1. Nietzsche: “SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL”
Texto de Nietzsche Comentario
I.E
n algún apartado rincón del universo,
desperdigado de innumerables y centelleantes
sistemas solares, hubo una vez un astro en el
que animales astutos inventaron el conocer.
Fue el minuto más soberbio y más falaz de la
Historia Universal, pero, a fin de cuentas, sólo
un minuto. Tras un par de respiraciones de la
naturaleza, el astro se entumeció y los animales
astutos tuvieron que perecer.
Párrafo 1
La fábula
Nietzsche inicia su narración a manera de fábula, mito o parábola. No
es casualidad que proceda de este modo: a lo largo del texto habla de
la atracción que sienten los seres humanos hacia este tipo de relatos
ya que, en ellos, el ser humano deja libertad de acción a su vertiente
artística e identificándose con las historias contadas logra escapar,
aunque sea circunstancialmente, al apretado corsé que la lengua y la
ciencia han ido estableciendo en torno a su vida y al modo de captar
la realidad. Nietzsche nos impresiona por la contundencia de las
imágenes, de modo que llega a recordarnos la película “2001: Una
odisea en el espacio”, incluyendo las alusiones inevitables a la música
de Richard Strauss (Así hablaba Zaratustra) de claras resonancias
nietzscheanas
Alguien podría inventar una fábula como ésta
y, sin embargo, no habría ilustrado
suficientemente, cuán lamentable y sombrío,
cuán estéril y arbitrario es el aspecto que tiene
el intelecto humano dentro de la naturaleza;
hubo eternidades en las que no existió, cuando
de nuevo se acabe todo para él, no habrá
sucedido nada.
Ilustración de lo caduco, inútil y arbitrario del intelecto (Crítica
a la razón; exaltación del sentimiento; romanticismo)
Esta fábula no llega a ilustrar (pintar, representar, y dar a conocer) el
poco valor que tiene el intelecto humano en la naturaleza. Nietzsche
actúa desde la ironía, hablando de un supuesto mundo en el que
ciertos animales inventaron el conocimiento, y se creyeron algo
especial. Pero el tiempo terminó por demostrar la falsedad de sus
pretensiones porque, igual que el resto de los seres vivos, también
ellos acabaron por desaparecer. No fueron más que una mota de
polvo en la presencia eterna del universo, el cual ya existía antes de
que ellos estuvieran presentes y continuará existiendo sin necesidad
de su presencia.
Porque no hay para ese intelecto ninguna
misión ulterior que conduzca más allá de la
vida humana. No es sino humano, y solamente
su poseedor y creador lo toma tan
patéticamente como si en él girasen los goznes
del mundo.
Por qué.
Mediante esta breve narración Nietzsche pretende hacernos entender
que aquello de lo cual los seres humanos nos sentimos tan orgullosos,
nuestra inteligencia (que nos sirve para definirnos frente a los demás
seres vivos colocándonos en un falso plano de superioridad), es en
realidad algo que está basado en una falsa creencia. El conocimiento
no es más que un invento nuestro, el intelecto humano carece de
cualquier misión, destino, progreso o evolución de una especie
superior.
Pero si pudiéramos entendernos con un
mosquito, llegaríamos a saber, que también él
navega por el aire con ese mismo pâthos y se
siente el centro volante de este mundo. Nada
hay en la naturaleza tan despreciable e
insignificante que, con un mínimo soplo de
aquel poder del conocimiento, no se hinche
inmediatamente como un odre;
Consecuencia
El hombre se cree un ser especial dentro del cosmos por poseer la
capacidad de raciocinio. Cae, así, en un completo antropocentrismo
(etnocentrismo) que le hace creerse el centro de todo. Pero, como
dice Nietzsche, si pudiéramos hablar con un mosquito veríamos que
también posee el mismo sentimiento (el mismo pâthos, sentimiento) y
que en su peculiar visión del universo también se considera a sí
mismo como el eje principal del cual gira todo.
1
2. y del mismo modo que cualquier mozo de
cuadra quiere tener sus admiradores, el más
orgulloso de los hombres, el filósofo, quiere
que desde todas partes, los ojos del universo
tengan telescópicamente puesta su mirada
sobre sus acciones y pensamientos.
El filósofo.
Del mismo modo que gusta cualquiera de ser admirado, el filósofo
(ideal de racionalidad –Hegel-) está convencido de la creencia de que
su trabajo es el centro del universo.
Es remarcable, que tal estado lo produzca el
intelecto, él que, precisamente, sólo ha sido
añadido como un recurso a los seres más
desdichados, delicados y efímeros, para
conservarlos un minuto en la existencia; de la
cual, por el contrario, sin ese añadido, tendrían
toda clase de motivos para huir tan
rápidamente como el hijo de Lessing.
Párrafo 2
El intelecto
El conocimiento es el recurso que utiliza el ser más débil de la
naturaleza (el ser humano) para subsistir. Mediante su posesión dicho
ser acaba considerándose a sí mismo como algo especial, se hincha de
soberbia y mira con aire compasivo y superior a aquellos otros seres
vivos tan infelices que no han logrado escapar del pozo de los
instintos que le aprisionan y condicionan.
Como curiosidad cabría citar la referencia que hace Nietzsche al hijo
de Lessing, muestra del peculiar carácter y extraño sentido del humor
que posee nuestro autor. Lessing fue un literato alemán cuyo hijo
murió al día siguiente de nacer. De ahí que diga que huyó tan
rápidamente de la existencia.
Ese orgullo ligado al conocimiento y a la
sensación, niebla cegadora colocada sobre los
ojos y sobre los sentidos de los hombres, los
engaña acerca del valor de la existencia, pues
lleva en él la más aduladora valoración sobre el
conocimiento mismo. Su efecto más general es
el engaño — aunque también los efectos más
particulares llevan consigo algo del mismo
carácter.
La soberbia
La inteligencia y el conocimiento de los que estamos tan orgullosos,
son los causantes de la engañosa concepción que tenemos de la vida,
de la falsa imagen que nos hemos creado de ella.
El intelecto, como un medio para la
conservación del individuo, desarrolla sus
fuerzas primordiales en la ficción, pues ésta es
el medio por el cual se conservan los
individuos débiles y poco robustos, como
aquellos a los que les ha sido negado, servirse,
en la lucha por la existencia, de cuernos o de la
afilada dentadura de los animales carniceros.
Este arte de la ficción alcanza su máxima
expresión en el hombre: aquí el engaño, la
adulación, la mentira y el fraude, la
murmuración, la hipocresía, el vivir del brillo
ajeno, el enmascaramiento, el
convencionalismo encubridor, el teatro ante
los demás y ante uno mismo, en una palabra, el
revoloteo incesante ante la llama de la vanidad
es hasta tal punto la regla y la ley, que apenas
hay nada más inconcebible que el hecho de que
haya podido surgir entre los hombres un
Párrafo 3
El intelecto
La inteligencia es el instrumento que hemos inventado y utilizado los
seres humanos para compensar nuestra debilidad biológica. El ser
humano, como es débil por naturaleza, ha de fingir para sobrevivir, ha
de mentir. Para ello utiliza la inteligencia. Este fingimiento nos lleva a
la mentira como medio de subsistencia. De este modo, y por primera
vez en el texto, verdad y mentira aparecen ya como dos polos
opuestos. Sien embargo, hay que distinguir entre dos sentidos muy
diferentes de estos conceptos. Uno de ellos sería un sentido moral: “el
engaño, la adulación, la mentira y el fraude, las hipocresías ...”.
Según este sentido, la mentira haría referencia al acto de
enmascararnos ante los demás, de ocultarles nuestra auténtica
personalidad y nuestros sentimientos, con ánimo de engañarles y, de
este modo, sacar algún provecho.
2
3. impulso sincero y puro hacia la verdad.
Se encuentran profundamente sumergidos en
ilusiones y ensueños, sus miradas se limitan a
deslizarse sobre la superficie de las cosas y
percibir formas, sus sensaciones no conducen
en ningún caso a la verdad, sino que se
contentan con recibir estímulos y, por así
decirlo, jugar un juego de tanteo sobre el dorso
de las cosas. Además, durante toda la vida, el
hombre se deja engañar por la noche en el
sueño, sin que su sentimiento moral haya
tratado nunca de impedirlo; mientras que
parece que ha habido hombres que, a fuerza de
voluntad, han conseguido eliminar los
ronquidos.
El hombre
Sin embargo, hay otro sentido de mentira por el que Nietzsche se
interesa mucho más y en el cual ahonda a lo largo del texto. Se trata
de la mentira en sentido extra-moral. Este sentido se deja ver
cuando afirma: “su ojo se desliza tan solo sobre la superficie de la
cosas y ve formas, su sensación no conduce por ninguna parte a la
verdad, sino que se contenta con recibir estímulos y, por así decirlo,
jugar un juego de tanteo sobre el dorso de las cosas”. ¿A qué hace
referencia este nuevo sentido más radical de “mentira”?. A que el ser
humano, por su propia constitución física, es incapaz de acceder al
conocimiento auténtico de la realidad pues siempre estará
condicionado de modo inevitable por su manera de percibir las
cosas (recuérdese que la Filosofía trascendental de Kant
significa eso, el análisis de las condiciones de posibilidad del
conocimiento). Además, mediante el lenguaje y los conceptos, como
veremos, nos alejamos cada vez más de esa realidad que en sí misma
nos resulta inaccesible. Recuérdese que Ockham remacha que las
palabras solo son signos de la realidad, no la realidad) Es, pues, un
sentido referido exclusivamente al conocimiento.
