Jesús envió a dos discípulos a una aldea cercana para que trajeran un pollino atado que nadie había montado. Si alguien preguntaba por qué lo desataban, debían decir que el Señor lo necesitaba. Trajeron el pollino a Jesús, quien se sentó sobre él. La multitud aclamaba a Jesús con "¡Hosanna!" y tendían sus mantos y ramas en el camino, mientras Jesús entraba en Jerusalén.