2. El 20 de octubre dijo:
“…No podemos resignarnos a pensar en Oriente Medio sin los
cristianos,
que desde hace dos mil años confiesan el nombre de Jesús”.
3. “Los últimos acontecimientos, sobre todo en Irak y en Siria,
son muy preocupantes. Asistimos a un fenómeno de terrorismo
de dimensiones antes inimaginables. Tantos hermanos nuestros
son perseguidos y han tenido que dejar sus casas, incluso de
manera brutal.
Parece que se ha perdido la conciencia del valor de la vida
humana,
parece que la persona no cuente y se la pueda sacrificar por
otros intereses y todo esto, lamentablemente, ante la
indiferencia de tantos”.
4. “Esta situación injusta requiere, además de nuestra constante
oración,
una respuesta adecuada también de parte de la Comunidad
Internacional”.
5. El 21 de Octubre dijo en parte de su homilía:
“Con su sacrificio,
Jesús ha hecho a los hombres “amigos cercanos”
y ofrece a la humanidad su servicio de restaurar la paz
rompiendo los muros que han generado divisiones entre las
personas”...
6. “El primer servicio que el Maestro
hace a los cristianos es darles “la
identidad”.
“Nosotros sin Cristo no tenemos
identidad”.
...“El cristiano es un hombre o una mujer
de esperanza. Sabe que el Señor vendrá.
Verdaderamente vendrá…
No conocemos la hora, pero vendrá,
vendrá a encontrarnos,
pero no para encontrarnos aislados,
enemigos, no.
A encontrarnos como Él ha hecho con su
servicio: amigos cercanos, en paz”.
8. “¿Yo creo en esta esperanza,
que Él vendrá? ¿Tengo el
corazón abierto para oír
cuando llama a la puerta,
cuando abre la puerta?
El cristiano es un hombre o
una mujer que sabe esperar a
Jesús y por esto es hombre o
mujer de esperanza. En
cambio el pagano – y tantas
veces nosotros los cristianos
nos comportamos como
paganos – se olvida de Jesús,
piensa en sí mismo, en sus
cosas, no espera a Jesús.
9. El egoísta pagano hace como si fuera un dios: ‘Yo me las arreglo
solo’.
Y así termina mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin
ciudadanía”.
10. El 22 de octubre dijo en su catequesis:
La Iglesia cuerpo de Cristo
…¡Ésta es la Iglesia! Es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu,
el cual infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado
y nos pone uno al lado del otro, uno al servicio y en apoyo del otro,
haciendo así de todos nosotros un cuerpo solo, edificado en la comunión
y en el amor.
11. La Iglesia no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu:
¡la Iglesia es el cuerpo de Cristo!...
No se trata simplemente de un modo de decir: ¡lo somos
verdaderamente! ¡Es el gran don que recibimos el día de nuestro
Bautismo! En el sacramento del Bautismo, en efecto, Cristo nos
hace suyos, recibiéndonos en el corazón del misterio de la cruz,
el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos
luego resucitar con Él como nuevas creaturas.
12. ¡Así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo!
El Bautismo constituye un verdadero renacimiento,
que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él,
y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del
mismo cuerpo,
del cual Él es la cabeza
(cfr. Rm 12,5; 1 Cor 12,12 – 13).
13. Qué bueno si recordáramos más a menudo lo que somos, lo que ha hecho
de nosotros el Señor Jesús: somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie
puede arrancar de Él
y que Él recubre con toda su pasión y todo su amor, así como un esposo
con su esposa. Este pensamiento, sin embargo, debe hacer surgir en
nosotros el deseo de corresponder al Señor y de compartir su amor entre
nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo.
14. …La guerra no comienza en el campo de batalla:
la guerra, las guerras comienzan en el corazón, con estas
incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha entre los
demás.
15. …Apreciar en nuestra comunidad, los dones y las cualidades de los otros,
de nuestros hermanos.
Cuando me pongo celoso -porque todos nos ponemos,
¿eh? ¡Todos, todos somos pecadores, eh!- Cuando me pongo celoso decirle
al Señor: pero…gracias Señor porque has dado esto a aquella persona.
16. Apreciar las cualidades y contra las divisiones hacerse
cercanos, y participar en el sufrimiento de los últimos y de los
más necesitados;
expresar la propia gratitud a todos.
