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Juan de Ávila
José Mª Fernández Lucio, ssp
2
J
Introducción
uan de Ávila nace en Almodóvar del Campo, (Ciudad Real) el día 6 de enero de 1499,
de Alonso de Ávila y Catalina de Xixón. Sus padres, aunque no pertenecían a la
hidalguía ni podían presentar títulos nobiliarios, gozaban sin embargo de unas buenas
rentas que les permitían ser considerados entre los destacados del lugar. Según algunos
testimonios, sus padres tenían unas minas de plata en Sierra Morena. Un dato
importante, por la repercusión que tendrá después en la vida de Juan, es que su padre era
converso. Por sus venas corría sangre judía. En el valle de Almodóvar había muchos
moriscos que en 1391 se vieron forzados a la conversión antes que sufrir la hoguera. El
hecho de ser hijo de un converso cerrará a Juan más de una puerta tanto en sus estudios
como después, ya de sacerdote, al intentar trasladarse al recién descubierto Nuevo
Mundo.
Un factor importante en la vida de los habitantes de Almodóvar era que, junto al
pueblo, pasaba la vereda real, con un gran trasiego de personas que iban y venían,
portadoras de toda clase de noticias. Juan es un chico con ganas de saber, ávido de
aventuras, tan de moda en su época, pero con una particularidad: que le sirven de
reflexión y no de chismorreo.
Pasaron los años y Juan tuvo que tomar una decisión con su vida. Entonces las salidas
no eran tan numerosas como en nuestros días: había que elegir entre un cargo
eclesiástico o civil. Ignoramos quién le hizo decidirse por Salamanca, si fueron sus padres
o fue algo consensuado entre ellos. Lo cierto es que cuando contaba con 14 años
emprendió el camino hacia Salamanca para estudiar leyes. Era el mes de octubre de
1513, año en que comenzaba la construcción de la catedral nueva en esa ciudad.
Poco sabemos de su paso por Salamanca. Parece ser que bien pronto se dio cuenta de
que aquel no era el camino por el que Dios le llamaba y que no sintonizaba mucho con el
Derecho, pues habla de él como de «negras leyes». La ley se le presentaba demasiado
fría, y él ardía. También sabemos que cuando el tiempo se lo permitía asistía como
simple oyente a las clases de teología y en ellas disfrutaba más. Parece que entró en
relación con la esplendorosa comunidad que los dominicos tenían en San Esteban, que se
distinguía por su cultura y espiritualidad. Otros avanzan la idea de que contribuyó a su
vuelta a casa el no poder acudir a grado, por impedírselo el estatuto de 1509; una vez
más la sombra y sospecha de converso. Finalmente no faltan quienes hablan de una
gracia especial que le llamó a una vida más perfecta. Esta última nos parece la más
acertada, por lo que viene después. Lo cierto es que dejó Salamanca y las «negras leyes»
y volvió al hogar de sus padres, a quienes solicitó un aposento apartado de la casa donde
poder llevar una vida de soledad y servicio a Dios. Sus padres accedieron a esta petición
pues, además de ser muy religiosos, tenían un gran amor a su único hijo. Allí pasó tres
años de desierto y recogimiento, entregado a una vida de oración y penitencia,
frecuentando los sacramentos y pasando muchos ratos de oración ante el sagrario.
Un religioso franciscano, de paso por el pueblo, le ofreció a Juan la posibilidad de
3
abrirle su interior, a la vez que aconsejó a sus padres cómo actuar con su hijo. Pensó el
buen fraile que un alma con tan gran deseo de servir al Señor no debía perderse, por lo
que les recomendó que le enviaran a estudiar a Alcalá de Henares. Aquellas palabras del
religioso franciscano supusieron, tanto para sus padres como para Juan, más un mandato
que un simple consejo, por lo que veremos al joven Juan de camino hacia la Universidad
Complutense. Esta universidad había nacido el mismo año que el nuevo estudiante,
1499, y con unos ideales de reforma, especialmente en la Teología, disciplina
desprestigiada a favor del Derecho. No movió al buen Cisneros, al fundarla, una simple
competencia con la de Salamanca, sino el servirse de la Teología para la conversión del
clero, factor principal de renovación del pueblo llano. Esta finalidad iba muy de acuerdo
con las aspiraciones de Juan de Ávila.
La Universidad de Alcalá era como la caja de resonancia de los grandes
acontecimientos que se estaban sucediendo: por un lado el descubrimiento deAmérica, la
vuelta al mundo que superaba a todo lo que hasta hacía poco era lo cotidiano, y ahora
que había comenzado a ser objeto de conversación. Todo esto suponía abrirse a nuevas
corrientes, como la bíblica, y por eso se lleva a cabo la publicación de la Biblia Políglota.
por otro lado, no hay que olvidar las grandes corrientes religiosas que van surgiendo en
ese momento, como el iluminismo y el erasmismo, que logran introducirse en la
Universidad. Juan se apoya en pilares seguros, como el maestro Soto, el padre Francisco
de Osuna o Fernando Contreras, para estar seguro de no desviarse.
Juan saldrá de Alcalá con una gran preparación, pues en sus escritos encontramos
citas de Cicerón, Séneca, Virgilio, Horacio, etc. Y advierte al concilio de Trento: «Por no
tener los teólogos copia de todos los concilios ignoran muchas cosas necesarias.
Convenía que mandasen ponerlos en las universidades e iglesias catedrales. Los concilios
que comúnmente andan impresos son pequeña parte de los que hay».
Así hemos llegado al año 1526. Los años pasados en Alcalá le han preparado para la
ordenación sacerdotal. Es consagrado sacerdote y se dispone a celebrar la primera misa
en su pueblo, junto a la tumba de sus padres, que no pudieron gozar con él del gran
deseo de su hijo hecho realidad: ser ministro del Señor. Lo que entonces siente
interiormente quedará reflejado en su Tratado sobre el sacerdocio.
Celebrada la primera misa, poco duró su permanencia en el pueblo. Inmediatamente
se desprende de todas sus posesiones para vivir el Evangelio a la letra; quiere ser todo y
únicamente de Dios. Vende sus posesiones y el importe lo distribuye entre los pobres.
Ahora sí que puede ponerse en camino, ligero de equipaje y de preocupaciones,
«sabiendo de quién se ha fiado».
No olvidemos que Juan es de La Mancha y que, tal vez en su mente, si no con las
mismas palabras sí con las mismas intenciones, pero en su caso espirituales, podemos
aplicar las mismas palabras de El Quijote: «A los caballeros andantes no les toca
averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de
aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias; sólo les toca
ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus
bellaquerías».
4
Lo encontramos atravesando Sierra Morena, pasando por Córdoba como lugares de
su peregrinación, ya que su meta está fuera de las fronteras de nuestra nación. ¡Hay
tanto campo para roturar en el Nuevo Continente! Sevilla será sólo el lugar donde
preparar los requisitos para embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Pero una vez más la Real
Cédula de 1510 prohibía que los cristianos nuevos predicasen en la Nueva España. Se le
cerraba una puerta que tanto deseaba, pero Dios, a través de sus mediaciones, le abriría
otra.
Cuando Juan llega a Sevilla, esta ciudad está llena de luces y sombras. Es un centro
comercial y mercantil. Llegan gentes de todas partes. Corre el dinero a raudales, pero no
para todos. En medio de tanto lujo hay también mucha miseria. Recordemos las obras
literarias: El Lazarillo de Tormes o La Celestina, en las que queda reflejada esta otra
cara amarga. La riqueza va acompañada casi siempre de una vida relajada. En Sevilla
abundan los conventos, más de treinta entre frailes y monjas; el número de frailes y
monjas llega a 1.500, sin embargo, la vida de muchos clérigos es poco ejemplar. A Juan
esta situación le marcará durante toda su vida. Toca con su mano la realidad, muy
distinta de la que ha vivido hasta entonces.
En Sevilla le hace de anfitrión Fernando de Contreras, conocido de Juan en los años
pasados en Alcalá, y es quien le persuade de que se quede en Sevilla, pues encajan muy
bien sus dotes naturales y espirituales con los planes evangelizadores. Por su parte,
tampoco el arzobispo quiere dejar escapar tan buen predicador y no menos buen escritor.
Pero no sólo Sevilla gozará del trabajo de Juan, sino también los demás pueblos.
Tanto tiempo favorable no podía durar mucho. Pronto surgieron acusaciones que
llegaron hasta la Inquisición. Los acusadores eran personas que buscaban vengarse de
Ávila, que fustigaba su mala conducta: siempre los profetas o son perseguidos o acaban
degollados. Desde 1531 a 1532 no le dejan en paz las mentiras y calumnias que levantan
contra él. En el mes de julio de 1533 sale la sentencia absolutoria, pero ya el buen Juan
ha sufrido la cárcel y sus secuelas.
En Sevilla ha sembrado la Palabra y la ha regado con la sangre de su sufrimiento. Su
destino será Córdoba, instalándose en el viejo Hospital, con los pobres y los enfermos
(1534-1535). Pero también aquí, como en Sevilla, no será sólo Córdoba la que escuche
su palabra y lea sus escritos. La boca del apóstol Ávila atronará incesantemente con sus
voces evangélicas la Andalucía del siglo XVI. Estando aquí le invitó a predicar a Granada
el arzobispo de esta ciudad, Gaspar Dávalos, en 1536, y volverá otras muchas veces. Es
digno de resaltar que en esta ciudad de Granada tendrá lugar una de las conversiones más
llamativas, la de un mercader lusitano con una vida azarosa: pastor de ovejas en
Oropesa, soldado en Fuenterrabía, Hungría y Ceuta. Era el día de San Sebastián de
1537. De ahora en adelante se llamará Juan de Dios, fundador de una Orden al servicio
de los enfermos.
En Granada se le dará el título de Maestro por encargo del cabildo el 3 de marzo de
1538. Además de la predicación no hay que olvidar las innumerables cartas dirigidas a
distintas personas por parte del Maestro, donde queda patente su espiritualidad. Su
magisterio está marcado por un sentido vital, basado en la Escritura y sobre todo en san
5
Pablo.
Como gran reformador, su primera labor fue la fundación de colegios: Baeza, Jerez de
la Frontera, Zafra, Córdoba, Priego y sobre todo, hay que destacar una escuela
sacerdotal en Córdoba para robustecer el espíritu interior, cuya sede es el Alcázar viejo
de la ciudad.
Ya hemos tenido la oportunidad de hablar de algunos amigos del Maestro. Pero tuvo
muchos más. Fray Luis de Granada estuvo unido a Juan de Ávila por una serie de cartas
que comienza en 1539, además de reencuentros en varias ciudades y villas andaluzas.
Una vez desaparecido de la escena de este mundo y, pasados unos lustros, don Diego de
Guzmán, religioso de la Compañía de Jesús, pide a fray Luis de Granada, el 15 de abril
de 1585, que escriba la vida de Juan de Ávila. Fray Luis se encontraba por entonces en
Lisboa, ya bastante anciano, pero con ayuda de otros, que le procuraron documentos que
no le parecen suficientes, pues se lamenta de no saber «tampoco los principios de su vida
y los nombres de sus padres y el lugar donde nació, y dónde estudió, y dónde comenzó a
predicar». Esto que él ignora hoy lo sabemos por otras fuentes. Pero lo que sí es
importante es lo que escribe a continuación: «Trayendo a la memoria sus cosas y leyendo
sus epístolas, hallo en lo uno y en lo otro tan grandes virtudes que las pierdo de vista y
me hallo insuficientísimo para escribir la vida de un hombre todo sobrenatural y todo
divino. Porque me parece que estaba tan transformado en Cristo, que todo lo humano
estaba oprimido con la gloria del espíritu». Y para los que se acerquen a sus escritos
«ciertamente aquí hallarán los tales un perfectísimo dechado en que vean lo que han de
hacer y lo que les falta».
Otro de los grandes amigos de Juan fue Ignacio de Loyola, por quien guardaba una
santa emulación y con quien quiso participar especialmente enviándole algunos de sus
dirigidos y amigos. En 1554 le enviará a Alonso Ruiz y Baltasar Loarte. Él mismo quiso
también formar parte de la Compañía, pero se ve que la voluntad de Dios no era seguir
ese camino. Dios los cría y ellos se juntan. ¡Pero qué santos!
Después de haber presentado al Maestro Ávila con tanta actividad apostólica hay que
preguntarse de dónde procedía y cuál era la fuente de donde manaba tanta doctrina y
sabiduría espiritual: la oración y la eucaristía. «Su predicación fue algo consustancial a su
temperamento de apóstol; a la predicación se ordenaba principalmente su estudio; su
oración era el fuego en que templaba su espíritu para el púlpito», nos dice Luis Sala
Balust. Hay testigos que afirman que «estudiaba los sermones que predicaba, de rodillas,
puesto en oración», «asidas ambas manos al clavo de los pies de un santo Crucifijo» que
presidía su sala. «Tenía dos horas de adoración por la mañana y otras dos por la tarde».
Por eso «las palabras que salían como saetas encendidas del corazón que ardía, hacían
arder también los corazones de los otros». Él decía que el fin de su predicación era «no
estar razonando una hora de Dios, sino que venga el otro hecho un demonio y salga
hecho un ángel». Fue un gran Maestro porque supo ser un gran discípulo del Maestro
por excelencia: Jesucristo divino Maestro.
Santa Teresa de Jesús, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila en Montilla, expresó
así su dolor: «Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna». Menéndez y
6
Pelayo, nuestro gran erudito, en su obra Historia de los heterodoxos españoles, decía de
él que «el Maestro Ávila era un orador de los más vehementes, inflamado y persuasivo
que ha visto el mundo».
Murió en Montilla cuando estaba a punto de cumplir los setenta años esta figura
gigantesca de la renovación eclesial. Debajo de su mausoleo se grabó un epitafio en una
tablilla de mármol blanco, compuesto en latín por el P. Jerónimo López y que él mismo
traduciría al castellano, que reza así:
Salve, mármol sagrado, en quien ahora,
una feliz hasta el supremo día,
cenizas del gran Ávila atesora.
Salve, padre y maestro,
en quien el cielo todo, por bien nuestro,
inundaciones de su amor llovía,
fecundó, pues, con celestial rocío
lo que en su mismo pecho había sembrado
a Dios dio fruto veces mil doblado,
que en mieses ya maduras
lo que te fía cobra con usuras.
Cuanta espaciosa vega
el Tajo y el Genil, y el Betis riega,
llenó tu voz del nombre,
que el Evangelio clama, de Dios hombre.
El santo desengaño,
el natural buscaba y el extraño
en ti como en espejo.
Oráculo era al mundo tu consejo,
y cuanto procuraste
ser pequeño en la tierra, en que dejaste
de tu humildad tan soberanas huellas.
Y el mismo venerable padre al lector:
Ávila fue mi nombre, mi camino
la tierra que pisaba peregrino;
el cielo era mi patria verdadera.
¿Qué oficio ejercité? Segador era,
de la incansable mano
nunca dejé la hoz por muy anciano,
antes a Cristo di siempre constante
cosecha de sus mieses abundante.
7
Cronología de san Juan de Ávila
1499 6 de enero, nace Juan de Ávila en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) de Alonso
de Ávila y Catalina Xixón.
1513 Octubre, Juan de Ávila emprende el camino hacia Salamanca para estudiar en la
Universidad lo que él apodará «negras leyes».
1517 Abandona Salamanca y vuelve a su pueblo.
1517-1520 Pasa estos años en el retiro de su casa en oración y sirviendo a Dios.
1520 Abandona su retiro y va a Alcalá a la universidad donde pasará seis años y recibirá
el don del sacerdocio.
1526 Deja Alcalá para celebrar su Primera Misa en su pueblo natal ante la tumba de sus
padres. Después vende sus posesiones y reparte entre los pobres su importe.
1526 Llega a Sevilla en la primavera de este año con vistas a trasladarse al Nuevo
Mundo.
1531-1533 Sufre un calvario de falsas acusaciones.
1531 Es denunciado ante el tribunal de la Inquisición y sale absuelto.
1533 Abandona Sevilla y va a Córdoba.
1534 Se instala en Córdoba en el Viejo Hospital.
1536 El obispo de Granada, Gaspar Dávalos, le llama a predicar en la ciudad.
1536-1537 Al inicio del curso llega Juan a Granada hasta 1539.
1537 Famosa conversión de Juan Ciudad en Juan de Dios.
1539 Un Breve Pontificio establece que Juan de Ávila ponga en marcha la Universidad
de Baeza.
1541 Creación de un colegio en Jerez de la Frontera.
1542 y 1543 Viajes esporádicos a Granada.
1546 Deja Baeza.
1549 Primera graduación en la Universidad de Baeza.
1555 Obligado por su salud, se instala en Montilla.
1569 Muere en Montilla a la edad de 70 años.
1635 Se publica la primera biografía escrita por el licenciado Luis Muñoz en la imprenta
Real de Madrid bajo el título Vida y virtudes del venerable maestro Ávila,
predicador apostólico, con algunas de sus virtudes y vida de algunos de sus
discípulos.
1574 Publicación póstuma de su obra Audi, filia.
7 de octubre de 2012 El papa Benedicto XVI lo declara Doctor de la Iglesia.
8
Enero
9
1 de enero
Escuchar
Devota esposa de Jesucristo, el profeta David –o mejor dicho, Dios por medio de él– le
dice estas palabras a la Iglesia cristiana, amonestándole lo que debe hacer para que el
gran rey Jesucristo la ame, de lo cual se le siguen a ella todos los bienes. Y, porque tu
alma es una de las de esta Iglesia, por la gran misericordia de Dios, me pareció bien
explicártelas, invocando primero el favor del Espíritu Santo, para que rija mi pluma y
apareje tu corazón, para que ni yo hable mal, ni tú escuches sin fruto; mas lo uno y lo
otro sea para perpetua honra de Dios y para complacencia de su santa voluntad.
Lo primero que se nos amonesta con estas palabras es que escuchemos; y no sin
motivo, porque, como el principio de la vida espiritual es la fe, y esta entra en el alma,
como dice san Pablo, por el oído (cf Rom 10,17), es razón que, en primer lugar, seamos
amonestados a lo primero que nos conviene hacer. Porque aprovecha muy poco que
suene la voz de la verdad divina por fuera, si no hay oídos que la quieran oír por dentro.
Ni nos basta con que, cuando fuimos bautizados, nos metiese el sacerdote el dedo en los
oídos, diciendo que se abriesen, si los tenemos cerrados a la palabra de Dios,
cumpliéndose en nosotros lo que dice el profeta David de los ídolos: Tienen ojos y no
ven; tienen oídos y no oyen (Sal 115,5-6).
(AF, 1)
2 de enero
Voz que clama
Le fue preguntado a san Juan Bautista quién era, y él respondió: Yo no soy el Mesías, ni
Elías, ni soy aquel profeta de quien dijo Dios a Moisés: Yo suscitaré un profeta de en
medio de tus hermanos como tú, y quien de este me tocare, él me lo pagará. Ninguno
de estos –dice san Juan– yo no soy. –Pues, si tú no eres ninguno de estos, dicen ellos,
¿cómo has osado poner rito nuevo en el pueblo? ¿Cómo bautizas? –No os espantéis, que
mi bautismo no hace más que lavar la cabeza y el cuerpo con sola agua; no es más que
para que los que vienen a él profesen que son pecadores y que han menester quien les
lave de sus pecados. Pero en medio de vosotros está uno al cual no conocéis vosotros, y
al que os convenía conocer; este lava con agua y fuego y mete la mano en las almas y de
sucias las hace limpias, yo soy tan diferente de Él que aun no soy digno ni merezco
servirle de muchacho para descalzarle los zapatos; este de quien otras veces os lo he
profetizado y predicado que aunque viene después de mí, es antes que yo. De manera
que este que os digo que está entre vosotros es mayor que yo, que no merezco
descalzarle los zapatos ni servirle de esclavo.
(Sermones: Domingo III de Adviento)
3 de enero
Imitemos al niño de Belén
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¿No queréis que me alegre con este día? Está el pobre y el encarcelado esperando el día
de Pascua, para que le den un poco de pan y lo suelten de la cárcel, y se alegra con lo
que le dan, ¿y no queréis que me alegre yo con tal dádiva, que mucho antes estaba
prometida cuando dijo Isaías: Un chiquito nos es nacido y un Hijo nos es dado? ¡Él sea
bendito, su Madre sea bendita y quien los recibiere también! Por esto dijo Isaías: Una
Virgen concebirá y parirá un hijo y se llamará Emanuel, que quiere decir Dios con
nosotros? Pues si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Y si Dios es nuestro,
ricos somos. Isaías dice: Quien es mi contrario, lléguese acá. El Señor Dios es mi
ayudador, ¿quién me condenará? No hay que temer al demonio si debajo de la sombra
de este Niño estamos; no hay que temer infierno si con penitencia a Él nos llegamos; ni
nos faltará bien alguno si de este Niño participamos.
(Sermones: Navidad)
4 de enero
La estrella de la fe
Se llenaron de alegría. Si hay alguno que de veras conoció a Dios, y le perdió, y después
le tornó a hallar, entenderá qué gozo es hallar a Dios. Se para la estrella encima, etc.
¿Qué haces, estrella? Si ste es Rey: ¿Qué es de los palacios reales? ¿Qué es de los
caballeros? ¿Dónde está la seda y brocados? ¿Qué rey en mesón y establo, acompañado
de animales? Si la estrella no los guiara, le fueran a buscar en la casa más rica. ¡Oh
bienaventurada fe de los cristianos! ¡Qué perdido anda el que busca a Cristo sin la
estrella de la fe! En lo pobre y más olvidado del mundo está Cristo, en lo escondido del
mundo, etc., Dios eligió a los pobres de este mundo, ricos en la fe, etc. Si no hay fe, no
atinaréis dónde está Dios: que en las lágrimas está la risa, en la pobreza el reino, en el
hambre la hartura, el fuego debajo del agua. ¡Miserables ricos, si sois malos, qué lejos
está de vosotros Dios! ¿Sobre quién descansará mi espíritu? Para hallar a Cristo,
buscad al enfermo, y al pobre, y al olvidado del mundo. Temo que por falta de esta
estrella no buscan muchos a Cristo. O se engaña el mundo en buscar riquezas de viles, o
Cristo en buscar los pobres. Cristo no puede, etc. ¡Grande es la fuerza de la fe!
(Sermones, Epifanía)
5 de enero
El lenguaje de la estrella
Entrando en Jerusalén, se les escondió la estrella. ¿Hay aquí alguno a quien se le haya
escondido la estrella? Un tiempo estaba tan devoto, el pensamiento bueno se me venía
sin que yo lo buscase, en la cama recordaba pensando en Dios. Si se escondió la estrella,
ella parecerá. –Se les apareció la estrella y caminaron tras ella. Y cuando estuviesen cerca
de Belén, sospecho yo –esto no está en la Escritura– que, cuando la viesen, dirían:
«¿Qué cosa más alta hay en este lugar? ¡Eh, allí en aquellas torres debe de estar!». ¿Allí
irá la estrella? No irá, sino al mesoncito, que quizá no tenía tejas, quizá sería de paja:
¿quién sabe eso? Estaba en una peña grande, hecha una concavidad. Allí estaba el
11
pesebre donde el Rey de los reyes fue reclinado. Allí nació el Salvador en aquel establo.
Se pone la estrella en aquel portalito. ¿Quién había de pensar que estaba allí Dios? Andad
delante. Hemos de ir tras vos. Creo que entonces echaba más claros rayos y que decía
más claro: «Aquí está». ¿Cómo es posible? ¡Oh, bienaventurado aquel que entiende qué
cosa es fe! Bien lo dijiste, niño, cuando fuiste grande: ¡Bienaventurados los que no
vieron y creyeron! Lo que esta estrella dice aquello es. Dice la razón de los Reyes que
está el niño en casas altas y ricas; dice la estrella que no, sino en aquellas pajas, en aquel
pesebre. Dice la razón natural: ¿Cómo un cuerpo tan grande puede estar en una hostia
chiquita? Dice la fe que sí puede.
(Sermones: Epifanía)
6 de enero
Busquemos y hallaremos a Jesús
¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos? Estas palabras dijeron aquellos reyes
santos, que venían en busca del verdadero Rey y Monarca del cielo y de la tierra,
Jesucristo nuestro Señor. Quieren decir: ¿A dónde está el que ha nacido Rey de los
judíos? Son palabras que nos habían de dar mucho ejemplo, y confortarnos a que con
mucho cuidado y diligencia busquemos lo que buscaron, para que hallemos lo que
hallaron. Sólo aquel halla a Dios que lo busca, etc. Dónde está, etc., y venimos, etc.
Sabemos que es nacido, pero ignoramos el lugar. Hoy hace trece días que sonó en
nuestros oídos que nació el Hijo de Dios; veamos si ha hecho en nosotros esta vez lo que
hizo en los Reyes la estrella. Por eso se celebra hoy esta fiesta, para que, pues sabemos
que es ya nacido el Hijo de Dios, le busquemos, y de tal manera, que le hallemos. Y
quien esta fiesta no celebra, téngase dicho que no nació Cristo para él. Esta es fiesta de
gran regocijo para quien bien la celebra, fiesta de mucho bien para los buenos. Fiesta
donde se halla Dios, ¿qué tal os parece que será? ¿Qué puede faltar donde no falta Dios?
