Este documento discute cómo la Cuaresma y la Pascua cristiana pueden guiar a la juventud en un mundo lleno de muerte y violencia. La juventud se enfrenta a un choque existencial entre el dinamismo de la vida y la realidad de la muerte humana que ven en los medios. Sin embargo, Jesús ofrece un modelo alternativo al entregar su propia vida para servir a los demás y establecer el Reino de Dios como una gran familia universal. Su muerte no fue el final, sino que llevó a la resurrección y una nueva
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LA JUVENTUD HOY ANTE LA MUERTE Y LA VIDA
Hna. Bárbara P. Bucker, mc
Los meses de marzo y abril
se asocian a la celebración de la
cuaresma y de la pascua cristiana.
¿Qué dicen a la juventud esas
celebraciones? La juventud por su
dinamismo vital es proyecto de
vida; emerge de la conciencia de
la niñez, tal vez algo ingenua, con
momentos felices y experiencias
tristes.
Por eso la juventud actual
sufre un choque existencial entre
el dinamismo de la vida y las
terribles realidades de tantas muertes. Desde niños son “programados” para
tomar la muerte humana como asunto sin importancia; sus juguetes de guerras y
ejércitos cobran realismo tridimensional por la técnica cibernética al alcance de
todos y el tema de mentes criminales es obsesivo en las series televisivas. La
avalancha mediática no es proporcional con otras visiones de la vida, como
maestros que inspiran el amor de la vida a sus estudiantes, o mentes lúcidas
que rechazan el camino fácil del crimen y quieren ponen sus capacidades para
crear un mundo distinto con aspiraciones de servir y amar a los abandonados.
No es posible “encaminar” a los jóvenes “desde fuera” para saber
moverse en ese mundo sobresaturado de impresiones, pero sí es posible hacer
emerger “desde dentro” el sentido de la propia dignidad, el tomar distancia de los
estímulos externos a los que meramente se responde en forma “re-activa”, para
saber dar respuestas “pro-activas”. Dios Padre que todo lo ha creado es quien
ha puesto en el corazón de todos los jóvenes de todos los tiempos, el amor por
la vida. Pero también nos da el don del discernimiento para entender que la vida
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no es meramente suma cuantitativa de años, sino calidad de vida por años “bien
vividos”. La juventud puede abrirse por propia experiencia a la comprensión de
que los años de una vida egoísta son años perdidos. El egoísmo nos animaliza,
nos hace retroceder a etapas pre-humanas de existencia. Por un lado el instinto
de la vida parece confundirse con la autoafirmación de si mismo; es legítimo este
impulso, pero hay autoafirmaciones que se confunden con las negaciones de los
demás; reclamamos derechos para nosotros que no respetamos para los otros.
Algo de equivocado existe en el corazón del joven cuando piensa que para “vivir”
necesita quitar el “don de la vida” de otros semejantes.
Los meses de marzo y de abril ofrecen la gran oportunidad educadora de
mirar la muerte y la resurrección de Jesús. Jesús entrega su vida, no se la
quitan, Él la da. Y es una vida joven, con sus
treinta años. Algo tocó profundamente su
corazón cuando pidió ser bautizado por
Juan, el Bautista. Experimentó sobre sí la
ternura del Padre con una misión para los
hermanos. Comprende que todos los seres
humanos formamos una única familia
universal. Experimenta a Dios como el Padre
que le pide a Él como Hijo, dedicarse a la
familia universal. No se limita a su pueblo y a su tradición, sabe ver en las
personas lo esencial que nos une en una familia: el don de la fe, y se admira de
que una siro-fenicia o un centurión romano tengan más fe de la que encuentra
en su propio pueblo. Se dedica con todo su ser a anunciar el proyecto de la gran
familia que califica como “Reino de Dios”, convida a amigos a la misma tarea;
algunos ya están casados como Pedro, otros todavía no tienen una familia
propia, pero todos deben seguirle viviendo los valores que Él vive. Y el signo de
la vida nueva es que la predica en primer lugar para los más débiles, niños,
enfermos, excluidos de la religión y de la sociedad.
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Una vida tan hermosa y bella, tan atractiva, puede dejar de ser invitación
a la juventud, cuando ya se ha metido en los corazones el “dios dinero”. Jesús
miró con cariño y con pena al joven rico
que no aceptó su invitación. No podemos
seguir a un peregrino llevando a nuestras
espaldas el peso de una casa con sus
comodidades. Y para decir que Dios es
Padre universal hay que salir cada día
para encontrar en rostros humanos, el
rostro de la fraternidad.
La muerte también se adueñó de
la vida del joven Jesús, la quebró y
quebró las esperanzas que sus amigos
pusieron en Él. Pero la historia no acaba
con la muerte. Hay una vida nueva que el Padre “renueva” a quienes le fueron
siempre fieles. Más allá de la muerte de Jesús, pero más acá de la muerte de
sus amigos y discípulos, hay una experiencia de Resurrección. Experiencia de
un grupo pequeño pero firme en su testimonio: sabemos que está vivo. Somos
testigos de esto, hasta dar nuestra propia vida. Desde entonces millones de
hermanos nuestros a lo largo de los siglos han seguido el camino del peregrino,
han vivido como Él, se han dedicado a cuidar a todos los hijos del Padre, sobre
todo a los más oprimidos.