2. Ahora que sabíamos todas las respuestas, cómo fue
que nos cambiaron las preguntas!
No estamos en una época de cambios
sino en un CAMBIO DE ÉPOCA.
En el siglo VII, se produce la
transición de la antigüedad a la
Cristiandad.
En el Siglo XVI se da el paso de la Cristiandad a la
modernidad.
En la mitad del siglo XX empezamos a pasar de la
modernidad a la post-modernidad.
Las nuevas preguntas desconciertan porque descartan las
viejas respuestas. Nos meten en la perplejidad
porque es lo Nuevo lo que es necesario crear y no
continuar dando respuestas a preguntas que nadie nos
hace.
3. ANTE LA PERPLEJIDAD TRES POSTURAS SON POSIBLES
1. Fundamentalismo: Revitalizar el pasado, haciendo
de el un refugio en una visión retrospectiva de la historia.
Son los que se empeñan en repetir el pasado de un mundo
que ya no existe.
2. Emocionalismo: Buscar sobrevivir en
el inmediatismo del presente, creando un
mundo virtual emotivo, por una visión
catastrófica de la realidad. Son los que se
refugian en lo instantáneo de la experiencia
emocional.
3. Profetismo: Es la fidelidad al presente,
revitalizar el pasado como fuente, proyectando
un futuro mejor en una visión prospectiva de la
historia. Son los que proféticamente ensayan
nuevas respuestas a las nuevas preguntas.
4. Descuidar las nuevas preguntas es estar condenado a
dar falsas respuestas.
La Iglesia muchas veces usa un leguaje pre-moderno para
hablar a personas post-modernas. Esto dificulta el
entendimiento de las preguntas pues no se entra en el
horizonte de la razón hermenéutica. La razón es
interpretativa y el hecho de interpretar es un hecho cultural.
El gran desafío es el de pertenecer siempre a su
tiempo en el sentido de interpretar, comunicar y actuar
dentro de los paradigmas de la propia época. Sin
hermenéutica, la Palabra de Dios deja de ser
VIDA para nosotros hoy.
5. Mas importante que conocer las respuestas es identificar las
verdaderas preguntas. Las buenas respuestas dependen de la
comprensión de las preguntas reales. Si no hacemos esto
corremos el peligro de que nuestra acción pastoral sea
una acción poco profesional: aplicación de
determinadas recetas – ortodoxias preestablecidas- que llevan
tiempo sin dar en el clavo.
Las buenas ideas no caen del cielo, brotan de
la realidad. Para eso es preciso saber leer
la realidad, los signos de los
tiempos, dejar que el Espíritu de
Dios actúe a través de nosotros.
Primero dejándose sorprender por ella, por una capacidad
de admiración, de conversión a la realidad. No hay
fidelidad al Evangelio sin fidelidad a la realidad
ya que Nuestro Dios, es el Dios de la historia, que se
revela en la vida. El libro de la Biblia es el segundo libro, el
primero es el libro de la vida. el segundo nos fue dado para saber
comprender, descifrar, interpretar el primero.
6. En segundo lugar, es
preciso reconocer la
contribución de las ciencias,
pues aún en la fe la realidad
es opaca. Muchas veces
olvidamos que la pastoral es
una acción humana, sujeta a las
mismas contingencias de cualquier
acción humana, aunque realizada en
el Espíritu y atravesada por la
gracia, Dios respeta nuestra libertad
y necesita de nuestra libre
colaboración. Si no hacemos lo que
debemos hacer, Dios no hará lo
imposible.
7. Tercero, es preciso aceptar no solo la
historia, sino también su radical
ambigüedad. Es preciso un
discernimiento, sereno y
competente, respetuoso y prudente. Lo
que solo es posible desde determinados
lugares. Hay ciertos lugares o estado de
vida que impiden ver la realidad. Sobre
todo cuando no se quiere cambiar. Solo
es posible conocer la realidad
cuando se está dispuesto a
cambiarse a sí mismo y cambiar
el mundo.
