadores europeos y la consecuente identificación de los diferentes grupos indígenas. Durante la conquista, las poblaciones aborígenes que habitaban el territorio venezolano, pertenecían en su mayor parte a los grupos caribe y arawak. Los caribes estaban localizados en la costa, entre Paria y Borburata y en los alrededores del lago de Maracaibo; también ocuparon las islas vecinas al N de la isla de Trinidad y las márgenes del Orinoco y sus afluentes. Los caribes eran temidos por su destreza en la guerra, por la práctica del canibalismo y por el comercio de esclavos. Los arawak estaban localizados en el golfo de Paria y se concentraban desde el S del delta del Orinoco, hasta la desembocadura del Amazonas. Estos indígenas conocidos por su 
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La Historia Perdida de Venezuela

  • 1. 1
  • 2. Introducción: La cultura, en sus diversas manifestaciones, desde la planetaria hasta la tribal y primitiva, tiene su origen en la naturaleza humana y no sería concebible si la esencia de nuestra especie desapareciera. Resulta obvio decirlo aunque evidencias como éstas no las percibe la mayoría por estar inserta en ellas. La inmersión en el bosque no deja ver el árbol. Cultura es sentir nuestras Raices, hacer, pensar, construir, edificar, derrumbar, obrar con la inteligencia, con la mano y con sus extensiones, las herramientas, la técnica que en su increíble crecimiento constituye ya una supranaturaleza. La cultura empieza siendo fruto de la cría y del cultivo de la tierra. Su cuerpo ritual, ceremonial, religioso, nace de esa confrontación con la naturaleza que le fue dada al hombre. Luego modifica y crea nuevas formas cuando se vuelve urbana. En ese largo hacer cultural, la especie alcanza hoy la posibilidad inaudita de destruirse a sí misma de un golpe, y de destruir las formas de la vida animal y agrarias indispensables a la especie. Hoy más que nunca, más que en los tiempos de intensa religiosidad, más que en las sectas místicas o esotéricas de todos los países y edades, se impone la pregunta más importante , a la cual no contestan la ciencia ni la técnica, del fin último del hombre. La ausencia de respuesta está en el centro de la gran neurosis contemporánea occidental. El proceso evolutivo de la cultura venezolana es corto. Empieza con la llegada de los españoles y corre hasta nuestros días. Cuenta apenas 5 siglos. En comparación con las culturas del Asia, del Medio Oriente, de los indoeuropeos, nos estamos asomando al mundo. Somos testigos de nuestro breve acaecer cultural. Esta circunstancia es única en el mundo. Llegamos de últimos y el descubrimiento, la Conquista, la Colonia, la Independencia, fueron ayer. Esta cercanía al origen, esa falta de memoria de nuestro pasado, nos ata a señales finiquitadas de presunta identidad cultural. La transculturación producida en algo más de medio siglo, por el desarrollo de la industria de hidrocarburos,y una penetración de una tecnología desechable, nos despojó de algunas señales de identidad, tradicionales, bastante relativas por lo demás: la casona colonial, la hacienda de gran patio para secar el café o el cacao, el conuco, la leyenda del llano con sus centauros, las estampas de conquistadores acorazados y armados, el campesino de blusa y alpargatas, el jefe civil de franela y con ancho cinturón de cuero, el sombrero de cogollo, el joropo bajo las palmeras, los tambores en los cacaotales, el villancico navideño y el minucioso pesebre convertido en 2
  • 3. microcosmos, ciertas noches de cuentos de espantos, el palo ensebaó, la echada de cocos, la edad del caballo, y más al fondo, escondido en los repliegues del alma, el llamado de las voces ancestrales de nuestros antepasados Indígenas. También la naturaleza profunda, subyacente de los venezolanos, en un aspecto es la consecuencia política del mal gobernarse a sí mismo, de una sociedad inestable y pobre de valores; en otro es producto de un inconsciente colectivo fascinado por la idea de poder sin freno por la imagen del «Padre terrible» Los famosos pactos con el diablo, maravillosos amuletos que le otorgan poderes extraordinarios tanto en el azar como en el Amor etc. y la Madre correspondiente y severa al mismo tiempo, que lo premia y lo castiga. María Lionza que aglutina en su culto un moderno hecho de transculturaciones caribeñas, africanas y venezolanas, las más diversas manifestaciones culturales, desde un arquetipo aborigen, hasta aportes recientes de religiones afroamericanas (vudú, santería cubana, macumba brasileña, Magia negra, changó caribeño) todo ello centrado en torno a la figuración de una poderosa y bella mujer blanca que recorre sus dominios montada en una danta y acompañada por una corte de tipología variable. Doña Bárbara, Santa Bárbara, María Lionza son aspectos benéficos o maléficos de la Madre Terrible. Todos estos aspectos han sido asociados más de una vez y son consecuencias de la violencia de los hombres y una naturaleza predominante, llena de escenarios naturales de una memoria perdida , extraviada o tal ves anhelada; capaz de reflejar la lucha entre la barbarie y la civilización, que contienen elementos numinosos del inconsciente colectivo venezolano, mestizo o no, capaces de atraer, seducir, matar, al igual que esas damas nocturnas que aparecían en las plazas desiertas de las ciudades o en ciertos lugares del campo, caminos y orillas de río, como una ofrenda erótica inesperada, objeto sexual siempre fantaseado en aquella sociedad puritana, y que al ser besadas, se transformaban en monstruos, Sayonas o Lloronas que enloquecían al noctámbulo y podían causarle la muerte. Ignoramos hasta qué punto el tiempo transcurrido, propició el esclarecimiento del ser venezolano y la superación de esas formas numinosas. En cambio la ficción de Doña Bárbara ha perdido vigencia en el campo literario, porque los narradores ulteriores a Gallegos trillaron otros caminos y dejaron de sentir sus personajes esquemáticos, simbólicos o folklóricos, así como desecharon la composición lineal, argumental y simétrica de sus novelas y rechazaron las intenciones moralizantes, juzgando que éstas se cumplían en detrimento de la autenticidad existencial. 3
  • 4. Presencias arquetipales y tipificaciones finiquitadas nos sitúan en el limbo de los orígenes, es decir vinculan a nuestro ser con vivencias primitivas cuya analogía con otras semejantes le permitieron a Carl Jung crear su teoría general del inconsciente colectivo y debería vincularnos también con la heredad africana y con la de los iberos, nunca suficientemente vivenciada y conocida en razón de los resentimientos y desgarrones producidos por el matricidio o parricidio culturales producto de un bombardeo despiadado que nos margina cada ves mas, hundiéndonos en un pozo oscuro y cuyo fin es el olvido de nuestra esencia, saturados de basuras programadas por parte de la Televisión, y de un sistema social cuyo mayor interés es la explotación del hombre por el hombre. Un sentimiento de venezolanidad, de identidad no se debe limitar al estudio de los 5 siglos, sino bucear en las grandes heredades indígenas, africanas e ibéricas de donde proceden los pueblos, los arquetipos y los símbolos que nos alientan y explican en el tránsito de existir y de ser, de donde venimos y a donde vamos... Profesor Felix E. Diaz. Maestro Sri- Deva Fénix. Algo sobre nuestra Cultura. La cultura en Venezuela comenzó con la simbiosis de dos elementos enteramente distintos que se encuentran en el momento del descubrimiento colombino: el indio y el español. El choque de estas dos culturas es el punto de partida de la formación de Venezuela como pueblo y de su conciencia como ente social, gracias al mestizaje. En el fenómeno cultural, según apunta Guillermo Morón, “predominan en nuestro pueblo las formas de pensamiento, los hábitos, las estructuras de los conquistadores o pacificadores, que fueron, después de todo, los fundadores del pueblo. La psicología, el modo, el ser cultural del venezolano, están plasmados en el alma del conquistador, con todas las normales y eficaces transformaciones ocurridas en un escenario geográfico diferente al originario y con la poderosa aportación del aborigen y el negro”. 4
  • 5. Algo sobre la Historia geológica. El elemento estructural más antiguo y estable del subcontinente está constituida por la capa litológica que se halla en la región de los macizos Brasileño y de las Guayanas, en el este y noreste de Sudamérica. Comprende un complejo de rocas ígneas y metamórficas precámbricas de hace 570 millones de años. La capa está revestida en su mayor parte por roca sedimentaria, principalmente del periodo paleozoico (desde hace 570 millones hasta hace 225 millones de años), aunque en algunas zonas se encuentran basaltos más recientes, sobre todo en el sur de Brasil. Se han encontrado fósiles en los macizos brasileños que muestran evidencias del desplazamiento continental e indican que en la era pérmica el subcontinente estuvo unido a Gondwana, la gran masa terrestre que comprendía también África y Asia. Algo sobre la Teoría glaciar La teoría glaciar derivó del trabajo de Lyell, entre otros. Propuesta por primera vez hacia 1840 y aceptada después universalmente, esta teoría enuncia que los depósitos originados por glaciares y planos de hielo se han sucedido en un movimiento lento desde latitudes altas hasta otras más bajas durante el pleistoceno. Se han acumulado diversas evidencias que apoyan el concepto del avance y del retroceso de los glaciares continentales y montañosos Algo sobre las edades de la Tierra Periodo cámbrico (570 a 510 millones de años) Una explosión de vida pobló los mares, pero la tierra firme permaneció estéril. Toda la vida animal era invertebrada, y los animales más comunes eran los artrópodos llamados trilobites (extintos en la actualidad) con miles de especies diferentes. Colisiones múltiples entre las placas de la corteza terrestre crearon el primer supercontinente, llamado Gondwana. 5
  • 6. Periodo ordovícico (510 a 439 millones de años) El predecesor del océano Atlántico actual empezó a contraerse mientras que los continentes de esa época se acercaban unos a otros. Los trilobites seguían siendo abundantes; importantes grupos hicieron su primera aparición, entre ellos estaban los corales, los crinoideos, los briozoos y los pelecípodos. Surgieron también peces con escudo óseo externo y sin mandíbula, que son los primeros vertebrados conocidos; sus fósiles se encuentran en lechos de antiguos estuarios de América del Norte. Periodo silúrico (439 a 408,5 millones de años) La vida se aventuró en tierra bajo la forma de plantas simples llamadas psilofitas, que tenían un sistema vascular para la circulación de agua, y de animales parecidos a los escorpiones, parientes de los artrópodos marinos, extintos en la actualidad, llamados euriptéridos. La cantidad y la variedad de trilobites disminuyeron, pero los mares abundaban en corales, en cefalópodos y en peces mandibulados. Periodo devónico (408,5 a 362,5 millones de años) Este periodo se conoce también como la edad de los peces, por la abundancia de sus fósiles entre las rocas de este periodo. Los peces se adaptaron tanto al agua dulce como al agua salada. Entre ellos había algunos con escudo óseo externo, con o sin mandíbula, tiburones primitivos (aún existe una subespecie de los tiburones de esta época) y peces óseos a partir de los cuales evolucionaron los anfibios. En las zonas de tierra, se hallaban muchos helechos gigantes. Periodo carbonífero (362,5 a 290 millones de años) Los trilobites estaban casi extinguidos, pero los corales, los crinoideos y los braquiópodos eran abundantes, así como todos los grupos de moluscos. Los climas húmedos y cálidos fomentaron la aparición de bosques exuberantes en los pantanales, que dieron lugar a los principales yacimientos de carbón que existen en la actualidad. Las plantas dominantes eran los licopodios con 6
