5. Afrodita ha llenado mi corazón
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
Paula Algueró,
Roberto Campillo,
Ana Doménech,
Paula Escobedo,
Mª José Ferriols,
Andrea Francisco,
María Fuset,
Josefina García,
Jorge Hernández
Flores Higueras,
Col.lectiu Lambda,
Alejandro Macharowski,
Ana María Martínez,
Marta,
Lidón Moliner,
Luis Navarro,
Miquel Ortells,
Sonia Parra,
Lledó Pastor,
Celia Sánchez,
Nubia Sánchez,
Mariana Urueña,
Estela Vidal,
Lara Zancadas
6.
7. ÍNDICE
Presentación
Prólogo
Col.lectiu Lambda, de Valencia
Relatos de vida: El proceso
Ana María Martínez, Sonia Parra, Lledó Pastor, Estela Vida y Lara Zan-
cadas
Argentina. Mi corazón de viaje. La historia de Mariana
Relato elaborado por Mariana Urueña, Andrea Francisco y Miquel Or-
tells
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Ilustraciones de María Fuset Llin
Colombia. Esta es la historia de mi vida. La historia de Nubia
Relato elaborado por Nubia Sánchez, Flores Higueras y Lidón Moliner
Introducción de Jorge Hernández
Ilustración de Roberto Campillo Romero
Honduras. La aventura de soñar. La historia de Ixthlt
Relato elaborado por Marta (Ixthlt), Ana Doménech y Paula Escobedo
Introducción de Celia Sánchez
Ilustración de Alejandro Macharowski
Perú. Y se curraron la felicidad para siempre. La historia de Aita-
na
Relato elaborado por Josefina García y Andrea Francisco
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Ilustración de Paula Algueró
Continuará…
11. El fin de este libro es dar voz, a través de los relatos de sus vidas,
a mujeres migrantes lesbianas y bisexuales. Mujeres que en algún mo-
mento de su vida se han enfrentado a una triple exclusión por parte de
las estructuras sociales debido a las discriminaciones por su género, su
orientación sexual y/o su condición de migrantes.
Se trata de dar visibilidad a un colectivo que tradicionalmente ha
sido silenciado. De analizar junto a ellas tanto las barreras de exclusión
como las estrategias y redes sociales que ayudan a la transformación de
su/nuestra realidad. En esta línea, el libro tiene una doble funcionalidad:
por un lado, dar valor y reconocimiento a las vidas de las mujeres que
protagonizan estas historias y, por otro, utilizar los relatos con fines edu-
cativos para trabajar la diversidad sexual, migración y género en espacios
de enseñanza-aprendizaje tanto formales como no formales.
Buscamos ofrecer herramientas que nos permitan reconocer la
diversidad para poder construir una sociedad democrática, donde sus
ciudadanos respeten a los demás, aprendan unos de otros y compartan
conocimientos. En un mundo globalizado pero cada vez más fragmenta-
do, aprender a convivir con los otros es un arte, y acercarnos a sus vidas
es, seguramente, una buena forma de comenzar a estimular nuestra ca-
pacidad empática.
Nuestras protagonistas, como todos y todas en algún momento de
nuestras vidas, se han encontrado con puertas cerradas. Las mujeres de
estas historias comparten aquí con los lectores y las lectoras las puertas
que han encontrado cerradas, así como las llaves que les han permitido
abrirlas. Esperamos que cada vez seamos más quienes no nos rindamos
antes de encontrarlas. Cuantos más ojos, menos rincones quedarán sin
revisar y al final las llaves no tendrán dónde esconderse, y aparecerán.
Entonces las puertas dejarán de resistirse y abrirán paso a nuevos cami-
nos.
Equipo Encontrando Vidas
11
15. Las historias de vida que presenta este trabajo, las “búsquedas de
la tierra prometida” de la libertad, de un lugar en el mundo mejor, en de-
finitiva, de la felicidad… entroncan con las reivindicaciones y ejes trans-
versales que, desde hace 25 años, el Colectivo Lambda viene trabajando
y reclamando por los derechos de las mujeres lesbianas y bisexuales. Por
una parte, la visibilización del colectivo y, por otra, la lucha contra la
lesbofobia y bifobia.
Desde el movimiento LGTB sabemos que nuestro país tiene, en
materia de igualdad, de identidad de género y orientación sexual, una
relativa situación privilegiada. A nivel legislativo, gozamos de derechos
básicos como el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género.
Esta situación, que permite ir reduciendo distancias entre ciudadanos de
primera y de segunda, es un paso que España ha logrado dar con mucha
reivindicación y lucha por parte de un movimiento que no descansa en la
defensa y conquista de estos derechos básicos de plena ciudadanía.
Visibilizar para poder existir
Trabajamos por una plena y libre visibilidad de nuestra orientación
e identidad; porque solo siendo visibles podemos exigir a las institucio-
nes un compromiso público y un apoyo firme a la realidad de las mujeres
lesbianas y bisexuales, adoptando las medidas necesarias que nos dejen
desarrollarnos plenamente en el entorno familiar, laboral, sanitario, edu-
cativo y social, de una manera real y efectiva.
Para ello celebramos el Día de la Visibilidad lésbica (26 de abril) y
bisexual (23 de setiembre), el Orgullo Lésbico y Bisexual entorno al mes
15
16. Afrodita ha llenado mi corazón
de junio, así como también participamos y damos presencia, testimonio
y voz en la Semana de la Igualdad de la Universidad de Valencia. Cele-
bramos la fiesta de la Valentina (14 de febrero) –visibilización del amor
lésbico- y asistimos a convivencias para trabajar y reforzar nuestro em-
poderamiento y autoestima como mujeres, y como mujeres lesbianas y
bisexuales, desde un concepto de salud integral.
Lesbofobia y bifobia, una lacra social
“No nos une el amor, sino el espanto” decía Jorge Luis Borges.
Como mujeres sufrimos la discriminación de género, imperante en un
orden patriarcal de la sociedad de la que también formamos parte por el
simple hecho de ser mujeres.
La lesbofobia y bifobia que vivimos las mujeres lesbianas y bisexua-
les, dentro y fuera de nuestras relaciones afectivas-sexuales, en toda su
diversidad, tipos y realidad de intolerancia, son una lacra patriarcal que
nuestra sociedad no puede permitir ni un día más. La sociedad hetero-
patriarcal en la que vivimos trata con todos los medios de negar nuestra
existencia, nuestra sexualidad e invisibilizarnos, impidiendo que nos de-
sarrollemos libremente. Esto también es lesbofobia y bifobia. Exigimos,
por ello, normas, medidas, recursos y herramientas de políticas públicas
para su erradicación. Participamos activamente en la manifestación del
25 de noviembre contra la violencia de género y el día contra la intoleran-
cia (16 de noviembre).
La intolerancia es el marco mental, la raíz de donde brotan actitu-
des sociales, políticas, económicas o culturales, y conductas que perju-
dican a grupos o personas, dificultando las relaciones humanas. Es todo
comportamiento, forma de expresión o actitud que viola y no respeta los
derechos del prójimo, o invita a violarlos o negarlos.
Las mujeres lesbianas y bisexuales inmigrantes sumamos esta
triple discriminación: por nuestro género (mujeres), por nuestra orien-
tación (lesbianas/bisexuales) y por nuestro origen (migrantes). El fenó-
meno del resurgimiento del racismo, la xenofobia o la intolerancia en
Europa muestra las importantes contradicciones políticas, económicas y
16
17. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
sociales que están sucediendo en el viejo continente. La crisis económi-
ca internacional, la presión y los movimientos demográficos, el temor e
inseguridad por el futuro ante el desempleo y la pobreza son entre otros,
algunos elementos que las Instituciones Europeas han señalado sin duda
alguna como factores que propician el renacer de esta lacra social en to-
dos los países del viejo continente.
En nuestra piel, en nuestros cuerpos, sumamos capas de estas vio-
lencias, discriminaciones y marginaciones que, como matrioskas (muñe-
cas rusas que se encajan unas sobre otras), acumulamos.
La importancia de la educación
En las aulas raramente se abordan de manera explícita los temas
relativos a la diversidad sexual y pocxs docentes toman conciencia del
frecuente acoso que sufre el alumnado LGTB. Desde el Colectivo Lamb-
da promovemos una educación sexual diversa, porque solo seremos ca-
paces de eliminar la lesbofobia, transfobia, homofobia y bifobia con va-
lores como igualdad, tolerancia y respeto hacia la diversidad familiar, la
orientación sexual y la identidad de género.
Ocupamos la escuela y ocupamos la educación. Para que nuestros
hijos e hijas crezcan con modelos positivos de diversidad familiar. Para
que nuestras familias sean incorporadas de manera natural a la dinámica
educativa. Impartimos talleres y charlas en los centros educativos. Elabo-
ramos y recopilamos material para que el profesorado se sensibilice con
la realidad LGTB y disponga de recursos adecuados para tratarlo en sus
clases.
En esta línea, este libro relatos de vidas de mujeres migrantes les-
bianas y bisexuales nos parece un valioso material que puede/debe servir
para trabajar esta temática tanto en educación formal como en espacios
de educación no formal e informal.
17
18. Afrodita ha llenado mi corazón
Conclusiones
La configuración de un ambiente cultural y psico-social en am-
plios sectores de la población que abarca desde el fanatismo intransigente
de las ideas, pasando por las manifestaciones de homofobia, lesbofobia,
bifobia y transfobias o nacionalismos exacerbados, posibilitan el desa-
rrollo de brotes de intolerancia que alimentan un amplio conjunto de
actitudes y manifestaciones que desprecian, niegan o invitan a violar la
aplicación de los Derechos Humanos, dificultando de manera definitiva
la posibilidad de una plena, real y sana convivencia democrática.
La diversidad cultural designa la existencia de formas diferentes de
concebir la sociedad que puede existir en cualquier grupo social, y tam-
bién en el colectivo LGBT inmigrante. Esto se hace manifiesto en formas
de hábito, pautas, costumbres y tradiciones diversas. La diversidad cul-
tural y la diversidad sexual forman parte y enriquecen en valor y valores
a toda sociedad moderna.
La visibilidad es nuestra mejor herramienta para combatir las fo-
bias del entorno, ya que los avances conseguidos jamás han sido fruto de
las penumbras. Disfrutamos de nuestra sexualidad, del derecho a elegir
cómo y con quien vivir. Somos mujeres lesbianas y bisexuales, orgullosas
de ser como somos y orgullosas de aportar riqueza en la diversidad a ésta,
nuestra sociedad.
Estas historias recogen las voces que narran una triple exclusión
para que resuenen en la sociedad. Estupendo material para sensibilizar a
la población, y muy especialmente al profesorado.
Col.lectiu Lambda de Valencia
18
19.
20.
21. RELATOS DE VIDA: EL PROCESO
Ana María Martínez, Sonia Parra, Lledó Pastor, Estela
Vida y Lara Zancadas
22.
23. Para la confección de este manuscrito hemos empleado como eje
de investigación los relatos de vida, una metodología cualitativa que per-
mite construir el relato a partir del diálogo compartido: junto con las
personas y no sobre las personas. En estas historias se relatan las expe-
riencias individuales junto con el contexto social y, con ello, se intenta
comprender dónde se encuentra la exclusión y cuáles son las herramien-
tas y los cambios necesarios para enfrentarse a la misma. Por todo esto,
la principal autora y protagonista de cada uno de los relatos es la mujer
que está compartiendo sus experiencias en torno a los dos ejes funda-
mentales del trabajo: el proceso de migración, y el proceso de identidad
y orientación sexual.
