Los trabajos y los días. En la Antigüedad, el trabajo manual era considerado degradante para las personas, por ello, lo realizaban esclavas y esclavos. Las obras de los escritores grecorromanos nos dan algo de información sobre este tema, pero encontramos escasas referencias a las siervas. Para conocer los oficios de las mujeres, debemos acudir sobre todo a la información de las inscripciones o epígrafes, y a los corpus jurídicos. Gracias a las fuentes documentales, sabemos de algunos oficios de las mujeres libres, libertas y esclavas, en ciertos casos diferentes a los que realizaban los hombres. Y también advertimos que algunas libertas trabajaron con sus maridos o con otros varones. Además de las tareas domésticas, las mujeres ejercieron como vendedoras de pescado, verdura y legumbres y como campesinas. No eran desconocidas las que se ganaban la vida como peluqueras, costureras, tejedoras, dando masajes, sirviendo en las tabernas o vendiendo su cuerpo. Aparece en la documentación referencias a su participación como comediantes, músicas, bailarinas, amanuenses, plañideras, recortadoras de piedras preciosas, productoras de hojas de metal, y hay alusiones a su atención a las mujeres y los niños como nodrizas, comadronas o médicas. Menos habitual fue su papel en la banca, el comercio y la empresa, aunque hay testimonios de empresarias de vino y aceite a partir del siglo I dC. Esto sucedió cuando se vieron libres de la tutela que los varones ejercían sobre ellas. Pero, por encima de todos los oficios, destacó uno: el hilado y tejido de la lana. Además de un trabajo, la mujer lanifica representaba el símbolo femenino en el mundo antiguo: buena esposa y madre, bondadosa, prudente y trabajadora, y cuyo emblema era el huso y la rueca. Así lo reflejan las lápidas funerarias de muchas romanas, que pretendían servir de modelo para las generaciones futuras.