  • 7. forma de árbol, los equisetos, los helechos y unas plantas extintas llamadas pteridospermas o semillas de helecho. Los anfibios se extendieron y dieron nacimiento a los reptiles, primeros vertebrados que vivían sólo en tierra. Aparecieron también insectos alados como las libélulas. Periodo pérmico (290 a 245 millones de años) Las zonas de tierra se unieron en un único continente llamado Pangea, y en la región que correspondía con América del Norte se formaron los Apalaches. En el hemisferio norte aparecieron plantas semejantes a las palmeras y coníferas que sustituyeron a los bosques formadores de carbón. Los cambios en el medio, resultado de la redistribución de tierra y agua, provocaron la mayor extinción de todos los tiempos. Los trilobites y muchos peces y corales desaparecieron cuando terminó el paleozoico. Periodo triásico (245 a 208 millones de años) El principio de la era mesozoica quedó marcado por la reaparición de Gondwana cuando Pangea se dividió en los supercontinentes del Norte (Laurasia) y del Sur (Gondwana). Las formas de vida cambiaron considerablemente en esta era, conocida como la edad de los reptiles. Aparecieron nuevas familias de pteridospermas, y las coníferas y los cicadofitos se convirtieron en los mayores grupos florales, junto a los ginkgos y a otros géneros. Surgieron reptiles, como los dinosaurios y las tortugas, además de los mamíferos. Periodo jurásico (208 a 145,6 millones de años) Al desplazarse Gondwana, el norte del océano Atlántico se ensanchaba y nacía el Atlántico sur. Los dinosaurios dominaban en tierra, mientras crecía el número de reptiles marinos, como los ictiosaurios y los plesiosaurios. Aparecieron los pájaros primitivos y los corales formadores de arrecifes crecían en las aguas poco profundas de las costas. Entre los artrópodos evolucionaron animales semejantes a los cangrejos y a las langostas. 7
  • 8. Periodo cretácico (145,6 a 65 millones de años) Los dinosaurios prosperaron y evolucionaron hacia formas más especializadas, para desaparecer de forma brusca al final de este periodo, junto a muchas otras formas de vida. Las teorías para explicar esta extinción masiva tienen en la actualidad un gran interés científico. Los cambios florales de este periodo fueron los más notables de los ocurridos en la historia terrestre. Las gimnospermas estaban extendidas, pero al final del periodo aparecieron las angiospermas (plantas con flores). Periodo terciario (65 a 1,64 millones de años) En el terciario se rompió el enlace de tierra entre América del Norte y Europa y, al final del periodo, se fraguó el que une América del Norte y América del Sur. Durante el cenozoico, las formas de vida de la tierra y del mar se hicieron más parecidas a las existentes en la actualidad. Se termina de formar la Patagonia y el levantamiento de la cordillera de los Andes. La hierba era más prominente, y esto provocó cambios en la dentición de los animales herbívoros. Al haber desaparecido la mayoría de los reptiles dominantes al final del cretácico, el cenozoico fue la edad de los mamíferos. De esta forma, en la época del eoceno se desarrollaron nuevos grupos de mamíferos, como ciertos animales pequeños parecidos a los caballos actuales, rinocerontes, tapires, rumiantes, ballenas y ancestros de los elefantes. En el oligoceno aparecieron miembros de las familias de los gatos y de los perros, así como algunas especies de monos. En el mioceno los marsupiales eran numerosos, y surgieron los antropoides (semejantes a los humanos). En el plioceno, los mamíferos con placenta alcanzaron su apogeo, en número y diversidad de especies, extendiéndose hasta el periodo cuaternario. Periodo cuaternario (desde hace 1,64 millones de años hasta la actualidad) Capas de hielo continentales intermitentes cubrieron gran parte del hemisferio norte. Los restos fósiles ponen de manifiesto que hubo muchos tipos de prehumanos primitivos en el centro y sur de África, en China y en Java, en el pleistoceno bajo y medio; pero los seres humanos modernos (Homo sapiens) no surgieron hasta el final del pleistoceno. Más tarde, en 8
  • 9. este periodo, los humanos cruzaron al Nuevo Mundo a través del estrecho de Bering. Las capas de hielo retrocedieron al final y empezó la época reciente, el holoceno. Se inició el descenso y el retroceso continental desde el estrecho de Magallanes hasta las Antillas y se formaron ríos y lagunas. Algo sobre la Geografía de Venezuela El país cuenta en la actualidad con una superficie continental e insular de 912.050 km². Estos extensos territorios se expresan en una compacta superficie continental, cuya longitud máxima es de 1.493 km en dirección este-oeste y de 1.271 km en dirección norte-sur, lo que contribuye a facilitar la integración y cohesión interna. Cuenta con una amplia línea de costa, que alcanza en el mar Caribe los 2.183 km de longitud desde Castilletes al promontorio de Paria; su forma es irregular y está constituida por numerosos golfos y bahías, entre los que destacan el golfo de Venezuela y los de Triste y Cariaco, y más de 314 islas, cayos e islotes de soberanía venezolana que se extienden por el norte hasta la isla de Aves y su correspondiente zona de exclusividad económica marítima. A su vez, cuenta con 1.008 km de riberas continentales en el océano Atlántico, desde el promontorio de Paria hasta punta Playa, incluyendo el golfo de Paria, la isla de Patos y la fachada litoral del delta del Orinoco e islas adyacentes, donde destacan las bajas costas selváticas, cenagosas y cubiertas de manglares. En el territorio venezolano se combinan los imponentes relieves de la cordillera de los Andes, la cordillera de la Costa y el macizo Guayanés, con las formaciones de altitud media del sistema Coriano y las depresiones de los estados de Yaracuy y Lara, donde se encuentran las ciudades de Barquisimeto y Carora; asimismo, también se reconoce la topografía de las tierras bajas de la cuenca del lago de Maracaibo, de Los Llanos, en el sistema del delta del Orinoco, y de la llanura del río Casiquiare en el Amazonas venezolano. En el occidente del país se encuentran las tierras montañosas de los Andes venezolanos, que se dividen en la cordillera de Perijá, con su altitud máxima en el pico Tutari (3.750 m) situado en la sierra de los Motilones, y en la cordillera de Mérida, donde se ubica el punto más alto del país, el pico Bolívar (5.007 m) en la sierra Nevada de Mérida. En el norte se distingue otro importante conjunto montañoso, la cordillera de la Costa, dividida en serranía del Litoral Central, cuya máxima altitud la constituye el pico Naiguatá (2.765 m), serranía del Litoral y serranía del Interior, con su máxima altitud en el pico Turimiquire (2.596 m) en el este de la misma. 9
  • 10. Cercanas a la costa del mar Caribe se ubican las tierras bajas de la depresión de Maracaibo, donde se encuentra el lago de Maracaibo, una extensión hacia el interior del golfo de Venezuela. Tienen singular importancia las formaciones de tierras bajas de Los Llanos, donde se distingue entre Los Llanos altos y Los Llanos bajos, separados por la curva de nivel de los 100 metros. Los Llanos altos no son susceptibles de inundación y presentan ondulaciones originadas por la erosión fluvial; alcanzan sus máximas altitudes en el piedemonte llanero-andino, donde se reconocen suelos de gran fertilidad. Los Llanos bajos están conformados por llanuras aluviales que se inundan en la época de lluvias, convergiendo su red hidrográfica con el sistema del río Orinoco; su vegetación es de pastizales tropicales de sabana. Las formaciones del escudo o macizo Guayanés están separadas del resto del país por el amplio arco del río Orinoco y se prolongan por la Amazonia venezolana en las imponentes sierras de Parima y Pacaraima, con numerosos tepuis (en singular tepuy, nombre local que alude a mesetas tabulares) ubicados junto a la frontera con Brasil. En su extremo nororiental destacan las tierras bajas deltaicas del Orinoco. A su vez, entre las riberas del Orinoco y los 6° latitud N, el paisaje guayanés se manifiesta en llanuras con altitudes que oscilan entre los 200 y los 500 m, dominando el clima llanero y las formaciones de sabana. Al sur de este paralelo predominan grandes tepuys, entre los que destaca el Auyan Tepuy (3.000 m) que alberga el Salto Ángel, en el río Churún, afluente del Carrao, una espectacular cascada de 979 m, la más elevada del mundo. Aquí dominan las formaciones selváticas. Algo sobre la Geo-Morfología de Venezuela. Sobre el lago de Maracaibo. En la actualidad cubre una superficie de 13.280 km2 y sus costas se extienden por 728 km. La profundidad máxima alcanza los 50 m. Por un canal natural de 39 km de longitud y de una anchura entre los 8 km y los 20 km, se relaciona con la bahía de El Tablazo y ésta lo hace con el golfo de Venezuela. Este lago es el mayor del mundo relacionado directamente con el mar y en su parte septentrional se registran las mareas marítimas. Las aguas de este sector son marcadamente salobres a pesar que afluyen al lago ríos de alto caudal como son, entre otros, el Catatumbo, el Chama, el Escalante, el Motatán, el Santa Ana, el Apón y el Palmar. A la bahía El Tablazo desemboca el río Limón de extenso estuario. Los orígenes del lago 10
  • 11. de Maracaibo se relacionan con la depresión que se originó a lo largo de un complejo proceso geológico y que se inició en el Mioceno. En el Plioceno fue cuando la depresión entre la serranía de Perijá y la cordillera de Mérida, el arco andino, llegó a una configuración muy semejante a la actual, ocupando el lago la porción más baja. Los ríos que afluyen al lago fueron dibujando su perímetro en el cual se destaca el gran delta de suelos empantanados formado por los ríos Escalante, Catatumbo y Santa Ana. Este delta prosigue en su avance lago adentro. Las precipitaciones se incrementan intensamente de N a S pasando de medias anuales de 570 mm a 2.550 mm. Los vientos alisios cruzan la superficie lacustre de NE a SO. La temperatura media que al norte alcanza los 28,3 °C, al sur es de 27,5 °C debido a la mayor nubosidad. Desde el lago y hacia el SO, puede verse en muchas noches un continuo centelleo en las altas capas atmosféricas: fenómeno llamado el «Relámpago del Catatumbo». Sobre El Pico Bolívar. Es la cumbre más alta de Venezuela (5.007 m). Situado en el surco central de la Sierra Nevada de Mérida en los Andes venezolanos; son éstos formaciones del Precámbrico con sedimentaciones hacia el final del Eoceno y de violenta orogénesis posterior hasta el Cuaternario, cuando los glaciares le dan su aspecto característico a los valles de la cordillera. Modernas mediciones por medio de satélites, han dado una altura para el pico Bolívar de 4.980 m, aunque la cifra oficial continúa siendo en Venezuela la de 5.007 m. El pico Bolívar está en el macizo llamado de La Columna, junto a los picos El León (4.743 m) y El Toro (4.695 m). Sobre el río Orinoco Es el mayor río de Venezuela. Tiene una longitud de 2.063 km y su hoya comprende superficies de Venezuela y Colombia; cubre 880.000 km2; nace a 1.047,35 m de altitud en la frontera con el Brasil, y desde sus inicios se le añaden otras corrientes. Las coordenadas geográficas son: 2° 19,05' 7" latitud N y 63° 21' 42,63" longitud O. El recorrido del Orinoco forma un gran arco debido al macizo guayanés y al encontrarse con el cerro Delgado Chalbaud, el río toma rumbo al NO y hasta Santa María de los Guaicas es una corriente constantemente interrumpida por saltos y raudales; en este primer tramo recibe, entre otras aguas, las del río Ugueto. Al penetrar a las tierras bajas, se le desprende el caño Casiquiare, el cual le sustrae aguas que traslada al río Guainía-Negro, un afluente del Amazonas. Este brazo Casiquiare es uno de los casos más extraordinarios en el mundo de una 11
