2. POR HU MB ER TO OR OZC O
LAS MALAS LENGUAS VOMITABAN QUE MÉXICO SE COLOMBIANIZABA. ERA UNA AFRENTA PARA LOS COLOMBIANOS QUE SE RESISTÍAN A QUE EL
CLICHÉ REDUCCIONISTA LOS ESTIGMATIZARA, COMO SI TODO EN COLOMBIA FUERA NARCOTRÁFICO. ESO HA IDO CAMBIANDO Y, A PESAR DE LAS
DIFÍCILES CONDICIONES DE LA VIDA POLÍTICA, DE LA GUERRILLA, DE LOS PARAMILITARES Y DEL NARCOTRÁFICO, HOY PARECERSE A BOGOTÁ O A
MEDELLÍN IMPLICA TENER IMAGINACIÓN POLÍTICA PARA REVISAR CÓMO ES QUE ÉSTAS CIUDADES RESUELVEN LOS PROBLEMAS DE LA SEGURIDAD, LA
CONVIVENCIA Y LA CULTURA URBANA. POCOS PAÍSES SE PUEDEN DAR EL LUJO DE EXPORTAR IDEAS DE SUS GOBERNANTES. ANTANAS MOCKUS ES
DE LOS COLOMBIANOS QUE HAN CAMBIADO, DESDE LO LOCAL, LA VISIÓN DE BOGOTÁ Y, EN MÁS DE UN SENTIDO, LA IMAGEN DE COLOMBIA. AHORA
MUCHOS ALCALDES Y POLÍTICOS DEL MUNDO VOLTEAN A VER A ESTE EXCÉNTRICO PROFESOR PARA APRENDER SU LECCIÓN.
LA B OGOTÁ D E AN TES
H ac e y a c as i 13 años, me subí al avión para regresar de Bogot á a la ciudad de Guadalajara, en México. Sent í a una
es pec ie de nos t algia y una rara mezcla de inseguridad y am ist ad, al dejar la t ierra de los amigos colombianos y C ul tura ci udada na
regres ar c on algunos de mis compañeros de la universidad hechos amigos precisament e al lí , en Bogot á. Por consejo f ue un conjunt o de programas y proyect os que
de c olombianos y colombianas de aquí y de allá, t raí a bajo el brazo uno de los t ext os que más he disf rut ado y expresaron la prioridad de un gobierno local
padec ido s in es c apat oria por la pluma irreduct ible de Álvaro Mut is: La mansión de Araucaí ma y los C uadernos del clarament e orient ado hacia la convivencia ciudadana
palac io negro. En el vuelo t omé El Tiempo, el diar io colombiano que of recí an en el avión, y me encont ré con un por la ví a de un cambio conscient e de comport amient o
3. edit orial que lla mó mi at ención: hablaba del camino a la alcaldí a bogot ana de un prof esor, mat emát ico y f ilósof o, (Ant anas Mockus, C ult ura ciudadana. Programa cont ra
c omo el f ilós of o-rey que a Plat ón ilusionó y desilusionó, el soñado f ilósof o-rey del at eniense. la violencia en Sant a Fe de Bogot á, C olombia, 1996-
1997).
Era el año de 1994 y habí a visit ado Bogot á durant e varios dí as. Me encont ré con una ciudad de mont aña, hermosa, .
c aót ic a y t ens a. C on un clima cálido en el dí a y f resco por la noche. Salí una t arde con mis compañeros de viaje en la
c apit al de C olombia, al caf é y librerí a Oma, lleno de jóvenes y algunos adult os. Todaví a no t omaba el pulso del nivel
de ins eguridad que se viví a en la ciudad. Y es que los mexicanos t enemos nuest ra ciudad de México, que no cant a
mal las ranc heras . Yo no ent endí a por qué los cerca de diez t axist as que se habí an det enido cuando les hicimos la
parada mis c ompañeros y yo, no se at revieron a llevarnos al saber la dirección. Eran las siet e de la t arde–noche. N os
habí amos hos pedado en una est ancia ent rañable, El Mesón de la R osit a, a unas doce cuadras del cent ro de la
c iudad. Algunos , al saber dónde era, se disculpaban o simplement e decí an: “a llí no, yo no voy”. C omo el servicio de
t ax i era barat o, pensamos que t al vez, por la hora, pudiera t rat arse de dinero y of recimos pagar más. U n chof er de
plano nos dijo: “n i muert o voy a est as horas allí ”. “¡Ah, qué la vaina de la capit al colombiana! ”, pensamos. Por f in dos
t ax is t as s e ani maron a llevarnos en caravana y al llegar a la casona de mont aña, encont ramos la puert a t rancada.
