Prueba de evaluación Geografía e Historia Comunidad de Madrid 4ºESO
Mallardi - Oliva: Aportes táctico-operativos a los Procesos de Intervención del Trabajo Social
1. Aportes táctico-operativos a los Procesos de intervención
del Trabajo Social
ANDREA A. OLIVA
MANUEL W. MALLARDI
- COMPILADORES -
1
2. ÍNDICE
Índice ............................................................................................................................... 2
Capítulo Introductorio: Procesos de Intervención y tácticas operativas en Trabajo
Social ............................................................................................................................... 4
Conocimiento Situacional y Práctica del Trabajo Social..............................................12
Introducción:................................................................................................................12
Algunas precisiones conceptuales.................................................................................13
Momento Explicativo:..................................................................................................19
Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales ....21
Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales .........................26
Bibliografía..................................................................................................................30
La observación en la práctica profesional del Trabajador Social................................33
Introducción.................................................................................................................33
La observación de las manifestaciones de la “cuestión social” ......................................34
Observación y conocimiento ........................................................................................39
La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica ......................40
Modalidades de la observación.....................................................................................41
Bibliografía consultada ................................................................................................43
La Entrevista en Trabajo Social....................................................................................45
Palabras Preliminares ...................................................................................................45
La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo Social................46
Aproximaciones a una definición polilógica de la Entrevista ........................................48
La reconstrucción de las Manifestaciones de la Cuestión Social en la Entrevista ..........50
La comprensión activa como momento dialógico con el entrevistado .......................54
El otro como realidad a reconstruir a partir del discurso............................................56
La Intervención Socio-educativa en el Trabajo Social ..................................................63
La intervención Socioeducativa en el proceso de la entrevista ..................................67
Consideraciones Finales ...............................................................................................70
Bibliografía..................................................................................................................72
Características de las Visitas Domiciliarias ..................................................................77
Introducción.................................................................................................................77
Visitas y funciones de asistencia gestión y educación ..................................................78
Los sujetos de la visita .................................................................................................80
Visitas a usuarios o beneficiarios..............................................................................81
Visitas a potenciales usuarios o beneficiarios............................................................82
Visitas a supervisados ..............................................................................................83
Visitas a sujetos del entorno vincular........................................................................84
Visitas territoriales a pobladores...............................................................................85
Bibliografía..................................................................................................................86
Los registros escritos en Trabajo Social........................................................................88
Introducción.................................................................................................................88
Aproximación a los fundamentos ontológicos de los registros escritos .........................89
El registro escrito como instrumento de aproximación y objetivación de la realidad: Su
sentido en el aprendizaje ..............................................................................................92
El registro escrito como recurso en la intervención profesional...................................101
Bibliografía................................................................................................................108
Los “Informes Sociales” en los Procesos de Intervención del Trabajo Social ...........110
2
3. Introducción...............................................................................................................110
Instrumentalidad del Trabajo Social e Instrumental Operativo....................................111
Determinantes identificados en la elaboración de los informes sociales ......................115
Los informes sociales como producto de mediaciones ..........................................116
Referencia al análisis de los Recursos como determinantes en los IS ......................120
Finalidades de los informes sociales...........................................................................121
Informes de Derivación ..........................................................................................123
Informes de Actuación y/o Evaluación ..................................................................124
Informes de Gestión de recursos.............................................................................125
Párrafos Finales..........................................................................................................128
Bibliografía................................................................................................................130
La Asistencia en los Procesos de Intervención del Trabajo Social.............................133
Introducción...............................................................................................................133
Información básica para la asistencia..........................................................................134
Relación entre demandas y prestaciones institucionales..............................................137
Formas de otorgar prestaciones ..................................................................................140
Atención a usuarios....................................................................................................143
Bibliografía................................................................................................................146
3
4. CAPÍTULO INTRODUCTORIO: PROCESOS DE INTERVENCIÓN Y TÁCTICAS OPERATIVAS EN
TRABAJO SOCIAL
4
Andrea A. Oliva, Ma. Cecilia Pérez
y Manuel W. Mallardi
En la trayectoria histórica de la profesión se han requerido — desde las
organizaciones empleadoras de profesionales del Trabajo Social— modalidades
superficiales de intervención con criterios estandarizados, suponiendo un mero
conocimiento de demandas explicitadas, normativas y procedimientos en torno a las
prestaciones. Detrás de estos requerimientos se oculta que la profesión interviene en los
conflictos generados por los antagonismos de las clases fundamentales, tal como fuera
explicado por Marilda V. Iamamoto, hace casi tres décadas, con un aporte considerado
pionero. La autora afirma que el Trabajo Social es
… uno de los elementos que participa en la reproducción de las relaciones
de clases y de la contradictoria relación entre ellas. En este sentido, se
realiza un esfuerzo de comprender la profesión históricamente situada,
configurada como un tipo de especialización del trabajo colectivo dentro
de la división social del trabajo peculiar de la sociedad industrial
(Iamamoto, 1984:77).
Tanto en los procesos de formación como en los de intervención profesional,
analizar el significado social de la profesión, a partir de su ubicación en las tensiones
sociales, constituye un momento de la reconstrucción de los procesos sociales generales.
El desafío que se presenta entonces es el de poder identificar las mediaciones que hacen
particular el trabajo desempeñado por el profesional de Trabajo Social en la división social
del trabajo.
En tal sentido, enmarcamos las producciones sobre lo que consideramos elementos
táctico-operativos dentro de los procesos de intervención, ubicando la profesión en la
división social del trabajo, planteando la necesidad de reflexionar sobre el conjunto de
condiciones y relaciones sociales que le atribuyen un significado, y en las cuales se torna
posible y necesaria.
En el tema que tratamos, un aporte fundamental de la autora es la comprensión de
los intereses contrapuestos que se presentan en la misma actividad, respondiendo tanto a
demandas del capital como del trabajo. Es decir, que el profesional
5. Participa tanto de los mecanismos de dominación y explotación como
también, al mismo tiempo y por la misma actividad, da respuestas a las
necesidades de sobrevivencia de las clases trabajadoras y de la
reproducción del antagonismo en esos intereses sociales, reforzando las
contradicciones que constituyen el móvil básico de la historia. Es a partir
de esa comprensión que se puede establecer una estrategia profesional y
política para fortalecer las metas del capital o del trabajo, pero no se
puede excluirlas del contexto de la práctica profesional ya que las clases
sólo existen inter-relacionadas. Es esto, inclusive, lo que viabiliza la
posibilidad de que el profesional se sitúe en el horizonte de los intereses
de las clases trabajadoras. (Iamamoto, 1997:89)
La perspectiva histórica y de totalidad asumida, nos exige considerar los
determinantes y condicionantes que inciden en los procesos de intervención. Asimismo se
considera la existencia de un campo de autonomía del trabajador social, existiendo
alternativas para reorientar y traspasar la demanda institucional.
La condición de trabajador asalariado ocasiona que el profesional deba responder a
las exigencias de quien lo contrata, sin embargo, también dispone de relativa autonomía en
el ejercicio de sus funciones y es co-responsable tanto del rumbo de sus actividades como
de las formas de conducirlas (Iamamoto, 1997). Cabe aclarar que, desde nuestro punto de
vista, los profesionales del Trabajo Social tienen en los procesos de intervención tres
funciones fundamentales: asistencia, gestión y educación (Oliva, 2001).
En este marco, las alternativas se evalúan en función de las finalidades, que están
imbuidas en las concepciones práctico-políticas de los profesionales, determinadas por el
grado de autonomía que tiene un profesional particular en un espacio ocupacional
concreto. Ello conduce a comprender el carácter político de la práctica profesional,
implicando el análisis de la correlación de fuerzas.
Haciendo uso del pensamiento luckacsiano para analizar la práctica profesional,
podemos afirmar que se trata del proceso mediante el cual a partir de los fines
determinados es decir su teleología, se determinan las alternativas imprescindibles para la
realización de los fines (Cf. Lukács, 2004). Sostiene Lessa (2000), es la anticipación en
la conciencia del resultado probable de cada alternativa lo que permite seleccionar aquella
que se considera mejor, para luego llevarla a la práctica, es decir, objetivar la alternativa
escogida.
Además, es necesario incorporar en el análisis tanto las dinámicas organizacionales,
con sus objetivos y recursos, como el propio profesional en sus dimensiones objetivas y
5
6. subjetivas, así como, los distintos posicionamientos de los sujetos que ven sus derechos
vulnerados en su vida cotidiana.
Consecuentemente entendemos que es necesario comprender el ejercicio
profesional más allá de los procesos individuales del profesional, incorporando la
consideración de otros sujetos así como los distintos elementos que coexisten en la realidad
y que actúan como condicionantes y/o determinantes de sus acciones. Como plantea
Montaño (2000), en el ámbito interventivo es fundamental tanto la apropiación de la teoría
como recurso explicativo de los procesos sociales, como la elaboración de conocimiento
situacional.
Al respecto, destacamos dos elementos claves identificados en la práctica
profesional: por una parte, “lo social” no es un recorte factible de intervención en forma
independiente de los elementos económicos, políticos, culturales, entre otros; por otra
parte, el profesional nunca es aséptico, ni neutral y siempre está involucrado con otros
actores, en una institución determinada, con usuarios determinados, en un régimen político
particular, en un momento histórico determinado.
La pobreza, las dificultades de acceso a servicios básicos, la falta de vivienda, el
trabajo infantil, se piensan, de esta manera, como expresiones, manifestación de la
“cuestión social”, la cual les otorga significado social e histórico. En los procesos de
intervención, la “cuestión social” se presenta como problemas económicos, sociales,
políticos, culturales e ideológicos (Netto, J. P.: 2003) que adquieren un significado
particular en la heterogeneidad vida cotidiana de las personas que participan de la
intervención.
En esa dirección nos estamos refiriendo a “procesos de intervención” y no a “la
intervención” unidireccional del profesional hacia los usuarios, donde se aplican técnicas o
se ejecutan procedimientos sin contemplar las relaciones sociales en este orden social, ni
las diversas situaciones concretas de la vida cotidiana.