¿Qué pensáis que trajo a los Reyes de Oriente, sino que les fue revelado el nacimiento
del Rey de los judíos, un Rey criador de todos los reyes, uno que puede hacer
bienaventurados a todos los del mundo, un Rey en cuya comparación todos los reyes y
reinos son menos que nada?
(Sermones: Epifanía)
7 de enero
Nuestros dones
Adoran los Reyes al Niño en verdad, que pienso que los piececitos le besaron. Abren sus
tesoros, que largo da el que ha encontrado con el Niño. Se van a sus arcas y, abiertos sus
tesoros, no las bolsas, ofrécele cada uno mucho oro, mucha mirra y mucho incienso. –
¿Qué ofrecéis a Dios? –No tengo qué. –¿Pensáis que para los que no tienen está cerrado
el cielo? Antes está más abierto; porque, ¡no tendrá de qué dar cuenta a Dios el rico
cómo repartió lo que le dieron! ¡Ay de aquel que come mucho y tiene poco calor; se hará
una postema que le mate! El estómago no toma la comida para quedarse con ella, sino
12
para repartirla por los miembros. Tomas mucha hacienda y no tienes mucho calor de
caridad para repartirla, has de quedarte con ella en el estómago. La hacienda será el
cordel con que te ahorquen. Mucho tenía David que ofrecer a Dios, mas cuando vino a
ofrecer dijo: En mi están, Señor, tus ofrendas; más aprecia Dios estas ofrendas que
becerros y carneros. Ábrele el corazón, y le abrirás el tesoro con que más se huelga. Ya
abrió Dios sus entrañas y corazón. Por aquel agujero del costado puedes ver su corazón
y el amor que tiene. Ábrele el tuyo y no esté cerrado. Párate a pensar: Señor, tu corazón
abierto y alanceado por mí, ¿y no te amaré yo a ti? Me abriste tu corazón, ¿y no te abriré
yo el mío?
(Sermones: Epifanía)
8 de enero
¿Quién le encontrará?
No hay cosa que más lastime mi alma como ver que ya ha nacido Dios y que ya ha
llorado, y derramado su sangre y sufrido la muerte con la cruz, y que no haya quien se
aproveche de ello; de lo cual se queja por Isaías: He trabajado en vano, etc. ¡Grandísima
lástima es ver los hombres perdidos, siendo Dios nacido por su remedio! Esto, pues, ha
de obrar en nosotros el saber que es nacido que nos haga salir a buscarle. Quien no le
busca, no le hallará. Abrahán salió de su tierra, etc. El hombre que sale de su propia
voluntad y de sus deleites y placeres, ese tal sale de su tierra y hallará a Dios. Otras no;
solo la esposa: En mi lecho, etc. ¿Cómo le habíais de hallar, buscándole en vuestra
cama? Aun si le buscaseis en la suya, etc.; pero en vuestra cama, adonde vuestra propia
carne y voluntad descansa en vuestros pecados, ¿cómo le queréis hallar? No se le
encuentra en la tierra de los vivos. No se engañe nadie, hermanos, que poco aprovecha
para hallar a Dios oír misa y dar limosna, si no dejáis la cama de vuestros pecados, etc.
Pues para ir a buscar a Dios y hallarle salen los hombres de su tierra y dejan sus casas.
El hombre que dice: «Desde hoy quiero salir de mi casa, quiero salir de mis pecados y
dejar mis deleites y placeres por agradar a Dios, quiero guerrear contra mí», ese tal le
hallará, con tal que salga de veras, no de burlas, poniendo a riesgo todo cuanto se le
ofreciere y fuese menester perder, ora sea hacienda, honra o la vida.
(Sermones: Epifanía)
9 de enero
Del bando de Cristo
De lo cual resulta que, así como los que son de este mundo no tienen oídos para
escuchar la verdad y la doctrina de Dios, antes la desprecian, así el que es del bando de
Cristo no los ha de tener para escuchar y creer las mentiras del mundo. Porque ahora
alague, ahora persiga, ahora prometa, ahora amenace, ahora cause espanto, o parezca
blando, en todo se engaña y quiere engañar, y con tales ojos lo debemos mirar; pues es
cierto que lo hemos cogido en tantas mentiras y falsas promesas que, por la mitad que un
hombre hubiese dicho, en ninguna cosa nos fiaríamos de él, y a duras penas, aunque
13
dijese la verdad, le daríamos crédito. No es verdadero bien ni verdadero mal lo que el
mundo puede hacer, pues no puede dar ni quitar la gracia de Dios. Ni aun en lo que
parece que puede, puede nada, puesto que no puede llegar a un solo cabello de nuestra
cabeza (cf Lc 21,18) sin la voluntad del Señor; y, si otra cosa nos quisiera hacer
entender, no lo creamos. ¿Quién habrá ya que no se atreva a pelear contra un enemigo
que no puede nada?
(AF, 3)
10 de enero
Vocación de los magos
No es Jesucristo nada ocioso. Vino a la tarde del mundo, como dice David, mas se dio
gran prisa a trabajar; como los viejos que han vivido mal toda su vida, dicen: «Esto que
me queda de mi vida quiero emplearlo bien y darme prisa para recompensar la mala vida
pasada». A quien le queda poco sol se ha de dar prisa. No es Jesucristo nada ocioso, el
amor le hace ser tan diligente. Salido es el sol, alto a trabajar.
Señor, todos os vemos nacido en un portal y reclinado en un pesebre. ¿Qué cosa y
cosa verá Dios en un polvo, ver al que mantiene los hombres y los ángeles colgado de los
pechos de una mujer? ¿Qué? ¿Es esto una cosa tan nueva? Si no lo entendéis,
entendedlo. Esta fiesta, hermano, de nacer Dios y hacerse chiquito por amor de los
hombres, por vos se hace; alma, vos sois la dama, por vos se hacen estas justas, porque
el hombre se remedie y se salve. Y así veréis que, en naciendo Dios, vienen los ángeles a
dar las nuevas a los pastores: Nacido es a vosotros el Salvador, andad, id allá.
(Sermones, Epifanía)
11 de enero
Las obras de la gracia
Además de lo dicho, considera que, así como, cuando eras nada, no tenías fuerza para
moverte, ni para ver, ni oír, ni gustar, ni entender, ni querer; pero que, al darte Dios el
ser, te dio estas potencias y fuerzas; así no sólo el hombre que está en pecado mortal está
privado del ser que es agradable a los ojos de Dios, sino que está sin fuerzas para realizar
las obras de vida que agradan a Dios. Y por esto, si ves a algún cojo o manco, piensa que
así está el hombre sin la gracia en su alma; si a algún ciego, sordo o mudo, tómalo como
espejo en el que te mires; y en todos los enfermos, leprosos, paralíticos, y en los que
tienen el cuerpo encorvado y los ojos puestos en tierra, con toda la muchedumbre de
enfermedades que presentaban delante del acatamiento de Jesucristo, nuestro verdadero
médico, entiende que tan perdidos están los malos, en cuanto a los sentidos espirituales,
cuanto lo estaban aquellos en los corporales. Y mira que, como una piedra con el peso
que tiene está inclinada a ir hacia abajo, así, por la corrupción del pecado original, que
traemos, tenemos una vivísima inclinación a las cosas de nuestra carne, y de nuestra
honra, y de nuestro provecho, haciendo un ídolo de nosotros y obrando nuestras obras,
no por amor verdadero de Dios, sino por el nuestro. Estamos vivísimos para las cosas
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terrenales y que nos tocan y muertos para el gusto de las cosas de Dios. Manda en
nosotros lo que había de obedecer, y obedece lo que había de mandar. Y somos tan
miserables que, debajo de un cuerpo humano y erguido, llevamos escondidos unos
apetitos de bestias y unos corazones encorvados hacia la tierra.
(AF, 66)
12 de enero
Los verdaderos buscadores
Vienen de jornada en jornada hasta llegar a Jerusalén. Preguntan: ¿A dónde está el Rey
de los judíos que ha nacido ahora? ¿Veis qué gentil cosa? Aún no han visto a Jesucristo
y ya desean morir por él. A la fe estos son buenos buscadores de Dios, que no los que no
sé por qué cosilla dejan de buscarle. Solías levantarte a orar por las mañanas, ahora
porque hace frío no te levantas; dabas limosna, y ahora porque vale el pan caro no la
das; cuando tuvieses la espada a la garganta, entonces le habrías de buscar mejor. Al que
en un tiempo busca a Dios y después lo deja, llamadle lunático, llamadle caña movida
con el viento; el que no está determinado de morir por Dios, antes que lo deje, no lo
busca de verdad. ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? ¡Qué gentil plática!
¿No hay rey en Jerusalén? ¿No es Herodes rey? Venían determinados de perder la
cabeza por el Niño, y por esto lo hallaron. El que lo busca de mentira no lo hallará, mas
el que de verdad lo busca lo hallará sin duda.
(Sermones: Epifanía)
13 de enero
El esperado
En nombre de Jesucristo es el Deseado de todas las gentes. Antes que viniese, deseado
de todos los patriarcas y profetas; todos suspirando: ¡Señor, ved que os deseamos, venid
a remediarnos! Deseado de la Santísima Virgen y deseado de todos. Dichosos todos los
que te esperan, dice Isaías. Hermanos, si vinieren pecados esta semana, no los recibáis,
decidles: «Anda que estoy esperando a un huésped». Si viniere alguno a que juguéis,
decid: «No quiero, que estoy esperando que ha de venir Dios». Grande freno se ha
puesto en la boca y en sus obras el que está esperando a Dios. Lo que has de hacer,
suspirar por Dios. ¡Señor, tú solo mi bien y mi descanso; me falte todo y no me faltes tú;
se pierda todo y no tú! Aunque me quieras quitar todo cuanto me quieres dar, dándome a
ti no se me da que me falte todo.
(Sermones, Domingo III de Adviento)
14 de enero
Los nombres de Cristo
Pues mirad si es admirable el Niño. ¿Qué mayor maravilla que, siendo Dios, nazca de
una doncella pobre? ¡Qué maravilla tan grande estar echado en tan pequeño pesebre! Y
estando llorando es más bienaventurado que todas las criaturas del cielo, porque desde el
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instante de su encarnación vio a Dios. Maravilloso en ser concebido sin ayuntamiento
de varón; maravilloso en ser parido sin dolor de la madre, sino que quedó virgen y santa;
maravilloso en la vida; maravilloso en la muerte; maravilloso en la resurrección; ¿pues
qué si miráis sus maravillas en la conversión del mundo? ¿Qué más es? Consejero: guía
y consejero que os aconseje en todas las cosas con tal certidumbre que, si tomáis su
consejo, no es posible engañaros, y tomando sus avisos no nos podemos perder ni errar
el camino de todo nuestro bien. ¿Qué más es? Dios fuerte. Aunque hombre y Dios, se
llama Dios por razón de la persona divina. ¿Quién más es? Padre del siglo futuro. Como
no hay hombre que tenga carne que no la haya recibido de Adán, así ninguno hay que
tenga espíritu, que no lo haya recibido de Cristo. ¿Otro nombre? Príncipe de la paz.
Alégrense los que están reñidos con el Padre Eterno, que Cristo vino a hacer las
amistades.
(Sermones: Epifanía)
15 de enero
¿Misterios muy elevados?
Podrá decir alguno, movido por estas razones o por otras, que es justo que el hombre
crea lo que no entiende, porque Dios lo dice. Pero que, pudiéndose cumplir esto
creyendo otras cosas, no tienen por qué creerse las que los cristianos creemos. Pero
decidme, ¡hombres ciegos!, ¿qué tacha encontráis en lo que creemos los cristianos? Y si
no sabéis decir lo que sentís, yo os lo diré. Os parecen tan altas las cosas altas que de la
alteza de Dios creemos, que por altas no las creéis. Y os parecen tan bajas las cosas
bajas que de la humildad de Dios creemos, que por eso no las tenéis por dignas de Dios,
ni las creéis. Y puesto que es mejor que haya en Dios comunicación suma, puesto que a
la suma Bondad le conviene suma comunicación; y, si ésta tiene que haberla, ha de ser
comunicando su misma y total esencia, y así habrá en Dios suma fecundidad, como
conviene a Dios, y no esterilidad, que es cosa muy ajena a Él, según dice por Isaías: Yo,
que doy fuerza a los otros para engendrar, ¿por ventura me quedaré estéril? (Is 66,9).
(AF, 39)
16 de enero
La honra vana del mundo
El lenguaje del mundo no lo debemos escuchar, porque es todo mentiras, y muy
perjudiciales para quien las cree, haciéndole que no siga la verdad que es, sino la mentira
que tiene apariencia y se usa. Y con esto, engañado el hombre, echa tras sus espaldas a
Dios y su santa voluntad, y ordena su vida por el ciego norte de la complacencia del
mundo, y se le engendra un corazón deseoso de honra y de ser estimado de los hombres,
semejante al de los antiguos romanos soberbios, de los cuales dice san Agustín que
deseaban vivir por amor de la honra mundana, y por ella no temieron morir. La aprecian
tanto, que de ninguna manera pueden sufrir ni una ligera palabra que se diga contra ella,
ni nada que ni de muy lejos sepa ni huela a desprecio. Antes hay en esto tantas sutilezas
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y puntos, que rara vez hay quien se escape de no tropezar en alguno de ellos, y ofender a
la sensibilidad mundana, y aun muchas veces sin pensar que la ofende. Mas estos tan
fáciles en sentir el desprecio, ¡qué difíciles y pesados son en despreciarlo y en
perdonarlo! Y si alguno lo quiere hacer, ¡qué tropel de falsos amigos y parientes se
levantan contra él, y alegan tales leyes y fueros del mundo, que de ellos se concluirá que
es mejor perder la hacienda, la salud, la casa y la mujer y los hijos!; y aun esto les parece
poco, pues dicen que se pierda la vida del cuerpo y del alma, y todo lo de la tierra y lo
del cielo, y que el mismo Dios y su Ley sean tenidos en poco y puestos debajo de los
pies, con tal de que la vanísima honra no se pierda, y sea estimada sobre todas las cosas
y sobre el mismo Dios.
(AF, 2)
17 de enero
Regocijo del corazón
Si os aparejáis para recibir este huésped, es tan poderoso que hará que se regocije
vuestro corazón. Si no queréis a Dios por Dios, veis aquí lo que trae, un reino trae
consigo. San Pablo: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente y el
futuro, todo es vuestro. ¿Pensáis vos que es pobre? Tampoco creéis esto: Todas las
cosas son vuestras: la vida y la muerte, o san Pablo, o Apolo, lo presente, lo porvenir;
todo es vuestro. ¿Por qué llamáis pobre a un hombre que tiene todas las cosas? –Decid,
san Pablo, ¿Cómo es todo eso nuestro? –Porque cuando dio el Eterno Padre a
Jesucristo, su Hijo, todo nos lo dio con Él. Esta es la merced más alta; este es el espejo
en que te has de mirar, que nos dio Dios a su Hijo; y dice san Pablo: Si nos dio Dios a
su Hijo, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas? Si Jesucristo es nuestro, no os
espantéis que lo presente y lo futuro será nuestro. En esta merced se encierra todo. No
os espantéis que los santos sean vuestros, que este que viene a vuestras entrañas, Señor
es de cielos y tierra y de ángeles y de todas las cosas. Paraos a pensar quién es el que
quiere venir a vuestra alma, y así veréis cómo todas las cosas serán vuestras, quiere
decir, que podréis usar de ellas para vuestro provecho; porque uno que tiene hacienda y
no se aprovecha de ella para su provecho, sino que antes le sirve para llevarlo al infierno,
este, aunque por derecho civil es suya la hacienda, pero no es señor de ella.
(Sermones, Domingo III de Adviento)
18 de enero
Elección de los apóstoles
¿Habéis visto unos hombres muy aficionados a una cosa, y que anden siempre pensando
en ella, y enflaquecidos con el cuidado de cómo la alcanzarán, y todos transformados en
ella, que ni reposan de día ni duermen de noche? Pues así pensad a nuestro Señor
Jesucristo cuando en este mundo vivía, al cual el cuidado de las ánimas le traía tan
ansioso, que, diciéndole una vez los discípulos que comiese, porque había caminado y
era ya tarde, no hizo caso de aquella comida, porque con ella no se le quitaba la hambre,
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que más pena le daba, y respondió: Otro manjar tengo yo que comer, que vosotros no
sabéis: Mi manjar es hacer la voluntad de mi Padre y acabar su obra; y esto era
remediar las almas, que Él había creado, acabando lo que comenzó. Esta hambre de
almas le atormentó viviendo, y de esta sed se quejó en la cruz, y no de otro tormento,
porque sobre todos los dolores era para Él perderse las almas. Recia es la rabia que el
demonio trae para tragarlas, como dice san Pedro; mas no tiene que ver con el celo y
cuidado que del bien de ellas tiene el Señor. Este la hacía vivir en pobreza, caminar a pie;
siendo tan delicado, ayunar y predicar en templo, plazas y montes, rasgando su
sacratísimo pecho, convidándoles con la salud, aunque murió a su costa. Esto le hacía
orar las noches y derramar abundantísimas lágrimas, hincadas sus rodillas, pidiendo al
Padre: «Sálvense las almas, y pedidme por ello todo lo que fueres servido».
(Sermones: Fiesta de Evangelistas)
19 de enero
Los clamores de Cristo
Ya podrás ver, por lo dicho, la mucha necesidad que tienen todos los hombres del favor
de Jesucristo, para que sus oraciones sean escuchadas como agradables delante del
acatamiento de Dios. Pero Él no así, porque no tiene necesidad de que nadie hable por
Él. Él, y sólo Él, es aquel cuya voz es escuchada por sí misma. Porque, como dice san
Pablo, Él puede llegar por sí mismo a su Padre para rogar por nosotros (Heb 7,25).
También dice que Cristo, en los días de la vida mortal que vivió, ofreciendo ruegos al
Padre con gran clamor y lágrimas, fue escuchado por su reverencia (Heb 5,7). Cristo
pidió a su Padre que lo salvase de la muerte, no dejándolo permanecer en ella, sino
resucitándolo a vida inmortal; y, como lo pidió, de esa misma manera se hizo. También
ofreció ruegos y lágrimas a su Padre por nosotros muchas veces; estos, por salir de un
corazón lleno de amor, se llaman gran clamor. Pero, aunque su amor, que le hacía
clamar, siempre lo tuvo igual, puesto que andaba un camino o derramaba una lágrima por
nosotros con el mismo amor con que se puso en la cruz; pero, mirando a lo exterior y al
género de la obra, tanto fue mayor clamor el ofrecer su santísimo cuerpo en la cruz por
nosotros, que el ofrecer oraciones, cuanto va de padecer, y padecer muerte, a meditar o
hablar.
(AF, 85)
20 de enero
Cantar con la boca y el corazón
Advirtamos mucho que somos naturalmente inclinados a estos regocijos de fuera y
enemigos y descuidados de la virtud interior y por esto los que los hacen y los que los
miran no se descuiden en contentarse con ellos a solas, ni paren en ellos, mas tómenlos
como motivo y despertador del amor y devoción interior, como salsa para comer el
manjar; porque el oficio de las ceremonias exteriores este es. Y así el que cantare con la
boca, cante juntamente y principalmente con el amor del Señor regocijándose con su
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presencia; quien danza, dance al Señor, y no a contentamiento suyo ni ajeno; y los que
miran a estos servicios y honra que al Señor se hacen, gócense en lo más dentro de sus
entrañas de ver honrado a su Señor, cuya honra, sobre todas las cosas y con todas sus
fuerzas, son obligados a desear. Y acuérdense de aquellas humildes reverencias, de aquel
encendido amor, de aquellos alegres regocijos, que los ángeles y los santos en el cielo
hacen; y digan con todo su corazón lo que dice David: Alábenle los cielos y tierra, y el
mar, y todo lo que en ellos está. Y para darnos a entender cómo la celebración de esta
fiesta ha de ser principalmente en el ánima, se dice en el dicho Concilio que cante la fe y
se regocije, y salte nuestra esperanza, y la caridad y devoción den palmadas de
alegría.
(Sermones: Víspera del Corpus)
21 de enero
El cumplimiento de la ley por amor
Mi mandamiento, dice Jesucristo, es este: Que os améis unos a otros, como yo os amé.
Como la gente es enemiga de amor, les dice Jesucristo: Amaos, como yo os amé; mirad
que lo hice yo. Cuantas veces deis limosnas sin amor, que salga aquella limosna del amor
entrañable que tengáis a Jesucristo. No tengáis que es pecado cuando lo hiciéreis, mas no
es meritorio para por ello alcanzar la vida eterna. Tenéis un amor, arraigado de nuestro
Señor: que si no tuviera gloria para premiar a los buenos, ni infierno para castigar a los
malos, que lo debéis amar como un buen hijo que ama a su padre, que, aunque no haya
provecho de él, y aunque no herede de él, lo ama; aunque no es pecado hacer buenas
obras por miedo del infierno o por gozar de la gloria. En este Concilio se proveyó que el
hombre que dijere que servir a Dios por ganar el cielo o dejar de pecar por el infierno es
pecado, sea anatematizado. Esto tened fijo.
Que quien tuviese este amor, guardará los mandamientos de Dios: Si alguien me ama,
guardará mis palabras, y mi Padre lo amará, vendremos a él y harenos morada en él.
De arte que si infiere que donde está la caridad perfecta de Dios, ese guarda su palabra,
ese verdaderamente cumple sus mandamientos.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
22 de enero
Luzca nuestra luz delante de los hombres
Para que entiendas mejor lo que se te ha dicho, has de saber que una cosa es amar la
honra o estimación humana por sí misma, parándose en ella, y esto es malo según se ha
dicho, y otra es cuando estas cosas se aman por algún fin bueno, y esto no es malo. Es
claro que una persona que tiene mando o estado en provecho de los otros, puede querer
aquella honra y estima para desempeñar su oficio con mayor provecho de los otros;
puesto que, si tienen en poco al que manda, tendrán en poco lo que manda, aunque sea
bueno. Y no solamente estas personas, sino en general todo cristiano debe cumplir lo que
está escrito: Ten cuidado de la buena fama (Si 41,12). No porque haya que pararse en
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ella, sino porque un cristiano ha de ser tal que quienquiera que oiga o vea su vida, dé
gloria a Dios, como se la solemos dar cuando vemos una rosa o un árbol con fruto y
lleno de verdor. Esto es lo que manda el santo Evangelio, que luzca nuestra luz delante
de los hombres, de manera que, viendo nuestras buenas obras, den gloria al Padre
celestial (Mt 5,16), de quien procede todo bien.
(AF, 4)
23 de enero
Decid: Si vos tenéis una heredad y andan trabajando en ella los peones, ¿no os holgáis de
ir allá y estar allí presente y andar sobre ellos, porque trabajen más y hagan más
hacienda? Dicen acá que «donde no está su dueño», etc, y que «el mozo trabaja más
cuando el dueño le está mirando». Pues así Dios quiso quedarse en esta heredad con los
trabajadores, que somos nosotros, para que hagamos más hacienda, para que andemos
ligeros. Nadie se duerma, viendo que nuestro Señor anda tras nosotros, para que
digamos: «Mi Señor está aquí cerca y me ve; quiero darme prisa; quiero ser fiel; no
quiero hacer cosa que parezca mal delante de sus ojos», y aun me parece que bastaba
solo esto para nunca ofender a Dios. Mas hay tan poca fe, que creo no hay quien mire
que le están mirando los ojos de Dios, para que, cuando estás tú en tu casa y te viene un
pensamiento malo, sudes, trabajes y mueras por resistirlo y le digas: «Anda, vete, que no
quiero consentir en eso; que está mi Señor aquí cerca y está murando cómo trabajo».
Pues, para que trabajases, quedaron ahí grandes medicinas, grandes remedios; quedó
gran salud; grandes cosas hay encerradas en los santos sacramentos. Santo Tomás pone
tres, pero hay infinitas. Si lo sintiésemos, si lo supiésemos y gustásemos lo que es, nos
comeríamos las manos tras ello.
(Sermones: Octava del Corpus)
24 de enero
Mujeres públicas
Las casas públicas de ruines mujeres se permiten para remedio de la concupiscencia
carnal, que pone en aprieto al hombre flaco para hacer mayor mal, si no se apaga con
aquel menor. Y está este negocio tan fuera de quicios como otros muchos. Convenía que
no dejasen parar a hombre en la dicha casa, porque de estar allí irritan a la misma
concupiscencia con las muchas ocasiones que para ello hay y toman por ocasión de
avivar lo que se permite por remedio para apagar lo avivado, si la concupiscencia le
vence. Si va allí, véngase luego; ¿qué es menester avivar lo ya muerto?, pues aquello es
tornarse en gula lo que se ordenó para necesidad. Conviene, cierto, no dejarlos parar.
Item, no se debe consentir que estas tales mujeres se pongan a las puertas, donde
irriten la concupiscencia de los que las ven, como se escribe en los Proverbios: Para
invitar a los transeúntes, que van derechos por sus caminos. Y algunas veces hacen esta
persuasión no sólo con palabras, mas con obras. Basta que los hombres miserables sepan
que hay casa para cumplir sus miserias; no es menester que ellas estén donde sean vistas
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ni oídas.
