la revelacion de jesucristo, estudio del libro Apocalipsis
La situación nacional y las elecciones. 6 de enero de 1988
1. La Situación Nacional y las Elecciones
INTRODUCCIÓN
Como en otras ocasiones, los obispos del Paraguay nos dirigimos a
los fieles de nuestras jurisdicciones y a todos los hombres de buena
voluntad que habitan nuestra patria. Lo hacemos para formular el
augurio de un nuevo año colmado de bendiciones. Lo hacemos
también para compartir algunas reflexiones sobre el momento que
vive el país y para referirnos a un acontecimiento de singular
importancia: las elecciones de febrero de 1988.
Entendemos que nuestra misión como pastores de la Iglesia, es
evangelizar. No concebimos el adecuado desempeño de esa misión
de espaldas a la realidad nacional e insensibles a los problemas y
angustias de nuestro pueblo, sobre todo cuando se trata del orden
moral. De ahí que juzgemos que nuestra responsabilidad es la que
nos exige elevar nuestra voz para aportar a la vida de la comunidad
nacional la luz de la doctrina de Cristo, que facilite una civilizada
convivencia ciudadana.
1- EL PANORAMA NACIONAL
A los ojos del observador desapasionado, el panorama nacional está
compuesto por numerosos hechos. Es lógico que estos hechos
comprendan luces y sombras, que deben ser interpretados de acuerdo
a criterios fundamentales. A la luz de este principio ofrecemos nuestra
visión, avalada por la experiencia cotidiana de una institución como
la Iglesia, cuyos obispos, sacerdotes y agentes de evangelización
comparten la vida del hombre paraguayo. Esta experiencia es la que
nos induce a mencionar algunos elementos para la reflexión de todos.
a) La persona humana
El hombre debe ser el centro de las preocupaciones de la
comunidad nacional. Dar a la persona humana la primacía que
tiene, es reconocer el valor del varón y de la mujer, es respetar
y promover sus derechos, es prestarles los servicios
indispensables y considerarlos en la práctica como sujetos y
destinatarios del desarrollo socio-económico y cultural del país.
Para el creyente esta realidad adquiere mayor importancia
porque percibe que todo ser humano es hijo de Dios. De ahí
que afirmamos con el actual Papa Juan Pablo II: "Todos los
caminos de la Iglesia pasan por el hombre".
Nos duele comprobar que nuestra realidad no se identifica con
estos principios. Ni en el orden personal ni en el orden social
se atribuye este valor y esta importancia a la persona humana.
Nos hemos acostumbrado a conceder la real primacía a otros
2. ídolos y a otros valores. Ya en 1979 los obispos señalábamos
con alarmada preocupación la vigencia de los ídolos del placer,
del poder y del tener, como síntoma peligroso de un deterioro
moral que sigue en aumento.
La sistemática deformación de la conciencia moral por el
empleo de formas de servilismo, corrupción y violencia, y la
represión y supresión de todas las organizaciones sociales
independiente, indican una destrucción del hombre paraguayo
que lastima y preocupa la conciencia honrada del país.
b) Los valores morales
Es triste y lamentable comprobar la paulatina pérdida de valores
morales tradicionales del hombre paraguayo. La nobleza y
fidelidad a la palabra empeñada, la austeridad de la vida y la
laboriosidad incansable, la hospitalidad generosa, entre otros,
caracterizaron a nuestro pueblo. Hoy, son otros los valores que
se establecen como determinantes y orientadores.
Se predica la lealtad servil como si esta fuera mucho más
importante que la verdad objetiva y la práctica del bien. Se
insiste en la utilidad del orden por encima del respeto a la
justicia. Se pretende que la crítica sana y veraz sea reemplazada
por la sumisión obsecuente o el silencio que evite todo
cuestionamiento. Y hasta se menosprecia como subversiva la
voz que demanda la vigencia del amor al prójimo como
condición de la verdadera paz.
