El Papa Francisco habla sobre la creación de Dios y la responsabilidad de los cristianos de cuidar la creación y hacerla crecer. También habla sobre la reconciliación con Dios a través de Jesucristo y la necesidad de no afligir al Espíritu Santo. Finalmente, enfatiza la importancia de ponerse en camino para buscar el rostro de Dios y no hacer una caricatura de Él.
2. El 9 de febrero dijo en parte de su homilía:
… Un cristiano que no cuida la creación, que no la hace crecer,
es un cristiano al que no le importan el trabajo de Dios,
ese trabajo del amor de Dios para nosotros. Y esta es la primera
respuesta a la primera creación: cuidar la creación, hacerla
crecer".
3. Dios creó el universo pero la creación no
finalizó,
"Él sostiene lo que ha creado". Y en el
Evangelio "la otra creación de Dios", "la
de Jesús, que viene a re-crear lo que fue
arruinado por el pecado".
4. …Hay "otro trabajo",
el de la "perseverancia en la fe"
que lo hace el Espíritu Santo.
"Dios trabaja, continúa
trabajando
y nosotros podemos
preguntarnos cómo podemos
responder a esta creación de
Dios, que nace del amor, porque
él trabaja por amor".
5. A la "primera creación" debemos responder con la
responsabilidad que el Señor nos da: "la Tierra es de ustedes,
llévenla adelante; domínenla;
háganla crecer". También para nosotros es la responsabilidad de
hacer crecer la Tierra, de hacer crecer lo creado, de cuidarlo y
hacerlo crecer según sus leyes. Nosotros somos creadores de lo
creado, no dueños".
6. ¿cómo respondemos "a la segunda creación"?.
San Pablo, nos dice que nos dejemos "reconciliar con
Dios",
"ir por el camino de la reconciliación interior, de la
reconciliación comunitaria, porque la reconciliación es
obra de Cristo".
7. No debemos afligir al Espíritu Santo que está en nosotros,
que está dentro de nosotros y trabaja dentro de nosotros.
"creemos en un Dios personal":
"es persona Padre, persona Hijo y persona Espíritu Santo“…
8. El 10 de febrero dijo
en parte de su homilía:
…si un cristiano quiere
conocer su identidad,
no puede quedarse cómodamente
sentado en un sillón ojeando un
libro, sino que debe ponerse en
camino y "buscar el rostro del
Señor",
pues de lo contrario corre el riesgo
de hacer "una caricatura de Dios".
9. …Recordando la lectura del Libro del Génesis,
la creación del hombre se hizo "a imagen de Dios".
Esta imagen no se la encuentra
"ciertamente en la computadora ni en las enciclopedias".
Para encontrar y entender "mi identidad" solo hay un modo,
"poniéndose en camino".
De otra manera "nunca podremos conocer el rostro de Dios".
10. "Quien no se pone en camino,
nunca conocerá la imagen de
Dios,
nunca encontrará el rostro de
Dios. Los cristianos que
permanecen sentados, los
cristianos quietos no conocerán
el rostro de Dios:
no lo conocen.
Dicen: 'Dios es así, así...'
pero no lo conocen. Los quietos.
Para caminar es necesaria
aquella inquietud que el mismo
Dios ha puesto en nuestro
corazón
y que te lleva a buscarle".
11. "ponerse en camino" significa también "dejar que Dios o
la vida nos pongan a prueba, ponerse en camino es
arriesgar".
Así hicieron, por ejemplo, el profeta Elías, Jeremías o
Job.
12. Jesús se encuentra con gente que
tiene miedo de ponerse en
camino
y hacen una caricatura de Dios.
Es una falsa carta de
presentación.
Estos que no son inquietos han
silenciado la inquietud del
corazón,
pintan con los mandamientos de
Dios y olvidan a Dios:
'Ustedes, dejan de lado el
mandamiento de Dios, observan
las tradiciones de los hombres' ,
y así se alejan de Dios,
no caminan hacia Dios
y cuando tienen una
inseguridad,
inventan o hacen otro
13. Quien actúa así, hace un "camino entre comillas",
un "camino que no camina, un camino quieto".
14. "Dos textos: dos cartas de presentación. Aquella en la que
todos estamos, porque el Señor nos ha hecho así, y aquella
que dice:
'ponte en camino y tendrás conocimiento de tu identidad,
porque eres imagen de Dios, has sido hecho a semejanza de
Dios.
Ponte en camino y busca a Dios'.
Y otra: 'No, estate tranquilo: cumple todos estos
mandamientos
y esto es Dios. Este es el rostro de Dios'".