Decir gracias: el corazón que sabe decir gracias, es un corazón
bueno, es un corazón noble. Es un corazón que está contento
porque sabe decir gracias.
17. El 23 de octubre dijo en parte de su homilía:
“Que seamos poderosamente reforzados…mediante su
Espíritu”.
San Pablo pide a Dios la gracia de “la presencia de Cristo
para que nos haga crecer en la caridad”.
El amor de Cristo “que supera todo conocimiento” sólo se lo
puede entender a través de “este acto de adoración de aquella
inmensidad”.
18. “Ésta es una experiencia mística de San Pablo nos enseña la
oración de alabanza, y la oración de adoración. Ante nuestras
pequeñeces,
ante nuestros intereses egoístas, tantos, Pablo estalla en esta
alabanza,
en este acto de adoración y pide al Padre que nos envíe al
Espíritu para darnos fuerza y poder ir adelante;
que nos haga comprender el amor de Cristo y que Cristo nos
consolide en el amor. Y dice al Padre:
‘Gracias, porque Tú eres capaz de hacer eso que nosotros no
osamos pensar’…
19. “Con esta vida interior se puede
comprender que San Pablo haya
dejado todo y considerar todo
basura, para ganar a Cristo
y ser encontrado en Cristo”.
20. “También a nosotros nos hace bien pensar así, nos hace bien
adorar a Dios. Nos hace bien alabar a Dios, entrar en este mundo
de amplitud,
de grandiosidad, de generosidad y de amor.
Nos hace bien, porque así podemos ir adelante en el gran
mandamiento
– el único mandamiento, que está en la base de todos los demás
–:
el amor; amar a Dios y amar al prójimo”.
21. El 24 de octubre dijo:
…''Cada peregrinación cristiana no
es sólo un viaje geográfico, sino
sobre todo una oportunidad de un
camino de renovación interior para
ir cada vez más hacia Cristo,
nuestro Señor''.
22. El 24 de octubre dijo en parte
de su homilía:
...“Hacer la unidad de la
Iglesia, construir la Iglesia
…es el deber de todo
cristiano,
de cada uno de nosotros.
Cuando se debe construir un
templo, un palacio, se busca
un área edificable, preparada
para esto”.
23. “La primera cosa que se hace es buscar
la piedra de base,
la piedra angular dice la Biblia.
Y la piedra angular de la Iglesia es Jesús,
y la piedra angular de la unidad de la
Iglesia es la oración de Jesús en la Última
Cena:
‘¡Padre, que sean uno!’. ¡Y esta es la
fuerza!”.
24. Jesús es “la piedra sobre la cual nosotros edificamos la unidad
de la Iglesia” y “sin esta piedra no se puede. No hay unidad sin
Jesucristo en la base:
es nuestra seguridad”.
25. ¿Pero quién, entonces “construye esta unidad?”.
Éste “es el trabajo del Espíritu Santo. Es el único capaz de
hacer la unidad de la Iglesia. Razón por la cual Jesús lo ha
enviado:
para hacer crecer a la Iglesia, para hacerla fuerte, para hacerla
una”.
Es el Espíritu quien hace “la unidad de la Iglesia” en la
“diversidad de los pueblos, de las culturas, de las personas”.
26. “¿Cómo se construye, entonces, este templo?”; Si el Apóstol
Pedro cuando hablaba de esto, “decía que nosotros éramos
piedras vivas en esta construcción”, San Pablo “nos aconseja
no ser tanto piedras, cuanto ladrillos débiles”. Los consejos del
Apóstol para “construir esta unidad son consejos de debilidad,
según el pensamiento humano”.
27. “Humildad, dulzura, magnanimidad: son cosas débiles, porque el
humilde parece que no sirve para nada; la dulzura, la mansedumbre,
parecen no servir;
la magnanimidad, el estar abierto a todos, tener un corazón grande…
28. Y después dice además: ‘Soportándose mutuamente con
amor’. Soportándose unos a otros en el amor, teniendo como
interés ¿qué cosa? Conservar la unidad.
Y nosotros nos transformamos cada vez más en piedras
fuertes,
en este templo, cuanto más débiles nos hacemos con estas
virtudes de la humildad, de la magnanimidad, de la dulzura,
de la mansedumbre”.
