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LA SVçSTICA:
SêMBOLO DE
NUESTROS
ANCENTROS
El culto solar es, de todas la creencias de los
habitantes de la Europa Protohist—rica, el
que ha tenido una mayor importancia en la
vida y en el arte de estos pueblos as’ como
el que m‡s trascendencia tuvo en otras
Žpocas de la Civilizaci—n Occidental. El arte
europeo de la Edad del Bronce y de la
primera Edad del Hierro presenta en todos
los lugares, a pesar de las diversidades
locales, ciertas similitudes de tipos en los
que una de las principales causas de estas
analog’as hay que buscarlas en sus creencias
comunes.
El culto al Sol y la rueda
solar en la Europa Pro-
tohist—rica
Los griegos de la Žpoca cl‡sica designaban
con el nombre de hiperb—reos a los pueblos
situados vagamente en los extremos del
norte y del oeste de Europa, es decir los
celtas y los germanos. Gracias al comercio del ‡mbar, ellos pose’an sobre estos pueblos
algunos conocimientos mezclados con f‡bulas. Sab’an que aquellos hiperb—reos
reverenciaban mediante un culto especial a un dios que ellos identificabanÊ con Apolo
(Apolo era primitivamente un dios de la Luz y el Sol). En el siglo IV a.C. Hecateo de
Abdera hablaba de una isla (Gran Breta–a) ocupada por los hiperb—reos en la que Žstos
hab’an levantado a Apolo un templo magn’fico de forma circular (algunos autores lo han
asociado a Stonehenge). Julio Cesar cuenta en su obra ÒLa guerra de las GaliasÓ que los
germanos adoraban al Sol, el fuego y la Luna.
Los pueblos de estirpe indoeuropea rend’an culto al Sol, mediante la celebraci—n de la
fiesta y los ritos del Solsticio, cuyos ritos cristianizados (Navidad, liturgia del S‡bado de
Gloria, fuegos de la noche de San Juan) han permanecido hasta hoy entre nosotros.
Segœn Pierre Vial: ÒLos textos arios hacen del sol el origen de todo lo que existe, el
principio y el fin de toda manifestaci—n... El ciclo solar simboliza la alternaci—n vida-
muerte-renacimiento... El Sol es un aspecto del ‡rbol del mundo (del ‡rbol de la vida)
que se identifica con el rayo solarÓ[1] Entre estos pueblos el culto solar no se reduc’a a
una simple adoraci—n material del astro solar, sino que era la expresi—n de reverencia ante
el s’mbolo de una realidad m‡s alta e inaprensible. Para los arios el Sol era el s’mbolo de
Dios.
En el a–o 1902, en Trundholm, localidad situada en la parte norte de la isla de Seeland
(Dinamarca), apareci— un peque–o carro de bronce con un caballo que arrastraba un
disco dorado colocado verticalmente. Este objeto, imagen incontestable del disco solar,
revelaba el destino preciso de toda una serie de discos en oro y carros votivos que han
ido apareciendo posteriormente. Estos discos est‡n profundamente decorados con
s’mbolos solares como son los c’rculos concŽntricos, el c’rculo cruc’fero y la estrella[2].
TambiŽn hay que constatar la asociaci—n entre el culto solar y el caballo, que veremos
reaparecer en otras regiones y Žpocas: As’, el mito indoeuropeo del disco solar arrastrado
por un caballo, reaparece en un himno vŽdico que habla del carro solar Òde rueda œnicaÓÊ
que hace avanzar Òun corcel œnicoÓ [3] Dechelette ve reforzada esta teor’a en la
asociaci—n de s’mbolos solares y cr‡neosÊ de caballos que aparecieronÊ en los tœmulos de
ManŽ-Lud, en Locmariquer (Breta–a), y en el tema caballo-disco solar que volvemos a
ver en la isla de Siros en el mar Egeo[4]ÊÊ
En las regiones del norte, el Sol describe un movimiento rectil’neo a lo largo del
horizonte produciendo as’ la imagen de una rueda de
fuego que gira lenta y serena en las alturas. Aqu’ el resplandor del Sol dibuja a veces en el
cielo una gran cruz luminosa que se destaca sobre el fondo de un c’rculo radiante (es el
meteoro que se conoce con el nombre de halo solar o parhelios). Esto nos da la forma de
rueda o disco cruzado con que aparece representado en los petroglifos escandinavos de
la Edad del Bronce[5]
Los mitos antiguos relativos al Sol se refieren al recorrido aparente que efectœa en
veinticuatro horas alrededor de la Tierra, trayecto dividido en dos fases: durante la
primera, se eleva de Oriente, recorre su ruta celeste y desaparece en Occidente sobre las
aguas del r’o OcŽano que rodea a la Tierra; durante la segunda, invisible a los humanos,
navega sobre las aguas, de Poniente a Levante, para regresar a su punto de partida. El
astro, durante eseÊ segundo recorrido, navega sobre un barco que simboliza este viaje en
que deja a la tierra en tinieblas. Este Žxodo del astro de la luz afectaba especialmente a los
habitantes de las regiones hiperb—reas, donde las interminables noches de invierno
contrastaban con los d’as m‡s largos del verano.
Los arque—logos tienen por representaciones solares a las barcas que frecuentemente
aparecen en los grabados rupestres de esta regi—n. Sobre la barca solar M. Montelius
afirma: ÓDel modo en que se representaba el Sol portado por una barca, la barca
pertenece a los s’mbolos solares. Entre los numerosos nav’os de los grabados rupestres,
muchos deben ser s’mbolos. De ellas hay tambiŽn diversas figuraciones similares que
aparecen sobre los cuchillos y otros bronces n—rdicos de la misma ŽpocaÓ[6]
Asociado al temaÊ de la barca solar y en los carros votivos aparece el cisne. Este ave la
veremos como el principal s’mbolo o compa–ero del Sol durante la segunda mitad de la
Edad del Bronce y de la primera Edad del Hierro en la Europa del sur, del centro y del
norte portado por los pueblos indoeuropeos de la ÒCultura de los TœmulosÓ y
especialmente por los de la ÒCultura de los Campos de UrnasÓ. As’ en la cultura de
Villanova en Italia, creada por los pueblos de los ÒCampos de UrnasÓ, aparecen
constantemente los cisnes junto al disco solar en jarrones de bronce, cascos, f’bulas y
armas (en uni—n de c’rculos concŽntricos, espirales y sv‡sticas). Las sepulturas de
HallstattÊ (1» Edad del Hierro) han dado numerosos ejemplares del mismo tipo. En la
regi—n del Rhin, los cinturones de la necr—polis del bosque de Haguenau llevan s’mbolos
similares y los c’rculos concŽntricos est‡n as’ mismo asociados a la sv‡stica. En la Galia,
el s’mbolo de la rueda solar sobre la barca con dos proas en forma de ave, se vuelve a
encontrar en pendientes y amuletos del final de la Edad del Bronce.
En l’neas generales se puede decir que, desde la expansi—n de los indoeuropeos, el Sol
aparece desde la India hasta Escandinavia vinculado al caballo durante su viaje celeste y al
cisne durante su regreso infernal sobre le r’o OcŽano. Los dos animales uncidos al carro
o a la barca solar son instrumentos de viaje funerario hacia Occidente, m‡s all‡ del
OcŽano, lo mismo en Creta al final del minoico que en los pa’ses n—rdicos.
Una pervivencia del tema sol-cisne la encontramos con posterioridad en la mitolog’a de
la Grecia cl‡sica, en la que el s’mbolo del Apolo hiperb—reo (que habita en las regiones
del norte) era el cisne. En estrecha relaci—n con este Apolo hiperb—reo est‡ el
Ògorgon•ionÓ (otro emblema conocido del Sol) que reemplaza a las ruedas solares en la
ornamentaci—n de las armaduras y a las sv‡sticas que aparecen sobre los cascos de la
Žpoca cl‡sica.
La sv‡stica y los s’mbolos
derivados de la rueda
La sv‡stica es uno de los s’mbolos m‡s
antiguos y enigm‡ticos de la historia de la
humanidad. El nombre, de origen hindœ,
deriva del s‡nscrito ÒSuÓ (bien) y ÒAsÓ (ser),
por lo que se puede traducir por Òlo que es
buenoÓ. En griego equivale a ÒvigorosoÓ o
ÒsanoÓ. La sv‡stica de cuatro brazos en
‡ngulo recto es conocida tambiŽn por cruz
gamada o Ògammadi—nÓ porque puede
constituirse juntando cuatro letras gamma del
alfabeto griego. Pose’a, al menos en su origen
un car‡cter sagrado, m‡s tarde reducido a un valor simb—lico o profil‡ctico.
La sv‡stica, junto al disco, la rueda solar en llamas (tambiŽn conocida como Òcruz
cŽlticaÓ), el ÒtriskeleÓ (sv‡stica de tres brazos utilizada por los celtas), los c’rculos
concŽntricos, etc. Es un s’mbolo solar: En las Žpocas remotas de la humanidad el Sol era
representado en principio como c’rculo, luego doble c’rculo, para terminar por grabar en
Žste una cruz. De ello result— una rueda solar de un rayo. A veces el c’rculo era solo
esbozado brevemente, a veces el Sol representado simplemente como cruz. Ahora bien,
ÀquŽ relaci—n tiene Žste con la sv‡stica? En las excavaciones que el arque—logo alem‡n
Schiemann realiz— en la segunda ciudad de Troya (del 2500 a.C.)encontr— urnas en al que
la sv‡stica est‡ asociada con la rueda solar cruc’fera y m‡s concretamente, los dos
s’mbolos tendr’an un mismo significado: ambos eran el sagrado s’mbolo del Sol.
Sobre su significado Dechelette afirma: ÒNo puede, en nuestra opini—n, subsistir ninguna
duda sobre su significaci—n primitiva: era el emblema del Sol en movimiento, el
equivalente de la rueda de la cual no es m‡s que su derivaci—n dobleÓ[7]Ê Para Ludwig
MŸller, en la Edad del Hierro, la sv‡stica representaba al dios supremo[8]. Pero para
RenŽ Gu•non tendr’a un significado diferente: como s’mbolo del Polo, ser’a el centro de
la acci—n del Principio sobre el Universo[9]. No obstante, la interpretaci—n m‡s
generalizada, ya en la Edad Media, es que corresponde al movimiento y ala fuerza solar
(visi—n que es asumida por Dechelette y la mayor’a de los autores).
Los primeros testimonios en que aparece la sv‡stica son de Ir‡n en la Žpoca neol’tica y en
Elam durante el cuarto milenio antes de nuestra era. En SiebenbŸrgen (Transilvania)
aparecieron vasijas (tales vasijas debieron ser recipientes de ofrendas junto a los
sepulcros). TambiŽn empieza a verse en los œltimos per’odos de la Edad del Bronce en
Italia Central.
El punto concreto desde el cual se expande este s’mbolo no ha sido todav’a determinado
con exactitud. Para algunos autores tendr’aÊÊ un origen hindœ, mientras que otros se–alan
como su probable lugar de origen la zona del Egeo y del Asia Anterior. As’ los
espec’menes encontrados por Schielemann en Troya y los utilizados por otros pueblos
indoeuropeos de la zona del Egeo pudieran ser el punto desde el cual se difundi— este
s’mbolo.
Lo cierto es que la generalizaci—n de su uso se debe a que fue portada y extendida por las
diferentes estirpes indoeuropeas durante la primera Edad del Hierro (Per’odo del
Hallstatt, que va del 1000 al 500 a.C.) y, desde Troya hasta la pen’nsula IbŽrica, la sv‡stica
est‡ relacionada con las creencias de estos pueblos junto laos viejos motivos
escandinavos del caballo solarÊ y de las aves acu‡ticas: En Grecia la encontramos primero
entre los inmigrantes dorios ( hacia el 1150 a.C.) y la veremos reaparecer entre los
espartanos, descendientes de los dorios. En Persia y la India la sv‡stica fue introducida
por los arios (hacia 1500 a.C.) y sobrevivi— hasta nuestros d’as como s’mbolo religioso de
los Jainas y de los Budistas. Z. Mayani indica que entre hicsos que invadieron Egipto
hacia el 1788 a.C., la sv‡stica era utilizada por Žstos como un s’mbolo de diferenciaci—n
racial respecto a los no arios del Pr—ximo Oriente, pues los pueblos sem’ticos de
Babilonia, Asiria, Fenicia o Israel jam‡s utilizaron la sv‡stica, s’mbolo espec’ficamente
ario.ÊÊ
Pero con el paso del tiempo no se puede atribuir a todas las figuraciones de la cruz
gamada un mismo significado. Para algunos autores, la sv‡stica comienza aparecer con
un nuevo significado en el arte esc’tico: La imagen del carro solar portado por cuatro
caballos... que alguien ha querido identificar con los jinetes del Apocalipsis (como se ve
en el tesoro de Craiova).
