2. LA PINTURA DE HISTORIA O HISTORICA
Genero que intermitentemente se ha presentado en toda la historia del
arte occidental; relata siempre un evento de la historia nacional, actual
o del pasado, por ello implica, , una actitud de realismo, que da
testimonio del hecho presenciado, o que reconstruye los hechos
históricos.
Estos hechos deben ser significativos para la historia de un país,
generalmente implican un momento de tránsito o un rito de paso: un
acto fundacional, un juramento, una ascensión al poder, un sacrificio,
una abdicación, una batalla. La lucha, el heroísmo y los valores
morales subyacen en la pintura histórica y le dan su
justificación.
En este sentido, toda pintura histórica es necesariamente política,
porque está al servicio de unas ideas y de una determinada concepción
del ser humano. En general, la pintura histórica exalta también el
valor, la libertad, la lealtad y el patriotismo. Y en todo caso, siempre
virtudes cívicas, desde la fe en las ideas, cualesquiera que ellas sean,
hasta el culto a la rectitud y a la verdad.
3. La primera muestra de pintura
histórica en Colombia, se dio
el día jueves 8 de agosto del
año bisiesto de 1816. Se
trata de El Quintamiento,
sufrido ese día por algunos
patriotas de la Campaña del
Sur prisioneros, en la cárcel de
Popayán, a manos del capitán
realista Laureano Gruesso.
Al pie del dibujo, su autor
escribió estas palabras:
«José María Espinosa Prieto en
los calabozos de Popayán
cuando fue quintado para ser
fusilado el año de 1816.
Cuadro pintado por él mismo
en el calabozo».
El quintamiento. Tinta y aguada de José María Espinosa,
1816. 14 x 22.5 cm. Casa Museo del 20 de Julio, Bogotá.
4. La escena, muestra las dos
filas enfrentadas de los
prisioneros y de los soldados
realistas, y al jefe español
con la espada desenvainada,
como una figura
caricaturesca.
Medio siglo después;
Espinosa, pinto de nuevo La
Quintada, esta vez en el
álbum del historiador, José
María Quijano Otero; el cual
se conserva en la Biblioteca
Luis Ángel Arango (Bogotá).
Esta vez lo acompaña con una
acuarela en donde se presenta
con mas detalle al grupo de
prisioneros y el patio de la
cárcel, se diferencia incluso el
detalle de los vestidos de los
patriota.
Escena del "quintamiento" de Popayán, en 1816. Acuarela de
José María Espinosa, 1869, 22.3 x 20.2 cm. Álbum de José María
Quijano Otero. Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.
5. El realismo que implica
una pintura histórica
supone atención al
detalle. La fisonomía
y actitudes de los
personajes, los trajes y
objetos, la
escenografía, adquieren
una importancia especial.
La composición y los
efectos son más
complejos que en una
pintura convencional.
Muerte del general Santander. Óleo de Luis García Hevia, 1841.
163 x 205 cm. Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
Muerte del General Santander; «Esta obra de
enorme valor testimonial es el cuadro histórico más
importante del siglo XIX colombiano» Pilar Moreno
de Ángel. Reúne en un apretado espacio a 17
personajes, el dibujo es neto, y exacta la ejecución
de los retratos, personajes que están plenamente
identificados, aquí, no podemos dejar de apreciar la
austeridad republicana que emana de esta obra.
6. La pintura de historia, proporciona imágenes
inolvidables, que alimentan la cultura visual de
los habitantes de un país.
La pintura de historia o histórica, es un género
pictórico que se inspira en escenas con eventos
de la historia o de los acontecimientos históricos
de un país.
Igualmente, se incluye en este género la
alegoría y aquellos cuadros que toman su
narración, no de la historia sino de la
literatura. Es decir, se le llama «histórica» no
porque represente exclusivamente acontecimientos
históricos, sino porque narra una historia.
7. Asesinato de Sucre. Óleo de Pedro José Figueroa, 1835. 139.5 x 2 00
cm. Colección Banco de la República, Bogotá.
Por eso la pintura
histórica no
puede evitar la
teatralidad, como
no la pueden
evitar tampoco la
música y el drama
del clasicismo, o la
ópera, que también
se nutre de la
historia.