En lo que respecta a la producción teórica sobre la cuestión metodológica — como
afirma Montaño — se puede ver desde el origen de la profesión propuestas que intentan
definir métodos o modelos de intervención con la diferenciación en individuos, grupos o
comunidades, o bien, se enfocan en recortes abstractos de objetos diferenciados por
campos de actuación, como salud, educación, tercera edad, infancia, etc. Otras
producciones, intentando dejar atrás la trilogía metodológica generaron las pautas de
6
7. procedimientos conocidas como el proceso de investigación, diagnóstico, planificación,
ejecución y evaluación.
Asimismo en la formación profesional es necesario profundizar una revisión crítica,
de la enseñanza basada en propuestas teórico-metodológicas que segmentan, deshistorizan
y abordan de manera superficial y fenoménica la realidad social, produciendo una
reificación de los procesos de intervención profesional, donde en apariencia el trabajador
social manipularía “cosas” rígidas, que le preceden y ante las cuales poco tendría que
hacer.
Como explica Yolanda Guerra, son concepciones que se fundamentan en la
racionalidad formal-abstracta, que es hegemónica en el orden burgués. La autora plantea
que en
... la disputa ideológica entre las diversas formas de conocer e
interpretar la realidad, la hegemonía ha sido de aquellas corrientes que
no extrapolan las evidencias, la forma, la empiria, el dato inmediato, las
expresiones de hechos, fenómenos y prácticas, que no tienen en cuenta
las mediaciones, que no asumen la negatividad, que equiparan fenómenos
sociales y naturales, y sobre todo operan con procedimientos abstractos,
los abstraen de sus contenidos concretos y los abstraen de las relaciones
que los engendran. Este modo de conocer no encuentra respaldo en el
modo de ser, de constitución y del movimiento del ser social, sino que se
fundamenta en modelos, reglas, fórmulas y técnicas predeterminadas
(Guerra, 2006: 2).
Siguiendo los aportes de Montaño (2000) es necesario que el colectivo profesional
fortalezca la superación del debate “a priori” sobre el “método de intervención profesional”
para asumir el de las estrategias de intervención definidas a partir del objeto, de la realidad
concreta. Se apunta a superar una visión de la intervención profesional como un conjunto
de procedimientos y técnicas dentro una caja de herramientas que se encuentran aisladas
del proceso social, a la espera de ser utilizadas por el trabajador social. Es necesario
avanzar entonces, en la problematización de las estrategias de intervención, como concepto
organizador central del proceso de intervención. En esta perspectiva, se asume que los
mismos se desarrollan en un momento histórico y en un lugar determinado donde coexisten
distintos actores sociales con intereses y objetivos diferentes, los cuales en determinadas
situaciones pueden coincidir o entrar en conflicto.
7
8. Consecuentemente, la estrategia requiere ser pensada a partir de la reconstrucción
analítica sobre los procesos sociales, tanto en su dimensión objetiva como subjetiva,
procurando alcanzar objetivos profesionales enmarcados en los procesos socio-políticos.
… el desarrollo de estrategias de intervención no está determinado
únicamente por el posicionamiento del Trabajador Social, ni por la
dirección política de la institución, ni por los usuarios, sino por una
compleja y dinámica relación que está determinada por diversos recursos,
mediados por una articulación que se condensa en el arsenal operativo en
un momento histórico determinado (Oliva, 2007:15).
En los procesos de intervención los distintos actores involucrados tienen visiones,
posicionamientos, recursos, intereses particulares, por lo cual es necesario poder identificar
y comprender esas particularidades y relaciones.
En estos procesos, el profesional cuenta con la posibilidad de seleccionar
alternativas que se inscriben y adquieren significado, dirección y materialidad, a partir de
la finalidad estratégica asumida, a las cuales denominamos tácticas operativas.
Desde esta perspectiva, se ha trabajado en la crítica a los elementos que emergen
desde una racionalidad formal-abstracta, procurando desde una ontología marxiana
recoger los elementos que nos proporciona la realidad. Se considera que la racionalidad
crítico-dialéctica facilita la comprensión la realidad, concibiendo el pensamiento como
parte del ser, como explica Guerra:
La racionalidad critico-dialéctica recoge sus categorías analíticas en la
propia realidad, las recorre, establece sus vínculos, busca sus mediaciones,
satura sus objetos de determinaciones y reproduce, en el nivel del
pensamiento, las múltiples y complejas relaciones que se procesan en la
realidad. En esta búsqueda de la totalidad, la interrelación entre las
categorías de la realidad da lugar a los complejos cada vez más
abarcativos, la perspectiva de la totalidad no se toma como un hecho
formal del pensamiento, sino como un modo de ser de lo existente
(Guerra, 2006: 6)
Reconociendo que se requiere de una mayor profundización sobre la temática, nos
hemos propuesto recuperar elementos que aporten al debate teórico, centrando la
producción destinada a una formación crítica de los profesionales. Para ello, la perspectiva
adoptada se inscribe en una racionalidad y tendencia histórico-crítica heredera del
pensamiento marxista, la cual asume el desafío de reflexionar sobre los procesos de
8
9. intervención profesional, entendidos como los resultados históricos de la compleja relación
del profesional con los elementos que sobre y subdeterminan su práctica concreta.
Los contenidos de estas páginas brindan reflexiones sobre distintos elementos
táctico-operativos de los procesos de intervención, entendiendo que la práctica del Trabajo
Social no puede ser concebida de manera repetitiva, sino como un proceso que se define a
partir de determinadas finalidades, lo cual supone valores ético-políticos que lo legitiman
(Netto, 2003). Los modos de llevar a cabo las tareas son considerados en tanto tácticas
dentro ese proceso, dejando planteado que no hay una forma de “entrevista”, “visita”,
“observación” o “registro” sino que, tomando en cuenta las múltiples determinaciones, son
las finalidades las que van a dar el verdadero contenido a esas acciones.
Consideramos que tales elementos adquieren significado a partir de su ubicación en
los procesos de intervención profesional, implicando un posicionamiento que tendiendo a
superar una visión reificada y deshistorizada de los mismos, los visualiza y aprehende a
partir de las tensiones sociales en las cuales se inserta el trabajador social.
Las tácticas operativas definidas como observación, entrevista, visita domiciliaria,
entre otras, son resignificadas en el marco de pensar la intervención profesional inserta en
espacios sociales conflictivos, haciendo necesario asumir el componente político de la
misma y, por lo tanto, definir estrategias de intervención que superen la inmediaticidad, la
superficialidad cotidiana y el espontaneismo.
En esta línea, el concepto de estrategia cobra relevancia en la superación de la
racionalidad formal-abstracta que plantea métodos o modelos con la pretensión de ser
aplicados, ignorando las particularidades de las situaciones concretas. Asimismo, las
modalidades táctico-operativas, como conceptualización superadora de las llamadas
técnicas, permite articular la reflexión de las dimensiones objetivas y subjetivas de los
procesos sociales y las finalidades ético-políticas, lo que conduce a redimensionar
elementos de los registros, vistas domiciliarias, entrevistas, entre otros.
Avanzando en estas discusiones, los trabajos aquí reunidos brindan aproximaciones
a la asistencia, las entrevistas, los registros, los informes sociales, la producción de
conocimiento situacional, las visitas domiciliarias y la observación.
Lejos de producciones aisladas y desvinculadas de las tendencias actuales del
campo profesional, los distintos aportes son resultados parciales de múltiples procesos que
9
10. articulan la formación, la docencia y el ejercicio profesional. Discusiones que se han
venido desarrollando desde diferentes sectores del colectivo profesional, y que recogidas y
reflexionadas colectivamente, son reelaboradas en este libro de manera tal que se
socialicen, difundan y repiensen, redundando ellas en su discusión y debate permanente.
En el primer capítulo, Manuel Mallardi avanza en la reflexión sobre los procesos de
elaboración de proyectos sociales en la intervención profesional profundizando en el
momento de problematización y explicación de la realidad al que denomina de
conocimiento situacional.
El Capítulo II es un trabajo realizado por Liliana Madrid, quien se propone aportar
a la discusión sobre las particularidades de la observación que se realiza en la intervención
del Trabajo Social, superando el uso irreflexivo que suele ser tomado de las llamadas
ciencias sociales.
El Capitulo III, es una síntesis del trabajo de tesis de graduación de Manuel
Mallardi, donde se recuperan los planteos marxistas de la filosofía del lenguaje
desarrollados por el pensador ruso Mijail Bajtín para reflexionar y repensar la entrevista en
los procesos de intervención profesional.
El Capitulo IV fue elaborado por Andrea Oliva y Silvia Pagliaro, a partir del
desafío de discutir características heterogéneas que se requieren analizar acerca de las
Visitas Domiciliarias, recuperando aspectos de sus particularidades según las funciones,
los actores, las finalidades. Se destacan algunas consideraciones que muestran discusiones
y controversias aun no saldadas en el colectivo profesional. Asimismo se recupera su
potencialidad en la intervención como táctica a ser utilizada con fines críticos y de ruptura.
En el Capítulo V, Ma. Cecilia Pérez presenta una aproximación a las diferentes
modalidades de Registros Escritos utilizados en la formación y en el ejercicio profesional.
A partir de entrevistas, consultas de archivos institucionales y la propia experiencia en el
ejercicio profesional y docente, recupera el carácter ontologico de estos, como momento
fundante de objetivación de la realidad entre otros aspectos.
10
11. El capítulo VI, constituye una síntesis de la tesis de grado realizada por Daniela
Gallego, quien indaga la particularidad de los informes sociales en los procesos de
intervención y es analizada de acuerdo a las distintas finalidades identificadas.
Por último, la cuestión de la Asistencia profesional del Trabajo Social es abordada
en el Capítulo VII por Andrea Oliva y Virginia Gardey, aportando elementos para analizar
la asistencia que realizan los profesionales del Trabajo Social en los servicios sociales con
financiamiento público.