(Carta 11)
25 de enero
Lavar es perdonar
San Juan sólo usa de este vocablo, lavar, por el perdonar, lo que la Escritura llama
justificar y redimir. Allí pecados se toma por todo pecado, así mortal como venial, del
cual nos lava la sangre de Cristo nuestro Señor. Porque, aunque algunos digan que el
venial no se ha de llamar simplemente pecado, de la Escritura se colige que se llama así;
como aparece en la oración del Padrenuestro, que es oración de hijos, en los cuales no
hay sino pecados veniales, y dice en ella nuestras deudas, lo que otro evangelista le llama
pecados. La Santísima Trinidad nos lava autoritativamente; la sangre de nuestro Señor
Jesucristo, meritoria; la gracia, formalmente; y ninguna otra cosa nos puede lavar
nuestros pecados y manchas meritoriamente, sino la sangre de Jesucristo, la cual, de
justicia, nos lava. Poco aprovecharán limosnas, ni lágrimas ni ayunos, ni otra sangre, si
esta de Jesucristo no interviene. Si te lavares con salitre y hierba mora, con que
blanquean en los batanes los paños, poco te aprovechará, dice Dios. Está profetizado por
Zacarías que habían de venir tiempos donde estuviese una fuente para la menstruada y el
pecador, que son el pecado original, el cual se hereda, como el menstruo y el actual. Esta
fuente es la sangre de Jesucristo, abierta a todos, que a ninguno desecha.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan (Jn 1,7)
26 de enero
El perseguidor evangeliza
Una de las cosas que más admirable hicieron el Evangelio fue la conversión del Apóstol:
la vuelta grande que le hizo dar Dios: que, siendo un hombre que tanto aborrecía el
Evangelio, después tanto lo amase, que por divulgarle rodease el mundo y padeciese
tantos trabajos, etc. Únicamente sé que el Espíritu Santo me asegura en todas las
ciudades que me esperan prisiones y tribulaciones. Que siendo un hombre que antes
aborrecía por todo extremo los fieles, venga después a amarlos tan de corazón que diga:
que ellos son nuestra esperanza, nuestro gozo y corona de gloria. Que, si antes no
podía sufrir que hubiese gente la cual admitiese el nombre de Jesucristo, después
confiese de sí mismo: Hijitos míos a quien engendro de nuevo hasta que se forme
Cristo en vosotros. Que si antes no podía sufrir la cruz ni el nombre de Cristo, después
haya en él tal mudanza, que confiese: No me precio de saber algo entre vosotros sino a
Cristo y este crucificado. Para mí vivir es Cristo y el morir una ganancia. De nada me
precie de saber sino a Jesucristo y este crucificado. Todo lo juzgo basura con tal de
conocer a Cristo y este crucificado. Vuelta fue esta bastante para poner en admiración a
todo el universo, e indicio manifiesto de cómo la omnipotencia de Dios entendía en el
negocio del Evangelio.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 1,23)
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27 de enero
Disposiciones para recibir al Espíritu Santo
Lo primero que conviene para que el Espíritu Santo venga a nuestras almas, es que
sintamos grandemente de Él y que creamos que puede hacer mucho. Por desconsolada
que esté un alma, basta Él a consolarla; por pobre que esté, a enriquecerla; por tibia que
esté, a encenderla; por flaca que esté, a reforzarla; por indevota que esté, a inflamarla en
ardentísima devoción. ¿Remedio para que venga el Espíritu Santo? Sentir de Él muy
magníficamente. Y así dice hablando de la grandeza del Espíritu Santo: El poder de Dios
es muy grande, y de solos los humildes es honrado.
Lo segundo, conviene mucho para que el Espíritu Santo tenga por bien de venir a
nuestros corazones, para que no nos deseche y tenga en poco, tener deseo de recibirle y
que sea nuestro convidado, un cuidado muy grande, un deseo muy firme y ansioso: «¡Oh
si viniese el Espíritu Santo! ¡Oh si viniese aquel Consolador a visitar y consolar mi
alma!».
(Sermones: Domingo Infraoctava de la Ascensión)
28 de enero
Servir a los dioses falsos
A los que sirven a los dioses falsos les echa Dios como maldición: Serviréis a dioses
ajenos de día y de noche (Jer 16,13); y se cumple muy bien en los que adoran la honra.
Hablando san Juan de cierta gente importante de Jerusalén que habían creído en Cristo,
pero que no se habían atrevido a manifestarlo públicamente, por respeto humano, dice de
ellos con gran vituperio que amaron más la honra de los hombres que la honra de Dios
(Jn 12,43). Lo cual con mucha razón se puede decir de estos que aman la honra, pues
vemos que, por no ser despreciados de los hombres, desprecian a Dios, cuya ley se
avergüenzan de seguir, por no ser avergonzados de los hombres.
Pero hagan lo que quieran; honren su honra hasta que no puedan más, que fija y
firme está la sentencia pronunciada contra ellos por Jesucristo, juez soberano, que dice:
Quien se avergüence de Mí y de mis palabras, se avergonzará de él el Hijo de la
Virgen, cuando venga en su Majestad y en la de su Padre y de sus ángeles (Lc 9,26).
(AF, 2)
29 de enero
Si alguno cae
Dos maneras de pecados hallamos en la Escritura, corregidos: unos, por blandura, por
amor, con benignidad y con misericordia; otros, con aspereza, con rigor y justicia. Unos
pecadores vemos cuyos pecados son cometidos por pasión, por inocencia; que sus
autores no están habituados a cometerlos, que no son escandalosos, que están aparejados
para recibir el castigo y para enmendarse; ordinariamente se corrigen y castiga con
blandura. De estos habla el Apóstol en este lugar. De estos son por quien dice el Apóstol:
Sed comprensivos con los de conciencia más débil y no discutáis sobre maneras de
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pensar. Con estos usa el Apóstol de grande mansedumbre; a estos ruega y exhorta con
grande blandura: Soy yo mismo, Pablo, quien os suplica por la mansedumbre y la
bondad de Cristo. Os suplica ese Pablo tan humilde cuando está entre vosotros y tan
prepotente cuando está lejos.
A los pecadores que de esta manera pecan, que no están endurecidos y obstinados en
su pecado, vemos que llama Dios con grande benignidad y con grandes misericordias:
que se anda tras de ellos y los busca y dice que este es su oficio: Vino a salvar lo que
estaba perdido.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 6,1)
30 de enero
El anticristo
El anticristo es un hombre que está profetizado que ha de venir, malísimo sobre toda
maldad; en el cual, así como en un hombre que es Dios –que en Jesucristo se infundió
toda la gracia–, así en este malísimo hombre infundió el demonio toda la maldad. Dice
san Juan de Cristo nuestro Redentor que le dio Dios las gracias sin medida; y por eso
fue el que más agradó a Dios, porque tuvo gracia sin medida. Así este diablo del
anticristo será un hombre verdadero, mas endemoniado (esto quiere decir que tendrá un
demonio familiar, con cuyo consejo hará todo lo que quisiere), en quien el demonio más
derramará toda su maldad, en hacer milagros falsos, en contradecir a Cristo y hacer que
no lo sigan, y para esto, perseguir y hacer mil crueldades a los que siguieren a Cristo.
Este tomará por empresa decir mal de Cristo y tomará guerra contra todo hombre que
invocare su nombre. Dice el profeta Daniel que le fue dado al anticristo poder para hacer
guerra contra los santos y vencerlos. Aquí santos quiere decir cristianos. Así como un
cáliz es santo porque es dedicado a Dios, así los cristianos son santos porque son capaces
de recibir a Dios.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
31 de enero
Velad y orad
Hermanos míos, catad que habíamos de andar desalados: Señor, ¿infierno para mí,
perder a Dios, desterrado de Dios para siempre jamás? ¿Qué será? ¿Qué haré para aquel
día ser librado? Hable Dios y os lo diga Él, y tomad su consejo, que será seguro: Parad
mientes que vuestros corazones no sean agravados con embriaguez; así que velad
orando para que seáis dignos de huir estas cosas y estar delante del Hijo de Dios. ¿Qué
remedio? Dice Dios: No se apeguen vuestros corazones en comer y beber y cuidados de
esta vida. Dejad cuidados, dejad negocios, dejad honras, contentaos con lo bajo, con lo
humilde y sosegado. Jesucristo lo dice; y si no, cargaos; haced grandes casamientos para
hijas, grandes oficios y dignidades para hijos, y veréis cómo os saldrá. Pues, ¿qué hemos
de hacer? Velar en todo tiempo. ¿Qué será del que duerme todo el tiempo, que quizá en
veinte años que tienes no has gastado dos meses en mirar por ti? Dice Dios: ¿Qué diré
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cuando vea a Israel volver las espaldas? ¿Cómo queréis que os diga que oráis, que creo
que va huyendo la Cristiandad y van el día de hoy los cristianos tan descaminados, tan
vencidos de los vicios, tan sujetos al mundo y a sus opiniones y pareceres? Decidme:
¿Oráis? –¿Qué hemos de orar? –Pedid a Dios que para aquel día espantoso, día en que
os han de llamar para oír su misericordia, podáis estar en pie; pedidlo, lloradlo y
suplicadlo. Pues así es menester, que con mucho trabajo lo alcanzaron de Dios los
santos.
(Sermones: Domingo I de Adviento)
24
Febrero
25
1 de febrero
El diablo no fabrica coronas, sino cadenas
Estos no se los tenemos que agradecer al demonio, cuya voluntad no es fabricarnos
coronas, sino cadenas; sino que se lo tenemos que agradecer a aquel sumo y omnipotente
Bien, Dios, que no dejará que suceda ningún mal, más que para sacar bien de una forma
más excelente; ni dejaría a nuestro enemigo, y suyo, que nos atribule, sino para gran
confusión del enemigo que atribula, y bien del atribulado, según está escrito, que Dios se
burlará de los burladores, y el que habita en el cielo se mofará de ellos (Sal 2,4).
Porque, aunque este dragón juega y se burla en el mar de este mundo, tentando y
martillando a los siervos de Dios, se burla Dios de él (Sal 37,13), porque saca bien de
sus males; y, mientras él piensa dañar más a los buenos, más provecho les hace. Con
esto él queda tan corrido y burlado que, por su soberbia y envidia, querría mejor no
haber comenzado este juego, que salió tan beneficioso para los que él quería mal. Y la
maldad y el lazo que a otros tendió, cayó sobre su cabeza (cf Sal 35,8); y queda muerto
de envidia viendo que los que él tentó se van libres y cantando con alegría: ¡El lazo se ha
roto, y nosotros hemos quedado libres; nuestro auxilio es el Señor, que hizo el cielo y
la tierra! (Sal 124,7-8).
(AF, 28)
2 de febrero
No vendrá si no lo deseas
Venid acá: si un hombre no quiere ir a casa de otro, si no sabe que en casa de aquel es
deseado, ¿qué hará el Espíritu Santo, que quiere que el hombre que lo quisiere tenga gran
deseo, y también quiere que lo deseen? ¡Cuán deseado fue nuestro Redentor antes que
viniese al mundo! Lo deseó Adán, lo deseó Noé, lo deseó Abrahán, Isaac, Jacob; lo
desearon los profetas y patriarcas, todos le desearon: ¡Rociad, cielos, desde lo alto, y las
nubes lluevan; ábrase la tierra y produzca al Salvador! Decía el profeta Ageo: De aquí
a poco, poco falta, dice el Dios de los ejércitos, yo moveré el cielo, y el mar, y la
tierra, todo lo moveré, y entonces vendrá el Deseado de todas las gentes, y el ángel del
Testamento que vosotros queréis. Jesucristo en gran manera fue deseado. ¡Ojalá, Señor,
que rompieses los cielos y descendieses a la faz de la tierra! Jesucristo fue muy
deseado en gran manera, y así quiere el Espíritu Santo ser deseado. Porque aquella
merced cuadra bien que antes que venga es bien deseada; y el manjar que por sí es
bueno, es mal empleado en quien no tiene gana de comer. Maten una gallina o una perdiz
que parece que pone gana de comer. Dice el enfermo a quien se la dan: «Quitadla allá,
que tengo perdido el gusto y la gana del comer, que no me sabe bien». Mala señal en
gran manera; ¿no tenéis gana de comer?, señal de muerte es.
(Sermones: Domingo Infraoctava de la Ascensión)
3 de febrero
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No tengo necesidad de que nadie me enseñe
De aquí, de esto que dice san Juan: No tenéis necesidad que alguien os enseñe, mas así
como la gracia de Dios os enseña de todas las cosas, y es verdad y no es mentira,
tomaron de aquí unos devotos necios a decir: «Yo tengo la gracia de Dios, no tengo
necesidad de ser mostrado por hombre». Estos hacen burla de las letras y del deprender.
Dicen: «Yo tengo lumbre que me enseña, no he menester maestro». Tomaron de aquí
achaque para decir mal de las letras, y no de aprenderlas. ¡Grandísimo engaño! No sé
cuál es mayor engaño: el de estos, o de los que estriban en las letras y en sus libros, y no
de esta lumbre, de esta gracia de Dios. Dice el devoto necio: «Yo tengo lumbre de Dios,
no he menester a nadie». Poquito a poquito, abajaréis a ser hereje. ¿Qué hace a un
hombre ser hereje? Creer una cosa con pertinacia, y no querer ser corregido en ella. Dice
Agustín: «Yo bien podré errar, mas hereje no lo seré». Sí, que san Agustín, y san
Ambrosio y san Cipriano cosas tuvieron que eran errores, mas se sujetaron a la
determinación de la Iglesia y a la corrección de ella. La pertinacia en el hombre lo hace
hereje. El que dice: «Yo tengo esto, y aunque me digan otra cosa contra esto, no lo
creeré», mal camino lleva.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
4 de febrero
No hay virtud si uno no es probado
No hay virtud firme si no es probada, y la fe se prueba en los peligros y disfavores de
Dios; mas, si fina es, no sólo no desmaya, mas cuanto más acosada se ve, más fuerza
cobra, y de la soledad saca compañía; porque sabe que esta es costumbre del Señor,
poner a los suyos en los cuernos del toro y esconderse para probar la fe de ellos; y como
no está arrimada la vista sino a la bondad de su Señor, no se ha de mirar lo que siente ni
de qué parte sopla el viento, sino, como áncora fijada en el suelo del mar, asirse
firmemente con el Crucificado y fijar su pensamiento y decir: «Tú, Señor, moriste por mí
antes que yo naciese, me buscaste con dolores, sin buscarte ni llamarte yo; ahora que te
llamo y te quiero no me desampares. Si abrigaste a quien te era enemigo, no desecharás a
quien te desea servir y a la que ya tomaste por tuya». Y en esta fe vivirá, e irá segura
entre las olas y tempestades que en la mar se ofrecen, aunque parezca que ya se hunde la
nave. Trabajad por no desmayar, porque no se levante el Señor y le riña como a los
apóstoles hizo, diciendo: ¿Cómo estáis temerosos, hombres de poca fe? En lo cual veréis
que en verdad quiere el Señor que estemos esforzados, pues que en entrando las olas en
la navecilla, ya para sumirla, y aun riñe con los que entonces tenían temor.
(Carta 19)
5 de febrero
Si decimos no tener pecado
Añadió esto, porque el aparejo que Dios quiere en nosotros para lavar nuestros pecados
es conocimiento de ellos; mas si este falta, mentimos, y no nos lavará Dios. Hubo
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algunos que dijeron que venía el hombre a estado que no podía ya pecar, y erraron. No
ha habido puro humano, excepto nuestra Señora, en quien no haya habido pecado, como
parece por este lugar, y por lo que dice Salomón en la oración que hizo a Dios después
de hecho el templo, y otros lugares. Otros hubo que dijeron, como Lutero, que en todo
pecamos, y aun en el mismo amor de Dios, porque no es de todo corazón, como se
manda, lo cual no puede ser en esta vida, por la hojarasca del pecado; los cuales también
erraron; porque por las mismas palabras que Dios demanda el amor, dice David que lo
confesará: Me confesaré a ti, Señor, de todo corazón; lo cual cumplía como decía. Tiene
Dios su tasa de amor, y hasta qué tanto obliga el amor so pena de pecado mortal, y hasta
qué tanto a pecado venial; y queda algo sin obligación de ningún pecado; y así hay
muchos que, en algunas obras, ningún pecado hacen. La obligación del amor de Dios sin
distraimiento, como lo tienen los bienaventurados, nace de parte de la grandeza y
beneficios de Dios; mas se templó esta obligación por la fragilidad e impotencia humana,
y quedó tasada por la sabiduría divina.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan (Jn 1,8)
6 de febrero
Para aprovechar
El alma que quisiere aprovechar es de menester que su conversación y habla sea con
alguno de estos intentos, conviene a saber: o para ser informada o instruida, o para
socorrer necesidades de faltas de prójimos, o para mostrar sus fatigas y miserias, que la
necesidad le demanda, aunque debajo de esto puede haber algunos derramamientos
buenos, aunque no de perfección, de manera que la esposa de Jesucristo convendrá no
tan solamente apartarse de libranzas y de gastar el tiempo en ellas, mas aun despedirlas,
que poco más o menos bien habréis experimentado que conversar con seglares hinchen el
ánima de muchas fantasías y aun de deseos carnales, y callo lo demás que experiencia lo
demuestra que no debería. Aunque veáis que dais pena a los que despedís, conformaos
con Jesucristo, que dijo que no vino a meter paz en la tierra, mas cuchillo; que vino a
apartar el hijo del padre y la hija de la madre. Por tanto, si os queréis llegar a
Jesucristo, haced guerra y no paz con los de vuestra casa, que los enemigos del hombre
son los de su casa, de manera que, si os queréis llegar a Jesucristo habéis de echar todos
los vuestros fuera de vuestro corazón.
(Carta 224)
7 de febrero
Para anunciarlo a los pobres
Llama Dios a los hombres y usa con ellos de sus inmensas misericordias. Tráelos a sí, y
es su intento poner en nosotros estos dones para gloria suya, para manifestar su
grandeza, su omnipotencia; para mostrarse cuán ilustre, cuán claro, cuán poderoso y
cuán benigno sea, etc.: Me he formado un pueblo para que narre mis maravillas, etc.
Vosotros seréis mis testigos, dice el Señor, y mi siervo a quien he elegido, para que
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sepáis y creáis que yo soy. Yo soy, yo soy el Señor, y no hay fuera de mí otro salvador,
etc.
Para este fin eligió los apóstoles por ministros y para este fin dice que envió al Mesías.
El mismo Apóstol confiesa que le fue concedido perdón de sus culpas por esta causa.
Como persona que tenía entendido cómo para gloria de Dios se concedían los dones del
cielo, ruega y avisa a los tesalonicenses; viene a decir: Oramos siempre por vosotros: que
nuestro Dios os haga dignos de vuestra vocación y que con su poder lleve a término
todos vuestros buenos deseos y la obra de vuestra fe. De este modo el nombre de Jesús,
nuestro Señor será glorificado entre vosotros, y vosotros lo seréis en Él con la gracia
de nuestro Señor Jesucristo, el Señor
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 1,15)
8 de febrero
La fe y el amor
Y en lo que el Señor dijo: Se le perdonan muchos pecados, porque amó mucho, no quiso
decir porque creyó mucho, llamando al efecto con el nombre de la causa; puesto que está
claro que, habiendo preguntado el Señor que cuál de los deudores amaría más a su
perdonador, aquel a quien perdonaba más o a quien menos, tenía que concluir su
razonamiento hablando del amor, y no hablando de creer. Y, si vale que se tome uno la
licencia de decir que llama fe al amor, tomando al efecto por el nombre de su causa, nos
la tomaremos nosotros para decir que en los lugares de la Escritura en que se dice que
por la fe se justifica el hombre, se entiende el amor por el nombre de la fe, entendiendo
en la causa el efecto; puesto que tan frecuente y razonable es el modo de hablar por el
que se llama al efecto con el nombre de la causa, como a la causa con el nombre del
efecto. Aquí habló claro el Señor, si no quiere alguno cegarse con la luz; y a la fe y al
amor los llamó por su nombre; y ambos se requieren para la justificación, según hemos
dicho. Y la misma unión afirma el Señor, cuando dice a sus discípulos: El mismo Padre
os ama, porque vosotros me habéis amado a Mí, y habéis creído que yo he salido de Él
(Jn 16,27).
(AF, 44)
9 de febrero
Santificaos
Y para que vengamos a nuestro propósito, habéis de saber que cuando el Señor quiso
que su arca pasase por el río Jordán y, entrando ella en el río, se hiciese aquella gran
maravilla, que las unas aguas del río se tornasen atrás y las otra corriesen hacia abajo
hasta que no fuesen vistas, y así quedase camino seguro y sin agua en el dicho río y por
donde todo el pueblo pudiese pasar, pareció –y con mucha razón–, al altísimo Señor que
esta maravilla hacía, que la gente que la había de ver y gozar se aparejase para
dignamente recibir tal merced, y mandó al capitán Josué que dijese al pueblo las palabras
de nuestro tema: Santificaos, porque el Señor mañana ciertamente hará maravillas
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entre vosotros. De donde parece que no solo para tratar con el mismo Señor, mas aun
con sus cosas y obras, es menester particular disposición y santificación. Para oír sus
palabras cuando dio la Ley mandó que se santificasen; y al que las ha de hablar le
conviene ser santo, porque no diga el Señor aquella terrible y digna palabra de ser temida:
Al pecador dijo Dios: ¿Por qué tú cuentas mis justicias por tu boca? A los sacerdotes
mandó que se santificasen para las cosas del templo. Y los que habían de comer de las
cosas sacrificadas y celebrar la Pascua comiendo un cordero, habían de estar
santificados, so pena de graves castigos.
(Sermones: Víspera de Corpus)
10 de febrero
Vestíos del hombre nuevo
Vestíos de hombre nuevo que se renueva de día en día, que, como la gracia es a
semejanza de Dios, se ha de parecer aquel alma a Dios: Dios humilde, el alma humilde;
Dios limpio, el alma limpia; Dios templado, el alma templada; Dios caritativo, el alma
caritativa. Altísima cosa es un alma en amistad de Dios. Esa dádiva y esa hermosura que
esa alma tiene, conviene al alto Dios. ¡Qué linda cosa es ver almas que sean hechas a
imagen de Dios! Según su imagen, que los creó. Los que os deleitáis y sois curiosos en
ver imágenes de Flandes, acordaos de esto: Donde no existe el gentil.
En esta hermosura de ser hijo de Dios por gracia, no hay diferencia de gentil ni de
judío, de circuncidado y de prepucio, bárbaro y escita, siervo y libre.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 4,24)
11 de febrero
El sacerdote, don de Dios
Entre todas las obras que la divina Majestad obra en la Iglesia por ministerio de los
hombres, la que tiene el primado de excelencia y obligación de mayor agradecimiento y
estima, el oficio sacerdotal es, por ministerio del cual el pan y el vino se convierten en
cuerpo y sangre de Jesucristo nuestro Señor, y su divina persona está, por presencia real,
debajo de los accidentes del pan que antes de la consagración había. Conviene mucho
conocer esta merced, para agradecerla al Señor, que la hace, y también para usar bien de
ella; lo cual, como San Ambrosio dice, no se puede hacer si primero no es conocida.
Mas, ¿quién tendrá vista tan aguileña que pueda fijarla en el abismo de la lumbre de
Dios, de cuyo corazón tal obra procede? ¿Tan llena de maravillas, manifestadoras de su
inefable saber, inmenso poder, infinita bondad, que esta obra por excelencia se llama
gloria de Dios, como el glorioso san Ignacio la llama?
Si queremos comparar la alteza del oficio sacerdotal, sin comparación, será como
comparar un cortesano de la cámara del rey, que trata con su misma persona, a un
aldeano, que ha menester el favor de este privado, y se hinca de rodillas delante de él y le
besa las manos pidiéndole con mucha humildad que interceda por él al rey con quien
trata; y, si lo queremos comparar con reyes, aunque sean monarcas, excédeles tanto,
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según san Ambrosio dice, como el oro excede al plomo.
(Tratado sobre el Sacerdocio)
12 de febrero
En esto sabemos que estamos en Dios
Dice san Juan: En esto sabemos que estamos en amistad, en el espíritu que nos dio.
Este decir espíritu es muy odioso a muchas personas; pues, ¿cómo lo habemos de
llamar? Así le llama la sagrada Escritura. Quien se llega a Dios, se hace de un espíritu y
condición y de un corazón: sentir de las cosas del arte y manera que Dios quiere que
sintamos, como Él lo siente. San Pablo: Nosotros tenemos el espíritu de Cristo. Dice el
griego: Tenemos la mente de Cristo. Sentimos de las riquezas, de los deleites, de la honra
de ser estimados del mundo, conforme al parecer de Dios: que seamos acá dentro hechos
a la condición de Dios.