El libro que tiene entre sus manos es producto de un proceso de
trabajo colectivo. La filosofía del proyecto es abierta, flexible y horizontal.
Por eso, el grupo de trabajo se ha ido modificando y ampliando conforme
ha avanzado la experiencia. Comenzamos siendo un grupo de seis inves-
tigadores/as de la Universitat Jaume I y a este primer núcleo se fueron
incorporando miembros de colectivos LGTBI, las participantes de las
historias de vida, estudiantes, otros docentes, ilustradores/as y personas
interesadas en el mismo.
Como se inició siendo un proyecto de la Universitat, empezamos
trabajando a través del Aula Virtual (plataforma moodle). Sin embargo,
esta opción no nos permitía compartir la información y las decisiones con
otras personas ajenas a la institución. Por este motivo decidimos trasla-
dar el grupo, junto con toda la información compartida, a la plataforma
de redes sociales N-1, espacio en el que creamos el grupo “Encontran-
do Vidas”, el cual permitió que todas las personas implicadas pudieran
participar de forma activa y comunicarse de forma horizontal, sin que
23
24. Afrodita ha llenado mi corazón
ninguna persona en concreto gestionase y distribuyese “en exclusiva” la
información.
Por otra parte, desde el principio se consideró fundamental invi-
tar a participar en la iniciativa al movimiento LGTB. En este sentido, se
ha trabajado codo con codo con el colectivo Lambda de lesbianas, gays,
transexuales y bisexuales del País Valenciano, concretamente con el gru-
po de Educación y con el grupo de Derechos Humanos. A partir de aquí
iniciamos los contactos con otros colectivos y asociaciones similares de
otras regiones.
Para la elaboración de los relatos de vida trabajamos en grupos
mixtos compuestos por las protagonistas y las co-constructoras del re-
lato (dos/tres personas). Previamente a la realización de las entrevistas,
se estudiaron textos clásicos de la metodología biográfico-narrativa y se
reflexionó y se estableció en grupo cuáles eran los núcleos de interés y los
ejes fundamentales sobre los que queríamos indagar en dichos relatos.
Tras ese trabajo previo, cada grupo se dispuso a elaborar su rela-
to de vida. Para ello, se realizaron varias sesiones presenciales entre las
protagonistas y las co-constructoras. En la primera de ellas se le pedía a
la protagonista que reflexionara sobre cuatro momentos cruciales en la
vida. A partir de ese encuentro inicial, tras realizar la trascripción del
mismo, se redactaba un primer borrador del relato.
Después de compartir dicho borrador con la protagonista, todo
el grupo pensaba en los aspectos que quedaba por detallar y en los va-
cíos que podía haber en el relato para poder abordarlos en una segunda
sesión. Una vez transcrito dicho encuentro e incorporado al relato, el
segundo borrador se debatía y perfilaba junto a la protagonista.
Finalmente, dependiendo de cada caso, se dedicaban una o dos
sesiones más para acabar de dar forma y cerrar el texto. Si al inicio lo
fundamental era el contenido, las últimas sesiones estaban claramente
orientadas a acabar de definir el estilo y el ritmo del texto. Al final, eran
las propias protagonistas quienes tenían la última palabra a la hora de
decidir como querían que su historia fuese contada. Y lo más importante:
que se sintieran completamente identificadas con el relato.
Cuando las historias estuvieron terminadas, un grupo de ilustra-
dores e ilustradoras se encargaron de poner imagen a cada uno de los re-
24
25. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
latos. El proceso fue similar al de la redacción del texto. Los ilustradores
leyeron los escritos e hicieron propuestas a las protagonistas y, junto a
ellas, acabaron de elaborar sus ilustraciones.
Mientras, el grupo de Derechos Humanos del colectivo Lambda
realizó un trabajo de investigación sobre la situación de las personas
LGTB en cada uno de los países de origen de las protagonistas. Con los
datos extraídos de este trabajo se han realizado unas introducciones a los
relatos que consideramos ayudarán a los lectores y lectoras a comprender
mejor los contextos sociales de las protagonistas.
El resultado de todo este proceso participativo son estas cuatro
historias que les presentamos, los relatos de vida de cuatro mujeres que
tan generosamente nos han abierto las puertas a sus experiencias, sus
aprendizajes y sus vidas.
25
29. ARGENTINA
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Argentina es a día de hoy el país de América del Sur con la le-
gislación más avanzada en cuanto a respeto e igualdad de la población
Lesbiana, Gay, Transexual y Bisexual (en adelante “LGTB”) tras la apro-
bación de la Ley 26618 de Matrimonio Igualitario en julio de 2010, la cual
permite que las parejas homosexuales puedan casarse y adoptar.
No obstante ello, a nivel legislativo, todavía son necesarias una se-
rie de regulaciones ya que:
• no existe una Ley de Identidad de Género que reconozca y garan-
tice el derecho a la identidad de las personas transexuales sin condicio-
namientos, ni las operaciones compulsivas ni los diagnósticos médicos
o psiquiátricos. También falta una Ley de Atención Integral de la Salud
para personas Transexuales, que les garantice el pleno acceso a la salud
y el acompañamiento profesional adecuado en el proceso de cambio cor-
poral sin ningún tipo de discriminación, y en el marco del Plan Médico
Obligatorio.
• se ha de reformar la Ley de penalización de actos discriminato-
rios (Ley 23591) para que contemple como pretextos discriminatorios a
la Orientación Sexual e Identidad y/o Expresión de Género, e incorpore
la legitimación de las ONG’s y luchas activistas para accionar en procesos
judiciales contra la discriminación.
• además, ha de derogarse la Ley 23950 que habilita la detención
arbitraria y sin intervención judicial de cualquier ciudadano/ciudadana
29
30. Afrodita ha llenado mi corazón
bajo el pretexto de “averiguación de antecedentes” y que es utilizado para
hostigar especialmente a personas transexuales trabajadoras del sexo.
A pesar de los derechos logrados en términos legislativos, las per-
sonas LGTB tienen graves dificultades para acceder a la justicia y gozar
de las garantías constitucionales en igualdad de oportunidades. Los polí-
ticos progresivamente tienen en cuenta los derechos del colectivo LGTB,
pero aún queda trabajo por hacer: han de poner en marcha políticas pú-
blicas para que realmente se pueda disfrutar de los derechos recogidos
en las leyes.
Para la sociedad, el único acceso o el único conocimiento del co-
lectivo LGTB se basa en las imágenes, en lo que han oído o leído o visto
sobre gays y lesbianas. La mayor fuente de información la obtienen de
los medios de comunicación e información, los cuales tienen un papel
muy importante para ayudar a la lucha contra la homofobia, transfobia
y lesbofobia, las cuales aún son frecuentes en núcleos de población pe-
queños.
Todo este desconocimiento, se refleja en distintos ámbitos de la so-
ciedad argentina, en los que el colectivo LGTB sufre las consecuencias:
1. ámbito laboral. Todavía distan de ser los espacios de conviven-
cia que deberían ser: no se visibiliza la orientación sexual, identidad o
expresión de género por miedo a las consecuencias. Hay que eliminar la
discriminación en este ámbito. Además serían convenientes programas
de incentivos fiscales para la contratación de personas trans (travestis,
transexuales y transgéneros) por parte de las empresas.
2. ámbito sanitario. No hay planes de prevención del VIH/SIDA e
ITS en poblaciones LGTB. Incluso falta legislación que garantice un trato
no discriminatorio a la población LGTB en la donación de sangre, evi-
tando la utilización de formularios que basados en la orientación sexual
impidan este acto. La situación de las personas intersexuales también es
complicada, ya que no hay protocolos de actuación que –en plena obser-
vancia del interés superior de niñas y niños- prohíban las intervenciones
quirúrgicas a niñas, niños y adolescentes intersexuales por la sola deci-
sión del médico, tutores o padres, y sin consentimiento de los mismos.
3. ámbito educativo. Tampoco existe una Ley de Educación Sexual
Integral ni talleres sobre “Diversidad Sexual y Derechos” en las escuelas
30
31. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
medias del país, que promuevan la vinculación de los y las estudiantes
con personas LGTB visibles. Además se necesitan programas de preven-
ción y erradicación de bullying homo/lesbo/trans/bifóbico en las escue-
las. Los jóvenes están acostumbrados en su día a día a insultos, agresio-
nes y miedo.
A pesar de existir organizaciones que agrupan a miembros del co-
lectivo LGTB, la celebración anual del Orgullo y otros factores para visi-
bilizar a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, aún existen denuncias
de agresiones e incluso de actuaciones desmedidas e injustificadas de los
cuerpos y fuerzas de seguridad del estado hacia, fundamentalmente los
y las transexuales (además, ha aumentado considerablemente el número
de asesinatos hacia ese colectivo).
Por todo ello, sería muy conveniente, impulsar campañas tendien-
tes a visibilizar la diversidad de modelos de familias y el pleno respeto a
la diversidad, además del reconocimiento de lesbianas, gays, transexua-
les y bisexuales perseguidos/as y reprimidos/as a lo largo de la historia,
en especial durante los gobiernos militares antidemocráticos.
Para ayudar a llevar a cabo todas estas acciones, debería crearse
una Secretaría Nacional para la Ciudadanía LGTB que pueda articular
y orientar las diversas acciones que el Estado argentino destine, actual-
mente y en adelante, a la protección, promoción y garantía de los dere-
chos del colectivo LGTB.
Finalmente, cabe destacar que la información referente a la pobla-
ción LGTB sigue teniendo una visión androcéntrica, siendo los hombres
la medida de todo, cuando realmente las lesbianas y mujeres bisexuales
representan cuanto menos la mitad de la población LGTB y por tanto no
se deberían considerar como una minoría dentro de la misma.
31
32.
33. MI CORAZÓN DE VIAJE
Relato elaborado por Mariana Urueña, Andrea Francisco y Miquel
Ortells
Ilustraciones de María Fuset Llin
Vengo de Buenos Aires, de la capital. Allí pasé los primeros 30 años
de mi vida, hasta que en 2001 crucé la inmensidad del océano Atlántico
para quedarme a vivir en el Mediterráneo. En este relato hablaré de ese
viaje geográfico pero también del proceso interior, comenzado mucho
antes, que me ha permitido ser lo que soy.
Si él hubiera tenido pastillas verdes o azules para darme, me las
habría dado
Quiero arrancar este recorrido en mi adolescencia, una época
marcada por el juego de máscaras e imágenes para parecer la chica he-
terosexual que todos esperaban. Sin referentes, sin ninguna lesbiana a
miles de kilómetros que me permitiera siquiera soñar que había otras
posibilidades de sentir, otras posibilidades de amar.
Estás en plena construcción de tu identidad a través del otro o de la
otra, de la necesidad de aceptación, pero descubres que lo que te pasa está
fuera de la norma. ¡Claro! la aceptación de tus propios sentimientos no es
tan fácil de conseguir. Por eso, recuerdo vivir una adolescencia muy, muy
33
34. Afrodita ha llenado mi corazón
solitaria. Me la pasaba escribiendo en un papel mis sentimientos porque
no tenía a nadie con quien compartirlos. Y, cuando tuve la oportunidad
de contarlos, el mensaje que recibía era represor y sancionador.