Referencias Bibliográficas
Guerra, Y. Ontología social y formación profesional. Cuadernos NEAM N°1, São Paulo:
PUC/SP 1997. Traducción al español de Ma. Cecilia Pérez, Documentos del
GIyAS, 2006
Iamamoto, M Servicio Social y división del Trabajo Social. Cortez Editora, São Paulo,
11
1997.
Iamamoto, M. “La metodología en el Servicio Social: lineamientos para el
debate”. En: Borgianni, E. y Montaño, C. (Orgs) Metodología y
Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 2000
Iamamoto, M. y Carvalho, R. Relaciones sociales y Trabajo Social. CELATS, Lima, 1984
Montaño, C.: “El debate metodológico de los ‘80/’90. El enfoque ontológico versus el
abordaje epistemológico.” En: Montaño, C. y Borgianni (Orgs.), E.: Metodología y
Servicio Social. Hoy en debate. Cortez Editora, São Paulo, 2000.
Netto, J. P. “Método y Teoría en las diferentes matrices del Servicio Social”. En:
Borgianni, E. y Montaño C. (orgs.) Metodología y Servicio Social. Hoy en debate.
Cortez Editora, São Paulo, 2000.
Netto, J. P. Capitalismo Monopolista y Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 1997.
Oliva, A. Análisis de la práctica profesional de los Trabajadores Sociales en el ámbito
estatal. PUC/SP, São Paulo, 2001.
Oliva, A. Los recursos en la intervención profesional del Trabajo Social. Ediciones
Cooperativas, Bs. As., 2007
Tobón, M., Rottier N. y Manrique A. La práctica del Trabajador Social - Guía de
Análisis. CELATS, Lima, 1983
12. CONOCIMIENTO SITUACIONAL Y PRÁCTICA DEL TRABAJO SOCIAL
Aportes desde la Planificación Situacional
12
Manuel W. Mallardi
Introducción:
El presente trabajo se inscribe en un proceso exploratorio que busca avanzar en la
identificación de las mediaciones que posibiliten explicar los problemas sociales en los
procesos de elaboración de proyectos sociales desarrollados en el marco de la práctica del
Trabajo Social, a partir de la inclusión de una perspectiva histórica y de totalidad.
Se considera que la inclusión de la perspectiva histórico-critica marxista ha
posibilitado problematizar las particularidades y el significado social de la profesión, en el
marco del sistema capitalista en el cual se inserta. A partir de dicha situación, es oportuno
el intento de esbozar las implicancias de dicha perspectiva en la práctica profesional
cotidiana.
En este intento, es imposible desconocer los aportes que se han realizado en torno a
la discusión metodológica en la profesión, las cuales, si bien no serán analizadas aquí, es
posible dividirlas, sin caer en términos dicotómicos, en las perspectivas epistemológica y
ontológica. Mientras que la primera perspectiva se caracteriza por un apriorismo
metodológico, en tanto la determinación del método se realiza con independencia del
objeto real; en la perspectiva ontológica, recuperando la propuesta marxista, las
preocupaciones metodológicas son determinadas en relación con el objeto concreto.
(Montaño, 2000)
La posibilidad concreta de utilizar una perspectiva teórico-metodológica en el
ejercicio profesional del Trabajo Social permite el desarrollo de una práctica que posibilita
fundamentar, tanto las estrategias adoptadas como la producción de conocimiento que
aporte en la explicación de los procesos sociales que adquieren particularidad en una
situación concreta. Partiendo de estas premisas, al momento de aportar a las discusiones
propias de la intervención profesional, se hace necesario explicitar la perspectiva teórico-metodológica
adoptada, no en términos de un apriorismo metodológico, sino con el fin de
retomar los procesos de reconstrucción analítica de la realidad y avanzar críticamente en la
aprehensión de los procesos sociales.
Sin entrar en detalles, consideramos que, recuperando la postura ontológica, las
posibilidades de profundizar el debate en torno a la práctica profesional debe partir de
13. considerar a los procesos sociales desde dos miradas complementarias: por un lado, como
totalidad compleja, pues esta es una característica intrínseca del objeto y, por lo tanto, el
proceso de conocimiento debe incorporar a la totalidad como una de sus categorías
decisivas; mientras que, por el otro, recuperando la historicidad del objeto se requiere un
abordaje genético, capaz de elucidar el fundamento original, inherente al mismo. (Lukács,
2004b; Lessa, 1999, 2000b) Se trata de la necesidad de captar la procesualidad histórica
que permita explicar el presente y diferenciar los aspectos esenciales de los fenoménicos,
los cuales, dialécticamente unidos y de igual importancia, constituyen lo particular de cada
objeto1.
En el intento de recuperar tales aportes en las reflexiones desarrolladas, a
continuación se avanzará en la presentación de los núcleos centrales que se consideran
pertinentes al momento de discutir sobre las características del momento explicativo en los
procesos de planificación social en la intervención profesional del Trabajo Social. En un
primer momento se sintetizarán los puntos principales en torno a las características que
adquieren los proyectos sociales, centrando principalmente el análisis de la obra de Matus,
para luego realizar una síntesis de tal obra con los aportes de autores del Trabajo Social y
de las ciencias sociales, tendiendo a identificar, como se menciono anteriormente, las
particularidades que adquiere el momento explicativo.
Algunas precisiones conceptuales
La formulación de proyectos sociales en el ámbito del trabajo social ha constituido un
punto importante de la producción teórica del campo profesional. Sin entrar en esta
discusión, antes de avanzar en los puntos centrales del presente texto, consideramos
necesario remarcar, retomando los planteos de Oliva (2007a) que no se debe igualar
práctica profesional con elaboración de proyectos, siendo ineludible pensar a los segundos
como parte de las tácticas que el profesional puede utilizar en el ejercicio de su
intervención profesional. En la misma línea, coincidimos con Fritsch (1996), cuando
afirma que
1 Este punto, mencionado aquí sólo sintéticamente, lleva a discutir las posibilidades o no de la producción de
conocimiento por parte de los trabajadores sociales en el trabajo profesional cotidiano. La polémica remite a
la distinción teoría/práctica, profesional de campo/profesional académico, entre otros elementos. En
consonancia con los planteos anteriores, Montaño es contundente al sostener que “en el ámbito interventivo,
la producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta actividad es
fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los procesos sociales, y la elaboración
de conocimiento situacional.” (Montaño, 2000: 19).
13
14. El Planeamiento Estratégico es discutido en calidad de un instrumental que
puede ser escogido con el objetivo de racionalizar y dar dirección a la
necesidad de redefiniciones futuras de una organización, sector o actividad.
De esta forma, se constituye en un elemento importante de influencia, en el
nivel técnico y político, interesando, por consecuencia, también al Servicio
Social (Fritsch, 1996).
Analizando los procesos de la planificación social, Di Cione (1993) realiza una
síntesis de las distintas perspectivas analíticas que pretenden descifrar, determinar los
límites e implicancias de los proyectos sociales. Luego de realizar un recorrido de la
bibliografía especializada, el autor concluye:
a) en primer lugar el proyecto es concebido como ‘unidad elemental de
acción’ y como ‘unidad de sentido’;
b) en segundo lugar se lo considera como instancia ‘racional’ y
‘racionalizadora’ de decisiones o procesos;
c) en tercer lugar, aunque no siempre, como momento instrumental de
objetivos más globales tales como el desarrollo social y/o la planificación
social (Di Cione, 1993: 3-4).
Posteriormente, considerando la interdependencia de los tres aspectos mencionados,
el autor nos propone tres conjuntos de problemas, que, consideramos, deben constituirse en
directrices al momento de reflexionar, ya sea sobre la elaboración de proyectos sociales,
como de cualquier momento metodológico involucrado en dicho proceso:
a) cómo delimitar una unidad de intervención o de acción que involucra la
concurrencia de la totalidad de la reproducción social;
b) bajo qué supuestos ‘ideológicos’ y con qué criterios operativos puede
discriminarse la ‘racionalidad’ o ‘irracionalidad’ de los procesos de toma
de decisiones;
c) por lo tanto, cómo asignar una determinada dirección de sentido (fines,
objetivos) en contextos de reproducción social y/o regulación social en la
que coexisten funcional y contradictoriamente una multiplicidad objetiva y
subjetiva de sentidos posibles (Di Cione, 1993: 4).
En definitiva, concluye provisoriamente el autor, toda elaboración de proyectos
sociales se efectúa en espacios sociales contradictorios, por lo cual los primeros asumen
dicho carácter. De esta manera, se recupera dentro del ámbito de la planificación social la
dimensión política que envuelve a los procesos sociales en los cuales se insertarán las
distintas fuerzas, tendiendo a la reproducción o modificación de los mismos. (Cf. Veras
Baptista, 2002; Matus, 1992, S/F; Pichardo Muñiz, 1993). Consecuentemente, se
consideran válidos los aportes de Robirosa (1990), cuando sintetizando sus visiones acerca
del significado de un proyecto social, argumenta que el mismo es simultáneamente cada
uno de los siguientes puntos: un escenario en el que interactúan diferentes actores sociales;
una unidad de planificación social con coherencia interna y externa que se inserta en
14
15. procesos preexistentes de la realidad; un espacio de intercambio de información, de
alianzas y resistencias; un ámbito para el aprendizaje social de todos los actores; y un
proceso de elaboración de diagnósticos y estrategias de acción y de aplicación, monitoreo y
ajuste de dichas estrategias y de ejecución de lo elaborado.
Tomando como base estas líneas introductorias, se considera oportuno avanzar en
la síntesis de las principales líneas argumentativas desarrolladas por Matus. Cabe aclarar
que en principio, el autor, pensando en procesos de planificación social globales, se refiere
en distintas oportunidades a la elaboración de planes sociales. Aquí, aceptando las
diferencias entre los niveles de intervención de proyectos, programas y planes, se
visualizan pertinentes sus argumentaciones sin entrar en las distinciones y particularidades
de cada uno.