  • 12. captura de aguas; la pérdida de este cuantioso caudal, es compensada por las que el Orinoco recibe de los ríos Ocamo, Matacuni, Padamo y Maraca; y a continuación de la salida de aguas del caño Casiquiare, le afluyen los ríos Cunucunuma y Ventuari entre otros. La afluencia del Ventuari se realiza en un sector rocoso y no de materiales aluvionales, que recibe impropiamente el nombre de delta del Ventuari. El río Atabapo se une al Orinoco por el S en San Fernando de Atabapo; y desde esta afluencia el gran río toma el rumbo N; prosigue su marcha arqueando algo su curso hasta donde le afluye, por el O, el río llanero de Apure. En este trayecto se hallan los raudales de Maipures y Atures que impiden toda navegación al alto Orinoco. Entre San Fernando de Atabapo y la boca del Apure, el Orinoco se incrementa con los abundantes caudales de los ríos Guaviare, Vichada y Tomo provenientes de los llanos colombianos y por el río Meta que por largo trecho hace de frontera entre Venezuela y Colombia; a continuación del mismo, y siempre por el O, le aportan sus aguas los ríos Cinaruco, Capanaparo, Arauca y Apure. El cauce de este último es la prolongación hacia occidente de la directriz del cauce del Orinoco hasta su desembocadura en el Atlántico; se puede, pues, hablar del sistema fluvial Orinoco-Apure. El alto nivel de las aguas del Orinoco durante la época de lluvias, ascendente a partir de septiembre, actúa de dique acuoso que frena la salida de las aguas de los ríos últimamente citados por lo cual éstas represan e inundan los llanos bajos del estado Apure. Las montañas que constituyen el macizo guayanés avenan al Orinoco, excepto las que rodean la cuenca del Cuyuní, que lleva sus aguas al río Esequibo en tierras de la zona en reclamación. De los afluentes guayaneses del Orinoco se destacan el Suapure, Cuchivero, Caura, Aro y Caroní. Debido al relieve pronunciadamente escalonado del macizo guayanés, todas estas corrientes tienen que vencer fuertes desniveles que originan gran número de raudales y saltos. Las formaciones tabulares de los tepuyes proporcionan caídas de aguas grandiosas en diversos afluentes de los mencionados ríos: el Churún Merú (salto Ángel) en la región de Canaima, tiene una caída libre de 979 m y es el más alto del mundo. En la misma región están la catarata de Canaima; en el bajo Caroní, el salto de la Llovizna; en el Carrao, el salto del Hacha, y otros muchos. Antiguas culturas precolombinas tuvieron su asiento a orillas del Orinoco, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos de Barrancas. El río era conocido por los indígenas como Huyaparí, Uriaparia o Barraguán. Su existencia fue presumida por Cristóbal Colón, en 1498, en su tercer viaje, cuando recorría las costas de Trinidad y Paria; la fuerza de la corriente hacía dulces las aguas del mar aun sin estar a la vista de tierra, por lo cual el 12
  • 13. Almirante supo de la existencia de un enorme río aun sin verlo. Vicente Yáñez Pinzón lo avistó en 1500 y, hacia 1516 un aventurero y esclavista español, Juan Bono de Quejo, recorrió por primera vez los caños del delta. Fue, empero, Diego de Ordaz quien penetró por primera vez en él en junio de 1531. Los conquistadores vieron en el Orinoco una vía que facilitaba la penetración hacia el interior del continente. Es muy posible que cuando Nicolás de Federmann en 1530 salió de Coro en busca del «Mar del Sur», al preguntar por éste a los indios de tierra adentro, éstos, al nombrar la Gran Agua, se refirieran al Orinoco. A Ordaz le siguieron Gerónimo de Ortal y Alonso de Herrera en 1553 y aunque se dice que llegaron hasta el Meta, no se tiene la certidumbre de ello. Lo que sí es verdad es que surgió en esta época el mito de El Dorado, que sirvió para que otros se aventuraran a surcar el río. Hubo refriegas con los indígenas, lo cual retrasó por un tiempo el reconocimiento del río a partir de sus desembocaduras. BIBLIOGRAFÍA: ANDUZE, PABLO J. Shailili-ko: relato de un naturalista que también llegó a las fuentes del Orinoco. Caracas: Talleres Gráficos Ilustraciones, 1960; descubrimientos del Orinoco. Caracas: Ministerio de Educación, 1952; WICKHAM, HENRY A. El Orinoco en dos direcciones: relatos de viaje de sir Henry Alexander Wickham, 1869- 1870 y Jules Crevaux, 1880-1881. Caracas: Organización Orinoco, 1988. Sobre el Salto Angel. Denominado Churún Merú por los indígenas pemones de la Gran Sabana (Edo. Bolívar) que significa, en lengua pemón, cascada del Merú. Geológicamente el Auyantepuy es una meseta de arenisca (gneis y granito) enclavada en el macizo occidental del Escudo Guayanés, cuyo origen es una altiplanicie prepaleozoica y paleozoica, orientada de E a O y con inclinación N; durante las eras geológicas, las corrientes fluviales erosionaron la altiplanicie hasta formar las típicas mesetas tabulares propias de la región; el tepuy tiene una altura máxima de 2.450 m elevándose sobre el valle de Camarata, con 35 km de largo en dirección SE-NO, y 25 km de ancho; está enmarcado entre los ríos Carrao al N y O; Kukurital al E; y el Aicha al S. El salto se origina en la caída de una corriente que según la toponimia indígena debería llamarse Kerepa-kupa-merú o Pare-kupa-merú (salto o caída hasta el fondo del pozo o de la laguna o pozo). Tradicionalmente se ha supuesto que es el río Churún, que también nace en 13
  • 14. la cima del tepuy y es un afluente del río Carrao pero en realidad se origina en otro, situado a unos 10 km al S del salto Ángel. Debido a las continuas precipitaciones lluviosas y a la ligera inclinación de la meseta, cae en forma de cascada por la pared NE de la misma y por su gran altura, llega al suelo en forma de lluvia torrencial; aquí vuelve a formarse esta corriente, que poco después desemboca en el Carrao, afluente a su vez del Caroní. Sobre el cerro Ávila. (Guaraira-Repano) Situado en la cordillera de la Costa, limita al N con el mar Caribe y al S con el valle de Caracas y la serranía del Interior. Se le conoce también como Silla de Caracas, por su forma característica. Geológicamente es parte del sistema orográfico central, situado entre las depresiones Turbio-Yaracuy al occidente del país y Unare al oriente. Está constituido por formaciones rocosas originadas en el cretáceo o precretáceo, sumergidas posteriormente y vueltas a emerger en el terciario, por los empujes geotectónicos que también originaron los Andes y el sistema Coriano. La erosión transformaría las elevaciones en plenillanuras, que, a su vez, sufrieron plegamientos y serían afectadas por las corrientes de agua y la continua actividad orogénica, que le dieron a la cordillera el aspecto actual. Las rocas que la constituyen son gneis microclínicos y esquistos y conglomerados muscovíticos, cuarcíferos y graníticos. Tiene también intrusiones de rocas ígneas ácidas (granitos). La mayor altura la constituye el pico Naiguatá (2.765 m), seguido de la Silla (2.640 m) y el Ávila (2.159 m); estos 2, conocidos también como picos oriental y occidental respectivamente. Presenta variaciones de temperatura que van desde los 27 °C a nivel del mar, hasta los 5 °C en las alturas máximas; su clima es húmedo, cálido-templado de altura tropical y las precipitaciones promedio anuales oscilan entre los 600 mm y los 1.400 mm. En las zonas boscosas crecen apamates, ceibas, bucares, copeyes, zamuros, urapes, acacias, amarillos, helechos arborescentes y palmeras. Abundan las orquídeas, helechos, bromeliáceas, aráceas, peperonmias, generiáceas, rubiáceas y mustáceas. A la llegada de los españoles estaba habitado por Aborígenes denominados Caracas, Toromaimas y Mariches, de nación Caribe y Aruaca. El nombre que le daban a la montaña era Guaraira-Repano. La denominación de Ávila se origina en Gabriel de Ávila, alférez mayor de campo, uno de los fundadores de Santiago de León de Caracas, quien tuvo 14
  • 15. las tierras que iban desde la falda del cerro hasta la cumbre; conocida como Estancia de los Ávila, cerro o montaña de Ávila, el apellido se convirtió en topónimo. De la montaña bajan al valle de Caracas pequeñas corrientes de agua como la quebrada Catuche, que le daba nombre indígena a aquél: Catuchacuao, asiento de los toromaimas y la quebrada Caroata, entre las cuales se fundó la ciudad de Santiago de León. Sobre la Cueva del Guácharo. Monumento natural localizado cerca del pueblo de Caripe al norte del estado Monagas, con 10.650 m de desarrollo conocido y uno de los más singulares del mundo debido a sus características excepcionales. Su entrada se encuentra a 1.066 m de altitud y presenta en su parte interior una temperatura casi constante de 19 °C. La caverna tiene 2 grandes sectores: uno de unos 1.500 m de longitud, formado por los salones de Humboldt, del Silencio y Precioso. Está recorrido por un riachuelo cuyo extremo más cercano es la poza de Humboldt, y el tercero, ornamentado con extrañas y hermosas formas producidas por el gotear del agua subterránea. El otro sector, denominado Cuarto del Viento, mide unos 9.150 m y lo integran innumerables galerías entre las que sobresalen el Paso del Viento, el Cuarto de la Piedra del Mecate, el Cuarto del Chorro, el Cuarto del Derrumbe, el Salón de Alén, el Paso de las Bóvedas, el Paso de los Cuchillos, la Galería de los Italianos, el Paso de las Lanzas y el Gran Cañón. En este sector se encuentran las formaciones geológicas más admirables e interesantes de la parte explorada. Se tienen noticias de que la caverna era visitada por los indios chaimas desde época remota con el fin de capturar los pichones de los guácharos para quitarles la grasa y elaborar una manteca muy apreciada; además, se sabe que éstos tenían la creencia de que al morir sus almas se recluían en el interior de la cueva.. Luego, en 1799, estuvieron en ella Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, quienes se introdujeron unos 472 m. Humboldt consigna sus observaciones en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, donde estudia el guácharo, ave nocturna y granívora, la clasifica como del género Steatornis caripensis y suministra noticias sobre su aspecto físico, características y costumbres 15
  • 16. Cronología Estimada: 20.000 años AC. Grupos humanos cruzaron al Nuevo Mundo a través del estrecho de Bering. Las capas de hielo retrocedieron al final y empezó la época reciente, el holoceno. Se inició el descenso y el retroceso continental desde el estrecho de Magallanes hasta las Antillas y se formaron ríos y grandes lagunas. 15.800 años AC. Grupos humanos provenientes del Norte llegan al Golfo de Venezuela a lo que es hoy el litoral Falconiano a través del Istmo de Panamá, la Costa del caribe Colombiana y la Guajira. 14.000 años AC. El Noroeste de lo que es hoy Venezuela comienza a ser poblado- Grupos de Cazadores y Recolectores se extienden por tierras de los actuales estados Falcón, Lara y Zulia- 12.000 años AC. Los cazadores nómadas elaboran instrumentos con piedras (hachas ovaladas y puntas de flechas), utilizando materiales existentes en las canteras del río Pedregal al Sur del estado Falcón. 10.000.años AC. El numero de cazadores se ha multiplicado en el Noroeste- Bandas de ellos se movilizan por extensas áreas persiguiendo a los grandes animales del Pleistoceno. Gliptodontes, Mastodontes, Megaterios, Jaguares gigantes, Tigres dientes de sable, Conejos etc- 9.000.AC. Al Sur de lo que será el valle de Caracas, las abundantes lluvias de finales de la ultima Glaciación han rellenado grandes depresiones formando inmensas laguna en lo que hoy se conoce como Plaza Venezuela, Av. Páez del Paraíso y en la Av. Los Ilustres- 8.000.AC. Los grupos de recolectores marinos comienzan a extenderse por las costas de Falcón hasta Sucre y se produce un aumento de población debido a lo favorable de las condiciones climáticas y alimentarías- 7.000.AC. Gente de hable Caribe se expande por Guayana y Surinam, dominan el cultivo de la Yuca. Algunos yacimientos Líticos encontrados en la Gran Sabana lo demuestran- 4.300 AC. Grupos de recolectores se establecen en las zonas de los manglares de Paría. 16
  • 17. 4.000.AC. Los grupos de recolectores necesitan un medio de transporte para desplazarse entre los caños, extraen parte de las cortezas de los árboles y les dan forma de embarcaciones. Sobre las familias indígenas. Obviamente, antes de la llegada de Colón ya existía una organización social entre los indígenas venezolanos; por lo tanto, en la medida en que las comunidades lograron una unidad étnico-cultural, se inició el proceso de formación de la nación venezolana. Desde el punto de vista de la agrupación lingüística, el etnólogo Miguel Acosta Saignes distinguió 10 áreas que aquí se resumen: área de la costa caribe, desde Paria hasta Borburata, comprende tres subáreas: de los cumanagotos, los palenques y los caracas; área de los ciparicotos, que aparecen como una inclusión entre pueblos caquetíos; área de los arawakos occidentales, comprende los caquetíos (estados de Falcón, Lara y Yaracuy, y los llanos de Apure); área de los jirajaras, comprende a los jirajaras, ayamanes, axaguas y gayones; área de La Guajira y del lago de Maracaibo, en la que aparecieron sólo grupos de cazadores-recolectores y pescadores en el siglo XVI; área de los caribes occidentales, comprende a los pemones, bobures y motilones; área de los Andes venezolanos, comprende a los timoto-cuicas; área de los recolectores, incluye a los actuales guaraúnos del delta del Orinoco y a los cazadores-recolectores y pescadores de Los Llanos hasta los estados de Portuguesa y Lara; área de los otomacos, incluye a los otomacos, guamos, taparitas y yaruros; área de Guayana, engloba todo el territorio al sur del Orinoco. Si bien los indígenas venezolanos no trabajaron los metales como en otras regiones, en cambio sí destacaron en la agricultura, particularmente los andinos, que cultivaron con éxito la papa (patata), el maíz, la yuca y otros frutos que de inmediato fueron asimilados por la gastronomía europea. El hombre venezolano tiene una existencia de aproximadamente 16 siglos, como quiera que la historia de Venezuela no comienza con la llegada de las naves de Cristóbal Colón, sino con el arraigo del llamado Homo venezuelanensis que ha venido evolucionando, lentamente en los primeros años, y luego arrolladora y definitivamente incorporado al progreso y a la civilización occidental a partir del mestizaje.El hombre venezolano, tal como respira, vive, siente y actúa en nuestros días, se viene formando desde el siglo XVI. 17
