1. PREHISTORIA Tema XXI Carlos Basté López
2º Cuatrimestre
Tema XXI. Las nuevas formas de vida del Neolítico
1. EL CONCEPTO DE NEOLÍTICO
El Neolítico aparece definido por sus formas de vida campesina, con una economía que
tiene como base principal en su desarrollo la producción de alimentos, en lugar del
simple aprovechamiento (caza y recolección) de los proporcionados por la naturaleza de
forma espontánea. Esto supuso un profundo cambio en la forma de vida del hombre
prehistórico, tanto en lo referido a su relación con el medio como a sus relaciones con el
resto de comunidad, agrupada en forma de poblados o aldeas de carácter más o menos
estable.
Los hombres del Neolítico siguieron cazando y recolectando, bien como actividad
complementaria (forrajeo para calentar, acondicionar viviendas o como alimento del
ganado) o como necesidad de proteger sus cultivos de la voracidad de las especies
herbívoras.
El modo en que las sociedades cazadoras recolectoras se transformaron en sociedades
agrícolas y ganaderas, sus causas y motivaciones, son cuestiones difíciles de precisar,
proponiéndose distintos modelos que tratan de interpretar y explicar el fenómeno de
forma general y comprobar su validez en diferentes lugares y condiciones.
Hay que partir del conocimiento de los grupos mesolíticos de cazadores, pescadores y
recolectores, que hace unos 12.000 años supieron adaptar sabiamente sus vidas al
cambio bioclimático de los tiempos finales del Pleistoceno y comienzos del Holoceno
(final de la glaciación Würm). Durante este período de transición, asistimos a diversos
tipos de asentamiento, de tecnología y tipología industrial, según sus actividades, lo
mismo que a una rotunda evolución en los símbolos de expresión ideológica y ritual. Se
ha argumentado que fenómenos tan característicos como la sedentarización, la selección
de determinadas especies animales en la caza, la recolección intensiva y selectiva de
plantas se podrían dar entre grupos aún mesolíticos, e incluso paleolíticos, no
productores de alimentos, sin que necesariamente se llegara a una auténtica
neolitización (por ejemplo, ciertos grupos gravetienses centroeuropeos o los natufienses
palestinos).
Teniendo en cuanta esta definición de Neolítico, resulta necesario estudiar los restos de
huesos y vegetales encontrados en los poblados, para saber si realmente se alimentaban
de especies cultivadas y de animales domésticos.
1.1 Hipótesis sobre las causas del cambio cultural
Fue Gordon Childe el primero que abordó el estudio del Neolítico como una
transformación en la vida del hombre, lo que él llamó “revolución neolítica”, que habría
tenido como centro originario el Próximo Oriente, desde donde se extendería por el
Mediterráneo y Europa. Otros centros “nucleares” de transformación neolítica debieron
ser los de Asia Oriental y América Central, todos ellos focos de origen de los
principales cultivos de cereales: trigo, arroz y maíz.
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Para Childe, el origen de las formas de vida neolíticas en el Próximo Oriente, estuvo en
los cambios climáticos a consecuencia de los cuales, se produjo una fuerte desecación
de amplios espacios, mientras que los pequeños reductos con recursos de agua
acogieron diversas especies animales y vegetales y al hombre, que supo aprovecharlas y
protegerlas. Es la famosa “teoría de los oasis”, que posteriores estudios
paleoambientales debilitaron al comprobar que los cambios climáticos de esa zona no
fueron tan importantes como Childe creía.
Parecida fue la “teoría de los ríos” de W. Perry, según la cual la domesticación se habría
llevado a cabo en las proximidades fluviales, con agua abundante que facilitara la
reproducción, sin embargo, hoy sabemos que el aprovechamiento hídrico fue posterior.
Braidwood atribuyó el cambio a un proceso cultural gradual: la necesidad del hombre
hacia una mayor estabilidad y su relación cada vez más estrecha con su entorno natural,
dio lugar al proceso de neolitización.
Binford y Flannery pensaron en un origen demográfico, en un crecimiento de la
población, a consecuencia del cual aumentó la necesidad de conseguir un mayor aporte
alimenticio.