29. Este es “el mismo camino que ha
recorrido Jesús” que “se ha hecho
débil” hasta la Cruz, “¡y se volvió
fuerte!”
Y así debemos hacer nosotros:
“El orgullo, la suficiencia, no
sirven”. Cuando se hace una
construcción
“es necesario que el arquitecto
haga el diseño. ¿Y cuál es el diseño
de la unidad de la Iglesia?”.
30. “La esperanza a la que hemos sido llamados:
la esperanza de ir hacia el Señor, la esperanza de vivir en una
Iglesia viva,
hecha con piedras vivas, con la fuerza del Espíritu Santo. Sólo sobre
el diseño de la esperanza podemos ir adelante en la unidad de la
Iglesia”.
31. “Estamos llamados a una esperanza
grande. ¡Vamos allí! Pero con la fuerza
que nos da la oración de Jesús por la
unidad;
con la docilidad al Espíritu Santo,
que es capaz de hacer de ladrillos piedras
vivas; y con la esperanza de encontrar al
Señor que nos ha llamado, encontrarlo
cuando se produzca la plenitud de los
tiempos”.
32. El 26 de octubre dijo al presidir el rezo del ángelus:
…“el Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se
resume en el amor por Dios y por el prójimo”.
33. “El Evangelista Mateo cuenta que
algunos fariseos se pusieron de acuerdo
para probar a Jesús. Uno de ellos, un
doctor de la ley,
le dirige esta pregunta:
‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento más
grande de la Ley?’.
Jesús, citando el Libro del
Deuteronomio, responde:
‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma
y con todo tu espíritu. Este es el más
grande y el primer mandamiento’”.
34. Jesús, “habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús
agrega algo que no había sido preguntado por el
doctor de la ley.
De hecho dice: ‘El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo’”.
35. “Este segundo mandamiento tampoco lo inventa Jesús, sino que lo
retoma del Libro del Levítico. Su novedad consiste justamente en
juntar estos dos mandamientos – el amor por Dios y el amor por el
prójimo – revelando que son inseparables y complementarios, son
las dos caras de una misma medalla”.
36. “no se puede amar a Dios sin amar al prójimo
y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios”.
…“la señal visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar el
amor de Dios al mundo y a los demás, a su familia, es el amor por los
hermanos”.
37. “El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque
está encima del elenco de los mandamientos. Jesús no lo coloca al
vértice, sino al centro,
porque es el corazón desde el cual debe partir todo
y hacia donde todo debe regresar y servir de referencia”.
38. “A la luz de esta palabra de Jesús el amor es la medida de la fe,
y la fe es el alma del amor.
No podemos separar más la vida religiosa, de piedad,
del servicio a los hermanos, de aquellos hermanos concretos
que encontramos”.
39. no podemos dividir más la oración, el encuentro con Dios en los
Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida,
especialmente a sus heridas”.
40. “Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe.
Tú ¿cuánto amas? Cada uno se responda ¿Cómo es tu fe?
Mi fe es como yo amo.
Y la fe es el alma del amor”.
41. “En medio de la densa selva de preceptos y prescripciones
– de los legalismos de ayer y de hoy –
Jesús abre un claro que permite ver dos rostros:
el rostro del Padre y aquel del hermano”.
42. Jesús, “no nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son
preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más un solo
rostro,
aquel de Dios que se refleja en tantos rostros,
porque en el rostro de cada hermano, especialmente el más
pequeño,
frágil, indefenso y necesitado está presente la imagen misma de
Dios”.
43. “Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos
hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de
Cristo:
¿somos capaces de esto?”.
44. “de esta forma Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental
sobre el cual edificar la propia vida”.
“Pero sobre todo Él nos dona el Espíritu Santo,
que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él,
con corazón libre y generoso”.
45. “Por intercesión de María, nuestra
Madre, abrámonos para acoger este
don de amor, para caminar siempre
en esta ley de los dos rostros,
que son un solo rostro: la ley del
amor”.
46. En twitter dijo:
Una fe fuerte y saludable se alimenta
constantemente de la Palabra de Dios.
47. En la familia nos formamos como personas.
Cada familia es una piedra viva en la construcción de la
sociedad.
48. En la cruz de Jesús se puede ver toda la fuerza del mal,
pero también toda la omnipotencia de la misericordia de
Dios.
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