La alegría pascual del encuentro con el Resucitado
1. 1
II DOMINGO DE PASCUA
Una enseñanza de la fe pascual
Introducción:
En este segundo domingo de pascua, la Iglesia sigue proclamando que Cristo ha
vencido a la muerte y ha recobrado la vida.
La alegría que celebra la Iglesia; es la alegría que transmite el mismo Cristo con
presencia en su cuerpo místico.
Cristo es el principio y fin de la historia humana. En él todo tiene su convergencia. “El
Señor es el fin de la historia humana, el punto de convergencia de los deseos de la
historia y la civilización, el centro del género humano, gozo y plenitud de las
aspiraciones de todos los corazones” (GS 45)
1. EL TESTIMONIO PRECEDENTE
Lo que antecede a la aparición del Resucitado a los discípulos es el testimonio de María
Magdalena: “Hemos visto al Señor” (Jn 20,18). Este testimonio prepara ya la aparición
de Jesús a sus discípulos, su presencia les deja estupefactos. La extrañeza es
consecuencia de lo habían vivido con la muerte de su maestro.
Llama la atención cómo Jesús se aparece a sus discípulos en medio de la incertidumbre
que estaban viviendo. El evangelista apunta que estaban reunidos a puertas cerradas.
Aquí podemos notar cómo el Señor siempre se aparece o mejor dicho debido a
situaciones que viven los creyentes se hace más sensibles a su presencia.
Jesús les da su paz: “La paz este con ustedes”. Recordemos que en el discurso de
despedida él les había dicho: “Les he dicho todo esto, para que puedan encontrar la paz
en su unión conmigo. En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero
tengan ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
La victoria de Jesús sobre la muerte es el fundamento de la paz que él ofrece.
Ciertamente, ello no exime a los discípulos de las tribulaciones del mundo, su intención
es darles seguridad, serenidad y confianza en medio de ellos. Las señales de la pasión en
el cuerpo resucitado son la garantía de que él está vivo.
Jesús muestra sus llagas a los discípulos. Mostrar las llagas tiene un doble significado:
Es una expresión de su victoria sobre la muerte. Nos libera del pecado
Es un signo de su entrega, de su inmenso amor. Por su resurrección nos abre el
camino a una nueva vida (cfr. CEC 654).
Jesús muestra la herida de su costado:
La herida del costado de Jesús permanece siempre en el cuerpo del resucitado como una
prueba de que él es la fuente de la vida, esa vida que hace nacer de nuevo en el Espíritu
2. 2
Santo. Ante este gesto de Jesús la reacción de los discípulos no se hace esperar: “Se
llenaron de alegría al ver al Señor”. La alegría pascual había sido una promesa de Jesús
antes de su muerte: “Yo les aseguro que ustedes llorarán y geminarán, mientras que el
mundo se sentirá satisfecho; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en
alegría… Pues lo mismo ustedes: de momento están tristes; pero volveré a verlos y de
nuevo se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar” (Jn 16, 20.22).
El envío y la misión: la continuidad de la misión de Jesús se ve fortalecida e impulsada
por el Espíritu Santo que da el resucitado: “Como el Padre me ha enviado, yo también
los envío a ustedes” (Jn 20,21). Los discípulos reciben la misma vida de Jesús: “Soplo
sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo.
Los discípulos reciben la misma autoridad de Jesús: “A quienes ustedes les perdonen los
pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá” (Jn
20,23).
Ver y no-ver
El itinerario de la fe pascual se va fortaleciendo por el testimonio fehaciente de los
discípulos y de la Iglesia.
Hemos visto al Señor. Esta no es sólo afirmación sino una experiencia de encuentro con
el Resucitado. Jesús no quiere que nadie que excluido de la paz y la alegría pascual. Por
eso, la experiencia de Tomás, confirma que el creyente será capaz de vivir o tener un
encuentro personal con Cristo, cuando se abra a la vida y el amor que él nos ofrece
siempre.
Ver y no-ver
Ver para creer es la llamada de atención para el creyente a reconocer la presencia del
Resucitado en su vida.
No-ver
Es la bienaventuranza del creyente que acoge el mensaje de la Buena Nueva de la
salvación.
2. LA PRESENCIA DEL RESUCITADO
Los creyentes de hoy no estamos libres de las diversas situaciones que vive nuestro país
y el mundo. Estamos viviendo en medio de aflicciones, de miedos e incertidumbre, no
vemos claro el horizonte. Sin embargo, en el contexto que estamos conviviendo es
preciso y es apremiante apropiarnos de alegría pascual que nos comunica Cristo
Resucitado. La presencia del Resucitado imprime en el creyente optimismo y esperanza.
Iluminados por la palabra de vida, podemos notar que así como a los discípulos nosotros
estamos asustados. Todo lo que está pasando en este tiempo de Pandemia y contagio
debe llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de sacar fuerzas de flaqueza. Ante esa
3. 3
realidad Jesús se presenta en medio de nosotros y nos comunica y ofrece su paz; paz que
sobre pasa todo entendimiento, paz que no nos puede dar el mundo; paz que solamente
nos da Dios. La paz y el gozo que nos comunica la alegría de la Resurrección se
cumplen en Jesús.
No hay misión sin el Espíritu Santo que está a la raíz de la nueva creación. Jesús llena
del Espíritu a los discípulos para que no duden en lanzarse a la aventura de la misión y
proclamar un mensaje de paz y perdón.
Reconocer y proclamar a Jesús como el Kyrios, es decir como el Señor, no el resultado
de una verificación sino es el grito de la fe que une al creyente a Cristo y le hace vivir
una vida nueva.
3. LA PRESENCIA DEL RESUCITADO, MOTIVO DE ALEGRÍA
En la segunda parte de nuestra celebración que la constituye la liturgia eucarística, tiene
lugar la actualización del Misterio Pascual de Cristo. Jesús se presenta en medio de
nosotros y se hace visible y le reconocemos por la fe en la fracción del pan. Lo que
antes fue considerado una figura, con el sacrificio redentor de Cristo realizado en la cruz
se convierte en un acontecimiento y tiene su plenitud haciendo visible en el divino
sacramento del altar.
Como canto el prefacio pascual I: “Porque él es el verdadero cordero que quitó el
pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida”
La presencia del Resucitado debe provocar en nosotros alegría y gozo y sobre todo
fortalecimiento de nuestra fe, proclamando que Jesús es Dios y Señor de la Historia.