Pedro José Figueroa, autor de numerosos
retratos de Bolívar y de algunos cuadros
religiosos, pintó Asesinato de Sucre en 1835,
en gran formato, a cinco años de la muerte
de Sucre y tres años antes de morir él
mismo. En este lienzo la pintura histórica y la
motivación política se unen, pues 1835 es
el año en que una nueva candidatura de José
María Obando a la presidencia de la
República es lanzada en Panamá, Obando era
señalado como el autor intelectual del asesinato
de Sucre.
8. Policarpa Salavarrieta marcha al suplicio. Óleo de autor
no identificado, siglo XIX. 73 x 91 cm. Museo Nacional de
Colombia, Bogotá.
La pintura histórica, exalta
al individuo (a veces bajo la
forma del héroe), a la
colectividad y a la
naturaleza, es decir, al
paisaje de un país, que
muchas veces también se
convierte en protagonista.
Pero la exaltación puede
recurrir a formas simbólicas, y
entonces se convierte en pintura
alegórica, que no es
propiamente histórica, puesto
que ya no narra un hecho tal
como ha ocurrido.
Policarpa Salavarrieta marcha al suplicio, marca el inicio
de una rica iconografía. «El trabajo minucioso de los
rostros y del Cristo demuestra que el pintor tenía pleno
conocimiento de su oficio. Beatriz González.
La alteración de los volúmenes hace de este cuadro un claro
antecedente de la pintura de Fernando Botero. El
tratamiento del color recuerda la elegancia propia de
las pinturas de la Colonia».
9. La pintura histórica, exalta al
individuo (a veces, bajo la forma
de héroe), a la colectividad y a
la naturaleza, es decir, al
paisaje de un país, que muchas
veces también se convierte en
protagonista, como en las famosas
Batallas de Espinosa (ver
siguiente diapositiva).
Pero la exaltación; puede
recurrir a formas simbólicas, y
entonces se convierte en
pintura alegórica, que no es
propiamente histórica, puesto
que no narra un hecho tal y
como ocurrió realmente.
Nunca fuera caballero de damas tan bien servido. Acuarela de
José Manuel Groot, ca. 1847. Antigua colección Rivas Sacconi,
Bogotá.
Nunca fuera caballero de damas tan bien servido;
durante el primer gobierno de Tomás Cipriano de
Mosquera, quien aparece palustre en mano rodeado de
sus hombres de confianza. Arriba, un cuervo sostiene
una cartela con la leyenda "Progreso del país", asociado a
un cangrejo que, como se sabe, anda para atrás. Otras
leyendas irónicas completan la pintura.
10. Juanambú año de 1814. Acuarela de José María
Espinosa, ca. 1848. 13.4 x 21 cm. Museo Nacional de
Colombia, Bogotá.
La acuarela Juanambú año
de 1814, muestra en
esencia la concepción que
Espinosa tiene de sus
cuadros de batalla: un
detalle dramático en primer
plano, la acción militar en el
plano medio y en el fondo,
y todo insertado en la
grandiosidad del paisaje.
Como bien se ha dicho
siempre a propósito de estas
batallas, en ellas, "la
naturaleza predomina sobre
la narración histórica".
Pero tampoco hay que caer
en una interpretación que
vea en estos cuadros sólo
un paisaje.
11. Batalla de los Ejidos de Pasto, 1814. Óleo de José María Espinosa
1850. 80 x 120,cm. Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
La Batalla de los Ejidos
de Pasto, que se libró el
10 de mayo del año 1814,
con la derrota de los
patriotas.
Espinosa, cuenta que en
El Calvario, sitio del
combate, el caballo de
Nariño cayó muerto de un
balazo, dice: “Cargaron
sobre el general varios
soldados de caballería; él,
sin abandonar su caballo,
con una pierna de un lado y
otra de otro del fiel
animal, sacó prontamente
sus pistolas”…..
Es la escena que se ve en el
centro del cuadro.
12. José María Espinosa, pinta
La Pola en capilla, un óleo
de formato mediano, que el
pintor obsequió al
presidente Manuel Murillo
Toro, el 20 de julio de
1873, "como un pequeño
testimonio de su
benevolencia", según reza
una inscripción en tinta
negra al dorso del cuadro.
En su prisión del Colegio
Mayor del Rosario, Policarpa
vela en capilla ante una
mesa con un crucifijo, vigilada
por un guardia. Lleva
escapulario y un papel con
las palabras "Santander“ y
"Casanare".
La Pola en capilla. Oleo de José María Espinosa, ca. 1857. 80 x 70 cm.