En una sociedad consumista, creadora de falsas necesidades,
hay todo un mercado religioso que busca hacer de Dios un
objeto de deseos, muchas veces egoístas. Entonces, frente a
nuevas preguntas se ofrecen falsas respuestas.
8. La Iglesia necesita descentrarse de sus problemas
internos y abrazar las grandes banderas de la
humanidad que son banderas evangélicas ya que el ser
humano es el camino de la Iglesia “El pueblo de Dios
comparte el mismo destino de la humanidad”.
La Iglesia no tiene otra misión que servir a su Dios, sirviendo a
la persona humana a partir de los mas pobres.
No podemos perder de vista lo siguiente:
9. “Las grandes conquistas de la humanidad, en los últimos años,
se dieron fuera de la Iglesia, en gran medida contra la
Iglesia, pero fundadas en valores evangélicos” como:
los derechos humanos, la democracia, la ecología, la
emancipación de la mujer, la tolerancia, la auténtica
globalización y el diálogo en un mundo cada vez más plural. La
Iglesia no pude continuar llegando siempre tarde. Nos falta el
profetismo.
Los grandes desafíos para la Iglesia en este momento parecen
ser tres:
1. La nueva racionalidad:
La crisis de la razón, la razón
débil exige la recepción de nuevos
tipos de razón: emocional,
experimental, intuitiva,
comunicativa, dialógica,
interpretativa. Urge integrar, en la
inteligencia de la fe, la
alteridad como gratuidad y la
dimensión sabática de la existencia.
Es necesario superar el utilitarismo
moderno.
10. 2. El creciente mundo de la insignificancia, de lo
invisible, con los nuevo rostros de los pobres: El
mundo insignificante nos desafía para ampliar la idea de
pobre. Fuera de la pobreza económica cada día hay más
pobres por razones de género, edad, cultura, etnia...
El pobre no es solo el oprimido, sino también el gran grupo
de excluidos de los cuales la sociedad prescinde pues ni
producen ni consumen. De la “Teoría de la
dependencia” pasamos a “la teoría de la exclusión”.
Dar respuestas a esto es “conditio sine qua non” para no dar
razón a la crítica de la religión como alineación. Y no basta una
caridad despolitizada como decía Pablo VI, frente a una realidad
de extrema injusticia se impone una realidad de extrema justicia
en sintonía con todos los hombres de buena voluntad.
Cada vez tomamos más conciencia de
que las cosas más importantes de la
vida son aquellas que “no sirven para
nada”. No podemos reducir a Dios a
algo útil, Dios no puede ser alguien
útil.
11. La primera tarea de una religión digna de Dios es “dejar a
Dios ser Dios”. Dios, muchas veces, viene en contravía.
Llega cuando la gente ya no lo esperaba.
3. El pluralismo cultural y religioso: Debemos
abrirnos a lo diferente como única garantía de continuar a
ser siempre el mismo, de preservar nuestra propia
identidad. La Iglesia tiene que estar en continuo cambio para
ser siempre la misma pues toda tradición arrastra consigo los
efectos de su historia. LA TRADICIÓN con mayúsculas es la
historia del Espíritu Santo en la historia del pueblo de Dios.
Las nuevas preguntas nos llevan a la necesidad de re-
programar la misión, de acuerdo a ella deber ser la
institución, sus estructuras. El tipo de odre depende del tipo de
vino, de ahí la urgencia de una evangelización
inculturada.
12. CONCLUSIÓN
El Concilio Vaticano II descentró la
Iglesia de sí misma y la centró en el
Reino de Dios... la Iglesia volvió
a ser sacramento del Reino,
antes era el absoluto, todo estaba
centrado en la Iglesia. La Iglesia se
descentró hacia la gracia de
Dios y se re-centró hacia el
pueblo de Dios, antes centrada
en la jerarquía. Ahora la comunidad
creyente se volvió a lo central. Se
descentró de sí misma para re-
centrarse en el Reino de Dios,
“Buscad el Reino de Dios y su
justicia y todo lo demás se os dará
por añadidura” Mt6,33. Es el
criterio fundamental de toda
acción pastoral.