La teoría de los centros nucleares de invención y la difusión a partir de ellos, como
proponía Childe, fue duramente criticada por los partidarios de la neolitización
policentrista (Graeme Barrer). Se basaban en el principio de convergencia que
explicaría que el hombre llegara a conclusiones semejantes en lugares de la Tierra
semejantes.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, la localización de las especies silvestres
vegetales y animales que sirvieron de punto de partida, para los primeros cultivos y
animales domésticos. De acuerdo con nuestros conocimientos, las gramíneas silvestres
de las que proceden el trigo y la cebada, son originales del próximo Oriente y lo mismo
podría decirse de la cabra y la oveja domésticas del primer neolítico.
También debemos considerar la datación decreciente de los diversos asentamientos
neolíticos con cultivos y animales domésticos, desde los más antiguos del milenio VIII
a.C., situados en las regiones Próximo Orientales sirio-palestinas, del Zagros, Alto Irak
y Anatolia, hasta los más recientes, del milenio IV a.C., situados en el extremo de
Europa Occidental.
Ambas observaciones nos llevan a concluir que el modelo de Childe sobre la
dependencia del neolítico europeo del del Próximo Oriente, aunque incompleto, es
totalmente correcto.
Pero, ¿cómo se produjo esta difusión a través de un espacio tan basto?
La importancia y movilidad del pastoreo y la ganadería del Neolítico, puso en contacto
poblaciones neolíticas con otras que no lo eran, entre las que fácilmente pudieron
difundirse los nuevos logros económicos y establecerse relaciones de parentesco. Pero
incluso la agricultura con el cultivo continuado de las tierras, llevaba al agotamiento de
estas, obligando a las poblaciones a desplazarse en búsqueda de tierras vírgenes. El
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aumento de población también conlleva la necesidad de ampliar campos de cultivo,
pastoreo y habitación, y con ello una auténtica colonización de nuevas tierras.
Para explicar el proceso de difusión se propone un sistema dual: la colonización de un
territorio por poblaciones neolíticas que introducen nuevas formas de vida en nuevos
lugares (implantación) y la difusión del modelo entre poblaciones que ocupaban
previamente en territorio o eran vecinas del mismo (aculturación).
Las relaciones entre ambos grupos pudieron ser amistosas, con intercambio de
productos y relaciones familiares, de rivalidad por el dominio del territorio de caza por
pastores y agricultores con objetivos muy distintos. También pudieron entrar en
conflicto las conservadoras sociedades con una larga historia con el espíritu renovador
de nuevas poblaciones con ideas nuevas.
La definición de un grupo humano como neolítico, no puede hacerse simplemente en
función de una variable cultural – como podría serlo en el orden tecnológico la cerámica
o la piedra pulimentada -, sino en una transformación global hacia el modo de vida
campesina, con incidencia en su organización social e ideología, su hábitat, su
tecnología, etc.
2. LA SEDENTARIZACIÓN Y LA ORGANIZACIÓN DE LA VIDA SOCIAL
EN POBLADOS
Definimos la sedentarización como el agrupamiento de una población, reunida por una
comunidad de intereses en relación a un territorio o espacio geográfico concreto,
independientemente de las relaciones de parentesco que puedan unirla. El grupo
sustentaría su forma de vida a partir de una instalación permanente o de un campamento
estacional renovado en el mismo sitio.
Un factor determinante para el asentamiento en un lugar concreto parece ser la
dimensión del territorio, cuando pude ser explotado a partir de un hábitat único sin
necesidad de largos desplazamientos y cuando sus recursos se renuevan por sí mismos
de forma natural o mediante la intervención humana. La instalación permanente serviría
además como reafirmación de la propiedad de uso de un territorio por parte de la
comunidad. Es sedentarismo lleva consigo una nueva organización social y económica,
garantizando mejor una propiedad estable y la posibilidad de conservación de los
excedentes.
Cuando los recursos naturales se renuevan por sí mismos, pueden darse
establecimientos sedentarios arraigados en un ambiente particularmente favorable,
incluso entre comunidades paleolíticas y mesolíticas. Un hábitat estacional e incluso
permanente, se explica por las buenas condiciones de caza, pesca y recolección, en
economías muy diversificadas, adaptadas a veces a determinadas épocas del año
(yacimientos estacionales de Star Carr o permanentes de Ertebölle, Téviec, Hoédic o
Moita de Sebastiao, dedicados principalmente a la pesca y la recolección de mariscos).