En ese momento yo estaba yendo a terapia. Como probablemen-
te sabéis, por una cuestión cultural en Argentina ir al psicólogo es algo
bastante frecuente y prácticamente todos hemos pasado por el diván en
alguna ocasión. La mala suerte fue que di con un “profesional” que si
hubiera tenido pastillas verdes o azules para darme, me las habría dado.
Él quería curarme y reprimió mucho las sensaciones de deseo que yo co-
menzaba a sentir hacia otras chicas. Para este “profesional”, eso no podía
ser. Él afirmaba que lo que yo tenía era temor a tener una relación sexual
con un chico y debía superar mis miedos e intentarlo. Siento que esta
terapia retrasó mucho un proceso de aceptación de mi orientación sexual
que de otra forma habría sido más natural.
Años después me enteré de que él era catedrático de la Universidad
Católica Argentina, con lo cual entendí muchas más cosas. Pero todavía
hoy me duele recordar como esta persona condicionó unos años de mi
vida y, de seguir sus consejos “profesionales”, hubiera puesto en serio pe-
ligro mi desarrollo sexual y afectivo. En definitiva, mi felicidad. Creo que
las personas tenemos que tener una ética a la hora de actuar con el otro
y una responsabilidad cuando ejercemos una profesión. ¿Qué pasaría si
un médico con prejuicios raciales fuera recomendando a sus pacientes
una operación de cambio de piel? Me pregunto si le dejaríamos seguir
ejerciendo libremente su profesión.
Todo esto fue mi punto de partida. Verme en un espejo donde se me
nublaba permanentemente la imagen, donde me costó mucho poderme
encontrar reflejada. No sólo por mi propio proceso interno sino también
porque los factores jugaron en mi contra, haciéndomelo más difícil.
Soy lo que soy
Pero siempre hay alguien. Siempre hay una persona con la que pue-
des hablar. Para mí, esa persona fue mi profesora de educación física.
Yo intuía que le gustaban las mujeres y, sobre los 16 años, comencé a
34
35. conversar con ella. Recuerdo que un día me dijo: “Mariana, lo tuyo es
cuestión de tiempo, nada más. Llegarás al punto en que lo tendrás claro
y lo vivirás tranquilamente”. Yo jugaba con estas ambigüedades de “me
pasa esto pero luego salgo con Jorge” y, con excepción del terapeuta ho-
mófobo, ella era la única persona con la que podía conversar acerca de
mis sentimientos. Para mí, ha sido alguien muy, muy importante. Cada
vez que viajo a Argentina quedo con ella y nunca dejo de felicitarla el día
de su cumpleaños. No es para menos. Fue la isla donde reposar el mar de
soledad que me acompañó durante toda mi adolescencia.
La otra islita, un poco más lejana pero no por eso menos espe-
ranzadora, fue la cantante Sandra Mihanovich. Al finales de los 80, este
icono de la televisión e hija de la periodista más importante y famosa de
Argentina, salió del armario con su pareja, otra cantante llamada Celeste
Carvallo. Para muchas de nosotras esto fue muy valioso, tenías la posi-
bilidad de verte en alguien, alguien que además era valiente y se sentía
feliz con su amor. Recuerdo que tenía una canción preciosa, “Soy lo que
soy”, una adaptación de la letra de Frank Sinatra “I am what I am”. Con
su voz sincera cantaba
“No tengo que dar excusas por eso.
A nadie hago mal y el sol sale igual
para mí y para ellos.
Tenemos una sola vida sin retorno,
por qué no vivir como de verdad somos.
No quiero fingir, no voy a mentir.
Yo soy lo que soy.”
Una expresión literal, alta y clara, de lo que muchas queríamos
gritar para romper este espeso y negro silencio que nos ahogaba. Una
canción hecha himno que ponía voz al amor censurado e invisible. Y es
que yo jamás tuve ni siquiera un libro, una película o algo que hablara de
personas como yo, de mujeres a las que les pasaran las cosas que me esta-
ban pasando a mí. Esa falta de referentes en el alrededor, en lo cotidiano,
en lo más próximo; en el arte, en la cultura, en la literatura, en el cine, en
la televisión o en otros medios de comunicación, hizo que muchas de las
35
36. Afrodita ha llenado mi corazón
personas de mi generación viviéramos procesos muy solitarios.
Estos fueron los finos pilares iniciales desde los que yo arranqué
para comenzar a construirme, no sin bastante dificultad.
De las cuatro paredes al ambiente lésbico
Yo me movía mucho dentro del mundo del deporte, así que no
es de extrañar que conociera a mi primera pareja jugando al pádel, que
entonces era muy popular en Argentina. Ella, Stella, era una mujer 20
años mayor, una persona que había vivido la dictadura y la persecución
política. La represión, no sólo política sino también familiar, la habían
marcado y formaba parte intrínseca de su guión de vida. La diferencia
generacional y, sobre todo, su historia personal, hicieron que los dos años
juntas fueran muy bonitos aunque estuvieran limitados a una relación
entre cuatro paredes. Todo estaba condicionado a no hablar con nadie,
que nadie supiera, que nadie se enterara, que nadie se diera cuenta en
ningún lugar.
El tema de la invisibilidad, de permanecer en el armario, fue com-
plicado para mí. Era una contradicción absoluta y total. Mentir en casa
y mentir fuera. Vivir siempre de esa manera fue asfixiante, pero ella no
estaba dispuesta a vivir de otra forma. Es duro querer a alguien que te en-
tiende pero que no te puede acompañar, que no puede dar los pasos que
tú necesitas para continuar. Las lesbianas de su generación se conocían
en el supermercado, nunca había visto un bar de ambiente. Y teníamos
esa distancia, esa forma diferente de encarar la vida, de procesar nuestra
sexualidad. Ella tenía asumido que quería permanecer en esas cuatro pa-
redes y yo, que tenía 20 años, quería soñar otro futuro.
Y llegó, dos años después, en forma de huracán. Me reencontré, a
mis 23, con Andrea, una antigua compañera de tenis seis años mayor que
yo. Y, claro, yo ya no era la mocosa adolescente ni ella esa chica tan mayor
que admiraba con devoción. Y pudimos mirarnos con otros ojos, con los
del deseo. Y ese fue el momento de decidir: “Ya”. De hablarle al mundo,
como lo hace Serrat,
36
37. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
“del milagro de existir,
la fortuna de encontrar, la ilusión de vislum-
brar, el orgullo de gustar,
la emoción de desnudar, la delicia de encajar,
el alivio de estallar
y derramarse y el amor, el amor…”
Que, para mí, tenía nombre de mujer.
Comenzamos una historia llena de planes compartidos que duró
seis años. Nos compramos la primera casa, luego nos mudamos a otra,
adquirimos nuestro coche e incluso compartimos una experiencia labo-
ral. Vivimos un gran proyecto. Fue uno de los períodos más importantes
y felices de mi vida. El apoyo de Andrea me permitió comenzar a abrir-
me. Pero la liberación al salir del armario vino acompañada de un alto
coste emocional.
La respuesta y la reacción de mi familia fueron duras. Su respuesta
inicial fue un: “Te vamos a seguir queriendo igual pero no traigas a nadie
a casa”. La traducción de eso fue el alejamiento de mi familia y mi sen-
timiento de no tenerla. Me fui de casa y mi familia pasó a ser la elegida:
Andrea y mis amigos íntimos. Mi madre es muy creyente, muy católica y
conservadora; de alguna forma esta era y es una cuestión social todavía
muy instalada en Argentina y aun en Buenos Aires. Mi padre es una per-
sona con un círculo social y profesional amplio y, claro, no era fácil. Así
que llegamos al punto de tratar de respetarnos pero estuvimos muchos
años distanciados, muchos. Mi madre hacía un esfuerzo por intentar
acercarse; a mi padre le costaba más. Al final era un quiero y no puedo.
Entendí que también yo había tenido mi proceso y ellos necesitaban el
tiempo para el suyo, pero eso no quitaba que me doliera su respuesta.
En medio de todos esos años conocí el ambiente lésbico de la ciu-
dad. Lo descubrí, como muchas otras cosas, de la mano de Andrea. Y fue
un flash encontrar a gente que sentía como yo, después de esa gran anda-
dura por el desierto que había sido mi adolescencia y mi primera juven-
tud. Habían pocos sitios y menos de mujeres –igual eran 2 o 3 garitos-,
pero la dinámica era muy divertida. Recuerdo ir a un sitio que se llamaba
37
38. Afrodita ha llenado mi corazón
Sitges. No era sólo un pub de fin de semana sino que siempre hacían algo,
era un espacio de encuentro. Los domingos tocaba el cantobar (karaoke),
las chicas quedábamos para jugar al fútbol primero y luego íbamos allí a
darlo todo cantando.
Teníamos un círculo, pero aun así seguía siendo un círculo cerrado.
Creo que es una cosa que suele pasarnos a las lesbianas. Compartíamos
casi todos los espacios, los amigos, la casa, el trabajo y yo, además, en ese
momento sentía que no tenía otra familia. Todo eso fue dejando sin aire
nuestra relación. Estar tan, tan, tan cerradas y juntas. Y, claro, acabamos
“ahogadas”. Era mucho lo construido y, después de todo lo vivido, vino el
final con una separación de bienes donde acabamos discutiendo por una
filmadora. Fue duro ver como la pareja acabó siendo uno, admitir que
ella ya no envejecería al otro lado de mi cama.
Ese viaje me cambió la vida
A los 8 meses de separarme de Andrea, y luego de pasar un proce-
so de profundo dolor y de terapia, me calcé la mochilla y volé a recorrer la
vieja Europa durante dos meses. Hacía tiempo, todavía juntas, nos había-
mos planteado hacer ese viaje. Así que pensé en porqué no hacerlo igual,
yo sola. Era el año 2000 y estaba apunto de llegar a mis treinta. La vida
conocida hasta ahora ya no existía, el proyecto de familia e hijos imagi-
nado se había desdibujado y salir a otro lugar fue como abrir una venda
después de meses de caminar a ciegas.
Ver Europa en general y España en particular hizo plantearme
muchas cosas. Levantar y abrir la cabeza y el corazón, preguntarme so-
bre mis necesidades y las inercias que llevaba tiempo sin cuestionar. Yo
tenía un trabajo increíble en Buenos Aires, trabajaba como directiva en
el sector financiero y ganaba más dinero del que podía gastar. Pero venir
aquí, y sola, fue muy fuerte. Ese viaje me cambió la vida.
Me acuerdo que entré al continente europeo por Madrid. El plan
era albergue y mochila, con lo que fui conociendo a otras muchas per-
sonas que viajaban solas: una japonesa, una alemana, una china... Pero
el segundo o tercer día me abrí del grupete, les dije: “chicas, hoy tengo
38
39. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
una excursión aparte”. Tomé el metro dirección Chueca y, mientras iba
subiendo las escaleras mecánicas que me llevarían al centro del barrio
LGTB por excelencia, sentía que estaba entrando a otro mundo, a otro
planeta. ¡Y flipé! Me moría, no podía creer que la gente viviera con esta
libertad, caminando de la mano, entrando en esos garitos. La sensación
fue indescriptible.
El viaje continuaba por Francia, no sin antes hacer una parada en
Barcelona. Quedándome sólo 24 horas en la ciudad condal quise conocer
Sitges, después de todo me recordaba a las noches de cantobar de mi tie-
rra. Fui a pasar el día allí y lo hice con un brasileño que conocí en el al-
bergue y que se había enganchado a mí. Al llegar en el tren y adentrarme
en el pueblo sentía como si estuviese en una película ambientada en San
Francisco, nunca me había imaginado que esto se pudiera vivir así. Tanta
fue la emoción y las ganas de conocer más, que tras regresar a Barcelona
y dejar al brasileño, volví sola a Sitges por la noche.