El investigador danŽs Axel Olrik estudi— la sv‡stica entre los germanos y constat— que
entre los pueblos teut—nicos la cruz gamada es el signo del dios de la guerra: Donnar -
Thor[10]. Esta sv‡stica germ‡nica est‡ relacionada con el Martillo de Thor (Mjšllnir) que
cruzaba el cielo despidiendo rel‡mpagos y que, segœn las sagas n—rdicas,Ê de su golpeÊ
hizo salir el fuego del cielo.[11]
La sv‡stica y la simbolog’a solar en la Pen’nsula
IbŽrica
La Pen’nsula no iba a quedarÊ al margen de estas creencias y simbolog’a propias de los
indoeuropeos que se hab’an extendido por toda Europa. En este sentido, E. CabrŽ
afirma: ÒPor consiguiente, podr’a suponerse con verosimilitud que tambiŽn los pueblos
prerromanos de la pen’nsula IbŽrica habr’an profesado el culto al Sol y justificado tanto
por el origen centro-europeo de muchos pueblos peninsulares de la Edad del HierroÓ
[12]
Los primeros testimonios de simbolog’a solar en nuestro territorio se remontan ala Edad
del Bronce. As’, en el Museo Arqueol—gico Provincial de Oviedo, se conservan unos
discos ‡ureos decorados con c’rculos concŽntricos y con una cruz en su interior (de laÊ
misma forma en que la rueda solar aparece en el rupestre escandinavo). Estos discos
fueron estudiados por E. McWhite, el cual los relacion— con el ‡mbito irlandŽs y con
espec’menes semejantes encontrados en Portugal[13]. Sin embargo, otros autores no
piensan en un origen irlandŽs sino que los asocian al gran mito solar que se expande
durante la Edad del Bronce por la zona atl‡ntica desde Escandinavia hasta Portugal.
Otros testimonios de este per’odo son los grabados del santuario solar de Cabrojo
(Santander), el disco solar que aparece en la cueva de Los Hoyos (Santander) y sobre
todo, los grabados rupestres de Galicia.
Con la llegada de las diferentes oleadas de pueblos cŽlticos portadores del hierro (desdeÊ
el 1100 a.C.) se produce una mayor difusi—n de las creencias solares, y con ello una
manifestaci—n de estos temas en el arte de los pueblos peninsulares. Ya a principios del
siglo XX Dechelette se–alaba como objetos que pudieran testimoniar este culto a las
f’bulas de caballo y el conocido bronce con caballo-rueda solar de Calaceite.
Posteriormente en la cultura cŽltica de Las Cogotas (Avila), la cer‡mica encontrada
ostenta en su decoraci—n temas solares, incisos o estampillados. En la misma necr—polis
de Las Cogotas aparecieron unas plaquitas de hierro recortado con ornamentaci—n de
tema solar, como sv‡sticas, ruedas solares e incluso la barca solar escandinava. Los
mismos temas de la barca ritual y las aves acu‡ticas aparecen entre los v‡cceos (antiguos
pobladores de la actual provincia de Valladolid), y que han sido estudiados por F.
Wattenberg.[14]
Singular importancia ten’anÊ entre los pueblos celtas sus armas de hierro, en las que se
sustentaban su supervivencia y su preeminencia sobre otros pueblos. La espada, el arma
indoeuropea por excelencia, estaba ’ntimamente ligada alas creencias hiperb—reas y
solares. CabrŽ ha se–alado que las vainas de las espadas cŽlticas de la 2» Edad del Hierro
(Per’odo de La TŽne, que va desde el 500 a.C. hasta la romanizaci—n) representan en su
totalidad una barca ritual, por lo cual aparece representada en ellas el agua (zigzag u
ondas serpenteantes, al igual que en los cuchillos del Bronce N—rdico) y elÊ disco solar.
CabrŽ da la siguiente interpretaci—n: ÒDentro de esta barca simb—lica viajaba la espada,
arma portadora de la muerte, que debe ser guiada en su manejo certeramente por el dios
solar, tan repetidamente representado en ella, para que a la vez sea talism‡n protector del
guerrero que la usabaÓ[15]
Las creencias solares permanecer’an entre los pueblos de origen europeo hasta la llegada
de los romanos. As’, entre los celt’beros de Num‡ncia (cerca de la actual Soria) vemos a
travŽs de sus cer‡micas y trompetas de guerra que le culto solar segu’a vivo entre ellos
por las numeros’simas representaciones de la cruz gamada (asociado al tema del caballo)
que nos han legado sobre ellas. La cruz gamada. Aparte de s’mbolo religioso, parec’a
tener entre los numantinos un car‡cter emblem‡tico de su ciudad, puesto que no aparece
con tanta profusi—n en otras ciudades y asentamientos celt’beros. F. Wattenberg, entre
otros, estudi— los diferentes estilos de las cer‡micas numantinas y los fech— en un
per’odo que va desde el 320 al 123 a.C. en que la ciudadÊ sucumbe heroicamente tras
largas guerras con Roma.[16]Ê
Otra zona muy influida por los mitos solares, debido a los asentamientos cŽltico Ð
indoeuropeos, es todo el norte peninsular desde Galicia a los Pirineos. Dentro del ‡mbito
gallego aparecen profusamente el triskele y el tetraskele. Ejemplares notables son el collar
y la diadema ‡ureos encontrados en el Castro de Elvi–a (A Coru–a) en los que podemos
apreciar en su decoraci—n la reproducci—n de la sv‡stica de lados curvos, tan frecuente en
esta regi—n.[17]
En Cantabria el culto al Sol est‡ atestiguado por los restos arqueol—gicos que han llegado
hasta nosotros y que se encuentran en su mayor parte en el Museo Provincial de
Prehistoria de Santander: Las dos estelas discoideas gigantes de Lombera tienen grabadas
sendas sv‡sticas de cinco brazos curvos a modo de rayos solares y en la estela de Zurita
se puede ver una cruz gamada muy desgastada por la erosi—n sobre uno de los escudos
de los guerreros que aprecen en ella. TambiŽn son numeros’simas las sv‡sticas que
aparecen sobre las estelas funerarias cantabro Ð romanas y en toda la epigraf’a c‡ntabra
en forma de cruz gamada, o simplificada Žsta en forma de simple cruz[18]. Otros
testimonios son los restos cer‡micos aparecidos en el castro c‡ntabro de Celada
Marlantes, entre los que hay uno que lleva pintada una cruz gamada que segœn sus
descubridores, ser’a de tradici—n celtibŽrica.[19]ÊÊÊ
Referido a Cantabria, es de se–alar, que tras el sometimiento de la regi—n, los romanos
adoptaron de aquel pueblo la simbolog’a solar de cruces gamadas y s’mbolos lunares de
los c‡ntabros como l‡baro legionario, y que ser’a conocido como ÒCantaberÓ. Antes de
Constantino se le escoger’a como ense–a o estandarte de la bandera imperial, figurando
sobre la misma la significaci—n SPQR; que en tiempos de ConstantinoÊ fue suprimida
imprimiŽndose el anagrama XP y la cruz de Cristo.[20]
De todas formas no se puede olvidar que los primitivos pueblos it‡licos ya conoc’an la
cruz gamada: En las urnas con forma de caba–a que Giacomo Boni encontr— en 1903 en
el Foro Romano (anteriores al a–o 753 a.C.) conservaban una decoraci—n de laberintos y
sv‡sticas que, dicho investigador, interpret— como destinadas a distraer a los esp’ritus
malignos e impedir que molestasen a los habitantes de las caba–as.
Un testimonio muy posterior de su utilizaci—n entre los romanos es el escudo de
legionario encontrado en Dura Europos (Siria), que puede fecharse en el siglo III d.C., y
que en su decoraci—n exhibe cuatro cruces gamadas en rojo.
La sv‡stica hasta nuestros
d’as
Con en el emperador romano conocido como Juliano
el Ap—stata (siglo IV d.C.) se produjo el œltimo
renacer de las creencias solares.
Juliano se hab’a educado en la cultura helen’stica y
propugnaba, frente a la infiltraci—n del cristianismo
oriental, una religiosidad basada en la
tradici—n pagana en la que la adoraci—nÊ de Helios
ocupaba el lugar de mayor importancia. Juliano
llamaba al Sol ÒImagen sensible de la
Inteligencia suprasensible del Padre CelestialÓ. Pero su movimiento religioso-filos—fico
sucumbir’a con Žl mismo, cuando en el momento de
presentar batalla a los partos de Sapor II en el a–o 363, fue asesinado por un cristiano
encuadrado en sus propias legiones.
En los primeros siglos de la era cristiana la sv‡stica no fue desechada sino preservada:
Muchas de las losas sepulcrales de las catacumbas romanas llevan el s’mbolo de la
sv‡stica. Sin embargo, en Žpocas posteriores el cristianismo persigui— al antiguo s’mbolo
intentando destruirlo. As’, en el siglo III d.C., Minutio FŽlix predic— contra la cruz
ÒpaganaÓ (originalmente en lat’n ÒpaganasÓ equivale a lo que es propio del campo o de la
aldea). San Patricio (siglo IV) en su obra ÒConfesi—nÓ, amenazaba a los irlandeses con
penas eternas si continuaban adorando al Sol. San Bonifacio en el siglo VIII luch— contra
ella entre los germanos, llegando a cortar la encina sagrada en que se veneraba a Donnar
Ð Thor (cuyo s’mbolo era la cruz gamada, como ya vimos). A lo largo de toda la Edad
Media la Iglesia distar’a duras leyes anti-ÒrusticorumÓ (del campo) contra el viejoÊ
s’mbolo y sus cultos.
En este punto es interesante constatar que, como se–alaba el nacionalsocialista Alfred
Rosenberg[21], la cruz cristiana era otro s’mbolo solar directamente emparentado con la
cruz gamada (de la que era su representaci—n simplificada) y que fue adoptada por el
cristianismo ante lo imposible de erradicar un emblema de tan ancestralÊ contenido
religioso (el madero del martirio de Cristo no ten’a forma de cruz sino de T).
Efectivamente, al no poder acabar con la cultura y la espiritualidad anterior, la Iglesia
asoci— o superpuso sus propias creencias a las antiguas. Veremos aparecer a los antiguos
s’mbolos solares en los lugares sagrados del cristianismo: En el c—dice medieval de las
ÒC‡ntigas de Santa Mar’aÓ de Alfonso X el Sabio, puede verse que en los manteles de los
altares est‡ profusamente representada la cruz gamada. TambiŽn la veremos sobre las
mitras de los obispos y en el interior de las catedrales. Otros ejemplos de esta primitiva
asociaci—n pudieran encontrase en Cantabria, donde en la iglesia de Santa Mar’a de
Lebe–a (siglo X) encontramos un altar en le que el s’mbolo central es ocupado por una
sv‡stica de mœltiples brazos curvos[22]; y en las sv‡sticas que decoran la ermita de San
Rom‡n de Moroso (siglo X).
Lo mismo ocurre con la rueda solar, que en el cristianismo es utilizada en las regiones
con mayor raigambre cŽltica como estela funeraria. La Òrueda de fuegoÓ que se hace
rodar monta–a abajo en las fiestas populares de los solsticios, como las ruedas de fuegos
artificiales... las procesiones de la Edad Media, en que se llevaban ruedas montadas sobre
barcas o carros y otras costumbres como la Òrueda de laÊ fortunaÓ, la Òrueda del a–oÓ,
etc., se–alen un simbolismo de car‡cter solar hondamente arraigado. Numerosos autores
se–alan esta supervivencia de los cultos solares en el folklores europeo y demuestran que
las fiestas tradicionales del Solsticio de Verano (fiestas de San Juan) y lasÊ del Solsticio de
Invierno (Navidad), perpetœan entre las poblaciones rurales las antiguas ceremonias
realizadas en honor al Sol.
Hasta no hace mucho los montantes de las puertas de los viejos caser’os vascos llevaban
la cruz gamada, a fin de mantener alejado de la casa y de sus habitantes el influjo del
ÒMalignoÓ. El ÒlauburuÓ (sv‡stica de brazos curvos con cabezas engomadas o
empatadas) y la cruz gamada de brazos rectos fueron recuperadas como s’mbolo racial
por los nacionalistas vascos desde el siglo XIX. Pero con la consiguiente derivaci—n del
nacionalismo vasco hacia posturas burguesas o marxistas, el s’mbolo ancestral ha sido
arrinconado.[23]
La historia contempor‡nea de la cruz gamadaÊ comienza con el movimiento gimn‡stico
del llamado Òpadre de la gimnasiaÓ, Friedrich Jahn, que buscando un s’mbolo para la
cuatro efes de su programa Ð Frisch (vital), Fromm (correcto), Froh (alegre), Frei (libre)-
entrecruz— las efes, formando la cruz gamada. Al crearse la Federaci—n Alemana de
Gimnasia hizo suyo el s’mbolo de Jahn. TambiŽn el grupo alem‡n de la asociaci—n de
aves de paso utilizaba la sv‡stica como emblema, en este caso con un claro sentido
antisem’tico y apoy‡ndose en la tradici—n de los ancestros germ‡nicos.
A t’tulo anecd—tico se puede citar que el emblema de la 45 divisi—n americana durante la
guerra de Secesi—n era la cruz gamada. Y el estandarte del estado nip—n durante la guerra
chino-japonesa, era la cruz gamada.
Merece destacarse el hecho sorprendente de que la zarina Alexandra Ferodovna, antes de
ser asesinada por los bolcheviques el 17 de Julio de 1818, traz— en los muros de su
prisi—n de Ekaterinenburg el s’mbolo de la cruz gamada.
En Alemania tras la 1» Guerra Mundial utilizaron la sv‡stica como distintivo pol’tico los
excombatientes del cuerpo de voluntarios, Freikorps, que se alzaron en 1918 contra el
comunismo. TambiŽn el ÒGrupo ThuleÓ organizado por el bar—n R. Von Sebottendorf y
bas‡ndose en los estudios de Adolf-Josef Lang, recogi— como emblema la cruz gamada.
