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1ª
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Con octubre muere en Vetusta el buen tiempo. Al mediar noviembre suele lucir el sol una semana, pero
como si fuera ya otro sol, (que tiene prisa y hace sus visitas de despedida preocupado con los preparativos
del viaje de invierno). Puede decirse que es una ironía de buen tiempo lo que se llama el veranillo de San
Martín. Los vetustenses no se fían de aquellos halagos de la luz y calor y se abrigan y buscan su manera
peculiar de pasar la vida a nado durante la estación odiosa que se prolonga hasta fines de abril
próximamente. Son anfibios que se preparan a vivir debajo del agua la temporada que su destino les
condena a este elemento. Unos protestan todos los años haciéndose de nuevas y diciendo: "¡Pero ve usted
qué tiempo!". Otros, más filósofos, se consuelan pensando que a las muchas lluvias se debe la fertilidad y
hermosura del suelo. "O el cielo o el suelo, todo no puede ser".
2ª
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Ana Ozores no era de los que se resignaban. Todos los años, al oír las campanas doblar tristemente el
día de los Santos, por la tarde, sentía una angustia nerviosa que encontraba pábulo en los objetos
exteriores, y sobre todo en la perspectiva ideal de un invierno, de otro invierno húmedo, monótono,
interminable, que empezaba con el clamor de aquellos bronces.
Aquel año la tristeza había aparecido a la hora de siempre.
Estaba Ana sola en el comedor. Sobre la mesa quedaban la cafetera de estaño, la taza y la copa en que
había tomado café y anís don Víctor, que ya estaba en el Casino jugando al ajedrez. Sobre el platillo de la
taza yacía medio puro apagado, cuya ceniza formaba repugnante amasijo impregnado del café frío
derramado. Todo esto miraba la Regenta con pena, como si fuesen ruinas de un mundo. La insignificancia
de aquellos objetos que contemplaba le partía el alma; se le figuraba que eran símbolo del universo, que
era así, ceniza, frialdad, un cigarro abandonado a la mitad por el hastío del fumador. Además, pensaba en
el marido incapaz de fumar un puro entero y de querer por entero a una mujer. Ella era también como
aquel cigarro, una cosa que no había servido para uno y que ya no podía servir para otro.
Todas estas locuras las pensaba, sin querer, con mucha formalidad. Las campanas comenzaron a sonar
con la terrible promesa de no callarse en toda la tarde ni en toda la noche. Ana se estremeció. Aquellos
martillazos estaban destinados a ella; aquella maldad impune, irresponsable, mecánica del bronce
repercutiendo con tenacidad irritante, sin por qué ni para qué, sólo por la razón universal del molestar,
creíala descargada sobre su cabeza [...].
3ª
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Se asomó al balcón. Por la plaza pasaba todo el vecindario de la Encimada camino del cementerio, que
estaba hacia el oeste, más allá del Espolón sobre un cerro. Llevaban los vetustenses los trajes de cristianar;
criadas, nodrizas, soldados y enjambres de chiquillos eran la mayoría de los transeúntes; hablaban a
gritos, gesticulaban alegres; de fijo no pensaban en los muertos. Niños y mujeres del pueblo pasaban
también, cargados de coronas fúnebres baratas, de cirios flacos y otros adornos de sepultura. De vez en
cuando un lacayo de librea, un mozo de cordel atravesaban la plaza abrumados por el peso de una colosal
corona de siemprevivas, de blandones como columnas, y catafalcos portátiles. Era el luto oficial de los
ricos que sin ánimo o tiempo para visitar a sus muertos les mandaban aquella especie de besa-la-mano.
Las personas decentes no llegaban al cementerio; las señoritas emperifolladas no tenían valor para entrar
allí y se quedaban en el Espolón paseando, luciendo los trapos y dejándose ver, como los demás días del
año. Tampoco se acordaban de los difuntos; pero lo disimulaban; los trajes eran obscuros, las
conversaciones menos estrepitosas que de costumbre, el gesto algo más compuesto... Se paseaba en el
Espolón como se está en una visita de duelo en los momentos que no está delante ningún pariente cercano
del difunto. Reinaba una especie de discreta alegría contenida.
GRADO EN LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS ROCÍO FERNÁNDEZ GARCÍA 76940526Y
TEXTOS LITERATIOS MODERNOS CENTRO ASOCIADO DE SANTANDER - CANTABRIA
PED 2 : EL REALISMO
Página2
Este texto pertenece al comienzo de la segunda parte (capítulo XVI) de La Regenta, publicada en 1884 (el
primer volumen) y en 1885 (el segundo volumen), es la obra cumbre de Leopoldo Alas Clarín (Zamora, 1852 -
Oviedo, 1901), autor que forma, junto con Benito Pérez Galdós, la pareja de grandes novelistas españoles del
siglo XIX.
Clarín fue conocido en su época por sus artículos periodísticos de crítica literaria en los que manifiesta una
cultura universal y un exacto conocimiento de la literatura de la época, también por publicar más de setenta
cuentos (¡Adiós, Cordera! está considerado como uno de los más bellos cuentos de la literatura española) y
algunas novelas cortas (entre los que destacan, Doña Berta, Pipá, Cambio de luz...); pero se le conoce sobre todo
por ser autor de dos novelas extensas: Su único hijo (1891) y La Regenta (1984-85). Muchos críticos la
consideran junto con Fortunata y Jacinta de Galdós, la mejor novela española del siglo XIX.
Los novelistas españoles de esta época se encontraban en una situación socio-política particular, puesto que la
llamada Revolución de 1868 o La Gloriosa, con el derrocamiento de la reina Isabel II, hizo nacer esperanzas de
cambios radicales en la política española; pero la situación fue pasajera, puesto que, con la subida al trono del
hijo de Isabel II, Alfonso XII –la Restauración-, las aguas volvieron a su cauce y la monarquía de corte liberal
siguió por los mismos derroteros que antes, aunque con un mayor auge de la burguesía y del gran capital, mayor
empobrecimiento del pueblo y una situación exterior cada vez peor.