  • 18. Sobre las primeras migraciones. A grandes rasgos, podría decirse que los indígenas americanos probablemente descendieran de los pobladores asiáticos que emigraron a través de la lengüeta de tierra del estrecho de Bering durante el periodo cuaternario, que se inició hace unos 30.000 años. Según los testimonios de las migraciones humanas, los primeros pueblos que se desplazaron hacia el continente americano, procedentes del noreste de Siberia hacia Alaska, portaban utensilios de piedra y otras herramientas típicas de mediados y finales del periodo paleolítico de la edad de piedra. Estos pueblos probablemente vivían en grupos de unos 100 individuos, pescando y cazando animales como venados y mamuts. Eran nómadas y trasladaban su campamento unas cuantas veces al cabo del año para aprovechar los alimentos de cada estación. Es probable que se reunieran durante algunas semanas con otros grupos con el fin de celebrar ceremonias religiosas y realizar trueques de productos, además de intercambiar información. Al parecer, los primeros asentamientos se ubicaron en Alaska y más tarde fueron desplazándose hacia el interior del continente americano. Los hallazgos de las primeras migraciones son muy escasos. Los testimonios que se desprenden del estudio comparativo de las lenguas indígenas, así como del análisis de algunos materiales genéticos, sugieren la posibilidad de que estas migraciones tuvieran lugar hace unos 30.000 años. Algunas pruebas más directas, procedentes de yacimientos arqueológicos, sitúan esa fecha algo más tarde. Por ejemplo, en el Yukón, en el actual Canadá, se han descubierto utensilios de hueso cuya antigüedad ha quedado fijada en el 22.000 a.C. mediante las técnicas de carbono radiactivo. Los restos de hogueras descubiertas en el valle de México datan del 21.000 a.C.; se han hallado algunas lascas de herramientas de piedra cerca de ellas, lo cual determina la presencia humana en aquella época. En una cueva de la cordillera de los Andes peruanos, cerca de Ayacucho, los arqueólogos han hallado utensilios de piedra y huesos de animales triturados, cuyo origen se ha datado en el 18.000 a.C. Otra cueva de Idaho, Estados Unidos, contiene restos parecidos que datan del 12.500 a.C. En ninguno de estos yacimientos aparecen objetos o herramientas con un estilo diferenciado. El único objeto hallado que sí tiene un estilo propio apareció hacia el 11.000 a.C. y se conoce como puntas ‘clovis’, tipo de punta de jabalina de base cóncava y con acanaladuras en una o dos de sus caras. Sobre los antiguos pobladores. Se calcula que en el momento de los primeros contactos con los europeos el continente americano estaba habitado por más de 90 millones de personas: 18
  • 19. unos 10 millones en el actual territorio de Estados Unidos y Canadá, 30 millones en México, 11 millones en Centroamérica, 445.000 en las islas del Caribe, 30 millones en la región de la cordillera de los Andes y 9 millones en el resto de Sudamérica. Estas cifras de población corresponden a estimaciones muy relativas (algunas fuentes citan magnitudes mucho menores), ya que resulta imposible dar cifras exactas. Cuando los europeos empezaron a realizar los primeros registros, la población indígena ya se había visto diezmada por las guerras, el hambre, los trabajos forzosos y las epidemias de enfermedades introducidas por los europeos. Algo sobre los primeros pobladores de Sudamérica Las áreas culturales de Sudamérica abarcan desde la parte inferior de Centroamérica —el este de Honduras, Nicaragua y Costa Rica— hasta el extremo meridional de América del Sur. Cabe distinguir cuatro áreas principales: 1) la parte norte de Sudamérica y el Caribe; 2) los Andes centrales y meridionales y la costa adyacente del Pacífico; 3) la selva tropical del este de Sudamérica, y 4) la Sudamérica meridional, un área que alberga sólo a pueblos nómadas de cazadores-recolectores. La parte norte de Sudamérica y el Caribe El área cultural de la parte norte de Sudamérica y el Caribe incluye tierras bajas de selva, sabanas cubiertas de hierba, la parte septentrional de la cordillera de los Andes, algunos territorios áridos del oeste de Ecuador y las islas del Caribe. Debido a su ubicación geográfica, la región podría prestarse a servir de vínculo entre las grandes civilizaciones de México y Perú, pero por la dificultad que entrañan los desplazamientos por tierra a través de la selva y las montañas de la parte baja de Centroamérica, los contactos precolombinos entre Perú y México se desarrollaron sobre todo por mar, desde el golfo de Guayaquil en Ecuador hasta los puertos occidentales de México. Los pueblos indígenas de la parte norte de Sudamérica y el Caribe vivían en pequeños estados independientes. Aunque comerciaban directamente con México y Perú a través de Ecuador, estos grandes imperios nunca entraron en contacto con ellos. 19
  • 20. cazadores en la zona ya en el 9000 a.C.; otros testimonios sugieren que en la zona septentrional ya existían habitantes hacia el 18.000 a.C. El estilo arcaico de vida se prolongó desde los tiempos de la desaparición de los mastodontes y los mamuts, en el periodo Clovis, hasta el 3000 a.C. aproximadamente. En esta época, los moradores de los poblados desarrollaron el cultivo del maíz en Ecuador y de la mandioca en Venezuela, además de que prosperó la alfarería. Con fecha posterior fueron colonizadas por primera vez las islas del Caribe. Hacia el 500 a.C., en las ciudades de algunas áreas del norte de Sudamérica aparecieron estilos locales específicos de escultura y metalistería. El crecimiento de la población y el progreso tecnológico prosiguieron hasta que los españoles conquistaron esta región; por entonces, los reinos Chibcha de Colombia ya eran célebres por su exquisita artesanía en oro. En el entorno del mar Caribe, los pequeños grupos como los misquito de Nicaragua, los cuna de Panamá y los arawak y caribe de las islas se dedicaban a la agricultura y la pesca en las proximidades de sus poblados; los caribes también vivían a lo largo de la costa de Venezuela. Estos pueblos practicaban un estilo de vida más sencillo que el de los pueblos de los estados septentrionales andinos. Algo sobre la selva tropical Se cree que los territorios bajos de la selva en el este de Sudamérica fueron colonizados después del año 3000 a.C., ya que los arqueólogos no han encontrado rastros de pueblos anteriores. La población siempre fue relativamente escasa, concentrada en las orillas de los ríos, de donde 20
  • 21. obtenían sus alimentos y plantaban diversos cultivos, incluidas algunas plantas alucinógenas para celebrar sus ceremonias religiosas, que además exportaban hacia el Perú. Aunque cazaban animales como los tapires y los monos, la selva protegía a muy pocas especies. No había grandes ciudades y la gente vivía en poblados de chozas. Apenas llevaban vestimenta, debido al calor húmedo, pero tejían telas de algodón y se adornaban con pinturas corporales. Entre la multitud de pequeños grupos del área cultural de la selva tropical se encuentran los makiritares, yanomami, bororó, botocudo, tapuya, mundurucu, tupinambá, shipibo y cayapó. En la parte septentrional de la selva tropical habitan algunos grupos de lengua arawaka y caribe. Aunque los grupos de la selva tropical hoy conservan gran parte de su tradicional forma de vida, padecen enfermedades importadas por los europeos, así como la destrucción de su territorio por parte de los granjeros, madereros, mineros y empresas de explotación agrícola. Algo sobre el Período Prehispánico Una de las metas de la arqueología es la reconstrucción de la historia cultural de los pueblos antiguos. A un nivel muy general, se ha podido delinear una secuencia de desarrollo evolutivo, en la cual el hombre se inicia en el pasado muy remoto como cazador-recolector con una tecnología muy sencilla. Después de varios millones de años de evolución física y cultural, el hombre perfeccionó sus posibilidades adaptativas a tal punto que llegó a poblar todas las regiones de la tierra, incluyendo las zonas afectadas por las glaciaciones durante el Pleistoceno. Hace unos 10.000 años, se iniciaron cambios climáticos que condujeron lentamente a las condiciones actuales y muchas sociedades de cazadores tuvieron que adaptarse a un nuevo régimen alimenticio debido a la violenta extinción de la megafauna. Hubo en este período de readaptación una tendencia hacia la utilización de nuevos recursos tales como los alimentos marinos, fluviales, plantas silvestres y cacería menor. El hombre desarrolló nuevas tecnologías para mejorar la explotación de estos recursos en los diferentes medio ambientes (costa, desierto, selva, sabana, montaña o bosque). La observación de los ciclos de vida de los animales y vegetales, así como la adopción de hábitos más sedentarios, le permitieron la explotación de ciertos recursos abundantes, como los moluscos y algunos granos silvestres. Esto también condujo a la experimentación con la agricultura y un lento proceso de domesticación de plantas y animales. Como consecuencia de este proceso, se dio un marcado incremento de la población, una mayor sedentarización, el establecimiento de aldeas y un aumento en el 21
  • 22. ajuar tecnológico que incluye la aparición de la cerámica, los tejidos en telar y el trabajo en metal. Posteriormente, en ciertas áreas del mundo, hubo una tendencia hacia la concentración de la población en centros urbanos y el surgimiento de sociedades políticamente jerarquizadas, que se caracterizaban por una arquitectura monumental, economía de mercado, religiones estatales, militarismo e imperialismo e innovaciones tales como sistemas de riego a gran escala, escritura y estudios astronómicos. Para facilitar la descripción de ese tipo de desarrollo evolutivo del hombre, se han creado varios sistemas clasificatorios que dividen la historia en etapas, eras, edades o épocas. Para Europa es bien conocido el esquema que divide la historia cultural en 5 etapas: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico, Edad de Bronce y la Edad de Hierro. En el Nuevo Mundo, se han propuesto otros esquemas parecidos, tal como el de Willey y Phillips: Lítico, Arcaico, Formativo, Clásico y Post-Clásico. En este trabajo de investigacion se seguirá la formulación propuesta por José María Cruxent e Irving Rouse en su obra de 1961, una Cronología arqueológica de Venezuela, de 4 etapas denominadas Paleo-Indio (20.000 a. C.-5.000 a. C.), Meso-Indio (5.000 a. C.-1.000 a. C.), Neo-Indio (1.000 a. C..-1.500 d. C..) e Indo-Hispano (1.500 d. C.- presente) no obstante, es preciso tener en cuenta que son divisiones cronológicas aproximadas. Tal es el caso en Venezuela, donde para el momento del contacto, algunas sociedades como los waraos todavía mantenían una subsistencia en base a la recolección, debido a la riqueza de recursos silvestres que les brindaba el delta del Orinoco, mientras que otros grupos derivaban su principal sustento de la agricultura. Los logros tanto materiales como intangibles de los aborígenes venezolanos fueron el resultado de milenios de adaptación a su medio ambiente natural y social. El Paleo-Indio: 20.000 a. C. - 5.000 a. C. Esta época tiene sus comienzos con la entrada del hombre en el continente americano desde Siberia durante la última era glacial. La proveniencia asiática de los aborígenes americanos se comprueba por evidencias genéticas, lingüísticas, osteológicas y odontológicas. Algunas investigaciones recientes demuestran, por ejemplo, que la morfología dental de las poblaciones autóctonas de las Américas tiene mayor relación con la de grupos asiáticos septentrionales que con otros de procedencia europea. Esta misma evidencia apoya un poblamiento en 3 oleadas distintas: una muy antigua correspondiente a una primera oleada de cazadores, otra más reciente que se relaciona con los Na-Dene (un grupo lingüístico del noroeste de los Estados Unidos y Canadá) 22