Y en aquella aventura de trenes para arriba y trenes para abajo, en
esas poco menos que seis horas nocturnas, conocí a una persona que lue-
go se ha convertido en la persona más especial de mí vida. Así es la exis-
tencia, llena de rincones donde las casualidades/causalidades ocurren y
te ponen el mundo del revés.
Yo iba con el plano de los lugares de ambiente, todavía alucinada
de que existiera un sitio en el planeta tierra en el que te repartieran este
tipo de “mapa del tesoro”. Andaba preguntando por los sitios de chicas
y, de pronto, me recomiendan un karaoke. No me lo podía creer, estaba
en Sitges y me iba a un cantobar, parecía que Buenos Aires no me aban-
donaba.
Pero el lugar era bien diferente del que estaba al otro lado del char-
co. Una casa con un cartel en la puerta que ponía “Karaoke” escrito a
mano. La cosa más curiosa que había visto en mi vida. Pero, claro, la
curiosidad es todo un motor de movimiento y entré. Había una mujer
mayor en la barra que estaba cogida a un micro y, como si se le fuera la
vida en ello, cantaba emocionada. Todo muy surrealista, digno de una
peli de Almodóvar. Pero no era la única disfrutando del espectáculo,
me acompañaban dos jóvenes sentadas al lado de la barra que también
se preguntaban qué estaban haciendo allí. Y esa complicidad que una
39
40. Afrodita ha llenado mi corazón
encuentra en las situaciones más bizarras nos animó a pasar la noche
juntas, de copas y de bailes, ya alejadas de la cantora amateur. Y, como
a Sabina, “nos dieron las diez y las once, las doces y la una y las dos y las
tres”, pero sin que al final la luna nos encontrara desnudas. Nos dijimos
un adiós que más bien fue un “hasta pronto” y el correo electrónico per-
mitió el reencuentro un año después.
Así fue como este viaje se convirtió en el inicio del proceso migra-
torio y en la continuación del proceso identitario.
El proceso migratorio
La salida: El último que apague la luz
Volví a Buenos Aires con la sensación de cuestionarme muchas
cosas. La vida que llevaba y la que quería llevar. Una rutina laboral ab-
sorbente estaba separándome de mis deseos y el viaje me hizo despertar
de la inercia autómata para saltar de nuevo a la vida.
Nada importante me ataba a mi ciudad y sentía que quería vivir de
otra manera. Entonces comencé a soñar la idea de estar una temporada
en el extranjero.
Pero desde que imaginé esta posibilidad hasta que pudo materia-
lizarse en un visado de estudiante, el camino fue largo y costoso. Conse-
guir los papeles en el momento de éxodo masivo del 2001 fue complicado.
Argentina estaba asediada por una crisis económica increíble, el cambio
de gobierno pintaba mal y terminó peor, y miles de personas querían
salir del país. Ciudades enteras veían despedir a toda una generación, un
número significativo de personas de entre 20 y 30 años traspasaron las
fronteras buscando una salida. La sensación era de que “el último que
apague la luz”.
Yo era una persona privilegiada, tenía un buen trabajo y mis cir-
cunstancias eran otras. Esto me generaba una contradicción muy dura.
Por una parte, un sentimiento de culpa, de abandonar el barco, la gente
40
41. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
y las causas con las que estaba comprometida. Por otra, la necesidad de
respirar, de encontrar el aire que me faltaba como lesbiana en un entorno
tan cerrado. Quería vivir mi identidad de otra manera. Además, quería
un estilo de vida diferente al que tenía, una calidad de vida que una gran
capital no me ofrecía. En Buenos Aires para ir a trabajar había llegado a
esperar 9 metros para poder subir a uno y estaba harta de eso.
Cuando me planteé migrar, tenía claro que quería venir con un
proyecto que diera sentido a mi estancia. Y pensé que ampliar mi forma-
ción podía ser una buena opción. Yo había hecho la carrera de Ciencias
Políticas, pero la terminé “como pude” porque estudiaba en la época en la
que me fui de casa. Vivía con Andrea, ella era docente y eso en Argenti-
na significa cobrar una miseria; así que nos manteníamos prácticamente
con mi sueldo. Trabajaba de unas 10 a 12 horas diarias y compaginarlo
con el final de la carrera me costó mucho. Tenía la sensación de haber
tenido que crecer muy rápido: asumir responsabilidades, vivir con la pa-
reja, trabajar, estudiar,… Y ahora se abría la posibilidad de volver a las
aulas de otra forma.
Pero las cosas no eran tan fáciles y conseguir el visado de estu-
diante fue toda una aventura. Había que hacer colas, colas y más colas
de horas y horas. Dormir en la calle para tener numerito a la mañana
siguiente, poner una caja de chocolates en el sobre con tus documentos
para agilizar los trámites… Al mismo tiempo que solicitaba los docu-
mentos para estudiar en Valencia tenía que tramitar mi visado y, entre
papeles y largas esperas, me pasé más de medio año.
La llegada: Eres nadie
Llegué a Valencia un 4 de octubre de 2001, con la mochila prepa-
rada para comenzar mi Máster en Recursos Humanos en la Universidad
de Valencia. Como soy muy organizada, había pedido una excedencia en
el trabajo por un año, había alquilado mi piso de Buenos Aires y lo había
dejado todo listo para mi regreso. Lo peor que me podía pasar era que,
al cabo de un año, volviera a mi vida con un título de “Máster” bajo el
brazo.
41
42. Afrodita ha llenado mi corazón
Al mes de llegar me reencontré con Mª José, la persona que conocí
esa nit màgica de Sitges y que había sido uno de los contactos que facili-
taron mi salto al otro lado del charco. Ella era vasca y en ese momento vi-
vía en Vitoria. Así que comenzamos una relación a distancia con mucha
ilusión y la ayuda del Bilman Bus. A los nueve meses del deseo nació la
necesidad de acortar distancias y pensamos que, entre Vitoria y Buenos
Aires, Valencia parecía un buen sitio para arrancar nuestra vida en co-
mún. Pero durante todo ese año muchas cosas cambiaron. Y fue el amor
de Mª José lo que me permitió afrontar la nueva situación.
Y es que dos meses después de aterrizar en Valencia, de eso hace
ahora ya diez años, sucedió lo inimaginable. Y ni toda mi previsión ni
toda mi organización sirvieron para prepararme para el 2 de diciembre
de 2001. La fecha la tenemos los argentinos marcada a fuego en la memo-
ria colectiva, recordándonos que las cosas pueden desaparecer de la no-
che a la mañana. Era un 2 de diciembre y nadie lo esperaba. Fui al cajero
automático y resulta que no pude sacar dinero. Era un 2 de diciembre y
cayó el corralito. Lo perdí todo: todos mis ahorros. Unos 5 millones de
pesetas que, poco o mucho, me habían costado toda mi vida reunirlos.
Estaba estudiando un máster que acababa de comenzar, compar-
tiendo un piso en una ciudad a miles de kilómetros de casa y mi seguri-
dad económica se había evaporado. Por suerte, uno de los requisitos del
visado había sido abrir una cuenta en España con cinco mil euros. Con
eso, un poco de ayuda paterna y el gran apoyo en todos los sentidos de
Mª José, pude pasar el año.
Haciendo repaso, en mi primer aniversario como migrante me en-
contraba comenzando la convivencia con mi pareja en Valencia, con un
máster terminado, con una visa de estudiante a punto de caducar y sin
un euro en mi cuenta corriente.
Lo urgente era resolver el tema de los papeles, con lo que estiré
el visado por un año más apuntándome a un segundo máster. Es decir,
pagué el papelito que me permitía estar en España con una matrícula de
estudios de postgrado aunque sin permiso para trabajar y me pregunté
quién se estaba aprovechando de la situación ¿la migrante o el sistema? A
este segundo máster casi no acudía, a fin de cuentas había sido un medio
para permanecer en el país más que un interés académico real.
42
43. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
Mi verdadera prioridad era conseguir un trabajo. Yo tenía una
abuela española, con lo que si conseguía la tarjeta de residente en un año
podía pedir la nacionalidad. Mi objetivo era, pues, tener un trabajo que
me permitiera presentar los papeles en la delegación de gobierno para co-
menzar a tramitar la tarjeta y el NIE. Es decir, papelitos y más papelitos
que regularizaran mi situación como ciudadana.
Venía de Argentina con un currículum muy bueno: había ocupado
cargos de dirección en una gran empresa bancaria reconocida en cual-
quier parte del mundo, hablaba idiomas y tenía títulos académicos. Pero
resulta que eres nadie y, además, no tienes permiso para trabajar.
Aunque contaba con un as debajo de la manga para ganarle la par-
tida a la impotencia. Tenía el gran apoyo de la persona que me quería
y que yo quería. Y como en la canción de Sabina que hicimos nuestra,
desafiamos juntas el oleaje como peces de ciudad…
“Desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez…
mi corazón de viaje.”
Y con eso se siente una fuerza tremenda que te permite seguir para
adelante y comenzar de nuevo. Y a mí me permitió enfrentarme a un
nuevo inicio, como muchos otros estaban teniendo que hacerlo tanto
aquí como en mi tierra. Así que me planteé que con 30 años, salud y dos
manos; lo iba a conseguir sí o sí.
Sentís la impronta
Llevaba seis meses empapelando Valencia con mi currículum, ¡si
no presenté 300 no presenté ninguno! No había forma de que alguien se
interesara en contratar a una argentina con visa de estudiante. Con toda
esta experiencia comprendí lo difícil que era, en aquel momento y en
aquel contexto, dar trabajo a una extranjera. Había que rellenar seiscien-
43
44. Afrodita ha llenado mi corazón
tos papeles, realizar trámites y pagar tasas para contratar a una persona
como yo. La cantidad de burocracia que teníamos que pasar ellos y yo
para poder trabajar era horrible. Además, en aquellos años estaba todo
muy saturado, el flujo de la migración de la gente era enorme y había una
tensión social entre ellos/nosotros que era muy difícil.
En eso estoy cuando una amiga del Máster me comenta que, tal
vez, un chico podía ayudarme con el trámite de los papeles de trabajo.
Así que fui a verle hasta Paiporta, un pueblo cercano a la capital. Pero,
como siempre pasaba, al final el pibe se echó para atrás. Ese día estaba
diluviando, estábamos pasando gota fría, y yo volvía en el tren de regreso
a Valencia. Estaba fatal, muy frustrada y empapada de arriba a abajo.
Entonces recordé que me habían dado el contacto de la directora
del callcenter de Bancaja. Yo ya les había escrito solicitando trabajo y me
habían respondido una de esas cartas amables e impersonales sugirién-
dome que me dirigiera al Servef. Y, con la determinación de momentos
tan críticos como ese, me dirigí a las oficinas centrales de Bancaja.
No era la primera vez que había intentado hablar con la responsa-
ble del callcenter, el problema era que los de seguridad nunca me dejaban
pasar de la puerta. Pero la casualidad quiso que ese día, que no paraba de
llover, los porteros de la oficina bancaria estuvieran atareados ayudando
al ir y venir de paraguas y personas mojadas. Y me pude colar por las
escaleras sin que nadie me lo impidiera.