Las jóvenes generaciones observan con estupor la búsqueda
del poder para satisfacer ambiciones egoístas. Observan las
manipulaciones de las formas legales con absoluto desprecio
de la justicia que debe amparar y proteger al ciudadano común;
la multiplicación de hechos delictivos que nos son sancionados
sólo porque son cometidos por amigos o correligionarios. Las
obras materiales, que nadie desconoce, no invalidan estos
hechos negativos. Los valores morales que hacen posible la
concordia amistosa y la convivencia en el discenso civilizado,
no pueden ser reemplazados por aquellas obras, de las que una
propaganda persistente quiere hacer fundamento de la paz y del progreso.
c) La convivencia
Han pasado casi dos años desde el llamado formulado por la
Iglesia para que a través de un Diálogo Nacional franco y
sincero, los paraguayos buscáramos rehacer nuestra deteriorada
convivencia. A pesar de los esfuerzos de la Iglesia y la generosa
respuesta de muchos sectores, especialmente de la población
3. juvenil del país, es lamentable comprobar que los síntomas del
mal se han agudizado. Si en abril de 1986 podíamos hablar de
una desunión constante y de un enfrentamiento creciente, el año
transcurrido nos muestra como hemos llegado a formas de
violencia física imposibles de negar e imposibles de justificar.
Es cierto que se perciben nobles aspiraciones y un decidido
afán de cambio en muchos paraguayos. Es cierto que subsisten
virtudes personales y sociales. Por eso nuestra reflexión no
nos lleva a la amargura ni a la desesperanza. Pero nos preocupa
mucho y nos impulsa a formular este llamado a todos los
compatriotas, a fin de rectificar rumbos y aplicar remedios
enérgicos, proporcionados a la gravedad de la hora.
2. LAS ELECCIONES DE FEBRERO DE 1988
Ingenuo sería pensar que unas elecciones pueden cambiar todo este
cuadro. Por otra parte, sería injusto asignar como exclusiva
responsabilidad de un grupo o de un cierto espacio de tiempo el cuadro
mencionado. En el segundo mensaje sobre el Diálogo Nacional los
obispos hemos dicho nuestro modo de ver esta realidad. Hoy queremos
recordar que este panorama del país debe ser tenido en cuenta para
hablar de la convocatoria a elecciones el 14 de febrero próximo.
a) La participación en la construcción del bien común
La construcción del bien común es obligación de todo
ciudadano. Éste es un principio fundamental de la doctrina de
la Iglesia. Nadie tiene derecho a excluirse ni a ser excluido de esta
responsabilidad.
Las formas de participación política son diversas: elecciones,
votaciones, partidos políticos, etc. Para que el ejercicio de
cualquiera de estas formas de participación sea válida, es
indispensable que el ciudadano pueda hacer uso de sus derechos
fundamentales. Uno de ellos es el de expresión: opinando,
protestando, participando o proponiendo. Es necesario recordar
estos principios fundamentales para dar al acto eleccionario la
importancia que tiene sin olvidar las condiciones necesarias.
b) El derecho y el deber ciudadano
Todo ciudadano tiene derechos y deberes que deben ser
respetados. La participación en las elecciones es un deber y un
derecho. Lógicamente el respeto no se puede limitar al día de
las elecciones al acto de la votación. Para que se pueda hablar
de un acto eleccionario democrático es necesario que esté con
plena vigencia la libertad de construir partidos políticos; que
se ofrezcan alternativas válidas y legítimas para la consecución
del bien común; que haya garantía de libre presentación de
4. programas y propuestas durante campañas electorales; que el
Estado guarde absoluta imparcialidad en todo el proceso; que
exista efectivo control por parte de los partidos políticos en el
acto eleccionario y en el recuento de los votos.
Todo ello forma parte de los derechos y deberes del ciudadano
y son elementos que dan credibilidad al sistema electoral y
robustecen la vida democrática de la nación.
c) Algunas cuestiones concretas
Creemos necesario recordar que las votaciones no hacen la
democracia. Las elecciones, cuando ofrecen alternativas al
ciudadano, facilitan la instauración de un régimen democrático,
pero es evidente que todo el proceso eleccionario es el que
debe responder a las exigencias del sistema democrático.