En términos generales, Matus considera que la planificación situacional es el
cálculo que precede y preside la acción. Evitando posturas rígidas, normativas y estáticas,
el autor considera que
…planificar es sólo trazar un camino, definir los hitos principales, pero no
implica ni puede implicar un cálculo previo de la totalidad y particularidad
situacional. Una dosis subordinada de improvisación, de espontaneidad y
de cálculo del momento conforma necesariamente la conducción práctica
de una estrategia” por lo que aquello que “se planifica es aquella parte
capaz de arrastrar al todo en la dirección y por el cause previsto. La parte
de improvisación, de espontaneidad y de cálculo inmediatista, no es una
desviación del plan, es un complemento indispensable y natural de su
ejecución práctica (Matus, 1980: 353).
De este modo, el principal avance teórico de Matus consiste en considerar al plan
como el producto momentáneo del proceso por el cual un actor selecciona una cadena
de acciones para alcanzar sus objetivos y el mismo se cumple
…cuando éste es determinante de lo esencial de la praxis y, por lo tanto, su
cálculo se confirma aproximadamente en lo más relevante del resultado de
la acción real. El plan no se cumple si la praxis contradice el plan o su
grado de intersección con él niega el cálculo previo. Lo esencial en el
cumplimiento del plan es que la praxis reflexiva e intencional que surge del
plan articule ‘para sí’ la praxis espontánea que necesariamente conforma y
completa la realidad, así como la praxis derivada de los planes de
oposición de las otras fuerzas sociales (Matus, 1980: 354).
Esa postura nos permite apreciar una visión dinámica e histórica de los procesos de
planificación en tanto que el plan es una fuerza incitadora de una entre todas las realidades
posibles e implica lo ‘calculable’ y ‘lo determinante’ para ‘arrastrar’ el desarrollo real de
15
16. los hechos, por lo que no coarta la iniciativa, la creatividad, la imaginación y la
capacidad de improvisación de los actores sociales. Por ello, los objetivos del plan no
constituyen productos acabados, sino parte de un proceso que sólo llega a su término
cuando, tras sufrir los cambios exigidos por el proceso práctico, es ya un producto real,
donde la relación del plan con la praxis no implica solamente la sujeción de la praxis al
plan, sino igualmente la posibilidad de realizar cambios en el plan ante los requerimientos
de la praxis. (Matus, 1980)2
Sobre esta base, reflexionar en torno a la categoría Situación, permite una
aproximación a la realidad considerando los elementos objetivos y subjetivos que la
componen, como así también las distintas fuerzas sociales coexistentes3. En palabras del
autor, se define a la situación a partir de la identificación de un actor y su acción, donde
…acción y situación conforman un sistema complejo con el actor. La
realidad adquiere el carácter de situación en relación al actor y a la acción
de éste. Por eso, una misma realidad es al mismo tiempo muchas
situaciones, dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su
acción (Matus, 1980: 55).
En toda situación el autor identifica un componente estructural, estructura o sistema
de estructuras al que denomina genosituación, y, en relación dialéctica, la fenosituación,
pensada como el contorno fenoménico específico que cubre o envuelve a la estructura. Esta
última contiene lo diverso, lo específico, lo particular, tratándose de la apariencia, la
realidad visible, inestructurada, inentendible, sino en relación directa con la genosituación
y las leyes que la caracterizan. Otra característica atribuida por el autor a la fenosituación
es que la misma presenta creatividad propia, heterogeneidad y existencia veloz.
Analizando la relación dialéctica entre la genosituación y la fenosituación
sostiene que la primera se encuentra envuelta en la segunda, por lo cual su percepción no
2 En otras secciones del trabajo, Matus sostiene: “en este sentido, la praxis no es sólo ejecución de lo
programado por las fuerzas sociales en pugna, es también ‘planificación espontánea atomizada e instantánea’
y desarrollo de la creatividad en cada ámbito pertinente. Es creación diseminante en torno al ‘hilo conductor’
del plan de cada actor o fuerza social válida en la lucha social. (…) El paso del plan a la realidad requiere la
mediación de la praxis. El plan sólo existe por y en relación con la práctica. Como la práctica ‘no habla por sí
misma’, debe ser examinada y sistematizada para su crítica y propósitos de modificaciones por algún actor o
fuerza social. Así el plan surge del examen crítico de la realidad y determina la praxis de cambio como
propósito de una fuerza social” (…) “El plan es así, praxis derivado de la crítica renovadora o transformadora
por una fuerza social; nace de la praxis, se anticipa a ella para reconducirla y vuelve a ella como proceso
objetivo de construcción de la situación” (Matus, 1980: 356)
3 Brevemente creemos importante mencionar que tomamos los aspectos objetivos y subjetivos en sentido
amplio. Si bien trabajando desde otro marco teórico, coincidimos con los aportes de Allardt (1996) quien
sostiene que lo objetivo implica aquello vinculado a las condiciones reales y a las prácticas evidentes,
mientras que los subjetivos implican las actitudes, niveles de satisfacciones/insatisfacción, etc. Esta postura
lleva a definir como objetivo no sólo a problemas como escasa infraestructura sanitaria, el hacinamiento, sino
también a la violencia doméstica, el maltrato infantil, etc.
16
17. es directa, sino a través de la fenosituación, constituyéndose la situación en síntesis
dialéctica entre ambas. De este modo, la realidad, si bien existe aún sin explicar, al ser
definida por un actor se convierte en situación.
Recuperando el carácter político de las situaciones, en tanto los individuos, pueden
participar en más de un grupo social, canalizando influencias, poder y recursos en el
ámbito de los proyectos sociales concretos, adquiere importancia hacer referencia
brevemente a las fuerzas sociales, las cuales con capacidad y voluntad de acción para ser
actores relevante en la producción de hechos sociales, son identificadas en las distintas
situaciones y en el escenario que actúa como metacontorno. En este sentido, el autor ubica
como fuerza social de la genosituación a las clases sociales, en tanto grupos sociales
antagónicamente situados a partir de su ubicación en el modo de producción. Por otro lado,
los conceptos de grupo o agrupamiento social tratan de elementos fenosituacionales por
los cuales se expresan las ideas de un conjunto social de individuos con intereses
fenosituacionales comunes. Por estas razones, estas segundas fuerzas sociales tienen una
entidad más inestable en su composición y límites que la clase social, y que por ser su
aglutinamiento y cohesión derivado de relaciones puramente fenosituacionales, es mucho
más variable.
La diferencia substancial entre ambos tipos de fuerzas sociales estriba en que, a
diferencia de las clases sociales, las agrupaciones sociales pueden ser de muy diversa
naturaleza, donde el ser parte de un grupo social no es excluyente de la pertenencia a otros
grupos sociales.
Por otro lado, ubicando la situación en el espacio contextual de un escenario, se
define a la primera, además de síntesis dialéctica entre la fenosituación y la genosituación,
como el momento que remite concretamente a la lucha por reproducir o transformar la
sociedad, siendo, por lo tanto, un momento de la realidad explicado por las fuerzas sociales
que actúan sobre ella, donde el contenido e implicancias de la situación refiere a la
naturaleza de la acción política que pretenden ejercer o ejercen en la misma las fuerzas
sociales interactuantes. En consecuencia, la situación social está:
a. Referida a la naturaleza de la acción ejercida sobre ella.
b. Definida y explicada por la o las fuerzas sociales que interactúan con
17
ella.
c. Especificada en un rango de tiempo y espacio histórico concreto.
18. d. Situada en un sistema más amplio que la comprende y con el cual
interactúa, denominado escenario.4
Analizando los procesos dinámicos que caracterizan a las situaciones, Matus
plantea que las estructuras pueden ser transformadas o modificadas, en donde la primera
hace referencia al cambio de las estructuras, mientras que la segunda a un cambio en las
mismas, no alterando lo esencial de las mismas: su organización y el ejercicio de la función
dominante.
Sin embargo, es en la genosituación donde se encuentra la posibilidad de la
transformación a través de las contradicciones en el interior y entre las estructuras que la
componen. De este modo encontramos en la genosituación la posibilidad de que se
desarrollen contradicciones, mientras que en la fenosituación, con la presencia de los
distintos grupos sociales es posible que se gesten y se desarrollen conflictos.
Esquemáticamente, podemos presentar los elementos anteriores de la siguiente
18
manera:
SITUACIÓN
Componente Procesos Actores o
Fuerzas Sociales Acciones Cambios
Fenosituación Conflictos Agrupamientos o
grupos sociales
Genosituación Contradicciones Clases Sociales
Reproducción
o
Transformación
Modificación
o
Transformación
Avanzando en las mediaciones establecidas por el autor en torno a cuestiones
metodológicas, recuperamos los cuatro momentos que se visualizan en el proceso de
planificación. Pensar en momentos y no en etapas rígidas, permite asumir el proceso como
un continuo caracterizado por un permanente aprendizaje, un permanente cálculo, una
permanente explicación, un permanente diseño y una acción persistente en el día a día
(Matus, 1980, 1992).
Como se ha intentado demostrar a lo largo de las páginas precedentes, la
planificación situacional reconoce que los procesos sociales son dinámicos, conflictivos, en
4 “El escenario en que existe la situación es el ambiente externo a ella y que a su vez forma parte con la
misma de un sistema más amplio. La situación está referida a su escenario y el escenario está referido a la
situación que encierra. De manera que las mismas consideraciones eficaces para demarcar la situación, lo son
para demarcar el escenario. (…) El escenario es un metacontorno relevante y limitante de la situación, que
envuelve no sólo a la situación específica objeto del análisis, sino que cubre a varias situaciones distintas
simultáneas en el tiempo, pero con legados históricos diversos y en espacios también diferentes.” (Matus,
1980: 66)
19. donde cada momento debe ser actualizado de manera constante, y la racionalidad de cada
uno está dada por la lógica del mismo proceso. Así el cálculo que precede y preside la
acción es un proceso continuo que no cesa nunca, acompañando la realidad cambiante.
Dentro del proceso general de la planificación situacional, el autor identifica los
siguientes momentos: 1. Momento explicativo: Es el equivalente al diagnóstico en la
planificación normativa, aunque superando el mero listado descriptivo de aquello que
consideramos problemas. Implica seleccionar que problemas se trabajarán, explicar las
causas de cada uno y del conjunto de los mismos que caracterizan la situación inicial; 2.