A partir del Neolítico, la sedentarización se generaliza, ya que las nuevas técnicas
agrícolas y ganaderas consiguen de forma artificial la renovación de las especies con
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una mayor garantía, facilitando al mismo tiempo la posibilidad de agrupamientos
mayores de población y organizaciones sociales más complejas con grupos
especializados.
El asentamiento fijo – poblado o aldea – pronto resultó de especial importancia para
organizar y hacer rentable el nuevo sistema. Se trata de una estructura de hábitat
agrupado, de varias unidades de habitación o actividad que se ocupan de forma
simultánea, respondiendo a las necesidades del grupo. Se distingue del campamento en
que éste es estacional e incluso nómada. Los primeros poblados permanentes parecen
haber sido los mesolíticos natufienses (Ain Mallaha, Palestina), hacia el 10.000 a.C.
aproximadamente.
En la fase siguiente, Neolítico precerámico, hacia el 8.000 a.C., los poblados aumentan
su superficie de forma destacada, pudiendo llegar a 2 ó 3 hectáreas (Mureybet, Siria).
Sus casas se yuxtaponen sin orden aparente pero lo hacen sobre la superficie de suelo
con armazones de madera y barro, con plantas todavía circulares pero
compartimentadas. Más tarde se construyen casas rectangulares, de planta simple, a uno
o dos niveles, asociando pequeños espacios de almacenamiento al de habitación.
Hacia el 6.000 a.C., empezaron a manifestarse los primeros elementos de urbanismo
regularizado con trazados de calles y espacios abiertos a modo de plazas, casas de
planta rectangular de varias habitaciones a veces comunicadas, y aglomeraciones de
poblamiento cada vez más extensas, pudiendo llegar a las 10 has., sin embargo, siguen
siendo aldeas. Durante el estudio de estos poblados, es muy importante el análisis de las
estructuras de los poblados: casas de distinto tamaño que indicarían desigualdad social,
existencia de casas comunales, si los hogares y graneros son unifamiliares o comunales,
si hay un edificio de tipo santuario, etc.
La verdadera ciudad surgió hacia el año 3.000 a.C., con sus edificios de prestigio
(palacios y templos) y los primeros testimonios de vida administrativa que proporcionan
los documentos escritos, y con sistemas políticos de tipo autoritario.
En Europa, el poblado aparece desde mediados del 6.000 a.C. con las primeras
manifestaciones Neolíticas de Karanovo (Bulgaria central), contemporáneas de las
culturas de Starcevo o Körös-Cris. Es la única región de Europa en que se han excavado
plantas completas de poblados con una organización interna de calles y, en ocasiones
rodeados de empalizadas.
Desde mediados del 5.000 a.C. ya aparecen en la región de Tesalia (Grecia), en Sesklo,
casas de planta rectangular completa.
En la zona mediterránea, es interesante el poblado neolítico antiguo con cerámica
cardinal de Courthezon (Francia), dechado por C14 en el 4.650 a.C.
En el área danubiana en el 5.000 a.C. aparecen grandes construcciones alargadas
rectangulares y después trapezoidales, con techo a doble vertiente y cubierta vegetal,
sostenido por un fuerte armazón de madera apoyado sobre gruesos troncos o postes.
Las viviendas semilacustres de las orillas de los lagos suizos, de la zona alpina italiana y
del Jura francés, son un buen ejemplo en el Neolítico medio y reciente, de la adaptación
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de la vivienda al medio (Charavines, 2.400-2.300 a.C.; Clairvaux, 3.700-3.500 a.C.).
Otro buen ejemplo más cercano lo tendríamos en el poblado de la Draga, en el lago de
Bañolas (Gerona), fechado por C14 entre el 6.700 y el 5710 a.C.
3. LA DOMESTICACIÓN DE PLANTAS Y ANIMALES
La producción de alimentos mediante el control de los ciclos de reproducción de los
animales y plantas, fue la base del cambio de vida del hombre neolítico. Los primeros
agricultores y ganaderos actuaban de forma empírica, como consecuencia de sus propias
observaciones sobre el comportamiento de la naturaleza, para seleccionar variedades
vegetales y animales.