Dijo Dios de David: Hallé un varón conforme a mi corazón. Esto es estar en Dios,
poner su amor en él: Probar lo que agrada a Dios; desear que sea Dios alabado para
siempre, parecernos bien todas las cosas de Dios, desear que todo el mundo le sirva,
gozaros del bien y gloria de Dios. ¿Habéis visto a una mujer bien casada, que quiere bien
a su marido? El amante se halla en el amado, dice san Agustín: el que ama está más
donde ama que donde anima. «¿Cómo sabré si he puesto en él mi amor?». San Juan lo
dijo arriba: El que cumple su palabra, verdaderamente en él la caridad de Dios es
perfecta: en esto sabemos que estamos en Él. Todo lo que hiciéreis ha de ser con amor y
por amor.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
13 de febrero
Cómo aprovechar la cuaresma
Vuestra señoría sea venido enhorabuena a su casa, que así lo creo yo que será; porque lo
menos bien del propio rincón es más bien que lo mejor de la corte. No quisiera que
tiempo tan santo como entre manos tenemos se celebrara donde tan mal se podía
celebrar. Y por eso nuestro Señor le trajo a su reposo, para que con Él piense despacio
los grandes misterios que en estos días acaecieron. Límpiese vuestra señoría, para con
limpio corazón comer del Cordero, no ya en figura, mas en verdad; no ya temporal, mas
eterno; no hijo de oveja, mas Hijo de Dios en el cielo y de Virgen en la tierra. Razón es
que este Cordero, aunque es dulce, se coma como lechugas amargas; porque nuestra es
la culpa del sinsabor que tenemos, que no de Él. Nosotros hicimos cosas para que sea
menester arrepentirse y llorar; que Dios todo es dulce y fuente de agua muy sabrosa.
Mas, ya que no tuvimos seso para mirar que no nos ha hecho Dios obras para enojarle,
tengámoslo para tener enojo nosotros de lo que dinos de Él.
(Carta 13)
14 de febrero
Confesión y perdón de los pecados
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La confesión es para hacer las amistades entre Dios y tú. Estaba Dios airado contra ti,
estaban dadas tantas sentencias de muerte para los infiernos contra ti. ¿Te confesaste? Ya
eres amigo de Dios; no están ya a tu cuenta aquellos pecados; y Dios te los ha
perdonado, que no te castigará ya en los infiernos por ellos. La confesión es para que se
borren y deshagan tus pecados y para que nunca más se acuerde Dios de ellos. ¡Oh,
bendito seas tú, Señor! ¡Y si supiésemos cuánto bien nos cantan en aquel cantar:
¡Bendecid los sacerdotes al Señor! ¡Cuán mal te sabemos agradecer el poder que has
dado a los sacerdotes y cómo los has hecho dispensadores de tus merecimientos! Decid
qué amigo hay acá que diga a su amigo: «Mira que aquí adelante en las cosas que tocan a
mi hacienda, a mi honra, a mi casa, no negocie nadie conmigo, sino todos los que
vinieren a negociar, negocien con vos todo lo que a mi tocare». –Señor, ¿y si os dan una
bofetada? –También la perdona.
Pues así lo hizo Jesucristo con nosotros, que nos dio poder para que negocien con
nosotros todo lo que a su hacienda y honra tocare; y que por soberbio, por sucio, por
abominable, por endiablado que sea el hombre, por deshonra que haya hecho a Dios y
con ellos, al hombre dirá Dios: «Id a un sacerdote, pues que le ha dado poder para que
de mi parte os perdone y absuelva de todos vuestros pecados, y él os perdonará en mi
nombre».
(Sermones: Octava de Corpus)
15 de febrero
Así trata a veces el Señor
Y de esta manera trata el Señor a los suyos: que los deja muchas veces en trances de
tanto peligro que no encuentran dónde hacer pie, ni hallan en sí mismos un solo cabello
de fortaleza al que asirse, ni se pueden aprovechar de los favores que en tiempos pasados
han recibido de Dios; y quedan como desnudos, y en oscuras tinieblas entregados a la
persecución de sus enemigos. Pero súbitamente, cuando no lo piensan, los visita el
Señor, y los libra; y los deja más fuertes de lo que antes estaban, y les pone debajo de los
pies a sus enemigos. Y el alma, aunque más débil por naturaleza que el demonio, siente
dentro de sí un ánimo tan poderoso que le parece que despedaza al demonio como a una
cosa muy débil y sin resistencia. Y no sólo con uno, sino que se atrevería a pelear con
muchísimos; tal es el ánimo que siente que le ha venido de nuevo del cielo, con el cual
no sólo se defiende, sino que dice como David: Perseguiré a mis enemigos, y los
alcanzaré, y no volveré hasta que sean vencidos; los quebrantaré, y no podrán estar en
pie, y caerán debajo de mis pies (Sal 18,38-39).
(AF, 29)
16 de febrero
Según la carne o según el Espíritu
Ordinariamente vemos en la Escritura que los carnales, los que no eran del número de los
escogidos, fueron grandes perseguidores de los espirituales, de aquellos que eran amigos
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de Dios, siendo estos amigos de Dios benignísimos y mansísimos. Un Caín persigue a
Abel; un Ismael, a Isaac; un Esaú, a Jacob; un Saúl, a David; un pueblo de Egipto, de
Babilonia y de los asirios, al pueblo de Dios. Todos aquellos que son carnales, que no
tienen espíritu, que son de los reprobados; todos son crueles, gente de discordia,
sanguinolentos. Estos otros, misericordiosos, que no saben reñir ni enojarse ni hacer mal
a nadie, si no es ya, a cabo de mil años, movidos por solo celo y honra de Dios, que
imitan aquel Señor de quien confiesa David: Porque tú, Señor, suave y manso, y lleno de
misericordia para los que te invocan; y que anda dando voces: Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón. Como gente que se precia de tener tal maestro, siguen su
mansedumbre, su paciencia, su sufrimiento, su blandura. Y, ¿cómo no tienen de ser
blandos y benignos y humanos, teniendo en sí aquel Espíritu de quien dice Dios: Benigno
es el espíritu de sabiduría?, y el Apóstol: La caridad es paciente, benigna; la caridad
no tiene envidia.
El mismo Apóstol manda a Tito que persuada esto a los cristianos: Recuérdales que se
sometana los jefes y a las autoridades, que sepan obedecer y estén listos a la vez para
tomar buenas iniciativas de toda clase.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 4,29)
17 de febrero
Amar el padecer
Fortísima cosa es un corazón determinado en querer a Dios; porque, como entiende que
puede alcanzar a este que desea, no teme meterse por lanzas, teniéndose por
cumplidamente dichoso con solo este bien que alcance, aunque sea a trueque de todo lo
que le pueden pedir. Estima a Dios en mucho, y de ahí le viene estimar los trabajos en
poco, pues leemos de Jacob haber hecho esto con su amada Raquel; y aunque le echasen
carga de nuevos trabajos, toda la llevó por gozar de su deseo. Y pues a vuestra señoría
ha cabido suerte, por la misericordia de Dios, de estar apalabrado con Dios sobre que
será Él su galardón y descanso de sus trabajos, no de esta mancha en su honra, que le
parezcan grandes, siendo Dios la paga de ellos y el mismo que los envía. Sufra vuestra
señoría la carga y la sobrecarga los siete años primeros y los siete siguientes; que, si
persevera en el amor de Raquel, su galardón será el eterno descanso, y cantará ante el
acatamiento de Dios: Estamos alegres por los días en que nos afligiste, por los años en
que sufrimos el mal.
(Carta 17)
19 de febrero
Medicina de las virtudes
Lo que tras esto has de sacar de la meditación de la sagrada pasión, para que poco a
poco vayas subiendo de lo bajo a lo alto, ha de ser medicinar las llagas de tus pasiones
con la medicina de la pasión del Señor, al cual llama Isaías flor de la vara de Jesé (Is
11,1); porque así como las flores suelen ser medios para dar la salud, así Jesucristo,
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molido en la cruz y puesto mediante la devota consideración sobre nuestras llagas, por
peligrosas que sean, son sanadas por Él. Esto lo experimentaba san Agustín, y decía:
«Cuando algún pensamiento feo me combate, me voy a las llagas de Cristo. Cuando el
diablo me pone asechanzas, huyo a las entrañas de misericordia de mi Señor, y se va el
demonio de mí. Si el ardor deshonesto mueve mis miembros, es apagado con acordarme
de las llagas de mi Señor, el Hijo de Dios. Y en todas mis adversidades no he encontrado
remedio tan eficaz como las llagas de Cristo; en ellas duermo seguro, y descanso sin
miedo». Lo mismo dice y experimentó san Bernardo, y experimentan todos aquellos que,
viéndose acosados por sus pasiones, como la cierva lo es de los perros, van con piadoso
corazón a beber de aquellas fuentes sagradas del Salvador (cf Is 12,3), penosas para Él,
y causantes de gozo y refresco para nosotros.
(AF, 77)
20 de febrero
Mirar y servir a Dios
Mas para mirar y servir a Dios hay muchas cosas, y unos se aficionan más a unas, y
otros a otras, según el sentido de cada uno. A los unos aplace la vida activa, a los otros la
contemplativa. Unos se esmeran en la abstinencia, otros se hallan más esforzados para la
castidad. Y así vemos haber florecido diversos santos en diversas virtudes y dones de
Dios.
(Carta 25)
21 de febrero
Estar en Cristo
Los cristianos que se están en Él, son su cuerpo. San Pablo: Nadie jamás ha aborrecido
a su cuerpo. Pues como la disciplináis y la hacéis abstener, eso es bien quererla que no
aborrecerla; porque la queréis para que goce del bien verdadero. Antes dice san Pablo:
Lo alimenta. El que quiere bien a su mujer, a sí mismo quiere bien, porque él y su mujer
es una misma carne. El que deshonra a su mujer, a sí mismo se deshonra, dice san
Pablo. Para que entendáis que aquel misterio que acaeció a nuestro padre Adán, que le
sacó Dios una costilla y formó Dios de allí una mujer que le dio por compañera, dice san
Pablo: Este sacramento es muy grande y lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Cristo
representa a Adán, y Eva representa la Iglesia. Adán y Eva, una carne; Cristo y a la
Iglesia, una carne, unos huesos: Hueso de mis huesos y carne de mi carne. Así como
amando un hombre a su mujer se ama a sí mismo, así, amando Dios a su Iglesia, se ama
a sí mismo, porque cuerpo y cabeza todo es un hombre.
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
22 de febrero
Huye de la desconfianza
Volviendo, pues, a nuestro propósito, huye de la desconfianza, y de las mudanzas que
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reprende la Escritura, que tiene el necio como la luna (Si 27,11). Y procura tener parte
en la estabilidad de la que alaba al justo, diciendo: Permanece como el sol; quiere decir,
que siempre está de la misma manera. Aprende de unas veces cómo tienes que
conducirte en otras; y como dice la Escritura: En el día de los bienes, no te olvides de
los males; y en el día de los males, no te olvides de los bienes (cf Si 11,25); para que,
templando lo próspero de lo uno con lo adverso de lo otro, vivas en una igualdad, que ni
estés derribada en el tiempo de la tribulación con el peso de la desconfianza y la tristeza,
ni tampoco tengas desvanecida la cabeza con la demasiada alegría, en el tiempo de los
consuelos espirituales. Así se lee de aquella santa Ana, madre del profeta Samuel, que,
después de haber orado en el templo de Dios, no se mudó su rostro a cosas diversas (cf
1Sam 1,18); quiere decir, que guardó esta igualdad de corazón. Isaías dice: Que tenía
que haber una morada que dé sombra contra el calor del sol, y que dé seguridad y
sirva de defensa contra el torbellino y la lluvia (Is 4,6). Y estaría bien que
procurásemos vivir en esta morada, para que teniendo fortaleza de corazón, confiando en
la misericordia de Dios, te procurase esta seguridad, aún en las cosas y lugares en que
suele haber peligro; según está profetizado del tiempo de la nueva Ley, que en los
bosques dormirían los hombres seguros (cf Ez 34,25). Y aunque parece cosa extraña
tener sosiego y seguridad en este destierro, mas, así como, en comparación de la que hay
en el cielo, es muy pequeña, mas, en comparación de los temores que tienen los malos,
es muy grande y de mucha estima. Esta dice Job que tendrá quien eche de sí la maldad
(cf Job 11,14-15).
(AF, 30)
23 de febrero
El yugo de la servidumbre
Los gálatas no habían guardado la Ley, pero habían vivido en la servidumbre de los
ídolos, apartados de Jesucristo, sujetos a las leyes y servidumbre del demonio; y a esto
llama estar bajo el yugo de la servidumbre. Les parece a los malos que estar bajo la ley
de Dios es cosa pesada, es grave yugo y cautiverio; juzgan que es libertad no tener
cuenta con Dios, seguir su concupiscencia, sus malas inclinaciones y sus malos deseos.
Pero es al revés; que no hay mayor pesadumbre que la que el pecado trae, ni más duro
cautiverio que el de la culpa. Trata esto el profeta excelentemente: Desde el extremo de
la tierra cánticos oímos: ¡Gloria al justo! Pero yo he dicho: Se acabó, se acabó, ¡ay de
mí! Los violentos hacen violencia, los violentos, violentamente hacen violencia.
¡Terror, fosa y red sobre ti, habitante de la tierra! El que escape al grito del terror
caerá en la fosa, y el que escape de la fosa quedará presos en la red; pues las esclusas
de allá arriba se abrirán y se conmoverán los cimientos de la tierra. Sí, la tierra está
sacudida; la tierra estallará, se agrietará; la tierra temblará como un borracho,
cabeceará como un tugurio; su iniquidad la oprimirá y caerá para no volver a
levantarse. Todos estos son frutos del pecado y lazos que el mismo hombre se echa,
carga que le pone en estrecho de no poder huir de la ira y furor de Dios; por el mismo
caso que peca, se mete en estas angustias.
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Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 5,1)
24 de febrero
Lucha contra la ociosidad
Y mire bien que no esté un momento ociosa; porque no hay persona tan santa, que se
pueda valer si tiene plaza al demonio, escuchándole sus marañas y pensamientos que
trae. Y hace muy mucho al caso, para quien tiene pelea con él, tener alguna ocupación
que le haga tener atención, para que olvide algo de lo que el demonio trae. Porque de
otra manera, aunque se trabaje por desechar, no podrá; y mil veces acaece dar el
combatiente consigo en el suelo, derribado con el peso de la tristeza. Y entonces se
huelga el demonio de verle caído como a bestia debajo de carga y lleno de tristeza y
amargura y caimiento de corazón; y de allí llévalo a otros pensamientos peores, como se
llegan moscas a la olla que no hierve. Y este es su tiro para contra los que están solos,
derribarlos con esta tristeza y pereza. Y por esto decían los viejos santos que, cuando el
solitario hace la celda, se ríe el espíritu de la pereza y asienta par de la celda sus reales. Y
por esto no hay cosa de que tanto los solitarios huían como de estar sin alguna ocupación
que les ayudase a cerrar la puerta contra los pensamientos del demonio; y ya mudaban
una, ya otra, trayendo el corazón con fervor, sin dejarlo caer; y con esto andaban
siempre fuertes y no hallaba el diablo por dónde les entrar. Y este es muy mejor modo
para pelear que no otro, aunque no consientan en los pensamientos; porque, a bien librar,
debilitan la fe, entibian el amor y hacen perder el tiempo mirando: «Esto y esto me trae,
y esto viene de aquí, y este otro de allí». Porque aunque esto no sea consentir, es andar
el alma angustiada y ocupada solamente en defenderse de los golpes que le dan; mas de
la manera que he dicho, anda más guardada, y los enemigos más lejos, y con un fuerte
vigor, que pone espanto a los demonios. Y así decían los Padres que era imposible tener
los pensamientos quedos sin estar el cuerpo ocupado en alguna cosa, y no poder llegar
uno a la perfección si por aquí no pasaba.
(Carta 127)
25 de febrero
El amor con que Cristo padeció
Y si se viese morir, aunque fuese a un esclavo, por un rey, cuánto más si preceden a su
muerte algunos azotes y tormentos de los muchos que el Señor padeció, sería una hazaña
por la que el esclavo alcanzaría perdón, aunque hubiese hecho muchas maldades; y
juzgarían todos que había merecido que el rey le concediese dones, si en la otra vida se
los pudiese dar. Y en muchos días no se caería de la boca de los hombres tal hazaña, e
incluso el rey la contaría con mucha ternura y agradecimiento. Pues volvamos esto al
revés, que el rey muera después de haber sufrido muchos tormentos y graves deshonras
por su esclavo, del que no ha recibido ningún servicio, antes graves ofensas, dignas de
muerte muy cruel; y que la causa de que el rey muera sea por el puro amor que le tenía
este esclavo, es una cosa ni vista ni oída, y de tan excesivo amor, que espantaría
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grandemente a los que lo oyesen, y que daría materia para predicar la bondad de ese rey
durante muchos días e incluso durante toda la vida.
(AF, 77)
26 de febrero
Los pastos del cielo
Y me sigan, y les daré la vida eterna, y nunca perecerán. No os penséis, ovejitas, que
os quedaréis así. Seguidme, que no andaréis desconsoladas. Yo daré –dice el Señor– a
mis ovejas la vida eterna, yo las apacentaré en unos montes muy viciosos, muy fértiles,
donde no les falte nunca qué comer. Las apacentaré en pastos escogidos; su majada
está en los montes altos de Israel; allí descansarán en cómodos apriscos. En mi
divinidad, en aquella infinita bondad, en la infinita luz, allí las apacentaré yo, allí les daré
yo el manjar de vida, allí gozarán de mí, allí pacerán en aquella fertilidad de aguas, en
aquellos suavísimos ríos que corren agua de infinita bondad y suavidad, allí las recrearé
yo de una parte de ángeles, por otra de santos, de otra parte de vírgenes. Allí las
apacentaréis, allí pacerán ellas, y a su placer; allí tendrán aquello que nunca acabaron de
entender, lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ningún hombre imaginó.
Allí gozarán de pastos tan dulces, de gozos tan inefables, que se queden espantados de
cuanto Dios les pusiere a la mesa; allí no habrán ya hambre ni cansancio; gozarán y
pacerán juntamente de tan suavísimo manjar, que no hay quien pueda pensar el pasto
que el Señor dará a sus ovejas.
¡Y que, oyendo esto, no me den fastidio ni asco las ollas de Egipto! ¡Gran mal!
¿Quién hay que no desee ser oveja de Jesucristo? Si alguno hay que no lo es, no salga de
aquí sin serlo, no salga de aquí sin esperanza de gozar del pasto tan excelente que el
Señor da a sus ovejas.
(Sermones: Miércoles de la semana de Pasión)
27 de febrero
Tres maneras de justicia
Tres maneras hay de justicia: una es conmutativa, otra es distributiva, otra es justicia
universal. Justicia conmutativa es la de los contratos de daca y toma; vender la cosa por
lo que vale y comprarla por lo que merece. Si os doy menos por la cosa de lo que vale, o
más de lo que vale, entra ahí la justicia conmutativa. Y para contratar bien, se requiere
esa justicia. Otra hay distributiva: como un hombre que tiene cargo de la república, de
repartir oficios. ¿Sirve uno a la república bien? A aquel le da el oficio más honrado, que
sirve mejor. ¿Hay igualdad en los oficios de la república? Quien los merece mejor, que se
los den: esa es justicia distributiva. Otra es, cuando un hombre cumple todo lo que
mandan las leyes: llámase justicia general. Y de ahí se llama un hombre justo, porque
guarda todas las leyes. No se llama uno justo por comprar y vender sin engaño, o porque
tiene la justicia distributiva. El que guardare la castidad, la templanza, el ayuno, la
humildad, la paciencia, y en todas las demás virtudes, se le llamará a este tal justo,
37
porque es justo universal. El otro, se le llamará justo en contratos, o justo en distribuir
oficios, o justo en aquello que tiene. Esta otra se llama justicia general, que así llamó
Aristóteles: «Justo universal».
Lecciones sobre la Primera carta de Juan
28 de febrero
El Cuerpo del Señor
Ahora veamos cómo le va con el olor de la fiesta del Cuerpo del Señor, que tan presto
viene. Porque para los corazones cristianos, grande afrenta será no oler este santo Pan
antes que venga su fiesta, pues le olieron los Magos desde tan lejos, y aun los profetas y
patriarcas mucho antes que se encarnase. ¿Qué mejor nueva que la de ver andar a Cristo
por las calles entre nosotros, andar entre nuestras manos, delante de nuestros ojos, y al
que no cabe en cielo ni en tierra, ver encerrado en una pequeña cortina de accidentes de
pan y después entra en nuestro tan pobre e indigno pecho? Señora, no oiga vuestra
merced estas nuevas con orejas sordas; despierte a su corazón y dígale que se halle muy
atento a tan gran merced y obra de Dios, y que vomite todo otro manjar que tenga, para
que, hambriento, se harte de este celestial Pan de que comen los ángeles. Dígale que vele
estos días, porque entonces no se duerma; y pues es semana de Espíritu Santo, pídale
gracia para saber sentir la fiesta del Cuerpo que fue concebido por Espíritu Santo. Y
cuando venga la fiesta del santísimo Cuerpo, vendrá con él el Espíritu Santo, porque por
merecimientos de Cristo descendió este Espíritu. Y cuando el cuerpo de Cristo se nos da,
con Él se nos dan sus merecimientos, según la medida de la disposición que llevamos.
(Carta 122)
38
Marzo
39
1 de marzo
Fe y palabra de Dios
Y aunque tengas que inclinar tu oído con igual asentimiento de fe a toda la escritura de
Dios, porque toda ella es palabra de una misma suma Verdad, pero debes prestar una
particular atención a aprovecharte de las benditas palabras que habló en la tierra el
verdadero Dios hecho carne, abriendo con devota atención tus oídos del cuerpo y del
alma a cualquier palabra de este Señor, que se nos dio por especial maestro, por la voz
del Eterno Padre, que dijo: Este es mi Hijo muy amado, en el que me complazco;
escuchadle (Mt 17,5). Aplícate a leer y a escuchar estas palabras, y sin duda hallarás en
ellas una singular medicina y una poderosa eficacia para lo que toca a tu alma, cual no la
hallarás en todas las otras que haya hablado Dios desde el principio del mundo. Y con
mucha razón, puesto que en lo que en otras partes ha dicho, ha sido lo que Él ha hablado
por boca de sus siervos; y lo que habló en la humanidad que tomó, lo habló por su propia
persona; abriendo su propia boca (cf Mt 5,2) para hablar, el que antes había abierto y
después abrió la boca de otros, que hablaron en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y
mira no seas desagradecida a tan gran don como Dios nos ha hecho, al querer ser Él
nuestro Maestro, dándonos la leche de su palabra para mantenernos, el mismo que nos
dio el ser para que fuésemos algo. Es una gracia tan grande, que si hubiese un peso para
pesarla, y nos dijesen que en el fin del mundo había palabras de Dios para enseñanza del
alma, debíamos pasar toda clase de trabajos y peligros por oír unas palabras dichas por la
suma sabiduría, y hacernos discípulos suyos.
(AF, 45)
2 de marzo
Tribulación de san José
Tornemos a nuestros santos desposados, María y José. ¡Qué ricos, qué honrados, qué
ensalzados en el acatamiento de Dios, ella con tal Hijo y él con tal esposa y con ser ayo
del Hijo de Dios! Y tras esto viene que José vio a nuestra Señora estar preñada, por tener
su seno crecido; de lo cual recibió tan grande alteración y tristeza entrañables, cual no se
puede decir. ¡Oh bienaventurado varón, y de cuántas angustias es tu corazón combatido!
¡Y cómo Dios te ha lastimado en las mismas niñas de tus ojos, pues ves preñada a tu
esposa, y nunca has llegado a ella, ni pensaste llegar; porque ella y tú entrambos tenéis
hecho voto, de común consentimiento, de guardar virginidad por toda la vida! Estaba el
santo varón como fuera de sí, y por una parte viendo lo que veía y por otra parte
acordándose de la bondad de esta Virgen y de las grandes señales que de sí daba para ser
creída. Y cuando este santo varón se paraba a considerar las virtudes de ella y su
honestísima conversación, o cuando le miraba su virginal y honestísimo rostro, le parecía
cosa imposible caber maldad en vaso de tan excelente bondad, y hacer traición a Dios y a
su marido la que con tanta lealtad servía al uno y al otro; y por aquel rato huían las malas
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sospechas, y se reprendía de ellas; pedía en su corazón perdón a Dios y a su esposa y
descansaba y estaba contento.
(Sermones, San José)
3 de marzo
Le hace frente
Aunque san Pedro era mayor; aunque era más antiguo en el Evangelio; aunque a él
singularmente se le habían dado las llaves del cielo y a él le había encomendado Dios sus
ovejas, y había quedado por confirmador en la fe de los otros discípulos, le reprende san
Pablo, y con palabras que parecen ásperas y desabridas. Pero no hallamos que las
recibiese él con mal rostro, o que se enojase con el Apóstol por ellas; antes él mismo,
sabiendo que en esta epístola estaba escrito esto, dice: Como ya os lo escribió nuestro
queridísimo hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; de hecho, así se
expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en estas se
encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan. Él
mismo confiesa que estaban las epístolas de san Pablo escritas con sabiduría del cielo,
estando en ellas esto, como es de creer que san Pedro lo sabía.