Momento Normativo: Este momento apunta para lo más trascendental de la planificación,
el diseño del deber ser; 3. Momento estratégico: Implica producir un proceso interactivo
entre la búsqueda positiva por construir viabilidad política, económica y organizacional al
diseño normativo y la necesidad de ajustar o restringir dicho diseño a lo que resulta viable;
y 4. Momento Táctico-operacional: Finalmente, a partir de haber razonado, pensado y
reflexionado sobre la realidad y las estrategias adecuadas para garantizar la viabilidad,
surge la necesidad de tomar decisiones, ejecutar y evaluar la continuidad del plan.
Momento Explicativo:
Este momento consiste en la identificación y análisis de los problemas sociales, a través de
un proceso de reconstrucción analítica de la realidad. En el campo de la planificación
social se ha trabajado sobre este momento denominándolo “Diagnóstico Social”,
atribuyéndole distintas características y significados. De estos trabajos, consideramos
oportuno mencionar los aportes de Pichardo Muñiz (1993), quien recuperando los aportes
centrales de la propuestas de Matus, sostiene que el diagnóstico situacional debe permitir
“identificar las posibles determinaciones y relaciones causales que inciden en la
producción de los fenómenos sociales y en delimitar las posibilidades de acción”, para lo
cual, como resultado, debe proporcionar, tanto una visión orgánica y dinámica de los
procesos sociales y las determinaciones de estos, como una ubicación de los espacios
estratégicos para la acción (Pichardo Muñiz, 1993: 70).
Por su parte, Robirosa en el momento del diagnóstico de la situación considera que
se debe explorar el campo de intervención directa donde el proyecto se inserta; el contexto
más amplio afecta y es afectado por el proyecto; y el marco administrativo, institucional y
19
20. político donde se desarrolla la gestión del proyecto. Al respecto sostiene la necesidad de
desarrollar una
…exploración por aproximaciones sucesivas, mediante una inteligente
búsqueda, selección y utilización de información pertinente al tema de
estudio, y sucesivas reconstrucciones tentativas de la realidad mediante la
confrontación y síntesis de informaciones parciales –objetivas y subjetivas-en
un trabajo grupal de elaboración intersubjetiva (Robirosa, et al., 1990:
49).
Implica desarrollar una explicación situacional, por lo cual se recuperan y
resignifican los aportes brindados por Matus en su trayectoria académica para pensar las
situaciones sociales. Se requiere, entonces, explicar las causas de cada problema y del
conjunto de problemas que marcan la situación inicial, avanzando en la identificación de
las relaciones entre la feno y la genosituación. Superando la descripción superficial e
inmediata de los problemas sociales, la explicación situacional implica además aceptar que
nuestra explicación no es necesariamente compartida por los otros sujetos que también
existen en la realidad, siendo necesario precisar, definir cual es la explicación de “los
otros”, en tanto la misma es parte de la realidad. Resulta imprescindible reconocer que el
concepto de situación hace explícito al interlocutor o a los interlocutores, por lo que
explicar la realidad lleva a considerar el papel de los mismos y penetrar en sus
explicaciones. De este modo, la diferencia sustancial entre el diagnóstico tradicional, que
es pensado como un monólogo de alguien que lo escribe en su propia visión, la explicación
situacional es un diálogo, entre el actor y los actores, cuyo relato es recuperado por uno de
los actores, en tanto sujeto cohabitante de una realidad conflictiva que admite otros relatos.
(Matus, 1987).
Avanzando en la aprehensión de los procesos sociales desde los aportes teórico-metodológicos
desarrollados por Matus, se hace necesario precisar las particularidades que
tales procesos adquieren en un sistema económico-social particular. En este sentido, siendo
coherentes con los planteos precedentes, se considera que la reflexión que se hace de las
situaciones sociales en tanto problemáticas, requiere pensar a las mismas en estrecha
relación con las características que adquiere la “cuestión social” en un momento y espacio
particular. Es decir, se requiere problematizar la situación, avanzando en la identificación
de las mismas como ‘problemas sociales’ vinculados dialécticamente a las formas que
adquiere la ‘cuestión social’ en un momento histórico determinado.
20
21. Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales
En el plano operativo un problema social se presenta como una “brecha entre una
realidad o un aspecto de la realidad observada y un valor o deseo de cómo debe ser esa
realidad para un determinado observador, sea este individual o colectivo.” (Rovere,
2006: 108, resaltado nuestro).
Tal brecha es analizada a partir de la realización de una delimitación social y
geográfica en donde se encuentra, donde la primera hace referencia a la población que está
afectada por el problema y la segunda a la ubicación física en donde se desarrolla, ya sea
comunitaria u organizacional (Novakovsky y Chaves, 1999). Igualmente, se sostiene que
definir un problema implica considerar que: a) los problemas están relacionados con
actores; b) se deben formular en estado negativo; c) implican aspectos reales y actuales; d)
no deben confundirse con la falta de solución del problema (p. e. Falta de escuelas); y e)
siempre tienen causas identificables (Martinic, 1997).
Sin embargo, la inclusión de la perspectiva situacional lleva a complejizar tales
puntos, en tanto se acepta la existencia de intereses, posicionamientos y acciones distintas.
La categoría situación implica, como se menciono anteriormente, que una misma realidad
adquiere distinto significado para los diferentes actores, individuales y/o colectivos
involucrados en la misma. Es a partir del posicionamiento de cada actor, su sistema de
valores, su experiencia y sus intereses que sus apreciaciones sobre la realidad estarán
condicionadas (Rovere, 2006). Por ello, en cada situación se encuentran tantos intereses
como actores relevantes coexistan, adquiriendo la dimensión política relevancia en los
procesos sociales (Matus, 1985, 1987, 1991; Robirosa, et al., 1990). A partir de tales
intereses es posible analizar los posicionamientos de tales actores, donde la consecuencia
de la tensión entre reproducir o transformar alcanza su síntesis en el resultado de
transformación o modificación, dependiendo que los cambios sean en lo que respecta a las
estructuras o no del problema social respectivamente5.
De igual manera, se requiere captar las particularidades del mismo en relación
dialéctica con los procesos sociales generales, es decir, pensar al problema de referencia
como parte de la totalidad de la cual adquiere significado social, donde totalidad no
significa todos los hechos, sino es pensar a la realidad como un todo estructurado y
5 El propio Matus considera que “el concepto de situación hace explícito al interlocutor, que en el conflicto
extremo es el oponente. Por ello, explicar la realidad en que se vive supone necesariamente considerar el
papel de los otros actores y penetrar en sus explicaciones. De otra manera la explicación es incompleta,
desligada de su contexto institucional.” (Matus, 1987: 149).
21
22. dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier hecho (Kosik,
1984). Se trata de pensar los conflictos particulares, que se presentan en el cotidiano, ya
sean vinculados a las diferencias de género, a la educación, la salud, el desempleo, la
violencia, etc., en relación a las contradicciones sociales mayores, por lo cual no afecta a
toda la población por igual, sino que presenta una relación directa con la inserción de los
sujetos en las distintas clases y fracciones sociales, los cuales se pueden posicionar o no
estratégicamente asumiendo papeles políticos fundamentales en la inclusión en la agenda
pública de determinados problemas sociales y sus posibles soluciones.
Así, en procura de superar una visión inmediata, fragmentada y estática de los
‘problemas sociales’, se debe pensar a los mismos como la expresión de las desigualdades
inherentes al desarrollo del sistema capitalista, es decir como una manifestación de la
“cuestión social” (Iamamoto, 1997; Rozas, 2001). Conocer, aunque sea brevemente las
características de dicha “cuestión social” y las formas como se manifiesta en un plano
general, constituyen un punto que debe estar presente al procurar definir y explicar un
problema social.
Desde la perspectiva teórica marxista Netto sostiene que el propio desarrollo
capitalista es el que produce la “cuestión social”, entendida como el “conjunto de
problemas económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos que delimitan la
emergencia de la clase obrera como sujeto socio-político en el marco de la sociedad
burguesa” (Netto, 2003a: 154). En términos históricos, ubica el último cuarto del siglo
XVIII y el siglo XIX, como el momento en donde el aumento del pauperismo se desarrolla
en paralelo al crecimiento de la capacidad social de producir riqueza. Sin embargo, además
del crecimiento del pauperismo se considera que el surgimiento de la “cuestión social”
implica que los grupos sociales en dicha situación iniciarán diversas modalidades de
protesta, configurando una amenaza a las instituciones sociales existentes. Dicho momento
se comienza a desarrollar en los comienzos del siglo XIX (Netto, 2003b).6
Por su parte, se sostiene que dentro de los discursos teóricos referidos a la “cuestión
social”, el análisis marxiano logra situar históricamente dicha situación a partir de la
explotación producto de la relación capital/trabajo propia del capitalismo, en tanto que si
bien la explotación se encontraba en sociedades precedentes al régimen del capital, la
6 En una postura coherente con los enunciados anteriores, Grassi sostiene que por cuestión social “se hace
referencia a la puesta en escena de esa falla estructural del capitalismo moderno cuya emergencia, expresada
en términos del problema del pauperismo, los especialistas ubican en el siglo XIX, cuando los conflictos
toman una forma tal que ya no pueden ser resueltos por la vieja filantropía.” (Grassi, 2003: 21)
22
23. distinción se alcanza en tanto dicha explotación se efectiva en un marco de contradicciones
y antagonismos que llevan a afirmar que
…ésta no es una secuela adjetiva o transitoria del régimen del capital: su
existencia y sus manifestaciones son indisociables de la dinámica
específica del capital transformado en potencia social dominante. La
‘cuestión social’ es constitutiva del desarrollo del capitalismo. No se
suprime la primera conservándose el segundo (Netto, 2003b: 62).
En esta conjunción de aumento a niveles sin precedentes de los procesos de
pauperización con el involucramiento de la clase trabajadora en la esfera política y la
necesidad del capital por instaurar medidas correctivas a ambas situaciones, encontramos
la esencia del surgimiento y desarrollo de la “cuestión social”.