El interés por conocer el comienzo del uso de plantas cultivadas por parte del hombre es
el principal objetivo de la paleobotánica.
Actualmente, es posible recuperar numerosos restos vegetales y de fauna en las
excavaciones arqueológicas, mediante el sistema de flotación de las tierras que forman
los suelos.
En cuanto a la domesticación de animales, se ha avanzado mucho en el estudio de las
especies originarias salvajes y su distribución geográfica desde comienzos del
Holoceno, así como la presencia de las primeras especies domésticas en los yacimientos
prehistóricos.
3.1 Las plantas cultivadas
Parece que fue en el Mediterráneo Oriental donde se originaron y manipularon las
primeras plantas cultivadas que caracterizan el Neolítico europeo. La primera fase del
proceso sería la de cultivos de tipo silvestre con semillas recogidas en las áreas de
origen. Luego vendría la selección de plantas mutantes, cuyas características
reproductivas harían difícil su supervivencia en estado silvestre y que con la
intervención externa lo consiguen, acabando por dominar los cultivos, con la
eliminación de tipos silvestres originales.
Una espiga de trigo está compuesta por espiguillas individuales alineadas una sobre otra
a cada lado de un tallo central llamado caquis, que en especies silvestres es sumamente
quebradizo lo que, al madurar, hace que las espiguillas caigan en tierra y se puedan
reproducir de forma espontánea. Si se realizaba su recolección antes de estar madura, se
evitaba la pérdida de granos. Con la domesticación, el raquis se fortalece, lo que permite
la recolección del cereal maduro, siendo al mismo tiempo necesaria la intervención
humana con la siembra para su reproducción.
Los primeros cereales que se domesticaron se fechan hacia el 8.800 a.C. en los niveles
neolíticos de Aswad (Siria). Algo más tarde hay cereales domésticos en Jericó, Gilgal y
Netiv Hagdud (Palestina) y en el neolítico de Cayönü (Turquía).
Los cereales eran fácilmente almacenables, una excelente fuente de energía y su déficit
de proteínas podía compensarse por el proporcionado por la carne, pescado o moluscos,
o con las proteínas vegetales de las leguminosas. Guisantes y lentejas se cultivaron
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desde comienzos del Neolítico ya que, además, las raíces de leguminosas aportan
nitrógeno a los suelos por lo que su cultivos alternado con los cereales es muy
beneficioso para la tierra.
Las primeras siembras de cereal debieron ser con semillas silvestres recolectadas en sus
áreas de origen y, en el curso de esta práctica, se iría llegando a la domesticación. Así,
el trigo doméstico (triticum monococcum), surgiría del cultivo de su antecesor silvestre,
triticum boeoticum, que todavía se da de forma espontánea en el Oriente Próximo.
La cebada también crece silvestre en el Próximo Oriente en condiciones ecológicas
muy diversas y aparece junto con el trigo en los asentamientos neolíticos.
El cultivo del arroz se inició, al parecer, al este de Tailandia (Non Nok) hace unos
5.500 años. Hacia el 2.000 a.C. parece que se inició su cultivo en el Neolítico del sur de
China., sin embargo, el cultivo más importante en este período – período Yang Shao -
parece ser el mijo, cuyo cultivo también fue importante en el Neolítico antiguo en
Europa central y oriental, especialmente en los territorios de las actuales Hungría y
Rumania.
La especie cultivada del maíz, originario de América, constituía la alimentación básica
de las poblaciones precolombinas de Perú y América Central, sin embargo, actualmente
no se encuentra en estado silvestre. En Méjico, el maíz más antiguo aparece en
Tehuacan, en los niveles de la fase Coxcatlán, hace unos 6.800/5.500 años. En América
del Sur, el maíz cultivado más antiguo procede de Ayacucho y se fecha en la fase Chiua,
hace unos 6.500/5.000 años. Al parecer, en América se cultivaron antes otras plantas
como la calabaza, habichuela y el pimiento, desde el 6.500 a.C.
Las plantas leguminosas – haba, arveja, guisante y lenteja -, también fueron cultivadas
desde los comienzos, debido al tamaño de sus semillas, la facilidad de su
almacenamiento y su alto valor proteico.