En realidad ¿qué sabe de sí mismo el hombre?
¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque
sólo fuese una vez, como si estuviese tendido
en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la
naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso
sobre su propio cuerpo, de forma que, al
margen de las circunvoluciones de sus
intestinos, del rápido flujo de su circulación
sanguínea, de las complejas vibraciones de sus
fibras, quede recluido y encerrado en una
conciencia orgullosa y embaucadora? Ella ha
tirado la llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que
pudiese mirar, por una vez, hacia fuera y hacia
abajo, a través de una hendidura del cuarto de
la conciencia y vislumbrase entonces que el ser
humano descansa sobre la crueldad, la codicia,
la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia
de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente
en sus sueños sobre el lomo de un tigre! ¿De
dónde procede en el mundo entero, en esta
constelación, el impulso hacia la verdad?
La consciencia
¿Cómo vamos a ser capaces de conocer la auténtica realidad de las
cosas, cuando ni siquiera lo somos de conocernos a nosotros
mismos?: “¡qué sabe de sí mismo el hombre!”. Nietzsche se opone,
así, a la máxima socrática del “conócete a ti mismo” señalando la
imposibilidad de establecer ese autoconocimiento: la conciencia,
“orgullosa y embaucadora”, nos engaña, nos impide conocer nuestra
parte instintiva y pulsional. (En eso consiste uno de los objetivos del
sistema de Freud, coetáneo de Nietzsche: en posibilitar el acceso al
inconsciente, a ese conjunto de pulsiones básicas). Conciencia que
después echa la llave (“reprime”, freudianamente hablando) con el fin
de que no veamos las monstruosidad interior del ser humano.
Pero ese desconocimiento de sí mismo, en el fondo, al ser gregario le
resulta beneficioso pues le impide conocer el auténtico carácter de su
naturaleza: “el ser humano descansa sobre lo despiadado, lo
codicioso, lo insaciable y lo asesino” (las pulsiones básicas
reconocidas por Freud, el impulso de muerte, tánatos). En realidad
debería estar contento de que su ignorancia le impida captar esta
verdad más profunda: que, en el fondo, desde su propia moral, no es
más que un ser cruel y malvado. No queda, pues, ya sitio para el buen
salvaje del que hablaba Rousseau: el hombre no es bueno por
naturaleza ni es la sociedad la que lo pervierte. Más bien tiene razón
Hobbes. Su carácter es como un tigre que hemos domesticado para
que pueda exhibirse en un circo pero que, en el fondo, continúa
siendo un tigre, y en cualquier momento puede volver a actuar como
tal: “estamos pendientes en sueños del lomo de un tigre”.
En la medida en que el individuo quiera Párrafo 4
3
4. conservarse frente a otros individuos, en un
estado natural de las cosas, tendrá que utilizar
el intelecto, casi siempre, tan sólo para la
ficción. Pero, puesto que el hombre, tanto por
necesidad como por aburrimiento, desea existir
en sociedad y gregariamente, precisa de un
tratado de paz, y conforme a éste, procura que,
al menos, desaparezca de su mundo el más
grande bellum omnium contra omnes . Este tratado
de paz conlleva algo que promete ser el primer
paso para la consecución de ese enigmático
impulso hacia la verdad.
El pacto
El individuo desea vivir en sociedad, dice Nietzsche, "por necesidad y
por aburrimiento", y para conseguir este objetivo vital utiliza la
inteligencia. ¿Qué papel juega la inteligencia en este proceso de
socialización? Mediante ella los seres humanos establecen un pacto de
convivencia, en palabras de Nietzsche "un tratado de paz", en una
prueba más de su oposición a la teoría de la bondad natural del
hombre defendida por Rousseau. Nietzsche se sitúa más bien en la
línea defendida por Hobbes: el estado de naturaleza es un estado
salvaje, de lucha constante de todos contra todos (esto significa la
expresión del texto "bellum omnium contra omnes"). Y es para evitar este
estado por lo que se impone este pacto que asegura una situación
pacífica y pone, así, las bases para el establecimiento de la sociedad.
Porque en este momento se fija lo que desde
entonces debe ser verdad, es decir, se ha
inventado una designación de las cosas
uniformemente válida y obligatoria, y el poder
legislativo del lenguaje proporciona también las
primeras leyes de la verdad, pues aquí se
origina por primera vez el contraste entre
verdad y mentira.
El Lenguaje
Pero este pacto social tiene otras consecuencias de enorme interés
para el problema que a Nietzsche le preocupa, el problema de la
verdad. En efecto, mediante dicho pacto los seres humanos también
establecen de un modo convencional lo que es la verdad: "...en este
momento se fija lo que desde entonces debe ser "verdad", esto es, se inventa una
designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria". A partir de este
momento, pues, se considerará verdadero aquello que quede
legitimado como tal por el lenguaje. Así, por ejemplo, si todos
señalamos hacia un mismo objeto y decimos: "Esa hoja es verde"
daremos por sentado que dicha afirmación es verdadera, y que quien
diga "Esa hoja es roja" o estará equivocado o estará mintiéndonos. El
lenguaje tiene, de este modo, un importantísimo papel en el
establecimiento de la "verdad" social, puesto que el uso de una
palabra u otra dará a nuestro pensamiento el carácter de verdadero o
falso: "aquí se origina por primera vez el contraste de verdad y mentira".(La
diferencia entre mentira y falsedad es que la falsedad es un
error, es decir, involuntario, mientras la mentira es consciente)
El mentiroso utiliza las legislaciones válidas, las
palabras, para hacer aparecer lo irreal como
real; dice, por ejemplo, yo soy rico cuando la
designación correcta para su estado sería
justamente pobre. Abusa de las convenciones
consolidadas efectuando cambios arbitrarios e
incluso inversiones de los nombres. Si hace
esto de manera interesada y conllevando
perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él
y, por ese motivo, le expulsará de su seno. Por
eso los hombres no huyen tanto de ser
engañados como de ser perjudicados por
engaños. En el fondo, en esta fase tampoco
detestan el fraude, sino las consecuencias
graves, odiosas, de ciertos tipos de fraude.
La mentira
Aquel individuo que no utiliza las palabras de acuerdo con las normas
establecidas (mediante aquella convención) será catalogado de
mentiroso, y cuando dicha mentira cause un perjuicio al bienestar
social entonces la sociedad perderá la confianza en dichos individuos.
El hombre nada más que desea la verdad en un La verdad
4
5. sentido análogamente limitado: desea las
consecuencias agradables de la verdad, aquellas
que conservan la vida, es indiferente al
conocimiento puro y sin consecuencias, y está
hostilmente predispuesto contra las verdades
que puedan tener efectos perjudiciales y
destructivos. Y además, ¿qué sucede con esas
convenciones del lenguaje? ¿Son quizá
productos del conocimiento, del sentido de la
verdad? ¿Concuerdan las designaciones y las
cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de
todas las realidades?
Al final del párrafo aparecen dos preguntas básicas cuya respuesta
será desarrollada posteriormente en el texto: "¿Coinciden las
designaciones y las cosas?", "¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las
realidades?". Nietzsche hace una crítica a la noción de verdad
considerada tradicionalmente como válida: la verdad como
correspondencia entre los hechos y los términos o proposiciones que
designan a esos hechos (La definición tradicional de “verdad” es
“adaequatio intentionalis intellectus cum re”, la adecuación
intencional del entendimiento con la cosa. Según ésta, una
proposición será verdadera si se corresponde con los hechos descritos
por ella; en caso contrario será falsa. Si yo afirmo, por ejemplo, "La
jirafa del zoo es azul con motas rojas", acudo al zoo a verla y observo
que su color es el tradicional (amarillo con motas negras) entonces
podré concluir que la proposición anterior era falsa. Pero si llego y,
para mi sorpresa, alguien la ha pintado de aquellos extraños colores,
para una jirafa, (o es un caso único de jirafa mutante), entonces diré
que la proposición era verdadera.
Nietzsche se opondrá a esta concepción de la verdad porque, como
iremos viendo, para él la verdad no es más que una ficción, una
convención establecida por los seres humanos para entenderse y
poder conocer la realidad.
Solamente mediante el olvido puede el hombre
alguna vez llegar a imaginarse que está en
posesión de una verdad en el grado que
acabamos de señalar. Si no quiere contentarse
con la verdad en la forma de tautología, es
decir, con conchas vacías, entonces trocará
perpetuamente ilusiones por verdades.
Párrafo 5
El olvido
El lenguaje, que es el instrumento mediante el cual pretendemos
establecer lo que es verdadero y lo que es falso, es una convención
que deforma y esconde la auténtica realidad. Pero nos olvidamos de
aquel pacto y pensamos que las palabras y las cosas sí coinciden: "Sólo
mediante el olvido puede el hombre... llegar a figurarse que esté en posesión de una
verdad". El supuesto impulso hacia la verdad que los hombres
manifestamos a través del lenguaje parte ya de una base errónea. Las
únicas verdades que nos resultan accesibles mediante él no son más
que tautologías, es decir, verdades que lo son solo por la forma de la
proposición, es decir, las proposiciones analíticas en cuyo predicado
se afirma lo mismo que en el sujeto. Pero no nos suministran ninguna
información nueva acerca de la realidad (cuando decimos "Ningún
soltero está casado" tal información ya estaba implícita en la
definición de "soltero" previamente formulada por nosotros de modo
convencional y arbitrario). Por eso, esas tautologías no son sino
"conchas vacías", pues están vacías de contenido, de información nueva.