Dicha “cuestión social” en cada momento histórico se manifiesta a partir de un
conjunto de problemas/secuelas sociales particulares susceptibles de ser atendidos, cuya
imposición en la agenda pública se encuentra directamente relacionada con el
posicionamiento de los distintos sectores sociales coexistentes. En este sentido Estela
Grassi plantea que es necesaria la acción de sujetos interesados en imponer que una
aflicción sea considerada problema social por la sociedad en su conjunto (Grassi, 2003).
Por ello, “cuestión social” no sólo remite a la contradicción entre capital y trabajo, sino al
conflicto político, surgido y determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).
La perspectiva analítica adoptada conlleva la necesidad de incluir no sólo las
dimensiones objetivas de las condiciones de vida de los distintos sectores de la clase-que-vive-
del-trabajo7, sino también las distintas movilizaciones y posicionamientos que los
mismos desarrollan tendientes a ampliar los márgenes de las intervenciones sociales del
Estado.
Se hace evidente a partir de los planteos sintetizados arriba, cómo la discusión entre
la aparente distinción y/o separación entre estructura y acción o estructura y sujeto dentro
de la perspectiva marxista, se encuentra saldada a partir de la incorporación de la noción
“cuestión social”, en tanto la misma expresa la relación dialéctica entre ambas categorías,
7 Por cuestiones de espacio no podemos desarrollar las implicancias de las características que adquieren en la
actualidad las clases sociales fundamentales. Consideramos oportuno mencionar sucintamente los planteos
teóricos desarrollados por el sociólogo brasileño Antunes (2005), quien aceptando el análisis marxista de la
existencia de clases sociales antagónicas: burguesía y proletariado, realiza un fructífero trabajo para descifrar
la fragmentación, heterogeneidad y complejidad que adquiere la clase trabajadora en la actualidad, no sólo
en lo que refiere a las condiciones objetivas de los sujetos sino también sobre la relación de las mismas con la
subjetividad, el modo de pensar de los distintas fuerzas sociales. Dicho autor utiliza la expresión clase-que-vive-
del-trabajo, englobando tanto trabajadores productivos, como a los trabajadores improductivos, y
trabajadores precarizados, part time, a los asalariados de la economía informal (trabajadores asalariados no
registrados, trabajadores por cuenta propia que prestan servicios diversos), como así también a los
trabajadores desempleados, expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo.
23
24. pues, como se dijo, además de las condiciones objetivas de vida de la clase-que-vive-del-trabajo,
se incorpora el accionar de sujetos situados estratégicamente asumiendo papeles
políticos fundamentales en la transformación de necesidades sociales en cuestiones. Se
hace necesario analizar, en situaciones concretas, los limites y posibilidades de dichos
sujetos de constituirse en fuerzas sociales, con poder de presión efectivo para incluir en la
agenda pública determinados problemas sociales y sus posibles soluciones (Pereyra, 2003).
En relación con las implicancias de incluir la noción de “cuestión social” en el
análisis de procesos sociales, se remite a las formas de reconocimiento e inclusión de la
misma en la agenda pública. Sintéticamente, se puede afirmar que en el transcurso del siglo
XX el capitalismo demanda al Estado una modalidad de intervención que asegure los
lucros de los monopolios, donde la preservación y control de la fuerza de trabajo ocupada y
excedente adquiere especial relevancia. (Netto, 1997) La legitimación política se alcanza
mediante la institucionalización de derechos y garantías sociales y civiles. De este modo,
en el capitalismo la política social, entendida como intervención gubernamental en las
relaciones sociales, aparece con las movilizaciones obreras desarrolladas en el siglo XIX,
donde el Estado asume algunas reivindicaciones y las institucionaliza como derechos
sociales (Vieira, 1999).
De este modo, históricamente, las secuelas de la “cuestión social” se tornan objeto
de la intervención del Estado, favoreciendo la implementación continua de políticas
sociales específicas. Si bien, este no es el espacio para analizar las características que
adquiere la intervención estatal sobre las secuelas de la “cuestión social” brevemente
podemos sostener que en dicha intervención se produce una fragmentación y parcialización
de la misma, por lo que se hacen necesarios tantos tipos de políticas sociales como
problemáticas sociales se hubiesen reconocido a partir de los resultados históricos y
concretos de las luchas sociales (Netto, 1997, Montaño, 1999).
No reconociendo las implicancias de la “cuestión social” se reconocen sus
refracciones, es decir a fin de negar la contradicción capital/trabajo y los conflictos de ella
derivada, los problemas sociales son presentados ajenos a la misma (Netto, 1997). El
problema social, visibilizado en su aspecto fenosituacional, inmediato, es reconocido a la
par de que se niegan las mediaciones que lo remiten a la contradicción estructural. Al
respecto, Oliva, retomando a Netto, sostiene que
…lo que se nos presenta no es directamente la ‘cuestión social’ sino sus
refracciones, dado que en forma abstracta se recortan segmentos de la vida
24
25. social para intervenir sobre ellos, como si eso nada tuviera que ver con la
relación capital-trabajo (Oliva, 2007b: 166).
A partir de incluir a la ‘cuestión social’ como un elemento a ser considerado al
momento de explicar e intervenir en el marco de los procesos planificación social, el
desafío consiste en realizar en camino de reconstrucción que permita reconocer que esa
situación que se presenta aislada, como un fragmento de la realidad, constituye en su
esencia una refracción de las contradicciones sociales, de las cuales adquiere significado y
relevancia. Poder desentrañar las particularidades de un problema social implica ubicarlo
como parte de la totalidad en la cual se inscribe y recuperar el proceso histórico de su
constitución, lo cual exige identificar las mediaciones que llevan a explicarlo en relación
con las particularidades socio-históricas de la “cuestión social”. Se debe procurar superar
la mera enunciación de los factores causales, en tanto los mismos adquieren significado a
partir de la ubicación de las condiciones objetivas y subjetivas de los sujetos involucrados
en los problemas sociales. Así, una explicación situacional debe ser capaz de articular los
factores causales objetivos que dan origen al problema social, las apropiaciones subjetivas
que realizan los sujetos involucrados, como así también la acción que realizaron en el
proceso analizado, las cuales son tensionadas por un continuum de transformación-reproducción.
Es así que cualquier reflexión que procure recuperar las particularidades de
situaciones concretas haciendo referencia a los grupos específicos que son atravesados por
problemas sociales, debe incluir las mediaciones de las tendencias generales o
universalidad/generalidad (Pontes, 2003; Lukács, 1966) que le otorgan significado. No
sólo conlleva a recuperar las dimensiones objetivas que caracterizan a un grupo social
como parte de la clase-que-vive-del-trabajo, sino también el impacto que tal ubicación
tiene en la subjetividad, representaciones de los sujetos, pues en términos de abordaje de
totalidad, la singularidad del/los individuo/s sólo es posible reconstruirla dentro de las
determinaciones particulares de su época (Lessa, 2000b).
En la definición de un problema social aparecen involucrados distintos individuos o
grupos sociales posicionados de acuerdo a sus intereses y alianzas particulares. Tales
actores, ya sean aquellos afectados por el problema de manera directa como otros
vinculados a organizaciones sociales estatales y no estatales, representan intereses y poseen
visiones construidas históricamente. Centrándonos en las visiones que sobre el problema
social puedan tener las personas afectadas por el mismo, se requiere reconstruir la
25
26. subjetividad, en tanto valores e idearios que pautan sus acciones, ya sea como clase o a
través de sus distintas mediaciones (sindicatos, partidos, organizaciones, etc.),
repercutiendo en la vida cotidiana de los sujetos, las formas de relacionarse entre si y las
visiones que construyen de si mismos y de su entorno. Por ello, se hace necesario avanzar
en la problematización de las visiones, apreciaciones que los sujetos tienen con respecto al
problema social, en tanto la subjetividad de constituye en un elemento de la explicación
situacional.
En términos generales, avanzar en el análisis de la subjetividad siendo coherentes
con los puntos anteriores, implica pensarla en relación directa con las relaciones de
producción y la inserción de los sujetos en las distintas clases sociales existentes.
Siguiendo a Lukács, Infranca (2005) sostiene que en el capitalismo el ser social, al tener
que vender su fuerza de trabajo a fin de poder reproducirse cotidianamente, aparece
dominado en su esencia por la forma fetichista de la mercancía, que no sólo transforma al
sujeto en cosa, sino que modifica todo el proceso de reproducción social. El proceso de
reificación, por el cual el hombre se transforma en cosa, ocupa aspectos de la vida
cotidiana en general, y, por extensión, las relaciones entre las personas adquieren el
carácter de cosas con leyes propias (Lukács, 1985).
Por ello, es posible sostener que dentro del sistema capitalista contemporáneo los
procesos de alienación y de reificación, repercuten directamente sobre las visiones y
representaciones que poseen los trabajadores acerca de sí mismos y su entorno inmediato.
Es por eso, que en algunas situaciones los problemas sociales son aprehendidos en su
inmediatez y superficialidad, no pudiendo captarse la procesualidad que los caracteriza,
llegando a la construcción de una visión ahistórica y naturalizada de los mismos (Cf.
Lessa, 2000b; Guerra, 2003 y 2007).
Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales
A partir de los planteos teóricos que se desarrollaron precedentemente, es necesario
avanzar en la explicitación de estrategias metodológicas que viabilicen el desarrollo de la
explicación situacional de los problemas sociales. Los temores de caer en esquemas rígidos
no deben impedir tal punto, en tanto la reconstrucción analítica de los procesos sociales y,
por ende, la identificación de las mediaciones debe partir de la negación de la inmediatez a
través de sucesivas aproximaciones a la realidad concreta. (Pontes, 2003). Para ello, se
deben recuperar los antecedentes metodológicos que han permitido realizar tales
26
27. aproximaciones, no como directrices dogmáticas de acceso a la realidad, sino a fin de
contrastar tanto los conocimientos como las estrategias metodológicas con nuevas
situaciones sociales8.