Los s onrient es y nerviosos anf it riones nos abrieron, y ent ramos t emerosos y agazapados.
U n par de mañanas pudimos caminar por el cent ro de Bogot á. N o habí a vist o ant es t ant os niños y jóvenes pobres,
c on s us c obijas al hombro, sus casas ambulant es. En una de esas caminat as, un muchacho se nos emparejó y se
inc orporó a nues t ro grupo; ext endió su mano para most rarme decenas de piedras verdes en un pañuelo blanco: eran
es meraldas . A unos 30 met ros, dent ro de una plaza cercada por una armoniosa reja de hierro f orjado a las af ueras de
uno de los palac ios de gobierno del cent ro, bajaba de un impecable Mercedes Benz una alt a y rubia mujer que
parec í a modelo s ueca. En los alrededo res se apost aban y paseaban soldados con sus armas largas como part e del
pais aje urbano. Tant os cont rast es en t an poco espacio. En una de las calles principales, en una barberí a encont ré
una f ot o de C ant inf las. C aminar nos pareció mejor alt ernat iva que los t axis para llegar a nuest ra est ancia, y encont ré
por v ez primera una ref erencia a Ant anas Mockus en una pint a en la pared: “ Fulano (cont endient e a la alcaldí a) es un
polí t ic o perdido. Mockus es un hombre perdido en la polí t ica”.
Al pregunt ar, nos advirt ieron que en algunas zonas de la ciudad las pandil las y quienes cont rolaban cada colonia,
mat aban a la gent e por unas monedas, por unos t enis, por una nada. Eran los que golpeaban, los que robaban, los Sú per C í vi co
que mat aban; pero eran los que cuidaban el barrio, los que at endí an a sus f amilias, a sus vecinos, los que velaban “U na vez que me disf racé de Súper C í vico; est aba
porque nada les pasara a los suyos. En el cent ro, y en casi t odos lados , los aut omóviles rugí an unos cont ra ot ros, los t omándome las últ imas f ot os con ese vest ido al lado
peat ones as us t ados brincaban t odo el t iempo para no ser at ropellados. U na vez dent ro del t axi, daba la impresión de de una capilla y pasó una señora y f uriosa me dijo:
que los aut os int ent aban echarse encima de los caminant es, de mujeres, niños, jóvenes, hombres. C amioneros ‘¡a lcalde, t rabaje! ’ Ella t ení a t oda la razón. Yo puedo
f urios os que s e le lanzaban al peat ón que acababa de bajar de su unidad, pit idos, claxonazos, f renazos con llant a moldea r los lí m it es del orden cult ural, pero lo puedo
quemada. D e nuevo la paradoja, calles perf ect ament e señaladas para no perderse por nada y una nube de aut os a hacer sólo por un moment o. Es decir, es como un
v uelt a de rueda s in poder desplazarse por las adoquinadas o empedradas calles de majest uosas const rucciones de pequeño sacrilegio que no queda disculpado
s iglos pas ados . plenament e por la idea de que lo hago para recordar la
exist encia de lo sagrado. ”
As í rec uerdo la Bot ogá de ant es de Mockus, una ciudad que parece a un siglo de dist ancia de la act ual.