Siempre veremos esto en los amigos de Dios: que cualquiera corrección que de parte
de Dios se les da, cualquiera reprehensión que se les haga, la admiten con grande
voluntad y con muy alegre corazón, sin indignarse contra los ministros que Dios toma
para aquel oficio.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 2,11)
4 de marzo
Penitencia por los pecados
El primer paso que tiene que dar el alma, acercándose a Dios, ha de ser la penitencia de
sus pecados. Y para que esta esté bien hecha aprovecha mucho desocuparse de todos los
negocios y de todo trato, y ocuparse con cuidado en traer a la memoria los pecados de
toda su vida, sirviéndose para ello de algún confesionario. Y, después de haber llorado
bien por ellos, confesarlos con un médico espiritual que le pueda y sepa dar el remedio
competente para su enfermedad, y le ponga su conciencia tan llana como si aquel día
tuviese el hombre que morir, y presentarse en el juicio de Dios. Y en este negocio puede
gastar un mes o dos, deshaciendo con amargos gemidos lo que pecó con malos placeres.
Y para esto se puede servir de la lectura de algún libro bueno, que le ayude para esto, y
de lo que antes dijimos de pensar en su muerte y en el juicio de Dios, y descender vivo
con el pensamiento a aquel pozo hondo del fuego eterno, para que no descienda después
de muerto a probar la eterna miseria que allí hay.
(AF, 71)
5 de marzo
La penitencia obra de Dios
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365 días con Juan de Avila - José María Fernández Lucio

  • 1.
  • 2. 365 días con Juan de Ávila José Mª Fernández Lucio, ssp 2
  • 3. J Introducción uan de Ávila nace en Almodóvar del Campo, (Ciudad Real) el día 6 de enero de 1499, de Alonso de Ávila y Catalina de Xixón. Sus padres, aunque no pertenecían a la hidalguía ni podían presentar títulos nobiliarios, gozaban sin embargo de unas buenas rentas que les permitían ser considerados entre los destacados del lugar. Según algunos testimonios, sus padres tenían unas minas de plata en Sierra Morena. Un dato importante, por la repercusión que tendrá después en la vida de Juan, es que su padre era converso. Por sus venas corría sangre judía. En el valle de Almodóvar había muchos moriscos que en 1391 se vieron forzados a la conversión antes que sufrir la hoguera. El hecho de ser hijo de un converso cerrará a Juan más de una puerta tanto en sus estudios como después, ya de sacerdote, al intentar trasladarse al recién descubierto Nuevo Mundo. Un factor importante en la vida de los habitantes de Almodóvar era que, junto al pueblo, pasaba la vereda real, con un gran trasiego de personas que iban y venían, portadoras de toda clase de noticias. Juan es un chico con ganas de saber, ávido de aventuras, tan de moda en su época, pero con una particularidad: que le sirven de reflexión y no de chismorreo. Pasaron los años y Juan tuvo que tomar una decisión con su vida. Entonces las salidas no eran tan numerosas como en nuestros días: había que elegir entre un cargo eclesiástico o civil. Ignoramos quién le hizo decidirse por Salamanca, si fueron sus padres o fue algo consensuado entre ellos. Lo cierto es que cuando contaba con 14 años emprendió el camino hacia Salamanca para estudiar leyes. Era el mes de octubre de 1513, año en que comenzaba la construcción de la catedral nueva en esa ciudad. Poco sabemos de su paso por Salamanca. Parece ser que bien pronto se dio cuenta de que aquel no era el camino por el que Dios le llamaba y que no sintonizaba mucho con el Derecho, pues habla de él como de «negras leyes». La ley se le presentaba demasiado fría, y él ardía. También sabemos que cuando el tiempo se lo permitía asistía como simple oyente a las clases de teología y en ellas disfrutaba más. Parece que entró en relación con la esplendorosa comunidad que los dominicos tenían en San Esteban, que se distinguía por su cultura y espiritualidad. Otros avanzan la idea de que contribuyó a su vuelta a casa el no poder acudir a grado, por impedírselo el estatuto de 1509; una vez más la sombra y sospecha de converso. Finalmente no faltan quienes hablan de una gracia especial que le llamó a una vida más perfecta. Esta última nos parece la más acertada, por lo que viene después. Lo cierto es que dejó Salamanca y las «negras leyes» y volvió al hogar de sus padres, a quienes solicitó un aposento apartado de la casa donde poder llevar una vida de soledad y servicio a Dios. Sus padres accedieron a esta petición pues, además de ser muy religiosos, tenían un gran amor a su único hijo. Allí pasó tres años de desierto y recogimiento, entregado a una vida de oración y penitencia, frecuentando los sacramentos y pasando muchos ratos de oración ante el sagrario. Un religioso franciscano, de paso por el pueblo, le ofreció a Juan la posibilidad de 3
  • 4. abrirle su interior, a la vez que aconsejó a sus padres cómo actuar con su hijo. Pensó el buen fraile que un alma con tan gran deseo de servir al Señor no debía perderse, por lo que les recomendó que le enviaran a estudiar a Alcalá de Henares. Aquellas palabras del religioso franciscano supusieron, tanto para sus padres como para Juan, más un mandato que un simple consejo, por lo que veremos al joven Juan de camino hacia la Universidad Complutense. Esta universidad había nacido el mismo año que el nuevo estudiante, 1499, y con unos ideales de reforma, especialmente en la Teología, disciplina desprestigiada a favor del Derecho. No movió al buen Cisneros, al fundarla, una simple competencia con la de Salamanca, sino el servirse de la Teología para la conversión del clero, factor principal de renovación del pueblo llano. Esta finalidad iba muy de acuerdo con las aspiraciones de Juan de Ávila. La Universidad de Alcalá era como la caja de resonancia de los grandes acontecimientos que se estaban sucediendo: por un lado el descubrimiento deAmérica, la vuelta al mundo que superaba a todo lo que hasta hacía poco era lo cotidiano, y ahora que había comenzado a ser objeto de conversación. Todo esto suponía abrirse a nuevas corrientes, como la bíblica, y por eso se lleva a cabo la publicación de la Biblia Políglota. por otro lado, no hay que olvidar las grandes corrientes religiosas que van surgiendo en ese momento, como el iluminismo y el erasmismo, que logran introducirse en la Universidad. Juan se apoya en pilares seguros, como el maestro Soto, el padre Francisco de Osuna o Fernando Contreras, para estar seguro de no desviarse. Juan saldrá de Alcalá con una gran preparación, pues en sus escritos encontramos citas de Cicerón, Séneca, Virgilio, Horacio, etc. Y advierte al concilio de Trento: «Por no tener los teólogos copia de todos los concilios ignoran muchas cosas necesarias. Convenía que mandasen ponerlos en las universidades e iglesias catedrales. Los concilios que comúnmente andan impresos son pequeña parte de los que hay». Así hemos llegado al año 1526. Los años pasados en Alcalá le han preparado para la ordenación sacerdotal. Es consagrado sacerdote y se dispone a celebrar la primera misa en su pueblo, junto a la tumba de sus padres, que no pudieron gozar con él del gran deseo de su hijo hecho realidad: ser ministro del Señor. Lo que entonces siente interiormente quedará reflejado en su Tratado sobre el sacerdocio. Celebrada la primera misa, poco duró su permanencia en el pueblo. Inmediatamente se desprende de todas sus posesiones para vivir el Evangelio a la letra; quiere ser todo y únicamente de Dios. Vende sus posesiones y el importe lo distribuye entre los pobres. Ahora sí que puede ponerse en camino, ligero de equipaje y de preocupaciones, «sabiendo de quién se ha fiado». No olvidemos que Juan es de La Mancha y que, tal vez en su mente, si no con las mismas palabras sí con las mismas intenciones, pero en su caso espirituales, podemos aplicar las mismas palabras de El Quijote: «A los caballeros andantes no les toca averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias; sólo les toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías». 4
  • 5. Lo encontramos atravesando Sierra Morena, pasando por Córdoba como lugares de su peregrinación, ya que su meta está fuera de las fronteras de nuestra nación. ¡Hay tanto campo para roturar en el Nuevo Continente! Sevilla será sólo el lugar donde preparar los requisitos para embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Pero una vez más la Real Cédula de 1510 prohibía que los cristianos nuevos predicasen en la Nueva España. Se le cerraba una puerta que tanto deseaba, pero Dios, a través de sus mediaciones, le abriría otra. Cuando Juan llega a Sevilla, esta ciudad está llena de luces y sombras. Es un centro comercial y mercantil. Llegan gentes de todas partes. Corre el dinero a raudales, pero no para todos. En medio de tanto lujo hay también mucha miseria. Recordemos las obras literarias: El Lazarillo de Tormes o La Celestina, en las que queda reflejada esta otra cara amarga. La riqueza va acompañada casi siempre de una vida relajada. En Sevilla abundan los conventos, más de treinta entre frailes y monjas; el número de frailes y monjas llega a 1.500, sin embargo, la vida de muchos clérigos es poco ejemplar. A Juan esta situación le marcará durante toda su vida. Toca con su mano la realidad, muy distinta de la que ha vivido hasta entonces. En Sevilla le hace de anfitrión Fernando de Contreras, conocido de Juan en los años pasados en Alcalá, y es quien le persuade de que se quede en Sevilla, pues encajan muy bien sus dotes naturales y espirituales con los planes evangelizadores. Por su parte, tampoco el arzobispo quiere dejar escapar tan buen predicador y no menos buen escritor. Pero no sólo Sevilla gozará del trabajo de Juan, sino también los demás pueblos. Tanto tiempo favorable no podía durar mucho. Pronto surgieron acusaciones que llegaron hasta la Inquisición. Los acusadores eran personas que buscaban vengarse de Ávila, que fustigaba su mala conducta: siempre los profetas o son perseguidos o acaban degollados. Desde 1531 a 1532 no le dejan en paz las mentiras y calumnias que levantan contra él. En el mes de julio de 1533 sale la sentencia absolutoria, pero ya el buen Juan ha sufrido la cárcel y sus secuelas. En Sevilla ha sembrado la Palabra y la ha regado con la sangre de su sufrimiento. Su destino será Córdoba, instalándose en el viejo Hospital, con los pobres y los enfermos (1534-1535). Pero también aquí, como en Sevilla, no será sólo Córdoba la que escuche su palabra y lea sus escritos. La boca del apóstol Ávila atronará incesantemente con sus voces evangélicas la Andalucía del siglo XVI. Estando aquí le invitó a predicar a Granada el arzobispo de esta ciudad, Gaspar Dávalos, en 1536, y volverá otras muchas veces. Es digno de resaltar que en esta ciudad de Granada tendrá lugar una de las conversiones más llamativas, la de un mercader lusitano con una vida azarosa: pastor de ovejas en Oropesa, soldado en Fuenterrabía, Hungría y Ceuta. Era el día de San Sebastián de 1537. De ahora en adelante se llamará Juan de Dios, fundador de una Orden al servicio de los enfermos. En Granada se le dará el título de Maestro por encargo del cabildo el 3 de marzo de 1538. Además de la predicación no hay que olvidar las innumerables cartas dirigidas a distintas personas por parte del Maestro, donde queda patente su espiritualidad. Su magisterio está marcado por un sentido vital, basado en la Escritura y sobre todo en san 5
  • 6. Pablo. Como gran reformador, su primera labor fue la fundación de colegios: Baeza, Jerez de la Frontera, Zafra, Córdoba, Priego y sobre todo, hay que destacar una escuela sacerdotal en Córdoba para robustecer el espíritu interior, cuya sede es el Alcázar viejo de la ciudad. Ya hemos tenido la oportunidad de hablar de algunos amigos del Maestro. Pero tuvo muchos más. Fray Luis de Granada estuvo unido a Juan de Ávila por una serie de cartas que comienza en 1539, además de reencuentros en varias ciudades y villas andaluzas. Una vez desaparecido de la escena de este mundo y, pasados unos lustros, don Diego de Guzmán, religioso de la Compañía de Jesús, pide a fray Luis de Granada, el 15 de abril de 1585, que escriba la vida de Juan de Ávila. Fray Luis se encontraba por entonces en Lisboa, ya bastante anciano, pero con ayuda de otros, que le procuraron documentos que no le parecen suficientes, pues se lamenta de no saber «tampoco los principios de su vida y los nombres de sus padres y el lugar donde nació, y dónde estudió, y dónde comenzó a predicar». Esto que él ignora hoy lo sabemos por otras fuentes. Pero lo que sí es importante es lo que escribe a continuación: «Trayendo a la memoria sus cosas y leyendo sus epístolas, hallo en lo uno y en lo otro tan grandes virtudes que las pierdo de vista y me hallo insuficientísimo para escribir la vida de un hombre todo sobrenatural y todo divino. Porque me parece que estaba tan transformado en Cristo, que todo lo humano estaba oprimido con la gloria del espíritu». Y para los que se acerquen a sus escritos «ciertamente aquí hallarán los tales un perfectísimo dechado en que vean lo que han de hacer y lo que les falta». Otro de los grandes amigos de Juan fue Ignacio de Loyola, por quien guardaba una santa emulación y con quien quiso participar especialmente enviándole algunos de sus dirigidos y amigos. En 1554 le enviará a Alonso Ruiz y Baltasar Loarte. Él mismo quiso también formar parte de la Compañía, pero se ve que la voluntad de Dios no era seguir ese camino. Dios los cría y ellos se juntan. ¡Pero qué santos! Después de haber presentado al Maestro Ávila con tanta actividad apostólica hay que preguntarse de dónde procedía y cuál era la fuente de donde manaba tanta doctrina y sabiduría espiritual: la oración y la eucaristía. «Su predicación fue algo consustancial a su temperamento de apóstol; a la predicación se ordenaba principalmente su estudio; su oración era el fuego en que templaba su espíritu para el púlpito», nos dice Luis Sala Balust. Hay testigos que afirman que «estudiaba los sermones que predicaba, de rodillas, puesto en oración», «asidas ambas manos al clavo de los pies de un santo Crucifijo» que presidía su sala. «Tenía dos horas de adoración por la mañana y otras dos por la tarde». Por eso «las palabras que salían como saetas encendidas del corazón que ardía, hacían arder también los corazones de los otros». Él decía que el fin de su predicación era «no estar razonando una hora de Dios, sino que venga el otro hecho un demonio y salga hecho un ángel». Fue un gran Maestro porque supo ser un gran discípulo del Maestro por excelencia: Jesucristo divino Maestro. Santa Teresa de Jesús, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila en Montilla, expresó así su dolor: «Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna». Menéndez y 6
  • 7. Pelayo, nuestro gran erudito, en su obra Historia de los heterodoxos españoles, decía de él que «el Maestro Ávila era un orador de los más vehementes, inflamado y persuasivo que ha visto el mundo». Murió en Montilla cuando estaba a punto de cumplir los setenta años esta figura gigantesca de la renovación eclesial. Debajo de su mausoleo se grabó un epitafio en una tablilla de mármol blanco, compuesto en latín por el P. Jerónimo López y que él mismo traduciría al castellano, que reza así: Salve, mármol sagrado, en quien ahora, una feliz hasta el supremo día, cenizas del gran Ávila atesora. Salve, padre y maestro, en quien el cielo todo, por bien nuestro, inundaciones de su amor llovía, fecundó, pues, con celestial rocío lo que en su mismo pecho había sembrado a Dios dio fruto veces mil doblado, que en mieses ya maduras lo que te fía cobra con usuras. Cuanta espaciosa vega el Tajo y el Genil, y el Betis riega, llenó tu voz del nombre, que el Evangelio clama, de Dios hombre. El santo desengaño, el natural buscaba y el extraño en ti como en espejo. Oráculo era al mundo tu consejo, y cuanto procuraste ser pequeño en la tierra, en que dejaste de tu humildad tan soberanas huellas. Y el mismo venerable padre al lector: Ávila fue mi nombre, mi camino la tierra que pisaba peregrino; el cielo era mi patria verdadera. ¿Qué oficio ejercité? Segador era, de la incansable mano nunca dejé la hoz por muy anciano, antes a Cristo di siempre constante cosecha de sus mieses abundante. 7
  • 8. Cronología de san Juan de Ávila 1499 6 de enero, nace Juan de Ávila en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) de Alonso de Ávila y Catalina Xixón. 1513 Octubre, Juan de Ávila emprende el camino hacia Salamanca para estudiar en la Universidad lo que él apodará «negras leyes». 1517 Abandona Salamanca y vuelve a su pueblo. 1517-1520 Pasa estos años en el retiro de su casa en oración y sirviendo a Dios. 1520 Abandona su retiro y va a Alcalá a la universidad donde pasará seis años y recibirá el don del sacerdocio. 1526 Deja Alcalá para celebrar su Primera Misa en su pueblo natal ante la tumba de sus padres. Después vende sus posesiones y reparte entre los pobres su importe. 1526 Llega a Sevilla en la primavera de este año con vistas a trasladarse al Nuevo Mundo. 1531-1533 Sufre un calvario de falsas acusaciones. 1531 Es denunciado ante el tribunal de la Inquisición y sale absuelto. 1533 Abandona Sevilla y va a Córdoba. 1534 Se instala en Córdoba en el Viejo Hospital. 1536 El obispo de Granada, Gaspar Dávalos, le llama a predicar en la ciudad. 1536-1537 Al inicio del curso llega Juan a Granada hasta 1539. 1537 Famosa conversión de Juan Ciudad en Juan de Dios. 1539 Un Breve Pontificio establece que Juan de Ávila ponga en marcha la Universidad de Baeza. 1541 Creación de un colegio en Jerez de la Frontera. 1542 y 1543 Viajes esporádicos a Granada. 1546 Deja Baeza. 1549 Primera graduación en la Universidad de Baeza. 1555 Obligado por su salud, se instala en Montilla. 1569 Muere en Montilla a la edad de 70 años. 1635 Se publica la primera biografía escrita por el licenciado Luis Muñoz en la imprenta Real de Madrid bajo el título Vida y virtudes del venerable maestro Ávila, predicador apostólico, con algunas de sus virtudes y vida de algunos de sus discípulos. 1574 Publicación póstuma de su obra Audi, filia. 7 de octubre de 2012 El papa Benedicto XVI lo declara Doctor de la Iglesia. 8
  • 10. 1 de enero Escuchar Devota esposa de Jesucristo, el profeta David –o mejor dicho, Dios por medio de él– le dice estas palabras a la Iglesia cristiana, amonestándole lo que debe hacer para que el gran rey Jesucristo la ame, de lo cual se le siguen a ella todos los bienes. Y, porque tu alma es una de las de esta Iglesia, por la gran misericordia de Dios, me pareció bien explicártelas, invocando primero el favor del Espíritu Santo, para que rija mi pluma y apareje tu corazón, para que ni yo hable mal, ni tú escuches sin fruto; mas lo uno y lo otro sea para perpetua honra de Dios y para complacencia de su santa voluntad. Lo primero que se nos amonesta con estas palabras es que escuchemos; y no sin motivo, porque, como el principio de la vida espiritual es la fe, y esta entra en el alma, como dice san Pablo, por el oído (cf Rom 10,17), es razón que, en primer lugar, seamos amonestados a lo primero que nos conviene hacer. Porque aprovecha muy poco que suene la voz de la verdad divina por fuera, si no hay oídos que la quieran oír por dentro. Ni nos basta con que, cuando fuimos bautizados, nos metiese el sacerdote el dedo en los oídos, diciendo que se abriesen, si los tenemos cerrados a la palabra de Dios, cumpliéndose en nosotros lo que dice el profeta David de los ídolos: Tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen (Sal 115,5-6). (AF, 1) 2 de enero Voz que clama Le fue preguntado a san Juan Bautista quién era, y él respondió: Yo no soy el Mesías, ni Elías, ni soy aquel profeta de quien dijo Dios a Moisés: Yo suscitaré un profeta de en medio de tus hermanos como tú, y quien de este me tocare, él me lo pagará. Ninguno de estos –dice san Juan– yo no soy. –Pues, si tú no eres ninguno de estos, dicen ellos, ¿cómo has osado poner rito nuevo en el pueblo? ¿Cómo bautizas? –No os espantéis, que mi bautismo no hace más que lavar la cabeza y el cuerpo con sola agua; no es más que para que los que vienen a él profesen que son pecadores y que han menester quien les lave de sus pecados. Pero en medio de vosotros está uno al cual no conocéis vosotros, y al que os convenía conocer; este lava con agua y fuego y mete la mano en las almas y de sucias las hace limpias, yo soy tan diferente de Él que aun no soy digno ni merezco servirle de muchacho para descalzarle los zapatos; este de quien otras veces os lo he profetizado y predicado que aunque viene después de mí, es antes que yo. De manera que este que os digo que está entre vosotros es mayor que yo, que no merezco descalzarle los zapatos ni servirle de esclavo. (Sermones: Domingo III de Adviento) 3 de enero Imitemos al niño de Belén 10
  • 11. ¿No queréis que me alegre con este día? Está el pobre y el encarcelado esperando el día de Pascua, para que le den un poco de pan y lo suelten de la cárcel, y se alegra con lo que le dan, ¿y no queréis que me alegre yo con tal dádiva, que mucho antes estaba prometida cuando dijo Isaías: Un chiquito nos es nacido y un Hijo nos es dado? ¡Él sea bendito, su Madre sea bendita y quien los recibiere también! Por esto dijo Isaías: Una Virgen concebirá y parirá un hijo y se llamará Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros? Pues si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Y si Dios es nuestro, ricos somos. Isaías dice: Quien es mi contrario, lléguese acá. El Señor Dios es mi ayudador, ¿quién me condenará? No hay que temer al demonio si debajo de la sombra de este Niño estamos; no hay que temer infierno si con penitencia a Él nos llegamos; ni nos faltará bien alguno si de este Niño participamos. (Sermones: Navidad) 4 de enero La estrella de la fe Se llenaron de alegría. Si hay alguno que de veras conoció a Dios, y le perdió, y después le tornó a hallar, entenderá qué gozo es hallar a Dios. Se para la estrella encima, etc. ¿Qué haces, estrella? Si ste es Rey: ¿Qué es de los palacios reales? ¿Qué es de los caballeros? ¿Dónde está la seda y brocados? ¿Qué rey en mesón y establo, acompañado de animales? Si la estrella no los guiara, le fueran a buscar en la casa más rica. ¡Oh bienaventurada fe de los cristianos! ¡Qué perdido anda el que busca a Cristo sin la estrella de la fe! En lo pobre y más olvidado del mundo está Cristo, en lo escondido del mundo, etc., Dios eligió a los pobres de este mundo, ricos en la fe, etc. Si no hay fe, no atinaréis dónde está Dios: que en las lágrimas está la risa, en la pobreza el reino, en el hambre la hartura, el fuego debajo del agua. ¡Miserables ricos, si sois malos, qué lejos está de vosotros Dios! ¿Sobre quién descansará mi espíritu? Para hallar a Cristo, buscad al enfermo, y al pobre, y al olvidado del mundo. Temo que por falta de esta estrella no buscan muchos a Cristo. O se engaña el mundo en buscar riquezas de viles, o Cristo en buscar los pobres. Cristo no puede, etc. ¡Grande es la fuerza de la fe! (Sermones, Epifanía) 5 de enero El lenguaje de la estrella Entrando en Jerusalén, se les escondió la estrella. ¿Hay aquí alguno a quien se le haya escondido la estrella? Un tiempo estaba tan devoto, el pensamiento bueno se me venía sin que yo lo buscase, en la cama recordaba pensando en Dios. Si se escondió la estrella, ella parecerá. –Se les apareció la estrella y caminaron tras ella. Y cuando estuviesen cerca de Belén, sospecho yo –esto no está en la Escritura– que, cuando la viesen, dirían: «¿Qué cosa más alta hay en este lugar? ¡Eh, allí en aquellas torres debe de estar!». ¿Allí irá la estrella? No irá, sino al mesoncito, que quizá no tenía tejas, quizá sería de paja: ¿quién sabe eso? Estaba en una peña grande, hecha una concavidad. Allí estaba el 11