Fue en estos a–os cuando Adolf Hitler adopt— la cruz gamada como s’mbolo del
nacionalsocialismo. Hasta 1920 el peque–o partido nacionalsocialista hab’a visto crecer
sus filas y perfilarse su futura estructura, pero carec’a todav’a de una bandera o un
s’mbolo para sus partidarios. Consciente de esta necesidad, Hitler nos explica c—mo se
adopt— la cruz gamada: ÒLa cuesti—n de nuestra bandera, es decir, lo relacionado con su
aspecto, nos preocup— por entonces muy intensamente. De todos lados recib’amos
sugestiones bien intencionadas, pero carentes de valor pr‡ctico. Por mi parte me
pronunciŽÊ a favor de la conservaci—nÊ de los antiguos colores (los de la bandera
imperial), no solo porque como a soldado son ellos para m’ lo m‡s sagrado de la vida,
sino tambiŽn por su efecto estŽtico, ya que mejor que cualquier otra combinaci—n
armonizan con mi propio modo de sentir. Yo mismo, despuŽs de innumerables ensayos
logrŽ precisar una forma definitiva: sobre un fondo rojo, un disco blanco y en el centro
de Žste, la cruz gamada en negro. Igualmente, despuŽs de largas experiencias, pude
encontrar la forma y el tama–o de la sv‡stica. Y as’ qued—Ó[24] Sobre su significado,
a–ade: ÒComo nacionalsocialistas vemos en nuestra bandera nuestro programa. En el
ROJO, la idea social del movimiento; en el BLANCO, la idea nacionalista y en la
SVçSTICA la misi—n de luchar por la victoria del hombre ario y, al mismo tiempo, por el
triunfo de la idea del trabajo productivo, idea que es y ser‡ siempre antisemitaÓ[25]Ê As’,
en la localidad de Tegernsee, en el verano de 1920 se alz— por primera vez la bandera del
joven movimiento que se dispon’a a cambiar el curso de la Historia.
TambiŽnÊ en Finlandia la cruz gamada ten’a un contenido ancestral yÊ racial. Durante la 2»
Guerra Mundial sirvi— de distintivo en la aviaci—n (en azul sobre fondo blanco) y en las
tropas femeninas finlandesas (las llamadas ÒLottasÓ)
La sv‡stica aparece en otras culturas no arias. Si bien queda por saber si en cada caso se
trataba del mismo s’mbolo c—smico, o la sv‡stica no pas— de ser un adorno sin otro
sentido m‡s profundo, o bien con otros significados: En el T’bet se marca el pecho de
los muertos (aun despuŽs del rŽgimen de Mao) antes de enterrarlos, con la cruz gamada.
Entre los budistas simbolizaÊ Òlo infinitoÓ y los pechos de los Budas llevan pintada la
cruz gamada[26]. Alfombras persas con la sv‡stica como marca de origen, se siguen
produciendo (despuŽs de la 2» G.M., los rusos ejecutaron a muchos civiles alemanes por
encontrar en sus casas alfombras persas con el s’mbolo de la cruz gamada,
completamente convencidos de que se trataba de propaganda nacionalsocialista).
Sin embargo, fue Hitler quien dio a la sv‡stica su significado m‡s actual al elegir como
ense–a del nacionalsocialismo al viejo s’mbolo indoeuropeo e investirle de un sentido
pol’tico racista con el que ah quedado inseparablemente unida como representaci—n de
las m‡s nobles esencias de nuestra raza.
E. J. P.L
[1] Jean Mabire y Pierre Vial, ÒLes Solstices. Historie et actualitŽÓ GRECE editions, Par’s, 1975. Ê
[2] Motivos estudiados por J. Dechelette en ÒLe culte du Soleil aux temps prehist—riquesÓ, Rev.
Archeologie, Par’s, 1909.
[3] RIG-VEDA, I, 164, 2.
[4] J. Dechelette, ÒManuel d«ArquŽologie prŽhistorique, celtique et gallo-romaineÓ Vol. 2, p‡g.
416. Par’s, 1910
[5] El origen del culto solar en los grabados rupestres escandinavos ha sido estudiado, entre
otros, por P. Gelling y H.Ellis Davidson en ÒThe Chariot of the SunÓ, Londres, 1969.
A ello podr’amos a–adir y complementar al autor de este art’culo que estos tipos de petroglifos
no solo son patrimonio de los escandinavos. En nuestra pen’nsula y concretamente en Galiza
tenemos abundantes petroglifos con representaciones de ruedas solares, ciervos, caballos,
laberintos... concretamente enÊ el concello pontevedrŽs de Campo Lameiro. (Nota de la
Redacci—n)Ê Ê
[6] Montelius, ÒKulturgeschchte SchwedensÓ, p‡g. 136. Leipzig, 1906.
[7] Dechelette, Op. cit. Vol.2, p‡g. 454
[8] J. Marques Riviere, ÒAmulets, talismans et pantaclesÓ, Par’s, 1950
[9] RenŽ Gu•non, ÒLe Symbolisme de la CroixÓ, Par’s, 1931.
[10] Axel Olrik, ÒOm RaganarokÓ, Copenhage, 1902-1914.
[11] Para los germanos y los n—rdicos, la sv‡stica es conocida como el fylfol. Esto es lo que nos
explica un autor versado en el mundo tradicional: ÒSe atribu’a a dicho s’mbolo un poder
protector contra el rayo, precisamente por su conexi—n con el dios que lo domina. El fylfol era
grabado sobre las campanas como signo de protecci—n contra las tormentas y el rayo. Es
oportuno aclarar que la esv‡stica, adem‡s de s’mbolo solar y polar, que expresa la idea de
centralidad, de equilibrio y de fuerza, es signo de lucha y victoria, de prosperidad y buena fortuna.
Significa una acci—n enŽrgica, fulminante, efectuada en armon’a con el orden c—smico: una acci—n
que resulta eficaz y da buenos resultados precisamente porque est‡ bien centrada.
Probablemente represente tal s’mbolo el girar del martillo lanzado al aire y que vuelve despuŽs a
manos de su poseedor. La forma del fylfol muy posiblemente sugiriera a los primitivos hombres
del Norte la marcha o vuelo del martillo al girar. Por un lado, es como una cruz con pies, en
movimiento o en actitud caminante; por otro, est‡ formada por cuatro hachas o martillos unidos
por la extremidad del mango y girando todos ellos en torno a un mismo centro.Ó Esta explicaci—n
nos la ofrece Antonio Medrano en su libro ÒLa lucha con el drag—nÓ, p‡g. 46-47, Ed. YataY,
ÊMadrid, 1999. (Nota de la Redacci—n)
Ê
[12] E.CabrŽ, ÒEl simbolismo solar en la ornamentaci—n de las espadas de la segunda Edad del
Hierro cŽltico en la Pen’nsula IbŽricaÓ en Arch. Esp. Preh» Levantina, III, p‡g.101, 1952.
[13] E. McWhite, ÒEstudios sobre las relaciones atl‡nticas de la Pen’nsula Hisp‡nica en la Edad
del BronceÓ, Madrid, 1951.
[14] F. Wattenberg, ÒLas barcas solares del c’rculo vacceoÓ, Pyrenne n¼2. Instituto de
Arqueolog’a y Prehistoria, Barcelona, 1966.
[15] E. CabrŽ, Op. cit. p‡g.116.
[16] F. Wattenberg, ÒLas cer‡micas ind’genas de NumanciaÓ, Bibliotheca Praehistorica Hispana,
Vol.4, Madrid, 1963.
[17] Dicha diadema se puede observar en el Museu Arqueol—xico Provincial de A Coru–a.
Igualmente representaciones de tetraskeles (sv‡sticas de lados curvos) las podemos encontrar
labradas en piedra en los Museus Arquol—xicos de Pontevedra y Ourense respectivamente,
piedras que se colocaban a las entradas de las casas castre–as, por ejemplo en el castro de Santa
Tecla (Pontevedra) o de Castromao (Ourense). Igualmente las ondas y los zigzags de los que
habla el autor, tambiŽn las encontramos dentro de la cer‡mica y labradas en enormes piedras (lasÓ
pedras formosasÓ, siendo la m‡s conocida la encontrada en la cit‡nia de Briteiros, al norte de
Portugal) de esta cultura cŽltica y atl‡ntica por excelencia. ( Nota de la Redacci—n)
[18] Ver la obra de J.M, Iglesias Gil, ÒEpigraf’a c‡ntabra. Estreometr’a, decoraci—n y
onom‡sticaÓ. Instituci—n Cultural de Cantabria. Santander, 1976.
[19] Ver la obra de M.A. Garc’a Guinea y Regino Rinc—n, ÒEl asentamiento c‡ntabro de Celada
MarlantesÓ, Instituci—n Cultural de Cantabria, Santander, 1976.
[20] As’ lo citan Minutio FŽlix, Tertuliano y el ÒCodex TheodosianusÓ. TambiŽn tenemos noticias
de que en el Museo Nacional de RomaÊ se guardaba un estandarte o ÒCantaberÓ, pero
actualmente no hemos encontrado nada sobre Žl. (Segœn testigos, llevaba el s’mbolo de las
medias lunas de los c‡ntabros junto a cinco cruces gamadas que lo rodeaban).
[21] Alfred Rosenberg, ÒDas WefensgefŸge des NationalsozialismusÓ, Munich, 1933.
[22] Dicha iglesia es una autŽntica joya de nuestro arte moz‡rabe, enclavada en medio del
desfiladero de La Hermida (Picos de Europa), al lado del r’o Deva (deva, en s‡nscrito significa
dios, vida... curiosamente). Los canecillos exteriores de la iglesia est‡n formados por triskeles. Y
justo en el atrio de la iglesia tenemos un tejo milenario, donde segœn cuentan los lugare–os, era
lugar de reuni—n de los habitantes del pueblo para sus solemnidades y dem‡s actos sociales. (Nota
de la Redacci—n)ÊÊÊ
[23] La ignorancia con respecto a este s’mbolo en Euskadi, que lo han querido ÒpolitizarÓ, es
enorme. Preguntando a algœn nacionalista por el significado del ÒlauburuÓ, han llegado a
contestar que es la representaci—n de las tres provincias vascas (Alava, Guipœzcoa, Vizcaya) y de
Navarra... Áincre’ble! (À... y la parte francesa de EuskalHerria, no la recoge el ÒlauburuÓ? El
significado sacro de este s’mbolo se desconoce por completo)Ê (Nota de la Redacci—n)
[24] Adolf Hitler, ÒMi LuchaÓ, cap. VII, p‡g. 260. Avila, 1937.
[25] Adolf Hitler, Op. cit., p‡g. 260-261.
[26] La sv‡stica Êen el Buddhismo Mahay‰na (T’bet, Jap—n, China...) no Êsolo es representada en
el pecho del Buddha (como s’mbolo de apertura de coraz—n, de realizaci—n espiritual... por algo
se le sitœa en ese chakra) sino que tambiŽn es situada a la entrada de los templos, como s’mbolo
benŽfico y de protecci—n.
Para una profundizaci—n mayor de este s’mbolo en su concepci—n tradicional y m‡s metaf’sica
podemos consultar las siguientes obras de RenŽ Gu•non, ÒLa Gran TriadaÓ ( Cap. V ÒLa doble
espiralÓ Êy VI.ÓSolve et CoagulaÓ Ed. Obelisco, Barcelona, 1986), Ò El Simbolismo de la
CruzÓ(Cap. X. ÒLa esv‡sticaÓ Ed.Obelisco, Barcelona, 1987) y ÓS’mbolos fundamentales de la
Ciencia SagradaÓ (Cap.XVII ÒLa Letra G y el Sv‡stikaÓ, Eudeba-Ediciones Colihue, Buenos
Aires, 1988). Igualmente en el libro del belga Conde Glauvet ÊD«Alveilla, ÒA Migra•ao dos
S’mbolosÓ, Ed. Pensamento, Sao Paulo, 1986, encontramos un cap’tulo dedicado a la
gammadion-sv‡stica. Ê(Nota de la Redacci—n)
ESVçSTICA: S’mbolo Intemporal de
la Raza Blanca
ESVçSTICA. La memoria del s’m-bolo
-Ser’a sencillamente inexacto el reconocer que uno ha llegado al
nacional socialismo a travŽs del s’mbolo que mejor lo representa, de
la esv‡stica. Pero no deja de ser cierto que nuestros primeros y
azarosos a–os de adolescencia, cuando nuestra decantaci—n pol’tica
era m‡s el resultado del puro instinto juvenil que una consecuencia
meditada de la raz—n, se vieron poderosamente influenciados por la
atracci—n que el s’mbolo gamado produc’a de manera inconscienteÊ
sobreÊ nosotros.Ê
Antes,Ê muchoÊ antesÊ del conocimiento de la teor’a pol’tica y del
estudio de la ideolog’a ese curioso s’mbolo que se reproduc’a en las
portadas deÊ losÊ primerosÊ libros y revistas que el azar conduc’a a
nuestras manos nos resultaba extra–amente familiar. Era como si ya
lo hubiŽramos conocido antes sin haberlo visto nunca: quiz‡s en
otra encarnaci—n, en otra ronda y de aquella experiencia vivida s—lo
quedara en nuestra conciencia, difuminada por el paso del tiempo
pero intensamente viva en nuestro recuerdo, la visi—n del incesante
girar de la cruz gamada sobre nuestras vidas. A primera vista el
s’mbolo nos resultaba extra–o y desconocido pero algo inexplicable
nos atra’a hacia Žl: algo muy dentro de nosotros nos dec’a que ya
hab’amos combatido juntos en un tiempo remoto y su proximidad
f’sica, a riesgo de caer en un infantil fetichismo, nos produc’a una
sensaci—n cercana a la invulnerabilidad del que porta un escudo
sagrado cedido por los dioses. Lleg— m‡s tarde el tiempo de la lucha,Ê del estudio y la
reflexi—n ya en una clave pol’tica y militante acompa–ados siempre porÊ las incesantes
explicaciones a nuestro entorno respecto a la m‡gica impronta del s’mbolo gamado y
sobre su antiqu’simo origen. Vano intento en multitud de ocasiones pues, convertido por
la bestia en estigma del maligno,Ê la incomprensi—n hacia nuestras explicaciones corr’a
pareja a nuestra necesidad de conocerlo, reivindicarlo y plasmarlo con armon’a y orgullo
all’ por donde pas‡bamos; valles y monta–as, caminos y veredas,Ê carreteras y calles
urbanas.... Su sola contemplaci—n nos produc’a serenidad y satisfacci—n pues para
nosotros, esa pitag—rica combinaci—n de puntos y l’neas, sintetizaba magistralmente todo
lo que de bello, justo y noble pueda haber en este proceloso mundo.