Es la crítica de Nietzsche a los juicios analíticos a priori y su
equivalentes(las relaciones de ideas de Hume y las verdades de razón
de Leibniz).
¿Qué es una palabra? La reproducción en
sonidos articulados de un estímulo nervioso.
Pero partiendo del estímulo nervioso inferir
además una causa existente fuera de nosotros,
es ya el resultado de un uso falso e injustificado
del principio de razón. ¡Cómo podríamos decir
La palabra
Una prueba clara de que el lenguaje no coincide con la realidad la
encontramos en el proceso de formación de las palabras. ¿Qué es,
exactamente, una palabra?. Nietzsche la define como "la reproducción en
sonidos articulados de un estímulo nervioso". Para entender qué quiere
decirnos con esta definición habrá que analizar las distintas fases que
5
6. legítimamente, si la verdad estuviese solamente
determinada por la génesis del lenguaje, y si el
punto de vista de la certeza fuese también lo
único decisivo respecto a las designaciones,
cómo, no obstante, podríamos decir
legítimamente: la piedra es dura, como si
además captásemos lo duro de otra manera y
no únicamente como excitación
completamente subjetiva! Dividimos las cosas
en géneros, designamos al árbol como
masculino y a la planta como femenino: ¡qué
extrapolaciones tan arbitrarias! ¡A qué altura
volamos por encima del canon de la certeza!
Hablamos de una serpiente: la designación
alude solamente al hecho de retorcerse, podría,
por tanto, atribuírsele también al gusano. ¡Qué
arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué
parcialidad en las preferencias, unas veces de
una propiedad de una cosa, otras veces de otra!
Los diferentes idiomas, reunidos y comparados
unos a otros, muestran que con las palabras no
se llega jamás a la verdad ni a una expresión
adecuada, pues, de lo contrario, no habría
tantos. La cosa en si (esto sería justamente la
verdad pura y sin consecuencias) es también
totalmente inaprehensible y en absoluto
deseable para el creador del lenguaje. Éste se
limita a designar las relaciones de las cosas con
respecto a los hombres y para expresarlas
recurre a las metáforas más atrevidas. ¡En
primer lugar, un estímulo nervioso extrapolado
en una imagen!, primera metáfora. ¡La imagen,
transformada de nuevo, en un sonido
articulado!, segunda metáfora. Y, en cada caso,
un salto total desde una esfera a otra
completamente distinta y nueva.
se recorren a la hora de formar las palabras:
1- El ser humano entra en contacto (mediante sus sentidos) con la
realidad cambiante exterior que actúa como estímulo y provoca una
reacción en nuestro sistema nervioso. Según Nietzsche, de la
existencia de este estímulo nervioso no podemos concluir que exista
algo fuera de nosotros que sea causa de dicho estímulo: "partiendo del
estímulo nervioso inferir una causa existente fuera de nosotros es ya el resultado de
un uso falso e injustificado del principio de razón".
2- Dichos estímulos captados a través de los sentidos crean en nuestra
mente una imagen que pretende ser una copia de la reacción
provocada por la realidad exterior a nosotros. Pero toda copia suele
ser defectuosa o, como diría Nietzsche, se convierte en una metáfora
del original, y como tal enmascara éste: "¡Un estímulo nervioso extrapolado
en primer lugar en una imagen!, primera metáfora.".
3- A su vez, intentamos transmitir esa imagen mental a los demás
mediante un sonido articulado que es a lo que propiamente llamamos
palabra y que, por tanto, pretende ser un reflejo (una segunda copia)
de aquella imagen mental que, a su vez, intentaba reflejar el estímulo
nervioso producido por un objeto exterior a nosotros: "¡La imagen
transformada de nuevo en un sonido articulado!, segunda metáfora". Realidad
cambiante -> Estímulo nervioso -> Imagen -> Palabra
Podríamos imaginarnos un hombre que fuese
completamente sordo y que jamás hubiese
tenido ninguna sensación del sonido ni de la
música; del mismo modo que un hombre de
estas características mira con asombro las
figuras acústicas de Chaldni en la arena,
descubre su causa en las vibraciones de la
cuerda y jurará entonces, que, desde ese
momento en adelante no puede ignorar lo que
los hombres llaman sonido, así nos sucede a
todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber
algo de las cosas mismas cuando hablamos de
Las figuras acústicas de Chaldni
Vemos, así, cómo a lo largo de todo este proceso la experiencia
originaria va pasando por una serie de intermediarios que
necesariamente la van modificando, hasta el punto de que podemos
llegar a plantearnos si, efectivamente, existe una relación entre esa
realidad inicialmente experimentada y el sonido con el que finalmente
pretendemos referirnos a ella. Las consecuencias que se extraen de
esta reflexión son muy importantes, puesto que le llevan a concluir
que "con las palabras no se llega jamás a la verdad", que la pretendida
auténtica realidad (la "cosa en sí" de la que también hablaba
Kant como “el noúmeno”) nunca podrá ser transmitida o expresada
mediante el lenguaje. El lenguaje, pues, transforma la realidad
6
7. árboles, colores, nieve y flores y no poseemos,
sin embargo, más que metáforas de las cosas,
que no corresponden en absoluto a las esencias
primitivas. Del mismo modo que el sonido
toma el aspecto de figura de arena, así la
enigmática X de la cosa en sí se presenta, en
principio, como excitación nerviosa, luego
como imagen, finalmente como sonido
articulado. En cualquier caso, por tanto, el
origen del lenguaje no sigue un proceso lógico,
y todo el material sobre el que, y a partir del
cual, trabaja y construye, el hombre de la
verdad, el investigador, el filósofo, si no
procede de las nubes, tampoco procede, en
ningún caso, de la esencia de las cosas.
originaria y la expresa de un modo metafórico; y mediante esas
metáforas acabamos perdiendo el auténtico carácter originario de las
cosas: "Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles,
colores, nieve y flores y no poseemos más que metáforas de las cosas, que no
corresponden a las esencialidades originarias".
A lo largo de este párrafo nos encontramos también con una serie de
ejemplos que demuestran el rechazo de Nietzsche a la teoría de la
correspondencia y su defensa del carácter convencional del lenguaje.
Utilizamos la palabra "ejemplo" y no "argumento" pues pensamos
que el propio Nietzsche rechazaría este segundo término por motivos
señalados a lo largo del texto.
Ejemplo 1: Los adjetivos subjetivos y cambiantes. ¿Por qué decimos que una
piedra es dura? Sencillamente porque nuestro contacto con ella
produce en nosotros una sensación que calificamos de un modo
totalmente arbitrario mediante este adjetivo. Además, también existen
algunos objetos a los que denominamos como duros, como la barra
de pan que lleva cuatro días en casa, sin que la sensación que produce
en nosotros tenga mucho que ver con aquella de la piedra (la barra de
pan, por muy dura que esté, la puedo mordisquear e incluso, en caso
de apuro, comérmela, cosa que no ocurre con la piedra).
- Ejemplo 2: Los géneros arbitrarios. ¿Por qué el árbol pertenece al género
masculino y la planta al género femenino? ¿Qué puede haber de
masculino en un árbol? ¿Por qué lo designamos como tal? ¿Con qué
hechos "viriles" se correspondería? Más aún, ¿qué quiere decir
"masculino"? ¿No es, acaso, una palabra tan convencional como
cualquier otra? ¿Por qué denominamos a las flores como femeninas y,
sin embargo, dentro de ellas existen casos como el jazmín o el jacinto
que son masculinos? Evidentemente, si las flores "son femeninas" no
debería ser posible que algunas de ellas fueran "masculinas".
- Ejemplo 3: Los sustantivos inexactos y ambiguos. Decimos que aquel
animal que serpentea o se desplaza retorciéndose por el suelo es una
serpiente; "serpiente" significa etimológicamente animal que
serpentea.
Pero entonces... ¿por qué no llamamos al gusano también
"serpiente"?
- Ejemplo 4: Los diferentes idiomas. La existencia de múltiples lenguas,
cada una de las cuales designa el mismo objeto mediante un término
distinto, nos da una prueba concluyente de que el lenguaje no es
capaz de reflejar la realidad. Pues, si así fuera, sólo existiría un único
término para cada cosa, sólo existiría un único lenguaje.
De este modo, la teoría de Nietzsche nos lleva hacia un cierto
escepticismo: toda especulación y toda pretensión de verdad son
negadas pues se apoyan en un lenguaje (lenguaje y pensamiento no
pueden existir el uno sin el otro) que se ha formado a partir de un
interés ilógico que nada tiene que ver con la auténtica realidad, de la
cual no es manifestación sino de un modo retorcido y engañador:
"...todo el material en el que trabaja y con el cual trabaja y después construye el
hombre la verdad, el investigador, el filósofo, si no procede del país de Jauja,
7
8. tampoco procede en ningún caso, de la esencia de las cosas". Pero... ¿cae
Nietzsche en la cuenta de que él también está empleando el lenguaje
que tanto desprecia para comunicar sus ideas? La respuesta la
veremos en los párrafos siguientes.