  • 12. pesebre donde el Rey de los reyes fue reclinado. Allí nació el Salvador en aquel establo. Se pone la estrella en aquel portalito. ¿Quién había de pensar que estaba allí Dios? Andad delante. Hemos de ir tras vos. Creo que entonces echaba más claros rayos y que decía más claro: «Aquí está». ¿Cómo es posible? ¡Oh, bienaventurado aquel que entiende qué cosa es fe! Bien lo dijiste, niño, cuando fuiste grande: ¡Bienaventurados los que no vieron y creyeron! Lo que esta estrella dice aquello es. Dice la razón de los Reyes que está el niño en casas altas y ricas; dice la estrella que no, sino en aquellas pajas, en aquel pesebre. Dice la razón natural: ¿Cómo un cuerpo tan grande puede estar en una hostia chiquita? Dice la fe que sí puede. (Sermones: Epifanía) 6 de enero Busquemos y hallaremos a Jesús ¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos? Estas palabras dijeron aquellos reyes santos, que venían en busca del verdadero Rey y Monarca del cielo y de la tierra, Jesucristo nuestro Señor. Quieren decir: ¿A dónde está el que ha nacido Rey de los judíos? Son palabras que nos habían de dar mucho ejemplo, y confortarnos a que con mucho cuidado y diligencia busquemos lo que buscaron, para que hallemos lo que hallaron. Sólo aquel halla a Dios que lo busca, etc. Dónde está, etc., y venimos, etc. Sabemos que es nacido, pero ignoramos el lugar. Hoy hace trece días que sonó en nuestros oídos que nació el Hijo de Dios; veamos si ha hecho en nosotros esta vez lo que hizo en los Reyes la estrella. Por eso se celebra hoy esta fiesta, para que, pues sabemos que es ya nacido el Hijo de Dios, le busquemos, y de tal manera, que le hallemos. Y quien esta fiesta no celebra, téngase dicho que no nació Cristo para él. Esta es fiesta de gran regocijo para quien bien la celebra, fiesta de mucho bien para los buenos. Fiesta donde se halla Dios, ¿qué tal os parece que será? ¿Qué puede faltar donde no falta Dios? ¿Qué pensáis que trajo a los Reyes de Oriente, sino que les fue revelado el nacimiento del Rey de los judíos, un Rey criador de todos los reyes, uno que puede hacer bienaventurados a todos los del mundo, un Rey en cuya comparación todos los reyes y reinos son menos que nada? (Sermones: Epifanía) 7 de enero Nuestros dones Adoran los Reyes al Niño en verdad, que pienso que los piececitos le besaron. Abren sus tesoros, que largo da el que ha encontrado con el Niño. Se van a sus arcas y, abiertos sus tesoros, no las bolsas, ofrécele cada uno mucho oro, mucha mirra y mucho incienso. – ¿Qué ofrecéis a Dios? –No tengo qué. –¿Pensáis que para los que no tienen está cerrado el cielo? Antes está más abierto; porque, ¡no tendrá de qué dar cuenta a Dios el rico cómo repartió lo que le dieron! ¡Ay de aquel que come mucho y tiene poco calor; se hará una postema que le mate! El estómago no toma la comida para quedarse con ella, sino 12
  • 13. para repartirla por los miembros. Tomas mucha hacienda y no tienes mucho calor de caridad para repartirla, has de quedarte con ella en el estómago. La hacienda será el cordel con que te ahorquen. Mucho tenía David que ofrecer a Dios, mas cuando vino a ofrecer dijo: En mi están, Señor, tus ofrendas; más aprecia Dios estas ofrendas que becerros y carneros. Ábrele el corazón, y le abrirás el tesoro con que más se huelga. Ya abrió Dios sus entrañas y corazón. Por aquel agujero del costado puedes ver su corazón y el amor que tiene. Ábrele el tuyo y no esté cerrado. Párate a pensar: Señor, tu corazón abierto y alanceado por mí, ¿y no te amaré yo a ti? Me abriste tu corazón, ¿y no te abriré yo el mío? (Sermones: Epifanía) 8 de enero ¿Quién le encontrará? No hay cosa que más lastime mi alma como ver que ya ha nacido Dios y que ya ha llorado, y derramado su sangre y sufrido la muerte con la cruz, y que no haya quien se aproveche de ello; de lo cual se queja por Isaías: He trabajado en vano, etc. ¡Grandísima lástima es ver los hombres perdidos, siendo Dios nacido por su remedio! Esto, pues, ha de obrar en nosotros el saber que es nacido que nos haga salir a buscarle. Quien no le busca, no le hallará. Abrahán salió de su tierra, etc. El hombre que sale de su propia voluntad y de sus deleites y placeres, ese tal sale de su tierra y hallará a Dios. Otras no; solo la esposa: En mi lecho, etc. ¿Cómo le habíais de hallar, buscándole en vuestra cama? Aun si le buscaseis en la suya, etc.; pero en vuestra cama, adonde vuestra propia carne y voluntad descansa en vuestros pecados, ¿cómo le queréis hallar? No se le encuentra en la tierra de los vivos. No se engañe nadie, hermanos, que poco aprovecha para hallar a Dios oír misa y dar limosna, si no dejáis la cama de vuestros pecados, etc. Pues para ir a buscar a Dios y hallarle salen los hombres de su tierra y dejan sus casas. El hombre que dice: «Desde hoy quiero salir de mi casa, quiero salir de mis pecados y dejar mis deleites y placeres por agradar a Dios, quiero guerrear contra mí», ese tal le hallará, con tal que salga de veras, no de burlas, poniendo a riesgo todo cuanto se le ofreciere y fuese menester perder, ora sea hacienda, honra o la vida. (Sermones: Epifanía) 9 de enero Del bando de Cristo De lo cual resulta que, así como los que son de este mundo no tienen oídos para escuchar la verdad y la doctrina de Dios, antes la desprecian, así el que es del bando de Cristo no los ha de tener para escuchar y creer las mentiras del mundo. Porque ahora alague, ahora persiga, ahora prometa, ahora amenace, ahora cause espanto, o parezca blando, en todo se engaña y quiere engañar, y con tales ojos lo debemos mirar; pues es cierto que lo hemos cogido en tantas mentiras y falsas promesas que, por la mitad que un hombre hubiese dicho, en ninguna cosa nos fiaríamos de él, y a duras penas, aunque 13
  • 14. dijese la verdad, le daríamos crédito. No es verdadero bien ni verdadero mal lo que el mundo puede hacer, pues no puede dar ni quitar la gracia de Dios. Ni aun en lo que parece que puede, puede nada, puesto que no puede llegar a un solo cabello de nuestra cabeza (cf Lc 21,18) sin la voluntad del Señor; y, si otra cosa nos quisiera hacer entender, no lo creamos. ¿Quién habrá ya que no se atreva a pelear contra un enemigo que no puede nada? (AF, 3) 10 de enero Vocación de los magos No es Jesucristo nada ocioso. Vino a la tarde del mundo, como dice David, mas se dio gran prisa a trabajar; como los viejos que han vivido mal toda su vida, dicen: «Esto que me queda de mi vida quiero emplearlo bien y darme prisa para recompensar la mala vida pasada». A quien le queda poco sol se ha de dar prisa. No es Jesucristo nada ocioso, el amor le hace ser tan diligente. Salido es el sol, alto a trabajar. Señor, todos os vemos nacido en un portal y reclinado en un pesebre. ¿Qué cosa y cosa verá Dios en un polvo, ver al que mantiene los hombres y los ángeles colgado de los pechos de una mujer? ¿Qué? ¿Es esto una cosa tan nueva? Si no lo entendéis, entendedlo. Esta fiesta, hermano, de nacer Dios y hacerse chiquito por amor de los hombres, por vos se hace; alma, vos sois la dama, por vos se hacen estas justas, porque el hombre se remedie y se salve. Y así veréis que, en naciendo Dios, vienen los ángeles a dar las nuevas a los pastores: Nacido es a vosotros el Salvador, andad, id allá. (Sermones, Epifanía) 11 de enero Las obras de la gracia Además de lo dicho, considera que, así como, cuando eras nada, no tenías fuerza para moverte, ni para ver, ni oír, ni gustar, ni entender, ni querer; pero que, al darte Dios el ser, te dio estas potencias y fuerzas; así no sólo el hombre que está en pecado mortal está privado del ser que es agradable a los ojos de Dios, sino que está sin fuerzas para realizar las obras de vida que agradan a Dios. Y por esto, si ves a algún cojo o manco, piensa que así está el hombre sin la gracia en su alma; si a algún ciego, sordo o mudo, tómalo como espejo en el que te mires; y en todos los enfermos, leprosos, paralíticos, y en los que tienen el cuerpo encorvado y los ojos puestos en tierra, con toda la muchedumbre de enfermedades que presentaban delante del acatamiento de Jesucristo, nuestro verdadero médico, entiende que tan perdidos están los malos, en cuanto a los sentidos espirituales, cuanto lo estaban aquellos en los corporales. Y mira que, como una piedra con el peso que tiene está inclinada a ir hacia abajo, así, por la corrupción del pecado original, que traemos, tenemos una vivísima inclinación a las cosas de nuestra carne, y de nuestra honra, y de nuestro provecho, haciendo un ídolo de nosotros y obrando nuestras obras, no por amor verdadero de Dios, sino por el nuestro. Estamos vivísimos para las cosas 14
  • 15. terrenales y que nos tocan y muertos para el gusto de las cosas de Dios. Manda en nosotros lo que había de obedecer, y obedece lo que había de mandar. Y somos tan miserables que, debajo de un cuerpo humano y erguido, llevamos escondidos unos apetitos de bestias y unos corazones encorvados hacia la tierra. (AF, 66) 12 de enero Los verdaderos buscadores Vienen de jornada en jornada hasta llegar a Jerusalén. Preguntan: ¿A dónde está el Rey de los judíos que ha nacido ahora? ¿Veis qué gentil cosa? Aún no han visto a Jesucristo y ya desean morir por él. A la fe estos son buenos buscadores de Dios, que no los que no sé por qué cosilla dejan de buscarle. Solías levantarte a orar por las mañanas, ahora porque hace frío no te levantas; dabas limosna, y ahora porque vale el pan caro no la das; cuando tuvieses la espada a la garganta, entonces le habrías de buscar mejor. Al que en un tiempo busca a Dios y después lo deja, llamadle lunático, llamadle caña movida con el viento; el que no está determinado de morir por Dios, antes que lo deje, no lo busca de verdad. ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? ¡Qué gentil plática! ¿No hay rey en Jerusalén? ¿No es Herodes rey? Venían determinados de perder la cabeza por el Niño, y por esto lo hallaron. El que lo busca de mentira no lo hallará, mas el que de verdad lo busca lo hallará sin duda. (Sermones: Epifanía) 13 de enero El esperado En nombre de Jesucristo es el Deseado de todas las gentes. Antes que viniese, deseado de todos los patriarcas y profetas; todos suspirando: ¡Señor, ved que os deseamos, venid a remediarnos! Deseado de la Santísima Virgen y deseado de todos. Dichosos todos los que te esperan, dice Isaías. Hermanos, si vinieren pecados esta semana, no los recibáis, decidles: «Anda que estoy esperando a un huésped». Si viniere alguno a que juguéis, decid: «No quiero, que estoy esperando que ha de venir Dios». Grande freno se ha puesto en la boca y en sus obras el que está esperando a Dios. Lo que has de hacer, suspirar por Dios. ¡Señor, tú solo mi bien y mi descanso; me falte todo y no me faltes tú; se pierda todo y no tú! Aunque me quieras quitar todo cuanto me quieres dar, dándome a ti no se me da que me falte todo. (Sermones, Domingo III de Adviento) 14 de enero Los nombres de Cristo Pues mirad si es admirable el Niño. ¿Qué mayor maravilla que, siendo Dios, nazca de una doncella pobre? ¡Qué maravilla tan grande estar echado en tan pequeño pesebre! Y estando llorando es más bienaventurado que todas las criaturas del cielo, porque desde el 15
  • 16. instante de su encarnación vio a Dios. Maravilloso en ser concebido sin ayuntamiento de varón; maravilloso en ser parido sin dolor de la madre, sino que quedó virgen y santa; maravilloso en la vida; maravilloso en la muerte; maravilloso en la resurrección; ¿pues qué si miráis sus maravillas en la conversión del mundo? ¿Qué más es? Consejero: guía y consejero que os aconseje en todas las cosas con tal certidumbre que, si tomáis su consejo, no es posible engañaros, y tomando sus avisos no nos podemos perder ni errar el camino de todo nuestro bien. ¿Qué más es? Dios fuerte. Aunque hombre y Dios, se llama Dios por razón de la persona divina. ¿Quién más es? Padre del siglo futuro. Como no hay hombre que tenga carne que no la haya recibido de Adán, así ninguno hay que tenga espíritu, que no lo haya recibido de Cristo. ¿Otro nombre? Príncipe de la paz. Alégrense los que están reñidos con el Padre Eterno, que Cristo vino a hacer las amistades. (Sermones: Epifanía) 15 de enero ¿Misterios muy elevados? Podrá decir alguno, movido por estas razones o por otras, que es justo que el hombre crea lo que no entiende, porque Dios lo dice. Pero que, pudiéndose cumplir esto creyendo otras cosas, no tienen por qué creerse las que los cristianos creemos. Pero decidme, ¡hombres ciegos!, ¿qué tacha encontráis en lo que creemos los cristianos? Y si no sabéis decir lo que sentís, yo os lo diré. Os parecen tan altas las cosas altas que de la alteza de Dios creemos, que por altas no las creéis. Y os parecen tan bajas las cosas bajas que de la humildad de Dios creemos, que por eso no las tenéis por dignas de Dios, ni las creéis. Y puesto que es mejor que haya en Dios comunicación suma, puesto que a la suma Bondad le conviene suma comunicación; y, si ésta tiene que haberla, ha de ser comunicando su misma y total esencia, y así habrá en Dios suma fecundidad, como conviene a Dios, y no esterilidad, que es cosa muy ajena a Él, según dice por Isaías: Yo, que doy fuerza a los otros para engendrar, ¿por ventura me quedaré estéril? (Is 66,9). (AF, 39) 16 de enero La honra vana del mundo El lenguaje del mundo no lo debemos escuchar, porque es todo mentiras, y muy perjudiciales para quien las cree, haciéndole que no siga la verdad que es, sino la mentira que tiene apariencia y se usa. Y con esto, engañado el hombre, echa tras sus espaldas a Dios y su santa voluntad, y ordena su vida por el ciego norte de la complacencia del mundo, y se le engendra un corazón deseoso de honra y de ser estimado de los hombres, semejante al de los antiguos romanos soberbios, de los cuales dice san Agustín que deseaban vivir por amor de la honra mundana, y por ella no temieron morir. La aprecian tanto, que de ninguna manera pueden sufrir ni una ligera palabra que se diga contra ella, ni nada que ni de muy lejos sepa ni huela a desprecio. Antes hay en esto tantas sutilezas 16
  • 17. y puntos, que rara vez hay quien se escape de no tropezar en alguno de ellos, y ofender a la sensibilidad mundana, y aun muchas veces sin pensar que la ofende. Mas estos tan fáciles en sentir el desprecio, ¡qué difíciles y pesados son en despreciarlo y en perdonarlo! Y si alguno lo quiere hacer, ¡qué tropel de falsos amigos y parientes se levantan contra él, y alegan tales leyes y fueros del mundo, que de ellos se concluirá que es mejor perder la hacienda, la salud, la casa y la mujer y los hijos!; y aun esto les parece poco, pues dicen que se pierda la vida del cuerpo y del alma, y todo lo de la tierra y lo del cielo, y que el mismo Dios y su Ley sean tenidos en poco y puestos debajo de los pies, con tal de que la vanísima honra no se pierda, y sea estimada sobre todas las cosas y sobre el mismo Dios. (AF, 2) 17 de enero Regocijo del corazón Si os aparejáis para recibir este huésped, es tan poderoso que hará que se regocije vuestro corazón. Si no queréis a Dios por Dios, veis aquí lo que trae, un reino trae consigo. San Pablo: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro, todo es vuestro. ¿Pensáis vos que es pobre? Tampoco creéis esto: Todas las cosas son vuestras: la vida y la muerte, o san Pablo, o Apolo, lo presente, lo porvenir; todo es vuestro. ¿Por qué llamáis pobre a un hombre que tiene todas las cosas? –Decid, san Pablo, ¿Cómo es todo eso nuestro? –Porque cuando dio el Eterno Padre a Jesucristo, su Hijo, todo nos lo dio con Él. Esta es la merced más alta; este es el espejo en que te has de mirar, que nos dio Dios a su Hijo; y dice san Pablo: Si nos dio Dios a su Hijo, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas? Si Jesucristo es nuestro, no os espantéis que lo presente y lo futuro será nuestro. En esta merced se encierra todo. No os espantéis que los santos sean vuestros, que este que viene a vuestras entrañas, Señor es de cielos y tierra y de ángeles y de todas las cosas. Paraos a pensar quién es el que quiere venir a vuestra alma, y así veréis cómo todas las cosas serán vuestras, quiere decir, que podréis usar de ellas para vuestro provecho; porque uno que tiene hacienda y no se aprovecha de ella para su provecho, sino que antes le sirve para llevarlo al infierno, este, aunque por derecho civil es suya la hacienda, pero no es señor de ella. (Sermones, Domingo III de Adviento) 18 de enero Elección de los apóstoles ¿Habéis visto unos hombres muy aficionados a una cosa, y que anden siempre pensando en ella, y enflaquecidos con el cuidado de cómo la alcanzarán, y todos transformados en ella, que ni reposan de día ni duermen de noche? Pues así pensad a nuestro Señor Jesucristo cuando en este mundo vivía, al cual el cuidado de las ánimas le traía tan ansioso, que, diciéndole una vez los discípulos que comiese, porque había caminado y era ya tarde, no hizo caso de aquella comida, porque con ella no se le quitaba la hambre, 17
  • 18. que más pena le daba, y respondió: Otro manjar tengo yo que comer, que vosotros no sabéis: Mi manjar es hacer la voluntad de mi Padre y acabar su obra; y esto era remediar las almas, que Él había creado, acabando lo que comenzó. Esta hambre de almas le atormentó viviendo, y de esta sed se quejó en la cruz, y no de otro tormento, porque sobre todos los dolores era para Él perderse las almas. Recia es la rabia que el demonio trae para tragarlas, como dice san Pedro; mas no tiene que ver con el celo y cuidado que del bien de ellas tiene el Señor. Este la hacía vivir en pobreza, caminar a pie; siendo tan delicado, ayunar y predicar en templo, plazas y montes, rasgando su sacratísimo pecho, convidándoles con la salud, aunque murió a su costa. Esto le hacía orar las noches y derramar abundantísimas lágrimas, hincadas sus rodillas, pidiendo al Padre: «Sálvense las almas, y pedidme por ello todo lo que fueres servido». (Sermones: Fiesta de Evangelistas) 19 de enero Los clamores de Cristo Ya podrás ver, por lo dicho, la mucha necesidad que tienen todos los hombres del favor de Jesucristo, para que sus oraciones sean escuchadas como agradables delante del acatamiento de Dios. Pero Él no así, porque no tiene necesidad de que nadie hable por Él. Él, y sólo Él, es aquel cuya voz es escuchada por sí misma. Porque, como dice san Pablo, Él puede llegar por sí mismo a su Padre para rogar por nosotros (Heb 7,25). También dice que Cristo, en los días de la vida mortal que vivió, ofreciendo ruegos al Padre con gran clamor y lágrimas, fue escuchado por su reverencia (Heb 5,7). Cristo pidió a su Padre que lo salvase de la muerte, no dejándolo permanecer en ella, sino resucitándolo a vida inmortal; y, como lo pidió, de esa misma manera se hizo. También ofreció ruegos y lágrimas a su Padre por nosotros muchas veces; estos, por salir de un corazón lleno de amor, se llaman gran clamor. Pero, aunque su amor, que le hacía clamar, siempre lo tuvo igual, puesto que andaba un camino o derramaba una lágrima por nosotros con el mismo amor con que se puso en la cruz; pero, mirando a lo exterior y al género de la obra, tanto fue mayor clamor el ofrecer su santísimo cuerpo en la cruz por nosotros, que el ofrecer oraciones, cuanto va de padecer, y padecer muerte, a meditar o hablar. (AF, 85) 20 de enero Cantar con la boca y el corazón Advirtamos mucho que somos naturalmente inclinados a estos regocijos de fuera y enemigos y descuidados de la virtud interior y por esto los que los hacen y los que los miran no se descuiden en contentarse con ellos a solas, ni paren en ellos, mas tómenlos como motivo y despertador del amor y devoción interior, como salsa para comer el manjar; porque el oficio de las ceremonias exteriores este es. Y así el que cantare con la boca, cante juntamente y principalmente con el amor del Señor regocijándose con su 18
  • 19. presencia; quien danza, dance al Señor, y no a contentamiento suyo ni ajeno; y los que miran a estos servicios y honra que al Señor se hacen, gócense en lo más dentro de sus entrañas de ver honrado a su Señor, cuya honra, sobre todas las cosas y con todas sus fuerzas, son obligados a desear. Y acuérdense de aquellas humildes reverencias, de aquel encendido amor, de aquellos alegres regocijos, que los ángeles y los santos en el cielo hacen; y digan con todo su corazón lo que dice David: Alábenle los cielos y tierra, y el mar, y todo lo que en ellos está. Y para darnos a entender cómo la celebración de esta fiesta ha de ser principalmente en el ánima, se dice en el dicho Concilio que cante la fe y se regocije, y salte nuestra esperanza, y la caridad y devoción den palmadas de alegría. (Sermones: Víspera del Corpus) 21 de enero El cumplimiento de la ley por amor Mi mandamiento, dice Jesucristo, es este: Que os améis unos a otros, como yo os amé. Como la gente es enemiga de amor, les dice Jesucristo: Amaos, como yo os amé; mirad que lo hice yo. Cuantas veces deis limosnas sin amor, que salga aquella limosna del amor entrañable que tengáis a Jesucristo. No tengáis que es pecado cuando lo hiciéreis, mas no es meritorio para por ello alcanzar la vida eterna. Tenéis un amor, arraigado de nuestro Señor: que si no tuviera gloria para premiar a los buenos, ni infierno para castigar a los malos, que lo debéis amar como un buen hijo que ama a su padre, que, aunque no haya provecho de él, y aunque no herede de él, lo ama; aunque no es pecado hacer buenas obras por miedo del infierno o por gozar de la gloria. En este Concilio se proveyó que el hombre que dijere que servir a Dios por ganar el cielo o dejar de pecar por el infierno es pecado, sea anatematizado. Esto tened fijo. Que quien tuviese este amor, guardará los mandamientos de Dios: Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará, vendremos a él y harenos morada en él. De arte que si infiere que donde está la caridad perfecta de Dios, ese guarda su palabra, ese verdaderamente cumple sus mandamientos. Lecciones sobre la Primera carta de Juan 22 de enero Luzca nuestra luz delante de los hombres Para que entiendas mejor lo que se te ha dicho, has de saber que una cosa es amar la honra o estimación humana por sí misma, parándose en ella, y esto es malo según se ha dicho, y otra es cuando estas cosas se aman por algún fin bueno, y esto no es malo. Es claro que una persona que tiene mando o estado en provecho de los otros, puede querer aquella honra y estima para desempeñar su oficio con mayor provecho de los otros; puesto que, si tienen en poco al que manda, tendrán en poco lo que manda, aunque sea bueno. Y no solamente estas personas, sino en general todo cristiano debe cumplir lo que está escrito: Ten cuidado de la buena fama (Si 41,12). No porque haya que pararse en 19
  • 20. ella, sino porque un cristiano ha de ser tal que quienquiera que oiga o vea su vida, dé gloria a Dios, como se la solemos dar cuando vemos una rosa o un árbol con fruto y lleno de verdor. Esto es lo que manda el santo Evangelio, que luzca nuestra luz delante de los hombres, de manera que, viendo nuestras buenas obras, den gloria al Padre celestial (Mt 5,16), de quien procede todo bien. (AF, 4) 23 de enero Decid: Si vos tenéis una heredad y andan trabajando en ella los peones, ¿no os holgáis de ir allá y estar allí presente y andar sobre ellos, porque trabajen más y hagan más hacienda? Dicen acá que «donde no está su dueño», etc, y que «el mozo trabaja más cuando el dueño le está mirando». Pues así Dios quiso quedarse en esta heredad con los trabajadores, que somos nosotros, para que hagamos más hacienda, para que andemos ligeros. Nadie se duerma, viendo que nuestro Señor anda tras nosotros, para que digamos: «Mi Señor está aquí cerca y me ve; quiero darme prisa; quiero ser fiel; no quiero hacer cosa que parezca mal delante de sus ojos», y aun me parece que bastaba solo esto para nunca ofender a Dios. Mas hay tan poca fe, que creo no hay quien mire que le están mirando los ojos de Dios, para que, cuando estás tú en tu casa y te viene un pensamiento malo, sudes, trabajes y mueras por resistirlo y le digas: «Anda, vete, que no quiero consentir en eso; que está mi Señor aquí cerca y está murando cómo trabajo». Pues, para que trabajases, quedaron ahí grandes medicinas, grandes remedios; quedó gran salud; grandes cosas hay encerradas en los santos sacramentos. Santo Tomás pone tres, pero hay infinitas. Si lo sintiésemos, si lo supiésemos y gustásemos lo que es, nos comeríamos las manos tras ello. (Sermones: Octava del Corpus) 24 de enero Mujeres públicas Las casas públicas de ruines mujeres se permiten para remedio de la concupiscencia carnal, que pone en aprieto al hombre flaco para hacer mayor mal, si no se apaga con aquel menor. Y está este negocio tan fuera de quicios como otros muchos. Convenía que no dejasen parar a hombre en la dicha casa, porque de estar allí irritan a la misma concupiscencia con las muchas ocasiones que para ello hay y toman por ocasión de avivar lo que se permite por remedio para apagar lo avivado, si la concupiscencia le vence. Si va allí, véngase luego; ¿qué es menester avivar lo ya muerto?, pues aquello es tornarse en gula lo que se ordenó para necesidad. Conviene, cierto, no dejarlos parar. Item, no se debe consentir que estas tales mujeres se pongan a las puertas, donde irriten la concupiscencia de los que las ven, como se escribe en los Proverbios: Para invitar a los transeúntes, que van derechos por sus caminos. Y algunas veces hacen esta persuasión no sólo con palabras, mas con obras. Basta que los hombres miserables sepan que hay casa para cumplir sus miserias; no es menester que ellas estén donde sean vistas 20