También fue importante el lino como planta oleaginosa, de cuya simiente se extraía
aceite, y como fibra textil. En El Fayum se han encontrado fragmentos de tejido de lino
fechados hacia el 4.500 a.C.
3.2 Los animales domésticos
La relación del hombre con los animales a lo largo de la Prehistoria depende de las
características de cada especie, de sus posibilidades de acercamiento al hombre y de la
edad. Puede que los animales se acercasen al hombre en busca de abrigo y protección,
para alimentarse de sus desperdicios o por la fuerza, mediante captura y domesticación
de un individuo joven.
La verdadera domesticación supone cambios biológicos en el animal, que se integra en
la organización socio-económica del grupo humano. Cuando el hombre aísla un grupo
de animales apartándolos de los demás de su especie, hace que sólo puedan reproducirse
entre ellos, favoreciendo la aparición de genotipos nuevos. Protegidos por el hombre,
desaparece el fenómeno de selección natural y ya no pueden sobrevivir y reproducirse
en el ambiente natural. La selección artificial da lugar a nuevas especies según el interés
del hombre por sus caracteres estructurales (talla, morfología, etc), por su
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comportamiento (velocidad, fuerza) y especialmente según las necesidades de su
aprovechamiento por la comunidad (su carne, lana, leche, etc)
La domesticación de las primeras especies animales – oveja, cabra, cerdo, buey – se
documentan arqueológicamente desde tiempos muy antiguos en el Próximo Oriente.
La domesticación del perro parece ser muy antigua, a partir del Canis lupus, en el seno
de comunidades cazadoras recolectoras. En el Próximo Oriente el perro doméstico está
documentado en el Epipaleolítico de los Zagros de Palegawra (Irán) y en el natufiense
antiguo de Mala y Hayonim (Israel) desde hace unos 13.000-12.000 años. En Europa es
algo más tardío hace unos 10.000 y en América del Norte hace unos 10.400 años.
La cabra parece haber sido el primer animal propiamente doméstico. Se documenta
desde el Neolítico precerámico del Levante y el Zagros, hace unos 9.500/8.500 años. Su
origen estaría en la cabra salvaje que tiene su hábitat en el Próximo Oriente, en
ambientes rocosos, con acantilados y pendientes de las montañas (Tauro, Kurdistán…)
El cordero doméstico tiene su origen en el carnero oriental, que actualmente vive en el
sur de Turquía central, Armenia, Azerbaidjan y sureste del Zagros. El carnero prefiere
zonas abiertas, semidesérticas, estépicas o con formaciones vegetales enanas, por donde
extenderse y correr. La especie doméstica se documenta desde el Neolítico precerámico
reciente en todo el Próximo Oriente, hace unos 8.500 años.
Los antecedentes del buey doméstico están en el auroch, especie salvaje bien
representada en zonas boscosas de Europa y Próximo Oriente en el Holoceno. Su
dependencia del agua impidió que ocupara zonas demasiado secas. Su domesticación se
documenta al final del Neolítico precerámico del Levante, seguramente a partir de los
aurochs del Próximo Oriente, hace unos 8.000 años.
El cerdo doméstico tiene su antecedente en el jabalí, cuyo hábitat natural se extiende
por zonas templadas. Es propio de zonas boscosas, ricas en sotobosque y en monte bajo,
aunque necesitan el agua para sobrevivir. Su domesticación más antigua debió de
producirse hace unos 8.000 años.
La domesticación del caballo parece haberse producido en las grandes llanuras del norte
del mar Negro hace unos 5.800 años (yacimiento de Dereivka, sur de Ucrania). A
finales del Pleistoceno sólo subsistían caballos de talla media, el Tarpan y el caballo de
Przevalski o Taki.
4. EL DESARROLLO TECNOLÓGICO Y LOS INTERCAMBIOS
Las nuevas condiciones de vida exigían una adaptación, crearon nuevas necesidades y
cada vez más se beneficiaron de un mejor conocimiento del medio geográfico, de sus
recursos y sus posibilidades de aprovechamiento.
