HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
La civilización bizantina y el Islam
1. LA CIVILIZACION BISANTINA Y EL ISLAM
SERGIO ALEJANDRO GARCÍA PIMENTEL
PRESENTADO A:
Lic. OLGA LUCÍA RAMIRES
INSTITUCIÓN EDUCATIVA JOSÉ ACEVEDO Y GÓMEZ
AREA SOCIALES
ACEVEDO-HUILA
2015
2. LA CIVILIZACION BISANTINA
El Imperio bizantino (también llamado Imperio romano de Oriente o,
sencillamente, Bizancio) fue el Estado heredero del Imperio romano que pervivió
durante toda la Edad Media y el comienzo del Renacimiento y se ubicaba en el
Mediterráneo oriental. Su capital se encontraba en Constantinopla (en griego:
Κωνσταντινούπολις, actual Estambul), cuyo nombre más antiguo era Bizancio.
También se conoce al Imperio bizantino como Imperio romano de Oriente,
especialmente para hacer referencia a sus primeros siglos de existencia, durante
la Antigüedad tardía, época en que el Imperio romano de Occidente continuaba
todavía existiendo.
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos reveses
y pérdidas de territorio, especialmente durante las Guerras Romano-Sasánidas
y las Guerras arabo-bizantinas. Aunque su influencia en África del Norte y
Oriente Próximo había entrado en declive como resultado de estos conflictos,
continuó siendo una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente
Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras
una última recuperación de su pasado poder durante la época de la dinastía
Comneno, en el siglo XII, el Imperio comenzó una prolongada decadencia
durante las Guerras otomano-bizantinas que culminó con la toma de
Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino
por los turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, e
impidió el avance del Islam hacia Europa Occidental. Fue uno de los principales
centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que
circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes,
los sistemas políticos y las costumbres de gran parte de Europa y de Oriente
Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras
literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas.
En tanto que es la continuación de la parte oriental del Imperio romano, su
transformación en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como
un proceso que se inició cuando el emperador Constantino I el Grande trasladó
la capital a la antigua Bizancio (que entonces rebautizó como Nueva Roma, y
más tarde se denominaría Constantinopla); continuó con la escisión definitiva del
Imperio romano en dos partes tras la muerte de Teodosio I, en 395, y la posterior
desaparición, en 476, del Imperio romano de Occidente; y alcanzó su
culminación durante el siglo VII, bajo el emperador Heraclio I, con cuyas reformas
(sobre todo, la reorganización del ejército y la adopción del griego como lengua
oficial), el Imperio adquirió un carácter marcadamente diferente al del viejo
Imperio romano. Algunos académicos, como Theodor Mommsen, han afirmado
que hasta Heraclio puede hablarse con propiedad del
3. LA EPOCA DE JUSTIANISMO
Mapa del Imperio bizantino en 550 d.C bajo el reinado de Justiniano.
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su
poder. El emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio
romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras
la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la
batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en
Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército
al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia
romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y
las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario
denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año
Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de
Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo
ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia,
creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en
disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos
territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La
presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
4. Justiniano en los mosaicos de la iglesia de San Vital en Rávena.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado,
Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la
Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas
Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan
Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el emperador codificó el
Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la
posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra
recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533.
El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de
las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa
Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e
Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las
carreras de cuadrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba
pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada
equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares
usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como
rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la
Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor
imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una
situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII.
La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda,
Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de
Bizancio. La revuelta de Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del
emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es
un gloriososudario.3 Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio en el año
543 d.C. Se trataba de la Peste de Justiniano. Se cree que provocada por el
bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar
la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la
población de Constantinopla pereció por su causa.
VImperio romano de Oriente y más adelante de Imperiobizantino, que duró hasta
1453, ya que Heraclio sustituyó el antiguo título imperial de «augusto» por el de
basileus (palabra griega que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín por
el griego como lengua administrativa en 620, después de lo cual el Imperio tuvo
un marcado carácter helénico.