  • 23. y una última oleada migratoria que corresponde a los esquimales aleutianos, quienes tienen la mayor similitud física con sus parientes asiáticos. La primera de estas migraciones se difundió desde el estrecho de Bering hasta el extremo meridional de Suramérica en un largo proceso de movimiento y adaptación a nuevos medio-ambientes. Aparentemente, ya eran hombres evolucionados, con suficientes conocimientos tecnológicos para enfrentarse a las severas condiciones climáticas producidas por la era glacial: tenían que saber construir refugios, elaborar ropa y calzado adecuados para el frío, tener conocimientos sobre medios de transporte para atravesar la nieve, hielo y agua, y poder procurarse alimento y agua aun en las condiciones más severas. Para llegar a América desde Asia, pudieron haber aprovechado el puente de tierra expuesto durante una de las culminaciones del último período glacial (aproximadamente 70.000-10.000 años antes del presente), cuando el nivel del mar era más bajo debido a que las aguas habían sido retenidas durante el crecimiento de las grandes masas de hielo polar. La fecha de entrada del hombre a América es un asunto controversial. Algunos investigadores consideran que existe evidencia que indica la presencia del hombre hace más de 70.000 años en la zona de Beringia. Otros, quienes dudan de la veracidad de los artefactos hallados, o de su contexto de deposición, consideran que las fechas más aceptables son del orden de 20.000 años como máximo (el último máximo glacial ha sido fechado consistentemente como alrededor de 18.000 años antes del presente). La evidencia lítica asociada a esta etapa hipotética, ha sido denominada industria de núcleo y lasca y consta de artefactos de piedra hechos por percusión, o sea, golpeando una piedra contra otra (el núcleo) a fin de lograr un filo cortante tosco, y a la vez, obtener lascas que sirven para cortar y raspar. Estos instrumentos se utilizaban, a su vez, para fabricar otros utensilios, probablemente de hueso o madera. Se han hallado numerosos yacimientos con artefactos de este tipo en Norte, Centro y Suramérica; sin embargo, debido al aspecto rudimentario de los instrumentos, se ha dudado de su autenticidad atribuyendo a factores naturales su apariencia, o en otros casos, sugiriendo que representan resultados de una primera etapa en la manufactura de instrumentos más sofisticados, que fueron desechados por presentar fallas o errores. Las hipótesis que favorecen la posibilidad de un poblamiento muy antiguo proponen, además, que la tecnología lítica tuvo una evolución local en América, posiblemente con influencias de oleadas posteriores desde Siberia, hasta perfeccionar la técnica de la formación de artefactos con la técnica de la presión. Con esta técnica, se pueden obtener formas tales como las puntas de proyectil bifaciales (trabajados por ambos lados) que son tan comunes en toda América a partir de 14.000 años antes del presente. Estos son los primeros 23
  • 24. artefactos que los arqueólogos que apoyan la posición de una entrada tardía, aceptan como evidencia incontrovertible de la presencia del hombre en este continente Tal como en otras partes del continente, las condiciones que prevalecían en Venezuela durante el Pleistoceno eran muy distintas a las actuales. El nivel del mar era más bajo y en consecuencia, existía una mayor extensión de costa: inclusive, lo que hoy es Trinidad formaba parte del continente suramericano. Aunque no existieron en esta parte del hemisferio masas de hielo como las que ocuparon extensas áreas del norte, la temperatura era más baja y hubo cierta formación glacial en los Andes y la cordillera de la Costa en Venezuela. Se ha propuesto que hubo considerable fluctuación en cuanto a la pluviosidad, la cual influyó para que regiones que hoy en día son muy áridas, tales como la costa de Falcón, hubiesen sido más húmedas durante la última glaciación, lo cual favorecía una abundante población de megafauna. Entre los ejemplares de megafauna ya extinta que se han hallado en Venezuela se cuentan eremotherium sp., glossotherium sp., haplomastodon sp., equus sp. y glyptodon sp. Por otra parte, existen indicios de que la región amazónica estuvo sujeta a ciclos de aridez y humedad durante esta misma era, lo cual afectó la distribución de las múltiples especies de fauna y flora tan características de esa área. Como el hombre tuvo que atravesar el istmo de Panamá para llegar por vía terrestre a Suramérica, no es sorprendente que en Venezuela se hayan encontrado algunas de las evidencias más tempranas del hombre en el continente. Siguiendo el modelo propuesto en 1983 por Alan Bryan, los primeros pobladores de Venezuela entraron con una tecnología tipo núcleo y lasca compuesta de artefactos rudimentarios unifaciales diseñados para trabajar la madera, fibra, hueso, cuero y concha. Además de estos núcleos, las lascas que se obtenían al golpear las piedras se modificaban después para utilizarlas como cuchillos y raspadores. El sitio de El Muaco (Edo. Falcón), excavado por José María Cruxent, ha arrojado fechas de 16.870 años antes del presente, para huesos de megafauna quemados que fueron encontrados cerca de otros que presentaban incisiones aparentemente hechas por el hombre cuando utilizó el hueso como una plataforma para cortar. Esta evolución tecnológica es especialmente evidente en la secuencia de El Jobo (Edo. Falcón) tal como lo ha interpretado José María Cruxent. En este sitio, localizado en el valle del río Pedregal, existen varias terrazas geológicas que se formaron en diferentes épocas, las cuales se asocian con artefactos líticos distintivos, clasificados por Cruxent en 4 complejos: Camare, Las Lagunas, El Jobo y Las Casitas. Aparentemente estos yacimientos son mataderos ya que los únicos artefactos encontrados servían para la caza y descuartizamiento de la presa, sin estar 24
  • 25. asociados con restos de habitación ni cementerios. Las armas más antiguas asociadas con la cacería (aproximadamente 20.000-22.000 antes del presente) y provenientes de este yacimiento y de otros de Manzanillo (Edo. Zulia) de Tupukén (Edo. Bolívar) indican la práctica de una cacería directa en la cual varios cazadores, después de aislar uno o más animales, les darían muerte con palos afilados y a golpes con artefactos de piedra enmangados. También es posible que estos artefactos fueran empleados para la extracción de raíces y tubérculos. Los nuevos artefactos, o litos alargados trianguloides, son típicos del complejo Las Lagunas (16.000-22.000 antes del presente); Cruxent presume que iban atados en forma de lanza o azagaya y se utilizaban para la cacería semidirecta ya que su peso facilitaba el lanzamiento y la perforación del cuero del animal. La siguiente innovación en la tecnología lítica, asociada con el complejo El Jobo (16.000-9.000 antes del presente), es la introducción de la punta de proyectil en forma de dardo y el ingenioso propulsor que, actuando como una prolongación de la palanca constituida por el brazo y antebrazo, permitía un aumento considerable en la velocidad, la precisión y el alcance del proyectil. Sin embargo, la megafauna seguía siendo objeto de la cacería de estos paleo-indios, tal como lo indica la evidencia proveniente del sitio de Taima-Taima (Edo. Falcón). En este yacimiento se encontraron artefactos similares a los del complejo El Jobo, en asociación directa con el esqueleto de un joven mastodonte que fue muerto y descuartizado in situ. Las fechas obtenidas de fragmentos de madera oscilan entre 12.980 y 14.200 antes del presente. Esto demuestra que una tecnología especializada para la cacería de megafauna estuvo presente en Suramérica más de un milenio antes que la evidencia disponible actualmente para una tecnología similar en Norteamérica, y sugiere que se dio una evolución independiente de esas 2 tradiciones líticas. La aparición de las puntas de flecha (alrededor de 9.000 años antes del presente) en el complejo Las Casitas, que probablemente se usaban con el arco, refleja los cambios climáticos y ambientales que culminaron con la extinción de la megafauna y la consiguiente necesidad del hombre de buscar nuevas fuentes alimenticias. El arco y la flecha facilitan la caza de animales pequeños, aves y peces, presas que al parecer eran poco explotadas en épocas anteriores. Las sociedades de esta época probablemente se organizaban en bandas compuestas de 100 a 500 personas. Estas bandas estaban integradas por microbandas, o familias extendidas de 12 a 35 personas, las cuales eran las unidades sociales básicas; a cada una de éstas pertenecían suficientes hombres maduros (4-5) como para llevar a cabo estrategias de cacería en grupo, tales como emboscadas, seguimientos, etc. Además, los hombres 25
  • 26. probablemente se encargaban de la manufactura de los instrumentos de piedra y de los otros artefactos necesarios para el campamento. Por su parte, las mujeres de la microbanda se encargaban de recolectar frutos, semillas y raíces para complementar la dieta. También tenían a su cargo la crianza de los niños, la preparación de las comidas y posiblemente la manufactura de la vestimenta. Aunque nadie tenía el derecho de mandar a los demás, la gente mayor era muy respetada por su sabiduría y conocimiento. La tradición oral recogía esta sabiduría en forma de mitos y leyendas cuyo relato, además de un entretenimiento, aseguraba la preservación de la memoria. También los chamanes o especialistas en ritual y curación, eran miembros venerados de la comunidad. La microbanda se desplazaba sola la mayor parte del año, siguiendo a los rebaños de la megafauna y explotando las diferentes fuentes de alimento vegetal según la abundancia estacional. Es probable que en ocasiones se reunieran todas las microbandas para la celebración de ciertos ritos y para compartir información acerca de la cacería, recolección y, no menos importante, sobre los miembros y actividades de las diferentes microbandas y bandas vecinas. Estas ocasiones servían, además, para formar matrimonios entre miembros de diferentes microbandas, ya que la exogamia (matrimonio fuera de la comunidad) era común en este tipo de sociedad. Este modo de vida, aunque nómada, proporcionaba una base de subsistencia amplia y variada. Estudios recientes sobre sociedades de cazadores-recolectores demuestran que con poca inversión de trabajo (un promedio de 4 horas diarias) en actividades de subsistencia se consigue una dieta balanceada con un contenido calórico suficiente. Sin embargo, un modo de producción dominado por la extracción de recursos silvestres impone la movilidad constante; este nomadismo evita la sobre-explotación de recursos. Por eso, es evidente que la cultura material de este tipo de sociedad esté limitada a lo que es fácil transportar. De igual forma, este modo de vida está relacionado con ciertas medidas sociales que facilitan dicha movilidad; entre éstas se destacan el control de la natalidad para evitar que una mujer tenga que cargar más de un hijo a la vez y el geriacidio e infanticidio (muerte de ancianos y niños pequeños) en casos de deformaciones o enfermedades que impedían el traslado normal. A pesar de su limitada cultura material, tenemos alguna evidencia de aspectos de la cosmovisión y expresión artística de estas sociedades paleo-indias. Nos han dejado grabados en hueso y piedra con escenas de cacería y de otros episodios de la vida cotidiana y ceremonial. Sin embargo, debido a su abstracción, algunos son difíciles de interpretar. Por otra parte, son tan difundidos y comunes algunos aspectos de la mitología y cosmovisión de las tribus americanas actuales, que se ha propuesto la hipótesis de que estos elementos tengan su origen en la remota época paleo-india. 26