En principio, cabe precisar que las posturas adoptadas anteriormente llevan a la
necesidad de realizar una explicación situacional que sea capaz de articular las
interrelaciones entre los aspectos objetivos y subjetivos que adquieren visibilidad como
problema social pudiendo identificar las mediaciones con los factores causales, en tanto
manifestación refractada de la “cuestión social”.
Sin embargo, en la continuidad del trabajo es necesario realizar dos aclaraciones, la
primera lleva a establecer advertencias para evitar los riesgos de caer en un reduccionismo
subjetivo al momento de explicar los problemas sociales, mientras que la segunda remite a
problematizar y contextualizar tal dimensión subjetiva. La explicitación y profundización
de tales aclaraciones, constituyen los puntos centrales que se desarrollarán para cerrar el
presente texto.
Frente a una constante subjetivización de los procesos sociales, que muchas veces
vienen aparejados de la psicologización de los problemas sociales, siendo tratados desde
premisas morales (Netto, 1997), se requiere recalcar la jerarquía que adquieren las
dimensiones objetivas de la realidad como estructuradoras de los problemas sociales. En
este punto si bien se acepta la definición de estos últimos como una brecha entre una
realidad y un valor o deseo de cómo debe ser esa realidad para un observador, no se debe
caer en el equivoco de subjetivizar en su totalidad tal brecha. Además, elementos como los
deseos, los valores, las normas, deben ser escudriñados y analizados socio-históricamente a
fin de no caer en un análisis inmediato del fenómeno. Tal planteo lleva a interrogarnos
sobre las manifestaciones objetivas que permiten que un aspecto de la realidad pueda ser
considerado como problema, en tanto se parte de aceptar que la realidad tiene una
objetividad propia, distinta de la conciencia, de la subjetividad. (Lessa, 2000b)
El análisis histórico y en perspectiva de totalidad implica el conocimiento de los
factores causales tanto para comprender el problema en la actualidad como la interrelación
entre tales factores. Técnicas como el flujograma situacional, el árbol de problemas o el
8 Al respecto Lessa expresa claramente que “cuando iniciamos (una) investigación de algo desconocido,
jamás podemos tener certeza a priori de cuáles procedimientos investigativos (por lo tanto, de cuál método)
se revelarán como los más adecuados para conocerlo. Con base en lo que ya conocemos, con base en las
experiencias con objetos que nos parecen semejantes, etc., podemos hacer previsiones y anticipaciones de
cuál probablemente será el método más adecuado.” (Lessa, 2000b: 202)
27
28. diagrama causa-efecto son de gran utilidad para esta tarea en tanto permiten sistematizar
las causalidades que son posible captar en torno a un problema.
Este punto ha sido el más trabajado en la bibliografía sobre la Planificación Social,
por lo que sólo brevemente incluiremos aquellos puntos que se consideran centrales y
necesarios. En un primer lugar se trata de poder captar las manifestaciones del problema en
la actualidad, lo cual lleva a determinar lo que generalmente se denomina línea base, la
cual consiste construir indicadores que posibiliten conocer cuál es el grado de desarrollo
del problema social que se abordará.
Por otro lado, es necesario poder identificar las causas que explican el problema, las
cuales encuentran su origen en las características que adquiere la “cuestión social” en un
momento particular, por lo cual se pueden llamar factores o causas estructurales. Las
mismas a través de procesos y mediaciones determinan o condicionan causas indirectas o
directas (Novakovsky y Chaves, 1999). La valoración de determinadas causas como
directas, indirectas o estructurales remite a discusiones teóricas, políticas y vivenciales, por
lo cual en su ubicación en uno u otro plano adquiere relevancia la lógica situacional de
aprehensión de las visiones construidas en torno a un determinado problema social.
Para finalizar cabe recalcar que claramente hemos intentado dejar marcada la
necesidad de incluir los aspectos subjetivos de la realidad al momento de explicar los
problemas sociales, lo cual lleva a reflexionar sobre los distintos actores sociales que
coexisten, con visiones e intereses diferentes, muchas veces antagónicos, en todas las
situaciones. Sin embargo, sin ánimo de caer en una hegemonía académica al momento de
explicar la realidad, consideramos que en la práctica del Trabajo Social, el profesional se
incorpora como actor a tales situaciones con sus propios recursos (Oliva, 2007a), es decir,
intereses, visiones y marcos teórico-metodológicos específicos a partir de su inserción en
la división social y técnica del trabajo y la adscripción a un proyecto profesional particular.
Por ello, su explicación situacional debe dar cuenta de esas competencias aprehendidas,
principalmente en lo que respecta a cuestiones metodológicas, posibilitando la realización
de explicaciones que superen, principalmente, la inmediatez de los fenómenos sociales.
Una de las premisas que es necesario incorporar al momento de explicar la realidad,
es la de poder reconstruir los aspectos subjetivos de la realidad en términos de
comprensión activa (Bajtín, M. 1997), lo cual implica proceder introduciendo el objeto de
estudio en totalidades siempre más amplias, a partir de la totalidad de la forma ideológica
con la que se vincula, y sin perder de vista el proceso global de reproducción social al que
28
29. dicha forma ideológica pertenece, como forma de la comunicación social, como forma de
signos (Ponzio, 1999).
Considerando que la vida cotidiana9 es el espacio donde el individuo y la sociedad
mantienen una relación espontánea, pragmática, sin crítica, Barroco (2004) manifiesta que
el ‘nosotros’ es como aquél por el cual el ‘yo’ existe, o sea, a través de una identificación
inmediata. De este modo, la autora considera que la cotidianidad es el campo privilegiado
de la reproducción de la alienación, en donde se produce la repetición acrítica de los
valores, pues el pensamiento cotidiano se fundamenta en juicios provisionales, por la
unidad inmediata entre el pensamiento y la acción. Es entonces, el espacio en el cual la
reproducción social se realiza a través de los individuos, espacio donde la aprehensión de
la realidad comienza y acaba en su conocimiento inmediato, por lo cual permite visualizar
una representación caótica de la misma, sin necesidad de construir mediaciones (Lessa,
2000). Consecuentemente, se sostiene que en la vida cotidiana la aprehensión que los
individuos realicen de los problemas sociales que los afectan se encontrará tensionada por
las distintas visiones que coexistan en la sociedad, las cuales, sin caer en esquematismos se
presentan como un continuum de naturalización-problematización.
Así, afirmando la impronta situacional de las explicaciones que se realizan es
necesario incluir las visiones que los distintos actores poseen sobre el problema, debiendo
identificar la vinculación tanto con los aspectos objetivos del problema social como con las
visiones que la sociedad en la cual se insertan ha construido en relación al mismo. La
importancia de incorporar tal dimensión se encuentra fundamentada por la interrelación
con el momento normativo y estratégico, es decir con la definición de los objetivos y
estrategias para alcanzarlos, pues la identificación de visiones naturalizadas de los
problemas sociales interpela al profesional en el establecimiento de estrategias que
posibiliten en un primer momento una problematización conjunta de los mismos.
De esta manera es posible avanzar en una explicación que se adentre en los factores
causales y niegue/supere los procesos de reificación y alienación que en las relaciones
capitalistas atraviesan la vida cotidiana de los sujetos (Infranca, 2005; Lukács, 1985;
Heller, 1977), en tanto la propia vida cotidiana a partir de los conflictos y contradicciones
que la caracterizan, permiten a los individuos y grupos sociales, preguntarse el por qué de
sus características, sobre las causas de los procesos sociales que los involucran, tanto
9 Las implicancias de esta categoría escapa a las posibilidades analíticas de este trabajo. Para ampliar véase
Guerra, 2007; Barroco, 2004; Lessa, 2000; Heller, 1977; Gonzaga Mattos Monteiro, 1995.
29
30. individual como colectivamente y en algunos casos plantearse posibilidades de ruptura, de
problematización y reconstrucción de las visiones elaboradas hasta entonces.
Es a partir de conocer el grado de problematización de las situaciones sociales que
atraviesan a las personas, las posiciones asumidas en torno a los mismos, que se abre la
posibilidad de encaminar procesos de planificación viables, en tanto recuperan la
dimensión política en estrecha relación con las condiciones de vida de los sujetos.
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33. LA OBSERVACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL DEL TRABAJADOR SOCIAL
33
Liliana B. Madrid
Introducción
El presente capítulo tiene la intención de involucrar a los estudiantes de trabajo
social en los aspectos constitutivos de la observación en la intervención profesional del
Trabajo Social.
Se estima importante lograr que alumnos y alumnas consideren que la observación
es una práctica que puede estar orientada por fines diferentes: investigación-docencia
(producción de conocimiento), intervención profesional (asistencia, gestión, educación) o
pre-profesionales (prácticas de formación académica). El objetivo es realizar un aporte con
el fin de superar cierto uso “mecánico” de la observación, para avanzar hacia una práctica
profesional en la cual la dimensión instrumental no quede aislada o desvinculada de las
concepciones teóricas, ontológicas y las opciones políticas. En este sentido, tal como se ha
planteado en el capitulo anterior, demanda adherir a la perspectiva ontológica donde las
preocupaciones metodológicas son determinadas a posteriori del objeto concreto
(Montaño, 2000)10.
Es necesario señalar que la observación es una práctica que, junto con otras tácticas
permite, a través de las sucesivas aproximaciones que el profesional realiza al objeto,
reconstruir las manifestaciones de la “cuestión social” en la vida cotidiana de las personas.
Implica superar el apriorismo metodológico y recuperar los aportes desarrollados en los
procesos de reconstrucción de la realidad a fin de contrastarlos nuevamente con la misma,
permitiendo el avance y síntesis en el desvelamiento de los procesos sociales. Se considera
que la observación no es técnica porque no existe control del objeto al cual aplicar métodos
y técnicas sino que se cuenta con conocimientos teóricos e informativos que permiten
intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias. Al igual que las visitas
domiciliarias que se desarrollarán en capitulo siguiente, la modalidad de observación está
estrechamente vinculada a la posición ético-política, no hay posibilidad de intervención
neutra11.