Cuando ya m‡s tarde conocimos en profundidad su gŽnesis, origen y significado
simb—lico y metaf’sico vimos con alegr’a que nuestro venerado signo no pertenec’a ni
mucho menos exclusivamente a los luchadores pol’ticos del nacional socialismo sino que,
transcendiendoÊ el corsŽ de lo hist—rico y las fronteras de un determinado tiempo y lugar,
era patrimonio de todos los pueblos y culturas blancas que en un tiempo primigenio
marcharon juntos bajo su advocaci—n, plasm‡ndolo en todos aquellos lugares del orbe
que civilizaron y constituyendo por ende la œnica expresi—n sintŽtica de la idea
fundamental portada por ese pueblo, capaz por todo ello de representarnos a todos sus
actuales descendientes, los que seguimos fieles a la memoria de nuestros antiguos
ancestros, de nuestra sangre y de nuestra gloriosa Tradici—n.
UN SIMBOLO DE IBERIA. AVANZADAS INDOEUROPEAS EN LA
PENêNSULA.
En muchas ocasiones a los partidarios del nacional socialismo se nos ha criticado desde
posiciones nacional- chauvinistas alegando que Žramos seguidores de una doctrinaÊ
extranjera", de "importaci—n", con complejos de inferioridad sobre lo "hispano" y para
demostrarlo estos pobres ilusos nos pon’an como ejemplo que nuestro emblema por
excelencia, laÊ cruzÊ esv‡stica,Ê eraÊ "alemana",Ê deÊ "procedencia germ‡nica", y que
deb’amos utilizar s’mbolos hispanos como los que otros movimientos pol’ticos usaban
para representarlos. Para nosotros, que no tenemos nada de xen—fobos puesto que todos
los hombres blancos conscientes de su origen son nuestros hermanos
independientemente de suÊ cultura,Ê nacionalidad,Ê lenguaÊ oÊ religi—n,Ê estasÊ
argumentacionesÊ nosÊ hac’an sencillamente sonreir. Al margen de la simplicidad
ideol—gica que rezuman denotan al mismo tiempo una absoluta ignorancia del legado
hist—rico-iconogr‡fico provenienteÊ de los pueblos celt’beros y, desde luego, sobre la
ant’quisima y prol’fica presencia de la esv‡stica o cruz gamada en la pen’nsula IbŽrica.
Porque Espa–a, especialmente en su zona norte, pero de igual modo en numeros’simos
puntos de su territorio ostenta desde hace miles de a–os la presencia del emblema
gamado por toda su geograf’a como corresponde a un territorio poblado por pueblos
indoeuropeos que se asentaron en nuestro territorio hace ya m‡s de 4.500 a–os.
LABORO, LAU BURU O CRUZ ASTUR-CANTABRA.
Para los naturales de Cantabria o Asturias, Vascongadas o Navarra, Arag—n ,Le—n, Rioja
o Galicia los signos, s’mbolos y representaciones iconogr‡ficas asociadas a la cruz
gamada constituyen parte innegable e irrenunciable de su historia ya que su presencia,
testimoniada cient’ficamente por antrop—logos e historiadores, se pierde en la m‡s oscura
noche de los tiempos.Ê Jalona (a pesar de la meticulosa y concienzuda eliminaci—n que la
parte m‡s estulta y fan‡tica del catolicismo medieval llev— a cabo durante siglos) caminos
y veredas, p—rticos y l‡pidas, monolitos y estelas,Ê dinteles y vasijasÊ en toda la geograf’a
septentrional Especialmente antiguos son los testimonios gr‡ficos hallados en la
cordillera cant‡brica y su comarca de influencia.Ê Hist—ricamente pueden remontarse las
primeras manifestaciones de las que tenemos conocimiento a la Žpoca en que el conjunto
de pueblos que antiguamente constitu’an la regi—n llamada Catabria comprend’a las
provincias de Vizcaya, Santander, Oviedo, Burgos, Palencia y Le—n. Estos belicosos
clanes guerreros ya conoc’an la cruz esv‡stica a la que prestaban especial veneraci—n
port‡ndola en sus banderas y estandartes como ense–a representativa ElÊ Imperio
romano de los cŽsares ten’a por costumbre adoptar tanto los dioses como las banderas y
emblemas de los pueblos a los que somet’a en su pol’tica de expansi—n territorial. Por
esta raz—n cuando tras muchas fatigas y sangrientosÊ combatesÊ elÊ emperador Octavio
Augusto consigui— dominar a buena parte del territorio de los ind—mitos cantabro
astures, œltimo reducto sin romanizar de Iberia incorporo parte de su simbolog’a a sus
propios ejŽrcitos. El nombre que Roma dio a estos estandartes que captur— a sus
enemigos fue cantabras o labaros (labarum) lo primero por ser precisamente de ese lugar
cantabros y lo segundo en representaci—n del esfuerzo fatigas y labores que costo el
conquistarlos. Este fue para Roma el fin de susÊ laboresÊ al someter al Imperio el œltimo
rinc—n de Hispania
Pero el tŽrmino Cantabra o Labaro no se refiere alÊ Cantabra o L‡baro estandarte o
bandera en si misma, en su conjunto sino al elementoÊ con la esv‡stica emblem‡tico,
signo, se–al o imagen que aparec’an grabados en dichos estandartes y que precisamente
era la cruz que portaban. ÀCual era la cruz plasmada? Segœn los expertos eran varias
aunque predominaba claramente la esv‡stica de brazos rectil’neos tal y como la
conocemos hoy en d’a. Al pasar los siglos y dependiendo del territorio la forma recta de
los brazos se fue haciendo curvil’nea y en ocasiones se remataba con una especie de
—valo hasta asemejarse a cuatro cabezas rotando alrededor de un eje. De ah’ la evoluci—n
del nombre de labaro a la acepci—n Iau-buru (cuatro -cabezas en euskera) refiriŽndose a
esa cruz esv‡stica de brazos curvil’neos rematadas en —valo. La similitud de los vocablos
se debe a la simple coincidencia fonŽtico-lingŸ’stica. De este hecho dan fe numerosos
testimonios escritos que se conservan de historiadores y cronistas romanos que relataron
esta fase de la lucha y dejaron constancia del emblema que portaban en sus estandartes
los ind—mitos c‡ntabros. Sobre su presencia en el resto de Iberia existen multitud de
testimonios que lo avalan y que no vamos a detallar por no alargar demasiado la
exposici—n.
Visto lo anterior podemos afirmar sin ningœn gŽnero de dudas que la esv‡stica en su
forma rectil’nea o de brazos curvos se puede considerar como el emblema y s’mbolo m‡s
antiguo y universal de los pueblos de la Hispania prerromana: que desde un principio su
culto se asoci— a ritos de car‡cter solar vinculados a los ciclos astron—micos y
estacionales; que fue venerado por estos pueblosÊ cientos yÊ cientosÊ deÊ a–osÊ antesÊ deÊ
la romanizaci—n y posterior cristianizaci—n de la pen’nsula y, desde luego, que su
presencia es absolutamente anterior a toda la iconograf’a bajo-medieval usada como
blasones por los primeros reinos cristianos. De este modo s—lo el desconocimiento m‡s
supino de los or’genes de los pueblos peninsulares, de sus ritos y formas de religiosidad
tradicionales pueden justificar el que algunos todav’a consideren el s’mbolo gamado
como un emblema "extranjero" o "alem‡n" ya que no s—lo es un s’mbolo universal de
Iberia sino adem‡s el primero y m‡s antiguo de todos ellos.-
ESVçSTICAS EN VASCONGADAS. La tradici—n
manipulada.
TambiŽn nos hemos tenido que batir, verbalmente claro, con aquellos que nos
manifestaban su repulsi—n hacia ella dada su utilizaci—n por la corriente separatista-
marxista del moderno nacionalismo vasco. Sin entrar en grandes disquisiciones sobre este
espinoso tema, visto lo anterior quedar‡ explicada cualquier incomprensi—n que se pueda
manifestar sobre el asunto. La esv‡stica, intemporal, aria e indoeuropea es ajena. a esta
absurda polŽmica puesto que su presencia remota en la Hispania septentrional y
meridional anula cualquier intento de manipulaci—n espuria o partidista. El nacionalismo
vasco exhibe este antiqu’simo signo -entre otros de moderna factura como la Ðikurr–a-
como s’mbolo de su diferencia cuando precisamente su uso pone en evidencia todo lo
contrario. Al utilizar la cruz celtibŽrica (lauburu) est‡n utilizando un s’mbolo que les hace
m‡s comunes, menos diferentes, ya que la gamada es patrimonio de todos los pueblos
indoeuropeos y de nosotros sus m‡s directos descendientes. De este modo, la
Ostentaci—n del lauburu como derivaci—n curvil’nea de la cruz esv‡stica de brazos rectos
no les separa ni les diferencia sino que les une, les integra en una misma estirpe de
pueblos indoeuropeos de cosmovisi—n solar, que un d’a en un tiempo remoto marcharon
juntos desde la patria primordial hasta las tierras del Iber.
ARAGîN. CUATRO CABEZAS SARRACENAS COMO
BLASîN
Es cierto que los antiguos vascones grabaron con profusi—n la esv‡stica en lugares de
culto solar y de profunda significaci—n religiosa. Bajo su variante curvil’nea elÊÊ lau-buru
aparece con abundancia en todo el Pirineo franconavarro y en buena parte del aragonŽs
en ambas vertientes. No olvidemos que lau-buru (cuatro cabezas) tambiŽn se asocia
directamente a la numerosa iconograf’a altoaragonesa en la que es comœn encontrar en
sus escudos her‡ldicos y blasones cuatro cabezas de sarracenos cortadas y degolladas que
se generalizo desde las primeras etapas de la reconquista como representaci—n de las
sangrientas batallas libradas contra el infiel -(como anŽcdota resaltaremos que uno de los
cuarteles que integra el escudo de la actual C A de Arag—n ostenta las cabezas de cuatro
sarracenos degollados s’mbolo de las victorias de Alfonso I en su descenso desde el alto
Pirineo hacia el valle del Ebro expulsando y masacrando aggarenos. Todav’a ninguna
asociaci—n de inmigrantes ha solicitado su desaparici—n y consiguiente arrepentimiento
del pueblo aragonŽs por esta intolerante parte de su historia imaginamos que por puro y
simple desconocimiento, pero todo se andar‡). En Arag—n la manifestaci—n m‡s antigua
de la que se tiene constancia documental est‡ datada de la Žpoca de la reconquista, hacia
1.094, y desde entonces, las cuatro cabezas de infieles seccionadas han sido un referente
constante de los estandartes, banderas, escudos, monedas y medallas aragonesas.
La presencia de la esv‡stica en HispaniaÊ retrocedeÊ conÊÊ laÊ victoriaÊ del cristianismo y
pronto pas— a relacionarse con las pr‡cticas de brujer’a por atribulados y meÐticulosos
inquisidores los cuales llevaron a la hoguera a docenas de campesinos monta–eses
(Zugarramurdi 1.610 p.e.) por, entre otras cosas, encontrar inscripciones con la gamada
en sus refugios y lugares de culto. No es de extra–ar que con este panorama no
sobrevivieran muchas inscripciones datadas en el medievo, siendo sustituida
progresivamente por la cruz cristiana, y que su proliferaci—n m‡s visible tuviera un
vigoroso repunte a partir del siglo XVII espeÐcialmente en la zona vasco-navarra.
Su asunci—n moderna como s’mbolo por una parte del nacionalismo araniano es fruto de
una simplicidad extrema, de una compulsiva y paranoica ansiedad por buscar elementos
diferenciadores y de un desconocimiento hist—rico superlativo ya que Arana llega a
calificar la esv‡stica, en un ejemplo sin par de su estulticia, de "s’mbolo bizkainoÓ cuando
su universalidad aria,Ê suÊ proliferaci—nÊ porÊ todoÊ elÊ marco civilizador indoeuropeo, su
dataci—n y simbolismo trascendente supera en miles y miles de a–os luz los estrechos
‡mbitos geogr‡ficos y pol’ticos delÊ micronacionalismoÊ vasco.ÊÊÊ ConÊ toda probabilidad
Arana hab’a o’do campanas, lejanos ta–idos y algo de la mœsica... pero desconoc’a por
completo la partitura.