  • 27. El Meso-Indio: 5.000 a. C. - 1.000 a. C. Representa una transición entre la etapa paleo-india, en la que el hombre, con una tecnología de artefactos líticos, subsistía de la recolección y la caza de grandes mamíferos, y la época neo-india, caracterizada por la presencia de poblaciones sedentarias que practicaban la agricultura y fabricaban cerámica. El meso-indio tuvo su inicio en Venezuela alrededor de 7.000 años antes del presente cuando se produjeron los cambios climáticos que condujeron a la extinción de la megafauna del pleistoceno y al surgimiento de nuevos patrones de subsistencia, tales como la explotación de recursos marinos en las costas, la recolección intensificada, y la caza de pequeños mamíferos. Durante este período se produjo una mayor especialización tecnológica que permitió la explotación de medios ambientes específicos. Por otra parte, se evidencia un aumento progresivo de la población en el continente americano. La adopción de la agricultura como estrategia de subsistencia principal a partir de 3.000 años antes del presente, marca el fin de la época meso-india, pero es preciso destacar que las fronteras cronológicas de 7.000 años antes del presente o 3.000 años antes del presente, son límites aproximados. Esta fue una época de navegación y de exploración marítima, de ahí que fueran pobladas nuevas áreas, particularmente en las Antillas, con contingentes que vendrían de Tierra Firme. Tal como hemos visto, la evidencia arqueológica indica que la presencia del hombre en el continente suramericano parece extenderse más allá de los 20.000 años. Al desaparecer la megafauna después de la última glaciación, los antiguos habitantes de la actual Venezuela se vieron forzados a cambiar su estrategia de subsistencia. En respuesta a las nuevas condiciones los meso- indios adoptaron algunas de las 3 alternativas siguientes: 1) la explotación de recursos marinos, especialmente moluscos, cuya evidencia reside en los concheros costeros; 2) la recolección en el interior del territorio, con una subsistencia basada principalmente en recursos vegetales, la cual es inferida de artefactos especializados, tales como manos, metates, moledores, etc.; y 3) una subsistencia basada posiblemente en la caza de pequeños mamíferos, sugerida por los hallazgos de puntas de piedras de tamaño reducido encontradas en la región de Guayana. El sedentarismo que tuvo lugar durante las 2 primeras alternativas dio origen a una agricultura incipiente. Los yacimientos correspondientes a la recolección de recursos marinos son los más conocidos del meso-indio en Venezuela. Por una parte, son fáciles de localizar por la gran cantidad de conchas marinas que aparecen asociadas al yacimiento, y por la otra, la zona de la costa es más accesible, lo que facilita 27
  • 28. la exploración arqueológica. Los yacimientos aparecen en «concheros» o montículos de concha, generalmente de forma ovalada y la superficie plana. Los montículos se formaron por la acumulación de los desperdicios de comida a base de mariscos. Además de las conchas se encuentran restos de pescado y de fauna acuática como tortugas, rayas o equidermos y pequeñas cantidades de huesos de animales terrestres. Es posible que las superficies de los concheros sirvieran de base para las viviendas, ya que se han encontrado restos de fogones en distintos niveles. También se han descubierto entierros en el interior de estos montículos. Los concheros se encuentran generalmente en la costa muy cerca del mar. Sin embargo, se han encontrado yacimientos lejos de la costa, como el de La Pitía (a 9 km del mar), o en la península de Paria (a 8 o 10 km), lo cual se podría explicar por factores geológicos, tales como fluctuaciones en el nivel del mar o cambios tectónicos. En el caso de la Guajira, la costa avanzó progresivamente en los últimos milenios. La ausencia casi total de puntas de proyectil de piedra y de huesos de fauna terrestre, permite afirmar que estos hombres no eran grandes cazadores. En cambio la presencia de anzuelos, pesas de redes, puntas de hueso y concha, lascas de madera para fabricar arpones de madera, y martillos para facilitar la abertura de las conchas, indican una tecnología adecuada para la pesca, recolección y consumo de productos marinos. La orientación marítima se manifiesta también por la presencia de otros artefactos, especialmente las gubias o raspadores de concha que servían para la fabricación de canoas monóxilas es decir, hechas de un solo tronco. Los meso-indios debían ser excelentes navegantes. Posiblemente utilizaban balsas, aun antes de conocer la gubia de concha, la cual aparece relativamente tarde en la secuencia cronológica y solamente en algunos yacimientos. La presencia de manos de moler, metates, morteros y el hallazgo de frutas de la especie bactris, indican actividades de esta índole. También se ha señalado la importancia del magüey en la dieta de los habitantes actuales de la zona costera-oriental, y probablemente en los fogones encontrados en los concheros, éste era asado para comerlo. A finales del meso-indio es posible que algunos de estos grupos estuvieran practicando algún tipo de agricultura incipiente, de baja producción, y complementaria de las demás fuentes de subsistencia. Otras actividades de los meso-indios costeros que se pueden inferir de los hallazgos serían: la práctica usual del tejido, en la fabricación de las redes de pesca; la manufactura de adornos tales como cuentas discoidales de concha o dientes de caimán, y la preparación de pintura con óxido de hierro para la decoración corporal. A partir de 7.000 años antes del presente hubo una diferenciación creciente entre las poblaciones de las distintas zonas hasta que éstas alcanzaron una vida 28
  • 29. sedentaria o semisedentaria, con la explotación y domesticación de tubérculos y frutos en el interior, y la explotación intensiva de recursos marinos en la costa. Es muy probable que el interior de Venezuela también estuviera ocupado desde muy temprano. Los grupos pre-agrícolas de la época meso- india debían estar organizados en bandas nómadas o seminómadas, relativamente pequeñas (menos de 100 personas) con una estructura social flexible que permitiera el aumento o disminución de miembros según los recursos disponibles. Basándonos en los artefactos encontrados hasta ahora en Venezuela, podemos discriminar 2 grandes patrones de subsistencia en el interior del país para la época meso-india. Uno, asociado con puntas de proyectil, hechas de piedra, el cual hacía de la caza su principal fuente alimenticia; y el otro, asociado con moledores, metates, hachas y martillos, orientado sobre todo hacia la recolección de recursos vegetales. El patrón de subsistencia recolección-caza no se extinguió por completo con la aparición de la agricultura. Algunas poblaciones indígenas no se convirtieron en agricultores a pesar de tener vecinos que sí lo eran. Los yacimientos de la costa oriental (Pedro García y los complejos tardíos de la serie Manicuoaroide) indican la presencia de recolectores-cazadores que coexistían con grupos de neo-indios agricultores y portadores de cerámica. Hubo otras poblaciones indígenas que mantuvieron un modo de subsistencia basado en la caza hasta la llegada de los europeos. Los waraos del delta del Orinoco, por ejemplo, no poseían cerámica ni agricultura cuando fueron descritos por los primeros cronistas. Su fuente principal de alimentación se derivaba de la palma del moriche la cual, además, les abastecía de la materia prima para su vivienda, así como para la cestería y otras artesanías. Esto no significa que hubiese estancamiento cultural, ni falta de iniciativa por parte de los indígenas. Bajo ciertas condiciones ambientales en las que los recursos de recolección son abundantes (por ejemplo zonas de manglar, morichales o ríos ricos en pesca) la adopción de la agricultura no resulta tan atractiva ya que existen recursos disponibles que exigen menos inversión de energía y tiempo para la explotación. Cuando ocurre el contacto europeo, muchos de estos grupos nómadas o seminómadas, con una subsistencia basada en la caza y la recolección, tales como los yaruros, guahíbos y guaiqueríes, mantenían una relación simbiótica con los agricultores vecinos, de manera que intercambiaban la cacería o los productos recolectados por productos cultivados y de este modo se beneficiaban mutuamente. A la luz de esta información se puede apreciar que la subsistencia basada en la caza y la recolección pudo ser resultado de una adaptación adecuada a ciertos tipos de medio ambiente. 29
  • 30. El Neo-Indio: 1.000 a. C.-1.500 d. C. Aún se desconoce con certeza la fecha del inicio de ésta época. Las evidencias más tempranas provienen de la costa noroccidental de Suramérica y se remontan a más de 5.000 años antes del presente y termina alrededor de 500 años antes del presente con la llegada de los primeros europeos. En líneas generales, la época neo-india se caracterizó por la adopción de un sistema agrícola eficiente, lo cual permitió el establecimiento de comunidades permanentes cuya subsistencia se basó principalmente en las plantas cultivadas. La agricultura se complementó con la caza, la pesca, la recolección y la cría de animales domésticos. Esta nueva estrategia de subsistencia generó un aumento poblacional considerable, la producción variada de bienes materiales elaborados de diversas materias primas (piedra, barro, hueso, concha, madera y otros productos más perecederos como plumas, semillas y fibras) y la eventual especialización de diversas artesanías. La cerámica constituye uno de los indicadores más abundantes y diagnósticos de esta época. Tres cambios cualitativos y cuantitativos claves están vinculados a la época neo-india: 1) modificaciones genéticas considerables en las plantas y animales domesticados; 2) un incremento en la planificación y organización dirigida de las actividades humanas; y 3) un aumento demográfico sustancial. Como ya señalamos, la vida sedentaria, la agricultura y la cerámica son los indicadores principales de la época neo-india, pero estos 3 componentes no siempre se originaron simultáneamente. tradiciones cerámicas formativas tempranas están representadas por Puerto Hormiga, Barlovento y Canapote en Colombia, y San Pedro y Valdivia en Ecuador. Todas estas tradiciones datan al menos de 5.000 años antes del presente, y todas son distintas y claramente diferenciadas una de otra. Buscar los orígenes de estas tradiciones nos llevaría al sexto o séptimo milenio antes de ahora. Estas culturas formativas tempranas transmitieron su impulso a Mesoamérica y el área andina, donde posteriormente llegaron a desarrollarse sociedades de una alta complejidad cultural. Sin embargo, en aquella época temprana tanto la región andina como Mesoamérica eran marginales en relación con el gran foco cultural formativo que fue la costa nor-occidental de Suramérica. Las razones para ello aún no se conocen, pero debieron incidir múltiples factores, tanto ambientales como culturales El neo-indio es la época mejor conocida en la arqueología venezolana, porque los yacimientos arqueológicos correspondientes son más abundantes y extensos que los de las épocas anteriores y de más fácil detección, sobre todo 30
