El documento describe cómo el calentamiento global está causando que las estaciones se solapen, con veranos cada vez más largos que se unen sin interrupción. Debido a que los niveles de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero han superado umbrales críticos, la Organización Meteorológica Mundial afirma que ya hemos entrado en una nueva era climática. A menos que se tomen medidas efectivas para reducir las emisiones, el planeta se convertirá en un "gran cocedero de mejillones".
1. Iritzia 2016 10 31 astelehena GARA12
Veranillo todo el año
JO PUNTUA
C
uenta la leyenda que
apretaba el invierno
del año 337 en la loca-
lidad francesa de
Amiens, cuando un
soldado romano de la guardia
imperial encontró a las puertas
de la ciudad a un mendigo tiri-
tando de frío, al borde de la hi-
potermia, y le cedió la mitad de
su capa salvándole la vida. Cris-
to, que para estas cosas era muy
mirado, se le apareció vestido
con la media capa para agrade-
cerle el gesto. Total, el paso del
tiempo terminó convirtiendo al
militar en obispo y, a título pós-
tumo, en San Martín de Tours.
Ya habrán adivinado que todo
esto viene a cuento del verani-
llo de San Martín, cuya dichosa
manta nos está haciendo sopor-
tar temperaturas inusualmente
elevadas para las fechas en que
nos encontramos. Claro que, si
somos un poco más rigurosos,
es posible que debamos fijar-
nos más en el informe anual de
la Organización Mundial de la
Meteorología, no porque se le
haya aparecido ningún Reden-
tor, sino porque cuentan con
datos precisos y análisis cientí-
ficos que inspiran más confian-
za que el recurso al santoral.
Pues dice la OMM que, ofi-
cialmente, ya podemos hablar
de una Nueva Era Climática, así,
con mayúsculas. Por primera
vez en la historia, la acumula-
ción de dióxido de carbono su-
peró en 2015 la barrera de los
400 ppm (partes de CO2 por
millón de moléculas). ¿Qué sig-
nifica esto? Que el estío se nos
juntará a partir de ahora y sin
solución de continuidad, con
los veranillos de San Miguel y
de San Martin, con la Pascua y
el Pentecostés, después con el
Miércoles de Ceniza y las Car-
nestolendas y, finalmente, con
las hogueras de San Juan.
Llevamos demasiado tiempo
hablando del cambio climático
sin hacer nada efectivo para re-
vertirlo, más allá de lustrosas
conferencias internacionales y
manifiestos de buenas inten-
ciones. A los niveles de CO2 se
une el incremento de otros ga-
ses de efecto invernadero como
el metano y el óxido nitroso,
hasta convertir nuestro planeta
en un gran cocedero de mejillo-
nes.
Llámenme radical, pero cada
vez entiendo mejor a quienes
sostienen que la única esperan-
za para el Planeta Tierra es la
extinción de la raza humana. Periodista
hutsa
El verano de toda la
vida se nos juntará
a partir de ahora
con los veranillos
de San Miguel y de
San Martin, con la
Pascua y el
Pentecostes,
después con el
Miércoles de Ceniza
y las
Carnestolendas y,
finalmente, con las
hogueras de San
Juan
Anjel Ordoñez
hutsa
KOLABORAZIOA
I
magínate que estás en un
mundo en el que se te re-
cuerda constantemente
que eres de segunda, en el
que necesitas tutela cons-
tante. Donde a las políticas se
les llama por el nombre de pila
y a los políticos por el apellido.
Donde, en los bares, la bebida
fuerte siempre es para él. Don-
de, si una mujer liga con mu-
chos hombres es una puta, y si
un hombre liga con muchas
mujeres es un ligón –o un ma-
chote–. Donde, siendo hombre,
hacer algo como una mujer me-
rece el insulto de «nenaza».
Donde lo bueno es «cojonudo»
y lo malo es un «coñazo». Me
dirás que son anécdotas. Si por
anécdotas entendemos hechos
aislados, no lo son…
Imagínate ser mujer en un
mundo en el que los periódicos
deportivos titulan que dos fut-
bolistas «se ven envueltos en un
escándalo» cuando alguien su-
be a las redes sociales un vídeo
(que ellos tuvieron que compar-
tir) con ellos practicando sexo
con una mujer que en ningún
momento consintió que esas
imágenes fueran difundidas.
Como si la mujer en cuestión no
tuviera la más mínima relevan-
cia, y menos aún su derecho a la
intimidad. Y más aún, mira la
reacción ante la denuncia de la
mujer: un estadio lleno –en su
mayoría de hombres– jaleando
a los dos jugadores.