Consejo Municipal, Villa de Guaduas.
13. El Museo Histórico de
Marinilla; para la
exposición Cien años de la
Guerra de los Mil Días en el
Museo Nacional; presento
dos Estampas de un pintor
que no figura en los
anales de pintura Histórica
del país, El pintor; Eladio
Rubio, pintó sus óleos
hacia 1902.
Soldados marchando; es
un homenaje a la figura
central: la Juana, que mira
al espectador y camina
con gracia campesina.
La figura ebria y exaltada
del primer soldado también
mira al pintor en gesto de
connivencia.
Soldados marchando. Óleo de Eladio Rubio, ca. 1902. 94 x 76
cm. Museo Histórico, Casa de la Cultura, Marinilla.
14. La guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá, despertaron en los
colombianos la necesidad de reflexionar sobre el país, su pasado y su
destino.
La fundación de la Academia Colombiana de Historia y la celebración de los
centenarios del grito de independencia, de los mártires de la patria, de la gesta
libertadora y del IV centenario de Bogotá; animaron a los pintores colombianos
a tratar asuntos históricos.
Esta incipiente escuela de pintura histórica nacional, no tiene nada que
ver con las escuelas europeas de tendencias modernizantes, con lecciones aprendidas
del impresionismo.
Una segunda característica, que no tiene excepciones, es el afán de
documentación ambiental: sitios geográficos y urbanos, retratos de los
protagonistas, vestuarios y objetos.
La pintura histórica colombiana no tiene en este sentido fantasía, sino rigor,
no inventa, sino que reconstruye. Es modesta en términos creativos, pero relata
los hechos con honestidad.
Finalmente, es una pintura moderna, en cuanto que abandona el claroscuro
y utiliza colores claros y vivos.
15. El paso de los Llanos, 1819. Óleo de Jesús María
Zamora, 1910. 145 x 200 cm. Academia Colombiana de
Historia, Bogotá.
Con el óleo El Paso de los Llanos,
Jesús María Zamora obtuvo la medalla
de oro en la exposición del
centenario de 1910.
La columna avanza encabezada por
Santander y Bolívar, después de
vadear un río. No hay clarines, no hay
uniformes vistosos, casi no hay
armas tampoco. Los patriotas avanzan
al paso de sus cabalgaduras sobre
un pastizal dorado. El despojo es
conmovedor.
La columna avanza dejando atrás los
nubarrones, hacia una zona de luz.
Post tenebras, spero lucem. “La
luz después de la oscuridad”.
En los detalles de las cabezas de Bolívar
y Santander, advertimos el sensible y
moderno trabajo de las fisonomías, que
a simple vista no podemos apreciar.
16. El conjunto del tríptico, es muy
imaginativo desde el punto de las
diferentes perspectivas adoptadas
a cada panel, que enriquecen la
narración y la solemnidad del hecho
histórico, y así mismo su colorido.
La ceremonia de degradación de la
bandera del rey y la jura de las
armas de la república fue la
respuesta de Nariño. El tríptico
fue realizado para el Palacio de la
Gobernación, pero fue trasladado
en 1948 al Museo Nacional,
salvándose así del incendio del 9
de abril.
El juramento de la bandera de Cundinamarca. Tríptico,
Panel central del tríptico al óleo de Francisco Antonio
Cano, 1913.
254 x 564 cm. Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
E l juramento de la bandera de Cundinamarca, es un
tríptico al óleo sobre lienzo, pintado por Francisco Antonio
Cano en 1913. Registra José María Caballero en su diario:
"Viernes 31 de agosto [1831]. Vinieron a San Agustín toda la
oficialidad y una compañía de granaderos y otra de
artilleros, y los granaderos llevaban la bandera del Auxiliar,
que tenía las armas del rey, y llevaron las nuevas banderas
para bendecirlas, con las armas de la república. Degradaron
a la primera [... y después] se comenzó con la bendición de
la nueva, que la bendijo el señor Canónigo Duquesne, con las
formalidades acostumbradas".
17. Del centenario de la batalla de Boyacá, en 1919, procede el cuadro del pintor
cartagenero J.W. Cañarete; titulado Alegoría de la Batalla de Boyacá.