A MODO DE CONCLUSION. NI EXTRA„O, NI
EXTRANJERO
Por todo lo expuesto y sin intenci—n de extendernos demasiado en algo que deviene
evidente concluimos rotundamente que la esv‡stica,Ê o cruz gamada en cualesquiera de
sus mœltiples variantes, representaciones iconogr‡ficas o soportes, surgi— en tierras de
Iberia de la mano de sus pobladores indoeuropeos con infinita anterioridad a cualquiera
de los honorables y respetables emblemas que han llegado hasta nuestros d’as y que hoy
representan a pueblos hisp‡nicos. Es por ello un signo caracter’stico de la Hispania
blanca que luch— contra el opresor. Bajo su sombra y cobertura m‡gica y en su defensa
los pueblos m‡s nobles, bravos e ind—mitos del solar ibŽrico lucharon hasta la muerte
combatiendo al imperialismo extranjero que intent— acabar con su libertad, con sus
derechos y sus tradiciones.Ê Esv‡stica, s’mbolo universal e intemporal de la raza blanca.

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El culto solar y la svástica en la Europa protohistórica

  • 1. LA SVçSTICA: SêMBOLO DE NUESTROS ANCENTROS El culto solar es, de todas la creencias de los habitantes de la Europa Protohist—rica, el que ha tenido una mayor importancia en la vida y en el arte de estos pueblos as’ como el que m‡s trascendencia tuvo en otras Žpocas de la Civilizaci—n Occidental. El arte europeo de la Edad del Bronce y de la primera Edad del Hierro presenta en todos los lugares, a pesar de las diversidades locales, ciertas similitudes de tipos en los que una de las principales causas de estas analog’as hay que buscarlas en sus creencias comunes. El culto al Sol y la rueda solar en la Europa Pro- tohist—rica Los griegos de la Žpoca cl‡sica designaban con el nombre de hiperb—reos a los pueblos situados vagamente en los extremos del norte y del oeste de Europa, es decir los celtas y los germanos. Gracias al comercio del ‡mbar, ellos pose’an sobre estos pueblos algunos conocimientos mezclados con f‡bulas. Sab’an que aquellos hiperb—reos reverenciaban mediante un culto especial a un dios que ellos identificabanÊ con Apolo (Apolo era primitivamente un dios de la Luz y el Sol). En el siglo IV a.C. Hecateo de Abdera hablaba de una isla (Gran Breta–a) ocupada por los hiperb—reos en la que Žstos hab’an levantado a Apolo un templo magn’fico de forma circular (algunos autores lo han asociado a Stonehenge). Julio Cesar cuenta en su obra ÒLa guerra de las GaliasÓ que los germanos adoraban al Sol, el fuego y la Luna. Los pueblos de estirpe indoeuropea rend’an culto al Sol, mediante la celebraci—n de la fiesta y los ritos del Solsticio, cuyos ritos cristianizados (Navidad, liturgia del S‡bado de Gloria, fuegos de la noche de San Juan) han permanecido hasta hoy entre nosotros. Segœn Pierre Vial: ÒLos textos arios hacen del sol el origen de todo lo que existe, el principio y el fin de toda manifestaci—n... El ciclo solar simboliza la alternaci—n vida- muerte-renacimiento... El Sol es un aspecto del ‡rbol del mundo (del ‡rbol de la vida) que se identifica con el rayo solarÓ[1] Entre estos pueblos el culto solar no se reduc’a a una simple adoraci—n material del astro solar, sino que era la expresi—n de reverencia ante el s’mbolo de una realidad m‡s alta e inaprensible. Para los arios el Sol era el s’mbolo de Dios. En el a–o 1902, en Trundholm, localidad situada en la parte norte de la isla de Seeland (Dinamarca), apareci— un peque–o carro de bronce con un caballo que arrastraba un disco dorado colocado verticalmente. Este objeto, imagen incontestable del disco solar,
  • 2. revelaba el destino preciso de toda una serie de discos en oro y carros votivos que han ido apareciendo posteriormente. Estos discos est‡n profundamente decorados con s’mbolos solares como son los c’rculos concŽntricos, el c’rculo cruc’fero y la estrella[2]. TambiŽn hay que constatar la asociaci—n entre el culto solar y el caballo, que veremos reaparecer en otras regiones y Žpocas: As’, el mito indoeuropeo del disco solar arrastrado por un caballo, reaparece en un himno vŽdico que habla del carro solar Òde rueda œnicaÓÊ que hace avanzar Òun corcel œnicoÓ [3] Dechelette ve reforzada esta teor’a en la asociaci—n de s’mbolos solares y cr‡neosÊ de caballos que aparecieronÊ en los tœmulos de ManŽ-Lud, en Locmariquer (Breta–a), y en el tema caballo-disco solar que volvemos a ver en la isla de Siros en el mar Egeo[4]ÊÊ En las regiones del norte, el Sol describe un movimiento rectil’neo a lo largo del horizonte produciendo as’ la imagen de una rueda de fuego que gira lenta y serena en las alturas. Aqu’ el resplandor del Sol dibuja a veces en el cielo una gran cruz luminosa que se destaca sobre el fondo de un c’rculo radiante (es el meteoro que se conoce con el nombre de halo solar o parhelios). Esto nos da la forma de rueda o disco cruzado con que aparece representado en los petroglifos escandinavos de la Edad del Bronce[5] Los mitos antiguos relativos al Sol se refieren al recorrido aparente que efectœa en veinticuatro horas alrededor de la Tierra, trayecto dividido en dos fases: durante la primera, se eleva de Oriente, recorre su ruta celeste y desaparece en Occidente sobre las aguas del r’o OcŽano que rodea a la Tierra; durante la segunda, invisible a los humanos, navega sobre las aguas, de Poniente a Levante, para regresar a su punto de partida. El astro, durante eseÊ segundo recorrido, navega sobre un barco que simboliza este viaje en que deja a la tierra en tinieblas. Este Žxodo del astro de la luz afectaba especialmente a los habitantes de las regiones hiperb—reas, donde las interminables noches de invierno contrastaban con los d’as m‡s largos del verano. Los arque—logos tienen por representaciones solares a las barcas que frecuentemente aparecen en los grabados rupestres de esta regi—n. Sobre la barca solar M. Montelius afirma: ÓDel modo en que se representaba el Sol portado por una barca, la barca pertenece a los s’mbolos solares. Entre los numerosos nav’os de los grabados rupestres, muchos deben ser s’mbolos. De ellas hay tambiŽn diversas figuraciones similares que aparecen sobre los cuchillos y otros bronces n—rdicos de la misma ŽpocaÓ[6] Asociado al temaÊ de la barca solar y en los carros votivos aparece el cisne. Este ave la veremos como el principal s’mbolo o compa–ero del Sol durante la segunda mitad de la Edad del Bronce y de la primera Edad del Hierro en la Europa del sur, del centro y del norte portado por los pueblos indoeuropeos de la ÒCultura de los TœmulosÓ y especialmente por los de la ÒCultura de los Campos de UrnasÓ. As’ en la cultura de Villanova en Italia, creada por los pueblos de los ÒCampos de UrnasÓ, aparecen constantemente los cisnes junto al disco solar en jarrones de bronce, cascos, f’bulas y armas (en uni—n de c’rculos concŽntricos, espirales y sv‡sticas). Las sepulturas de HallstattÊ (1» Edad del Hierro) han dado numerosos ejemplares del mismo tipo. En la regi—n del Rhin, los cinturones de la necr—polis del bosque de Haguenau llevan s’mbolos similares y los c’rculos concŽntricos est‡n as’ mismo asociados a la sv‡stica. En la Galia, el s’mbolo de la rueda solar sobre la barca con dos proas en forma de ave, se vuelve a encontrar en pendientes y amuletos del final de la Edad del Bronce.
  • 3. En l’neas generales se puede decir que, desde la expansi—n de los indoeuropeos, el Sol aparece desde la India hasta Escandinavia vinculado al caballo durante su viaje celeste y al cisne durante su regreso infernal sobre le r’o OcŽano. Los dos animales uncidos al carro o a la barca solar son instrumentos de viaje funerario hacia Occidente, m‡s all‡ del OcŽano, lo mismo en Creta al final del minoico que en los pa’ses n—rdicos. Una pervivencia del tema sol-cisne la encontramos con posterioridad en la mitolog’a de la Grecia cl‡sica, en la que el s’mbolo del Apolo hiperb—reo (que habita en las regiones del norte) era el cisne. En estrecha relaci—n con este Apolo hiperb—reo est‡ el Ògorgon•ionÓ (otro emblema conocido del Sol) que reemplaza a las ruedas solares en la ornamentaci—n de las armaduras y a las sv‡sticas que aparecen sobre los cascos de la Žpoca cl‡sica. La sv‡stica y los s’mbolos derivados de la rueda La sv‡stica es uno de los s’mbolos m‡s antiguos y enigm‡ticos de la historia de la humanidad. El nombre, de origen hindœ, deriva del s‡nscrito ÒSuÓ (bien) y ÒAsÓ (ser), por lo que se puede traducir por Òlo que es buenoÓ. En griego equivale a ÒvigorosoÓ o ÒsanoÓ. La sv‡stica de cuatro brazos en ‡ngulo recto es conocida tambiŽn por cruz gamada o Ògammadi—nÓ porque puede constituirse juntando cuatro letras gamma del alfabeto griego. Pose’a, al menos en su origen un car‡cter sagrado, m‡s tarde reducido a un valor simb—lico o profil‡ctico. La sv‡stica, junto al disco, la rueda solar en llamas (tambiŽn conocida como Òcruz cŽlticaÓ), el ÒtriskeleÓ (sv‡stica de tres brazos utilizada por los celtas), los c’rculos concŽntricos, etc. Es un s’mbolo solar: En las Žpocas remotas de la humanidad el Sol era representado en principio como c’rculo, luego doble c’rculo, para terminar por grabar en Žste una cruz. De ello result— una rueda solar de un rayo. A veces el c’rculo era solo esbozado brevemente, a veces el Sol representado simplemente como cruz. Ahora bien, ÀquŽ relaci—n tiene Žste con la sv‡stica? En las excavaciones que el arque—logo alem‡n Schiemann realiz— en la segunda ciudad de Troya (del 2500 a.C.)encontr— urnas en al que la sv‡stica est‡ asociada con la rueda solar cruc’fera y m‡s concretamente, los dos s’mbolos tendr’an un mismo significado: ambos eran el sagrado s’mbolo del Sol. Sobre su significado Dechelette afirma: ÒNo puede, en nuestra opini—n, subsistir ninguna duda sobre su significaci—n primitiva: era el emblema del Sol en movimiento, el equivalente de la rueda de la cual no es m‡s que su derivaci—n dobleÓ[7]Ê Para Ludwig MŸller, en la Edad del Hierro, la sv‡stica representaba al dios supremo[8]. Pero para RenŽ Gu•non tendr’a un significado diferente: como s’mbolo del Polo, ser’a el centro de la acci—n del Principio sobre el Universo[9]. No obstante, la interpretaci—n m‡s generalizada, ya en la Edad Media, es que corresponde al movimiento y ala fuerza solar (visi—n que es asumida por Dechelette y la mayor’a de los autores). Los primeros testimonios en que aparece la sv‡stica son de Ir‡n en la Žpoca neol’tica y en Elam durante el cuarto milenio antes de nuestra era. En SiebenbŸrgen (Transilvania)
  • 4. aparecieron vasijas (tales vasijas debieron ser recipientes de ofrendas junto a los sepulcros). TambiŽn empieza a verse en los œltimos per’odos de la Edad del Bronce en Italia Central. El punto concreto desde el cual se expande este s’mbolo no ha sido todav’a determinado con exactitud. Para algunos autores tendr’aÊÊ un origen hindœ, mientras que otros se–alan como su probable lugar de origen la zona del Egeo y del Asia Anterior. As’ los espec’menes encontrados por Schielemann en Troya y los utilizados por otros pueblos indoeuropeos de la zona del Egeo pudieran ser el punto desde el cual se difundi— este s’mbolo. Lo cierto es que la generalizaci—n de su uso se debe a que fue portada y extendida por las diferentes estirpes indoeuropeas durante la primera Edad del Hierro (Per’odo del Hallstatt, que va del 1000 al 500 a.C.) y, desde Troya hasta la pen’nsula IbŽrica, la sv‡stica est‡ relacionada con las creencias de estos pueblos junto laos viejos motivos escandinavos del caballo solarÊ y de las aves acu‡ticas: En Grecia la encontramos primero entre los inmigrantes dorios ( hacia el 1150 a.C.) y la veremos reaparecer entre los espartanos, descendientes de los dorios. En Persia y la India la sv‡stica fue introducida por los arios (hacia 1500 a.C.) y sobrevivi— hasta nuestros d’as como s’mbolo religioso de los Jainas y de los Budistas. Z. Mayani indica que entre hicsos que invadieron Egipto hacia el 1788 a.C., la sv‡stica era utilizada por Žstos como un s’mbolo de diferenciaci—n racial respecto a los no arios del Pr—ximo Oriente, pues los pueblos sem’ticos de Babilonia, Asiria, Fenicia o Israel jam‡s utilizaron la sv‡stica, s’mbolo espec’ficamente ario.ÊÊ Pero con el paso del tiempo no se puede atribuir a todas las figuraciones de la cruz gamada un mismo significado. Para algunos autores, la sv‡stica comienza aparecer con un nuevo significado en el arte esc’tico: La imagen del carro solar portado por cuatro caballos... que alguien ha querido identificar con los jinetes del Apocalipsis (como se ve en el tesoro de Craiova). El investigador danŽs Axel Olrik estudi— la sv‡stica entre los germanos y constat— que entre los pueblos teut—nicos la cruz gamada es el signo del dios de la guerra: Donnar - Thor[10]. Esta sv‡stica germ‡nica est‡ relacionada con el Martillo de Thor (Mjšllnir) que cruzaba el cielo despidiendo rel‡mpagos y que, segœn las sagas n—rdicas,Ê de su golpeÊ hizo salir el fuego del cielo.[11] La sv‡stica y la simbolog’a solar en la Pen’nsula IbŽrica La Pen’nsula no iba a quedarÊ al margen de estas creencias y simbolog’a propias de los indoeuropeos que se hab’an extendido por toda Europa. En este sentido, E. CabrŽ afirma: ÒPor consiguiente, podr’a suponerse con verosimilitud que tambiŽn los pueblos prerromanos de la pen’nsula IbŽrica habr’an profesado el culto al Sol y justificado tanto por el origen centro-europeo de muchos pueblos peninsulares de la Edad del HierroÓ [12] Los primeros testimonios de simbolog’a solar en nuestro territorio se remontan ala Edad del Bronce. As’, en el Museo Arqueol—gico Provincial de Oviedo, se conservan unos discos ‡ureos decorados con c’rculos concŽntricos y con una cruz en su interior (de laÊ