  • 31. aquellos que muestran una arquitectura incipiente o construcciones artificiales asociadas a la agricultura. Además, la mayor parte de los arqueólogos se han dedicado al estudio de esta época, cuyos comienzos, según lo sugieren las evidencias hasta ahora disponibles, se remontan alrededor de 4.000 años antes del presente en el sitio de La Gruta, en la región del Orinoco medio. Sin embargo, no todos los especialistas coinciden en esta afirmación y se sostiene que la fecha más antigua válida para este sitio es 2.600 años antes del presente. En occidente, hasta hace poco la evidencia más antigua estaba asociada al sitio de Rancho Peludo, ubicado en la región del río Guasare (norte Edo. Zulia) para el cual se obtuvo una fecha de 4.600 años antes del presente, lo cual convertía la cerámica de Rancho Peludo en la más antigua del continente antes del descubrimiento de Monsú. Sin embargo, en base al análisis minucioso y fechados adicionales por el método de 14C (carbono catorce) y TL (termoluminiscencia), se demostró que la muestra anterior estaba contaminada con carbón mineral y las nuevas fechas ubican la secuencia de Rancho Peludo entre 2.000 y 650 años antes del presente. En todo caso, está bien documentado que la época neo-india se estableció en territorio venezolano alrededor de 3.000 años antes del presente. l indo-hispano: 1.500 d. C.-presente La época indo-hispana o histórica se inicia en América con la llegada de los primeros europeos a fines del siglo XV y se extiende aproximadamente hasta finales del siglo XVIII. Es la época menos estudiada en la arqueología venezolana y americana en general, aunque se han realizado avances significativos en la República Dominicana, Panamá, Guatemala y Venezuela. Para esta época, además de la evidencia arqueológica propiamente dicha, también se posee información basada en las fuentes escritas emanadas de los primeros conquistadores, cronistas, misioneros y administradores europeos. La información escrita se encuentra dispersa en diversos archivos tanto europeos como americanos. También han sido publicados muchos datos en documentos como las Relaciones geográficas y las «visitas» de eclesiásticos o funcionarios judiciales, además de multitud de libros que contienen anotaciones de los testigos presenciales del período del encuentro de los 2 mundos: Europa y América y las observaciones posteriores de fuentes secundarias. Estos textos contienen mucha información detallada, la cual jamás se podrá obtener de las fuentes de la época pre-hispánica, pero a su vez introducen un elemento dudoso: el juicio muchas veces subjetivo de los actores de los acontecimientos, el cual no siempre se ajusta a la realidad. La mayoría de los escritores que tratan de los 31
  • 32. eventos del Nuevo Mundo a partir del contacto europeo se ocupan primordialmente de los hechos de los europeos, la fundación de sus ciudades, sus actividades bélicas de conquista y otros aspectos que reflejan primordialmente sus raíces europeas. Muchos de estos informes no ofrecen una visión objetiva del modo de vida de los aborígenes ni sobre los efectos de la fusión de ambas culturas. Es allí donde es importante la evidencia arqueológica, ya que proporciona información sobre patrones de asentamiento, composición étnica de comunidades y relaciones comerciales, datos sobre la vida cotidiana, que no son descritos en detalle por los cronistas. El impacto de la invasión se puede medir en la reducción de asentamientos indígenas por la evidencia de enfrentamientos bélicos y enfermedades, así como por la pérdida de estilos decorativos tradicionales, que puede deberse a la influencia misionera, entre otros hechos.. En Venezuela se conocen diversos tipos de mayólica de la zona de Cubagua, isla de Margarita, castillo de Araya, los castillos de Guayana, y Maurica en el estado Anzoátegui, y varias localidades en el occidente del país como Hato Nuevo (Edo. Zulia), Tierra de los Indios y Santa María Arenales (Edo. Lara), Mucuchíes (Edo. Mérida) y Boconó y Carache (Edo. Trujillo). En líneas generales en la época indo-hispana la cerámica indígena se torna más sencilla que en los períodos anteriores y se encuentra menor sofisticación y variedad de estilos. Los aborígenes calentaban sus alimentos a la brasa o parrilla sobre barbacoas o andamios, o envueltos en hojas, a fuego lento. Algo sobre: Poblamiento Prehispánico La utilización conjunta de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas para analizar las características del poblamiento prehispánico de Venezuela, muestra, en todos los casos, la presencia de influencias culturales de múltiple procedencia que se fusionaron dentro del actual territorio nacional. Los estudios realizados entre 1935 y 1944 por distintas misiones arqueológicas señalan, por una parte, la presencia de un eje occidental N-S, a través del cual habrían llegado influencias tanto de América Central como del O de Suramérica y por la otra, la existencia de un eje cultural N-S en el oriente de Venezuela que habría canalizado las influencias provenientes del E de Suramérica de paso hacia las Antillas, así como también las provenientes del NE de Suramérica que se habrían difundido hacia el SE del subcontinente. Tanto en el oriente como en el occidente de Venezuela, estos grandes ejes migratorios dieron origen a la penetración de patrones diversos, los cuales posteriormente entraron en contacto al producirse movimientos migratorios transversales E-O y 32
  • 33. viceversa. Se conformó así un patrón de rutas de poblamiento y dispersión cultural que se asemejaría a la forma de una «H». Sobre la base de esta teoría de las migraciones prehispánicas venezolanas, se han elaborado otros modelos complementarios, según los cuales la existencia de estas 2 grandes rutas migratorias N-S en el E y el O respectivamente, habrían dado origen a una dicotomía cultural: las poblaciones de occidente se habrían caracterizado por el cultivo del maíz y una alfarería decorada con motivos pintados policromados; en contraste, las poblaciones del oriente cultivaban la yuca y tenían una alfarería decorada con motivos y modelado incisos. La historia de las sociedades agricultoras precolombinas habría estado determinada en consecuencia por la interacción de influencias culturales que se cruzaron entre oriente y occidente. Otra hipótesis parecida en relación con el poblamiento de Venezuela, plantea que las oleadas migratorias formaron 2 troncos: uno occidental caracterizado principalmente por movimientos de grupos humanos e influencias culturales provenientes del O de Suramérica y América Central que habrían originado culturas como la timoto-cuica, la achagua; y otro oriental, cuyo origen estaría localizado en la cuenca amazónica. Las oleadas migratorias prehispánicas también han sido caracterizadas como pertenecientes a 2 grandes familias lingüísticas suramericanas: la arawak y la caribe, cuyos orígenes más remotos han sido ubicados en la región central de Suramérica. En general, se ha considerado que los grupos sedentarios más antiguos que se asentaron en el actual territorio venezolano eran de filiación lingüística arawak y a ellos se les atribuye la introducción y desarrollo de la agricultura. Estas poblaciones arawakas habrían constituido una especie de estrato étnico básico para Venezuela, que se habría roto o fragmentado con la irrupción posterior de una oleada migratoria oriental, que también se habría extendido hacia el occidente de Venezuela pasando por el territorio actual de Colombia, originando así una división cultural entre caribes orientales y caribes occidentales. Se supone que la presencia continua de toponímicos dispersos desde el Orinoco hasta la región central de Venezuela, podría inferir en ésta la presencia de enclaves de población de posible filiación caribe. Asimismo, se puede explicar la influencia caribe hacia el occidente, por la presencia de grupos indígenas de esa filiación en el lago de Maracaibo y la sierra de Perijá. Conjuntamente a estas grandes corrientes migratorias de arawakos y caribes pudo haber otras migraciones, quizás de menor intensidad, que también dejaron su huella. Es el caso de algunos rasgos mesoamericanos como el juego de pelota, autosacrificio de sangre o el uso de la barba que estuvieron presentes entre los guamos, otomacos y guamonteyes del Orinoco y el de los ritos de sacrificio y degollamiento de víctimas humanas, entre los 33
  • 34. caribes, muy similares al denominado tlacaxipeualiztli de los nahuas mexicanos. Tal como hemos visto, la etnología, relacionando datos lingüísticos, etnográficos y arqueológicos, ha podido determinar un modelo de migraciones prehispánicas en el que resaltan los movimientos efectuados a lo largo de 2 ejes N-S, ubicados al E y el O de Venezuela y una serie de líneas de flujo entre uno y otro, las cuales constituirían movimientos de población expansivos, cíclicos o esporádicos. Desde el punto de vista arqueológico esta teoría se enriquece al señalar, además de estas grandes líneas de flujo migratorio, puntos culturales nodales en el territorio. Con la evidencia arqueológica, Venezuela deja de ser una simple encrucijada o zona de paso de las oleadas migratorias, y se convierte en un centro de confluencia de un importante número de grupos humanos, los cuales, por los procesos de adaptación a los nuevos ambientes donde se asentaban, y el mestizaje de culturas, produjeron formas sociales nuevas que sirvieron de arquetipos a otras poblaciones de territorios vecinos. En tal sentido, podemos establecer 3 grandes períodos histórico-sociales para el análisis de las corrientes de población que contribuyeron a conformar la sociedad precolombina venezolana: a) Migraciones de cazadores: Las evidencias arqueológicas más antiguas nos indican que las primeras oleadas de población que penetraron el territorio venezolano por lo menos 15.000 años a. C., estuvieron constituidas por grupos humanos que derivaban su subsistencia de la caza de mamíferos y de la recolección de frutos y raíces silvestres. Al parecer, los antiguos cazadores convivieron al menos durante cierta época, con una megafauna caracterizada por mastodontes, caballos, megaterios y gliptodontes. Como consecuencia del fin de las glaciaciones alrededor de 12.000 años a. C., reinaban condiciones climáticas distintas a las actuales. Posiblemente hubo mayor humedad, y la flora más abundante permitía la sobrevivencia de los hervíboros de la megafauna. Los cazadores de esa época formaron parte de la oleada migratoria que vino de Norteamérica, adonde habían llegado desde Asia atravesando el estrecho de Behring en una fecha que podría estimarse entre 28.000 y 40.000 años a. C. Las puntas de proyectil que fabricaban estos cazadores eran confeccionadas con núcleos de piedra, y sus formas recuerdan los artefactos que fabricaban los grandes cazadores de la llamada «tradición plana», la cual está caracterizada por puntas para armas arrojadizas de forma oval, con lados paralelos y ambos extremos aguzados. La presencia de dichas puntas en el sur de Norteamérica, Mesoamérica y el litoral Pacífico de Suramérica, deja entrever la existencia de migración humana en dirección NS. Pero, ¿en qué momento y cómo se dispersa de ese grupo principal la rama que se desvía 34
  • 35. hacia el NE de Venezuela y cuyos principales exponentes los encontramos hasta el presente en sitios arqueológicos tempranos del estado Falcón? La ruta terrestre más obvia pasaría por Centroamérica, entraría al subcontinente por Colombia y de allí se dirigiría hacia el NE alcanzando a Venezuela. Pero las evidencias halladas hasta el presente en Colombia no comprueban que hubiese existido esa vía migratoria, ya que los hallazgos realizados hasta hoy por los arqueólogos colombianos sólo indican la presencia, desde 12.000 a 14.000 años a. C., de cazadores que poseían una industria lítica y ósea muy rudimentaria, totalmente distinta al instrumental especializado de los cazadores del NE de Venezuela. b) Migraciones de recolectores: El fin de la sociedad de cazadores, parece haber sido coetáneo con el clímax de los grandes cambios climáticos que marcaron el desarrollo del Cuaternario. Posiblemente ocurrieron extensas modificaciones del antiguo litoral venezolano como consecuencia del levantamiento general del nivel del mar, por lo cual muchas de las antiguas zonas costeras fueron sumergidas por las aguas, cambiándose quizás también las características de la fauna y la flora en dichas regiones. Estos cambios determinaron, por una parte, la desaparición de la megafauna que hasta entonces parece haber estado asociada con los cazadores y por la otra, que tuviera lugar una redistribución general de la fauna terrestre, la cual pudo haber influido para que aquellas poblaciones o parte de las mismas, buscaran su subsistencia en la fauna marina. La abundancia y relativa estabilidad de los recursos marinos le dieron tanto a los recolectores venezolanos como a los del resto del continente, la oportunidad de formar comunidades más sedentarias. Hasta el presente, las evidencias arqueológicas indican que el área de mayor concentración de estos grupos recolectores era en el N de Venezuela. Estuvieron presentes en la península de Paria, alrededor de los 4.000 a 5.000 años a. C., y se supone que tuvieron una industria rudimentaria de piedra tallada, posible supervivencia de técnicas utilizadas por los antiguos cazadores. Los sitios arqueológicos localizados en las costas de los estados Sucre y Anzoátegui y en la isla de Cubagua testimonian el desarrollo de una sociedad especializada en la explotación del ámbito marino, la cual abandonó la piedra como materia prima, para fabricar artefactos de conchas de caracol gigante (Strombus gigas) tales como escoplos, raspadores, puntas de proyectil, recipientes, etc. Esta capacidad adaptativa, que parece haber incluido también el arte de navegar, permitió la expansión de los recolectores marinos hacia las islas antillanas, muchas de las cuales se encontraban todavía deshabitadas, convirtiéndose por tanto en descubridores y primeros pobladores de las tierras insulares. Hubo grupos de recolectores que posiblemente migraron al S, siguiendo el litoral Atlántico del NE de Suramérica dando origen al desarrollo 35
