Los humildes agradan inmensamente a Dios.
La humildad del publicano consiste en reconocer sus faltas, pedir perdón y realizar un sincero propósito de enmienda.
La soberbia es no reconocerse pecador y por ende no necesitado de la gracia de Dios.
Un abrazo y que dios nos bendiga.
Luis J. Balvín Díaz
Los 8 Periodos Dieteticos COMPLETO a Distribuir.pdf
Los humildes agradan inmensamente a Dios.
1. Primera Lectura: de la profecía de Oseas (6,1-6 ):
Salmo Responsorial: Sal 50,3-4.18-19.20-21ab
R/. Quiero misericordia, y no sacrificios
Evangelio: san Mateo (28,8-15)
La confesión es pedir
perdón a Dios
Sábado de la 3ª semana de
Cuaresma
Señor, ayúdame a ser humilde para
reconocer mis faltas y pecados.
Autor: H. Marco Antonio de la Cruz | Fuente: Catholic.net
2. Primera lectura
Lectura de la profecía de Oseas (6,1,6):
Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos
sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días
nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos
delante de él. Esforcémonos por conocer al Señor: su
amanecer es como la aurora, y su sentencia surge
como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia
temprana, como lluvia tardía que empapa la tierra.
«¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá?
Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío
de madrugada que se evapora. Por eso os herí por
medio de los profetas, os condené con la palabra de
mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios;
conocimiento de Dios, más que holocaustos.»
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
3. Salmo
Sal 50,3-4.18-19.20-21ab
R/. Quiero misericordia, y no sacrificios
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R/.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R/.
4. Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se
sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás,
dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo
a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo,
erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy
gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos,
adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por
semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a
levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho,
diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os
digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque
todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla
será enaltecido.»
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
5. Oración
Señor, contemplando el amor que nos has tenido y
con el que nos has amado, queremos reconocer que
sin tu gracias no podemos realizar la buenas obras.
Ayudándonos y guiándonos por el camino del amor.
Deseamos caminar en este día de tu mano y valorar
cada vez más todo lo que haces por nosotros.
Petición
Señor, ayúdame a ser humilde para reconocer mis faltas y pecados. Invoco el auxilio de tu gracia para ser cada día mejor cristiano e
imploro tu divina misericordia ante mis caídas y debilidades.
6. Meditación
Esta mañana hemos dejado el aula del Sínodo y hemos
venido "al templo para orar"; por esto, nos atañe
directamente la parábola del fariseo y el publicano que
Jesús relata y el evangelista san Lucas nos refiere. Como el
fariseo, también nosotros podríamos tener la tentación de
recordar a Dios nuestros méritos, tal vez pensando en el
trabajo de estos días. Pero, para subir al cielo, la oración
debe brotar de un corazón humilde, pobre. Por tanto,
también nosotros, al concluir este acontecimiento eclesial,
deseamos ante todo dar gracias a Dios, no por nuestros
méritos, sino por el don que él nos ha hecho.
Nos reconocemos pequeños y necesitados de salvación, de
misericordia; reconocemos que todo viene de él y que sólo
con su gracia se realizará lo que el Espíritu Santo nos ha
dicho. Sólo así podremos "volver a casa" verdaderamente
enriquecidos, más justos y más capaces de caminar por las
sendas del Señor. (Benedicto XVI, 24 de octubre de 2010).
7. Reflexión
El escriba, conocedor de las escrituras, se dirige a Dios con
orgullo y vanidad. Le ha faltado humildad para reconocerse
necesitado de la gracia de Dios. Es necesario tener una
clara conciencia de que somos creaturas frágiles para vivir,
con sinceridad, de cara a Dios. A nosotros no nos
corresponde juzgar y criticar a los demás, pues eso es algo
que sólo le compete a Nuestro Señor.
Muy diferente es la actitud publicano. Se queda en la
esquina y sin el valor de elevar los ojos a Dios. Es humilde
y se reconoce pecador, necesitado de la misericordia de
Dios. Los humildes agradan inmensamente a Dios. La
humildad del publicano consiste en reconocer sus faltas,
pedir perdón y realizar un sincero propósito de enmienda.
8. Propósito
Me confesaré si llevo largo tiempo sin hacerlo y
promoveré la participación a este sacramento entre
mis familiares y amigos.
Diálogo con Cristo
Jesús, reconozco que tengo muchas carencias y que, en
algunas ocasiones, el egoísmo forma parte de mis
pensamientos y juicios. Dame el valor y la gracia de
prepararme y realizar una buena confesión. Ayúdame,
Dios mío, a ser misericordioso y bondadoso con los
demás. Te pido que me des la fuerza para no criticar ni
juzgar al prójimo. Señor, si mil veces caigo, que mil veces
esté dispuesto a levantarme y seguir luchando por Ti.