El documento describe la doctrina cristiana de la Encarnación, es decir, cómo el Hijo de Dios se hizo hombre al nacer de la Virgen María. Explica que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, con dos naturalezas unidas en una sola persona. También describe los detalles de la Anunciación a María y por qué se cree que concibió a Jesús siendo virgen, por obra del Espíritu Santo.
2. Como Dios existe desde la eternidad. Como
hombre comenzó a existir. Este momento,
cuando Dios comienza a ser también hombre,
se llama la Encarnación.
Jesucristo es
una persona
que es
verdadero
Dios y
verdadero
hombre.
3. En el momento establecido por Dios, el Verbo
eterno, segunda persona de la Santísima
Trinidad, se hizo carne: sin perder la naturaleza
divina, asumió la naturaleza humana.
La fe en la
verdadera
encarnación
del Hijo de
Dios es el
signo
distintivo de la
fe cristiana.
4. La Iglesia expresa el misterio
de la Encarnación afirmando
que Jesucristo es verdadero
Dios y verdadero hombre.
Con dos naturalezas, la
divina y la humana, no
confundidas, sino unidas en
la Persona del Verbo. Por
tanto, todo en la humanidad
de Jesús, milagros,
sufrimientos y la misma
muerte, debe ser atribuido a
su Persona divina, que actúa
a través de la naturaleza
humana que ha asumido.
5. El acontecimiento único y totalmente singular de
la Encarnación del Hijo de Dios no significa que
Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre,
ni que sea el resultado de una mezcla confusa
entre lo divino y lo humano.
El se hizo
verdaderamente
hombre sin dejar
de ser
verdaderamente
Dios.
6. Dios no sólo toma apariencia de hombre, sino que se hace
hombre y se convierte realmente en uno de nosotros, se
convierte realmente en «Dios con nosotros»; no se limita
a mirarnos con benignidad desde el trono de su gloria,
sino que se sumerge personalmente en la historia
humana, haciéndose «carne», es decir, realidad frágil,
condicionada por el tiempo y el espacio.”
Dice Benedicto XVI:
“No se trata de un simple
revestimiento, de una apariencia
mudable, como se creía que
sucedía a las divinidades de la
cultura grecorromana: la realidad
de Cristo es divina en una
experiencia auténticamente
humana.
7. Jesús fue concebido
por obra y gracia del
Espíritu Santo. Significa
que la Virgen María
concibió a Jesús en su
seno por obra del
Espíritu Santo y sin la
colaboración de varón.
«El Espíritu Santo
vendrá sobre ti» (Lc 1,
35), le dijo el ángel en la
Anunciación.
8. Jesús es Hijo del
Padre celestial
según la naturaleza
divina, e Hijo de
María según la
naturaleza humana;
pero es
propiamente Hijo de
Dios según las dos
naturalezas, al
haber en Él una
sola Persona, la
divina.
9. Para formar el cuerpo y
crear el alma de
Jesucristo concurrieron
las tres Personas
divinas.
“En general, debemos
tener como norma de Fe
cristiana: todo lo que
Dios opera fuera de sí en
las criaturas, es obra
común de las tres
Personas. Una no opera
más que la otra, ni una
sin la otra”.
10. Se dice que fue
concebido del
Espíritu Santo porque
la Encarnación del
Hijo de Dios es obra
de bondad y de amor,
y las obras de
bondad y de amor se
atribuyen al Espíritu
Santo.
12. El evangelio de san
Lucas nos narra lo que
sucedió momentos
antes de encarnarse el
Verbo divino.
Fue en una pequeña
ciudad de Galilea
llamada Nazaret. Allí
vivía una virgen,
desposada con José,
de nombre María.
13. Se presenta un enviado de Dios, un ángel que la
saluda: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo”.
14. Ella se turba;
pero el ángel la
tranquiliza: “No
temas”. Y le dice
el motivo de su
embajada:
“”Concebirás en
tu vientre y darás
a luz un hijo, y le
pondrás por
nombre Jesús”.
Y dice muchas alabanzas del que va a ser
su hijo.
16. El ángel se lo aclaró: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti,
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios”.
Para los seres
humanos es
imposible; pero Dios
lo puede hacer todo,
si es para su gloria y
nuestro bien. Y para
que quedara más
tranquila María, el
ángel le dice lo que
Dios ha hecho en su
pariente Isabel: poder
ser madre en la vejez.
18. El ángel se retira
porque ha cumplido
su embajada. Y por
la acción del
Espíritu Santo se
realiza la maravilla
de las maravillas: el
Verbo eterno, el Hijo
de Dios se hace
hombre en el seno
de María.
25. Jesús es
engendrado «por
el Padre antes de
todos los siglos»
y se hace hombre,
siendo
engendrado en
María por la
acción
trascendente del
Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo no es el Padre de Jesús.