  • 36. de nuevas comunidades que conservaron muchas de las características ancestrales tales como el uso de la piedra para fabricar artefactos de trabajo. c) Migraciones de agricultores: Los 2 últimos milenios antes del inicio de la era cristiana constituyeron para los indígenas suramericanos la fase final de la experimentación con el cultivo de plantas el cual fue fundamento del desarrollo ulterior de la agricultura. Este período fue también de reajuste y consolidación social para muchas etnias; el paso de una economía recolectora a una economía agrícola implicaba igualmente la búsqueda de nuevas tierras que permitiesen desplegar las tecnologías de una nueva forma de vida social. Fue posiblemente en este contexto cuando tuvieron lugar los movimientos migratorios en Suramérica que iban a determinar las características finales del poblamiento prehispánico venezolano. En el oriente de Venezuela, la cuenca del Orinoco constituyó uno de los polos de atracción para grupos humanos con una alfarería cuya caracterización permite establecer relaciones con otras culturas del O de Suramérica y de la cuenca amazónica. Estos grupos humanos trajeron consigo técnicas de cultivo y procesamiento de la yuca amarga (Manihot utilissima), ya conocida por grupos indígenas del NE de Suramérica. Sobre la base de la agricultura vegetativa, se formaron 2 importantes centros de población, cuya cultura había luego de irradiar hacia el oriente de Venezuela, merced a los desplazamientos humanos que ocurrieron en períodos posteriores. En el bajo Orinoco, el sitio ancestral de Barrancas, originó lo que conocemos como tradición Barrancas, alrededor de 1.000 a 600 años a. C., cuyos portadores se difundieron hacia la costa central de Venezuela formando o contribuyendo a formar nuevos asentamientos humanos en la región del lago de Valencia y en el litoral del actual estado Carabobo alrededor de 200 años a. C. Otros grupos barrancoides migraron hacia el NE de Suramérica invadiendo el N de la cuenca amazónica y la región oriental de Venezuela. En el Orinoco medio, para fecha similar, la región de Parmana al S del estado Guárico constituye el asiento de pequeñas aldeas tipificadas por los sitios de la gruta Ronquín, a partir de los cuales se desarrolló una nueva tradición cultural conocida como Saladero. Al igual que los barrancoides, estos individuos iniciarán hacia comienzos de la era cristiana, un movimiento migratorio hacia el NE de Venezuela, fusionándose con los grupos barrancoides que ya habían llegado también a dicha región y desplazando o absorbiendo a las viejas poblaciones recolectoras que aún para esa fecha ocupaban el litoral y las islas del oriente de Venezuela. De la confluencia de estas tradiciones, surgió una nueva tradición conocida como saladoide costero, cuyos portadores iniciaron un rápido movimiento migratorio a lo largo del arco insular antillano, desplazando y absorbiendo a su vez a los recolectores de dichas islas, y llegando a Puerto Rico alrededor de 36
  • 37. 200 años a. C. Estos emigrantes provenientes del territorio que luego sería Venezuela, llevaron a las Antillas el conocimiento de la alfarería, la agricultura y las pautas de vida sedentaria que luego serían fundamento de la vida social de las etnias precolombinas de dicha región. Durante los primeros siglos de la era cristiana, el Orinoco medio recibió una nueva oleada de población conocida como tradición Arauquín, cuyas características alfareras permiten señalar a la cuenca amazónica como el área posible de origen. Los recién llegados dieron muestra de poseer una cultura vigorosa y organizada, ya que introdujeron importantes cambios en el modo de vida de las poblaciones indígenas autóctonas. Partiendo del Orinoco medio, grupos pertenecientes a esta tradición emigraron hacia los valles de Aragua y la cuenca del lago de Valencia ocupando, para finales del período prehispánico, prácticamente todos los valles del litoral central incluyendo el valle de Caracas. Por otra parte, los arauquinoides comenzaron a desplazarse hacia el bajo Orinoco alrededor de 200 años d. C., buscando quizás asentarse en las riberas fértiles que bordeaban el río pero que estaban ocupadas por las etnias barrancoides. Este movimiento río abajo parece haber sido lento, pero culminó en el siglo XVI de nuestra era con el ejercicio del control total del hábitat orinoquense por parte de los arauquinoides. Aunque no podemos establecer un paralelo entre estas poblaciones y las etnias conocidas históricamente, si es posible decir que las aldeas tardías del Orinoco donde se ha encontrado alfarería arauquinoide fueron asiento de grupos humanos históricos de lengua caribe. Lo mismo podemos decir del lago de Valencia, los valles de Aragua y el valle de Caracas, hecho que puede darnos una base de análisis para comprender la importancia de esta onda migratoria orinoquense en el poblamiento prehispánico venezolano. Al SO de Venezuela, en los últimos siglos antes de Cristo, los llanos altos occidentales acogieron otra oleada migratoria conocida como complejo Caño del Oso y complejo La Betania, cuyo punto de partida puede ser ubicado al NE de Colombia o del Ecuador. Estos individuos lograron diseñar y ejecutar complejas obras de terracería que incluían montículos para viviendas, calzadas que servían como vías de comunicación y diques para el control de las inundaciones y campos de cultivo formados por largos camellones artificiales de tierra que servían para preservar las plantas del exceso de agua durante las crecidas de los ríos. Estos grupos humanos se extendieron sobre gran parte del territorio de los actuales estados Barinas, Apure y Portuguesa, correspondiendo en sentido general con el territorio ocupado históricamente por los grupos indígenas conocidos como achaguas y betoyes. En la región S del lago de Maracaibo, las evidencias arqueológicas señalan para 600 años a. C., la llegada de grupos de inmigrantes emparentados posiblemente con las 37
  • 38. etnias que habitaban el litoral Caribe colombiano desde el siglo XII. Al igual que los del Orinoco, cultivaban y consumían la yuca amarga y se asentaron a lo largo de los ríos que descienden de la vertiente occidental de la cordillera andina. Por otra parte, alrededor de 1.100 años a. C., otros grupos inmigrantes, conocidos como fases El Danto y El Guamo, afiliados también posiblemente a etnias que habitaban el N de la actual Colombia, se asentaron a lo largo de los ríos Escalante y Zulia, dando origen a grandes poblados donde se cultivaba no sólo la yuca, sino también el maíz. Es posible que las ondas migratorias ya señaladas, estén en el origen de las actuales poblaciones indígenas del occidente del lago, afiliados a la familia lingüística caribe y otros a la chibcha. Algo Sobre Nuestros Aborígenes La historia cultural de los aborígenes que ocuparon el territorio venezolano durante la época prehispánica, está basada en la reconstrucción arqueológica. Hubo migraciones desde el continente asiático que penetraron en el Nuevo Mundo por el estrecho de Behring y llegaron hasta Alaska, dirigiéndose luego al E y al S, hacia las llanuras centrales de Norteamérica. De ahí se dispersaron a México, Centroamérica y Suramérica, y se ha podido establecer que las primeras poblaciones que ocuparon el territorio venezolano datan de la época paleoindia, 15.000 años a. C. En un clima frío y templado, los aborígenes paleoindios subsistieron de la cacería de enormes mamíferos y de la recolección de frutos silvestres. Los paleoindios habitaban en cuevas o en campamentos no permanentes y sus instrumentos eran de hueso y piedra. Puntas de proyectil lanceoladas, artefactos cortantes o lascas obtenidas al golpear trozos de cuarcita, raspadores, hojas bifaciales usadas como hachas y hojas con pedúnculo, han sido encontrados en los principales yacimientos de esa época: Muaco y Taima-Taima y El Jobo en el estado Falcón, Manzanillo en la península de la Guajira y Rancho Peludo en el río Guasare al NO de Maracaibo. En esos yacimientos el material arqueológico ha aparecido conjuntamente con los restos de osamentas de mastodontes y megaterios y la determinación de las fechas ha sido posible gracias al radiocarbono. La época paleoindia terminó cuando se modificaron las condiciones del clima alrededor de 5.000 años a. C. A partir de ese momento, la temperatura se volvió cálida, se fueron extinguiendo hasta desaparecer los enormes mamíferos que servían de fuente de alimentación a los paleoindios y tuvo su inicio la época mesoindia. La subsistencia de los mesoindios dependió entonces de la pesca y de la explotación de recursos del ecosistema del manglar. Restos de esta época son los concheros o depósitos de desperdicios de comida de los estados Falcón y Sucre. Conchas, restos de equinodermos y huesos de animales han sido encontrados en esos yacimientos, conjuntamente con puntas óseas que fueron 38
  • 39. utilizadas como anzuelos o flechas, y con puntas de proyectil, raspadores o gubias hechos con conchas. Los mesoindios eran expertos navegantes, construían embarcaciones con las que recorrían las costas y las islas vecinas. La recolección de plantas silvestres y la práctica de una agricultura incipiente complementaban la dieta de esa época. En el año 1000 a. C. el clima era similar al actual y los aborígenes comenzaron a practicar una agricultura intensiva y a fabricar cerámica iniciándose así la época neoindia. Ésta terminó alrededor de 1500 con la Conquista. Si bien para ese entonces persistían en el territorio núcleos de población paleoindia y mesoindia, la mayor parte de los aborígenes neoindios cultivaban especies comestibles. Los asentamientos humanos fueron más estables y además de la cerámica de uso práctico, fabricaron instrumentos líticos pulidos y objetos ceremoniales. Los neoindios dieron origen a una dicotomía cultural basada en el cultivo del maíz en occidente y de la yuca en oriente. La cerámica occidental estuvo caracterizada por vasijas multípodas y bases anulares altas, incisiones sin modelado y pintura negra sobre blanco. Los diseños fueron hechos con líneas gruesas. Metates y manos de moler para pilar el maíz, mintoyes y urnas acompañadas de objetos votivos y ceremoniales tales como figurinas de barro, incensarios y amuletos, sugieren un desarrollo cultural específico para el occidente. En contraste, en el oriente del país han sido encontrados budares para la preparación del casabe de yuca amarga, y una cerámica de bases anulares simples, boles abiertos, bordes de pestaña, asas acintadas e incisiones pintadas en blanco sobre rojo. Los hallazgos neoindios sugieren que el maíz y la yuca fueron fuentes básicas de alimentación en occidente y en oriente respectivamente, y que alrededor de ambos cultivos se formaron 2 centros extremos de desarrollo cultural, mientras que en el centro del país hubo una zona de transición en la que coincidieron rasgos occidentales y orientales. Con el contacto europeo a partir del 1500 se inició la época indohispana la cual aún perdura. Comenzó así el registro en crónicas y otras fuentes etnohistóricas de las poblaciones aborígenes que encontraban a su paso los colonizadores europeos y la consecuente identificación de los diferentes grupos indígenas. Durante la conquista, las poblaciones aborígenes que habitaban el territorio venezolano, pertenecían en su mayor parte a los grupos caribe y arawak. Los caribes estaban localizados en la costa, entre Paria y Borburata y en los alrededores del lago de Maracaibo; también ocuparon las islas vecinas al N de la isla de Trinidad y las márgenes del Orinoco y sus afluentes. Los caribes eran temidos por su destreza en la guerra, por la práctica del canibalismo y por el comercio de esclavos. Los arawak estaban localizados en el golfo de Paria y se concentraban desde el S del delta del Orinoco, hasta la desembocadura del Amazonas. Estos indígenas conocidos por su 39