  • 21. ni oídas. (Carta 11) 25 de enero Lavar es perdonar San Juan sólo usa de este vocablo, lavar, por el perdonar, lo que la Escritura llama justificar y redimir. Allí pecados se toma por todo pecado, así mortal como venial, del cual nos lava la sangre de Cristo nuestro Señor. Porque, aunque algunos digan que el venial no se ha de llamar simplemente pecado, de la Escritura se colige que se llama así; como aparece en la oración del Padrenuestro, que es oración de hijos, en los cuales no hay sino pecados veniales, y dice en ella nuestras deudas, lo que otro evangelista le llama pecados. La Santísima Trinidad nos lava autoritativamente; la sangre de nuestro Señor Jesucristo, meritoria; la gracia, formalmente; y ninguna otra cosa nos puede lavar nuestros pecados y manchas meritoriamente, sino la sangre de Jesucristo, la cual, de justicia, nos lava. Poco aprovecharán limosnas, ni lágrimas ni ayunos, ni otra sangre, si esta de Jesucristo no interviene. Si te lavares con salitre y hierba mora, con que blanquean en los batanes los paños, poco te aprovechará, dice Dios. Está profetizado por Zacarías que habían de venir tiempos donde estuviese una fuente para la menstruada y el pecador, que son el pecado original, el cual se hereda, como el menstruo y el actual. Esta fuente es la sangre de Jesucristo, abierta a todos, que a ninguno desecha. Lecciones sobre la Primera carta de Juan (Jn 1,7) 26 de enero El perseguidor evangeliza Una de las cosas que más admirable hicieron el Evangelio fue la conversión del Apóstol: la vuelta grande que le hizo dar Dios: que, siendo un hombre que tanto aborrecía el Evangelio, después tanto lo amase, que por divulgarle rodease el mundo y padeciese tantos trabajos, etc. Únicamente sé que el Espíritu Santo me asegura en todas las ciudades que me esperan prisiones y tribulaciones. Que siendo un hombre que antes aborrecía por todo extremo los fieles, venga después a amarlos tan de corazón que diga: que ellos son nuestra esperanza, nuestro gozo y corona de gloria. Que, si antes no podía sufrir que hubiese gente la cual admitiese el nombre de Jesucristo, después confiese de sí mismo: Hijitos míos a quien engendro de nuevo hasta que se forme Cristo en vosotros. Que si antes no podía sufrir la cruz ni el nombre de Cristo, después haya en él tal mudanza, que confiese: No me precio de saber algo entre vosotros sino a Cristo y este crucificado. Para mí vivir es Cristo y el morir una ganancia. De nada me precie de saber sino a Jesucristo y este crucificado. Todo lo juzgo basura con tal de conocer a Cristo y este crucificado. Vuelta fue esta bastante para poner en admiración a todo el universo, e indicio manifiesto de cómo la omnipotencia de Dios entendía en el negocio del Evangelio. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 1,23) 21
  • 22. 27 de enero Disposiciones para recibir al Espíritu Santo Lo primero que conviene para que el Espíritu Santo venga a nuestras almas, es que sintamos grandemente de Él y que creamos que puede hacer mucho. Por desconsolada que esté un alma, basta Él a consolarla; por pobre que esté, a enriquecerla; por tibia que esté, a encenderla; por flaca que esté, a reforzarla; por indevota que esté, a inflamarla en ardentísima devoción. ¿Remedio para que venga el Espíritu Santo? Sentir de Él muy magníficamente. Y así dice hablando de la grandeza del Espíritu Santo: El poder de Dios es muy grande, y de solos los humildes es honrado. Lo segundo, conviene mucho para que el Espíritu Santo tenga por bien de venir a nuestros corazones, para que no nos deseche y tenga en poco, tener deseo de recibirle y que sea nuestro convidado, un cuidado muy grande, un deseo muy firme y ansioso: «¡Oh si viniese el Espíritu Santo! ¡Oh si viniese aquel Consolador a visitar y consolar mi alma!». (Sermones: Domingo Infraoctava de la Ascensión) 28 de enero Servir a los dioses falsos A los que sirven a los dioses falsos les echa Dios como maldición: Serviréis a dioses ajenos de día y de noche (Jer 16,13); y se cumple muy bien en los que adoran la honra. Hablando san Juan de cierta gente importante de Jerusalén que habían creído en Cristo, pero que no se habían atrevido a manifestarlo públicamente, por respeto humano, dice de ellos con gran vituperio que amaron más la honra de los hombres que la honra de Dios (Jn 12,43). Lo cual con mucha razón se puede decir de estos que aman la honra, pues vemos que, por no ser despreciados de los hombres, desprecian a Dios, cuya ley se avergüenzan de seguir, por no ser avergonzados de los hombres. Pero hagan lo que quieran; honren su honra hasta que no puedan más, que fija y firme está la sentencia pronunciada contra ellos por Jesucristo, juez soberano, que dice: Quien se avergüence de Mí y de mis palabras, se avergonzará de él el Hijo de la Virgen, cuando venga en su Majestad y en la de su Padre y de sus ángeles (Lc 9,26). (AF, 2) 29 de enero Si alguno cae Dos maneras de pecados hallamos en la Escritura, corregidos: unos, por blandura, por amor, con benignidad y con misericordia; otros, con aspereza, con rigor y justicia. Unos pecadores vemos cuyos pecados son cometidos por pasión, por inocencia; que sus autores no están habituados a cometerlos, que no son escandalosos, que están aparejados para recibir el castigo y para enmendarse; ordinariamente se corrigen y castiga con blandura. De estos habla el Apóstol en este lugar. De estos son por quien dice el Apóstol: Sed comprensivos con los de conciencia más débil y no discutáis sobre maneras de 22
  • 23. pensar. Con estos usa el Apóstol de grande mansedumbre; a estos ruega y exhorta con grande blandura: Soy yo mismo, Pablo, quien os suplica por la mansedumbre y la bondad de Cristo. Os suplica ese Pablo tan humilde cuando está entre vosotros y tan prepotente cuando está lejos. A los pecadores que de esta manera pecan, que no están endurecidos y obstinados en su pecado, vemos que llama Dios con grande benignidad y con grandes misericordias: que se anda tras de ellos y los busca y dice que este es su oficio: Vino a salvar lo que estaba perdido. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 6,1) 30 de enero El anticristo El anticristo es un hombre que está profetizado que ha de venir, malísimo sobre toda maldad; en el cual, así como en un hombre que es Dios –que en Jesucristo se infundió toda la gracia–, así en este malísimo hombre infundió el demonio toda la maldad. Dice san Juan de Cristo nuestro Redentor que le dio Dios las gracias sin medida; y por eso fue el que más agradó a Dios, porque tuvo gracia sin medida. Así este diablo del anticristo será un hombre verdadero, mas endemoniado (esto quiere decir que tendrá un demonio familiar, con cuyo consejo hará todo lo que quisiere), en quien el demonio más derramará toda su maldad, en hacer milagros falsos, en contradecir a Cristo y hacer que no lo sigan, y para esto, perseguir y hacer mil crueldades a los que siguieren a Cristo. Este tomará por empresa decir mal de Cristo y tomará guerra contra todo hombre que invocare su nombre. Dice el profeta Daniel que le fue dado al anticristo poder para hacer guerra contra los santos y vencerlos. Aquí santos quiere decir cristianos. Así como un cáliz es santo porque es dedicado a Dios, así los cristianos son santos porque son capaces de recibir a Dios. Lecciones sobre la Primera carta de Juan 31 de enero Velad y orad Hermanos míos, catad que habíamos de andar desalados: Señor, ¿infierno para mí, perder a Dios, desterrado de Dios para siempre jamás? ¿Qué será? ¿Qué haré para aquel día ser librado? Hable Dios y os lo diga Él, y tomad su consejo, que será seguro: Parad mientes que vuestros corazones no sean agravados con embriaguez; así que velad orando para que seáis dignos de huir estas cosas y estar delante del Hijo de Dios. ¿Qué remedio? Dice Dios: No se apeguen vuestros corazones en comer y beber y cuidados de esta vida. Dejad cuidados, dejad negocios, dejad honras, contentaos con lo bajo, con lo humilde y sosegado. Jesucristo lo dice; y si no, cargaos; haced grandes casamientos para hijas, grandes oficios y dignidades para hijos, y veréis cómo os saldrá. Pues, ¿qué hemos de hacer? Velar en todo tiempo. ¿Qué será del que duerme todo el tiempo, que quizá en veinte años que tienes no has gastado dos meses en mirar por ti? Dice Dios: ¿Qué diré 23
  • 24. cuando vea a Israel volver las espaldas? ¿Cómo queréis que os diga que oráis, que creo que va huyendo la Cristiandad y van el día de hoy los cristianos tan descaminados, tan vencidos de los vicios, tan sujetos al mundo y a sus opiniones y pareceres? Decidme: ¿Oráis? –¿Qué hemos de orar? –Pedid a Dios que para aquel día espantoso, día en que os han de llamar para oír su misericordia, podáis estar en pie; pedidlo, lloradlo y suplicadlo. Pues así es menester, que con mucho trabajo lo alcanzaron de Dios los santos. (Sermones: Domingo I de Adviento) 24
  • 26. 1 de febrero El diablo no fabrica coronas, sino cadenas Estos no se los tenemos que agradecer al demonio, cuya voluntad no es fabricarnos coronas, sino cadenas; sino que se lo tenemos que agradecer a aquel sumo y omnipotente Bien, Dios, que no dejará que suceda ningún mal, más que para sacar bien de una forma más excelente; ni dejaría a nuestro enemigo, y suyo, que nos atribule, sino para gran confusión del enemigo que atribula, y bien del atribulado, según está escrito, que Dios se burlará de los burladores, y el que habita en el cielo se mofará de ellos (Sal 2,4). Porque, aunque este dragón juega y se burla en el mar de este mundo, tentando y martillando a los siervos de Dios, se burla Dios de él (Sal 37,13), porque saca bien de sus males; y, mientras él piensa dañar más a los buenos, más provecho les hace. Con esto él queda tan corrido y burlado que, por su soberbia y envidia, querría mejor no haber comenzado este juego, que salió tan beneficioso para los que él quería mal. Y la maldad y el lazo que a otros tendió, cayó sobre su cabeza (cf Sal 35,8); y queda muerto de envidia viendo que los que él tentó se van libres y cantando con alegría: ¡El lazo se ha roto, y nosotros hemos quedado libres; nuestro auxilio es el Señor, que hizo el cielo y la tierra! (Sal 124,7-8). (AF, 28) 2 de febrero No vendrá si no lo deseas Venid acá: si un hombre no quiere ir a casa de otro, si no sabe que en casa de aquel es deseado, ¿qué hará el Espíritu Santo, que quiere que el hombre que lo quisiere tenga gran deseo, y también quiere que lo deseen? ¡Cuán deseado fue nuestro Redentor antes que viniese al mundo! Lo deseó Adán, lo deseó Noé, lo deseó Abrahán, Isaac, Jacob; lo desearon los profetas y patriarcas, todos le desearon: ¡Rociad, cielos, desde lo alto, y las nubes lluevan; ábrase la tierra y produzca al Salvador! Decía el profeta Ageo: De aquí a poco, poco falta, dice el Dios de los ejércitos, yo moveré el cielo, y el mar, y la tierra, todo lo moveré, y entonces vendrá el Deseado de todas las gentes, y el ángel del Testamento que vosotros queréis. Jesucristo en gran manera fue deseado. ¡Ojalá, Señor, que rompieses los cielos y descendieses a la faz de la tierra! Jesucristo fue muy deseado en gran manera, y así quiere el Espíritu Santo ser deseado. Porque aquella merced cuadra bien que antes que venga es bien deseada; y el manjar que por sí es bueno, es mal empleado en quien no tiene gana de comer. Maten una gallina o una perdiz que parece que pone gana de comer. Dice el enfermo a quien se la dan: «Quitadla allá, que tengo perdido el gusto y la gana del comer, que no me sabe bien». Mala señal en gran manera; ¿no tenéis gana de comer?, señal de muerte es. (Sermones: Domingo Infraoctava de la Ascensión) 3 de febrero 26
  • 27. No tengo necesidad de que nadie me enseñe De aquí, de esto que dice san Juan: No tenéis necesidad que alguien os enseñe, mas así como la gracia de Dios os enseña de todas las cosas, y es verdad y no es mentira, tomaron de aquí unos devotos necios a decir: «Yo tengo la gracia de Dios, no tengo necesidad de ser mostrado por hombre». Estos hacen burla de las letras y del deprender. Dicen: «Yo tengo lumbre que me enseña, no he menester maestro». Tomaron de aquí achaque para decir mal de las letras, y no de aprenderlas. ¡Grandísimo engaño! No sé cuál es mayor engaño: el de estos, o de los que estriban en las letras y en sus libros, y no de esta lumbre, de esta gracia de Dios. Dice el devoto necio: «Yo tengo lumbre de Dios, no he menester a nadie». Poquito a poquito, abajaréis a ser hereje. ¿Qué hace a un hombre ser hereje? Creer una cosa con pertinacia, y no querer ser corregido en ella. Dice Agustín: «Yo bien podré errar, mas hereje no lo seré». Sí, que san Agustín, y san Ambrosio y san Cipriano cosas tuvieron que eran errores, mas se sujetaron a la determinación de la Iglesia y a la corrección de ella. La pertinacia en el hombre lo hace hereje. El que dice: «Yo tengo esto, y aunque me digan otra cosa contra esto, no lo creeré», mal camino lleva. Lecciones sobre la Primera carta de Juan 4 de febrero No hay virtud si uno no es probado No hay virtud firme si no es probada, y la fe se prueba en los peligros y disfavores de Dios; mas, si fina es, no sólo no desmaya, mas cuanto más acosada se ve, más fuerza cobra, y de la soledad saca compañía; porque sabe que esta es costumbre del Señor, poner a los suyos en los cuernos del toro y esconderse para probar la fe de ellos; y como no está arrimada la vista sino a la bondad de su Señor, no se ha de mirar lo que siente ni de qué parte sopla el viento, sino, como áncora fijada en el suelo del mar, asirse firmemente con el Crucificado y fijar su pensamiento y decir: «Tú, Señor, moriste por mí antes que yo naciese, me buscaste con dolores, sin buscarte ni llamarte yo; ahora que te llamo y te quiero no me desampares. Si abrigaste a quien te era enemigo, no desecharás a quien te desea servir y a la que ya tomaste por tuya». Y en esta fe vivirá, e irá segura entre las olas y tempestades que en la mar se ofrecen, aunque parezca que ya se hunde la nave. Trabajad por no desmayar, porque no se levante el Señor y le riña como a los apóstoles hizo, diciendo: ¿Cómo estáis temerosos, hombres de poca fe? En lo cual veréis que en verdad quiere el Señor que estemos esforzados, pues que en entrando las olas en la navecilla, ya para sumirla, y aun riñe con los que entonces tenían temor. (Carta 19) 5 de febrero Si decimos no tener pecado Añadió esto, porque el aparejo que Dios quiere en nosotros para lavar nuestros pecados es conocimiento de ellos; mas si este falta, mentimos, y no nos lavará Dios. Hubo 27
  • 28. algunos que dijeron que venía el hombre a estado que no podía ya pecar, y erraron. No ha habido puro humano, excepto nuestra Señora, en quien no haya habido pecado, como parece por este lugar, y por lo que dice Salomón en la oración que hizo a Dios después de hecho el templo, y otros lugares. Otros hubo que dijeron, como Lutero, que en todo pecamos, y aun en el mismo amor de Dios, porque no es de todo corazón, como se manda, lo cual no puede ser en esta vida, por la hojarasca del pecado; los cuales también erraron; porque por las mismas palabras que Dios demanda el amor, dice David que lo confesará: Me confesaré a ti, Señor, de todo corazón; lo cual cumplía como decía. Tiene Dios su tasa de amor, y hasta qué tanto obliga el amor so pena de pecado mortal, y hasta qué tanto a pecado venial; y queda algo sin obligación de ningún pecado; y así hay muchos que, en algunas obras, ningún pecado hacen. La obligación del amor de Dios sin distraimiento, como lo tienen los bienaventurados, nace de parte de la grandeza y beneficios de Dios; mas se templó esta obligación por la fragilidad e impotencia humana, y quedó tasada por la sabiduría divina. Lecciones sobre la Primera carta de Juan (Jn 1,8) 6 de febrero Para aprovechar El alma que quisiere aprovechar es de menester que su conversación y habla sea con alguno de estos intentos, conviene a saber: o para ser informada o instruida, o para socorrer necesidades de faltas de prójimos, o para mostrar sus fatigas y miserias, que la necesidad le demanda, aunque debajo de esto puede haber algunos derramamientos buenos, aunque no de perfección, de manera que la esposa de Jesucristo convendrá no tan solamente apartarse de libranzas y de gastar el tiempo en ellas, mas aun despedirlas, que poco más o menos bien habréis experimentado que conversar con seglares hinchen el ánima de muchas fantasías y aun de deseos carnales, y callo lo demás que experiencia lo demuestra que no debería. Aunque veáis que dais pena a los que despedís, conformaos con Jesucristo, que dijo que no vino a meter paz en la tierra, mas cuchillo; que vino a apartar el hijo del padre y la hija de la madre. Por tanto, si os queréis llegar a Jesucristo, haced guerra y no paz con los de vuestra casa, que los enemigos del hombre son los de su casa, de manera que, si os queréis llegar a Jesucristo habéis de echar todos los vuestros fuera de vuestro corazón. (Carta 224) 7 de febrero Para anunciarlo a los pobres Llama Dios a los hombres y usa con ellos de sus inmensas misericordias. Tráelos a sí, y es su intento poner en nosotros estos dones para gloria suya, para manifestar su grandeza, su omnipotencia; para mostrarse cuán ilustre, cuán claro, cuán poderoso y cuán benigno sea, etc.: Me he formado un pueblo para que narre mis maravillas, etc. Vosotros seréis mis testigos, dice el Señor, y mi siervo a quien he elegido, para que 28
  • 29. sepáis y creáis que yo soy. Yo soy, yo soy el Señor, y no hay fuera de mí otro salvador, etc. Para este fin eligió los apóstoles por ministros y para este fin dice que envió al Mesías. El mismo Apóstol confiesa que le fue concedido perdón de sus culpas por esta causa. Como persona que tenía entendido cómo para gloria de Dios se concedían los dones del cielo, ruega y avisa a los tesalonicenses; viene a decir: Oramos siempre por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de vuestra vocación y que con su poder lleve a término todos vuestros buenos deseos y la obra de vuestra fe. De este modo el nombre de Jesús, nuestro Señor será glorificado entre vosotros, y vosotros lo seréis en Él con la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Señor Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 1,15) 8 de febrero La fe y el amor Y en lo que el Señor dijo: Se le perdonan muchos pecados, porque amó mucho, no quiso decir porque creyó mucho, llamando al efecto con el nombre de la causa; puesto que está claro que, habiendo preguntado el Señor que cuál de los deudores amaría más a su perdonador, aquel a quien perdonaba más o a quien menos, tenía que concluir su razonamiento hablando del amor, y no hablando de creer. Y, si vale que se tome uno la licencia de decir que llama fe al amor, tomando al efecto por el nombre de su causa, nos la tomaremos nosotros para decir que en los lugares de la Escritura en que se dice que por la fe se justifica el hombre, se entiende el amor por el nombre de la fe, entendiendo en la causa el efecto; puesto que tan frecuente y razonable es el modo de hablar por el que se llama al efecto con el nombre de la causa, como a la causa con el nombre del efecto. Aquí habló claro el Señor, si no quiere alguno cegarse con la luz; y a la fe y al amor los llamó por su nombre; y ambos se requieren para la justificación, según hemos dicho. Y la misma unión afirma el Señor, cuando dice a sus discípulos: El mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado a Mí, y habéis creído que yo he salido de Él (Jn 16,27). (AF, 44) 9 de febrero Santificaos Y para que vengamos a nuestro propósito, habéis de saber que cuando el Señor quiso que su arca pasase por el río Jordán y, entrando ella en el río, se hiciese aquella gran maravilla, que las unas aguas del río se tornasen atrás y las otra corriesen hacia abajo hasta que no fuesen vistas, y así quedase camino seguro y sin agua en el dicho río y por donde todo el pueblo pudiese pasar, pareció –y con mucha razón–, al altísimo Señor que esta maravilla hacía, que la gente que la había de ver y gozar se aparejase para dignamente recibir tal merced, y mandó al capitán Josué que dijese al pueblo las palabras de nuestro tema: Santificaos, porque el Señor mañana ciertamente hará maravillas 29
  • 30. entre vosotros. De donde parece que no solo para tratar con el mismo Señor, mas aun con sus cosas y obras, es menester particular disposición y santificación. Para oír sus palabras cuando dio la Ley mandó que se santificasen; y al que las ha de hablar le conviene ser santo, porque no diga el Señor aquella terrible y digna palabra de ser temida: Al pecador dijo Dios: ¿Por qué tú cuentas mis justicias por tu boca? A los sacerdotes mandó que se santificasen para las cosas del templo. Y los que habían de comer de las cosas sacrificadas y celebrar la Pascua comiendo un cordero, habían de estar santificados, so pena de graves castigos. (Sermones: Víspera de Corpus) 10 de febrero Vestíos del hombre nuevo Vestíos de hombre nuevo que se renueva de día en día, que, como la gracia es a semejanza de Dios, se ha de parecer aquel alma a Dios: Dios humilde, el alma humilde; Dios limpio, el alma limpia; Dios templado, el alma templada; Dios caritativo, el alma caritativa. Altísima cosa es un alma en amistad de Dios. Esa dádiva y esa hermosura que esa alma tiene, conviene al alto Dios. ¡Qué linda cosa es ver almas que sean hechas a imagen de Dios! Según su imagen, que los creó. Los que os deleitáis y sois curiosos en ver imágenes de Flandes, acordaos de esto: Donde no existe el gentil. En esta hermosura de ser hijo de Dios por gracia, no hay diferencia de gentil ni de judío, de circuncidado y de prepucio, bárbaro y escita, siervo y libre. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 4,24) 11 de febrero El sacerdote, don de Dios Entre todas las obras que la divina Majestad obra en la Iglesia por ministerio de los hombres, la que tiene el primado de excelencia y obligación de mayor agradecimiento y estima, el oficio sacerdotal es, por ministerio del cual el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre de Jesucristo nuestro Señor, y su divina persona está, por presencia real, debajo de los accidentes del pan que antes de la consagración había. Conviene mucho conocer esta merced, para agradecerla al Señor, que la hace, y también para usar bien de ella; lo cual, como San Ambrosio dice, no se puede hacer si primero no es conocida. Mas, ¿quién tendrá vista tan aguileña que pueda fijarla en el abismo de la lumbre de Dios, de cuyo corazón tal obra procede? ¿Tan llena de maravillas, manifestadoras de su inefable saber, inmenso poder, infinita bondad, que esta obra por excelencia se llama gloria de Dios, como el glorioso san Ignacio la llama? Si queremos comparar la alteza del oficio sacerdotal, sin comparación, será como comparar un cortesano de la cámara del rey, que trata con su misma persona, a un aldeano, que ha menester el favor de este privado, y se hinca de rodillas delante de él y le besa las manos pidiéndole con mucha humildad que interceda por él al rey con quien trata; y, si lo queremos comparar con reyes, aunque sean monarcas, excédeles tanto, 30
  • 31. según san Ambrosio dice, como el oro excede al plomo. (Tratado sobre el Sacerdocio) 12 de febrero En esto sabemos que estamos en Dios Dice san Juan: En esto sabemos que estamos en amistad, en el espíritu que nos dio. Este decir espíritu es muy odioso a muchas personas; pues, ¿cómo lo habemos de llamar? Así le llama la sagrada Escritura. Quien se llega a Dios, se hace de un espíritu y condición y de un corazón: sentir de las cosas del arte y manera que Dios quiere que sintamos, como Él lo siente. San Pablo: Nosotros tenemos el espíritu de Cristo. Dice el griego: Tenemos la mente de Cristo. Sentimos de las riquezas, de los deleites, de la honra de ser estimados del mundo, conforme al parecer de Dios: que seamos acá dentro hechos a la condición de Dios. Dijo Dios de David: Hallé un varón conforme a mi corazón. Esto es estar en Dios, poner su amor en él: Probar lo que agrada a Dios; desear que sea Dios alabado para siempre, parecernos bien todas las cosas de Dios, desear que todo el mundo le sirva, gozaros del bien y gloria de Dios. ¿Habéis visto a una mujer bien casada, que quiere bien a su marido? El amante se halla en el amado, dice san Agustín: el que ama está más donde ama que donde anima. «¿Cómo sabré si he puesto en él mi amor?». San Juan lo dijo arriba: El que cumple su palabra, verdaderamente en él la caridad de Dios es perfecta: en esto sabemos que estamos en Él. Todo lo que hiciéreis ha de ser con amor y por amor. Lecciones sobre la Primera carta de Juan 13 de febrero Cómo aprovechar la cuaresma Vuestra señoría sea venido enhorabuena a su casa, que así lo creo yo que será; porque lo menos bien del propio rincón es más bien que lo mejor de la corte. No quisiera que tiempo tan santo como entre manos tenemos se celebrara donde tan mal se podía celebrar. Y por eso nuestro Señor le trajo a su reposo, para que con Él piense despacio los grandes misterios que en estos días acaecieron. Límpiese vuestra señoría, para con limpio corazón comer del Cordero, no ya en figura, mas en verdad; no ya temporal, mas eterno; no hijo de oveja, mas Hijo de Dios en el cielo y de Virgen en la tierra. Razón es que este Cordero, aunque es dulce, se coma como lechugas amargas; porque nuestra es la culpa del sinsabor que tenemos, que no de Él. Nosotros hicimos cosas para que sea menester arrepentirse y llorar; que Dios todo es dulce y fuente de agua muy sabrosa. Mas, ya que no tuvimos seso para mirar que no nos ha hecho Dios obras para enojarle, tengámoslo para tener enojo nosotros de lo que dinos de Él. (Carta 13) 14 de febrero Confesión y perdón de los pecados 31