A pesar de cierto avance, del crecimiento demográfico, del progreso científico-técnico y de la modernización
del país; en comparación con el resto de Europa, la España de mitad del siglo XIX sigue dando aspecto de un país
atrasado. Todo ello da como consecuencia que el pensamiento dominante sea el de la filosofía positivista de
Auguste Comte, cuyo método de conocimiento es aquel que procede de hechos sensibles, observables y medibles,
en oposición a cualquier tipo de creencia idealista (Hegel, Romanticismo). El positivismo, el experimentalismo y
otras corrientes filosóficas pragmáticas y cientifistas son predominantes en esta época, así como la filosofía
krausista y sus ideas de reformismo pedagógico y social. En oposición a esa burguesía surgen movimientos
sociopolíticos en defensa de las clases trabajadoras como fueron el socialismo, comunismo y anarquismo.
En esta nueva época, la novela es el género literario por excelencia, por saber captar la importancia de la
problemática de la sociedad actual y en particular, el cerrado mundo burgués que se puede apreciar en La
Regenta. El realismo es el movimiento en el que los escritores van a manifestar toda su ideología, conciencia y
sensibilidad, porque el realismo pretende la representación completa y exacta de la realidad, entendida en
relación con el ser humano y la sociedad contemporánea del artista. A la hora de narrar el autor se atiene al
principio de mímesis como si de una fotografía se tratara, de ahí que la objetividad de un narrador omnisciente
sea una de las características del realismo que vemos presente en el fragmento, además del carácter de
observador que retrata y critica la realidad con intención de modificarla, por lo que era normal que se
documentaran minuciosamente sobre lo que escribían. Además de rasgos puramente realistas, Clarín se nutrió
del naturalismo de Zola, pero no stricto sensu, sino que el naturalismo español fue un naturalismo atenuado,
personal y matizado, sin tanto feísmo y obscenidad.
Clarín aunque no nació en Asturias, era de familia asturiana y pasó gran parte de su vida en Oviedo, de cuya
Universidad fue Catedrático de derecho romano. La realidad ovetense, que es la realidad de la España de la
época, es un mundo de hipocresía en el que solo cuentan las apariencias de una sociedad falsa, que los mutilará
interiormente. Este mundo que Clarín retrata a través de ambientes y personajes desfila en La Regenta.
La Regenta tiene como protagonista a Ana Ozores, una hermosa joven, casada con el Regente de la Audiencia,
don Víctor Quintanar, hombre bonachón y mucho mayor que ella. El temperamento insatisfecho y soñador de
Ana le hace estar en una encrucijada entre una religiosidad sentimental (que aprovecha su confesor, el turbio
Fermín de Pas) y una sensualidad romántica (que la hará caer en los brazos del cínico seductor Álvaro Mesía).
Ana cede al don Juan decadente y provinciano y el adulterio provoca el escándalo y la sorda repulsa de la
hipócrita ciudad de Vetusta, trasunto literario de Oviedo. El desenlace es terrorífico: el marido morirá en duelo
con Mesía y Ana se verá abandonada por todos, hasta por su confesor.
Está estructurada en dos partes divididas en quince capítulos cada una de ellas. En la primera parte (cap. I-
XVI) se hace una preparación para la acción presentando a los personajes con su pasado y los ambientes a lo
largo de tres días (2, 3, 4 de octubre). En esta parte el tiempo narrativo es lento, predominan las descripciones
tan del gusto del realismo. En la segunda parte (cap. XVI-XXX) el tiempo se precipita y la casi nula acción de la
Página3
primera parte, ahora se vuelve dinámica y la trama se extiende a tres años (de noviembre del 1877 a octubre de
tres años después) en los que se pone en funcionamiento el ménage à trois entre los personajes principales: Ana,
Fermín y Álvaro; en donde la de Ozores fluctúa entre el deber y el deseo, entre el amor y el sacrificio. Como
influencia del naturalismo, Clarín admite la influencia de lo físico sobre lo espiritual, así el erotismo insatisfecho
de Ana es el que le hace estar en continuo vaivén entre el misticismo y el romanticismo de uno y de otro.
El tema del fragmento extraído de la novela es el choque repulsivo entre la personalidad solitaria de Ana y la
realidad inferior de Vetusta en la que habita. Este tema, que es el tema del libro, es la causa y origen del final
desolador de Ana. La soledad de Ana se manifiesta desde bien pequeña con la muerte de la madre, hasta el final
de la obra en donde abandonada y humillada por todos yace sobre el pavimento de mármol blanco y negro de la
catedral, víctima de la derrota ante la heroica ciudad de Vetusta1. Ana se siente desamparada en una ciudad
Vetusta-Oviedo en la que no encuentra espacio ni refugio, una ciudad en la que ve que todo es falso, aparente y
de la que trata de huir de diferentes maneras.
El texto se puede dividir en tres partes. La primera parte comprende el primer párrafo, tiene como
protagonista a la ciudad de Vetusta, cuasi personaje que representa a la pluralidad y es símbolo de la hipocresía y
corrupción reinante en Oviedo. Es una parte introductoria de situación espacio (en Vetusta) - temporal (octubre,
noviembre). No olvidemos que aquí da comienzo el segundo volumen de la obra y eso supone dejar de lado el
carácter estrictamente descriptivo de la primera parte, para centrase en el narrativo de la segunda. Con este
pequeño fragmento cohesiona ambas partes, es el puente de unión entre la descripción de los espacios y la
narración temporal, para ello Clarín va poco a poco hilvanando acciones que llevarán al desenlace final, y que
no dejarán puntada sin hilo, como la observación de la obra teatral de Don Juan Tenorio que es narrada en este
mismo capítulo.