15. "Que el Señor nos dé a todos la gracia de la valentía de ponernos
siempre en camino para buscar el rostro del Señor, aquel rostro que
un día veremos
y que aquí en la tierra debemos buscar".
16. El 11 de febrero dijo:
…En esta catequesis sobre
la familia quisiera hablar del hijo,
o mejor dicho, de los hijos.
Me inspiro en una bella imagen de Isaías.
El profeta escribe:
«Mira a tu alrededor y observa:
todos se han reunido y vienen hacia ti;
tus hijos llegan desde lejos
y tus hijas son llevadas en brazos.
Al ver esto, estarás radiante,
palpitará y se ensanchará tu corazón».
17. Es una espléndida imagen, una imagen de la felicidad que se
realiza en el encuentro entre padres e hijos, que caminan juntos
hacia un futuro de libertad y paz, después de mucho tiempo de
privaciones y separaciones,
como fue, en aquel tiempo, esa historia, cuando estaban lejos de
su patria.
18. De hecho, hay una estrecha relación entre la esperanza de un
pueblo
y la armonía entre generaciones. Esto tenemos que pensarlo
bien ¿eh?
Hay un vínculo estrecho entre la esperanza de un pueblo
y la armonía entre generaciones. La alegría de los hijos hace
palpitar el corazón de los padres y vuelve a abrir el futuro.
Los hijos son la alegría de la familia y de la sociedad.
19. No son un problema de biología reproductiva, ni uno de los
muchos modos de realizarse. Y mucho menos son una
posesión de los padres... No, no. Los hijos son un don. Son
un regalo: ¿entendido?
Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible;
y al mismo tiempo, inconfundiblemente ligado a sus raíces.
20. Ser hijo e hija, de hecho,
según el designio de Dios,
significa llevar en sí la
memoria
y la esperanza de un amor
que se ha realizado a sí
mismo encendiendo la vida
de otro ser humano, original
y nuevo.
Y para los padres cada hijo
es sí mismo, es diferente,
diverso.
21. …Un hijo se ama porque es hijo: no porque sea bello,
o porque sea así o asá, ¡no! ¡Porque es hijo! No porque piensa
como yo,
o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo: una vida generada
por nosotros, pero destinada a él, a su bien, para el bien de la
familia,
de la sociedad, de toda la humanidad.
22. De ahí viene también la profundidad de la experiencia humana del
ser hijo e hija, que nos permite descubrir la dimensión más gratuita
del amor,
que nunca deja de sorprendernos. Es la belleza de ser amados antes:
los hijos son amados antes de que lleguen.
23. ...Ser hijos es la condición
fundamental para conocer el
amor de Dios,
que es la fuente última de este
auténtico milagro.
En el alma de cada hijo,
por más vulnerable que sea,
Dios pone el sello de este amor,
que está en la base de su dignidad
personal, una dignidad que nada
ni nadie podrá destruir.
24. Hoy en día parece más difícil para los hijos imaginar su
futuro.
Los padres - como mencioné en las catequesis anteriores –
quizás han dado un paso atrás y los hijos se han vuelto más
inciertos en el dar pasos hacia adelante. Podemos aprender la
buena relación entre generaciones de nuestro Padre Celestial,
que nos deja libres a cada uno de nosotros, pero nunca nos
deja solos.
25. Y si nos equivocamos, Él continúa siguiéndonos con
paciencia sin disminuir su amor por nosotros. El Padre
Celestial no da pasos hacia atrás en su amor por nosotros,
¡jamás! Va siempre hacia adelante y si no se puede ir
adelante, nos espera, pero nunca va hacia atrás;
quiere que sus hijos sean valientes y den pasos hacia
adelante.
26. Los hijos, por su parte, no deben tener miedo del
compromiso de construir un mundo nuevo: ¡es justo desear
que sea mejor del que han recibido! Pero esto debe
hacerse sin arrogancia, sin presunción.
A los hijos hay que saber reconocerles su valor,
y a los padres siempre se los debe honrar.
27. El cuarto mandamiento pide a los hijos - ¡y todos lo somos!
–
honra a tu padre y a tu madre.
Este mandamiento viene inmediatamente después de los tres
mandamientos que tienen que ver con Dios mismo, viene el
cuarto.
28. De hecho contiene algo de
sagrado, algo de divino, algo
que está en la raíz de cualquier
otro tipo de respeto entre los
hombres.
Y en la formulación bíblica del
cuarto mandamiento se añade:
«Honra a tu padre y a tu
madre para que tengas una
larga vida en la tierra que el
Señor, tu Dios, te da».