En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición ilustrada
de los siglos XVII y XVIII y nunca fue utilizado por los habitantes de este imperio,
que prefirieron denominarlo siempre Imperio romano (griego: Βασιλεία Ῥωμαίων,
Basileia Rhōmaiōn; latín: Imperium Romanum) o Romania (Ῥωμανία) durante
toda su existencia.
Identidad, continuidad y conciencia
5. Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un
Estado cristiano y terminó sus más de 1000 años de historia en 1453 como un
Estado griego ortodoxo, adquiriendo un carácter verdaderamente nacional. Los
bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el
término cuando se convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí
mismos, en griego, romioi (es decir, pueblo griego cristiano con ciudadanía
romana), al tiempo que desarrollaban una conciencia nacional como residentes
de Romania.
El patriotismo se reflejaba en la literatura, particularmente en canciones y en
poemas como el Digenis Acritas, en el que las poblaciones fronterizas (de
combatientes llamados akritai) se enorgullecían de defender su país contra los
invasores. Con el tiempo, el patriotismo se volvió local, porque no podía ya
descansar en la protección de los ejércitos imperiales. Aun cuando los antiguos
griegos no fueran cristianos, los bizantinos se enorgullecían de estos ancestros.
Aún en los siglos que siguieron a las conquistas árabes y lombardas del siglo VII
y la consecuente reducción del Imperio a los Balcanes y Asia Menor, donde
residía una muy poderosa y superior población griega, continuó este carácter
multiétnico. A pesar de todo, desde el siglo IX se agudizó el proceso de
identificación con la antigua cultura griega.
A medida que avanzó la Edad Media pasaron de referirse a sí mismos como
romioi ('romanos') a helenoi (que tenía connotaciones paganas tanto como el de
romios) o graekos ('griego'), término que fue usado frecuentemente por los
bizantinos (tanto como romioi) para su auto identificación étnica, en especial en
los últimos años del Imperio.
La disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la
sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron
identificándose como romanos y helenos, identificación que sobrevivió hasta
principios del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.
ORIGEN
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su
administración, el emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el
régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del
Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de
los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras
la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período
de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el
Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La
llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla
('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la
ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en
el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
6. Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión
que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser
proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión
oficial del Imperio.
Imperio romano oriental en el 480.
A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió
definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en
Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con
capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este
momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino.
Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476,
cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo
hérulo) Odoacro. En cambio la historia del Imperio bizantino se prolongó aún
durante casi un milenio.
Transformaciones
La recuperación de la autoridad imperial y la mayor estabilidad de los siglos
siguientes trajo consigo también un proceso de helenización, es decir, de
recuperación de la identidad griega frente a la oficial entidad romana de las
instituciones, cosa más posible entonces, dada la limitación y homogeneización
geográfica producida por la pérdida de las provincias, y que permitía una
organización territorial militarizada y más fácilmente gestionable: los temas
(themata) con la adscripción a la tierra de los militares en ellos establecidos, lo
que produjo formas similares al feudalismo occidental. A principios del siglo IX,
el Imperio había sufrido varias transformaciones importantes:
Uniformización cultural y religiosa: la pérdida frente al Islam de las
provincias de Siria, Palestina y Egipto trajo como consecuencia una mayor
uniformidad. Los territorios que el Imperio conservaba a mediados del
siglo VII eran de cultura fundamentalmente griega. El latín fue
definitivamente abandonado en favor del griego. Ya en 629, durante el
reinado de Heraclio, está documentado el uso del término griego basileus
en lugar del latín augustus. En el aspecto religioso, la incorporación de
estas provincias al Islam dio por concluida la crisis monofisita, y en 843 el
triunfo de los iconódulos supuso por fin la unidad religiosa.
Reorganización territorial: en el siglo VII —probablemente en época de
Constante II (641-668)— el Imperio fue dotado de una nueva organización
territorial para hacer más eficaz su defensa. El territorio bizantino se
organizó en los themata, distritos militares que eran al mismo tiempo
7. circunscripciones administrativas, y cuyo gobernador y jefe militar, el
estrategos, gozaba de una amplia autonomía.
