CUALQUIER PERSONA que viaja a países extranje- ros donde se habla un idioma que no es el suyo, es consciente de la importancia de saber cómo formular preguntas. “¿Dónde está el baño?”. “¿Usted sabe a qué hora abren el museo?”. “¿Puede indicarme a quién re- porto mi cartera robada?”. Y en cuestión de hacer pre- guntas, el castellano se pinta solo. Que yo sepa, es el único idioma que requiere dos signos de interrogación para formular una pregunta directa: uno para abrir y otro para cerrar, tal como se ve en las tres preguntas que hemos visto en este párrafo.
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El redactor seguramente se fue con su propia finta: la palabra pregúntame. Pensaría que la mera presencia de
la palabra pregunta convertía el imperativo en interrogación. Pero no… Hay varias clases de interrogaciones en
español. En primer lugar, cualquier afirmación puede convertirse en pregunta con sólo agregar los signos, am-
bos signos. Se requiere el primero no porque debemos obedecer a reglas anticuadas sino por la sintaxis propia
de nuestro idioma. En otras lenguas, con cambiar el orden de las palabras puede convertirse una afirmación en
interrogación. Este ejemplo proviene del francés:
Pero en castellano, da lo mismo decir “Usted habla francés” que “Habla usted francés”, o “¿Usted habla
francés?” que “¿Habla usted francés?”. En otras palabras, y para decirlo pronto, no es la sintaxis lo que le in-
dica al lector que se trata de una pregunta o una afirmación sino la presencia o ausencia del signo de abrir. El
de cerrar nos indica dónde termina. Y en español, podemos abrir o cerrar una pregunta, ¿por qué no?, donde
se nos pega la gana. Esto no es posible en cualquier idioma, ¿o usted cree que le estoy diciendo mentiras?
Así, si quisiera afirmar que este blog es capaz de pasarse de la raya en ocasiones, diría: “Este blog es capaz
de pasarse de la raya en ocasiones”. (Por lo cual pido disculpas). Pero con exactamente las mismas palabras,
podría formular una pregunta con sólo emplear ambos signos de interrogación: “¿Este blog es capaz de pa-
sarse de la raya en ocasiones?”. Y así podemos hacer con cualquier aserto: “Olvidé tender mi cama”. “¿Olvidé
tender mi cama?”.
También existen pronombres y adverbios interrogativos cuyo trabajo es, precisamente, introducir interrogacio-
nes. Y los hay de dos clases: interrogaciones directas e indirectas. Las directas requieren, como toda pregunta
directa, signos de abrir y cerrar. Estos pronombres y adverbios son qué, cuál (-es), cuando, cómo, cuán (-to),
dónde, quién (-es):
Vous parlez français. (Usted habla francés).
Parlez-vous français ? (¿Usted habla francés?).
¿Qué piensas de mí?
¿Cuál es tu verdadera motivación?
¿Cuándo me amarás de veras?
¿Cómo te atreves a preguntarme eso?
¿Cuánto me amarás de aquí a mañana?
¿Dónde podremos amarnos inocentemente?
¿Quién te amará como yo?
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Pero, asimismo, hay interrogaciones indirectas que emplean estos pronombres y adverbios, pero no deben
llevar ninguno de los dos signos. Algunos ejemplos:
A su vez, es posible convertir todas estas interrogaciones indirectas otra vez en preguntas, sólo con colocar
signos de interrogación para abrir y de cerrar:
No sé qué piensas de mí.
Pocas personas sospechan cuál es tu verdadera motivación.
Resulta difícil adivinar cuándo me amarás de veras.
Quisiera yo saber cómo te atreves a preguntarme eso.
Alguien escribió en esta hoja cuánto me amarás de aquí a mañana.
Tengo cierta idea de dónde podremos amarnos inocentemente.
Es imposible imaginar quién te amará como yo.
¿No sé qué piensas de mí?
¿Pocas personas sospechan cuál es tu verdadera motivación?
¿Resulta difícil adivinar cuándo me amarás de veras?
¿Quisiera yo saber cómo te atreves a preguntarme eso?
¿Alguien escribió en esta hoja cuánto me amarás de aquí a mañana?
¿Tengo cierta idea de dónde podremos amarnos inocentemente?
¿Es imposible imaginar quién te amará como yo?
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Nótese cómo con este procedimiento puede insinuarse ironía, despecho, dolor, amargura o, incluso, sarcas-
mo. Es como si a todos estos ejemplos les antecediera la palabra acaso: “¿Acaso resulta difícil adivinar cuándo
me amarás de veras?”.
Con este pequeño recorrido por las interrogaciones en castellano, hemos visto que al formular una pregunta
directamente, es necesario emplear los signos de interrogación de abrir y cerrar. También vimos que hay pro-
nombres y adverbios que se emplean expresamente para formular preguntas. Cuando éstas son directas,
requieren ambos signos de interrogación; cuando son indirectas, no deben emplear ninguno.
Nuestra sintaxis tan flexible nos abre muchísimas posibilidades expresivas. En lugar de sentir que las reglas pro-
pias del castellano son una molestia o —peor—un lastre, deberíamos celebrar todo lo que podemos hacer que
en otros idiomas sería imposible. Estas lenguas, si fuesen personas, verían al español con verdadera envidia.
¿Alguna pregunta?