EL LLA MA D O A L FI LÓSOFO PA RA GOB ER NA R
C onv ers amos por t eléf ono con Ant anas Mockus una mañana de mediados de oct ubre, a escasos cuat ro dí as de las
elec c iones loc ales en C olombia. D ice Mockus que así como nunca se imaginó ser rect or, t ampoco pensó en ser
alc alde o c andidat o a la presidencia de su paí s. El que un f ilósof o y mat emát ico se int erese en gobernar la ciudad “Yo n unca so ñé con ser al cal de ni con ser rector.
nos regres a a una vieja discusión f ilosóf ica: ¿los f ilósof os y los int elect uales deben gobernar o se deben dedicar al La manera de realizar bien la t area de rect or y realizar
t rabajo f ilos óf ic o y cient í f ico en su campo? Y eso que a Kant le quedaba claro que los f ilósof os no debí an gobernar, bien luego la t area de ser alcalde, me llevó a
porque el poder obnubila el rect o uso de la razón, según decí a. conseguir la segunda alcaldí a. Fueron como ef ect os
secundarios de algo que sí ha sido la const ant e: la
A pes ar de haber nacido en la cuna de los arist ocrát icos que gobernaban ent onces, Plat ón se dio cuent a de cómo los lucha por la consist encia y ciert o gust o por la
democ rát ic os que habí an ganado el poder en At enas condenaron a muert e a su maest ro Sócrat es. Su encuent ro con innovación, t ambién. La conciencia de que el orden
Sóc rat es y c on la f ilosof í a habí a t enido la int ención clara de prepararse para la polí t ica, pero no para los mét odos cult ural exist e, es casi t an import ant e como el orden
polí t ic os que v iv ió, incluso peligrando por ser del cí rculo socrát ico. Pese a t odo eso, Plat ón int ent ó t res veces llevar de las leyes y como el orden psicológico ind ividual. Me
a los hec hos s u s ueño del f ilósof o-rey en Siracusa, Sicilia y de nuevo se desencant ó de la polí t ica. En Siracusa sient o un académico del t ercer mundo que ha podido
reinaba el t irano D ionisio i, a quien no pudo inculcar su ideal f ilósof o-rey. Luego D ionisio ii, hijo del primero, y el esculcar en las ‘canecas’, en las papeleras de las
res ult ado f ue c as i el mismo. Al único que pudo inculcar algo de sus ideas del t ext o Georgias, f ue a D ión, parient e de universidades del mundo, de la comunidad académica
D ionis io, quien le guardó siempre aprecio, pero al poco t iempo de su gobierno, f ue asesinado. Se dice que Plat ón f ue mundia l, y ha encont rado unos f ragment os que han
v endido c omo es c lavo y, que después de ser rescat ado, regresó a At enas y f undó la Academia. servido para t ransf ormar la ciudad y algunos aspect os
de la sociedad colombiana. ”
4. Ant anas Moc k us f ue alcalde de Bogot á dos veces, de 1995 a 1997 y de 2001 a 2003, y dice que no es el f ilósof o-rey
pens ado en La R epública por Plat ón; más bien Mockus habla del Plat ón que en Las Leyes se propuso ver a los
hombres t al y c omo son en la real idad y no como deberí an ser. Ant e la dif icult ad de encont rar hombres capaces de La comunicación ent re los ciudadanos y de ést os con
gobernar c on v irt ud y ciencia por encima de la ley (el f ilósof o-rey), la ley debe ser la soberana: “Plat ón sabí a que con las aut oridades administ rat ivas t e
buena educ ac ión y buenas leyes, se puede lograr realizar un orden soc ial, just o, incluyent e… razonable”, asegura ní a reminiscencias de la Teorí a de la acción
Moc k us . H an s ido los ciudadanos quienes le han ayudado a ser consist ent e, dice. “Me han llamado la at ención con comunicat iva, de H abermas (cada int eracción t eje
enjundia. Por ejemplo, un dí a yo voy manejando sin el cint urón de seguridad y en el semáf oro me llama la at ención ví nculos), así como de Bernst ein (cada int eracción
un t ax is t a, quien me hace una señal con el pulgar hacia abajo. Yo piens o que es una evaluación general de mi comunicat iva sirve de ocasión para que act úen y se
ges t ión, ent onc es cambio un poco mi expresión. Él t al vez se compadece de mí y me muest ra, con señas, que no reproduzcan lí mit es e ident idades ligados al orden de
llev o el c int urón de seguridad. Yo me m iro, veo que no t engo el cint urón de seguridad, e inmediat ament e me llevo la la sociedad).