Subí hasta donde estaban las oficinas del callcenter y abrí la puerta
para encontrarme con una sala llena de chicos y chicas pegados al teléfo-
no. Estaba empapada de arriba a abajo, un desastre. Si me hubiese parado
a pensar en el qué dirán, no habría pasado de la entrada; pero fue uno de
esos momentos en que sentís la impronta y simplemente actúas. Y pasé
todas las seguridades del banco, todas.
Yo iba preguntando por Laura Granados y las personas, que esta-
ban hablando por teléfono, me hacían señales indicándome el camino
hasta que llegué a un despachito donde estaba ella también al teléfono.
Cuando colgó puse un pie en su oficina, le di la mano y comencé a hablar
durante más de 10 minutos seguidos, sin parar. Le expliqué mi situación
y le pedí que me diera una oportunidad de trabajo, de cualquier cosa.
Ella me advertía: “mira que aquí trabajamos las 24 horas, los 7 días de
44
45. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
la semana, los 365 días del año”. Mientras, recuerdo que yo no paraba
de decir: “qué necesitas, cuándo puedo empezar, puedo comenzar hoy
mismo”; como una autómata, una y otra vez. Cuando terminamos la con-
versación, me prometió que me llamaría en 48 horas y así fue. Comencé
a los treinta días, después de otro peregrinaje de ventanillas y mil pasos
de burocracia para tramitar el alta del permiso de trabajo. Empecé como
agente telefónico e hice de todo: tardes, noches, servientrada, bolsa, so-
porte de la página web, atender en inglés,… Lo que hiciera falta. Y la
gente se portó increíble conmigo.
Le tengo que agradecer mucho a este primer trabajo y al grupo
de gente que me dio la oportunidad. Me permitió obtener ese papel que
cambia toda tu vida aquí, ese papel que cambia tu condición de migrante
a ciudadana con plenos derechos.
Cambios en el proceso identitario
Del amor a la amistad: siento que puedo compartir su vida y su
felicidad y ella la mía
Mª José ha sido la persona más especial de mi vida. Desde los pri-
meros momentos del viaje migratorio, ella se convirtió en el principal
apoyo y motivo de seguir aquí. Estuvimos cuatro años juntas. Con más
que con ninguna otra pareja antes, es con ella con quien ilusioné/soñé
la posibilidad de ampliar la familia y lo planteamos desde un lugar de
deseo y proyecto compartido. Coincidió también con un contexto que,
por fin, permitía esta posibilidad a dos mujeres. Fueron los años previos
a la aprobación de la Ley del Matrimonio entre personas del mismo sexo
en España y desde los colectivos se comenzaban a celebrar Jornadas de
Familias Homoparentales. Nosotras comenzamos a informarnos sobre
el tema y a participar en este tipo de encuentros, pero nuestra crisis de
pareja y la posterior separación truncaron esta posibilidad. La ruptura
fue muy dolorosa y necesitamos otros cuatro años para poder volver a
45
46. Afrodita ha llenado mi corazón
estar cada una en la vida de la otra. Afortunadamente, con mucha volun-
tad, y con un trabajo por parte de las dos, actualmente Mª José continúa
estando en mi vida.
Tomarnos un tiempo de distancia para cambiar prismas y hacer
el proceso de duelo ha sido fundamental para que esto se pudiera dar.
Para poder acercarnos desde un lugar diferente y ubicar en un lugar di-
ferente a la otra. Me siento afortunada de saber que las personas que han
sido parte importante de mi familia, hoy lo continúan siendo aunque sea
desde otro lugar. De hecho, los pilares más importantes que tengo en esta
vida son mis ex-parejas.
Esto es algo muy bonito y creo que lo heredé de mis padres. Ellos
se separaron cuando yo tenía seis años, pero han mantenido siempre una
relación muy estrecha y muy sana. Pese a construir nuevas familias, no
han dejado de seguir muy vinculados a la familia más extensa. Se nece-
sitaron años, no se hizo de un día para otro, pero hoy somos capaces de
celebrar las navidades o un cumpleaños todos juntos: mi madre, su mari-
do, mi padre, su mujer, mi hermana, mis hermanos de los nuevos matri-
monios de mis padres y mis abuelos. A veces las relaciones de pareja han
podido no funcionar pero si tú has querido y te han querido bien, por
qué no seguir compartiendo desde un lugar diferente si las dos personas
tienen voluntad e ilusión de seguir haciéndolo.
Mª José y yo hemos tenido la suerte, las ganas y la capacidad de
currarnos una relación diferente, de amistad. De volver a elegirnos y a
tenernos como familia afectiva. Cuando se da esto es fantástico, siento
que puedo compartir su vida y su felicidad, y ella puede compartir la mía.
Cuando ese camino se puede hacer, logras un crecimiento personal muy
especial.
El activismo: Me va la vida en ello
Mi entrada en el colectivo Lambda de lesbianas, gays, transexuales
y bisexuales se produjo al año de estar aquí. Para mí fue muy importante,
siempre lo digo y lo resalto. Aparte de María José, que era mi familia, yo
no tenía amigas ni amigos cuando llegué. Y Lambda me permitió, ade-
46
47. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
más de crecer como activista, encontrar esa piña, ese grupo de amigas y
compañeras que ha sido hasta hoy el núcleo de gente con la que convivo.
En el colectivo he descubierto un espacio de socialización entre
iguales pero diversas, he encontrado referentes, personas a las que quiero
y admiro, y he sentido la necesidad de comprometerme personalmente
por las causas políticas y las reivindicaciones del movimiento LGTB.
Mi vida, en estos últimos años, tiene un sentido diferente desde
que vivo el activismo de esta forma y creo que soy una privilegiada por
eso. Hay personas que pasan por la vida sin hallar algo que les motive y
en mi caso lo he podido encontrar a través de una causa que, además,
es la mía y de mucha gente que quiero. Es muy especial para mí. Tengo
la sensación, como diría Silvio Rodríguez, de que hoy como proyecto y
posibilidad de aporte personal, me va la vida en ello.
En este sentido, el activismo va más allá del espacio del colectivo.
Trabajo como jefa de servicio en un callcenter donde somos 600 personas
en plantilla. El hecho de ser visible, de no ocultar mi orientación sexual,
esa actitud de apertura y “normalidad”, unido al buen clima de trabajo
que tenemos, también ha influido en la actitud del resto de compañeros y
compañeras. Todo el mundo lo acepta tranquilamente y el lugar de traba-
jo se ha transformado en un espacio de inclusión de la diversidad.
La familia: La distancia que nos ha unido
El proceso identitario ha venido acompañado de la aceptación, pri-
mero por mi parte y, posteriormente, por parte de las personas a las que
quiero. En el caso de mi familia, ha sido la distancia de estos años y de
estos kilómetros lo que más nos ha unido. Nos ha permitido encontrar-
nos desde lugares diferentes.
Ahora hemos traspasado la frontera del respeto para llegar al re-
conocimiento del lugar de la otra y el otro. Nos encontramos mucho más
cerca y no sé si hubiésemos sido capaces de hacerlo y de lograrlo si me hu-
biese quedado en Buenos Aires. Es verdad que, por momentos, tenemos
una relación muy distante y que todavía hay cosas que siguen sin enten-
derse o compartirse. Pero se respeta y acompaña desde otros lugares.
47
48. Afrodita ha llenado mi corazón
Creo que las distancias permiten la posibilidad de relativizar, de
tomar perspectiva. Te dan la posibilidad de cambiar las gafas. Sacarte
las de cerca y ponerte las de lejos. Esto es un cambio de perspectiva y de
mirada que deja que te centres en lo que prima, que es el cariño. Al final,
han aceptado, conocido e integrado a mis parejas y yo, por esa parte,
estoy muy contenta.
Punto y seguido
Dentro de otros diez años podríamos continuar añadiendo párra-
fos a este relato. Tal vez otros acontecimientos pasarían a ser más rele-
vantes y algunas de las historias actuales serían simples anécdotas sin
trascendencia. Quizás otras personas ocuparán papeles protagonistas en
esta historia y algunos nombres dejarían de nombrarse.
El proceso migratorio y el proceso identitario no tienen nunca un
punto final. Pero puedo afirmar que, a lo largo de la década que llevo
aquí, he podido asentar las bases para vivir completamente integrada a
orillas del Mediterráneo.
Estoy muy contenta, muy feliz en esta ciudad. Puede que no gane el
dinero que ganaba en Buenos Aires, pero aquí estoy a cinco minutos en
bicicleta del trabajo y no tengo que llevar traje a la oficina; y eso, para mí,
es calidad de vida. Mi orientación sexual la vivo con total libertad y sien-
to que existe una gran aceptación social en comparación con la que se
vive en Argentina. El colectivo Lambda me permite, día a día, aportar mi
granito de arena a una causa que considero fundamental para la felicidad
de las personas: la de la libertad de elección a la hora de amar. Además,
tengo el mar a dos pasos y la mochila de viaje siempre lista y preparada.
¿Qué más puedo desear?
Se me ocurren algunas cosas, pero esa historia tendrá que espe-
rar.
48
53. COLOMBIA
Introducción de Jorge Hernández
La situación de las personas lesbianas, gays, trans y bisexuales (en
adelante, “personas LGTB”) en Colombia es bastante ambigua ya que en
algunos aspectos tienen avances pioneros en el panorama sudamericano
y en cambio, contemplando otras aristas, la coyuntura es muy grave.
La implantación de varias políticas públicas, que se materializan
entre otras medidas, en la creación de varios Centros Comunitarios
LGTB en las ciudades de Bogotá, y Medellín, es pionera. Además, en Co-
lombia se permite que las personas homosexuales ingresen a las fuerzas
armadas abiertamente (EEUU implantó esta medida hace menos de un
año); otro aspecto positivo de su ambiente social y cultural es que la edad
de consentimiento en las relaciones sexuales es la misma para parejas
heterosexuales y para parejas homosexuales, catorce años. Sin embargo,
como iremos desgranando a continuación, la realidad no es tan halagüe-
ña.
A nivel legal, gracias a varios fallos de la Corte Constitucional los
derechos del colectivo LGTB en Colombia están más avanzados que en el
promedio de los países con características similares geográficas y socio-
culturales. Mostramos un breve esquema cronológico de sus avances le-
gislativos en los últimos años:
• En 1980 se despenalizó la realización de actos homosexuales.
• En 1991 se incluyeron en la nueva constitución varias provisiones
como el Derecho a la Igualdad, el principio constitucional del Pluralis-
53
54. Afrodita ha llenado mi corazón
mo y el Derecho al Libre Desarrollo de la Personalidad.
• En el año 2000 se estableció una norma que agrava la pena cuan-
do se verifique que el delito fue motivado por la orientación sexual o la
identidad de género de la víctima.
• En 2001 se reconoció por primera vez el Derecho de Visita Íntima
de una pareja del mismo sexo en una cárcel. En 2003 este derecho se hizo
extensible a todas las parejas LGTB.
• En 2007 se aprobó la Unión Marital de Hecho entre homosexua-
les y algunos Derechos Patrimoniales, así como se permitió la afiliación
conjunta en la Seguridad Social.
• En 2008 las parejas de hecho de homosexuales pueden acceder a
la pensión del sobreviviente.
• En 2009 se produjeron grandes cambios, dejando a las uniones
civiles del mismo sexo muy aproximadas al matrimonio heterosexual.
