1. Como epígono del 27 y puente hacia este siglo encontramos a Miguel Hernández, del cual
podemos decir que escribe obras sinceras y sociales, es autodidacta, y es llamado el poeta
pastor. Durante la guerra civil su lenguaje es más accesible. Destacamos Cancionero y
romancero de ausencias de estilo intimista.
En los años cuarenta, durante la guerra civil, ésta influye claramente en las obras literarias, y se
desarrolla la poesía arraigada, afín al régimen de Franco que crea una revista, Garcilaso,
neoclásica, intimista y nacionalista. Un ejemplo es Vivanco con El descampado, Panero y
Rosales. Y al contrario que ésta tenemos la poesía desarraigada con Crémer o de Nora, que no
están de acuerdo con la realidad del momento, y la revista Espadaña.
En los cincuenta, encontramos una poesía rehumanizada, con lenguaje sencillo, temas
cotidianos de denuncia social, dirigida a la mayoría y en la que importa más el mensaje que la
forma. Destacamos a Celaya, primero un tanto surrealista y luego bécqueriano con Marea de
silencio. También Blas de Otero está preocupado por la realidad social en una poesía
existencialista con bastantes recursos literarios como Pido la paz y la palabra. Morales habla
sobre la verdad, la libertad, el amor y podemos nombrar El corazón y la tierra. Y terminamos
con José Hierro, un lenguaje sencillo y directo y que continúa la tendencia desarraigada
anterior. Escribe Quinta del 42.
En los sesenta los temas se agotan e incluyen el cuidado de la forma en sus obras junto a
temas humanos. Ángel González habla sobre el amor y la existencia con toques irónicos;
escribe Prosemas o menos. Caballero Bonald utiliza un testimonio directo, un lenguaje
cuidado, y escribe Vivir para contarlo como testamento personal. Goytisolo vive la guerra civil
y escribe sobre el amor, el ser humano en sociedad con ironía y sarcasmo; escribe por ejemplo
Algo sucede. Gil de Biedma, primero más social y luego existencial es claro e irónico y podemos
mencionar entre sus obras Las personas del verbo. Valente es el poeta del silencio, directo y
sencillo; A modo de esperanza. Brines escribe Las brasas y suele hablar sobre el amor, el
tiempo o la muerte. Y Claudio Rodríguez, que escribe El don de la ebriedad, incluye el mundo
rural.
En los setenta se buscan nuevos caminos fuera del realismo con libertad creativa. Castellet
escribe Nueve novísimos poetas españoles. Son poetas culturalistas que utilizan todas las
artes. Hablamos de Montalbán con Memoria y deseo, Gimferrer con Arde el mar usa un
lenguaje complicado; y Carnero con Dibujo de la muerte. Estos dos últimos son los poetas
venecianos y esteticistas.
De los ochenta hasta hoy, los autores están dispersos geográficamente, hay muchos concursos
literarios, se respeta al movimiento anterior, hay un pluralismo poético, autobiografismo e
ironía. En la tendencia clásica destacamos a Trapiello con La vida fácil; en la surrealista a
Llamazares; en la experiencia a Montero con Ya eres dueño del puente de Brooklyn (realismo
crítico) y Cuenca con La caja de plata; y en el silencio a Robayna con La roca (poesía esencial).
Otros autores destacados son Antonio Gala, escribe sobre todo tipo de amor (Enemigo íntimo),
Botas con poesía intelectual y recrea el poema Horacio por ejemplo; Siles con Canon es más
filosófico, o Villena que es esteticista.