mano a la c abez a en señal de vergüenza. R ápidament e abrocho el cint urón de seguridad y volt eo a mira r al t axist a,
c on algo de t emor; él est á sonrient e con el pulgar hacia arriba en señal de “ha hecho lo que debí a hacer”. Los
lat inoameric anos de conciencia est amos bien, lo que t enemos que const ruir son mecanismos para regula rnos
amablement e unos a ot ros, para ayudarnos unos a ot ros a ser consecuent es con lo que ya en la conciencia t enemos
c laro”, plant ea. Leí que Mockus decí a de los mexicanos a D aniela
Past rana, para La Jornada, que “con la t radición
UN A NU EVA B OGOTÁ cult ural que t ienen y con la f uerza de la ident idad de
En una ejemp lar c iudad en los lí mit es del caos, como hay muchas hoy, habí a una vez un f ilósof o mat emát ico, genio la cult ura, ust edes podrí an hacer kilómet ros de cult ura
para muc hos , medio loco para ot ros, que f ue rect or de la U niversidad N acional de C olombia, y que se propuso lo ciudadana mucho más f ácilment e que lo que se hizo
impos ible: lograr el consenso ciudadano, la comunicación de la que habla el f ilósof o alemán H abermas. Ant anas en Bogot á”. C ómo quisiera que Mockus t uviera razón,
Moc k us s e ilus iona con seguir siendo un prof esor de ciudadanos, un pedagogo que inspira una convivencia más pero mi hipót esis es que Bogot á es una ciudad más
humana para los bogot anos. Tamb ién se ident if ica con el Plat ón de Las Leyes, que propone una l ibert ad at emperada escolarizada que las ciudades de México, con una
por la aut oridad. Tal vez por eso Mockus impuso la Ley Zanahor ia que obligaba el cierre de los lugares de vida gran educación, con grandes colegios, universidades,
noc t urna que v endí an alcohol a la una de la madrugada, ant e la cont undent e realidad de la muert e por su consumo bibl iot ecas, diarios y revist as; y él dio en el clavo
inmoderado. En s u ciudad, en est as épocas, el alcohol era la causa de 49% de los decesos por accident es de ext endiendo f uera de las aulas f ormales la pedagogí a
t ráns it o, de 33% de los homicidios con arma de f uego y de 49% con armas punzocort ant es, de 35% de los suicidios y de su programa C ult ura C iudadana en el espacio
de 10% de las muert es accident ales. público de la ciudad. C laro, en t ierras mexicanas
t ampoco t enemos un prof esor así ; a los prof esores y
Moc k us y s u equipo desarrolla ron una serie de programas para hacer congruent e la moral de los bogot anos con la ley prof esoras met idos en la polí t ica mexicana no los
y la c ult ura, en c ont ra de la violencia. Por eso comenzó a vest irse de Súper C í vico y a hacer cosas que parecí an queremos ni recordara.
loc as . R epart ió ent re los ciudadanos t arjet as con el dibu jo de una mano con el pulgar hacia arriba por un lado y el de
una mano c on el pulgar hacia abajo por el ot ro, con las que los ciudadanos regulaban el comport amient o de sus
c ongéneres de manera pací f ica. Para mejora r la convivencia ent re peat ones y conduct ores, durant e t res meses
s alieron a las c alles de la ciudad 400 mi mos, quienes en las int ersecciones viales señalaban —con sus gest os
amables — la nec esidad de que un aut omovilist a hiciera ret roceder su aut omóvil en un semáf oro rojo, para dejar libre
la c ebra de c ruc e de peat ones. Pero, más allá del gest o del mimo, si el conduct or se negaba a ret roceder, era
mult ado por un agent e de t ránsit o, por lo general acompañado del aplauso de los peat ones y de muchos ot ros
c onduc t ores . “La represión policia l era la últ ima medida de una secuencia pedagógicament e ordenada, y, gracias a la
c lara lec t ura de la sit uación y al respaldo social de la sanción, el ef ect o pedagógico se ref orzaba”, me cuent a
Moc k us . Las c ampañas t ambién t ení an el objet ivo de que los peat ones aprendieran a cruzar únicament e por los sit ios
demarc ados en las esquinas y a subir a los camiones en los paraderos asignados. U n año después del inicio de est as
c ampañas , la c ebra era respet ada en Bogot á por 72. 25% de los peat ones y 76. 46% de los conduct ores.