En esta primera parte que comienza con la entrada de un nuevo mes (noviembre), el tema fundamental del
que habla es el tiempo, algo trivial y común en las conversaciones poco profundas, explica que están en otoño y
cómo es vivido el invierno por los vetustenses a los que compara con anfibios adaptados al medio y a la
hipocresía de Vetusta, metáfora nada romántica, que le sirve a Clarín para hacer un guiño irónico al beso final
del sapo-Celedonio y también al romanticismo: en su novela no hay príncipes ni idealismos, en su novela hay
anfibios, realismo y naturalismo. Los anfibios y en concreto el sapo es símbolo irónico de la esterilidad y del mal,
símbolo de Vetusta, de su corrupción moral y que rondarán siempre la esterilidad que invade la vida de Anita
con un hombre que no la satisface.
Llama la atención cómo hay una inversión en los seres en la descripción del narrador: el astro sol es
personificado (el buen tiempo muere, tiene prisa, hace visitas preocupado por el viaje) y las personas son
“animalizadas” (los vetustenses son anfibios que tienen que vivir parte del año bajo la lluvia). Clarín juega con la
ironía como recurso para criticar o exagerar en este caso, para dar a entender que en el norte llueve mucho.
Parece que habla de una cosa tan banal como el tiempo, pero en realidad está haciendo hincapié en algo más
profundo, jugando con el ser y el parecer. En vetusta hay dos tipos de personas, los que se adaptan al medio y son
anfibios, animales inconscientes, que actúan sin pensar, movidos por la inercia de la tradición y de la apariencia;
y los que, como Ana, se resisten a aceptar lo que les viene dado e impuesto, se rebelan ante la inautenticidad y
luchan hasta el final por escapar y conseguir trascender su infeliz e insatisfactoria vida y encontrarse a sí misma.
Este primer párrafo eminentemente descriptivo se caracteriza por el uso de verbos en presente intemporal
(muere, suele, tiene, hace, puede, buscan,…) que se relaciona con los hábitos, las costumbres; la reflexividad
para aludir a los vetustenses y su egoísmo (no se fían, se abrigan, se preparan); metáforas como la de la estación
odiosa para aludir al invierno, perífrasis para aludir al invierno también (la temporada que su destino les
condena a este elemento). Sustantivos, verbos y contados adjetivos que son más negativos que positivos que
destruyen gradualmente el mundo vetustense y que son puestos en boca de un narrador en tercera persona
omnisciente que sabe todo de Vetusta y que a veces expresa el sentir de la gente ya sea en estilo directo (“¡Pero ve
usted qué tiempo!”) o en estilo directo libre (“O el cielo o el suelo, todo no se puede tener”). Para incidir en la
habitualidad invariable hace uso al final del párrafo de una frase hecha, a manera de refrán común y manido.
1
Vetusta procede del latín vetustus –a –um que significa “viejo”, “antiguo”, “rancio”, por ser lluviosa y aburrida o por ser “una ciudad muy antigua, triste
y vieja, pero no exenta de aires señoriales y de elegancia majestuosa” (Solos de Clarín). Alude a la actual Oviedo y se relaciona con la etimología de
Ovetum, del latín medieval Urbs Vetus “ciudad vieja”. Muchos críticos la consideran protagonista de la novela, o antagonista, porque hay una relación
dialéctica entre individuo (Ana) y sociedad (Vetusta), una lucha constante por ver quién es más fuerte y gana la batalla.
Página4
Esta primera parte está construida con variedad de tipo oracional que va desde la oración simple que encabeza el
párrafo, pasando por coordinadas, subordinadas adjetivas, sustantivas y una adverbial comparativa.
La segunda parte abarca los cuatro párrafos siguientes (“Ana Ozores…sobre su cabeza”) y nos presenta al
otro personaje principal de la obra, Ana Ozores, imbuida en sus cavilaciones y reflexionando sobre su hastío
hacia la ciudad, sus gentes, sus costumbres, su hipocresía. Es claro el contraste de la interioridad física (Ana se
halla en el comedor) y emocional (piensa en que se siente como un cigarro usado) de esta parte con la
exterioridad de la primera. Se da un paso de lo general a lo particular (Vetusta vs. Ana). La discrepancia entre las
dos hace que Ana esté continuamente comparando la vida cotidiana con la vida que ella había leído en los libros
y que envidiaba, como Emma de Madame Bovary2. La Regenta además de ser una obra llena de ironía, está llena
de alusiones a obras literarias. El aburrimiento de las dos protagonistas les hace sufrir crisis angustiosas. Esa
atmosfera triste y depresiva está latente en toda esta segunda parte.
Para expresar el hastío que siente la protagonista frente a Vetusta se sirve de repeticiones constantes al tiempo
(todos los años, siempre, otro invierno en cursiva para indicar que es otro año más el mismo invierno),
semánticamente el invierno es caracterizado como húmedo, monótono, interminable, adjetivos que alargan
gradualmente una sílaba (3, 4, 5) como queriendo prolongar el invierno ad infinitum. La monotonía de la vida
en Vetusta y del día de todos los Santos llega con el clamor de las campanas que son percibidas audiblemente por
el narrador y por Ana como un griterío estentóreo que martillea en su cabeza constantemente con la promesa de
no callarse personificándolas, e insiste en la idea con una perífrasis y un paralelismo sintáctico (en toda la tarde
ni en toda la noche) para decir nunca.
El costumbrismo que se aprecia en la escena del comedor es descrito con sensaciones como ya dijimos
auditivas, pero también olfativas, gustativas y visuales tristes y repugnantes. La mirada y la vista es uno de los
sentidos que más destaca Clarín y al que da más importancia, pues la protagonista no hace más acción que
contemplar (miraba con pena, objetos que contemplaba le partía el alma). La observación era una de las
características del realismo, baste recordar el capítulo primero de la obra en el que Fermín de Pas sube a la torre
de la Catedral y contempla la ciudad y sus gentes con ansia voraz. Llama la atención la abundante repetición del
demostrativo para expresar monotonía, lejanía e incluso desprecio hacia todo lo que le rodea (aquellos bronces,
aquel año, aquellos objetos, aquel cigarro, aquellos martillazos, aquella maldad), pues todo es odiado en ese
momento por Ana, y se siente cosa insignificante, comparada a un cigarro usado y abandonado que no sirve
para nada (ni para ser feliz ni para tener hijos); la degradación del ser ahora ha bajado un escalón para ser
cosificado. Domina en ella el abandono, la orfandad, la soledad en un grado enfermizo.