Excepto la adopción, solo a nivel individual para éstas.
En 2010 se debatió pródigamente sobre el matrimonio en igualdad
de condiciones y terminología para las parejas del mismo sexo tras un re-
curso de inconstitucionalidad de la actual definición. El debate concluyó
movilizando muchos esfuerzos y las mentes de parlamentarios, periodis-
tas, ciudadanos y finalmente no hubo valor suficiente para cambiar pero
si que sentó un precedente que cuando vuelva a aflorar el tema, servirá
como sustrato para la consecución. Destacar la ausencia del derecho a la
adopción entre parejas del mismo sexo, imprescindible para la igualdad.
En lo referente al tema del presente libro, las mujeres lesbianas,
se afirma que no son consideradas ni en las políticas públicas, ni en las
reivindicaciones que hacen los movimientos por el reconocimiento de los
derechos de las mujeres. La orientación sexual y la identidad de género
son factores que añaden una categoría de exclusión y discriminación a
las mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales. El goce de los derechos
ciudadanos, ya de por sí con restringido acceso e inequitativo recono-
cimiento a las mujeres, se ve más limitado cuando se trata de mujeres
lesbianas y bisexuales o de mujeres que no construyen su imagen e iden-
tidad de género según los estereotipos culturales de lo femenino, o mu-
jeres transexuales.
Las mujeres lesbianas y las bisexuales, conviviendo con mujeres,
54
55. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
sufren persecución; muchas son obligadas a desplazarse de sus lugares de
origen, y existen reportes de violaciones sexuales, mutilaciones y muer-
tes. Además en su entorno laboral deben enfrentar acoso sexual y acoso
laboral. Se ven obligadas, bajo el temor de perder el empleo, a llevar una
doble vida y a mantener una imagen externa de heterosexualidad. Cuan-
do son despedidas, no tienen un recurso legal al cual acudir para que les
sea indemnizado el daño, la única respuesta que da la ley colombiana
ante el despido injusto es el reintegro. La discriminación por orientación
sexual o identidad de género no está contemplada como delito en el or-
denamiento legal del país.
Los crímenes cometidos contra mujeres lesbianas, bisexuales y
trans, van desde ataques verbales hasta físicos y no se registran como
crímenes de odio. La razón más recurrida al momento de tratar de ex-
plicar los móviles de estos hechos es que se trata crímenes pasionales o
de venganzas entre personas de la misma categoría, nunca se plantea la
posibilidad de que pueda responder a acciones de grupos de “limpieza
social” que realizan, entre otros, el grupo Águila Negra.
La atención en salud a las mujeres lesbianas, bisexuales y trans des-
conoce las características de sus prácticas sexuales, existen altos niveles
de ignorancia y prejuicio por parte de los prestadores de servicios de sa-
lud y esto genera mala atención y, no pocas veces, exclusión y aumenta las
situaciones de riesgo a enfermedades como el cáncer ya que las mujeres
prefieren abstenerse de acudir a realizarse sus controles médicos.
La violencia intrafamiliar en parejas del mismo sexo casi nunca es
atendida y cuando se realiza, es registrada como un asunto del ámbito
del derecho penal y se aplica el criterio de que en caso de agresión física
debe manejarse como lesiones personales. Los organismos del Estado no
aplican ninguna de las medidas que la ley prevé para los casos de violen-
cia intrafamiliar cuando quienes están implicadas son mujeres lesbianas,
bisexuales y trans.
Existe una práctica indiscriminada de represión contra las mujeres
lesbianas que crean vínculos afectivos, y que las consecuencias emocio-
nales para estas mujeres en contextos carcelarios, ya de por sí represivos,
son nefastas. Se han documentado casos donde han sido incluso aisladas
en calabozos por hacer evidente su orientación sexual y tener una vida
55
56. Afrodita ha llenado mi corazón
afectiva en pareja.
El abuso policial dirigido a las mujeres lesbianas se presenta ini-
cialmente como acoso sexual por parte de los hombres: éstos se burlan
y banalizan sus relaciones afectivas, y las convierten a ellas en objetos
sexuales. Este acoso es justificado por la sociedad machista, e incluso
puede llegar a ser alentado con manifestaciones violentas de la comuni-
dad. En este contexto, las mujeres lesbianas se sienten amenazadas, no
pueden expresarse libremente y tienden a hacerse invisibles: temen ser
objeto de actos de violencia sexual aún más graves que el acoso. Esa in-
visibilización lleva entonces a las mujeres a abstenerse de denunciar por
el temor a ser revictimizadas. Así, su vulnerabilidad se perpetúa en un
estado extremo
Para finalizar la introducción a este relato no se puede evitar men-
cionar algunas conclusiones generales sobre Colombia: como que la bi-
sexualidad es bastante desconocida, que al hablar de vulneración de los
Derechos Humanos se llega a hablar de homicidios hacia personas LGTB
y sus defensores, y que urge que el Estado colombiano observe y registre
los casos de discriminaciones y violencias contra el colectivo LGTB y
que realice intervenciones claras en estos casos e implemente acciones de
prevención, sumándose a las que ya está llevando a cabo.
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57. COLOMBIA. ESTA ES LA HISTORIA DE MI VIDA
La historia de Nubia
Relato elaborado por Nubia Sánchez, Flores Higueras y Lidón Moliner
Ilustración de Roberto Campillo Romero
Soy yo y mis valores
Cuando nacemos no podemos saber lo que nos tiene reservada la
vida. No hemos podido elegir a nuestra familia, ni el lugar donde vamos
a crecer y a impregnarnos de valores que, de alguna manera, diseñarán
y determinarán nuestra conducta. No podemos elegir nuestro sexo ni
nuestra orientación sexual. Lo que sí podemos es aprender a vivir con la
conciencia de aquello que necesitamos y aquello por lo queremos existir.
Esta es mi lucha desde que empecé a tomar conciencia de mi “yo”, de mi
situación “especial”. Me llamo Nubia. Nací el día de San Antonio, el 13
de junio de 1968, en la ciudad de Buga, Colombia. Los que me conocen
dicen que soy temperamental, que cambio de genio, pero yo me siento
siempre la misma, igual. Soy una persona a la que le gusta que la valoren,
me gusta valorar y ayudar, pero si alguna vez tengo que decir alguna
mentira por el bien de alguien, lo hago. Me gusta darlo todo y que me den
a mí también pero con sinceridad, no con falsedad. Tengo muy claro que
primero es la familia, y después los que sí son verdaderamente amigo
57
58. Afrodita ha llenado mi corazón
Amalgama de sentimientos: Mi infancia
En Colombia la mentalidad está muy imbuida por lo tradicional y
lo religioso. Es como si estuviese establecido lo que uno puede sentir y lo
que no, todo el mundo lo acepta y encauza su sensibilidad a que se cum-
pla esta máxima. Crecí en este contexto. Cuando era pequeña recuerdo
vivir una amalgama de sentimientos de alegría y tristeza. Mi padre se
fue de la casa, nos abandonó. Mi madre tenía una enfermedad mental,
y cuando él venía a casa la golpeaba. A mí me tocaba vivirlo día tras día
y, tal vez, todo eso se quedó dentro de mí. Mis hermanos, los mayores,
luchaban por sacarnos a delante. Vivimos situaciones en las que una pasa
mucha necesidad y falta de cariño. Mi infancia no fue nada agradable.
Me gustaba ir a la escuela para huir de todo lo que pasaba en casa. Era
como una válvula de escape. En esa época los maestros eran muy estric-
tos, no me ayudaron nada, aunque tengo que decir que nunca desvelé mi
orientación sexual, me cerré mucho en mí misma. Siempre tuve miedo
de que se pudieran enterar. Ni siquiera con mis amigas comenté nunca
nada. Reprimía mis sentimientos porque no sabía cómo reaccionarían
las demás personas. En el camino, ni en la escuela ni en la secundaria, no
encontré a mujeres de mi misma situación. O si las había también esta-
ban silenciadas, estaban muy calladas, como yo. A pesar de ello, cuando
me veía a mí de mayor, pensaba tener un trabajo, ser alguien y tener casa
propia. Pero no me veía ni con hijos ni con familia, aunque sí con una
pareja que fuera mujer. Mi sueño era vivir la vida, disfrutarla.
Me ahogaba
Cuando comencé a tener las primeras percepciones sobre mi sexua-
lidad, a sentir lo que sentía, a ver que era diferente, me ahogaba. Era una
lucha interna que me obligaba a ir contracorriente, y así empecé a negar
mi identidad. Era como un ejercicio de seguridad que, sin embargo, me
hacía sentir que me faltaba el aire y, con él, la vida. Veía el rechazo de la
gente y el de mi familia y esto me hundía aún más. Tengo muchos her-
manos pero me crié con cuatro hombres y cuatro mujeres. Las mujeres
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59. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
se dieron cuenta, ellas me decían “¿qué pasa algo?”. Me apoyaban, pero
yo nunca les dije lo que sentía. Era callada, no podía comunicar mis sen-
timientos. Ellas nunca se metieron en mi vida; sin embargo los varones
tenían una actitud más negativa. Ellos tampoco sabían nada en cuanto a
mi orientación sexual, pero se dejaban llevar por las personas con las que
transitaba. En Colombia también tiene gran peso el refrán español de
“dime con quién andas y te diré quién eres”. Ellos ejercían el rol paterno,
te decían con quién tenías que ir y con quién no, lo que podías sentir y lo
que no estaba autorizado. En un momento dado y en un ejercicio de re-
beldía ante lo que yo sentía como injusto proceder, uno de ellos me llegó
a pegar. Me llegó a decir que le daba vergüenza decir que era hermano
mío. No lo volví a tratar hasta que, pasado un tiempo, un día borracho
me pidió perdón. A día de hoy mi relación con todos ellos ha cambiado,
me han aceptado como soy a pesar de no haber hablado explícitamente
de mi orientación sexual nunca. Esto ha mejorado mucho mi relación
con ellos y conmigo misma. De hecho, es con este hermano con el que
vine para España. Aun así me gusta estar apartada y vivir mi vida con
arreglo a mis valores y a mis necesidades. Sin embargo es un gran alivio
saber que están cerca y que puedo contar con ellos, con mi familia.
Mis confidentes: Cara y cruz de la moneda
Conforme iba creciendo, iba siendo más consciente de mi situación
y a la vez, sintiendo más y más la necesidad de compartir con alguien este
desasosiego, que me ahogaba. Un día decidí hacer uso del ejercicio de
confesión, aún era muy joven. Cuando le hablé al cura de mi condición
sexual, no supo entenderlo, sólo me dijo que eso era un pecado. Siempre
me metían eso en la cabeza, y yo me preguntaba, si es pecado ¿por qué
nací así?, ¿por qué tengo que sentir lo que siento? Ese día salí de la Iglesia
más desorientada de lo que entré, y desde entonces, siempre digo que soy
creyente, creo en Dios, pero no en un cura, ni en un pastor.