El vínculo virtuoso entre
generaciones es una garantía
de futuro, y es garantía de una
historia verdaderamente
humana.
29. Una sociedad de hijos que no
honran a sus padres es una
sociedad sin honor; ¡cuando no
se honran a los padres se pierde
el propio honor!
Es una sociedad destinada a
llenarse de jóvenes áridos y
ávidos.
Pero también una sociedad
avara de generaciones, que no
ama rodearse de hijos, que los
considera sobre todo una
preocupación, un peso,
un riesgo, es una sociedad
deprimida.
30. Pensemos en tantas sociedades que conocemos aquí en Europa:
son sociedades deprimidas porque no quieren hijos, no tienen
hijos,
el nivel de nacimientos no llega al uno por ciento.
¿Por qué? Que cada uno piense y se responda.
Si una familia generosa de hijos se ve como si fuera un peso,
¡hay algo mal!
31. La concepción de los hijos debe ser responsable,
como enseña también la Encíclica Humanae Vitae del Beato
Papa Pablo VI, pero el tener muchos hijos no puede ser visto
automáticamente
como una elección irresponsable.
Es más, no tener hijos es una elección egoísta.
32. La vida rejuvenece
y cobra nuevas fuerzas
multiplicándose:
¡se enriquece, no se
empobrece!
Los hijos aprenden a
hacerse cargo de su familia,
maduran compartiendo sus
sacrificios, crecen en la
apreciación de sus dones.
33. … Que cada uno de nosotros piense en su corazón en sus hijos, si
los tiene, piense en silencio. Y todos pensemos en nuestros padres y
agradezcamos a Dios por el don de la vida. En silencio, quienes
tienen hijos piensen en ellos,
y todos pensemos en nuestros padres.
Que el Señor bendiga a nuestros padres y bendiga a sus hijos.
34. Que Jesús, el Hijo eterno, hecho hijo en el tiempo,
nos ayude a encontrar el camino de una nueva irradiación de
esta experiencia humana tan simple y tan grande que es ser
hijos.
En el multiplicarse de las generaciones hay un misterio de
enriquecimiento de la vida de todos, que proviene de Dios
mismo.
35. Debemos redescubrirlo,
desafiando los prejuicios;
y vivirlo, en la fe, la perfecta
alegría.
Y les digo:
¡Qué hermoso es cuando paso
entre ustedes y veo a los papás
y a las mamás que alzan a sus
hijos para que sean
bendecidos!
Es un gesto casi divino.
¡Gracias por hacerlo!
36. El 11 de febrero dijo al finalizar la Audiencia General:
…"Queridos jóvenes, dispóngase a ser 'ojos para el ciego y pies
para el cojo'; queridos enfermos, siéntanse siempre sostenidos de la
oración de la Iglesia; y ustedes, queridos esposos recién casados,
amen la vida que siempre es sagrada, también cuando está marcada
por la fragilidad y por la enfermedad"…
37. El 15 de febrero dijo en parte de
su homilía refiriéndose al
Evangelio: «Señor, si quieres,
puedes limpiarme…»
Jesús, sintiendo lástima;
extendió la mano y lo tocó
diciendo: «Quiero: queda limpio»
(cf. Mc 1,40-41).
La compasión de Jesús.
Ese padecer con que lo acercaba
a cada persona que sufre.
Jesús, se da completamente,
se involucra en el dolor y la
necesidad de la gente…
simplemente,
porque Él sabe y quiere padecer
con, porque tiene un corazón
que no se avergüenza de tener
compasión.
38. «No podía entrar abiertamente
en ningún pueblo;
se quedaba fuera, en descampado»
(Mc 1, 45).
Esto significa que, además de
curar al leproso, Jesús ha tomado
sobre sí la marginación que la ley
de Moisés imponía (cf. Lv 13,1-2.
45-46).
Jesús no tiene miedo del riesgo
que supone asumir el sufrimiento
de otro, pero paga el precio con
todas las consecuencias (cf. Is
53,4).
39. La compasión lleva a Jesús a actuar
concretamente:
a reintegrar al marginado.
Éstos son los tres conceptos claves
que la Iglesia nos propone hoy en
la liturgia de la palabra:
la compasión de Jesús ante la
marginación y su voluntad de
integración.
40. Marginación:
Moisés, tratando
jurídicamente la cuestión
de los leprosos,
pide que sean alejados y
marginados por la
comunidad, mientras dure
su mal,
y los declara: «Impuros»
(cf. Lv 13,1-2. 45.46).
41. Integración: Jesús revoluciona y sacude fuertemente
aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los
prejuicios.
Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés,
sino que la lleva a plenitud (cf. Mt 5, 17)...