El tiempo verbal utilizado ahora es el imperfecto durativo (era, resignaban, sentía, encontraba, empezaba,
estaba, quedaban, yacía, formaba, miraba…) en unos fragmentos en los que la voz del narrador omnisciente se
mezcla con los pensamientos de Ana en estilo indirecto libre, sin saber muy bien dónde empieza uno y dónde
empieza otro. El pluscuamperfecto para otros sujetos que no son Ana (la tristeza había aparecido, don Víctor
había tomado). El perfecto simple para las acciones puntuales que nos sacan de la reflexión (las campanas
comenzaron a sonar, Ana se estremeció).
Finalmente, la tercera parte se correspondería con el último párrafo. En ella se produciría el cara a cara entre
las dos protagonistas (Ana, interioridad, balcón /Vetusta, exterioridad, la Encimada –donde vive la aristocracia y
la iglesia). Esto se lleva a cabo con el hecho de asomarse Ana al balcón y presenciar todo el desfile de falsedad y
apariencia que invade a la sociedad. Será esta la única acción que llegue a realizar además de observar. En el
fragmento la pasividad se expresa constantemente, dominada por un estado de aburrimiento depresivo que raya
la enfermedad casi mortal.
En esta tercera parte el abatimiento de la Regenta y la celebración de difuntos se unen, contrastando la muerte
real (la que siente Ana por ella y por sus muertos) con la aparente (la de los vetustenses que utilizan como excusa
el día para celebrar su falsa religiosidad y su hipocresía). La ironía de Clarín vuelve a llamar la atención en
expresiones como hablaban a gritos, gesticulaban alegres, discreta alegría contenida en un día en el que la
seriedad, el silencio y el respeto serían lo esperado; y más abajo, va a cargar las tintas sobre los ricos que no se
2
Clarín fue acusado de plagiar Madame Bovary por elementos comunes que ambas obras comparten como un ambiente provinciano y burgués, el
adulterio de las protagonistas, el carácter romántico de la mujer, el desprecio de la estupidez humana, y la ruptura entre el ideal y la realidad que les ha
tocado vivir; pero estos motivos no son más que relaciones intertextuales entre las obras.
Página5
rebajaban a ir al cementerio (las personas decentes). El día se vuelve un desfile en el que prevalece la
exterioridad (vestido, habla, gesto, atributos fúnebres) y la apariencia de los vetustenses, que vuelven a ser
animalizados (la metáfora enjambres de chiquillos), pues no tienen sentimientos (no pensaban en los muertos,
tampoco se acordaban de los difuntos). La repetición y recargamiento que ve Ana y el narrador desde el balcón es
muestra del juicio moral que ambos están haciendo sobre el vecindario en estilo indirecto libre y que expresan
un odio extremo tanto hacia los pobres que portaban (coronas fúnebres baratas, cirios flacos) como hacia los
ricos (colosal corona de siemprevivas, blandones como columnas, catafalcos portátiles). El contraste entre lo poco
de unos y lo mucho de otros se aprecia en los adjetivos calificativos (baratas, flacos frente a la exageración de
colosal, como columnas). El hartazgo que esta sociedad les provoca se traduce en oraciones largas con
enumeraciones (criadas, nodrizas, soldados y enjambres de chiquillos), elementos trimembres (de coronas, de
cirios, de adornos; de una colosal corona, de blandones, y catafalcos; los trajes, las conversaciones, el gesto),
homeóptoton (paseando, luciendo, dejándose ver).
Hay que destacar que todo este pasaje, que se refiere a la festividad de Todos los Santos es importante, porque
en este día se representaba en muchos teatros un texto archiconocido en la sociedad decimonónica, como fue el
Don Juan Tenorio, de Zorrilla. Va a ser fundamental en el desarrollo de la trama la inclusión de esta obra por ser
un rasgo de realismo (el teatro era parte de la cotidianidad), y por ser elemento clave en la composición de la
obra, pues Ana va a contemplar ahora desde el palco su propia historia en la historia de Zorrilla. Se produce por
parte de la protagonista la catarsis que la llevará a su propia anagnórisis, y es que en la vida de Inés ve
representada su propia vida, que caerá presa de amor en manos del Tenorio-Mesía, y ve en la muerte del
comendador, la muerte de su marido. El adulterio, en el que veía consumados sus anhelos romántico-idealistas
no le servirá de mucho, pues muerto don Victor, la sociedad de Vetusta, el propio narrador y Clarín la castigarán
con el peor castigo de todas las novelas de adulterio, como es la humillación de seguir viviendo, ahora ya, además
de sola, sin honor; después de la seducción, de la traición y del escándalo que la propia sociedad le ha llevado a
cometer.
La Regenta tiene ya asegurado su sitio en la historia de la literatura española y europea de finales del siglo XIX
(a pesar de ser tachada por algunos de inmoral y perniciosa) por ser una obra universal, que trata temas
demasiado actuales que no pasan de moda, como son el adulterio, la corrupción de los poderosos política, social,
religiosa y económicamente; la naturaleza de la mujer como protagonista que se resiste a las imposiciones
herencia del krausismo; los convencionalismos aún hoy en día imperantes. Además de esto, estructuralmente es
una novela de una gran perfección formal, circular, que empieza como acaba; con un lenguaje vivo, rico y
preciso, destacando el uso de distintos niveles léxicos y sintácticos y las reiteraciones y amplificaciones. Una obra
con gran variedad de alusiones a obras literarias. No es de extrañar que fuera y siga siendo leída, admirada e
interpretada constantemente. Ejemplo de ello es la versión cinematográfica de 1974, dirigida por Gonzalo Suárez
y protagonizada por Emma Penella; la posterior serie televisiva de Fernando Méndez Leite con Aitana Sánchez-
Gijón y Carmelo Gómez; y la adaptación teatrales en forma de musical (2012) con estreno en el Teatro
Campoamor de Oviedo.