Por eso vemos con preocupación el desconocimiento o rechazo
de ciertos principios que queremos recordar:
- todo ciudadano tiene que actuar en conciencia y su
decisión deber ser respetada cuando no lesiona el bien común.
- esta decisión implica no sólo elegir entre diversas
candidaturas sino también votar en blanco cuando
ninguna de ellas merece su confianza o adhesión.
d) La dolorosa experiencia nacional
Forzoso es reconocer que el hombre paraguayo tiene muchas
y muy negativas experiencias en este campo. También debemos
declarar, con toda responsabilidad, que el proceso hasta ahora
seguido en los partidos políticos para la designación de
candidatos, no constituye un ejemplo de democracia. Por eso se
llega con acentuado escepticismo y marcada indiferencia a la etapa
culminante del proceso electoral. Y el hombre común afirma que
todo está previsto para que todo siga igual; que se cumplirá una
formalidad carente de importancia el día 14 de febrero.
Creemos que las responsabilidades y culpas son compartidas
por partidarios y adversarios de tal o cual postura. Pareciera
que a los dirigentes les interesa más el triunfo personal o grupal
que el bien de la nación. Nos apresuramos en reconocer que
también los obispos asumimos nuestra propia responsabilidad y culpa.
Seguramente pudimos y debimos predicar más la necesidad
de una responsable educación cívica y de respetar el pluralismo
político, la igualdad de oportunidades, el cese de la represión a
los opositores, la urgencia de evitar el uso de recursos del Estado
5. en favor de un partido, el cultivo y la promoción de la tolerancia
política. Pero no queremos ni podemos dejar de señalar que
todos los ciudadanos no pueden permanecer indiferentes ante
acontecimientos políticos importantes. La crítica no es
suficiente. Mucho menos el retraimiento, a veces justificado
por los vicios de la política nacional. Es imprescindible iniciar
ya una nueva etapa. Una vez más reiteramos nuestro rechazo a
toda forma de violencia, por ser injusta, anti-evangélica,
generadora de injusticias aún mayores. Tampoco queremos caer
en la ingenua ilusión de fórmulas fáciles y rápidas. Es todo un
cambio de mentalidad el que debe iniciarse para que se pueda
establecer el conjunto de leyes que permitan la efectiva y real
vigencia de un sistema democrático.
Finalmente, creemos también necesario apelar a la conciencia
de los dirigentes políticos y de quienes detentan el poder.
Si es cierto que todos los ciudadanos somos responsables, es
indudable que ellos -autoridades y dirigentes- tienen una cuota
muy superior a la del hombre común. Exhortamos a deponer
resentimientos personales e intereses egoístas que escandalizan
al pueblo y ofenden la convivencia. Exhortamos a buscar en el
respeto y en la concordia modos nuevos de hacer política,
mirando el bien del país y pensando en el juicio de la historia.
NUESTRA PALABRA FINAL
Hace pocos días, el nacimiento del Niño Jesús nos mostraba la realidad
de un Dios que se hace hombre para salvarnos del pecado y de la
muerte. La Navidad renovó en nosotros la esperanza de un futuro
mejor, anunciado por los ángeles en la noche de Belén.
Confiamos en el permanente llamado de Dios a los hombres de buena
voluntad y en la capacidad de respuesta que tenemos también nosotros,
los paraguayos de hoy. Por eso, exhortamos a la reflexión y a la
oración, así como a la urgente concreción de iniciativas que aseguren
efectivamente que nuestro pueblo viva en paz y en desarrollo integral.
En la paz que está fundada en la justicia y el amor. En la paz que
anhelamos todos y necesitamos. En la paz que auguramos a todos
nuestros compatriotas y a cuantos comparten con nosotros la tarea de
construir, con Cristo Eucaristía, un nuevo Paraguay.
Asunción, 6 de Enero de 1988
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+Jorge Livieres Banks
Obispo-Prelado de Encarnación y Secretario General de la CEP