Pero pensemos sobre todo en la formación de
los conceptos. Toda palabra se convierte de
manera inmediata en concepto en tanto que
justamente no ha de servir para la experiencia
singular y completamente individualizada a la
que debe su origen, por ejemplo, como
recuerdo, sino que debe ser apropiada al
mismo tiempo para innumerables experiencias,
por así decirlo, más o menos similares, esto es,
jamás idénticas estrictamente hablando; así
pues, ha de ser apropiada para casos
claramente diferentes. Todo concepto se forma
igualando lo no-igual. Del mismo modo que es
cierto que una hoja nunca es totalmente igual a
otra,, asimismo es cierto que el concepto hoja
se ha formado al abandonar de manera
arbitraria esas diferencias individuales, al
olvidar las notas distintivas, con lo cual se
suscita entonces la representación, como si en
la naturaleza hubiese algo separado de las hojas
que fuese la hoja, una especie de arquetipo
primigenio a partir del cual todas las hojas
habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas,
coloreadas, onduladas, pintadas, pero por
manos tan torpes, que ningún ejemplar
resultase ser correcto y fidedigno como copia
fiel del arquetipo. Decimos que un hombre es
honesto. ¿Por qué ha obrado hoy tan
honestamente?, preguntamos. Nuestra
respuesta suele ser como sigue: A causa de su
honestidad. ¡La honestidad! Esto significa a su
vez: la hoja es la causa de las hojas.
Ciertamente no sabemos nada en absoluto de
una cualidad esencial que se llame la
honestidad, pero sí de numerosas acciones
individualizadas, por lo tanto desiguales, que
nosotros igualamos omitiendo lo desigual, y,
entonces, las denominamos acciones honestas;
al final formulamos a partir de ellas una qualitas
occulta con el nombre de honestidad.
Párrafo 6
Los conceptos
Nietzsche continúa insistiendo en el proceso de formación de los
conceptos.
Si tuviéramos un conjunto infinito de palabras, cada una de las cuales
designara una experiencia única e irrepetible, no existiría problema
alguno (aunque entonces nos encontraríamos con otros problemas,
como la imposibilidad práctica de utilizar el lenguaje para
comunicarnos). El auténtico problema empieza cuando con una única
palabra (convertida en concepto) intentamos referirnos a un conjunto
amplio de cosas que son, sólo, aproximadamente similares pero nunca
idénticas: "...tiene que ser apropiada... para innumerables vivencias
más o menos similares,... nunca idénticas hablando con rigor". Y es
que "Todo concepto se forma igualando lo no-igual". Nietzsche
critica este proceso de formación de los conceptos pues se basa en
cosas diferentes: "...el concepto hoja se ha formado al prescindir
arbitrariamente de esas diferencias individuales".
Por tanto, no tiene sentido la aplicación de un concepto a cosas que
entre sí no son idénticas tratando de fundirlas en una unidad
imposible y no justificada.
Es evidente que la crítica de Nietzsche alcanza de lleno a la teoría de
las ideas que Platón formula: no existe (como sostendría Platón) una
idea de "honradez" (por utilizar el otro ejemplo de Nietzsche) a la
cual tratan de imitar como copias imperfectas los actos que
calificamos como honrados: "...no sabemos nada de una cualidad esencial
que se llame la "honradez"". Sólo existen una serie de acciones diferentes
entre sí que, de un modo injustificado, denominamos de la misma
manera: "...numerosas acciones individualizadas, por lo tanto desiguales, que
nosotros igualamos omitiendo lo desigual y las designamos entonces como acciones
honradas".
La omisión de lo individual y de lo real nos
proporciona el concepto del mismo modo que
también nos proporciona la forma, mientras
que la naturaleza no conoce formas ni
Párrafo 7
Antropomorfismo
Nietzsche reivindica lo individual y lo diferente porque es lo real,
aunque resulte inaccesible para el lenguaje: "...la naturaleza no conoce
8
9. conceptos, así como tampoco, en
consecuencia, géneros, sino solamente una X
que es para nosotros inaccesible e indefinible.
También la oposición que hacemos entre
individuo y especie es antropomórfica y no
procede de la esencia de las cosas, aun cuando
tampoco nos atrevemos a decir que no le
corresponde: porque eso sería una afirmación
dogmática y, en cuanto tal, tan indemostrable
como su contraria.
formas ni conceptos... solamente una X que es para nosotros inaccesible e
indefinible". Sin embargo, y contestando en parte a la pregunta que
planteamos al final del párrafo 5, Nietzsche es consciente de que su
propia distinción entre lo individual y lo general es tan arbitraria como
cualquier otra, pues también en ella se hace un uso injustificado del
lenguaje: "...también nuestra contraposición entre individuo y género es
antropomórfica y no procede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nos
atrevemos a decir que no le corresponda: porque eso sería una afirmación
dogmática y, como tal, tan indemostrable como su contraria".
Es decir, Nietzsche se da cuenta de que está usando el propio
lenguaje para criticar al lenguaje que tanto desprecia y, sin embargo,
no tiene más remedio que aceptar la contradicción.
¿Qué es entonces la verdad? Un ejército móvil
de metáforas, metonimias, antropomorfismos,
en resumidas cuentas, una suma de relaciones
humanas que han sido realzadas, extrapoladas,
adornadas poética y retóricamente y que,
después de un prolongado uso, a un pueblo le
parecen fijas, canónicas, obligatorias: las
verdades son ilusiones de las que se ha
olvidado que lo son, metáforas que se han
vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas
que han perdido su troquelado y no son ahora
consideradas como monedas, sino como metal.
No sabemos todavía de dónde procede el
impulso hacia la verdad, pues hasta ahora
solamente hemos prestado atención al
compromiso que la sociedad establece para
existir, la de ser veraz, es decir, usar las
metáforas usuales, así pues, dicho en términos
morales, de la obligación de mentir según una
convención firme, de mentir borreguilmente,
de acuerdo con un estilo obligatorio para
todos.
Párrafo 8
La verdad
La "verdad" es una creación social establecida mediante una
convención que el uso y la costumbre han hecho que acabemos
adoptando como norma inviolable: "¿Qué es la verdad? ... una suma de
relaciones humanas... que después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen
fijas, canónicas, obligatorias". La verdad, en el fondo, no es más que una
ilusión, una ficción, una creación nuestra. Pero nos hemos olvidado
que lo es. Hemos olvidado que nosotros hemos sido sus creadores, de
ahí que Nietzsche la compare con monedas que han perdido su
imagen y que ahora se las considera como metal.
Ciertamente, el hombre se olvida de que su
situación es ésta, por tanto, miente
inconscientemente de la manera que hemos
indicado y en virtud de hábitos milenarios -y
precisamente en virtud de esta inconsciencia,
precisamente en virtud de este olvido, adquiere
el sentimiento de la verdad-. A partir del
sentimiento de estar obligado a designar una
cosa como roja, otra como fría, una tercera
como muda, se despierta un movimiento moral
hacia la verdad; a partir del contraste del
mentiroso, en quien nadie confía y a quien
Lo Gregario
Nietzsche vuelve a hacer hincapié en la distinción entre un sentido
moral de la verdad y un sentido extramoral de la misma. Este último,
el que más le interesa, nos muestra la radical falsedad que existe en
todo lenguaje.
Es después de establecer, de un modo convencional y mediante un
pacto, este sentido de verdad cuando aparece el sentido moral de la
palabra "verdad". A partir de este momento, podremos calificar de
mentiroso (en un sentido moral) a aquel individuo que no utilice las
metáforas conceptuales propias del lenguaje respetando las normas
que los demás hemos establecido como válidas: "...la obligación que la
sociedad establece para existir, la de ser veraz, es decir, usar las metáforas usuales,
9
10. todos excluyen, el hombre se demuestra a sí
mismo lo venerable, lo fiable y lo provechoso
de la verdad. En ese instante el hombre pone
sus actos como ser racional bajo el dominio de
las abstracciones: ya no soporta ser arrastrado
por las impresiones repentinas, por las
intuiciones y, ante todo, generaliza todas esas
impresiones en conceptos más descoloridos,
más fríos, para uncirlos al carro de su vida y de
su acción.
así pues, dicho en términos morales, de la obligación de mentir según una
convención fija.". En definitiva, sólo se aceptará en sociedad a aquel
individuo que use de un modo correcto las metáforas establecidas por
convención (mentiroso será, por ejemplo, quien nos diga: ayer estuve
conversando con un león, pues, según nuestras convenciones
lingüísticas, la palabra león designa un ser vivo con el cual es
imposible mantener una conversación). Esta verdad establecida
convencionalmente, aunque falsa en su origen más profundo, es
necesaria para la sociedad: "...a partir de la contraposición del mentiroso, en
quien nadie confía y a quien todos excluyen, el hombre se demuestra a sí mismo lo
venerable, lo fiable y provechoso de la verdad". La "verdad" extramoral está,
pues, vinculada al interés social, aunque ella misma provenga del
olvido de su mentira original: "...llega al sentimiento de la verdad
precisamente por esta inconsciencia, justo por este olvido".