La siembra, la recolección, el almacenamiento y la molienda exigían un instrumental
adecuado; las instalaciones en un poblado permanente dieron lugar a la construcción de
viviendas más sólidas y adaptadas a las necesidades de la familia y de la organización
social y económica de la comunidad. El utillaje de piedra, hueso y madera, evolucionó
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según sus necesidades funcionales. La técnica del pulimento se desarrolló e
incrementó mucho, generalizándose en la fabricación de herramientas, adornos y
recipientes, en materias primas cada vez más variadas y seleccionadas.
El vestido y el adorno también evolucionaron, sobre todo con el perfeccionamiento de
las técnicas de cestería y tejido de fibras de origen vegetal y animal. El simple trenzado
de fibras lo tenemos bien documentado en el magnífico conjunto de la cueva de los
Murciélagos de Albuñol (Granada), con restos de vestidos y calzado de esparto del IV
milenio a.C. Las representaciones en cerámica, las fusayolas, husos, carretes y pesas del
telar, se generalizan desde el Neolítico medio. La cestería la tenemos bien documentada
desde el Neolítico precerámico en Nea Nicomedia (Grecia).
La cerámica es, sin duda, uno de los logros tecnológicos más originales del Neolítico,
aunque tampoco aparece en sus inicios. Supone la transformación de la arcilla en una
sustancia plástica modelable y en sólida tras el proceso de secado y cocción. La arcilla
fue objeto de múltiples aplicaciones; quizás la primera pudo ser su uso en la fabricación
de revestimientos, silos de almacenamiento, tabiques y paredes de viviendas, bancos,
hogares, etc. Cualquiera de estos elementos, sometidos al fuego de forma casual o
voluntaria, pudo advertir al hombre neolítico de sus posibilidades de resistencia y
mantenimiento de las formas adquiridas, para fabricar recipientes y pequeños utensilios.
La cerámica ofrece numerosas variaciones morfológicas, técnicas o decorativas. Esto
hace que sus restos hayan permitido establecer secuencias evolutivas, determinar grupos
más o menos relacionados entre sí, lo que suele clasificarse de “horizontes” e incluso
“culturas”.
Los intercambios son otro fenómeno que hay que considerar. La presencia en los
poblados y necrópolis de útiles en rocas exógenas, cerámicas o adornos que no son de
producción local dan una idea de la demanda de determinados bienes necesarios,
materias primas e incluso objetos suntuarios del hombre neolítico.
Podría pensarse en un intercambio reducido, con desplazamientos de grupos o
individuos que facilitarían el trueque y la exogamia entre comunidades distintas, los
regalos o presentes recíprocos de prestigio.
Entre las materias primas intercambiadas, a veces a distancias considerables, en el
Neolítico, destaca la obsidiana. Se trata de una roca volcánica que aparece en escasos
yacimientos mineros y cuya composición química varía mucho de uno a otro. Tal es el
caso de la obsidiana de Anatolia, de las Cícladas, las Lípari o Cerdeña, cuya
distribución en algunos casos se remonta a tiempos anteriores al Neolítico. Una
distribución más restringida la tuvieron determinadas rocas de tipo basáltico.
Un caso destacable de nuestro Neolítico avanzado es el uso de adornos de piedra verde
desde mediados del IV milenio a.C. Para satisfacer esta moda de piedra verde, llamada
calaita, se usaron rocas de composición diversa. Concretamente, los collares de cuentas
de piedra verde de los “Sepulcros de fosa “ (Cataluña), parecen ser de variscita férrica,
mineral cuyo beneficio impulsó la explotación minera de Can Tintoré (Gavá,
Barcelona). Los mineros neolíticos excavaban pozos y galerías con picos y martillos
exclusivamente de piedra en la segunda mitad del IV milenio a.C.
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La posterior capacidad técnica para el trabajo de la materia prima como en la
elaboración de las cuentas del collar, nos indica que nos encontramos ante comunidades
neolíticas con una organización compleja y estable, capaces de desarrollar incluso una
actividad comercial, no sólo de excedentes sino también de bienes suntuarios.
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La posterior capacidad técnica para el trabajo de la materia prima como en la
elaboración de las cuentas del collar, nos indica que nos encontramos ante comunidades
neolíticas con una organización compleja y estable, capaces de desarrollar incluso una
actividad comercial, no sólo de excedentes sino también de bienes suntuarios.
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