Ruralización: la pérdida de las provincias del Sur, donde más desarrollo
habían alcanzado la artesanía y el comercio, implicó que la economía
bizantina pasara a ser esencialmente agraria. La irrupción del Islam en el
Mediterráneo a partir del siglo VIII dificultó las rutas comerciales. Decreció
la población y la importancia de las ciudades en el conjunto del Imperio,
en tanto que empezaba a desarrollarse una nueva clase social, la
aristocracia latifundista, especialmente en Asia Menor.
La mayoría de estas transformaciones se dio como consecuencia de la pérdida
de las provincias de Egipto, Siria y Palestina, que fueron arrebatadas por el
Islam.
Religión: Los emperadores iconoclastas prohibieron las imágenes por
considerarlas reminiscencias del paganismo; el ideal religioso se desvirtuaba con
la adoración exagerada de las imágenes, pues el fiel confundía a la imagen con
la divinidad y el amor a Dios se transformaba en el amor a algo material. Lo divino
—afirmaban los destructores de las imágenes— nunca puede ser representado
por medio de las imágenes. Los defensores del uso de las imágenes contestaron
diciendo que las imágenes constituían la Biblia del ignorante. No era la materia
lo que ellos adoraban, sino que adoraban al Señor de la materia, convertido en
tal para el bien de la comunidad.
Política: Cuando el Emperador León III Isáurico prohibió en el año 726 la
adoración de las imágenes, puede afirmarse que las causas políticas y
económicas pesaron por lo menos tanto como las religiosas en su decisión. En
primer lugar, le interesaba disminuir el poder que progresivamente iban
adquiriendo los monasterios, principales fabricantes de iconos, ya que con su
venta obtenían cuantiosos beneficios. Por otra parte, podemos ver que el
movimiento iconoclasta representaba al partido estatista (cesaropapista) y
orientalista; los defensores de las imágenes eran abanderados del partido
occidentalista y defendían la unión con Roma y la separación de poderes entre
la Iglesia y el Estado. Tampoco puede olvidarse —y esta es una faceta que
siempre se deja al margen— que los decisivos triunfos militares del Islam (que
negaban que a la divinidad se la pudiese representar con imágenes) y el afán de
congraciarse con él, acaso inclinase a los emperadores de Bizancio hacia la
iconoclasia. El pueblo se dividió en dos partidos contrarios en una lucha que se
mantuvo durante más de dos siglos.
Finalmente, la victoria no llegó a favorecer a ninguno de los dos bandos, pues
las imágenes siguieron siendo objeto de adoración y la Iglesia de Bizancio siguió
unida al Estado.
8. LA CULTIRA Y ARTE: bizantino son el resultado de la fusión de tres elementos
fundamentales: helenismo, cristianismo y orientalismo (influencias persas y
sirias).
El resultado sería una cultura brillante y refinada con un fondo netamente
cristiano y unas formas orientales y paganas, pero carente de originalidad
creativa: de Oriente tomarían el gusto por la fastuosidad, la policromía, el
antinaturalismo y la arquitectura de cúpula.
La cultura y arte bizantinos ejercieron una considerable influencia en la Europa
Medieval.
Su aportación más interesante sería el empleo de la cúpula que se levanta,
mediante unos triángulos esféricos (pechinas), sobre una planta cuadrada. Santa
Sofia de Constantinopla, mandada construir por Justiniano, es el ejemplo más
característico. En Occidente, unas buenas muestras de la arquitectura y
decoración de mosaicos bizantinos —arte en el que fueron consumados
maestros— las podemos encontrar en San Vital y San Apolinar de Ravena y en
San Marcos de Venecia. En Rusia, la influencia del arte bizantino fue también
decisiva: las iglesias de San Basilio (Moscú) y Kiev; los códices miniados, los
iconos, etc.