Todo lo que eleva al hombre por encima del
animal depende de esa capacidad de volatilizar
las metáforas intuitivas en un esquema, esto es,
de disolver una imagen en un concepto, pues
en el ámbito de esos esquemas es posible algo
que nunca podría conseguirse bajo las primeras
impresiones intuitivas: construir un orden
piramidal por castas y grados, crear un mundo
nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y
delimitaciones, que ahora se contrapone al otro
mundo de las primeras impresiones intuitivas
como lo más firme, lo más general, lo mejor
conocido y lo más humano y, por ello, como
una instancia reguladora e imperativa.
El hombre
Los seres humanos nos distinguimos de los animales en que,
partiendo de nuestras impresiones intuitivas originarias, somos
capaces de construir sobre ellas todo un universo ficticio de
conceptos que utilizamos para poder comunicarnos y convivir en
sociedad: "Todo lo que distingue al hombre del animal depende de esa capacidad
de volatizar las metáforas intuitivas en un esquema, esto es, de disolver una
imagen en un concepto".
Sin embargo, acabamos siendo esclavos de esos conceptos que hemos
construido, que se convierten "en lo regulador y lo imperativo",
olvidamos su inicial carácter de ficción al considerarlos sin más como
la verdad. Las intuiciones primitivas mediante las cuales establecemos
nuestro primer contacto con la realidad son únicas e irrepetibles (y
por ello inmanejables para la comunicación), pues la propia realidad
no es más que un cambio constante e incesante: "...toda metáfora de
intuición es individual y carece de algo idéntico a ella".
Mientras que toda metáfora intuitiva es
individual y no tiene otra idéntica y, por tanto,
sabe escaparse siempre de toda clasificación, el
gran edificio de los conceptos presenta la rígida
regularidad de un columbarium romano e insufla
en la lógica el rigor y la frialdad que son
propios de las matemáticas. Aquél a quien
envuelve el hálito de esa frialdad apenas creerá
que también el concepto, óseo y octogonal
como un dado y, como tal, versátil, no sea a fin
de cuentas sino como el residuo de una metáfora y
que la ilusión de la extrapolación artística de un
estímulo nervioso en imágenes es, si no la
madre, sí sin embargo la abuela de cualquier
concepto. Ahora bien, dentro de ese juego de
dados de los conceptos se denomina verdad a
usar cada dado tal y como está designado;
contar exactamente sus puntos, formar
Lo Gregario
Frente a esto, los conceptos construidos sobre ellas pretenden
aplicarse a un gran número de circunstancias y, ya sólo por este
hecho, falsean una realidad que nunca puede someterse a unos
esquemas tan rígidos. Los seres humanos, sin embargo, se resisten a
creer en la falsedad radical de los conceptos, pues ello sería como
destruir las fantasías, los castillos de arena que ellos mismos han
construido: "...apenas creerá que también el concepto... no sea a fin de cuentas
sino como el residuo de una metáfora".
Sin embargo, de todo lo dicho no podemos extraer la conclusión de
que Nietzsche desprecie el lenguaje y a su creador el ser humano.
Muy por el contrario admira la capacidad constructora e inventiva de
este ser que ha sido capaz de levantar un edificio tan complicado
como es el lenguaje, muestra de la capacidad que tenemos de dominar
sobre la naturaleza.
Pero ese lenguaje descansa sobre unos cimientos tan inestables como
las telarañas: "Aquí se debe admirar al hombre como un poderoso genio
constructor, que sobre fundamentos movedizos... consigue levantar una catedral de
10
11. clasificaciones correctas y no violar en ningún
caso el orden de las castas ni los turnos de la
sucesión jerárquica.
conceptos infinitamente complicada". Por ello, el lenguaje (en cuanto
conjunto de metáforas que es) nos aleja de la auténtica verdad, de la
auténtica realidad, la cual, por la propia estructura del lenguaje, nunca
podrá ser alcanzada: "Es aquí muy de admirar, -si bien, de ningún modo por
su impulso hacia la verdad, hacia el conocimiento puro de las cosas".
Del mismo modo que los romanos y los
etruscos dividían el cielo mediante rígidas
líneas matemáticas y conjuraban, en ese
espacio así delimitado, a un dios, como en un
templum, así cada pueblo tiene sobre él un cielo
conceptual semejante, matemáticamente
dividido, y en esas circunstancias entiende,
entonces, como exigencia de la verdad, que
todo dios conceptual ha de buscarse solamente
en su propia esfera. Cabe admirar en este caso al
hombre como poderoso genio constructor,
que acierta a levantar sobre cimientos
inestables y, por así decirlo, sobre agua en
movimiento, una catedral de conceptos
infinitamente compleja; y ciertamente, para
encontrar apoyo en tales cimientos debe
tratarse de un edificio hecho como de
telarañas, tan fina que sea transportada por las
olas, tan firme que no sea desgarrada por el
viento. El hombre, como genio de la
arquitectura, se eleva de tal modo muy por
encima de la abeja: ésta construye con cera que
recoge de la naturaleza; aquél con la materia
bastante más fina de los conceptos que, desde
el principio, tiene que producir de sí mismo.
Aquí él se hace acreedor de admiración
profunda -si bien, de ningún modo por su
impulso hacia la verdad, hacia el conocimiento
puro de las cosas-. Si alguien esconde una cosa
detrás de un matorral, después la busca de
nuevo exactamente allí y, además, la encuentra,
en esa búsqueda y en ese descubrimiento no
hay, pues, mucho que alabar; sin embargo, esto
es lo que sucede al buscar y al encontrar la
verdad dentro de la jurisdicción de la razón. Si
doy la definición de mamífero y a
continuación, después de examinar un camello,
digo: he ahí un mamífero, no cabe duda de que
con ello se ha traído a la luz una nueva verdad,
pero es de un valor limitado; quiero decir,, es
antropomórfica de pies a cabeza y no contiene
ni un solo punto que sea verdadero en sí, real y
El espíritu
La verdad que queremos establecer mediante el lenguaje no es más
que una verdad construida por el propio ser humano. ¿Qué valor
tiene entonces que la "encontremos"?. Es como el ejemplo del texto
del objeto escondido detrás del matorral y luego encontrado por
nosotros mismos. Se trata, en definitiva, de otra versión de las críticas
tradicionales hechas al modo de razonar del silogismo aristotélico: si
yo afirmo que "Pepe es hombre" y luego digo que "Todos los
hombres son mortales", puedo extraer como conclusión que "Pepe es
mortal", y quizá creeré haber descubierto una verdad nueva. Pero, en
realidad, era una verdad que ya conocía al establecer las definiciones
de "hombre" y "mortal". Así, el lenguaje sólo nos permite establecer
verdades que lo son mediante las definiciones que nosotros mismos
hemos establecido, esto es, el lenguaje es el resultado de un proceso
de antropomorfización.
No olvidemos, por último, que el propio primer contacto del ser
humano con la realidad es también a partir de metáforas, aunque sean
intuitivas y únicas, y que toda metáfora lleva consigo una deformación
de la realidad la cual se convierte, así, en algo inalcanzable: "...parte del
error de creer que tiene esas cosas inmediatamente ante sí como objetos puros.
Olvida, por lo tanto, las metáforas intuitivas originales en cuanto metáforas y las
toma por las cosas mismas".
11
12. universalmente válido, prescindiendo de los
hombres. El investigador de tales verdades tan
sólo busca en el fondo, la metamorfosis del
mundo en los hombres; aspira a una
comprensión del mundo en tanto que cosa
humanizada y consigue, en el mejor de los
casos, el sentimiento de una asimilación. Del
mismo modo que el astrólogo considera las
estrellas al servicio de los hombres y en
conexión con su felicidad y su desgracia, así
considera un tal investigador que el mundo en
su totalidad está ligado a los hombres; como el
eco infinitamente repetido de un sonido
primordial, el hombre, como la reproducción
multiplicada de una imagen primordial, el
hombre. Su procedimiento consiste en tomar
al hombre como medida de todas las cosas,
pero entonces parte del error de creer que
tiene estas cosas ante sí de manera inmediata
como objetos puros. Olvida, por lo tanto, que
las metáforas intuitivas originales no son más
que metáforas y las toma por las cosas mismas.
Sólo mediante el olvido de ese mundo
primitivo de metáforas, sólo mediante el
endurecimiento y la petrificación de un fogoso
torrente primordial compuesto por una masa
de imágenes que surgen de la capacidad
originaria de la fantasía humana, sólo mediante
la invencible creencia en que este sol, esta
ventana, esta mesa son una verdad en sí, en una
palabra, gracias solamente al hecho de que el
hombre se olvida de sí mismo como sujeto y,
por cierto, como sujeto artísticamente creador,
vive con cierta calma, seguridad y
consecuencia; si pudiera salir, aunque sólo
fuese un instante, fuera de los muros de la
cárcel de esa creencia, se acabaría en seguida su
autoconsciencia. Ya le cuesta trabajo reconocer
ante sí mismo que el insecto o el pájaro
perciben otro mundo completamente diferente
al del hombre y que la cuestión de cuál de las
dos percepciones del mundo es la correcta
carece totalmente de sentido, puesto que para
decidir sobre ello tendríamos que medir con la
medida de la percepción correcta, esto es, con una
medida de la que no se dispone. Pero, por lo
Párrafo 9
El ojo de Dios
Los seres humanos sólo podemos vivir seguros en la realidad
deformándola, moldeándola según nuestros intereses y, más aún:
olvidándonos de que hemos enmascarado la auténtica realidad
mediante metáforas que nos son útiles: "...gracias solamente a que el
hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente
creador, vive con alguna calma, seguridad...". Tenemos que ser conscientes
de que otros seres vivos perciben la realidad de un modo distinto al
nuestro captando, por ejemplo, colores o sonidos inaccesibles para
nosotros: "...el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente
al del hombre". No es ni siquiera lícito preguntarnos por cuál de todas
esas percepciones es la correcta pues ninguna de ellas lo es, ya que no
hay un criterio que nos permita distinguirla. Todas y cada una
dependen de una perspectiva, de un punto de vista diferente y tan
valioso como cualquiera de los otros. A un gato, su manera de
percibir el mundo le resultará la más valiosa, pues le es útil para
manejarse en la vida. Lo mismo exactamente ocurre con nosotros.