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Ana Ozores tristeza invierno

  • 1. Página1 1ª P A R T E Con octubre muere en Vetusta el buen tiempo. Al mediar noviembre suele lucir el sol una semana, pero como si fuera ya otro sol, (que tiene prisa y hace sus visitas de despedida preocupado con los preparativos del viaje de invierno). Puede decirse que es una ironía de buen tiempo lo que se llama el veranillo de San Martín. Los vetustenses no se fían de aquellos halagos de la luz y calor y se abrigan y buscan su manera peculiar de pasar la vida a nado durante la estación odiosa que se prolonga hasta fines de abril próximamente. Son anfibios que se preparan a vivir debajo del agua la temporada que su destino les condena a este elemento. Unos protestan todos los años haciéndose de nuevas y diciendo: "¡Pero ve usted qué tiempo!". Otros, más filósofos, se consuelan pensando que a las muchas lluvias se debe la fertilidad y hermosura del suelo. "O el cielo o el suelo, todo no puede ser". 2ª P A R T E Ana Ozores no era de los que se resignaban. Todos los años, al oír las campanas doblar tristemente el día de los Santos, por la tarde, sentía una angustia nerviosa que encontraba pábulo en los objetos exteriores, y sobre todo en la perspectiva ideal de un invierno, de otro invierno húmedo, monótono, interminable, que empezaba con el clamor de aquellos bronces. Aquel año la tristeza había aparecido a la hora de siempre. Estaba Ana sola en el comedor. Sobre la mesa quedaban la cafetera de estaño, la taza y la copa en que había tomado café y anís don Víctor, que ya estaba en el Casino jugando al ajedrez. Sobre el platillo de la taza yacía medio puro apagado, cuya ceniza formaba repugnante amasijo impregnado del café frío derramado. Todo esto miraba la Regenta con pena, como si fuesen ruinas de un mundo. La insignificancia de aquellos objetos que contemplaba le partía el alma; se le figuraba que eran símbolo del universo, que era así, ceniza, frialdad, un cigarro abandonado a la mitad por el hastío del fumador. Además, pensaba en el marido incapaz de fumar un puro entero y de querer por entero a una mujer. Ella era también como aquel cigarro, una cosa que no había servido para uno y que ya no podía servir para otro. Todas estas locuras las pensaba, sin querer, con mucha formalidad. Las campanas comenzaron a sonar con la terrible promesa de no callarse en toda la tarde ni en toda la noche. Ana se estremeció. Aquellos martillazos estaban destinados a ella; aquella maldad impune, irresponsable, mecánica del bronce repercutiendo con tenacidad irritante, sin por qué ni para qué, sólo por la razón universal del molestar, creíala descargada sobre su cabeza [...]. 3ª P A R T E Se asomó al balcón. Por la plaza pasaba todo el vecindario de la Encimada camino del cementerio, que estaba hacia el oeste, más allá del Espolón sobre un cerro. Llevaban los vetustenses los trajes de cristianar; criadas, nodrizas, soldados y enjambres de chiquillos eran la mayoría de los transeúntes; hablaban a gritos, gesticulaban alegres; de fijo no pensaban en los muertos. Niños y mujeres del pueblo pasaban también, cargados de coronas fúnebres baratas, de cirios flacos y otros adornos de sepultura. De vez en cuando un lacayo de librea, un mozo de cordel atravesaban la plaza abrumados por el peso de una colosal corona de siemprevivas, de blandones como columnas, y catafalcos portátiles. Era el luto oficial de los ricos que sin ánimo o tiempo para visitar a sus muertos les mandaban aquella especie de besa-la-mano. Las personas decentes no llegaban al cementerio; las señoritas emperifolladas no tenían valor para entrar allí y se quedaban en el Espolón paseando, luciendo los trapos y dejándose ver, como los demás días del año. Tampoco se acordaban de los difuntos; pero lo disimulaban; los trajes eran obscuros, las conversaciones menos estrepitosas que de costumbre, el gesto algo más compuesto... Se paseaba en el Espolón como se está en una visita de duelo en los momentos que no está delante ningún pariente cercano del difunto. Reinaba una especie de discreta alegría contenida. GRADO EN LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS ROCÍO FERNÁNDEZ GARCÍA 76940526Y TEXTOS LITERATIOS MODERNOS CENTRO ASOCIADO DE SANTANDER - CANTABRIA PED 2 : EL REALISMO
  • 2. Página2 Este texto pertenece al comienzo de la segunda parte (capítulo XVI) de La Regenta, publicada en 1884 (el primer volumen) y en 1885 (el segundo volumen), es la obra cumbre de Leopoldo Alas Clarín (Zamora, 1852 - Oviedo, 1901), autor que forma, junto con Benito Pérez Galdós, la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. Clarín fue conocido en su época por sus artículos periodísticos de crítica literaria en los que manifiesta una cultura universal y un exacto conocimiento de la literatura de la época, también por publicar más de setenta cuentos (¡Adiós, Cordera! está considerado como uno de los más bellos cuentos de la literatura española) y algunas novelas cortas (entre los que destacan, Doña Berta, Pipá, Cambio de luz...); pero se le conoce sobre todo por ser autor de dos novelas extensas: Su único hijo (1891) y La Regenta (1984-85). Muchos críticos la consideran junto con Fortunata y Jacinta de Galdós, la mejor novela española del siglo XIX. Los novelistas españoles de esta época se encontraban en una situación socio-política particular, puesto que la llamada Revolución de 1868 o La Gloriosa, con el derrocamiento de la reina Isabel II, hizo nacer esperanzas de cambios radicales en la política española; pero la situación fue pasajera, puesto que, con la subida al trono del hijo de Isabel II, Alfonso XII –la Restauración-, las aguas volvieron a su cauce y la monarquía de corte liberal siguió por los mismos derroteros que antes, aunque con un mayor auge de la burguesía y del gran capital, mayor empobrecimiento del pueblo y una situación exterior cada vez peor. A pesar de cierto avance, del crecimiento demográfico, del progreso científico-técnico y de la modernización