De gran importancia fue igualmente la fecunda labor legislativa realizada por el
Emperador Justiniano, gracias a la cual ha llegado hasta nosotros el Derecho
Romano. El jurisconsulto Triboniano realizó la laboriosa recopilación de
numerosos decretos romanos confeccionando una impresionante obra que
recibe el nombre de "Corpus Iuris Civilis". Este código fue, hecho curioso, más
útil a Occidente que al propio Bizancio: la recopilación, en latín, se realizó en
unos momentos en que el Emperador de Oriente aspiraba a la reconstrucción de
todo el antiguo Imperio Romano. Perdido este afán, los sucesores de Justiniano
se vieron obligados a establecer nuevos códigos, en griego, para servir a un
Imperio helenizado, cercado y replegado en sí mismo.
9. El cisma de Oriente
En el año 1054 finalizó un largo proceso de separación entre las Iglesias
cristianas de Oriente y Occidente. El motivo de la ruptura fue la cuestión de la
fidelidad al papado de Roma. En Occidente, la autoridad eclesiástica suprema
correspondía al Papa, obispo de Roma, quien había sido legitimado a través
del apóstol Pedro por boca del mismo Cristo. Por el contrario, en Oriente la
autoridad residía en un episcopado integrado por todos los obispos. El
conflicto, no obstante, era una diferencia más en una larga cadena de
desencuentros que separaban cada vez más a ambas Iglesias.
Las diferencias tenían su raíz más profunda en el carácter cultural diferente de
los Imperios romano occidental y oriental, empezando porque el primero era de
habla latina y el segundo griega. La división lingüística y cultural se vio
acentuada por una larga serie de controversias doctrinales, incluida la
discusión sobre la naturaleza dual de Cristo -humana y divina- o la cuestión de
la devoción a iconos, es decir, imágenes de Cristo, María o los santos. En el
siglo VIII surgió en Oriente un movimiento denominado iconoclastia, es decir,
destructores de imágenes, que consideraba una idolatría el culto a las
imágenes en las iglesias. Progresivamente este movimiento fue ganando
poder, siendo muchas las imágenes destruidas. Sin embargo, sus contrarios,
los iconólatras, acabaron por invetir la tendencia, afirmando que las imágenes
eran, más que objetos simbólicos, elementos sagrados, capaces por tanto de
conferir la gracia divina a los devotos. Esta última actitud no fue aceptada por
Occidente.
Estas cuestiones, que separaban a las Iglesias de Occidente y Oriente, forjaron
el cisma definitivo del año 1054, cuando la comunidad bizantina del sur de Italia
se negó a rendir homenaje al Papa León IX. Este hecho ocasionó una fuerte
discusión entre ambas Iglesias, conflicto que finalizó con la excomunión de la
Iglesia Oriental, que respondió de la misma forma. Pese a que ha habido varios
intentos de reunión, lo cierto es que ésta nunca se ha producido.
Época: Cristianismo
Inicio: Año 1000
Fin: Año 1100
10. EL ISLAM
El islam1 (en árabe: ,مالسإلا al-Islām (?·i)) es una religión monoteísta
abrahámica cuyo dogma de fe se basa en el libro del Corán, el cual establece
como premisa fundamental para sus creyentes que «No hay más Dios que Alá2
y que Mahoma es el último mensajero de Alá».3 La palabra árabe Allah,
hispanizada como Alá, significa ‘Dios’ y su etimología es la misma de la palabra
semítica El, con la que se nombra a Dios en la Biblia. Los eruditos islámicos
definen al islam como: «La sumisión a Dios el Altísimo a través del
monoteísmo, la obediencia y el abandono de la idolatría».4 El libro sagrado del
islam es el Corán,5 dictado por Alá a Mahoma a través de Yibril (el arcángel
Gabriel). Los seguidores del islam se denominan musulmanes (del árabe
muslim sol ed omitlú le se amohaM euq naugitsetA .('etemos es euq' ,لم س م
profetas enviados por Dios y sello de la Profecía.6
Se aceptan como profetas principalmente (pero no limitándose) a Adán, Noé,
Abraham, Moisés, Salomón y Jesús (llamado Isa). Además del Corán, los
musulmanes de tradición sunita siguen asimismo los hadices y la sunna del
profeta Mahoma, que conforman el Registro histórico de las acciones y las
enseñanzas del Profeta. Se aceptan también como libros sagrados la Torá (el
Antiguo Testamento de los cristianos), los Libros de Salomón y los Evangelios
(el Nuevo Testamento).