  • 5. misma forma en que la rueda solar aparece en el rupestre escandinavo). Estos discos fueron estudiados por E. McWhite, el cual los relacion— con el ‡mbito irlandŽs y con espec’menes semejantes encontrados en Portugal[13]. Sin embargo, otros autores no piensan en un origen irlandŽs sino que los asocian al gran mito solar que se expande durante la Edad del Bronce por la zona atl‡ntica desde Escandinavia hasta Portugal. Otros testimonios de este per’odo son los grabados del santuario solar de Cabrojo (Santander), el disco solar que aparece en la cueva de Los Hoyos (Santander) y sobre todo, los grabados rupestres de Galicia. Con la llegada de las diferentes oleadas de pueblos cŽlticos portadores del hierro (desdeÊ el 1100 a.C.) se produce una mayor difusi—n de las creencias solares, y con ello una manifestaci—n de estos temas en el arte de los pueblos peninsulares. Ya a principios del siglo XX Dechelette se–alaba como objetos que pudieran testimoniar este culto a las f’bulas de caballo y el conocido bronce con caballo-rueda solar de Calaceite. Posteriormente en la cultura cŽltica de Las Cogotas (Avila), la cer‡mica encontrada ostenta en su decoraci—n temas solares, incisos o estampillados. En la misma necr—polis de Las Cogotas aparecieron unas plaquitas de hierro recortado con ornamentaci—n de tema solar, como sv‡sticas, ruedas solares e incluso la barca solar escandinava. Los mismos temas de la barca ritual y las aves acu‡ticas aparecen entre los v‡cceos (antiguos pobladores de la actual provincia de Valladolid), y que han sido estudiados por F. Wattenberg.[14] Singular importancia ten’anÊ entre los pueblos celtas sus armas de hierro, en las que se sustentaban su supervivencia y su preeminencia sobre otros pueblos. La espada, el arma indoeuropea por excelencia, estaba ’ntimamente ligada alas creencias hiperb—reas y solares. CabrŽ ha se–alado que las vainas de las espadas cŽlticas de la 2» Edad del Hierro (Per’odo de La TŽne, que va desde el 500 a.C. hasta la romanizaci—n) representan en su totalidad una barca ritual, por lo cual aparece representada en ellas el agua (zigzag u ondas serpenteantes, al igual que en los cuchillos del Bronce N—rdico) y elÊ disco solar. CabrŽ da la siguiente interpretaci—n: ÒDentro de esta barca simb—lica viajaba la espada, arma portadora de la muerte, que debe ser guiada en su manejo certeramente por el dios solar, tan repetidamente representado en ella, para que a la vez sea talism‡n protector del guerrero que la usabaÓ[15] Las creencias solares permanecer’an entre los pueblos de origen europeo hasta la llegada de los romanos. As’, entre los celt’beros de Num‡ncia (cerca de la actual Soria) vemos a travŽs de sus cer‡micas y trompetas de guerra que le culto solar segu’a vivo entre ellos por las numeros’simas representaciones de la cruz gamada (asociado al tema del caballo) que nos han legado sobre ellas. La cruz gamada. Aparte de s’mbolo religioso, parec’a tener entre los numantinos un car‡cter emblem‡tico de su ciudad, puesto que no aparece con tanta profusi—n en otras ciudades y asentamientos celt’beros. F. Wattenberg, entre otros, estudi— los diferentes estilos de las cer‡micas numantinas y los fech— en un per’odo que va desde el 320 al 123 a.C. en que la ciudadÊ sucumbe heroicamente tras largas guerras con Roma.[16]Ê Otra zona muy influida por los mitos solares, debido a los asentamientos cŽltico Ð indoeuropeos, es todo el norte peninsular desde Galicia a los Pirineos. Dentro del ‡mbito gallego aparecen profusamente el triskele y el tetraskele. Ejemplares notables son el collar y la diadema ‡ureos encontrados en el Castro de Elvi–a (A Coru–a) en los que podemos apreciar en su decoraci—n la reproducci—n de la sv‡stica de lados curvos, tan frecuente en esta regi—n.[17]
  • 6. En Cantabria el culto al Sol est‡ atestiguado por los restos arqueol—gicos que han llegado hasta nosotros y que se encuentran en su mayor parte en el Museo Provincial de Prehistoria de Santander: Las dos estelas discoideas gigantes de Lombera tienen grabadas sendas sv‡sticas de cinco brazos curvos a modo de rayos solares y en la estela de Zurita se puede ver una cruz gamada muy desgastada por la erosi—n sobre uno de los escudos de los guerreros que aprecen en ella. TambiŽn son numeros’simas las sv‡sticas que aparecen sobre las estelas funerarias cantabro Ð romanas y en toda la epigraf’a c‡ntabra en forma de cruz gamada, o simplificada Žsta en forma de simple cruz[18]. Otros testimonios son los restos cer‡micos aparecidos en el castro c‡ntabro de Celada Marlantes, entre los que hay uno que lleva pintada una cruz gamada que segœn sus descubridores, ser’a de tradici—n celtibŽrica.[19]ÊÊÊ Referido a Cantabria, es de se–alar, que tras el sometimiento de la regi—n, los romanos adoptaron de aquel pueblo la simbolog’a solar de cruces gamadas y s’mbolos lunares de los c‡ntabros como l‡baro legionario, y que ser’a conocido como ÒCantaberÓ. Antes de Constantino se le escoger’a como ense–a o estandarte de la bandera imperial, figurando sobre la misma la significaci—n SPQR; que en tiempos de ConstantinoÊ fue suprimida imprimiŽndose el anagrama XP y la cruz de Cristo.[20] De todas formas no se puede olvidar que los primitivos pueblos it‡licos ya conoc’an la cruz gamada: En las urnas con forma de caba–a que Giacomo Boni encontr— en 1903 en el Foro Romano (anteriores al a–o 753 a.C.) conservaban una decoraci—n de laberintos y sv‡sticas que, dicho investigador, interpret— como destinadas a distraer a los esp’ritus malignos e impedir que molestasen a los habitantes de las caba–as. Un testimonio muy posterior de su utilizaci—n entre los romanos es el escudo de legionario encontrado en Dura Europos (Siria), que puede fecharse en el siglo III d.C., y que en su decoraci—n exhibe cuatro cruces gamadas en rojo. La sv‡stica hasta nuestros d’as Con en el emperador romano conocido como Juliano el Ap—stata (siglo IV d.C.) se produjo el œltimo renacer de las creencias solares. Juliano se hab’a educado en la cultura helen’stica y propugnaba, frente a la infiltraci—n del cristianismo oriental, una religiosidad basada en la tradici—n pagana en la que la adoraci—nÊ de Helios ocupaba el lugar de mayor importancia. Juliano llamaba al Sol ÒImagen sensible de la Inteligencia suprasensible del Padre CelestialÓ. Pero su movimiento religioso-filos—fico sucumbir’a con Žl mismo, cuando en el momento de presentar batalla a los partos de Sapor II en el a–o 363, fue asesinado por un cristiano encuadrado en sus propias legiones. En los primeros siglos de la era cristiana la sv‡stica no fue desechada sino preservada: Muchas de las losas sepulcrales de las catacumbas romanas llevan el s’mbolo de la sv‡stica. Sin embargo, en Žpocas posteriores el cristianismo persigui— al antiguo s’mbolo intentando destruirlo. As’, en el siglo III d.C., Minutio FŽlix predic— contra la cruz
  • 7. ÒpaganaÓ (originalmente en lat’n ÒpaganasÓ equivale a lo que es propio del campo o de la aldea). San Patricio (siglo IV) en su obra ÒConfesi—nÓ, amenazaba a los irlandeses con penas eternas si continuaban adorando al Sol. San Bonifacio en el siglo VIII luch— contra ella entre los germanos, llegando a cortar la encina sagrada en que se veneraba a Donnar Ð Thor (cuyo s’mbolo era la cruz gamada, como ya vimos). A lo largo de toda la Edad Media la Iglesia distar’a duras leyes anti-ÒrusticorumÓ (del campo) contra el viejoÊ s’mbolo y sus cultos. En este punto es interesante constatar que, como se–alaba el nacionalsocialista Alfred Rosenberg[21], la cruz cristiana era otro s’mbolo solar directamente emparentado con la cruz gamada (de la que era su representaci—n simplificada) y que fue adoptada por el cristianismo ante lo imposible de erradicar un emblema de tan ancestralÊ contenido religioso (el madero del martirio de Cristo no ten’a forma de cruz sino de T). Efectivamente, al no poder acabar con la cultura y la espiritualidad anterior, la Iglesia asoci— o superpuso sus propias creencias a las antiguas. Veremos aparecer a los antiguos s’mbolos solares en los lugares sagrados del cristianismo: En el c—dice medieval de las ÒC‡ntigas de Santa Mar’aÓ de Alfonso X el Sabio, puede verse que en los manteles de los altares est‡ profusamente representada la cruz gamada. TambiŽn la veremos sobre las mitras de los obispos y en el interior de las catedrales. Otros ejemplos de esta primitiva asociaci—n pudieran encontrase en Cantabria, donde en la iglesia de Santa Mar’a de Lebe–a (siglo X) encontramos un altar en le que el s’mbolo central es ocupado por una sv‡stica de mœltiples brazos curvos[22]; y en las sv‡sticas que decoran la ermita de San Rom‡n de Moroso (siglo X). Lo mismo ocurre con la rueda solar, que en el cristianismo es utilizada en las regiones con mayor raigambre cŽltica como estela funeraria. La Òrueda de fuegoÓ que se hace rodar monta–a abajo en las fiestas populares de los solsticios, como las ruedas de fuegos artificiales... las procesiones de la Edad Media, en que se llevaban ruedas montadas sobre barcas o carros y otras costumbres como la Òrueda de laÊ fortunaÓ, la Òrueda del a–oÓ, etc., se–alen un simbolismo de car‡cter solar hondamente arraigado. Numerosos autores se–alan esta supervivencia de los cultos solares en el folklores europeo y demuestran que las fiestas tradicionales del Solsticio de Verano (fiestas de San Juan) y lasÊ del Solsticio de Invierno (Navidad), perpetœan entre las poblaciones rurales las antiguas ceremonias realizadas en honor al Sol. Hasta no hace mucho los montantes de las puertas de los viejos caser’os vascos llevaban la cruz gamada, a fin de mantener alejado de la casa y de sus habitantes el influjo del ÒMalignoÓ. El ÒlauburuÓ (sv‡stica de brazos curvos con cabezas engomadas o empatadas) y la cruz gamada de brazos rectos fueron recuperadas como s’mbolo racial por los nacionalistas vascos desde el siglo XIX. Pero con la consiguiente derivaci—n del nacionalismo vasco hacia posturas burguesas o marxistas, el s’mbolo ancestral ha sido arrinconado.[23] La historia contempor‡nea de la cruz gamadaÊ comienza con el movimiento gimn‡stico del llamado Òpadre de la gimnasiaÓ, Friedrich Jahn, que buscando un s’mbolo para la cuatro efes de su programa Ð Frisch (vital), Fromm (correcto), Froh (alegre), Frei (libre)- entrecruz— las efes, formando la cruz gamada. Al crearse la Federaci—n Alemana de Gimnasia hizo suyo el s’mbolo de Jahn. TambiŽn el grupo alem‡n de la asociaci—n de aves de paso utilizaba la sv‡stica como emblema, en este caso con un claro sentido antisem’tico y apoy‡ndose en la tradici—n de los ancestros germ‡nicos.
