Este documento cuestiona si una Superintendencia de Educación Superior es lo que Chile necesita para resolver la crisis en la educación superior. Argumenta que se requiere una reforma constitucional que defina un proyecto compartido de sociedad y el rol estratégico de la educación pública. También señala la necesidad de grupos de trabajo inclusivos para debatir políticas públicas que garanticen un sistema educativo acorde a lo que el país demanda.
1. ¿SUPERINTENDENCIA DE EDUCACION SUPERIOR.?
En nombre de los académicos de las universidades del Estado de Chile, de los académicos
de las universidades regionales, y especialmente de los académicos de la Universidad del
Bío-Bío, agradezco la invitación que la Comisión de Educación del Senado me ha cursado
para exponer en este panel de expertos.
Y si Uds. me permiten, quisiera iniciar esta breve reflexión con una interrogante que ayuda
a disolver tanta clausura:
¿Es una Superintendencia de Educación Superior lo que el país necesita para resolver
la profunda crisis estructural y valórica que sufre la educación superior?.
Para que un organismo fiscalizador en materias de cualquier naturaleza referidas a la
educación superior pueda jugar un rol trascendente y acorde con la sociedad en que éste se
inscribe, en primer lugar debe existir un marco referencial, un orden institucional valórico
que le permita un accionar coherente con el modelo de sociedad que la ciudadanía, en
forma democrática y participativa, ha definido y acordado para sí.
En este sentido - la falta de un proyecto compartido de sociedad que aspiramos construir,
donde el rol de la educación superior pública y estatal ni siquiera está declarado ni asumido
como estratégico en el desarrollo del país, menos aun, la responsabilidad financiera que le
cabe al Estado para garantizar su permanente existencia, ni acordados los estándares
normativos mínimos que definen lo que es cada institución, su perfil propio, su identidad,
su compromiso geocultural de región y de país, lo básico que hace que una universidad
tenga el status de universidad, y no otra cosa - estas ausencias, junto a la jibarización de la
dimensión pública, distorsionan la misión transformadora de la realidad que debiera
cumplir la educación superior, especialmente la estatal, en nuestro entorno socialmente
segregado, tremendamente desigual y culturalmente malogrado.
Más aun, cuando la vida entera de este país está regulada por las leyes del mercado, que no
son leyes que construyan una sociedad sana, equilibrada, que interacciona, donde el
concepto de solidaridad ha quedado proscrito, reemplazado constitucionalmente el año 81’
por la cruenta competitividad que degrada y destruye al otro, al delicado relieve del tejido
social, en consecuencia que “la solidaridad es el criterio para juzgar el progreso moral en
las sociedades democráticas” (Rorty).
El cerebro humano, su estructura mental que actúa en base a una cadena neuronal espejo,
está constituido para vivir con otras mentes. Estamos fisiológicamente diseñados para no
estar solos, para vivir en comunidad. Por eso la solidaridad es una consecuencia natural y
política a lograr. A propósito de lo anterior, no es casual que exhibamos el vergonzoso
record, entre otros, de ser el segundo país de la OCDE donde aumentó considerablemente la
tasa de suicidios en los últimos 15 años. También hemos logrado otros record mundiales,
de desigualdad, y segregación social.
2. Tampoco es casual que en el país más eficiente del mundo, víctima de un sistema escolar
altamente competitivo, en Japón, ocurra un intento de suicidio cada 15 minutos.
Esto tiene que ver con la educación, porque todo tiene que ver con la educación, porque la
educación es el entrenamiento para la vida. El objetivo final es lograr un país sano, feliz. Y
esto ya es científicamente medible. Parece divertido, pero existen países más felices que
otros, existen parámetros.
Algo estamos haciendo mal, no sabemos convivir, y esto es el resultado de una educación
que solo evalúa la eficiencia instrumental, una PSU anacrónica que pedagógicamente no se
sostiene, que condena socialmente, que segrega. Por otro lado, el empobrecimiento de los
currículos y contenidos, estamos instruyendo pura empiria , lo demás es inútil para el
mercado, y no aprendemos a interpretar, a reflexionar, para ser más persona. Este deterioro,
este funcionalismo mecanicista y tecnocrático extremo es nuestro fracaso como sociedad,
como educadores, como legisladores.
Hablar de educación es hablar de valores, de la incorporación del pensamiento crítico,
creativo, que se hace fértil en el pluralismo, en la convivencia en diversidad, en una
educación holística, en la filosofía que incluye la ética, las normas de convivencia. Un
estudiante me planteaba la necesidad de incorporar otros contenidos: aprender a meditar en
el aula, formación cívica, adquirir habilidades para la vida.
¿Con que parámetros se va a medir y fiscalizar la condición de equidad en la educación
superior si no hemos definido ni acordado su significado social, ni menos los valores
intangibles fundamentales en la concepción de un proyecto educativo con sentido de país
¿Es sólo la condición básica “sine cuanón” de fiscalizar el dinero como único valor a
resguardar?
¿Cómo vamos a lograr que se cumpla la ley que prohíbe el mal del “lucro” en las
universidades si no hay convicción ni voluntad política para prohibirlo, solo regularlo?
¿En que estamos pensando cuando pronunciamos la palabra “calidad” en la educación? ¿en
más estándares de eficiencia instructiva y profesionalizante? ¿en una calidad con una mera
perspectiva empresarial que sustituye la educación inspirada en la formación de valores?