Pero, ¿qué es una percepción correcta? Aquella en la cual el objeto
percibido encuentra una expresión adecuada en el sujeto que lo
percibe. Pero no existe ninguna percepción correcta, toda percepción
es una interpretación por parte del sujeto que percibe, lo que implica
una manipulación: "...entre dos esferas absolutamente distintas como el sujeto y
el objeto no hay... ninguna exactitud. .. a lo sumo... una traducción balbuciente a
12
13. demás, la percepción correcta —es decir, la
expresión adecuada de un objeto en el sujeto
—, me parece un absurdo lleno de
contradicciones, porque entre dos esferas
absolutamente distintas como lo son el sujeto y
el objeto no hay ninguna causalidad (4-bis),
ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a
lo sumo, un comportamiento estético, quiero
decir, una extrapolación alusiva, una traducción
balbuciente a un lenguaje completamente
extraño. Para lo cual se necesita, en todo caso,
una esfera intermedia y una fuerza mediadora,
libres ambas para poetizar e inventar.
un lenguaje completamente extraño".
La palabra fenómeno encierra muchas
seducciones, por lo que, en lo posible, procuro
evitarla, puesto que no es cierto que la esencia
de las cosas se manifieste en el mundo
empírico. Un pintor al que le faltaran las
manos y que quisiera expresar por medio del
canto la imagen que ha concebido, revelará
siempre, en ese paso de una esfera a otra,
mucho más sobre la esencia de las cosas que el
mundo empírico. Incluso la misma relación de
un estímulo nervioso con la imagen producida
no es, en sí, necesaria; pero cuando la misma
imagen se ha producido millones de veces y se
ha transmitido hereditariamente a través de
muchas generaciones de seres humanos,
apareciendo finalmente en toda la humanidad
como consecuencia cada vez del mismo
motivo, entonces acaba por tener el mismo
significado para el hombre que si fuese la única
imagen necesaria, como si la relación entre la
excitación nerviosa originaria con la imagen
producida fuese una estricta relación de
causalidad estricta; del mismo modo que un
sueño eternamente repetido sería percibido y
juzgado como algo absolutamente real. Pero el
endurecimiento y la petrificación de una
metáfora no garantizan en modo alguno ni la
necesidad ni la legitimación exclusivas de esa
metáfora.
Contra el fenómeno
Así pues, ni siquiera la percepción sensorial nos puede mostrar nunca
la auténtica realidad, sino una realidad ya deformada. Sólo así se
explican las diferentes percepciones de los distintos seres vivos: "...no
es verdadero que la esencia de las cosas se manifieste en el mundo empírico".
Lo que ocurre es que al repetirse una y otra vez una misma
percepción en presencia de un mismo estímulo tendemos a establecer
un vínculo inquebrantable entre ambos y a pensar, equivocadamente,
que nuestra percepción es un reflejo fiel de un cierto objeto que actúa
como estímulo: "Incluso la relación de un estímulo nervioso con la imagen
producida no es, en sí, necesaria; pero cuando la misma imagen se ha producido
millones de veces... entonces acaba por tener el mismo significado para el hombre
que si fuese la única imagen necesaria".
Razonamiento erróneo similar al utilizado en los procesos inductivos.
Allí concluíamos, por ejemplo, que, porque el agua siempre ha
hervido al ponerla al fuego, lo mismo ocurriría necesariamente
mañana si se repitiera la situación. Pero este paso es (como aclaró
Hume en su crítica al concepto de causalidad) absolutamente
injustificado por estar basado únicamente en nuestra costumbre de
que las cosas han ocurrido siempre así.
Así pues, por mucho que se repita una metáfora, jamás podrá ser real,
seguirá siendo una metáfora: "...el endurecimiento y la petrificación de una
metáfora no garantizan... ni la necesidad ni la legitimación exclusivas de esa
metáfora.".
Sin duda, todo hombre que esté familiarizado
con tales consideraciones ha sentido una
profunda desconfianza hacia cualquier
Párrafo 10
La ciencia.
Parece ser, pues, que la auténtica realidad, sea cual sea ésta, resulta ser
13
14. idealismo de esta especie, cada vez que se ha
convencido con la claridad necesaria de la
consecuencia, ubicuidad e infalibilidad de las
leyes de la naturaleza; y ha sacado esta
conclusión: aquí, cuanto alcanzamos en las
alturas del mundo telescópico y en los abismos
del mundo microscópico, todo es tan seguro,
tan elaborado, tan infinito, tan regular, tan
exento de lagunas; la ciencia cavará
eternamente con éxito en estos pozos, y todo
lo que encuentre habrá de concordar y no se
contradirá. Qué poco se asemeja esto a un
producto de la imaginación; si lo fuese, tendría
que quedar al descubierto en alguna parte la
apariencia y la irrealidad.
algo radicalmente inaccesible para el ser humano, pues partimos ya de
la base de que nosotros interpretamos ya esa realidad de un modo
peculiar desde una cierta perspectiva (perspectivismo), desde la
manera como están configurados nuestros órganos sensoriales. Sin
embargo, frente a esta postura se encuentra la de aquellos que creen
en el rigor de la ciencia y en que ésta nos desvela la existencia de unas
leyes de la naturaleza que reflejan de un modo perfecto su
funcionamiento: "Qué poco se parece esto a un producto de la fantasía: pues, si
lo fuese, tendría que dar lugar a que se adivinase en alguna parte la apariencia y
la irrealidad".
Al contrario, cabe decir por lo pronto que, si
cada uno de nosotros tuviese una percepción
sensorial diferente, podríamos percibir unas
veces como pájaros, otras como gusanos, otras
como plantas, o si alguno de nosotros viese el
mismo estímulo como rojo, otro como azul e
incluso un tercero lo percibiese como un
sonido, entonces nadie hablaría de tal
regularidad de la naturaleza, sino que
solamente se la concebiría como una
construcción altamente subjetiva. Entonces,
¿qué es para nosotros, en definitiva, una ley de
la naturaleza? No nos es conocida en sí, sino
solamente por sus efectos, es decir, en sus
relaciones con otras leyes de la naturaleza que,
a su vez, sólo nos son conocidas como suma
de relaciones. Por consiguiente, todas esas
relaciones no hacen más que remitirse
continuamente unas a otras y, en su esencia,
para nosotros son incomprensibles por
completo; en realidad sólo conocemos de ellas
lo que nosotros aportamos: el tiempo, el
espacio, por tanto las relaciones de sucesión y
los números. Pero todo lo maravilloso que
admiramos precisamente en las leyes de la
naturaleza, lo que reclama nuestra explicación y
lo que podría introducir en nosotros la
desconfianza respecto al idealismo, justamente
reside única y exclusivamente en el rigor
matemático y en la inviolabilidad de las
representaciones del tiempo y del espacio. Sin
embargo, esas nociones las producimos en
nosotros y a partir de nosotros con la misma
A priori
Pero, ¿qué son exactamente esas leyes de la naturaleza? Para los
creyentes en el poder y en la veracidad de la ciencia, dichas leyes
expresarían ciertas regularidades que se dan en el mundo real, (por
ejemplo que Velocidad = Espacio / Tiempo). Sin embargo, Nietzsche
cuestiona esta creencia ingenua: si nosotros tuviéramos capacidades
sensoriales distintas, entonces dichas regularidades no nos parecerían
tales, o incluso construiríamos otras totalmente distintas: "...si nosotros
mismos percibiésemos unas veces como un pájaro, otras como un gusano y otras
como una planta... entonces nadie hablaría de tal regularidad de la naturaleza,
sino que solamente la concebiría como una construcción altamente subjetiva".
Por eso, para Nietzsche, las leyes de la naturaleza expresarían en
realidad el modo como nosotros la percibimos. Son, pues, más leyes
nuestras (nosotros las creamos) que leyes de la naturaleza y poseen,
por tanto, un carácter subjetivo: "...las producimos en nosotros y desde
nosotros mismos...; si estamos obligados a concebir todas las cosas únicamente bajo
esas formas, entonces deja de ser maravilloso que... sólo concibamos en todas las
cosas precisamente esas formas.".
Así, siguiendo el ejemplo anterior (V=E/T), ¿de dónde surge
exactamente esa ley? De los conceptos de "velocidad", "espacio" y
"tiempo", conceptos que, no hay que olvidar, son igual de
metafóricos que cualquier otro concepto, y son producto de nuestra
manera peculiar de interpretar la realidad. Es como el ejemplo del
objeto escondido en el matorral del párrafo 8: nada tiene de
maravilloso que V=E/T, pues tiene que ser necesariamente así tal y
como nosotros hemos ido definiendo esos conceptos. Así se explica
igualmente que, con la misma "necesidad", definamos el espacio
como E=VxT, y el tiempo como T=E/V, pues, "...todas estas relaciones
no hacen más que remitirse continuamente unas a otras...".