42. Jesús revoluciona también las
conciencias en el Discurso de la
montaña
(cf. Mt 5) abriendo nuevos
horizontes para la humanidad y
revelando plenamente la lógica de
Dios. La lógica del amor que no se
basa en el miedo sino en la
libertad, en la caridad, en el sano
celo y en el deseo salvífico de
Dios, Nuestro Salvador,
«que quiere que todos se salven y
lleguen al conocimiento de la
verdad» (1Tm 2,4).
«Misericordia quiero y no
sacrifico»
(Mt 12,7; Os 6,6).
43. Jesús, nuevo Moisés, ha querido curar al
leproso, ha querido tocar,
ha querido reintegrar en la comunidad,
sin autolimitarse por los prejuicios; sin
adecuarse a la mentalidad dominante de
la gente;
sin preocuparse para nada del contagio...
Para Jesús lo que cuenta, sobre todo,
es alcanzar y salvar a los lejanos, curar las
heridas de los enfermos, reintegrar a
todos en la familia de Dios. Y eso
escandaliza a algunos.
44. Jesús no tiene miedo de este tipo de
escándalo.
Él no piensa en las personas obtusas que
se escandalizan incluso de una curación,
que se escandalizan de cualquier
apertura,
a cualquier paso que no entre en sus
esquemas mentales o espirituales,
a cualquier caricia o ternura que no
corresponda a su forma de pensar
y a su pureza ritualista.
Él ha querido integrar a los marginados,
salvar a los que están fuera del
campamento (cf. Jn 10).
45. Son dos lógicas de pensamiento y de fe: el miedo de perder a los
salvados
y el deseo de salvar a los perdidos. Hoy también nos encontramos en
la encrucijada de estas dos lógicas: a veces, la de los doctores de la
ley,
o sea, alejarse del peligro apartándose de la persona contagiada,
y la lógica de Dios que, con su misericordia, abraza y acoge
reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación
y la exclusión en anuncio.
46. El camino de la Iglesia... es siempre el
camino de Jesús, el de la misericordia
y de la integración.
Esto no quiere decir menospreciar los
peligros o hacer entrar los lobos en el
rebaño,
sino acoger al hijo pródigo
arrepentido;
sanar con determinación
y valor las heridas del pecado;
actuar decididamente y no quedarse
mirando de forma pasiva el sufrimiento
del mundo.
47. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y
difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden
con corazón sincero;
el camino de la Iglesia es precisamente el de salir del propio recinto
para ir a buscar a los lejanos en las "periferias" de la existencia;
es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al
Maestro que dice: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se
conviertan»
48. En consecuencia:
la caridad no puede ser neutra,
indiferente, tibia o imparcial.
La caridad contagia, apasiona,
arriesga y compromete.
Porque la caridad verdadera
siempre es inmerecida,
incondicional
y gratuita (cf. 1Cor 13).
La caridad es creativa en la
búsqueda del lenguaje
adecuado para comunicar con
aquellos que son considerados
incurables y,
por lo tanto, intocables.
49. El contacto es el auténtico
lenguaje que transmite, fue el
lenguaje afectivo, el que
proporcionó la curación al
leproso.
¡Cuántas curaciones podemos
realizar y transmitir
aprendiendo este lenguaje!
Era un leproso y se hay
convertido en mensajero del
amor de Dios.
Dice el Evangelio:
«Pero cuando se fue, empezó a
pregonar bien alto y a divulgar
el hecho»
(Mc 1,45).
50. En esta Eucaristía que nos reúne entorno al
altar, invocamos la intercesión de María,
Madre de la Iglesia, que sufrió en primera
persona la marginación causada por las
calumnias
(cf. Jn 8,41) y el exilio (cf. Mt 2,13-23),
para que nos conceda el ser siervos fieles de
Dios.
51. Ella, que es la Madre,
nos enseñe a no tener miedo de
acoger con ternura a los
marginados; a no tener miedo
de la ternura
y de la compasión;
nos revista de paciencia para
acompañarlos en su camino,
sin buscar los resultados del
éxito mundano; nos muestre a
Jesús
y nos haga caminar como Él.
52. El 15 de febrero dijo en sus palabras previas al rezo del ángelus:
"Si el mal es contagioso, lo es también el bien",
por lo que "se necesita que abunde en nosotros, todavía más, el
bien".
53. "el Señor Jesús nos ‘toca' y nos dona su gracia".
"En este caso pensamos especialmente en el Sacramento
de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del
pecado".
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Que Dios te llene de bendiciones.
Y que permanezcamos unidos en el amor
a Jesús.