Agnes Heller, elabora una visión sobre la vida cotidiana que —aunque sumamente
compleja— permite esclarecer las vías de acceso a la identificación de las mediaciones
10 Para ampliar véase capitulo desarrollado por el Lic. Manuel Mallardi.
11 Lo expuesto fue retomado del capitulo de la Dra. Andrea Oliva.
34. entre los procesos universales y particulares. La autora explica —con el fin de aproximarse
a la subjetividad de los hombres en la vida cotidiana—, que los individuos desarrollan en
su historia un conjunto de actividades a fin de garantizar su reproducción que constituye su
vida cotidiana y, a su vez, posibilita la reproducción social. De este modo, cada hombre
particular concreto se reproduce de un modo distinto que sus semejantes, aunque en el
marco de su inserción en la división social del trabajo, lo que hace que dichas actividades
(comer, dormir, etc.) sean idénticas sólo en planos elevadamente abstractos.
Consecuentemente, la autorreproducción “…es, por consiguiente, un momento de la
reproducción de la sociedad” (Heller, A. 1977: 20).
La observación de las manifestaciones de la “cuestión social”
El término “cuestión social” tiene una historia de aproximadamente 170 años y
comenzó a ser utilizada en la tercera década del siglo XIX. Surge para dar cuenta del
fenómeno del pauperismo en el que se sumergió la población trabajadora en lo que se
constituye como la instauración del capitalismo en su fase industrial y competitiva. Si bien
la desigualdad entre ricos y pobres se observaba anteriormente, era radicalmente nueva la
dinámica de la pobreza que entonces se generalizaba. “La pobreza crecía en razón directa
con el aumento de la capacidad social de producir riquezas” (Netto: 2003, 57).
A partir de la segunda mitad del siglo XIX la expresión “cuestión social” se instala
en el vocabulario propio del pensamiento conservador. La “cuestión social” pierde su
estructura histórica determinada y es naturalizada. El enfrentamiento de sus
manifestaciones es función de un programa de reformas que antes que nada preserve la
propiedad privada de los medios de producción. Se desvincula cualquier medida tendiente
a problematizar el orden económico social establecido: se trata de combatir las
manifestaciones de la “cuestión social” sin tocar los fundamentos de la sociedad burguesa
(Netto, 2003).
Hoy, algunos autores hablan de la nueva “cuestión social”, pero los problemas
actuales, si bien no manifiestan explícitamente los rasgos propios del proceso europeo del
siglo XIX en plena revolución industrial, son producto de la misma contradicción. Lo que
diferencia los problemas del siglo XIX con los actuales es el menor grado de politización
de este último. “Cuestión social” no es sinónimo de la contradicción entre capital y trabajo
y entre fuerzas productivas y relaciones de producción sino de conflicto político,
determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).
34
35. 35
En este articulo se entenderá que la
“Cuestión Social” debe ser aprehendida como el conjunto de las
expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que
tiene una raíz común: la producción social se hace cada vez mas
colectiva, el trabajo se torna cada vez mas social, mientras que la
apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una
parte de la sociedad (Iamamoto: 2003, 41).
Iamamoto (1997) aporta a esta reflexión aspectos importantes a considerar al
momento de aprehender la complejidad de la intervención del trabajo social en las
manifestaciones de la “cuestión social”. Destaca que pensar
…la práctica profesional como socialmente determinada apenas por las
fuerzas dominantes de la sociedad permitiría caer en una perspectiva
“determinista”, según la cual nada nos restaría hacer. Del lado opuesto,
se podría caer en una visión “heroica” de la profesión, cuando esta es
entendida apenas como referida a los intereses de las clases subalternas,
desvinculados de sus relaciones con el bloque de poder. En tercer lugar,
al considerar la práctica profesional como producto exclusivo de sus
agentes, desconociendo los condicionamientos históricos coyunturales,
se corre el riesgo de caer en una perspectiva “voluntarista” de
declaración de buenas intenciones, que serán subvertidas por la realidad
de la práctica. Por lo tanto, aprehender el movimiento contradictorio de
la práctica profesional como actividad socialmente determinada por las
condiciones histórico coyunturales, reconociendo que estas son
mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional –
dentro de los limites establecidos por la propia realidad- es condición
básica para aprehender el perfil y las posibilidades del servicio social
hoy, las nuevas perspectivas del espacio profesional. Lo que define al
servicio social es la conjugación de esos factores contradictorios
(Iamamoto, 1997).
Margarita Rozas Pagaza (2001) entiende a la intervención como un campo
problemático en la medida que se constituye en el escenario cotidiano donde se objetivan
las manifestaciones de la “cuestión social” y que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos.
Este punto de partida se diferencia de posiciones que entienden a la intervención desde una
perspectiva instrumentalista o de instrumentalización de técnicas.
La intervención no solo es la constitución de acciones diversas y
desconectadas, por el contrario debe estar fundamentada en bases
teóricas y metodológicas, que superen el carácter normativo e
instrumental de la misma. En esta perspectiva, el concepto de la
intervención en trabajo social es la conjugación del análisis del contexto,
concepto e instrumentos que tienen sentido en función de sus objetivos y
fines (Rozas Pagaza, 2001: 317).
La intervención profesional demanda a la observación, en tanto práctica que
consiste en utilizar los sentidos para indagar fenómenos, hechos o realidades sociales, la
36. posibilidad de visualizar en toda su complejidad diversas manifestaciones de la cuestión
social.
Si bien la observación es una práctica que todos los hombres realizan existe
diferencia cuando se estructura desde el sentido común o desde un plano profesional.
Generalmente suele decirse que la primera esta teñida de las subjetividades de quienes
observan y también de quienes son observados, caracterizada por la ausencia de un marco
teórico previo que delimite la acción de observar y que no responde a preguntas o
cuestiones específicas fijadas con antelación. Por el contrario, pensar a la observación
desde el plano profesional señala el acercamiento a la realidad desde una posición definida,
fundamentalmente teórica. Implica una actividad deliberada y consciente, sistemática,
describiendo, relacionando, sistematizando y, sobre todo, tratando de interpretar y captar
significado. La observación se realiza en un marco de “desconfianza” de las propias
convicciones, dudando de ver lo que se ve, contrastando incesantemente datos con datos,
informantes con informantes, interpretaciones propias con ajenas.
Observar en trabajo social no presupone la existencia de un área específica de
intervención profesional, recortada de la totalidad social, como si los fenómenos sociales
se comportaran independientemente uno de otro. La observación en la práctica profesional
del trabajo social debe superar una realidad “recortada”, es decir, la construcción de un
objeto específico de intervención en “lo social” excluyendo de tal objeto los determinantes
económicos, culturales, políticos, etc. porque supone pertenece a otras esferas
profesionales.
Una práctica de estas características no superará la apariencia de los hechos y
tenderá a observar los procesos sociales como “cosas” y desarticulados de una estructura
más amplia. Conocer e interpretar la realidad demanda tener en cuenta las mediaciones
(Guerra, 2000) y no abstraer los fenómenos de las relaciones que los engendran. Caso
contrario, se desarrollará un proceso de naturalización de la realidad social segmentado en
esferas autónomas y considerando los fenómenos como evolución de la naturaleza y no
como construcción de los hombres, práctica considerada deshistorizada. Conocer la
realidad de esta forma condiciona las respuestas y lleva a cambios parciales de la misma
(Montaño, 2000).
La intervención estatal en la era del monopolio soslaya los aspectos económicos e
históricos propios del capitalismo, llevando la cuestión al terreno de las responsabilidades
individuales. Así, los problemas sociales:
36
37. Asumen un carácter compensatorio, no dirigidas a asegurar
derechos universales, sino fundamentalmente como formas de
regulación de la relación capital-trabajo, formas indirectas de
salario (ubicadas fuera de la lógica del mercado y adquiriendo el
status de beneficio o dadiva), que permitan el mantenimiento y la
reproducción de la fuerza de trabajo, así como una forma de
legitimación del Estado y de moralización de las clases
subalternas (Parra: 1999, 89).
La estigmatización de la pobreza y la marginación del pobre implican la
destitución de la ciudadanía económica y el cercenamiento del derecho a la
libertad sustentada sobre una concepción de la pobreza como condición de
existencia del capitalismo, como un mal necesario a la sustentación del régimen
(Martinelli, 1992: 97).
Observar los fenómenos de la realidad social desde una racionalidad que supere la
segmentación, la naturalización y la dehistorización conseguirá distanciarse de respuestas a
la cuestión social que sólo se enfrentan en sus refracciones (Netto, 1997), sus
manifestación puntuales y superficiales, donde las causas de fondo son ignoradas y las
consecuencias observadas como causas.
La cuestión social es atacada en sus refracciones, en sus secuelas
aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si es
asumida consecuentemente, impediría la intervención. De ahí surge la
categorización de los problemas sociales y de sus vulnerabilizados, no
solo con la consecuente priorización de las acciones sino sobretodo con
la atomización de las demandas y la competencia entre las categorías
demandantes (Netto: 1997, 22).
El trabajador social utiliza la observación en su práctica cotidiana, en el desarrollo
de entrevistas, visitas domiciliarias o la confección de informes sociales, fortaleciendo el
proceso de intervención y permitiendo el acceso a la información que los observados o el
contexto inmediato tal vez no expresan de manera directa. Esto implica que el desarrollo
de la observación en el ámbito profesional del trabajo social, para alcanzar el propósito de
su utilización, demanda un trabajo de orientación (objetivos), planificación, marco teórico
de referencia y exposición a criterios de veracidad, objetividad, fiabilidad y precisión. Este
proceso que envuelve a la observación pretende examinar a la realidad tal como ocurre sin
ningún tipo de interferencias, modificación o manipulación.
Lo señalado anteriormente demanda tener presente que quien observa es un actor
social. En ese sentido es necesario discutir la idea del observador como sujeto social e
involucra reflexionar acerca del posicionamiento que asume y en consecuencia las
definiciones que realiza.
37