5. En la N av idad de 1994 murieron cinco niños y 127 suf rieron quemaduras por los f uegos art if iciales. En la N avidad de 1995, Mockus advirt ió que prohibirí a los f uegos art if iciales
t an pront o s e not if icara un niño quemado en la ciudad. Lo cual sucedió. “H ubo sanción pedagógica y se impusieron t rabajos cí vicos a los padres que perm it ieron que sus hijos
jugaran c on pólv ora. En esa N avidad de 1995 no murió ningún niño, y los heridos por pólvora bajaron de 127 a 46”, cuent a. También prohib ió la port ación de armas: los
homic idios c omunes bajaron en más de 100 casos en el primer año; después se redujeron aún más. “Que las armas descansen en paz en est a N avidad”, f ue el lema del desarme
v olunt ario. Es t imuló la ent rega de armas a cambio de bonos para comprar regalos navideños y muchos las ent regaron sin pedir nada a cambio. Los bogot anos ent regaron 2, 538
armas , que s e f undieron y produjeron cucharas para aliment ar niños, con la leyenda: “AR MA FU I ”, met ida en elegant es est uches de madera y acrí lico para casas y of icinas.
6. Las jornadas de “vacunación cont ra la violencia ”, que buscaban permit ir el desahogo y la expresión de la ira, la t rist eza y la f rust ración por los malos t rat os suf ridos en ot ras
époc as , c ons is t í a en un rit o asist ido por un psiquiat ra o un psicólogo preparado especialment e para est e f in. D espués de rememorar la agresión suf rida, las personas se
des c argaban v erbal o f í sicament e cont ra un muñeco con la cara del agresor; part iciparon 45 mil personas. Se inst auraron los cursos de policí as f ormadores de ciudadanos, las
jornadas de rec onciliación y solución pací f ica de conf lict os, así como los semilleros de convivencia. Para evit ar el client elismo, los concejales de la ciudad no podí an part icipar
en los c onc ejos direct ivos o de cont rat ación de ninguna empresa.
Llev ó el jaz z al aire libre y el rock al parque, con “e l goce zanahorio”. C on el progra ma R ap a la Tort a, promovió polí t icas sobre t olerancia y convivencia por medio de la música,
c on el R ap and R oll. Ést as y ot ras act ividades cult urales revit alizaron el cent ro de la ciudad. D esde una perspect iva t ambién pedagógica, se llevó la música a los t emplos
c at ólic os , pres bit erianos, lut eranos, anglicanos y ort odoxos. Más de cien bandas se present aron en 1995, con la asist encia de más de 50 mi l jóvenes; en 1996, 250 bandas con
120 mil jóv enes escuchas; en 1997, 210 mi l personas escucharon 82 bandas nacionales y nueve int ernacionales.
C on la emergenc ia result ado de la f alt a de agua en la ciudad, en 1997, realizó una campaña de ahorro del lí quido, con cuat ro mil niños y jóvenes “acuací vicos”, que se
c omplement ó c on t elef onemas y sanciones para los despilf arradores. El ahorro alcanzó ent re 8% y 12%, y mant uvo en el t iempo una baja de 5%. Todas est as acciones del
programa de C ult ura C iudadana f ueron encaminadas a f ort alecer la relación ent re la ley, la moral y la cult ura.
Más al lá de la ac ademia, Ant anas Mockus no es f ilósof o solament e por sus t í t ulos de maest ro en Fi losof í a por la U niversidad N acional de C olombia y en C iencias Mat emát icas
por la U niv ers idad de D ijon: lo es en ciert o modo como en la ant igua Grecia, porque piensa la ciudad y a los ciudadanos en t ant o seres humanos. Eso mismo hací an Sócrat es y
Plat ón, quien s e f ormó con Sócrat es, no para ser f ilósof o sino just ament e para gobernar para la polis, para la ciudad. Mockus no es prof esor universit ario —aunque lo es, en la
U niv ers idad N ac ional de C olombia— solament e por haber sido prof esor invit ado o visit ant e en H arvard, Kennedy, Oxf ord o el R ockef eller C ent er f or Lat in Amer ican St udies o
porque lo rec onocieron como D oct or H onoris C ausa de la U niversidad de Parí s viii; es un prof esor porque le encant a enseñar, en la calle, a sus conciudadanos.