Ásí pues, esas leyes de la naturaleza sólo expresan la perspectiva desde
la cual nosotros, de un modo completamente subjetivo, interpretamos
la realidad. Sólo podemos captar esta realidad de un modo metafórico
y siempre alejados, por las imposiciones de nuestra propia
14
15. necesidad que la araña teje su tela; si estamos
obligados a concebir todas las cosas
únicamente bajo esas formas, entonces deja de
ser maravilloso que, hablando con propiedad,
sólo captemos en todas las cosas precisamente
esas formas, puesto que todas ellas deben
llevar consigo las leyes del número y el número
es precisamente lo más asombroso de las
cosas. Toda la regularidad que tanto respeto
nos impone en las órbitas de los astros y en los
procesos químicos, coincide en el fondo con
aquellas propiedades que nosotros aportamos a
las cosas, de modo que, con ello, nos
infundimos respeto a nosotros mismos.
De aquí resulta, en efecto, que esa artística
creación de metáforas con la que comienza en
nosotros toda percepción presupone ya esas
formas, y, por tanto, se realizará en ellas; sólo
partiendo de la firme persistencia de estas
formas primordiales resulta posible explicar el
que más tarde haya podido construirse sobre
las metáforas mismas el edificio de los
conceptos. Pues éste edificio es, efectivamente,
una imitación de las relaciones de espacio,
tiempo y número, sobre la base de las
metáforas.
constitución, de una "auténtica realidad" que nos resultará en todo
momento inapresable.
Como hemos visto, en la construcción de los
conceptos trabaja originariamente el lenguaje;
más tarde la ciencia. Y así como la abeja
construye las celdas y simultáneamente las
rellena de miel, así también la ciencia trabaja
sin cesar en ese gran columbarium de los
conceptos, necrópolis de las intuiciones;
construye sin cesar nuevas y más elevadas
plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas
viejas y, sobre todo, se esfuerza en llenar ese
colosal andamiaje que desmesuradamente ha
apilado y en ordenar dentro de él todo el
mundo empírico, es decir, el mundo
antropomórfico.
Párrafo 11
El columbarium
Así pues, la ciencia y el trabajo científico suponen un paso más en ese
alejamiento de la realidad llevado a cabo continuamente por los seres
humanos. El lenguaje había creado ya un mundo de conceptos
ficticios necesarios para nuestro manejo de la realidad pero totalmente
alejados de ésta. La ciencia, por su parte, crea todo un entramado de
relaciones ficticias entre dichos conceptos, igual que las abejas
rellenan los panales (metáfora de los conceptos lingüísticos) fijando,
así, la ilusión de que esas relaciones son auténticas, que existen de
verdad en la naturaleza y que expresan su funcionamiento.
Si ya el hombre que actúa ata su vida a la razón
y sus conceptos para no ser arrastrado ni
perderse a sí mismo, el investigador construye
su cabaña junto a la torre de la ciencia para
poder cooperar en su edificación y para
encontrar él mismo protección bajo ese
El investigador
Pero la supuesta verdad científica no es más que una entre otras
muchas verdades, todas ellas igualmente válidas. Aunque la ciencia
rechaza orgullosamente cualquier otra interpretación posible de la
realidad, considerando la suya como la única válida: "...hay poderes
terribles que permanentemente le acometen ya que, en contra de la verdad
15
16. baluarte ya existente. De hecho necesita
protección, puesto que existen fuerzas terribles
que constantemente le amenazan y que oponen
a la verdad científica verdades de un tipo
completamente diferente con las más diversas
etiquetas.
científica, presentan "verdades" de especie completamente diferente con las más
diversas etiquetas". Mediante la creación de un mundo hecho a su
imagen, y que obliga a los demás a compartir, el científico pretende
protegerse del caos que es la realidad, y obtener un sentimiento de
seguridad.
Ese impulso hacia la construcción de
metáforas, ese impulso fundamental del
hombre del que no se puede prescindir ni un
solo instante, pues si así se hiciese se
prescindiría del hombre mismo, no está en
verdad dominado ni apenas domado por el
hecho de que con sus evanescentes productos,
los conceptos, se construya un mundo nuevo,
regular y rígido, que es como una fortaleza
para él. Dicho impulso se busca para su
actividad un campo nuevo y un cauce distinto,
y los encuentra en el mito y, de modo general,
en el arte. Confunde sin cesar las rúbricas y las
celdas de los conceptos introduciendo de esta
manera nuevas extrapolaciones, metáforas y
metonimias, continuamente muestra el afán de
configurar el mundo existente del hombre
despierto, haciéndolo tan abigarradamente
irregular, tan inconsecuente, tan encantador y
eternamente nuevo, como lo es el mundo de
los sueños. En sí, ciertamente, el hombre
despierto solamente adquiere consciencia de
que está despierto, gracias al rígido y regular
tejido conceptual y, justamente por eso, llega a
la creencia de que está soñando si, en alguna
ocasión, ese tejido conceptual es desgarrado
por el arte. Tenía razón Pascal cuando
afirmaba que, si todas las noches nos
sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos
tanto de él como de las cosas que vemos todos
los días: Si un artesano estuviese seguro de
soñar todas las noches durante doce horas
seguidas que era rey, yo creo —dice Pascal—
que sería exactamente tan dichoso como un rey
que soñase todas las noches durante doce
horas que es artesano. La diurna vigilia de un
pueblo míticamente excitado, por ejemplo, la
de los griegos más antiguos, es, de hecho,
gracias al prodigio que constantemente se
produce, tal y como el mito lo supone, más
parecida al sueño que a la vigilia del pensador
científicamente desilusionado. Si cualquier
Párrafo 12
Mito y Arte
El ser humano es un constructor de metáforas por naturaleza o, más
bien, por una necesidad natural y vital, puesto que sin las metáforas
que son comunes al lenguaje y a la ciencia no habría podido subsistir:
"Ese impulso hacia la formación de metáforas en ningún momento se puede
eliminar porque con ello se eliminaría al hombre mismo...". Pero este impulso
instintivo a construir metáforas no se agota únicamente con el
lenguaje y la ciencia, sino que encuentra un nuevo campo de
expansión
en el arte: "Dicho impulso se busca para su actividad un campo nuevo y un
cauce distinto y los encuentra en el mito y, de modo general, en el arte".
El mundo del arte y el mundo de los sueños guardan, según
Nietzsche, un alto número de similitudes, puesto que en ambos
trastocamos el orden de las cosas que la ciencia nos ha enseñado a
aceptar como normal. En ellos, creamos metáforas nuevas o
cambiamos y mezclamos el significado de las que habíamos aprendido
a utilizar de un único e inviolable modo: "...constantemente muestra el
deseo de configurar el mundo existente del hombre despierto haciéndolo tan
multicolor, irregular, inconsecuente, inconexo, encantador y eternamente nuevo
como lo es el mundo de los sueños". El sueño y el arte coinciden en que
ambos desgarran esos conceptos tradicionalmente usados en el
lenguaje y la ciencia.
Precisamente por ello pueden confundirse. De hecho, algunas obras
de arte (cuadros de El Bosco, cuentos de Kafka), se han interpretado
como el producto de una elaboración creadora a partir de lo soñado
por el artista.
16
17. árbol puede hablar como una ninfa, o si un
dios, bajo la apariencia de un toro, puede
raptar doncellas, si de pronto la misma diosa
Atenea puede ser vista en compañía de
Pisístrato recorriendo las plazas de Atenas en
un hermoso carro de caballos -y esto el
honrado ateniense lo creía-, entonces, en cada
momento, como en los sueños, todo es posible
y la naturaleza entera revolotea alrededor
hombre como si solamente se tratase de una
mascarada de los dioses, para quienes no
constituiría más que una broma el engañar a
los hombres bajo todas las figuras.
Pero el hombre mismo tiene una invencible
tendencia a dejarse engañar y está como
hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le
narra cuentos épicos como si fuesen verdades,
o cuando en una representación teatral el actor,
haciendo el papel de rey, actúa más regiamente
que un rey en la realidad. El intelecto, ese
maestro de la ficción, se encuentra libre y
relevado de su esclavitud habitual tanto tiempo
cuanto puede engañar sin causar daño y, en esos
momentos, celebra sus Saturnales; nunca es tan
exhuberante, tan rico, tan soberbio, tan ágil y
tan temerario: poseído de un gozo creador,
arroja las metáforas sin orden ni concierto y
remueve los mojones de las abstracciones de
tal manera que, por ejemplo, designa a la
corriente como el camino móvil que lleva al
hombre allí donde éste habitualmente va. En
esos momentos ha arrojado de sí el signo de la
servidumbre: mientras que de ordinario se
esforzaba con triste solicitud en mostrarle el
camino y las herramientas a un pobre
individuo que ansía la existencia y se lanzaba,
como un siervo, en busca de presa y botín para
su señor, ahora se ha convertido en señor y
puede borrar de su semblante la expresión de
indigencia. También ahora todo lo que haga,
conllevará, en comparación con sus acciones
anteriores, la ficción, lo mismo que las
anteriores conllevaban la distorsión. Copia la
vida del hombre, pero la toma como una cosa
buena y parece darse por satisfecho con ella.