Quedé bastante desorientada y no sabía qué hacer. Pensé mucho,
pensé incluso en quitarme la vida. Produce gran angustia no tener a
quien decirle lo que sientes, no tener a nadie que te oriente… Pero todo
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60. Afrodita ha llenado mi corazón
esto cambió y a los diecisiete años pude contarlo. Todas las semanas iba
a acompañar a mi madre al psiquiatra. Ella era enferma mental y yo la
acompañaba cada día a la consulta, incluso entraba con ella. Una tarde el
psiquiatra le dijo a mi madre: “Doña Ana, ¿usted me puede esperar ahí
fuera un momento?”. Yo también me iba a salir, pero me dijo: “Tú no, tú
quédate”. Pensé que quería hablar sobre mi madre, pero entonces se acer-
có y me dijo: “¿qué es lo que te pasa?”. Yo no le decía nada, pero al final
rompí a llorar, lo saqué todo y le conté. El psiquiatra me preguntó si esta-
ba segura de lo que sentía. Yo le dije que sí. Cuando tenía seis años ya lo
sabía. Ese sentimiento lo llevaba dentro desde siempre. Me dio un buen
consejo: “Si te sientes segura, lo que tienes que hacer es irte de tu casa.
Vivimos en un país que es demasiado cerrado y si la gente es cerrada, tu
familia también es cerrada. No tienes por qué vivir la vida de los demás.
Vive tu vida, vive lo que sientes”. Tenía pensado irme a vivir a Cali, pero
el psiquiatra fue el que me dio el empujón. Él me siguió tratando. Siempre
hablaba conmigo, me preguntaba cómo estaba, me preguntaba cosas de
mi casa, cosas mías, como me sentía. Yo le decía que me sentía bien por-
que al menos tenía a alguien con quien hablar. Fue la única persona con
la que me abrí y le conté todo lo que sentía. Después de mis visitas nunca
más lo volví a ver.
Los amores que marcaron mi vida
La primera experiencia afectivo-sexual que tuve fue con una prima,
en plena adolescencia. Ella iba a cumplir quince años y yo era dos años
mayor. A pesar de que fue una relación en silencio, cuando sus padres se
enteraron le dijeron que la iban a llevar a un médico porque la homose-
xualidad era una enfermedad. Eso pasó y punto. Después vino la segunda
mujer. La veía pasar todos los días por delante de mi casa en una moto. A
las siete de la tarde estaba yo como un clavo en ese lugar, hasta que llegó
el día que la conocí. Fue el uno de noviembre. Me acuerdo tanto. Ese día
una amiga y yo fuimos al cementerio a hacer la novena a los difuntos. El
cementerio era muy grande, comenzamos a andar, y tuve la impresión de
que me estaban mirando. Al rato la vi, estaba con su novia pero, no sé
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61. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
cómo, me enredé con ella. No le quise decir donde vivía. Siempre la quise
apartar de mi casa por mi madre y mis hermanos. No por miedo a que
me pudiesen regañar o volverme a pegar, sino que era por respeto. Pero
dio la casualidad que la vieron un día porque ella me vino a buscar al
bar. Mira tú por donde, mis hermanos estaban allí. Entonces, ellos, como
si fueran “marujitas”, empezaron a hablar de su condición sexual, de su
conducta indecorosa en público, etc,… Tengo que decir que era conocida
en el pueblo y que estaba “etiquetada”. Un día estábamos en la primera
comunión de mis sobrinos y llegó ella y se me acercó. Mi hermano entró
en cólera y, cuando entramos en la casa, me pegó en la cara. Al otro día
me dijeron que me tenía que ir de la casa. Habían decidido que me tenía
que ir de la casa y yo marché, no podía más.
Cuando fui a Cali empezó mi amor tortuoso. Fue con mi amiga
de la infancia. Estuvimos juntas casi una década. Fueron casi diez años
de infierno. Ahora, echando la vista atrás, aún no puedo entender qué
me pasó. Con ella todo fueron mentiras, engaños,… y maltrato físico
–por supuesto de ella hacia mí. Yo nunca le he levantado la mano a una
mujer. Mi madre me veía golpeada, y me decía: ¿qué le pasó? Siempre me
inventaba excusas. Aguanté mucho. Un día vino a mi trabajo (estando
ya en España) y tras discutir sin acuerdo me golpeó. Llamé a la policía,
pero no vinieron. Como toda persona violenta su conducta posterior era
de arrepentimiento manipulador: se arrodillaba, lloraba, me pedía per-
dón, asegurando que no volvería a pasar. Yo volvía y caía, una y otra vez,
volvía y caía. Entramos en una simbiosis que nos tragaba. Estábamos
reproduciendo la conducta machista y viciada de muchas parejas hetero-
sexuales tradicionales. Y siguiendo la tradición de estas relaciones, una
de las dos partes siempre sale bastante mal parada. En esta relación fui
yo. Lo perdí todo, los esquemas y hasta la dignidad por mí misma. Caí
muy bajo. Dejé a un lado muchas cosas, como familia, amistades,… ¡por
alguien que no valía la pena!
Pero en medio de esta relación conocí a un gran amor que me abrió
los ojos. Trabajábamos juntas, pero no tomé conciencia de mis sentimien-
tos hasta el último día de trabajo. Fue en el autobús volviendo del trabajo.
Ocurrió, como se suele decir, un amor a primera vista; vamos… ¡un fle-
chazo! Sabía que no iba a volver a verla, así es que me armé de valor y le
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62. Afrodita ha llenado mi corazón
dije: “Tengo que contarte algo”. Me daba igual que me pegara un bofetón,
y me dije a Santa Marta o al charco. Una de dos. Le dije lo que sentía. Ella
se quedó mirándome y me dijo: “¿en serio?”. Era nuestro último día de
trabajo pero se nos pidió que, voluntariamente, fuéramos a colaborar al
día siguiente. Y le dije: “Lo único que sé es que si tú mañana vas a trabajar
yo entenderé que quieres algo conmigo”. Al otro día se presentó tarde al
trabajo, pero se presentó. La cita era a las 8 de la mañana y ella llegó a las
10,30. Allá empezó la relación, con ella duré dos años. Fue una relación
muy bonita. Por qué se acabó, no sé, quizá porque ella era muy joven y tal
vez quería experimentar otras cosas. Ella siguió su vida y yo seguí la mía.
Me dolió. A día de hoy tenemos muy buena relación.
El viaje a España: Una se siente muy sola
Viajé a España porque en Colombia me quedé sin trabajo. Con este
viaje también entendía que tenía una oportunidad para darle un cambio
a mí vida. Desprenderme de los lastres que me agobiaban y respirar otros
aires. Ahora hace trece años que estoy aquí. Me vine el 24 de junio de
1998 con mi amor tortuoso. Finalmente no puede desprenderme de esta
losa.
Este proyecto empezó cuando mi hermano el menor me dijo que se
venía a España y que si quería venir con él. En un principio me dio miedo
y pensé que era mejor que se viniera él primero. Mi hermano me enseñó
lo poco y nada que conocí de Pamplona –porque él se tenía que ir a tra-
bajar a pesar de no tener papeles. Fue muy duro. No salía de casa, no co-
nocía a nadie. Me sentí muy sola. Otra vez me ahogaba. Un día estuve tan
desesperada que le dije que me iba a la policía para que me deportaran y
me llevaran a Colombia. Siempre me preguntaba ¿por qué me vine aquí?
Pero lo tenía muy claro, venía a conseguir lo que necesitaba y me iba.
Quería ganar dinero para montar un negocio en Colombia. Aquí tengo
amigas que me dicen que me quede, pero ya son 13 años y tengo ganas de
marchar. Me siento integrada en España, tengo amigos de aquí, y buenos
amigos. Tengo a mis jefes de Pamplona, mucha gente que me conoce, ten-
go buena relación con gente española. Siempre he dicho que, a mí, aquí
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63. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
me ha ido bien en todos los aspectos, menos en cuestión sentimental. He
tenido trabajo y buenas amistades. En Castellón he visto mucho racismo
en el trabajo, más que en Navarra. Hasta el mismo racismo de los valen-
cianos con la propia gente de aquí de España, por ser de otras partes del
país. Me ha tocado verlo y no lo puedo comprender. En otros ámbitos no
he visto racismo. No encontré racismo conmigo, sino que yo veía todo
eso, y lo veía mal hecho. Escuchaba racismo alrededor de la inmigración,
se da un sentimiento de rechazo hacia la población inmigrante, sin em-
bargo observo más tolerancia a hacia la condición sexual de cada perso-
na. Es verdad que en este sentido España es muy diferente a Colombia. A
pesar de todo ello, no tengo perspectivas de quedarme, siempre he tenido
las miras de volver. En estos momentos, ahora mismo ya quisiera volver.
Me falta algo. La tierra me llama, quiero volver otra vez. Si pudiera ahora
mismo me iría. Les dije a mis hermanos que aquí, en estos momentos, la
situación está muy dura para encontrar un trabajo y que quería trabajar
para lograr el pasaje. No lo consigo, pero sigo intentándolo.
Lección de vida
Uno, de joven es muy tonto. Piensa que se va a comer el mundo.
Una siempre se aleja de casa. Yo lo hice por ir detrás de alguien que no
valía la pena. Una lección que me ha dado la vida es que no supe valorar
lo que tenía: a mi familia. Y ahora, después de perder lo que una pierde…
¡ya no hay nada que hacer! Es vivir con ello. Lo fuerte de todo es que una
lo ve venir; pero una sigue ciega, sin saber valorar lo que Dios me había
dado. He perdido los tres pilares más importantes de mi vida, ya no está
ninguna de ellas: ni mis dos hermanas ni mi madre. A quienes verdade-
ramente quise ya murieron.
Y ahora qué…
Ahora me siento más fuerte, más independiente. Reivindico mi
condición de mujer y mi orientación sexual. He aprendido que he de res-
63
64. Afrodita ha llenado mi corazón
petarme y quererme a mí misma. He comprendido que éste es un buen
antídoto para “resistir” en un mundo hecho y conducido por unos pocos
que no miran ni respetan a la individualidad ni la diferencia. Una tiene
que aprender que tiene el derecho a dirigir su propia vida, pues esto es lo
que nos da la dignidad moral de nuestra existencia. Es por ello, y entre
otras cosas, que no me he planteado tener hijos. Me gustan mucho los
niños, pero no los míos. No me veo como madre. Tengo veintipico sobri-
nos, y cuatro ahijados: ¡ya tengo suficiente!
Entre otras cosas, lucho por conseguir los últimos deseos de mi
hermana, quien me decía “lucha por ti misma; te mereces a alguien que
te quiera, que te valore como eres y que te respete”.
Esta es la historia de mi vida, la que he querido compartir con vo-
sotros y que quiero dedicármela a mí misma.
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69. HONDURAS
Introducción de Celia Sánchez
Pese a que los actos homosexuales sean legales desde el año 1899,
y que la edad de consentimiento de las relaciones sexuales sea la misma
para parejas heterosexuales, y homosexuales, la República Democrática
de Honduras sigue tristemente siendo uno de los países de América La-
tina que mantiene un más alto nivel de homofobia, transfobia y lesbofo-
bia.
La Constitución de este Estado, aprobada en 1982, establece ex-
presamente en su artículo 60, que: “Todos los hombres nacen libres e
iguales en derechos. En Honduras, no hay clases privilegiadas. Todos los
hondureños son iguales ante la Ley. Se declara punible toda discrimina-
ción por motivo de sexo, raza, clase y cualquier otra lesiva a la dignidad
humana.”
Además de prohibir, a nivel nacional, todo tipo de discriminación
–lo que habría de incluir la discriminación por motivos de orientación
sexual y de género-, Honduras, miembro de la Organización de las Na-
ciones Unidas, y de la Organización de Estados Americanos, firmó la
Carta Internacional de Derechos Humanos.