El islam es una religión abrahámica monoteísta que adora exclusivamente a
Alá sin copartícipes. Se estima que hay en la actualidad entre 1.000 y 1.200
millones de musulmanes en el mundo. Según el Vaticano, el islam
(conjuntamente con todas sus ramificaciones) es la religión más extendida del
mundo, ya que recientemente ha superado el número de católicos,7 y la
segunda religión del mundo si se suma el número de fieles de las distintas
confesiones del cristianismo.
El islam se inició con la predicación de Mahoma en el año 622 en La Meca (en
la actual Arabia Saudita). Bajo el liderazgo de Mahoma y sus sucesores, el
islam se extendió rápidamente. Existe discrepancia entre los musulmanes y no
musulmanes de si se extendió por imposición religiosa o militar, o por
conversión de los pueblos al islam.
11. Dios
Medallón mostrando la palabra Allah. En Santa Sofía, Estambul (Turquía).
Dios en el Corán se nombra a sí mismo como Allah, nombre derivado de la raíz
semítica El. Aunque el término es conocido en Occidente como referencia al
Dios musulmán, para los hablantes en árabe (de cualquier religión, incluidos
cristianos y judíos) se emplea como referencia a "Dios".13 14 15 La creencia en
Dios dentro del islam consiste en cuatro aspectos:
1. En Su existencia. Esto primeramente por guía del Creador a Su siervo,16
posteriormente por evidencias del instinto natural del ser humano, la
razón, los sentidos, signos en la creación y como prueba principal; los
textos sagrados.17 18
2. En que Él es el único, en Sus actos y dominio de este Universo, es decir:
Él único Creador, Sustentador, Soberano, etc.
3. En que Él es la única divinidad y sustentador de las cualidades divinas,
por lo tanto solamente Él es el merecedor de la adoración.
4. En Sus nombres y atributos: Consiste en afirmar de Dios lo que ha
afirmado de Sí mismo en el Corán o a través del profeta Mahoma, sobre
sus nombres y atributos divinos, sin distorsión, negación, o asemejarlo a
algo de este mundo.19 20
Dado que se trata del mismo Dios de cristianos y judíos, las cualidades que los
musulmanes le atribuyen son básicamente las mismas que le atribuyen
aquellos, pero hay diferencias considerables. Es reseñable, sin embargo, que
el islam, a semejanza del judaísmo pero alejándose del cristianismo, insiste en
su radical unidad (tawhid), es decir, que es uno y no tiene diversas personas
(como afirma en cambio la mayoría de las corrientes cristianas con el dogma
de la Trinidad) en su carácter incomparable e irrepresentable.
El islam se refiere a Dios también con otros noventa y nueve nombres, que son
otros tantos epítetos referidos a cualidades de Dios, tales como El Clemente
(Al-Rahmān), El Apreciadísimo (Al-'Azīz), El Creador (Al-Jāliq). El conjunto de
los 99 Nombres de Dios recibe en árabe el nombre de al-asmā' al-husnà o ‘los
12. más bellos nombres’, algunos de los cuales han sido utilizados asimismo por
cristianos y judíos o han designado a dioses de la Arabia preislámica. Algunas
tradiciones afirman que existe un centésimo nombre que permanece
incognoscible, que es objeto de especulaciones místicas, y que se define en
ocasiones como el Nombre Inmenso (ism al-'Azam), o como el Nombre de la
Esencia, figura que existe igualmente en el judaísmo, y que ha tenido una gran
importancia en el sufismo. Otras veces, se utiliza simplemente la palabra rabb
(señor).
Mahoma dijo que Dios tenía 99 nombres; en este versículo del Corán se
mencionan algunos:
Es Alá "no hay más Dios que Dios", el Conocedor de lo oculto y de lo patente.