Aquel enorme entramado y andamiaje de los
Párrafo 13
El espíritu libre
El hombre tiene una inevitable tendencia a dejarse engañar (el mundo
de conceptos que ha construido mediante el lenguaje no es más que el
resultado de dicha tendencia). Pues bien, el arte supone llevar al
último extremo ese afán por dejarse engañar. De ahí el placer que
extraemos al sumergirnos en una novela, una obra de teatro o una
película, dejándonos engañar por ella y llegando a vivirla como algo
real (seguro que muchos hemos soltado una lagrimita viendo, por
ejemplo, La vida es bella; y otros muchos, después de ver la última
película de Van Damme ( si es que a lo que hace este pseudoactor se
le puede llamar película y si hay algún osado que se atreva a poner en
peligro sus neuronas con tal evento), se han creído capaces de
vapulear a patadas a todos los macarras de su barrio).
Es evidente que la inteligencia también tiene mucho que ver en la
creación de estas obras artísticas, pero es una inteligencia usada de un
modo distinto al usual: "El intelecto, ese maestro de la ficción, está libre y sin
la carga de su ordinario servicio de esclavo...". En el lenguaje y la ciencia el
lenguaje actuaba como un siervo que tenía que amoldarse a unas
convenciones ya establecidas y de las cuales no podía escapar so pena
de enfrentarse al rechazo social y la incomprensión: "...de ordinario se
esforzaba con la melancólica ocupación de mostrarle el camino y las herramientas
a un pobre individuo que suspira por la existencia y como un siervo se lanzaba a
conseguir para su señor presa y botín...".
Ahora, gracias al arte, la inteligencia pasa a actuar como señor:
"...ahora se ha convertido en señor y le es lícito borrar de su semblante la
expresión de indigencia ". Es ella la que hace y deshace a su antojo, la que
crea sin límites ni barreras que la constriñan: "Con gozo creador arroja las
metáforas sin orden ni concierto y cambia los mojones fronterizos de la
abstracción... ". El ser humano es ahora dueño de lo que construye, y
juega con los conceptos creando así la obra de arte: "Aquel gigantesco
entramado y andamiaje de los conceptos... es para el intelecto liberado, solamente
un armazón y un juguete para sus más temerarias obras de arte".
17
18. conceptos, al que de por vida se aferra el
hombre indigente para salvarse, es, solamente,
un armazón para el intelecto liberado y un
juguete para sus más audaces obras de arte y,
cuando lo destruye, lo mezcla
desordenadamente y lo vuelve a juntar
irónicamente, uniendo lo más diverso y
separando lo más afín, así revela que no
necesita de aquellos recursos de la indigencia y
que ahora no se guía por conceptos, sino por
intuiciones. No existe ningún camino regular
que conduzca desde esas intuiciones a la región
de los esquemas fantasmales, de las
abstracciones: la palabra no está hecha para
ellas, el hombre enmudece al verlas o habla en
metáforas rigurosamente prohibidas o
mediante inauditas concatenaciones
conceptuales, para corresponder de un modo
creador, aunque sólo sea mediante la
destrucción y la burla de los antiguos límites
conceptuales, a la impresión de la poderosa
intuición actual.
Nietzsche, de este modo, ha ido introduciendo una distinción muy
importante, en la cual profundizará en el siguiente y último párrafo: la
distinción entre hombre racional y hombre intuitivo. El primero
sería el científico, pero también la mayoría de los seres humanos que
en gran medida actuamos, de manera “apolínea” de acuerdo con
normas, leyes y conceptos convencionalmente aceptados como
válidos en nuestra sociedad. Este hombre racional se caracteriza,
pues, por el uso de conceptos sin cuestionarse nunca su origen ni su
validez. Frente a él, el hombre intuitivo, “dionisíaco”, el artista, el cual
hace uso de sus intuiciones, y juega con ellas, y destruye y transforma
los conceptos de los que el hombre racional se mostraba tan
orgulloso. Para Nietzsche, los conceptos son inferiores a las
intuiciones, entre otras cosas, porque los conceptos son construidos
por los seres humanos a partir de nuestras intuiciones originarias,
único modo válido (como recordaremos) de acercarnos (sólo
acercarnos) al conocimiento de la auténtica realidad. Intuición y
abstracción son, para Nietzsche, enemigos naturales: "Ningún camino
regular conduce de estas intuiciones al país de los esquemas fantasmales, de las
abstracciones...". Por eso, también lo serán el hombre intuitivo y el
hombre racional.
Hay épocas en las que el hombre racional y el
hombre intuitivo caminan juntos; el uno
angustiado ante la intuición, el otro mofándose
de la abstracción; es tan irracional este último
como poco artístico el primero. Ambos ansían
dominar la vida: éste sabiendo afrontar las
necesidades más imperiosas, mediante la
previsión, la prudencia y la regularidad, aquél,
como un héroe desbordante de alegría, sin ver
sus propias necesidades y sin tomar como real
nada más que la vida disfrazada en la apariencia
y la belleza. Allí donde el hombre intuitivo,
como, por ejemplo, en la Grecia más antigua,
maneja sus armas de manera más potente y
victoriosa que su contrario, puede, en
circunstancias favorables, formarse una cultura
y establecerse el dominio del arte sobre la vida;
esa ficción, esa negación de la indigencia, ese
brillo de las intuiciones metafóricas y, en suma,
esa inmediatez de la ilusión, acompañan a
todas las manifestaciones de una vida
semejante. Ni la vivienda, ni la forma de
caminar, ni la indumentaria, ni la tinaja de
barro revelan que ha sido la necesidad la que
Párrafo 14
Racional versus intuitivo
Esta distinción entre hombre racional y hombre intuitivo que
apuntábamos en el párrafo anterior es ahora analizada de un modo
más profundo. Veamos las características que definen tanto a uno
como al otro. Partiendo de que "ambos desean dominar la vida"
podríamos señalar las siguientes diferencias:
a) Hombre racional: se definiría por su "precisión, prudencia y
regularidad", características estas fruto de un uso repetido y constante
de los conceptos mediante los que se fuerza esa regularidad en la
Naturaleza (regularidad que no es real) para así poder conocerla y
dominarla.
b) Hombre intuitivo: es como un niño que juega con las intuiciones y
conceptos moldeándolos a su voluntad y creando de ese modo
metáforas nuevas y personales: "...una dicha sublime y una serenidad
olímpica y, por así decirlo, un jugar con la seriedad". De este modo disfruta
de su creación y vive con mayor intensidad sus sentimientos, tanto de
gozo como de sufrimiento: "Es cierto que cuando sufre, su sufrimiento es
más intenso; y hasta sufre con mayor frecuencia porque no sabe aprender de la
experiencia y una y otra vez tropieza en la misma piedra en la que ya tropezó".
Por ello domina la vida: puesto que la vive y la siente de un modo
mucho más intenso que el previsor y cerebral hombre racional, el cual
le ha quitado su frescura y la ha encajonado en una celda de
conceptos rígidos y fríos (aquel "columbarium").
18
19. los ha creado: parece como si en todos ellos
hubiera de expresarse una felicidad sublime y
una serenidad olímpica y, en cierto modo, un
juego con la seriedad. Mientras que el hombre
guiado por conceptos y abstracciones
únicamente con esta ayuda previene la
desgracia, sin ni siquiera extraer algún tipo de
felicidad de las abstracciones mismas,
aspirando a estar lo más libre posible de
dolores, el hombre intuitivo, manteniéndose en
medio de una cultura, cosecha a partir ya de
sus intuiciones, además de la prevención
contra el mal, un flujo constante de claridad,
jovialidad y redención que afluyen
constantemente. Es cierto que, cuando sufre, su
sufrimiento es más intenso; e incluso sufre con
mayor frecuencia, porque no sabe aprender de
la experiencia y una y otra vez tropieza en la
misma piedra en la que ya ha tropezado
anteriormente. Es tan irracional en el
sufrimiento como en la felicidad, grita como
un condenado y no encuentra ningún
consuelo. ¡Cuán distintamente se comporta el
hombre estoico ante las mismas desgracias,
instruido por la experiencia y dominándose a sí
mismo mediante conceptos! Él, que sólo busca
habitualmente sinceridad, verdad, emanciparse
de los engaños y protegerse de las sorpresas
seductoras, ahora, en la desgracia, como aquél
en la felicidad, lleva a cabo la obra maestra de
la ficción; no presenta un rostro humano que
se contrae y se altera, sino, por así decirlo, una
máscara con digna simetría en los rasgos, no
grita, ni siquiera lo más mínimo altera el tono
de voz. Cuando todo un chaparrón descarga
sobre él, se envuelve en su capa y se marcha, a
paso lento, bajo la lluvia.
Nietzsche identifica al hombre racional con el estoico, ese individuo
que intenta negar sus propios sentimientos y emociones aceptando de
un modo resignado las desgracias que le van acometiendo y sin
encontrar, o bien la fuerza de voluntad necesaria para luchar contra
ellas, o bien la capacidad de sentir el sufrimiento y la angustia de un
modo tal que le haga gritar de dolor como le ocurre al hombre
intuitivo: "...no presenta un rostro humano que se contrae y se altera sino, por
así decirlo, una máscara con digna simetría en los rasgos, no grita, ni siquiera
altera su voz". El hombre estoico es, así, el culmen del fingimiento,
pues intenta engañar a sus propios sentimientos.
19