37. “Cristo, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios, sino que se
despojó de sí mismo tomando
condición de siervo,
haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su
porte como hombre; y se
humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la
muerte y muerte de cruz”.
San Pablo tiene una formulación hermosa sobre
la Encarnación (Fil 2, 6-8):
49. Les propone ahora, como acicate, un formidable
ejemplo: la humillación de Cristo que desemboca
en su glorificación. Con ello Jesús nos da un
ejemplo de humildad: pero es para glorificación.
San Pablo
está urgiendo
a la
comunidad de
Filipos la
unidad
eclesial, cuyo
presupuesto
básico es la
humildad.
50. La palabra “se anonadó”
deriva del griego, “vaciarse”,
y San Pablo la utiliza para
referirse a la renuncia
voluntaria hecha por Cristo a
su derecho de privilegios
divinos al aceptar
humildemente el estado
humano en la encarnación.
También se utilizan otros
términos para referirse a este
hecho: se despojó, se
entregó, se dio, se humilló.
51. El Apóstol lo explica
diciendo: “No consideró
esta igualdad como algo
que debía guardar
celosamente”, sino que
"siendo de condición
divina“, como verdadero
Dios-Hijo, Él asumió una
naturaleza humana privada
de gloria, sometida al
sufrimiento y a la muerte, en
la cual poder vivir la
obediencia al Padre hasta el
extremo sacrificio.
Primero dice:"Se despojó de sí mismo“. No
significa que cesó de ser Dios: ¡Sería un absurdo!
52. En el primero, Cristo Jesús, desde el esplendor de su
divinidad, que le pertenece por naturaleza, elige
descender hasta la humillación de la «muerte de cruz».
Así se hace realmente hombre y nuestro redentor, con una
auténtica y plena participación en nuestra realidad
humana de dolor y muerte.
El segundo movimiento, ascendente, revela la gloria
pascual de Cristo que, después de la muerte, se manifies-
ta de nuevo en el esplendor de su majestad divina.
Comenta Benedicto XVI:
El texto tiene un movimiento
descendente y otro
ascendente.
53. “La encarnación de
nuestro Salvador
representa la más
elevada realización de
la solicitud divina en
favor de los hombres.
Después de unir a sí la naturaleza del hombre ya vencida,
la lleva a la lucha y la prepara para reparar la derrota, para
vencer a aquel que un tiempo había logrado inicuamente
la victoria, para librarse de la tiranía de quien cruelmente
la había hecho esclava y para recobrar la libertad
originaria».
Comenta Teodoreto de
Ciro:
54. Pudo haber manifestado
exteriormente la gloria, que
desde siempre poseía, y, por
lo tanto, aparecer glorioso en
su humanidad. Pero no lo
hizo así. Hecho hombre,
asumió la condición
puramente humana, como
uno de tantos, cargando con
las debilidades comunes a
los mortales, excepto el
pecado. Su humillación
culminó en la obediencia a la
muerte de cruz.
Como Hijo de Dios, tenía por esencia todos los atributos
divinos.
55. Exclama San Alfonso: ¡Dios salió de sí a causa de tanto
amor!, Disponiendo de tantos medios para ofrecernos la
salvación, escogió el camino del dolor para
demostrarnos a qué punto llegaba su amor hacia
nosotros.
Ese
anonadamiento
fue por amor a
nosotros.
56. "El Verbo se encarnó
para salvarnos
reconciliándonos con
Dios". "Por nosotros los
hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo, y
por obra del Espíritu
Santo se encarnó de
María Virgen y se hizo
hombre". El hombre,
alejado de Dios,
necesitaba un salvador
que le diese a conocer el
designio amoroso de
Dios y sanase la
naturaleza humana caída.
57. "El Verbo se
encarnó para
que nosotros
conociésemos,
así, el amor de
Dios".
La iniciativa de abajamiento, de humildad
radical de Cristo, con la que contrasta la
soberbia humana, es realmente expresión del
amor divino; a ella le sigue esa elevación al
cielo a la que Dios nos atrae con su amor.
58. "El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo
de santidad". "Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre sino por mí". (In 14, 6)
La encarnación de Cristo
es la epifanía del amor de
Dios al hombre pecador.
Siendo Él la vida «bajó del
cielo para dar vida al
mundo» (Jn 6,33-63), para
hacernos partícipes de la
«vida eterna» (Jn 3,16.36;
10,10), «pasándonos de la
muerte a la vida» (Jn 5,24).
59. El Verbo se encarnó para
hacernos partícipes de la
naturaleza divina", de su
filiación divina.
La humanización de Dios
inauguró la divinización del
hombre. «Admirable
comercio», dirá san León
Magno, entre Dios y el
hombre. El nos entregó su
divinidad haciéndose hombre,
para hacer a los hombres
Dios.
60. El Hijo de Dios
hecho hombre
sigue siendo
el “Amén” del
Padre, reflejo
de su bondad,
y principio y
fin de nuestra
felicidad.