  • 32. La confesión es para hacer las amistades entre Dios y tú. Estaba Dios airado contra ti, estaban dadas tantas sentencias de muerte para los infiernos contra ti. ¿Te confesaste? Ya eres amigo de Dios; no están ya a tu cuenta aquellos pecados; y Dios te los ha perdonado, que no te castigará ya en los infiernos por ellos. La confesión es para que se borren y deshagan tus pecados y para que nunca más se acuerde Dios de ellos. ¡Oh, bendito seas tú, Señor! ¡Y si supiésemos cuánto bien nos cantan en aquel cantar: ¡Bendecid los sacerdotes al Señor! ¡Cuán mal te sabemos agradecer el poder que has dado a los sacerdotes y cómo los has hecho dispensadores de tus merecimientos! Decid qué amigo hay acá que diga a su amigo: «Mira que aquí adelante en las cosas que tocan a mi hacienda, a mi honra, a mi casa, no negocie nadie conmigo, sino todos los que vinieren a negociar, negocien con vos todo lo que a mi tocare». –Señor, ¿y si os dan una bofetada? –También la perdona. Pues así lo hizo Jesucristo con nosotros, que nos dio poder para que negocien con nosotros todo lo que a su hacienda y honra tocare; y que por soberbio, por sucio, por abominable, por endiablado que sea el hombre, por deshonra que haya hecho a Dios y con ellos, al hombre dirá Dios: «Id a un sacerdote, pues que le ha dado poder para que de mi parte os perdone y absuelva de todos vuestros pecados, y él os perdonará en mi nombre». (Sermones: Octava de Corpus) 15 de febrero Así trata a veces el Señor Y de esta manera trata el Señor a los suyos: que los deja muchas veces en trances de tanto peligro que no encuentran dónde hacer pie, ni hallan en sí mismos un solo cabello de fortaleza al que asirse, ni se pueden aprovechar de los favores que en tiempos pasados han recibido de Dios; y quedan como desnudos, y en oscuras tinieblas entregados a la persecución de sus enemigos. Pero súbitamente, cuando no lo piensan, los visita el Señor, y los libra; y los deja más fuertes de lo que antes estaban, y les pone debajo de los pies a sus enemigos. Y el alma, aunque más débil por naturaleza que el demonio, siente dentro de sí un ánimo tan poderoso que le parece que despedaza al demonio como a una cosa muy débil y sin resistencia. Y no sólo con uno, sino que se atrevería a pelear con muchísimos; tal es el ánimo que siente que le ha venido de nuevo del cielo, con el cual no sólo se defiende, sino que dice como David: Perseguiré a mis enemigos, y los alcanzaré, y no volveré hasta que sean vencidos; los quebrantaré, y no podrán estar en pie, y caerán debajo de mis pies (Sal 18,38-39). (AF, 29) 16 de febrero Según la carne o según el Espíritu Ordinariamente vemos en la Escritura que los carnales, los que no eran del número de los escogidos, fueron grandes perseguidores de los espirituales, de aquellos que eran amigos 32
  • 33. de Dios, siendo estos amigos de Dios benignísimos y mansísimos. Un Caín persigue a Abel; un Ismael, a Isaac; un Esaú, a Jacob; un Saúl, a David; un pueblo de Egipto, de Babilonia y de los asirios, al pueblo de Dios. Todos aquellos que son carnales, que no tienen espíritu, que son de los reprobados; todos son crueles, gente de discordia, sanguinolentos. Estos otros, misericordiosos, que no saben reñir ni enojarse ni hacer mal a nadie, si no es ya, a cabo de mil años, movidos por solo celo y honra de Dios, que imitan aquel Señor de quien confiesa David: Porque tú, Señor, suave y manso, y lleno de misericordia para los que te invocan; y que anda dando voces: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Como gente que se precia de tener tal maestro, siguen su mansedumbre, su paciencia, su sufrimiento, su blandura. Y, ¿cómo no tienen de ser blandos y benignos y humanos, teniendo en sí aquel Espíritu de quien dice Dios: Benigno es el espíritu de sabiduría?, y el Apóstol: La caridad es paciente, benigna; la caridad no tiene envidia. El mismo Apóstol manda a Tito que persuada esto a los cristianos: Recuérdales que se sometana los jefes y a las autoridades, que sepan obedecer y estén listos a la vez para tomar buenas iniciativas de toda clase. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 4,29) 17 de febrero Amar el padecer Fortísima cosa es un corazón determinado en querer a Dios; porque, como entiende que puede alcanzar a este que desea, no teme meterse por lanzas, teniéndose por cumplidamente dichoso con solo este bien que alcance, aunque sea a trueque de todo lo que le pueden pedir. Estima a Dios en mucho, y de ahí le viene estimar los trabajos en poco, pues leemos de Jacob haber hecho esto con su amada Raquel; y aunque le echasen carga de nuevos trabajos, toda la llevó por gozar de su deseo. Y pues a vuestra señoría ha cabido suerte, por la misericordia de Dios, de estar apalabrado con Dios sobre que será Él su galardón y descanso de sus trabajos, no de esta mancha en su honra, que le parezcan grandes, siendo Dios la paga de ellos y el mismo que los envía. Sufra vuestra señoría la carga y la sobrecarga los siete años primeros y los siete siguientes; que, si persevera en el amor de Raquel, su galardón será el eterno descanso, y cantará ante el acatamiento de Dios: Estamos alegres por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos el mal. (Carta 17) 19 de febrero Medicina de las virtudes Lo que tras esto has de sacar de la meditación de la sagrada pasión, para que poco a poco vayas subiendo de lo bajo a lo alto, ha de ser medicinar las llagas de tus pasiones con la medicina de la pasión del Señor, al cual llama Isaías flor de la vara de Jesé (Is 11,1); porque así como las flores suelen ser medios para dar la salud, así Jesucristo, 33
  • 34. molido en la cruz y puesto mediante la devota consideración sobre nuestras llagas, por peligrosas que sean, son sanadas por Él. Esto lo experimentaba san Agustín, y decía: «Cuando algún pensamiento feo me combate, me voy a las llagas de Cristo. Cuando el diablo me pone asechanzas, huyo a las entrañas de misericordia de mi Señor, y se va el demonio de mí. Si el ardor deshonesto mueve mis miembros, es apagado con acordarme de las llagas de mi Señor, el Hijo de Dios. Y en todas mis adversidades no he encontrado remedio tan eficaz como las llagas de Cristo; en ellas duermo seguro, y descanso sin miedo». Lo mismo dice y experimentó san Bernardo, y experimentan todos aquellos que, viéndose acosados por sus pasiones, como la cierva lo es de los perros, van con piadoso corazón a beber de aquellas fuentes sagradas del Salvador (cf Is 12,3), penosas para Él, y causantes de gozo y refresco para nosotros. (AF, 77) 20 de febrero Mirar y servir a Dios Mas para mirar y servir a Dios hay muchas cosas, y unos se aficionan más a unas, y otros a otras, según el sentido de cada uno. A los unos aplace la vida activa, a los otros la contemplativa. Unos se esmeran en la abstinencia, otros se hallan más esforzados para la castidad. Y así vemos haber florecido diversos santos en diversas virtudes y dones de Dios. (Carta 25) 21 de febrero Estar en Cristo Los cristianos que se están en Él, son su cuerpo. San Pablo: Nadie jamás ha aborrecido a su cuerpo. Pues como la disciplináis y la hacéis abstener, eso es bien quererla que no aborrecerla; porque la queréis para que goce del bien verdadero. Antes dice san Pablo: Lo alimenta. El que quiere bien a su mujer, a sí mismo quiere bien, porque él y su mujer es una misma carne. El que deshonra a su mujer, a sí mismo se deshonra, dice san Pablo. Para que entendáis que aquel misterio que acaeció a nuestro padre Adán, que le sacó Dios una costilla y formó Dios de allí una mujer que le dio por compañera, dice san Pablo: Este sacramento es muy grande y lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Cristo representa a Adán, y Eva representa la Iglesia. Adán y Eva, una carne; Cristo y a la Iglesia, una carne, unos huesos: Hueso de mis huesos y carne de mi carne. Así como amando un hombre a su mujer se ama a sí mismo, así, amando Dios a su Iglesia, se ama a sí mismo, porque cuerpo y cabeza todo es un hombre. Lecciones sobre la Primera carta de Juan 22 de febrero Huye de la desconfianza Volviendo, pues, a nuestro propósito, huye de la desconfianza, y de las mudanzas que 34
  • 35. reprende la Escritura, que tiene el necio como la luna (Si 27,11). Y procura tener parte en la estabilidad de la que alaba al justo, diciendo: Permanece como el sol; quiere decir, que siempre está de la misma manera. Aprende de unas veces cómo tienes que conducirte en otras; y como dice la Escritura: En el día de los bienes, no te olvides de los males; y en el día de los males, no te olvides de los bienes (cf Si 11,25); para que, templando lo próspero de lo uno con lo adverso de lo otro, vivas en una igualdad, que ni estés derribada en el tiempo de la tribulación con el peso de la desconfianza y la tristeza, ni tampoco tengas desvanecida la cabeza con la demasiada alegría, en el tiempo de los consuelos espirituales. Así se lee de aquella santa Ana, madre del profeta Samuel, que, después de haber orado en el templo de Dios, no se mudó su rostro a cosas diversas (cf 1Sam 1,18); quiere decir, que guardó esta igualdad de corazón. Isaías dice: Que tenía que haber una morada que dé sombra contra el calor del sol, y que dé seguridad y sirva de defensa contra el torbellino y la lluvia (Is 4,6). Y estaría bien que procurásemos vivir en esta morada, para que teniendo fortaleza de corazón, confiando en la misericordia de Dios, te procurase esta seguridad, aún en las cosas y lugares en que suele haber peligro; según está profetizado del tiempo de la nueva Ley, que en los bosques dormirían los hombres seguros (cf Ez 34,25). Y aunque parece cosa extraña tener sosiego y seguridad en este destierro, mas, así como, en comparación de la que hay en el cielo, es muy pequeña, mas, en comparación de los temores que tienen los malos, es muy grande y de mucha estima. Esta dice Job que tendrá quien eche de sí la maldad (cf Job 11,14-15). (AF, 30) 23 de febrero El yugo de la servidumbre Los gálatas no habían guardado la Ley, pero habían vivido en la servidumbre de los ídolos, apartados de Jesucristo, sujetos a las leyes y servidumbre del demonio; y a esto llama estar bajo el yugo de la servidumbre. Les parece a los malos que estar bajo la ley de Dios es cosa pesada, es grave yugo y cautiverio; juzgan que es libertad no tener cuenta con Dios, seguir su concupiscencia, sus malas inclinaciones y sus malos deseos. Pero es al revés; que no hay mayor pesadumbre que la que el pecado trae, ni más duro cautiverio que el de la culpa. Trata esto el profeta excelentemente: Desde el extremo de la tierra cánticos oímos: ¡Gloria al justo! Pero yo he dicho: Se acabó, se acabó, ¡ay de mí! Los violentos hacen violencia, los violentos, violentamente hacen violencia. ¡Terror, fosa y red sobre ti, habitante de la tierra! El que escape al grito del terror caerá en la fosa, y el que escape de la fosa quedará presos en la red; pues las esclusas de allá arriba se abrirán y se conmoverán los cimientos de la tierra. Sí, la tierra está sacudida; la tierra estallará, se agrietará; la tierra temblará como un borracho, cabeceará como un tugurio; su iniquidad la oprimirá y caerá para no volver a levantarse. Todos estos son frutos del pecado y lazos que el mismo hombre se echa, carga que le pone en estrecho de no poder huir de la ira y furor de Dios; por el mismo caso que peca, se mete en estas angustias. 35
  • 36. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 5,1) 24 de febrero Lucha contra la ociosidad Y mire bien que no esté un momento ociosa; porque no hay persona tan santa, que se pueda valer si tiene plaza al demonio, escuchándole sus marañas y pensamientos que trae. Y hace muy mucho al caso, para quien tiene pelea con él, tener alguna ocupación que le haga tener atención, para que olvide algo de lo que el demonio trae. Porque de otra manera, aunque se trabaje por desechar, no podrá; y mil veces acaece dar el combatiente consigo en el suelo, derribado con el peso de la tristeza. Y entonces se huelga el demonio de verle caído como a bestia debajo de carga y lleno de tristeza y amargura y caimiento de corazón; y de allí llévalo a otros pensamientos peores, como se llegan moscas a la olla que no hierve. Y este es su tiro para contra los que están solos, derribarlos con esta tristeza y pereza. Y por esto decían los viejos santos que, cuando el solitario hace la celda, se ríe el espíritu de la pereza y asienta par de la celda sus reales. Y por esto no hay cosa de que tanto los solitarios huían como de estar sin alguna ocupación que les ayudase a cerrar la puerta contra los pensamientos del demonio; y ya mudaban una, ya otra, trayendo el corazón con fervor, sin dejarlo caer; y con esto andaban siempre fuertes y no hallaba el diablo por dónde les entrar. Y este es muy mejor modo para pelear que no otro, aunque no consientan en los pensamientos; porque, a bien librar, debilitan la fe, entibian el amor y hacen perder el tiempo mirando: «Esto y esto me trae, y esto viene de aquí, y este otro de allí». Porque aunque esto no sea consentir, es andar el alma angustiada y ocupada solamente en defenderse de los golpes que le dan; mas de la manera que he dicho, anda más guardada, y los enemigos más lejos, y con un fuerte vigor, que pone espanto a los demonios. Y así decían los Padres que era imposible tener los pensamientos quedos sin estar el cuerpo ocupado en alguna cosa, y no poder llegar uno a la perfección si por aquí no pasaba. (Carta 127) 25 de febrero El amor con que Cristo padeció Y si se viese morir, aunque fuese a un esclavo, por un rey, cuánto más si preceden a su muerte algunos azotes y tormentos de los muchos que el Señor padeció, sería una hazaña por la que el esclavo alcanzaría perdón, aunque hubiese hecho muchas maldades; y juzgarían todos que había merecido que el rey le concediese dones, si en la otra vida se los pudiese dar. Y en muchos días no se caería de la boca de los hombres tal hazaña, e incluso el rey la contaría con mucha ternura y agradecimiento. Pues volvamos esto al revés, que el rey muera después de haber sufrido muchos tormentos y graves deshonras por su esclavo, del que no ha recibido ningún servicio, antes graves ofensas, dignas de muerte muy cruel; y que la causa de que el rey muera sea por el puro amor que le tenía este esclavo, es una cosa ni vista ni oída, y de tan excesivo amor, que espantaría 36
  • 37. grandemente a los que lo oyesen, y que daría materia para predicar la bondad de ese rey durante muchos días e incluso durante toda la vida. (AF, 77) 26 de febrero Los pastos del cielo Y me sigan, y les daré la vida eterna, y nunca perecerán. No os penséis, ovejitas, que os quedaréis así. Seguidme, que no andaréis desconsoladas. Yo daré –dice el Señor– a mis ovejas la vida eterna, yo las apacentaré en unos montes muy viciosos, muy fértiles, donde no les falte nunca qué comer. Las apacentaré en pastos escogidos; su majada está en los montes altos de Israel; allí descansarán en cómodos apriscos. En mi divinidad, en aquella infinita bondad, en la infinita luz, allí las apacentaré yo, allí les daré yo el manjar de vida, allí gozarán de mí, allí pacerán en aquella fertilidad de aguas, en aquellos suavísimos ríos que corren agua de infinita bondad y suavidad, allí las recrearé yo de una parte de ángeles, por otra de santos, de otra parte de vírgenes. Allí las apacentaréis, allí pacerán ellas, y a su placer; allí tendrán aquello que nunca acabaron de entender, lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ningún hombre imaginó. Allí gozarán de pastos tan dulces, de gozos tan inefables, que se queden espantados de cuanto Dios les pusiere a la mesa; allí no habrán ya hambre ni cansancio; gozarán y pacerán juntamente de tan suavísimo manjar, que no hay quien pueda pensar el pasto que el Señor dará a sus ovejas. ¡Y que, oyendo esto, no me den fastidio ni asco las ollas de Egipto! ¡Gran mal! ¿Quién hay que no desee ser oveja de Jesucristo? Si alguno hay que no lo es, no salga de aquí sin serlo, no salga de aquí sin esperanza de gozar del pasto tan excelente que el Señor da a sus ovejas. (Sermones: Miércoles de la semana de Pasión) 27 de febrero Tres maneras de justicia Tres maneras hay de justicia: una es conmutativa, otra es distributiva, otra es justicia universal. Justicia conmutativa es la de los contratos de daca y toma; vender la cosa por lo que vale y comprarla por lo que merece. Si os doy menos por la cosa de lo que vale, o más de lo que vale, entra ahí la justicia conmutativa. Y para contratar bien, se requiere esa justicia. Otra hay distributiva: como un hombre que tiene cargo de la república, de repartir oficios. ¿Sirve uno a la república bien? A aquel le da el oficio más honrado, que sirve mejor. ¿Hay igualdad en los oficios de la república? Quien los merece mejor, que se los den: esa es justicia distributiva. Otra es, cuando un hombre cumple todo lo que mandan las leyes: llámase justicia general. Y de ahí se llama un hombre justo, porque guarda todas las leyes. No se llama uno justo por comprar y vender sin engaño, o porque tiene la justicia distributiva. El que guardare la castidad, la templanza, el ayuno, la humildad, la paciencia, y en todas las demás virtudes, se le llamará a este tal justo, 37
  • 38. porque es justo universal. El otro, se le llamará justo en contratos, o justo en distribuir oficios, o justo en aquello que tiene. Esta otra se llama justicia general, que así llamó Aristóteles: «Justo universal». Lecciones sobre la Primera carta de Juan 28 de febrero El Cuerpo del Señor Ahora veamos cómo le va con el olor de la fiesta del Cuerpo del Señor, que tan presto viene. Porque para los corazones cristianos, grande afrenta será no oler este santo Pan antes que venga su fiesta, pues le olieron los Magos desde tan lejos, y aun los profetas y patriarcas mucho antes que se encarnase. ¿Qué mejor nueva que la de ver andar a Cristo por las calles entre nosotros, andar entre nuestras manos, delante de nuestros ojos, y al que no cabe en cielo ni en tierra, ver encerrado en una pequeña cortina de accidentes de pan y después entra en nuestro tan pobre e indigno pecho? Señora, no oiga vuestra merced estas nuevas con orejas sordas; despierte a su corazón y dígale que se halle muy atento a tan gran merced y obra de Dios, y que vomite todo otro manjar que tenga, para que, hambriento, se harte de este celestial Pan de que comen los ángeles. Dígale que vele estos días, porque entonces no se duerma; y pues es semana de Espíritu Santo, pídale gracia para saber sentir la fiesta del Cuerpo que fue concebido por Espíritu Santo. Y cuando venga la fiesta del santísimo Cuerpo, vendrá con él el Espíritu Santo, porque por merecimientos de Cristo descendió este Espíritu. Y cuando el cuerpo de Cristo se nos da, con Él se nos dan sus merecimientos, según la medida de la disposición que llevamos. (Carta 122) 38
  • 40. 1 de marzo Fe y palabra de Dios Y aunque tengas que inclinar tu oído con igual asentimiento de fe a toda la escritura de Dios, porque toda ella es palabra de una misma suma Verdad, pero debes prestar una particular atención a aprovecharte de las benditas palabras que habló en la tierra el verdadero Dios hecho carne, abriendo con devota atención tus oídos del cuerpo y del alma a cualquier palabra de este Señor, que se nos dio por especial maestro, por la voz del Eterno Padre, que dijo: Este es mi Hijo muy amado, en el que me complazco; escuchadle (Mt 17,5). Aplícate a leer y a escuchar estas palabras, y sin duda hallarás en ellas una singular medicina y una poderosa eficacia para lo que toca a tu alma, cual no la hallarás en todas las otras que haya hablado Dios desde el principio del mundo. Y con mucha razón, puesto que en lo que en otras partes ha dicho, ha sido lo que Él ha hablado por boca de sus siervos; y lo que habló en la humanidad que tomó, lo habló por su propia persona; abriendo su propia boca (cf Mt 5,2) para hablar, el que antes había abierto y después abrió la boca de otros, que hablaron en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y mira no seas desagradecida a tan gran don como Dios nos ha hecho, al querer ser Él nuestro Maestro, dándonos la leche de su palabra para mantenernos, el mismo que nos dio el ser para que fuésemos algo. Es una gracia tan grande, que si hubiese un peso para pesarla, y nos dijesen que en el fin del mundo había palabras de Dios para enseñanza del alma, debíamos pasar toda clase de trabajos y peligros por oír unas palabras dichas por la suma sabiduría, y hacernos discípulos suyos. (AF, 45) 2 de marzo Tribulación de san José Tornemos a nuestros santos desposados, María y José. ¡Qué ricos, qué honrados, qué ensalzados en el acatamiento de Dios, ella con tal Hijo y él con tal esposa y con ser ayo del Hijo de Dios! Y tras esto viene que José vio a nuestra Señora estar preñada, por tener su seno crecido; de lo cual recibió tan grande alteración y tristeza entrañables, cual no se puede decir. ¡Oh bienaventurado varón, y de cuántas angustias es tu corazón combatido! ¡Y cómo Dios te ha lastimado en las mismas niñas de tus ojos, pues ves preñada a tu esposa, y nunca has llegado a ella, ni pensaste llegar; porque ella y tú entrambos tenéis hecho voto, de común consentimiento, de guardar virginidad por toda la vida! Estaba el santo varón como fuera de sí, y por una parte viendo lo que veía y por otra parte acordándose de la bondad de esta Virgen y de las grandes señales que de sí daba para ser creída. Y cuando este santo varón se paraba a considerar las virtudes de ella y su honestísima conversación, o cuando le miraba su virginal y honestísimo rostro, le parecía cosa imposible caber maldad en vaso de tan excelente bondad, y hacer traición a Dios y a su marido la que con tanta lealtad servía al uno y al otro; y por aquel rato huían las malas 40
  • 41. sospechas, y se reprendía de ellas; pedía en su corazón perdón a Dios y a su esposa y descansaba y estaba contento. (Sermones, San José) 3 de marzo Le hace frente Aunque san Pedro era mayor; aunque era más antiguo en el Evangelio; aunque a él singularmente se le habían dado las llaves del cielo y a él le había encomendado Dios sus ovejas, y había quedado por confirmador en la fe de los otros discípulos, le reprende san Pablo, y con palabras que parecen ásperas y desabridas. Pero no hallamos que las recibiese él con mal rostro, o que se enojase con el Apóstol por ellas; antes él mismo, sabiendo que en esta epístola estaba escrito esto, dice: Como ya os lo escribió nuestro queridísimo hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; de hecho, así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en estas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan. Él mismo confiesa que estaban las epístolas de san Pablo escritas con sabiduría del cielo, estando en ellas esto, como es de creer que san Pedro lo sabía. Siempre veremos esto en los amigos de Dios: que cualquiera corrección que de parte de Dios se les da, cualquiera reprehensión que se les haga, la admiten con grande voluntad y con muy alegre corazón, sin indignarse contra los ministros que Dios toma para aquel oficio. Lecciones sobre la epístola a los Gálatas (Gál 2,11) 4 de marzo Penitencia por los pecados El primer paso que tiene que dar el alma, acercándose a Dios, ha de ser la penitencia de sus pecados. Y para que esta esté bien hecha aprovecha mucho desocuparse de todos los negocios y de todo trato, y ocuparse con cuidado en traer a la memoria los pecados de toda su vida, sirviéndose para ello de algún confesionario. Y, después de haber llorado bien por ellos, confesarlos con un médico espiritual que le pueda y sepa dar el remedio competente para su enfermedad, y le ponga su conciencia tan llana como si aquel día tuviese el hombre que morir, y presentarse en el juicio de Dios. Y en este negocio puede gastar un mes o dos, deshaciendo con amargos gemidos lo que pecó con malos placeres. Y para esto se puede servir de la lectura de algún libro bueno, que le ayude para esto, y de lo que antes dijimos de pensar en su muerte y en el juicio de Dios, y descender vivo con el pensamiento a aquel pozo hondo del fuego eterno, para que no descienda después de muerto a probar la eterna miseria que allí hay. (AF, 71) 5 de marzo La penitencia obra de Dios 41