del país; en comparación con el resto de Europa, la España de mitad del siglo XIX sigue dando aspecto de un país atrasado. Todo ello da como consecuencia que el pensamiento dominante sea el de la filosofía positivista de Auguste Comte, cuyo método de conocimiento es aquel que procede de hechos sensibles, observables y medibles, en oposición a cualquier tipo de creencia idealista (Hegel, Romanticismo). El positivismo, el experimentalismo y otras corrientes filosóficas pragmáticas y cientifistas son predominantes en esta época, así como la filosofía krausista y sus ideas de reformismo pedagógico y social. En oposición a esa burguesía surgen movimientos sociopolíticos en defensa de las clases trabajadoras como fueron el socialismo, comunismo y anarquismo. En esta nueva época, la novela es el género literario por excelencia, por saber captar la importancia de la problemática de la sociedad actual y en particular, el cerrado mundo burgués que se puede apreciar en La Regenta. El realismo es el movimiento en el que los escritores van a manifestar toda su ideología, conciencia y sensibilidad, porque el realismo pretende la representación completa y exacta de la realidad, entendida en relación con el ser humano y la sociedad contemporánea del artista. A la hora de narrar el autor se atiene al principio de mímesis como si de una fotografía se tratara, de ahí que la objetividad de un narrador omnisciente sea una de las características del realismo que vemos presente en el fragmento, además del carácter de observador que retrata y critica la realidad con intención de modificarla, por lo que era normal que se documentaran minuciosamente sobre lo que escribían. Además de rasgos puramente realistas, Clarín se nutrió del naturalismo de Zola, pero no stricto sensu, sino que el naturalismo español fue un naturalismo atenuado, personal y matizado, sin tanto feísmo y obscenidad. Clarín aunque no nació en Asturias, era de familia asturiana y pasó gran parte de su vida en Oviedo, de cuya Universidad fue Catedrático de derecho romano. La realidad ovetense, que es la realidad de la España de la época, es un mundo de hipocresía en el que solo cuentan las apariencias de una sociedad falsa, que los mutilará interiormente. Este mundo que Clarín retrata a través de ambientes y personajes desfila en La Regenta. La Regenta tiene como protagonista a Ana Ozores, una hermosa joven, casada con el Regente de la Audiencia, don Víctor Quintanar, hombre bonachón y mucho mayor que ella. El temperamento insatisfecho y soñador de Ana le hace estar en una encrucijada entre una religiosidad sentimental (que aprovecha su confesor, el turbio Fermín de Pas) y una sensualidad romántica (que la hará caer en los brazos del cínico seductor Álvaro Mesía). Ana cede al don Juan decadente y provinciano y el adulterio provoca el escándalo y la sorda repulsa de la hipócrita ciudad de Vetusta, trasunto literario de Oviedo. El desenlace es terrorífico: el marido morirá en duelo con Mesía y Ana se verá abandonada por todos, hasta por su confesor. Está estructurada en dos partes divididas en quince capítulos cada una de ellas. En la primera parte (cap. I- XVI) se hace una preparación para la acción presentando a los personajes con su pasado y los ambientes a lo largo de tres días (2, 3, 4 de octubre). En esta parte el tiempo narrativo es lento, predominan las descripciones tan del gusto del realismo. En la segunda parte (cap. XVI-XXX) el tiempo se precipita y la casi nula acción de la
  • 3. Página3 primera parte, ahora se vuelve dinámica y la trama se extiende a tres años (de noviembre del 1877 a octubre de tres años después) en los que se pone en funcionamiento el ménage à trois entre los personajes principales: Ana, Fermín y Álvaro; en donde la de Ozores fluctúa entre el deber y el deseo, entre el amor y el sacrificio. Como influencia del naturalismo, Clarín admite la influencia de lo físico sobre lo espiritual, así el erotismo insatisfecho de Ana es el que le hace estar en continuo vaivén entre el misticismo y el romanticismo de uno y de otro. El tema del fragmento extraído de la novela es el choque repulsivo entre la personalidad solitaria de Ana y la realidad inferior de Vetusta en la que habita. Este tema, que es el tema del libro, es la causa y origen del final desolador de Ana. La soledad de Ana se manifiesta desde bien pequeña con la muerte de la madre, hasta el final de la obra en donde abandonada y humillada por todos yace sobre el pavimento de mármol blanco y negro de la catedral, víctima de la derrota ante la heroica ciudad de Vetusta1. Ana se siente desamparada en una ciudad Vetusta-Oviedo en la que no encuentra espacio ni refugio, una ciudad en la que ve que todo es falso, aparente y de la que trata de huir de diferentes maneras. El texto se puede dividir en tres partes. La primera parte comprende el primer párrafo, tiene como protagonista a la ciudad de Vetusta, cuasi personaje que representa a la pluralidad y es símbolo de la hipocresía y corrupción reinante en Oviedo. Es una parte introductoria de situación espacio (en Vetusta) - temporal (octubre, noviembre). No olvidemos que aquí da comienzo el segundo volumen de la obra y eso supone dejar de lado el carácter estrictamente descriptivo de la primera parte, para centrase en el narrativo de la segunda. Con este pequeño fragmento cohesiona ambas partes, es el puente de unión entre la descripción de los espacios y la narración temporal, para ello Clarín va poco a poco hilvanando acciones que llevarán al desenlace final, y que no dejarán puntada sin hilo, como la observación de la obra teatral de Don Juan Tenorio que es narrada en este mismo capítulo. En esta primera parte que comienza con la entrada de un nuevo mes (noviembre), el tema fundamental del que habla es el tiempo, algo trivial y común en las conversaciones poco profundas, explica que están en otoño y cómo es vivido el invierno por los vetustenses a los que compara con anfibios adaptados al medio y a la hipocresía de Vetusta, metáfora nada