  • 8. A t’tulo anecd—tico se puede citar que el emblema de la 45 divisi—n americana durante la guerra de Secesi—n era la cruz gamada. Y el estandarte del estado nip—n durante la guerra chino-japonesa, era la cruz gamada. Merece destacarse el hecho sorprendente de que la zarina Alexandra Ferodovna, antes de ser asesinada por los bolcheviques el 17 de Julio de 1818, traz— en los muros de su prisi—n de Ekaterinenburg el s’mbolo de la cruz gamada. En Alemania tras la 1» Guerra Mundial utilizaron la sv‡stica como distintivo pol’tico los excombatientes del cuerpo de voluntarios, Freikorps, que se alzaron en 1918 contra el comunismo. TambiŽn el ÒGrupo ThuleÓ organizado por el bar—n R. Von Sebottendorf y bas‡ndose en los estudios de Adolf-Josef Lang, recogi— como emblema la cruz gamada. Fue en estos a–os cuando Adolf Hitler adopt— la cruz gamada como s’mbolo del nacionalsocialismo. Hasta 1920 el peque–o partido nacionalsocialista hab’a visto crecer sus filas y perfilarse su futura estructura, pero carec’a todav’a de una bandera o un s’mbolo para sus partidarios. Consciente de esta necesidad, Hitler nos explica c—mo se adopt— la cruz gamada: ÒLa cuesti—n de nuestra bandera, es decir, lo relacionado con su aspecto, nos preocup— por entonces muy intensamente. De todos lados recib’amos sugestiones bien intencionadas, pero carentes de valor pr‡ctico. Por mi parte me pronunciŽÊ a favor de la conservaci—nÊ de los antiguos colores (los de la bandera imperial), no solo porque como a soldado son ellos para m’ lo m‡s sagrado de la vida, sino tambiŽn por su efecto estŽtico, ya que mejor que cualquier otra combinaci—n armonizan con mi propio modo de sentir. Yo mismo, despuŽs de innumerables ensayos logrŽ precisar una forma definitiva: sobre un fondo rojo, un disco blanco y en el centro de Žste, la cruz gamada en negro. Igualmente, despuŽs de largas experiencias, pude encontrar la forma y el tama–o de la sv‡stica. Y as’ qued—Ó[24] Sobre su significado, a–ade: ÒComo nacionalsocialistas vemos en nuestra bandera nuestro programa. En el ROJO, la idea social del movimiento; en el BLANCO, la idea nacionalista y en la SVçSTICA la misi—n de luchar por la victoria del hombre ario y, al mismo tiempo, por el triunfo de la idea del trabajo productivo, idea que es y ser‡ siempre antisemitaÓ[25]Ê As’, en la localidad de Tegernsee, en el verano de 1920 se alz— por primera vez la bandera del joven movimiento que se dispon’a a cambiar el curso de la Historia. TambiŽnÊ en Finlandia la cruz gamada ten’a un contenido ancestral yÊ racial. Durante la 2» Guerra Mundial sirvi— de distintivo en la aviaci—n (en azul sobre fondo blanco) y en las tropas femeninas finlandesas (las llamadas ÒLottasÓ) La sv‡stica aparece en otras culturas no arias. Si bien queda por saber si en cada caso se trataba del mismo s’mbolo c—smico, o la sv‡stica no pas— de ser un adorno sin otro sentido m‡s profundo, o bien con otros significados: En el T’bet se marca el pecho de los muertos (aun despuŽs del rŽgimen de Mao) antes de enterrarlos, con la cruz gamada. Entre los budistas simbolizaÊ Òlo infinitoÓ y los pechos de los Budas llevan pintada la cruz gamada[26]. Alfombras persas con la sv‡stica como marca de origen, se siguen produciendo (despuŽs de la 2» G.M., los rusos ejecutaron a muchos civiles alemanes por encontrar en sus casas alfombras persas con el s’mbolo de la cruz gamada, completamente convencidos de que se trataba de propaganda nacionalsocialista). Sin embargo, fue Hitler quien dio a la sv‡stica su significado m‡s actual al elegir como ense–a del nacionalsocialismo al viejo s’mbolo indoeuropeo e investirle de un sentido
  • 9. pol’tico racista con el que ah quedado inseparablemente unida como representaci—n de las m‡s nobles esencias de nuestra raza. E. J. P.L [1] Jean Mabire y Pierre Vial, ÒLes Solstices. Historie et actualitŽÓ GRECE editions, Par’s, 1975. Ê [2] Motivos estudiados por J. Dechelette en ÒLe culte du Soleil aux temps prehist—riquesÓ, Rev. Archeologie, Par’s, 1909. [3] RIG-VEDA, I, 164, 2. [4] J. Dechelette, ÒManuel d«ArquŽologie prŽhistorique, celtique et gallo-romaineÓ Vol. 2, p‡g. 416. Par’s, 1910 [5] El origen del culto solar en los grabados rupestres escandinavos ha sido estudiado, entre otros, por P. Gelling y H.Ellis Davidson en ÒThe Chariot of the SunÓ, Londres, 1969. A ello podr’amos a–adir y complementar al autor de este art’culo que estos tipos de petroglifos no solo son patrimonio de los escandinavos. En nuestra pen’nsula y concretamente en Galiza tenemos abundantes petroglifos con representaciones de ruedas solares, ciervos, caballos, laberintos... concretamente enÊ el concello pontevedrŽs de Campo Lameiro. (Nota de la Redacci—n)Ê Ê [6] Montelius, ÒKulturgeschchte SchwedensÓ, p‡g. 136. Leipzig, 1906. [7] Dechelette, Op. cit. Vol.2, p‡g. 454 [8] J. Marques Riviere, ÒAmulets, talismans et pantaclesÓ, Par’s, 1950 [9] RenŽ Gu•non, ÒLe Symbolisme de la CroixÓ, Par’s, 1931. [10] Axel Olrik, ÒOm RaganarokÓ, Copenhage, 1902-1914. [11] Para los germanos y los n—rdicos, la sv‡stica es conocida como el fylfol. Esto es lo que nos explica un autor versado en el mundo tradicional: ÒSe atribu’a a dicho s’mbolo un poder protector contra el rayo, precisamente por su conexi—n con el dios que lo domina. El fylfol era grabado sobre las campanas como signo de protecci—n contra las tormentas y el rayo. Es oportuno aclarar que la esv‡stica, adem‡s de s’mbolo solar y polar, que expresa la idea de centralidad, de equilibrio y de fuerza, es signo de lucha y victoria, de prosperidad y buena fortuna. Significa una acci—n enŽrgica, fulminante, efectuada en armon’a con el orden c—smico: una acci—n que resulta eficaz y da buenos resultados precisamente porque est‡ bien centrada. Probablemente represente tal s’mbolo el girar del martillo lanzado al aire y que vuelve despuŽs a manos de su poseedor. La forma del fylfol muy posiblemente sugiriera a los primitivos hombres del Norte la marcha o vuelo del martillo al girar. Por un lado, es como una cruz con pies, en movimiento o en actitud caminante; por otro, est‡ formada por cuatro hachas o martillos unidos por la extremidad del mango y girando todos ellos en torno a un mismo centro.Ó Esta explicaci—n nos la ofrece Antonio Medrano en su libro ÒLa lucha con el drag—nÓ, p‡g. 46-47, Ed. YataY, ÊMadrid, 1999. (Nota de la Redacci—n) Ê [12] E.CabrŽ, ÒEl simbolismo solar en la ornamentaci—n de las espadas de la segunda Edad del Hierro cŽltico en la Pen’nsula IbŽricaÓ en Arch. Esp. Preh» Levantina, III, p‡g.101, 1952. [13] E. McWhite, ÒEstudios sobre las relaciones atl‡nticas de la Pen’nsula Hisp‡nica en la Edad del BronceÓ, Madrid, 1951. [14] F. Wattenberg, ÒLas barcas solares del c’rculo vacceoÓ, Pyrenne n¼2. Instituto de Arqueolog’a y Prehistoria, Barcelona, 1966. [15] E. CabrŽ, Op. cit. p‡g.116. [16] F. Wattenberg, ÒLas cer‡micas ind’genas de NumanciaÓ, Bibliotheca Praehistorica Hispana, Vol.4, Madrid, 1963. [17] Dicha diadema se puede observar en el Museu Arqueol—xico Provincial de A Coru–a. Igualmente representaciones de tetraskeles (sv‡sticas de lados curvos) las podemos encontrar labradas en piedra en los Museus Arquol—xicos de Pontevedra y Ourense respectivamente, piedras que se colocaban a las entradas de las casas castre–as, por ejemplo en el castro de Santa Tecla (Pontevedra) o de Castromao (Ourense). Igualmente las ondas y los zigzags de los que habla el autor, tambiŽn las encontramos dentro de la cer‡mica y labradas en enormes piedras (lasÓ pedras formosasÓ, siendo la m‡s conocida la encontrada en la cit‡nia de Briteiros, al norte de Portugal) de esta cultura cŽltica y atl‡ntica por excelencia. ( Nota de la Redacci—n)
  • 10. [18] Ver la obra de J.M, Iglesias Gil, ÒEpigraf’a c‡ntabra. Estreometr’a, decoraci—n y onom‡sticaÓ. Instituci—n Cultural de Cantabria. Santander, 1976. [19] Ver la obra de M.A. Garc’a Guinea y Regino Rinc—n, ÒEl asentamiento c‡ntabro de Celada MarlantesÓ, Instituci—n Cultural de Cantabria, Santander, 1976. [20] As’ lo citan Minutio FŽlix, Tertuliano y el ÒCodex TheodosianusÓ. TambiŽn tenemos noticias de que en el Museo Nacional de RomaÊ se guardaba un estandarte o ÒCantaberÓ, pero actualmente no hemos encontrado nada sobre Žl. (Segœn testigos, llevaba el s’mbolo de las medias lunas de los c‡ntabros junto a cinco cruces gamadas que lo rodeaban). [21] Alfred Rosenberg, ÒDas WefensgefŸge des NationalsozialismusÓ, Munich, 1933. [22] Dicha iglesia es una autŽntica joya de nuestro arte moz‡rabe, enclavada en medio del desfiladero de La Hermida (Picos de Europa), al lado del r’o Deva (deva, en s‡nscrito significa dios, vida... curiosamente). Los canecillos exteriores de la iglesia est‡n formados por triskeles. Y justo en el atrio de la iglesia tenemos un tejo milenario, donde segœn cuentan los lugare–os, era lugar de reuni—n de los habitantes del pueblo para sus solemnidades y dem‡s actos sociales. (Nota de la Redacci—n)ÊÊÊ [23] La ignorancia con respecto a este s’mbolo en Euskadi, que lo han querido ÒpolitizarÓ, es enorme. Preguntando a algœn nacionalista por el significado del ÒlauburuÓ, han llegado a contestar que es la representaci—n de las tres provincias vascas (Alava, Guipœzcoa, Vizcaya) y de Navarra... Áincre’ble! (À... y la parte francesa de EuskalHerria, no la recoge el ÒlauburuÓ? El significado sacro de este s’mbolo se desconoce por completo)Ê (Nota de la Redacci—n) [24] Adolf Hitler, ÒMi LuchaÓ, cap. VII, p‡g. 260. Avila, 1937. [25] Adolf Hitler, Op. cit., p‡g. 260-261. [26] La sv‡stica Êen el Buddhismo Mahay‰na (T’bet, Jap—n, China...) no Êsolo es representada en el pecho del Buddha (como s’mbolo de apertura de coraz—n, de realizaci—n espiritual... por algo se le sitœa en ese chakra) sino que tambiŽn es situada a la entrada de los templos, como s’mbolo benŽfico y de protecci—n. Para una profundizaci—n mayor de este s’mbolo en su concepci—n tradicional y m‡s metaf’sica podemos consultar las siguientes obras de RenŽ Gu•non, ÒLa Gran TriadaÓ ( Cap. V ÒLa doble espiralÓ Êy VI.ÓSolve et CoagulaÓ Ed. Obelisco, Barcelona, 1986), Ò El Simbolismo de la CruzÓ(Cap. X. ÒLa esv‡sticaÓ Ed.Obelisco, Barcelona, 1987) y ÓS’mbolos fundamentales de la Ciencia SagradaÓ (Cap.XVII ÒLa Letra G y el Sv‡stikaÓ, Eudeba-Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1988). Igualmente en el libro del belga Conde Glauvet ÊD«Alveilla, ÒA Migra•ao dos S’mbolosÓ, Ed. Pensamento, Sao Paulo, 1986, encontramos un cap’tulo dedicado a la gammadion-sv‡stica. Ê(Nota de la Redacci—n)
  • 11. ESVçSTICA: S’mbolo Intemporal de la Raza Blanca ESVçSTICA. La memoria del s’m-bolo -Ser’a sencillamente inexacto el reconocer que uno ha llegado al nacional socialismo a travŽs del s’mbolo que mejor lo representa, de la esv‡stica. Pero no deja de ser cierto que nuestros primeros y azarosos a–os de adolescencia, cuando nuestra decantaci—n pol’tica era m‡s el resultado del puro instinto juvenil que una consecuencia meditada de la raz—n, se vieron poderosamente influenciados por la atracci—n que el s’mbolo gamado produc’a de manera inconscienteÊ sobreÊ nosotros.Ê Antes,Ê muchoÊ antesÊ del conocimiento de la teor’a pol’tica y del estudio de la ideolog’a ese curioso s’mbolo que se reproduc’a en las portadas deÊ losÊ primerosÊ libros y revistas que el azar conduc’a a nuestras manos nos resultaba extra–amente familiar. Era como si ya lo hubiŽramos conocido antes sin haberlo visto nunca: quiz‡s en otra encarnaci—n, en otra ronda y de aquella experiencia vivida s—lo quedara en nuestra conciencia, difuminada por el paso del tiempo pero intensamente viva en nuestro recuerdo, la visi—n del incesante girar de la cruz gamada sobre nuestras vidas. A primera vista el s’mbolo nos resultaba extra–o y desconocido pero algo inexplicable nos atra’a hacia Žl: algo muy dentro de nosotros nos dec’a que ya hab’amos combatido juntos en un tiempo remoto y su proximidad f’sica, a riesgo de caer en un infantil fetichismo, nos produc’a una sensaci—n cercana a la invulnerabilidad del que porta un escudo sagrado cedido por los dioses. Lleg— m‡s tarde el tiempo de la lucha,Ê del estudio y la reflexi—n ya en una clave pol’tica y militante acompa–ados siempre porÊ las incesantes explicaciones a nuestro entorno respecto a la m‡gica impronta del s’mbolo gamado y sobre su antiqu’simo origen. Vano intento en multitud de ocasiones pues, convertido por la bestia en estigma del maligno,Ê la incomprensi—n hacia nuestras explicaciones corr’a pareja a nuestra necesidad de conocerlo, reivindicarlo y plasmarlo con armon’a y orgullo all’ por donde pas‡bamos; valles y monta–as, caminos y veredas,Ê carreteras y calles urbanas.... Su sola contemplaci—n nos produc’a serenidad y satisfacci—n pues para nosotros, esa pitag—rica combinaci—n de puntos y l’neas, sintetizaba magistralmente todo lo que de bello, justo y noble pueda haber en este proceloso mundo. Cuando ya m‡s tarde conocimos en profundidad su gŽnesis, origen y significado simb—lico y metaf’sico vimos con alegr’a que nuestro venerado signo no pertenec’a ni mucho menos exclusivamente a los luchadores pol’ticos del nacional socialismo sino que, transcendiendoÊ el corsŽ de lo hist—rico y las fronteras de un determinado tiempo y lugar, era patrimonio de todos los pueblos y culturas blancas que en un tiempo primigenio marcharon juntos bajo su advocaci—n, plasm‡ndolo en todos aquellos lugares del orbe que civilizaron y constituyendo por ende la œnica expresi—n sintŽtica de la idea fundamental portada por ese pueblo, capaz por todo ello de representarnos a todos sus actuales descendientes, los que seguimos fieles a la memoria de nuestros antiguos ancestros, de nuestra sangre y de nuestra gloriosa Tradici—n.
