Don Bosco prometió repartir castañas a los muchachos del Oratorio después de visitar el cementerio. Sin embargo, sólo había comprado tres sacos de castañas, de los cuales sólo se asaron unas pocas. Aun así, Don Bosco continuó repartiendo castañas y, para asombro de todos, el canasto nunca se vació, logrando que todos los muchachos comieran. Este suceso se conoce como el "milagro de la multiplicación de las castañas".