romántica, que le sirve a Clarín para hacer un guiño irónico al beso final del sapo-Celedonio y también al romanticismo: en su novela no hay príncipes ni idealismos, en su novela hay anfibios, realismo y naturalismo. Los anfibios y en concreto el sapo es símbolo irónico de la esterilidad y del mal, símbolo de Vetusta, de su corrupción moral y que rondarán siempre la esterilidad que invade la vida de Anita con un hombre que no la satisface. Llama la atención cómo hay una inversión en los seres en la descripción del narrador: el astro sol es personificado (el buen tiempo muere, tiene prisa, hace visitas preocupado por el viaje) y las personas son “animalizadas” (los vetustenses son anfibios que tienen que vivir parte del año bajo la lluvia). Clarín juega con la ironía como recurso para criticar o exagerar en este caso, para dar a entender que en el norte llueve mucho. Parece que habla de una cosa tan banal como el tiempo, pero en realidad está haciendo hincapié en algo más profundo, jugando con el ser y el parecer. En vetusta hay dos tipos de personas, los que se adaptan al medio y son anfibios, animales inconscientes, que actúan sin pensar, movidos por la inercia de la tradición y de la apariencia; y los que, como Ana, se resisten a aceptar lo que les viene dado e impuesto, se rebelan ante la inautenticidad y luchan hasta el final por escapar y conseguir trascender su infeliz e insatisfactoria vida y encontrarse a sí misma. Este primer párrafo eminentemente descriptivo se caracteriza por el uso de verbos en presente intemporal (muere, suele, tiene, hace, puede, buscan,…) que se relaciona con los hábitos, las costumbres; la reflexividad para aludir a los vetustenses y su egoísmo (no se fían, se abrigan, se preparan); metáforas como la de la estación odiosa para aludir al invierno, perífrasis para aludir al invierno también (la temporada que su destino les condena a este elemento). Sustantivos, verbos y contados adjetivos que son más negativos que positivos que destruyen gradualmente el mundo vetustense y que son puestos en boca de un narrador en tercera persona omnisciente que sabe todo de Vetusta y que a veces expresa el sentir de la gente ya sea en estilo directo (“¡Pero ve usted qué tiempo!”) o en estilo directo libre (“O el cielo o el suelo, todo no se puede tener”). Para incidir en la habitualidad invariable hace uso al final del párrafo de una frase hecha, a manera de refrán común y manido. 1 Vetusta procede del latín vetustus –a –um que significa “viejo”, “antiguo”, “rancio”, por ser lluviosa y aburrida o por ser “una ciudad muy antigua, triste y vieja, pero no exenta de aires señoriales y de elegancia majestuosa” (Solos de Clarín). Alude a la actual Oviedo y se relaciona con la etimología de Ovetum, del latín medieval Urbs Vetus “ciudad vieja”. Muchos críticos la consideran protagonista de la novela, o antagonista, porque hay una relación dialéctica entre individuo (Ana) y sociedad (Vetusta), una lucha constante por ver quién es más fuerte y gana la batalla.
  • 4. Página4 Esta primera parte está construida con variedad de tipo oracional que va desde la oración simple que encabeza el párrafo, pasando por coordinadas, subordinadas adjetivas, sustantivas y una adverbial comparativa. La segunda parte abarca los cuatro párrafos siguientes (“Ana Ozores…sobre su cabeza”) y nos presenta al otro personaje principal de la obra, Ana Ozores, imbuida en sus cavilaciones y reflexionando sobre su hastío hacia la ciudad, sus gentes, sus costumbres, su hipocresía. Es claro el contraste de la interioridad física (Ana se halla en el comedor) y emocional (piensa en que se siente como un cigarro usado) de esta parte con la exterioridad de la primera. Se da un paso de lo general a lo particular (Vetusta vs. Ana). La discrepancia entre las dos hace que Ana esté continuamente comparando la vida cotidiana con la vida que ella había leído en los libros y que envidiaba, como Emma de Madame Bovary2. La Regenta además de ser una obra llena de ironía, está llena de alusiones a obras literarias. El aburrimiento de las dos protagonistas les hace sufrir crisis angustiosas. Esa atmosfera triste y depresiva está latente en toda esta segunda parte. Para expresar el hastío que siente la protagonista frente a Vetusta se sirve de repeticiones constantes al tiempo (todos los años, siempre, otro invierno en cursiva para indicar que es otro año más el mismo invierno), semánticamente el invierno es caracterizado como húmedo, monótono, interminable, adjetivos que alargan gradualmente una sílaba (3, 4, 5) como queriendo prolongar el invierno ad infinitum. La monotonía de la vida en Vetusta y del día de todos los Santos llega con el clamor de las campanas que son percibidas audiblemente por el narrador y por Ana como un griterío estentóreo que martillea en su cabeza constantemente con la promesa de no callarse personificándolas, e insiste en la idea con una perífrasis y un paralelismo sintáctico (en toda la tarde ni en toda la noche) para decir nunca. El costumbrismo que se aprecia en la escena del comedor es descrito con sensaciones como ya dijimos auditivas, pero también olfativas, gustativas y visuales tristes y repugnantes. La mirada y la vista es uno de los sentidos que más destaca Clarín y al que da más importancia, pues la protagonista no hace más acción que contemplar (miraba con pena, objetos que contemplaba le partía el alma). La observación era una de las características del realismo, baste recordar el capítulo primero de la obra en el que Fermín de Pas sube a la torre de la Catedral y contempla la ciudad y sus gentes con ansia voraz. Llama la atención la abundante repetición del demostrativo para expresar monotonía, lejanía e incluso desprecio hacia todo lo que le rodea (aquellos bronces, aquel año, aquellos objetos, aquel cigarro, aquellos martillazos, aquella maldad), pues todo es odiado en ese momento por Ana, y se siente cosa insignificante, comparada a un cigarro usado y abandonado que no sirve para nada (ni para ser feliz ni