Es el Compasivo, el Misericordioso. Es Alá "no hay más dios que Dios", el Rey,
el Santísimo, la Paz, Quien da Seguridad, el Custodio, el Poderoso, el Fuerte,
el Sumo. ¡Gloria a Alá! ¡Está por encima de lo que Le asocian! Es Allhá, el
Creador, el Hacedor, el Formador. Posee los nombres más bellos. Lo que está
en los cielos y en la tierra Le glorifica. Es el Poderoso, el Sabio.
Ángeles
Ángel representado en un mosaico según la creencia Selyúcida.
La fe en los ángeles dentro del islam consiste en:
1. Su existencia.
2. En aquellos ángeles de quienes se saben sus nombres (por la
revelación), como Gabriel o Rafael, y de aquellos cuyos nombres
ignoran, creen en ellos en general.
3. En sus cualidades, creen que el ángel Gabriel se le apareció a Mahoma
en diferentes formas. Son siervos de Dios y no desobedecen a Dios en
lo que les ordena, no poseen cualidades de señorío o divinidad, son una
gran cantidad, muchísimos y su número solamente lo conoce Dios.31
13. Libros revelados
La fe en los libros revelados dentro del islam comprende:
1. En que fueron descendidos y revelados por Dios:
o El Corán (Qur’an) revelado al profeta Mahoma.
o La Torá (At-Tawrat) revelada al profeta Moisés.
o Los Salmos (Az-Zabur) revelados al rey David.
o El Evangelio (Al-Injil) revelado a Jesús (Issah para los
musulmanes), hijo de María (Maryam).
El Corán
La primera azora en una copia manuscrita del Corán.
El Corán es el libro sagrado del islam. Los musulmanes creen que fue revelado
a Mahoma por el arcángel Gabriel entre 610 y 632, fecha esta última en la que
falleció dicho profeta. Además de su memorización, se dice que los seguidores
de Mahoma escribieron el Corán en pergaminos, piedras y hojas.
Los musulmanes creen que el texto actual del Corán es idéntico a la revelación
recibida por Mahoma. Él, a su vez, lo dictó a sus discípulos, quienes
memorizaron sus palabras. Los eruditos actuales afirman que la primera
14. compilación escrita del Corán data de tiempos del tercer califa, 'Uthmān ibn
'Affān, quien gobernó entre 650 y 656.
Existen numerosas tradiciones y diferentes puntos de vista en cuanto al
proceso de compilación del Corán. La mayoría de los musulmanes aceptan lo
que indican diversos hadices: el primer califa, Abu Bakr, ordenó a Zaid ibn Zabit
compilar todos los auténticos versos del Corán, tal como se preservaban en
forma escrita o a través de la tradición oral. La compilación realizada por Zaid,
conservada por la viuda de Mahoma, Hafsa bint Umar, y que fue utilizada por
'Uthmān, es la base del Corán actual.
La versión de 'Uthmān organiza las azoras (capítulos) según su extensión, de
forma que las más largas se encuentran al comienzo del Corán y las más
cortas al final. Hay teorías que indican que este orden no cronológico de las
azoras fue establecido por Dios.
El Corán, versión moderna de Al-Azhar, 1123.
El Corán fue escrito originalmente en escritura hijazi, masq, ma'il y cúfica. En
un principio, sin vocales, sólo con consonantes, siguiendo la técnica de
escritura vigente hasta entonces en árabe y en otras lenguas semíticas de la
Península Arábiga. Para evitar posibles desacuerdos en cuanto al contenido de
los versos del Corán, se crearon marcas diacríticas que indicaran las vocales o
la ausencia de éstas, el fonema hamza y la prolongación o geminación de
consonantes. En cambio, no tiene signos de puntuación, interrogación o
exclamación, pues el idioma árabe contaba con partículas (palabras breves) de
interrogación y de énfasis.
La forma del Corán más utilizada actualmente es el texto de Al-Azhar de 1123,
preparado por un grupo de prestigiosos eruditos de la Universidad Islámica de
Al-Azhar de El Cairo.