D is f rut a pas ear por la ciudad haciendo del camino un sí mbolo de conviv encia, de vergüenza ant e las f alt as cont ra la ciudadaní a, de pena por las malas cost umbres que van
minando la mirada mut ua de los bogot anos. D e irse en biciclet a a la alcaldí a, de ponerse un chaleco ant ibalas con un vací o a la alt ura del corazón, de invit ar a los mimos, a los
poet as , a las mujeres y a los niños a habit ar la calle, a hacerla suya.
Es jus t o dec ir, t ambién, que algunos lo consideran un t ipo aut orit ario. N o es mi int ención idealizar a est e gobernant e;
más bien quiero plant ear que t ransf ormar Bogot á, la Bogot á que yo conocí hace más de diez años, no es poca cosa.
Y jus t o t ambién es decir que no f ue el único ni el primero: el alcalde ant erior a él, Jaime C ast ro, ya habí a logrado Ser “zanahori o”
algunos c ambios en Bogot á, aunque no al ivió la crisis de violencia que viví a la capit al a inicios de los novent a; el En C olombia, la palabra “zanahorio ” signif ica “sano”,
c ompañero de Moc kus, Paul Bromberg, f ue un personaje vit al en la consolidación del programa C ult ura C iudadana, y pero con una connot ación negat iva. La Ley Zanahoria,
s iguió Peñaloz a. que cerraba t emprano los locales que vendí an alcohol
en Bogot á, est uvo acompañada de un despliegue
LA C I UD AD AN ÍA SE C ON STRU YE C ON LOS OTR OS comunicacional que incluyó repart ición de zanahorias
“U no no nac e c iudadano, uno se va volviendo ciudadano; uno no nace hablant e, uno va aprendiendo a hablar. Si a en conciert os y la invención de bebidas sin alcohol
uno nadie le hablara, por ejemplo, si unos padres muy pragmát icos dicen ‘no le hablemos al chino, al pelao’, pues denominadas “coct eles zanahorios”. Ser “zanahorio”
ent onc es uno nunca aprenderí a a hablar. Ent onces part e de la const rucción de ciudadaní a consist e en t rat arnos unos se f ue t ransf ormando, así , en seguir la propia
a ot ros c omo c iudadanos, y eso signif ica conf iar en la aut orregulación, dar oport unidades para demost rar que uno es conciencia en vez de plegarse a la presión social de
may or de edad, c onf iar en las señales sut iles de la comunicación int erpersonal, para corregirnos mut uament e. ” obrar cont ra la conciencia o la ley. Ser “zanahorio ” es
Teorí a hec ha práct ica. Saberes de universidad que se vuelcan a las calles, a la vida cot idiana, a la vida ciudadana. abst enerse de ir cont ra la ley, pero con convicción
Él lo dic e c on c laridad: “no me imagino hacer est e t rabajo sin compart ir con f ilósof os, sociólogos, sociólogos de la (Mockus, C ult ura ciudadana, 1995).
c ult ura es pec ialment e, y los ant ropólogos; y obviament e los economist as son supremament e import ant es, así como
los gerent es y los ingenieros”. Saberes prof esionales puest os a hacer ciudadaní a.
És t e es quiz á el liderazgo polí t ico que ansí an nuest ras ciudades, que sueñan nuest ras comunidades. La inspiración
de pens adores de la ciudad desde el ser humano y para el ser humano, para revivir a las ciudades proyect ando las
ideas v it ales de la int eligencia que est án lat iendo ent re los ciudadanos. Queda por demost rar, como han insist ido
algunos de s us det ract ores, que est a pedagogí a ciudadana permit a t ransf ormar est ruct uralment e las sociedades,
7. erradic ar la pobreza y convert irla en un lugar para t odos. Esperanza que muchos seguimos albergando. m