Piensa que eres mujer en un
mundo en el que solo 49 muje-
res han sido galardonadas con
el Premio Nobel frente a 832
hombres; un mundo en el que a
una mujer le llueven insultos y
amenazas por señalar en twitter
que este año tampoco hay mu-
jeres entre los premiados. Segu-
ro que, a quienes realizaron ta-
les insultos y amenazas, les
parece una barbaridad la Sharia,
que decreta la lapidación de
mujeres por tener hijos fuera
del matrimonio. O puede que
no, igual a alguno hasta le pare-
cerá bien en su fuero interno.
Imagina que eres una niña en
un mundo en el que son recien-
tes sentencias que dan a enten-
der que una mujer estuvo bien
violada por ir con una provoca-
dora minifalda, y en el que to-
davía te pueden sentenciar co-
mo niña a vivir con tu padre a
pesar de mediar informes psico-
lógicos de maltrato, porque un
poco de disciplina no puede ser
considerada maltrato. Ah, y ¡ni
se te ocurra pasar la frontera
entre chicos y chicas! Que por
querer recoger una pelota y dár-
sela a un profesor en el patio de
recreo pueden pensar que quie-
res jugar al fútbol y se te pue-
den echar encima una docena
de chicos y propinarte una pali-
za a base de patadas y golpes
que te volverá a recordar tu lu-
gar en el mundo. Por cierto, el
patio en muchos casos es para
ellos, que son los que dan pata-
das al balón. Y si, a pesar de to-
do, insistes en ser un marima-
cho y jugar al fútbol, y además
lo haces bien, recuerda que para
ti no hay paseos en gabarra que
valgan. No es ese tu sitio en el
mundo de los hombres.
Eres mujer en un mundo en el
que instalar en el ordenador un
programa, colgar un cuadro o
abrir un tarro son tareas que ha-
cen los hombres, a pesar de que
en estos casos la fuerza no es
determinante; y en el que pre-
parar la comida es tarea de las
mujeres, excepto si hablamos
de alta gastronomía que, por ar-
te de magia, se convierte en ta-
rea de hombres.
Eres mujer en un mundo en el
que, a raíz de estos comporta-
mientos, las mujeres son ciuda-
danas de segunda si llegan a
puestos de responsabilidad, y,
en caso contrario, quedan rele-
gadas a la tercera, cuarta o quin-
ta posición. Hace poco leí que,
de todos los puestos directivos
que existen en el mundo, solo el
23% es ocupado por mujeres. Y
eso que desde 2012 ha habido
un salto del 5% de incremento.
Eso sí, con poquísimas excep-
ciones, ellas ganan casi siempre
menos por el mismo trabajo
que un hombre. De hecho, en
nuestro entorno inmediato no
solo perciben menores retribu-
ciones, sino que han perdido es-
pacio en los staff directivos de
nuestras empresas. Según un
reciente informe, con números
actualizados a enero de 2013, en
cinco años la presencia de mu-
jeres directivas se redujo a la
mitad. Efectos «colaterales» de
la crisis, como tantos otros...
Plantéate lo que es ser mujer en
un mundo donde eres la última
para todo, salvo en las crisis,
donde eres la primera de las
afectadas.
Cuando se denuncia un deli-
to, se investiga. Sin embargo, si
una mujer denuncia una agre-
sión machista por su pareja, la
investigación, básicamente, la
tiene que poner ella, que tiene
que poner las pruebas si no
quiere que por la propia natura-
leza del delito su denuncia no
acabe en un sobreseimiento.
Al leer estas líneas, habrá
quien, en su fuero interno, pen-
sará como Trump: que así son
las cosas, que aquí mandamos
nosotros (así, en masculino), y
que, dado el caso, le toco el culo
o la mato porque es mía. Esta-
rán quienes piensan que, visto
lo visto, tienen suerte de no ser
mujeres; así que, que se preocu-
pen y se ocupen ellas, que son
las que lo sufren. Habrá tam-
bién quien diga que eso no pasa
en sus casas, que las mujeres de
su familia son tratadas con dig-
nidad y respeto, que estos pro-
blemas no tienen nada que ver
con ellos, y así se conforman.
Tal vez alguno se pregunte qué
hace un activista de derechos
humanos metiéndose a femi-
nista… sin preguntarse si acaso
no me estoy fijando en los dere-
chos de un poco más de la mi-
tad de la población. El caso es
que, a unos cuantos nos aver-
güenza y nos subleva ser hom-
bres en un mundo así, tan dese-
quilibrado e injusto, e intenta-
mos cambiarlo; herramientas y
posibilidades para dar la vuelta
a la situación no faltan.
Y tú ¿en qué grupo te sitúas?
El caso es que a unos
cuantos nos avergüenza
y nos subleva ser
hombres en un mundo
así, tan desequilibrado e
injusto, e intentamos
cambiarlo; herramientas
y posibilidades para dar
la vuelta a la situación,
desde luego, no faltan
Imagínate…
Activista de derechos humanos
Andrés Krakenberger
hutsa
hutsa