La mayor parte de los musulmanes veneran el libro del Corán. Lo envuelven en
paños limpios y se lavan las manos antes de los rezos o para leerlo. Los
ejemplares coránicos en desuso no se destruyen como papel viejo, sino que se
queman o se depositan en "tumbas" para el Corán.
15. Muchos musulmanes memorizan al menos parte del Corán en su idioma
original. Aquellos que memorizan totalmente el Corán son conocidos como
hāfiz. En la actualidad existen millones de hāfiz en el mundo.
Desde el comienzo del islam, la mayoría de los musulmanes consideran que el
Corán es perfecto únicamente en la versión árabe en la que fue revelado. Las
traducciones son interpretaciones no infalibles del texto original. Muchas
versiones actuales del Corán indican la versión original en árabe en una página
y la traducción vernácula en otra.
Profetas
El Corán afirma que Dios mandó un mensajero (profeta) a cada comunidad,
llamando adorar únicamente a Dios, y a descreer en todo lo que es adorado
fuera de Él.35 Cada uno de ellos era veraz, guiado y recto, y obedecieron a Dios
en lo que les fue encomendado, ninguno de ellos cambió o alteró su mensaje.
Todos ellos eran seres humanos, creaciones de Dios, sin cualidades de
divinidad o Señorío, y no pueden responder si se les pide ayuda.36 El Corán
menciona más de 20 profetas, desde Adán hasta Mahoma y llama a Mahoma,
«sello de la profecía»,37 creen que Su misión era devolver el mensaje divino a
su pureza inicial, como en su momento hizo Jesús de Nazaret o Issah ibn
Maryam en árabe (Issah: Jesús, Ibn: ‘hijo’, Mariam: María), a quien Alá en el
Corán lo considera como un profeta y no su hijo.38 39 40
Mahoma
Artículo principal: Mahoma
Representación común de caligrafía del nombre de Mahoma.
Ilustración del siglo XV de una copia de un manuscrito de Al-Biruni que
representa a Mahoma predicando el Corán en La Meca.
16. Mahoma (c. 570 - 6 de julio de 632) era un líder religioso, político y militar árabe
que fundó la religión del islam como fenómeno histórico.41 La opinión de los
musulmanes no es la del creador de una nueva religión, sino como el
restaurador de la original, la fe monoteísta de Adán, Abraham y de otros que se
había corrompido. En la tradición musulmana, Mahoma se ve como el último y
el más grande de una serie de profetas, como un hombre muy cercano a la
perfección, poseedor de virtudes en todos los campos de la vida, espirituales,
políticos, militares y sociales. Por 23 años de su vida, comenzando a la edad
de 40, Mahoma divulgó la recepción de revelaciones de Dios. El contenido de
estas revelaciones, conocido como el Corán, era memorizado y registrado por
sus compañeros.42 Durante este tiempo, Mahoma predicó a la gente de La
Meca, implorándola para abandonar el politeísmo. Aunque algunos se
convirtieron al islam, Mahoma y sus seguidores fueron perseguidos por las
autoridades principales de Meca. Después de 13 años de predicación, Mahoma
y los musulmanes realizaron la Hégira ("emigración") a la ciudad de Medina
(conocida antes como Yathrib) en 622. Allí, con los convertidos de Medina
(Ansar) y los emigrantes de La Meca (Muhayirun), Mahoma estableció su
autoridad política y religiosa.
La Sunna, libros que contienen la compilación de la vida de Mahoma, es de
gran valor para muchos musulmanes, y la creen indispensable para la
interpretación del Corán. Esto es debido a que se tiene registrado dentro de
ella que el mismo Mahoma les ordenó a sus compañeros que escribieran todo
lo que él decía,43 y conforme al Corán, toman sus palabras como revelación.44
De acuerdo con la tradición, Mahoma era una persona de carácter excelente,45
bien parecido, iletrado y un profeta para toda la humanidad.46 Es frecuente
entre los devotos la creencia en que el hecho de que Mahoma fuera analfabeto
es una señal más de que sólo pudo recibir el Corán por revelación divina, dada
la complejidad del libro.