para tener hijos); la degradación del ser ahora ha bajado un escalón para ser cosificado. Domina en ella el abandono, la orfandad, la soledad en un grado enfermizo. El tiempo verbal utilizado ahora es el imperfecto durativo (era, resignaban, sentía, encontraba, empezaba, estaba, quedaban, yacía, formaba, miraba…) en unos fragmentos en los que la voz del narrador omnisciente se mezcla con los pensamientos de Ana en estilo indirecto libre, sin saber muy bien dónde empieza uno y dónde empieza otro. El pluscuamperfecto para otros sujetos que no son Ana (la tristeza había aparecido, don Víctor había tomado). El perfecto simple para las acciones puntuales que nos sacan de la reflexión (las campanas comenzaron a sonar, Ana se estremeció). Finalmente, la tercera parte se correspondería con el último párrafo. En ella se produciría el cara a cara entre las dos protagonistas (Ana, interioridad, balcón /Vetusta, exterioridad, la Encimada –donde vive la aristocracia y la iglesia). Esto se lleva a cabo con el hecho de asomarse Ana al balcón y presenciar todo el desfile de falsedad y apariencia que invade a la sociedad. Será esta la única acción que llegue a realizar además de observar. En el fragmento la pasividad se expresa constantemente, dominada por un estado de aburrimiento depresivo que raya la enfermedad casi mortal. En esta tercera parte el abatimiento de la Regenta y la celebración de difuntos se unen, contrastando la muerte real (la que siente Ana por ella y por sus muertos) con la aparente (la de los vetustenses que utilizan como excusa el día para celebrar su falsa religiosidad y su hipocresía). La ironía de Clarín vuelve a llamar la atención en expresiones como hablaban a gritos, gesticulaban alegres, discreta alegría contenida en un día en el que la seriedad, el silencio y el respeto serían lo esperado; y más abajo, va a cargar las tintas sobre los ricos que no se 2 Clarín fue acusado de plagiar Madame Bovary por elementos comunes que ambas obras comparten como un ambiente provinciano y burgués, el adulterio de las protagonistas, el carácter romántico de la mujer, el desprecio de la estupidez humana, y la ruptura entre el ideal y la realidad que les ha tocado vivir; pero estos motivos no son más que relaciones intertextuales entre las obras.
  • 5. Página5 rebajaban a ir al cementerio (las personas decentes). El día se vuelve un desfile en el que prevalece la exterioridad (vestido, habla, gesto, atributos fúnebres) y la apariencia de los vetustenses, que vuelven a ser animalizados (la metáfora enjambres de chiquillos), pues no tienen sentimientos (no pensaban en los muertos, tampoco se acordaban de los difuntos). La repetición y recargamiento que ve Ana y el narrador desde el balcón es muestra del juicio moral que ambos están haciendo sobre el vecindario en estilo indirecto libre y que expresan un odio extremo tanto hacia los pobres que portaban (coronas fúnebres baratas, cirios flacos) como hacia los ricos (colosal corona de siemprevivas, blandones como columnas, catafalcos portátiles). El contraste entre lo poco de unos y lo mucho de otros se aprecia en los adjetivos calificativos (baratas, flacos frente a la exageración de colosal, como columnas). El hartazgo que esta sociedad les provoca se traduce en oraciones largas con enumeraciones (criadas, nodrizas, soldados y enjambres de chiquillos), elementos trimembres (de coronas, de cirios, de adornos; de una colosal corona, de blandones, y catafalcos; los trajes, las conversaciones, el gesto), homeóptoton (paseando, luciendo, dejándose ver). Hay que destacar que todo este pasaje, que se refiere a la festividad de Todos los Santos es importante, porque en este día se representaba en muchos teatros un texto archiconocido en la sociedad decimonónica, como fue el Don Juan Tenorio, de Zorrilla. Va a ser fundamental en el desarrollo de la trama la inclusión de esta obra por ser un rasgo de realismo (el teatro era parte de la cotidianidad), y por ser elemento clave en la composición de la obra, pues Ana va a contemplar ahora desde el palco su propia historia en la historia de Zorrilla. Se produce por parte de la protagonista la catarsis que la llevará a su propia anagnórisis, y es que en la vida de Inés ve representada su propia vida, que caerá presa de amor en manos del Tenorio-Mesía, y ve en la muerte del comendador, la muerte de su marido. El adulterio, en el que veía consumados sus anhelos romántico-idealistas no le servirá de mucho, pues muerto don Victor, la sociedad de Vetusta, el propio narrador y Clarín la castigarán con el peor castigo de todas las novelas de adulterio, como es la humillación de seguir viviendo, ahora ya, además de sola, sin honor; después de la seducción, de la traición y del escándalo que la propia sociedad le ha llevado a cometer. La Regenta tiene ya asegurado su sitio en la historia de la literatura española y europea de finales del siglo XIX (a pesar de ser tachada por algunos de inmoral y perniciosa) por ser una obra universal, que trata temas demasiado actuales que no pasan de moda, como son el adulterio, la corrupción de los poderosos política, social, religiosa y económicamente; la naturaleza de la mujer como protagonista que se resiste a las imposiciones herencia del krausismo; los convencionalismos aún hoy en día imperantes. Además de esto, estructuralmente es una novela de una gran perfección formal, circular, que empieza como acaba; con un lenguaje vivo, rico y preciso, destacando el uso de distintos niveles léxicos y sintácticos y las reiteraciones y amplificaciones. Una obra con gran variedad de alusiones a obras literarias. No es de extrañar que fuera y siga siendo leída, admirada e interpretada constantemente. Ejemplo de ello es la versión cinematográfica de 1974, dirigida por Gonzalo Suárez y protagonizada por Emma Penella; la posterior serie televisiva de Fernando Méndez Leite con Aitana Sánchez- Gijón y Carmelo Gómez; y la adaptación teatrales en forma de musical (2012) con estreno en el Teatro Campoamor de Oviedo.