El carácter alegórico de la obra radica en que el pintor selecciona un momento
ideal, después de la batalla, para reunir en un mismo sitio alegórico a los
Libertadores y al jefe vencido. En las nubes, en el centro de la claridad, otros
jinetes cabalgan: la figura de Bolívar en la dimensión del héroe.
18. La batalla de Boyacá, 1926,
Andrés de Santa María,
tríptico de 3.48 por 6.34
metros. Fue pintado al óleo
sobre lienzo para presidir el
Salón Elíptico del Capitolio
Nacional y es la pintura
histórica más importante de
todo el siglo XX, en
términos de arte de avanzada.
Con esta Batalla de Boyacá,
llegó el postimpresionismo a
la pintura de historia
colombiana.
Bolívar ocupa el tablero central,
Santander el de la izquierda y las
huestes llaneras el de la derecha.
Acusada de “ falta de heroicidad”, esta pintura
provocó la crítica desde el momento mismo en que se
instaló en el Congreso.
Se criticó su verismo, el paisaje abrupto y melancólico, el
cansancio de las cabalgaduras, la fatiga de Bolívar, en
suma, la "falta de concepción épica del conjunto", como
lo denunciara el pintor Tavera.
Batalla de Boyacá. Tríptico al óleo de Andrés de Santa María, 1926.
348 x 634 cm. Casa de Nariño, Bogotá.
19. Para la celebración del IV
Centenario de Bogotá en 1938,
Pedro A. Quijano, pintó el cuadro
Fundación de Santafé de Bogotá.
Es su obra maestra, la escena y
los personajes están captados con
naturalidad.
Gonzalo Jiménez de Quesada, levanta
la espada, al lado del famoso
lábaro o estandarte que se guarda en
el Museo Nacional. El trabajo de
armaduras y trajes es
perfeccionista, al fondo se perciben
los techos de paja de algunas de las
doce chozas, y los personajes y el
paisaje se funden en una tonalidad
colorida, pero sin estridencias.
Otra vez observamos una narrativa
eficaz.
Fundación de Santafé de Bogotá. Óleo de Pedro A. Quijano, 1938.
110 x 160 cm. Academia Colombiana de Historia, Bogotá.
20. Con su personal técnica
puntillista, Acuña, vuelve su
mirada al mundo de la conquista
y de los indígenas.
La batalla de Bonza, es un
lienzo de gran formato,
abigarrado de figuras y brillos
metálicos, pintado en 1950.
Acuña niega la profundidad del
espacio, mantiene a sus figuras
en la superficie de la tela y
las interrelaciona como si
trabajara en relieve.
Pintor e historiador al mismo
tiempo, constituye un caso
excepcional e inconfundible,
siempre arraigado en los
temas autóctonos.
La batalla de Bonza. Óleo de Luis Alberto Acuña, 1950. 200 x 150
cm. Colección Juan Manuel Acuña, Bogotá.
21. Policarpa Salavarrieta
conducida al cadalso,
Salón Nacional de 1944.
Los lienzos de
mártires de Pedro A.
Quijano, son pinturas de
género, sorprendentes
para su época de los
años cuarenta, en que
se daban los grandes
cambios del arte
contemporáneo, pero
indudablemente son
hoy, iconos de la
historia patria.
Policarpa Salavarrieta conducida al cadalso. Óleo de Pedro A.
Quijano, ca. 1944. 128 x 96 cm. Casa Museo del 20 de Julio, Bogotá.
22. Los pintores contemporáneos, no hacen pintura de
historia.
Sin embargo, el género revive en algunas obras
excepcionales, como Nariño y los Derechos del
Hombre (1983), de Enrique Grau, Cuadro de
corporación: la Constituyente (1991), tríptico
monumental de Beatriz González y los óleos de
Juan Cárdenas que recrean con la presencia de
personajes históricos algunos escenarios de la
Bogotá decimonónica, como la Plaza de Bolívar y
la Carrera séptima, inspirándose en el pintor
Ramón Torres Méndez y en el grabador Antonio
Rodríguez.
23. Nariño y los Derechos del Hombre. Óleo de Enrique Grau,
1983. 159 x 189 cm. Casa de Nariño, Bogotá.
La Constituyente, oleo sobre tela. 1991. Beatriz González.
24. *
La pintura de historia en Colombia, Calderon, Camilo, 1941.
http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-
272570_archivo_pdf.pdf
http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-
272570_archivo_pdf.pdf
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/m
arzo2004/indice-de-personajes.htm