Y es actualmente uno de los ochenta y cinco países firmantes de
la Declaración Conjunta presentada el pasado mes de marzo de 2011,
por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, por la
que se hace un llamamiento conjunto a los Estados para que cesen los
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70. Afrodita ha llenado mi corazón
actos de violencia, la imposición de sanciones penales y la violación de
los Derechos Humanos de las personas Lesbianas, Gays, Transexuales y
Bisexuales (LGTB).
No obstante, no se promueve internamente normativa alguna para
la protección de estas minorías.
A nivel político, el “golpe de Estado” que afectó Honduras en el
año 2009 y la ocupación de facto por los militares, instauró una tremen-
da censura a la visibilidad de las personas LGTB, impidiendo por ende la
protección de sus Derechos Fundamentales.
El actual Gobierno, liderado por Porfirio Lobo Sosa, lejos de in-
tentar paliar la desprotección sufrida, promueve, junto a las poderosas
organizaciones religiosas de Honduras, los actos de discriminación, de
tal manera que muchos de dichos actos discriminatorios son llevados a
cabo cotidianamente por los propios agentes del cuerpo de policía.
Ante las numerosas denuncias planteadas por varias Organiza-
ciones de protección de los Derechos Humanos, el pasado año 2010 fue
creado el Ministerio de Justicia y de Derechos Humanos, destinado, en
parte, a complementar la acción del Comisionado Nacional de Derechos
Humanos de Honduras.
Pese a dichas medidas, las persecuciones, agresiones y asesinatos
de personas LGTB, siguen siendo muy elevados, y la discriminación so-
cial generalizada fuerza a muchas y muchos a huir de Honduras.
Podemos recordar el asesinato en Tepucigalpa, en septiembre de
2010, de un hombre homosexual, de 38 años de edad, que iba a testificar
en el juicio seguido contra un agente de policía, presunto culpable de
haber apuñalado salvajemente a una mujer transexual, mero ejemplo de
lo que sucede a diario en éste país.
A raíz de la violencia y situación de persecución sufridas por las
personas LGTB en Honduras, el proceso de visibilización se hace muy
difícil, y muchas de estas personas se ven resignadas a callar su orien-
tación/identidad sexual ante el temor de represalias, tanto en el ámbito
familiar, como en los ámbitos educativo y laboral.
El activismo está severamente reprimido, y las asociaciones de
protección de los Derechos de las personas LGTB, entre las que se en-
cuentran el Colectivo Violeta, –creado en 1995- y Las Cattrachas –gru-
70
71. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
po lésbico-feminista dedicado a la incidencia política en defensa de los
derechos de las mujeres y la diversidad sexual desde el año 2000-, están
llevando a cabo una lucha permanente de visibilización.
Finalmente, cabe destacar que la sociedad sigue un modelo pa-
triarcal y androcéntrico, siendo las mujeres lesbianas doblemente dis-
criminadas, tanto por su sexo como por su orientación sexual, lo que
dificulta su lucha diaria para visibilizarse y para alcanzar una protección
de sus derechos contra la discriminación latente en el país.
71
72.
73. HONDURAS. LA AVENTURA DE SOÑAR.
Relato elaborado por Marta (Ixthlt), Ana Doménech y
Paula Escobedo.
Ilustración de Alejandro Macharowski
Mi nombre es Ixthlt soy de Honduras, y tengo 35 años. Me con-
sidero una persona con mucho coraje y valentía, una persona luchado-
ra que quiere llegar hasta el final de todo. Soy una mujer que pelea por
aquello que quiere y ambiciosa en lo que considero que me merezco. Me
defino como muy transparente, sincera, positiva y una gran amiga de sus
amigos. Tengo que decir que me siento muy orgullosa de mí, de cómo soy
y de lo que me he esforzado en esta vida para conseguir mis metas.
Mis raíces…
Nací en un pueblo muy pequeño en el seno de una familia hu-
milde, de padre campesino y madre ama de casa. Yo siempre digo que
son muy buena gente, pero bueno, ¿qué voy a decir? es mi familia. Por
mi madre siento una gran admiración y cariño. Somos una familia muy
unida, en la que existe una bonita relación entre los hermanos y en la que
siempre nos hemos ayudado los unos a los otros. Con ellos es con quienes
crecí. Estuve en mi pueblo hasta los 15 años, cuando me fui a Tegucigalpa
y empecé la educación obligatoria. Mis amigos se quedaron en el pueblo,
73
74. Afrodita ha llenado mi corazón
donde crecimos todos, y nunca se fueron. A veces pienso que si me hubie-
ra quedado mi vida sería muy diferente de lo que es ahora. Por supuesto,
en aquel momento, contaba con el apoyo de mis padres. La verdad es que
tuve muchísima suerte de tener unos padres que han trabajado tanto en
la vida y siempre han querido dar lo mejor a sus hijos. Creo que eso no lo
tiene cualquiera y se lo agradezco eternamente. Ellos me abrieron las alas
y en ese momento comenzó a cambiar mi vida.
Esta fue la primera experiencia en la que tuve que “tomar el toro
por los cuernos”, cuando me fui por primera vez fuera de mi casa, de mi
gente, de mi pueblo. Recuerdo perfectamente el día que me iba y tuve que
despedirme de mis padres. Mi madre y yo no podíamos dejar de llorar.
Eso fue para mí fue muy fuerte y doloroso. Jamás había experimentado
algo así. Pero ahora, desde la distancia, lo veo más bien como el inicio
de un largo proceso, un largo camino. Al principio fue muy duro, la ver-
dad, como todos los principios. Para mí era un cambio muy radical ir de
un pueblo tan pequeño y tranquilo, donde todos nos conocíamos, a una
ciudad con delincuencia, inseguridad,… Pero con el tiempo me fui acos-
tumbrando y se convirtió en una experiencia muy positiva para mí.
Luchar por tus sueños y poder alcanzarlos
Mi admiración y amor por la música me impulsaron a salir de mi
pueblo para poder formarme en aquello que me gustaba. Mi padre fue
músico y desde bien pequeñita me transmitió ese amor por la música.
Además, era bastante corriente en mi pueblo ir a los pueblos vecinos a
estudiar algo más, una vez terminabas la escuela. Pero yo quería ir más
allá, no me conformaba con el pueblo de al lado. Tegucigalpa era una
ciudad más moderna y además la única de toda Honduras donde podía
estudiar Educación Musical. En aquel momento era bastante difícil acce-
der a dichos estudios, pero me lo propuse y lo conseguí. No sé si es suer-
te o qué es, pero siempre he hecho lo que he querido. Cuando terminé
Educación Musical me planteé estudiar en una universidad privada. Pero
claro, era carísima y mis amigos me decían que allí solo podían estudiar
los hijos de la gente con mucho dinero. Pero un día sacaron unas becas,
74
75. Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
tan sólo había 12 plazas y era muy difícil conseguir una. Las pruebas no
eran nada sencillas, se trataba de cantar la 9ª sinfonía de Beethoven, en
4 audiciones diferentes. Sin embargo, me lo propuse y lo conseguí: supe-
ré las cuatro pruebas, logré la beca y me puse a estudiar Comunicación
Audiovisual.
Durante esta etapa estuve feliz, fui muy feliz. Siempre recordaré el
tiempo que pasaba mirando el cielo, me encantaba. Subía al último piso
de mi casa, me tumbaba en el suelo y me quedaba horas y horas mirando
hacia arriba, viendo pasar los aviones. También tengo muy buen recuer-
do de mis amigos, teníamos una excelente relación, compartíamos los
mismos gustos y lo pasábamos genial. Recuerdo con gran cariño cuando
nos acostábamos todos en la hierba para ver las estrellas. Era una cos-
tumbre muy bonita que teníamos. Esa época fue muy especial para mí,
me marcó mucho. Pero como muchas veces suele ocurrir en la vida, con
el tiempo, poco a poco y sin darme cuenta, me fui distanciando de mi
tierra, de mi gente, de lo que había sido hasta entonces mi vida. Apenas
volvía al pueblo a ver a los míos, estaba tan a gusto en “Tegu” que prác-
ticamente no me daba ni cuenta del paso del tiempo… estaba muy feliz
con mi nueva vida. Pero aun así, tengo que reconocer que nunca olvido
de donde vengo, mis raíces, mi familia, mis amigos,… Eso nunca.
Trabajar en la música y sentirme realizada. Estaba apor-
tando algo a la sociedad
Cuando estaba en Tegucigalpa combinaba mis estudios con el tra-
bajo. Mientras acababa mi carrera trabajaba en una organización con
niños. Para aquel entonces tenía una vida muy estresante, en la que mí
día a día era un no parar, una locura… Aunque yo la concibo como una
etapa muy bonita. Era una vida muy ocupada pero lo mejor de todo es
que estaba haciendo lo que yo quería. Además de estudiar tenía la posi-
bilidad de trabajar con niños para evitar que acabaran en la calle. Aquel
trabajo me llenaba mucho. Actuábamos en barrios marginales, donde la
gente no tenía nada de nada y mi función era enseñarles y transmitirles
el amor por la música, eso que tanto amo. El ambiente de trabajo era fan-
75
76. tástico, la gente que trabajábamos allí no éramos solo compañeros, sino
también amigos, lo compartíamos todo: reflexiones, actividades,… era
como una gran familia. Yo creía mucho en mi trabajo y en la gente con la
que compartía mi tiempo, no lo veía como una obligación, lo hacía con
muchas ganas y disfrutaba con lo que hacía día a día. En alguna ocasión,
tras unos años de haber trabajado con unos niños volví a verlos de nuevo
por la calle y ya no eran niños, eran jóvenes, personas adultas que habían
tomado las riendas de su vida y que estaban labrándose un buen futuro.
Eso para mí fue lo más grande, me llenaba muchísimo ver cómo con mi
trabajo estaba ayudando a muchos niños y niñas. Era fantástico.
En esta misma organización en la que yo trabajaba solíamos hacer
intercambios con distintos países: con España, con Francia, con Holan-
da,… sobretodo con países de Europa. De hecho, cada año llegaban vo-
luntarios a trabajar con nosotros, a conocer lo que hacíamos, a aprender
y ayudarnos en nuestra labor. Muchas veces, lo que acababa pasando es
que tras una experiencia tan intensa como la que vivíamos en la organi-
zación, había gente que no quería regresar a su país, que decidía quedarse
un tiempo más en Honduras para profundizar en nuestro trabajo. En
uno de esos grupos de voluntarios que venían a trabajar con nosotros
estaba la que sería mi futura pareja.
Durante el tiempo que estuvo en Honduras nos fuimos conocien-
do, poco a poco, día a día, y al final acabé locamente enamorada de ella.
Hasta conocerla siempre me había enamorado, o mejor dicho, me había
ilusionado con chicos. Puede que en alguna ocasión sintiera algo por al-
guna mujer, pero no me planteaba que pudiera ser algo más profundo,
quizás porque nunca había estado realmente enamorada. De hecho, me
sorprendí a mí misma, porque en el momento en que surgió el amor de
verdad lo viví como algo totalmente natural, sin prestar atención al he-
cho de que fuera con una mujer. Así es como empezó nuestra historia. La
relación tuvo una corta vida en Honduras y es que claro, ella tenía que
regresar de nuevo a España. En aquel momento, después de lo que había-
mos vivido y sentido juntas no podíamos separarnos, era imposible. Así
que tomé la decisión de dejar todo lo que tenía, toda mi vida y venir con
ella. Había conocido el verdadero amor y eché a volar.