  • 12. UN SIMBOLO DE IBERIA. AVANZADAS INDOEUROPEAS EN LA PENêNSULA. En muchas ocasiones a los partidarios del nacional socialismo se nos ha criticado desde posiciones nacional- chauvinistas alegando que Žramos seguidores de una doctrinaÊ extranjera", de "importaci—n", con complejos de inferioridad sobre lo "hispano" y para demostrarlo estos pobres ilusos nos pon’an como ejemplo que nuestro emblema por excelencia, laÊ cruzÊ esv‡stica,Ê eraÊ "alemana",Ê deÊ "procedencia germ‡nica", y que deb’amos utilizar s’mbolos hispanos como los que otros movimientos pol’ticos usaban para representarlos. Para nosotros, que no tenemos nada de xen—fobos puesto que todos los hombres blancos conscientes de su origen son nuestros hermanos independientemente de suÊ cultura,Ê nacionalidad,Ê lenguaÊ oÊ religi—n,Ê estasÊ argumentacionesÊ nosÊ hac’an sencillamente sonreir. Al margen de la simplicidad ideol—gica que rezuman denotan al mismo tiempo una absoluta ignorancia del legado hist—rico-iconogr‡fico provenienteÊ de los pueblos celt’beros y, desde luego, sobre la ant’quisima y prol’fica presencia de la esv‡stica o cruz gamada en la pen’nsula IbŽrica. Porque Espa–a, especialmente en su zona norte, pero de igual modo en numeros’simos puntos de su territorio ostenta desde hace miles de a–os la presencia del emblema gamado por toda su geograf’a como corresponde a un territorio poblado por pueblos indoeuropeos que se asentaron en nuestro territorio hace ya m‡s de 4.500 a–os. LABORO, LAU BURU O CRUZ ASTUR-CANTABRA. Para los naturales de Cantabria o Asturias, Vascongadas o Navarra, Arag—n ,Le—n, Rioja o Galicia los signos, s’mbolos y representaciones iconogr‡ficas asociadas a la cruz gamada constituyen parte innegable e irrenunciable de su historia ya que su presencia, testimoniada cient’ficamente por antrop—logos e historiadores, se pierde en la m‡s oscura noche de los tiempos.Ê Jalona (a pesar de la meticulosa y concienzuda eliminaci—n que la parte m‡s estulta y fan‡tica del catolicismo medieval llev— a cabo durante siglos) caminos y veredas, p—rticos y l‡pidas, monolitos y estelas,Ê dinteles y vasijasÊ en toda la geograf’a septentrional Especialmente antiguos son los testimonios gr‡ficos hallados en la cordillera cant‡brica y su comarca de influencia.Ê Hist—ricamente pueden remontarse las primeras manifestaciones de las que tenemos conocimiento a la Žpoca en que el conjunto de pueblos que antiguamente constitu’an la regi—n llamada Catabria comprend’a las provincias de Vizcaya, Santander, Oviedo, Burgos, Palencia y Le—n. Estos belicosos clanes guerreros ya conoc’an la cruz esv‡stica a la que prestaban especial veneraci—n port‡ndola en sus banderas y estandartes como ense–a representativa ElÊ Imperio romano de los cŽsares ten’a por costumbre adoptar tanto los dioses como las banderas y emblemas de los pueblos a los que somet’a en su pol’tica de expansi—n territorial. Por esta raz—n cuando tras muchas fatigas y sangrientosÊ combatesÊ elÊ emperador Octavio Augusto consigui— dominar a buena parte del territorio de los ind—mitos cantabro astures, œltimo reducto sin romanizar de Iberia incorporo parte de su simbolog’a a sus propios ejŽrcitos. El nombre que Roma dio a estos estandartes que captur— a sus enemigos fue cantabras o labaros (labarum) lo primero por ser precisamente de ese lugar cantabros y lo segundo en representaci—n del esfuerzo fatigas y labores que costo el conquistarlos. Este fue para Roma el fin de susÊ laboresÊ al someter al Imperio el œltimo rinc—n de Hispania Pero el tŽrmino Cantabra o Labaro no se refiere alÊ Cantabra o L‡baro estandarte o bandera en si misma, en su conjunto sino al elementoÊ con la esv‡stica emblem‡tico, signo, se–al o imagen que aparec’an grabados en dichos estandartes y que precisamente era la cruz que portaban. ÀCual era la cruz plasmada? Segœn los expertos eran varias aunque predominaba claramente la esv‡stica de brazos rectil’neos tal y como la conocemos hoy en d’a. Al pasar los siglos y dependiendo del territorio la forma recta de
  • 13. los brazos se fue haciendo curvil’nea y en ocasiones se remataba con una especie de —valo hasta asemejarse a cuatro cabezas rotando alrededor de un eje. De ah’ la evoluci—n del nombre de labaro a la acepci—n Iau-buru (cuatro -cabezas en euskera) refiriŽndose a esa cruz esv‡stica de brazos curvil’neos rematadas en —valo. La similitud de los vocablos se debe a la simple coincidencia fonŽtico-lingŸ’stica. De este hecho dan fe numerosos testimonios escritos que se conservan de historiadores y cronistas romanos que relataron esta fase de la lucha y dejaron constancia del emblema que portaban en sus estandartes los ind—mitos c‡ntabros. Sobre su presencia en el resto de Iberia existen multitud de testimonios que lo avalan y que no vamos a detallar por no alargar demasiado la exposici—n. Visto lo anterior podemos afirmar sin ningœn gŽnero de dudas que la esv‡stica en su forma rectil’nea o de brazos curvos se puede considerar como el emblema y s’mbolo m‡s antiguo y universal de los pueblos de la Hispania prerromana: que desde un principio su culto se asoci— a ritos de car‡cter solar vinculados a los ciclos astron—micos y estacionales; que fue venerado por estos pueblosÊ cientos yÊ cientosÊ deÊ a–osÊ antesÊ deÊ la romanizaci—n y posterior cristianizaci—n de la pen’nsula y, desde luego, que su presencia es absolutamente anterior a toda la iconograf’a bajo-medieval usada como blasones por los primeros reinos cristianos. De este modo s—lo el desconocimiento m‡s supino de los or’genes de los pueblos peninsulares, de sus ritos y formas de religiosidad tradicionales pueden justificar el que algunos todav’a consideren el s’mbolo gamado como un emblema "extranjero" o "alem‡n" ya que no s—lo es un s’mbolo universal de Iberia sino adem‡s el primero y m‡s antiguo de todos ellos.- ESVçSTICAS EN VASCONGADAS. La tradici—n manipulada. TambiŽn nos hemos tenido que batir, verbalmente claro, con aquellos que nos manifestaban su repulsi—n hacia ella dada su utilizaci—n por la corriente separatista- marxista del moderno nacionalismo vasco. Sin entrar en grandes disquisiciones sobre este espinoso tema, visto lo anterior quedar‡ explicada cualquier incomprensi—n que se pueda manifestar sobre el asunto. La esv‡stica, intemporal, aria e indoeuropea es ajena. a esta absurda polŽmica puesto que su presencia remota en la Hispania septentrional y meridional anula cualquier intento de manipulaci—n espuria o partidista. El nacionalismo vasco exhibe este antiqu’simo signo -entre otros de moderna factura como la Ðikurr–a- como s’mbolo de su diferencia cuando precisamente su uso pone en evidencia todo lo contrario. Al utilizar la cruz celtibŽrica (lauburu) est‡n utilizando un s’mbolo que les hace m‡s comunes, menos diferentes, ya que la gamada es patrimonio de todos los pueblos indoeuropeos y de nosotros sus m‡s directos descendientes. De este modo, la Ostentaci—n del lauburu como derivaci—n curvil’nea de la cruz esv‡stica de brazos rectos no les separa ni les diferencia sino que les une, les integra en una misma estirpe de pueblos indoeuropeos de cosmovisi—n solar, que un d’a en un tiempo remoto marcharon juntos desde la patria primordial hasta las tierras del Iber. ARAGîN. CUATRO CABEZAS SARRACENAS COMO BLASîN Es cierto que los antiguos vascones grabaron con profusi—n la esv‡stica en lugares de culto solar y de profunda significaci—n religiosa. Bajo su variante curvil’nea elÊÊ lau-buru aparece con abundancia en todo el Pirineo franconavarro y en buena parte del aragonŽs en ambas vertientes. No olvidemos que lau-buru (cuatro cabezas) tambiŽn se asocia directamente a la numerosa iconograf’a altoaragonesa en la que es comœn encontrar en sus escudos her‡ldicos y blasones cuatro cabezas de sarracenos cortadas y degolladas que
  • 14. se generalizo desde las primeras etapas de la reconquista como representaci—n de las sangrientas batallas libradas contra el infiel -(como anŽcdota resaltaremos que uno de los cuarteles que integra el escudo de la actual C A de Arag—n ostenta las cabezas de cuatro sarracenos degollados s’mbolo de las victorias de Alfonso I en su descenso desde el alto Pirineo hacia el valle del Ebro expulsando y masacrando aggarenos. Todav’a ninguna asociaci—n de inmigrantes ha solicitado su desaparici—n y consiguiente arrepentimiento del pueblo aragonŽs por esta intolerante parte de su historia imaginamos que por puro y simple desconocimiento, pero todo se andar‡). En Arag—n la manifestaci—n m‡s antigua de la que se tiene constancia documental est‡ datada de la Žpoca de la reconquista, hacia 1.094, y desde entonces, las cuatro cabezas de infieles seccionadas han sido un referente constante de los estandartes, banderas, escudos, monedas y medallas aragonesas. La presencia de la esv‡stica en HispaniaÊ retrocedeÊ conÊÊ laÊ victoriaÊ del cristianismo y pronto pas— a relacionarse con las pr‡cticas de brujer’a por atribulados y meÐticulosos inquisidores los cuales llevaron a la hoguera a docenas de campesinos monta–eses (Zugarramurdi 1.610 p.e.) por, entre otras cosas, encontrar inscripciones con la gamada en sus refugios y lugares de culto. No es de extra–ar que con este panorama no sobrevivieran muchas inscripciones datadas en el medievo, siendo sustituida progresivamente por la cruz cristiana, y que su proliferaci—n m‡s visible tuviera un vigoroso repunte a partir del siglo XVII espeÐcialmente en la zona vasco-navarra. Su asunci—n moderna como s’mbolo por una parte del nacionalismo araniano es fruto de una simplicidad extrema, de una compulsiva y paranoica ansiedad por buscar elementos diferenciadores y de un desconocimiento hist—rico superlativo ya que Arana llega a calificar la esv‡stica, en un ejemplo sin par de su estulticia, de "s’mbolo bizkainoÓ cuando su universalidad aria,Ê suÊ proliferaci—nÊ porÊ todoÊ elÊ marco civilizador indoeuropeo, su dataci—n y simbolismo trascendente supera en miles y miles de a–os luz los estrechos ‡mbitos geogr‡ficos y pol’ticos delÊ micronacionalismoÊ vasco.ÊÊÊ ConÊ toda probabilidad Arana hab’a o’do campanas, lejanos ta–idos y algo de la mœsica... pero desconoc’a por completo la partitura. A MODO DE CONCLUSION. NI EXTRA„O, NI EXTRANJERO Por todo lo expuesto y sin intenci—n de extendernos demasiado en algo que deviene evidente concluimos rotundamente que la esv‡stica,Ê o cruz gamada en cualesquiera de sus mœltiples variantes, representaciones iconogr‡ficas o soportes, surgi— en tierras de Iberia de la mano de sus pobladores indoeuropeos con infinita anterioridad a cualquiera de los honorables y respetables emblemas que han llegado hasta nuestros d’as y que hoy representan a pueblos hisp‡nicos. Es por ello un signo caracter’stico de la Hispania blanca que luch— contra el opresor. Bajo su sombra y cobertura m‡gica y en su defensa los pueblos m‡s nobles, bravos e ind—mitos del solar ibŽrico lucharon hasta la muerte combatiendo al imperialismo extranjero que intent— acabar con su libertad, con sus derechos y sus tradiciones.Ê Esv‡stica, s’mbolo universal e intemporal de la raza blanca.