Don Bosco y Gris
Don Bosco vivía en un pequeño pueblo donde había callejones sin salida y esquinas donde los
ladrones podían atacar sin ser vistos. Durante el día, era un tranquilo y hermoso lugar donde
todo el mundo se conocía y tenía confianza entre ellos, pero por la noche era un lugar siniestro
y oscuro donde nadie se atrevía a salir de sus casas.
Don Bosco era un señor que dio su vida por los demás, ayudándoles y apoyándoles en todo lo
que podía. Era un hombre ejemplar, que todo su pueblo lo admiraba.
Gris era un misterioso perro de gran tamaño, con un largo hocico, orejas erguidas y abundante
pelaje gris lo que le hacía parecerse a un lobo. Gris era fuerte, valiente y tenía un gran vínculo
con Don Bosco, lo que le hacía protegerle cada vez que se encontraba en una situación
peligrosa; lo que se llamaba lealtad.
Gracias al gran vínculo que Don Bosco y Gris entablaron, éste siempre que Don Bosco se
encontraba en peligro, Gris aparecía para salvarle en el momento y lugar justos.
Una tarde oscura y lluviosa Don Bosco volvía de la ciudad por la calle de la Consolata. Cuando
se dio cuenta de que dos hombres caminaban a poca distancia delante de él. Trató de pasar a
la otra acera, para no encontrarse con ellos, pero volvieron a colocarse hábilmente frente a él.
Cuando quiso volver sobre sus pasos le tiraron un manto sobre la cara y uno de ellos consiguió
amordazarle con el pañuelo. En ese momento apareció Gris, rugiendo ferozmente y se lanzó
sobre uno de ellos, enseñándole los dientes al otro. Uno de los ladrones gritó:
-¡Llama al perro!
Y Don Bosco dijo:
-Llamaré al perro si dejan en paz a los transeúntes.
A lo que ellos respondieron:
-¡Llámelo, rápido!
Don Bosco lo llamó, Gris seguía rigiendo enfurecido y los bandidos siguieron su camino. Gris,
tan fiel como siempre, siguió al lado de Don Bosco acompañándolo hasta el oratorio.
3º A