¿en los punitivos y descontextualizados métodos estandarizados de medición, ? ¿en los
ranking de publicaciones que no impactan ni aportan a nuestra realidad sociocultural? ¿en
la maraña de una publicidad engañosa? ¿o en la capacidad que adquirimos para construir
una sociedad más justa y solidaria a partir de nosotros mismos, con identidad y en la
formación sistemática y metodológica de valores ciudadanos?
Esta es la calidad a la que aspiran los estudiantes y la sociedad entera. Calidad en la
coherencia entre lo que se enseña, como se enseña, y la pertinencia de conocimientos de
aprendizajes que requiere la sociedad. La otra calidad, la de las reformas y recetas
educacionales impuestas a la medida del modelo neoliberal, está comprobado: fracasó.
3. Así también, la relación que debe existir entre la educación superior, la universidad, y la
sociedad, es un debate olvidado en este país, así como el sentido y compromiso social que
tiene, o debe tener el ejercicio de las profesiones, para la construcción de una sociedad más
humana y solidaria
Estas ausencias esenciales dejan sin una más profunda perspectiva social la misión de un
organismo que finalmente resulta reduccionista, ya que, al solo limitarse a controlar el
lucro, ni siquiera a eliminarlo, sino legitimarlo como práctica legal, toma distancia de los
verdaderos y graves problemas estructurales y valóricos que presenta el sistema
educacional en todos sus niveles. Así, con soluciones aisladas, descontextualizadas, de
parche, se frustran las legítimas demandas ciudadanas a las cuales debiera responder.
Lo que este país necesita, y digámoslo sin eufemismos, es la urgente necesidad de una
Reforma Constitucional que otorgue una dirección, un sentido, una respuesta democrática,
participativa y global al problema de la educación, lo cual permitiría no dispersar los
esfuerzos ni despilfarrar la energía que este cambio requiere, energía poderosa que
compareció en la histórica movilización estudiantil que sí debemos capitalizar porque
movilizó el alma de la ciudadanía toda. Nuestros estudiantes protestaron por el lucro,
porque era lo más patente, evidente, pero detrás subyace la frustración ante el
deshumanizado modelo educacional que sustentamos, el cual actúa como otro medio de
reproducción de la desigualdad
Son los profesionales frustrados que no encuentran trabajo en su área específica por la falta
de planificación y regulación de una sobreoferta indiscriminada de carreras como un
producto más de mercado e instrumento del lucro. Recientemente el Colegio de Dentistas,
en declaración pública, recomendaba a los estudiantes no seguir la ya saturada carrera de
odontología.
Son los profesionales y sus familias endeudadas hasta la eternidad con los créditos de
mercado para poder autofinanciar la falsa “movilidad social” y los altísimos aranceles – los
más altos del mundo - que solo enriquecen a los bancos.
Son los profesionales que están impedidos de tener sentimiento de retribución social con su
país, porque este país no les ha dado nada, y la gratuidad que todos los Estados garantizan
como un derecho irrenunciable, aquí es una quimera inalcanzable.
Es triste escuchar que su protesta no sirvió de nada. Debemos hacerles sentir que sí sirvió
su denuncia, y que los vamos a invitar a pensar la educación. Porque no fue una niñería de
cabros chicos, no fue una pataleta. No podemos olvidar Mayo del 68’, primero empezaron
los estudiantes, luego siguieron los trabajadores, la sociedad entera. Y trascendió.
En el contexto de las movilizaciones del año pasado, se sucedieron múltiples performance
de suicidios colectivos en la gran mayoría de las ciudades a lo largo del país exigiendo
demandas estudiantiles, educación gratuita y de calidad social. Así, por ejemplo, en pleno
centro de Concepción, estudiantes se tendieron en el suelo bajo la lluvia simulando un
suicidio colectivo en protesta por sus demandas no escuchadas.
4. Que curioso, me dejó pensando.
Finalmente, para revertir este adverso escenario, se propone crear urgentemente Grupos de
Trabajo inclusivos, formados por los actores relevantes de la educación superior
(estudiantes, académicos, rectores y funcionarios) políticos y gobierno, para abrir un
amplio debate público, de cara a la ciudadanía, la discusión sobre cuales son las políticas
públicas que garanticen el sistema de educación que este país requiere. No solo
reformismos legales para establecer controles y límites de lo inadmisible, sino la
construcción de un modelo de sociedad que permita definir el sistema educacional, la
pedagogía que el país demanda para su desarrollo, para dar un salto cualitativo en la
formación integral de sus ciudadanos.
Se propone crear las instancias legislativas para iniciar simultáneamente una amplia
discusión ciudadana sobre la urgente Reforma Constitucional que Chile requiere y que
permitirá llevar a cabo los profundos cambios y articulaciones para superar la fuerte
inequidad social en educación, salud, previsión, participación, y representación, que la
ciudadanía, en todo su derecho, reclama.
Y quisiera terminar con otra interrogante: ¿si otras naciones han hecho los cambios
constitucionales, y específicamente en educación, que les ha permitido alcanzar el
desarrollo y el bienestar social deseado, con equidad, porqué no podemos nosotros ser
capaces de lograrlo, y ahora?
Hace ya mucho tiempo, Suecia lo logró porque comprendió que la gratuidad, y no el
mercado, era una condición de inclusión imprescindible para rescatar todos los talentos, los
cuales se encuentran, afortunadamente, por igual dispersos en todos los estratos sociales,
para ponerlos al servicio del país.
Leonardo Seguel Briones
Arquitecto - Docente
Presidente
AAUBB
Campus Concepción
Valparaíso, 17 de enero de 2012