Relato ganador del XXXVI Premio Internacional de Cuentos Max Aub en su modalidad comarcal, para autores nacidos, residentes o vinculados a la comarca del Palancia, por su valor pedagógico e histórico a la hora de recoger una memoria familiar fuertemente relacionada con la comarca del Palancia.
6. La honestidad de un premio
y la posibilidad de reconocer
un talento en ciernes
La mayor parte de los certámenes literarios que todos
conocemos no son limpios (el Planeta, el Nadal, el Biblioteca
Breve…). La razón estriba en que las editoriales que convocan
tienen unos intereses. Estos intereses son más comerciales que
literarios (si bien a veces se da un maridaje de ambas cosas).
Dicho de otro modo: en todos los premios que son publicitados en
las secciones de cultura de los medios de comunicación más
importantes, las editoriales presentan a sus candidatos,
habitualmente autores que ya forman parte de sus catálogos, y en
todo caso escritores con el suficiente prestigio o tirón comercial.
Nadie que no sea conocido se va a alzar jamás con un premio
convocado por un gran grupo editorial. Aun así, se organiza un
paripé que comienza en la convocatoria misma, en la que se
especifica que al premio puede presentarse cualquiera para que se
colija la falsedad de que, en consecuencia, puede ganarlo también
cualquiera.
Sería muy fácil deshacer el entuerto y decir que a la final del
premio llegarán quienes la editorial estime convenientes; sin
embargo, eso implicaría deshacer un entuerto parecido al gordo de
la lotería de Navidad, que nunca toca. Nadie participaría. La suerte
y el mérito serían menos suerte y menos mérito. Se desvanecería
el argumento más comercial y mentiroso: que el ganador lo ha sido
compitiendo con otros cientos de manuscritos en vez de con los
cuatro o cinco autores que no han pasado otro filtro que el del
interés de la empresa que pone el dinero.
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7. Doy este largo rodeo para señalar la importancia del Premio
Internacional de Cuentos Max Aub por su limpieza. Puesto que no
hay una ganancia para ninguna editorial, aquí es rigurosamente
cierto que todos han participado en igualdad de condiciones. Un
prejurado y luego un jurado han leído manuscritos presentados de
forma anónima, y los ganadores lo han sido compitiendo con, en
este caso, 585 obras en la modalidad internacional y 10 en la
comarcal, lo que redobla su hazaña.
José Ángel Planillo se ha alzado en la presente convocatoria
con el PREMIO COMARCAL. Su relato El Barranco de los Judíos,
escrito con buen ritmo narrativo y, sobre todo, con conocimiento de
la Historia de la comarca, narra la expulsión de una familia judía, y
destaca por su valor pedagógico e histórico a la hora de recoger
una genealogía individual y social fuertemente relacionada con la
comarca del Alto Palancia, tal y como señalaron los miembros del
jurado (Constantino Bértolo, Natalia Carrero y la que esto escribe)
en la rueda de prensa celebrada para dar a conocer el fallo.
Nacido en Sagunto en 1976, Planillo es Técnico Superior en
Información y Comercialización Turística, Guía Oficial de Turismo y
Técnico de Senderos, y se ha dedicado a investigar por su cuenta
la Historia del Alto Palancia, de la que afirma no sólo ser un
apasionado, sino también tener la vocación de compartirla. Así lo
demuestra su trayectoria profesional. En la emisora Radio Escavia
dirigió el programa “Rutas por la Comarca”, y fue asimismo
colaborador de la televisión comarcal desde 1997 hasta 2005 en
programas de carácter documental que contemplaban la doble
vertiente de la Historia y el Turismo. También ha colaborado con
asociaciones, grupos de investigación y diarios digitales, y no es un
principiante en la escritura: desde 2003 viene publicando artículos
de índole turística, cultural e histórica en publicaciones diversas a
cargo de entidades como Analecta Cartusiana, la Universidad
Católica de Valencia o el Instituto de Cultura del Alto Palancia.
Como el propio autor manifestó en la tertulia literaria
celebrada en el Círculo Segorbino, que tuvo lugar el mismo día en
el que se dio a conocer a los ganadores del certamen, él es
veterano escribiendo ensayo y novato en la literatura.
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8. Quizás no sabe todavía José Ángel Planillo, pero lo descubrirá
si persiste en el arte de hacer ficciones, que en literatura siempre
se es un novato, y que cuando se adquiere oficio se debe aprender
a resistir ese canto de sirena consistente en creer que se sabe
escribir. Y es que buena parte de la potencia de un texto literario
está en su carácter de descubrimiento. No se trata un
descubrimiento simulado, quiero decir, de uno que el escritor sabe
pero que juega a ignorar hasta el final del texto para darle una
sorpresa final al lector (y para entretenerlo por el camino, cual burro
al que se le pone la zanahoria). Lo que se pone en juego en la
literatura es un descubrimiento en primer lugar para quien escribe,
y ahí radica en buena medida el encantamiento de El Barranco de
los Judíos. El cuento no recoge únicamente parte de las
investigaciones y conocimientos llevados a cabo por Planillo,
aunque resulte obvio que sin ellos no habría habido narración
posible. Sin embargo, la fuerza del relato se encuentra en el
asombro de la protagonista ante lo que está averiguando, que
debemos suponer que es la misma que la de su autor ante el
desvelamiento del misterio encerrado en este nombre, el barranco
de los judíos, transmitido con eficaz sencillez y emoción.
Ojalá José Ángel Planillo se anime a seguir haciendo cuentos,
o novelas, con el mismo espíritu que la obra que ha merecido el
galardón. Sin duda el ser ganador del Premio Internacional de
Cuentos Max Aub es garantía de un talento que, bien desarrollado,
muchos disfrutarán.
Elvira Navarro
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10. “El pueblo que no conoce su historia está condenado a
repetirla”.
Nicolás de Avellaneda.
A aquellos a quienes las injusticias instigadas por otros les han
obligado a huir y dejar atrás sus raíces, abocándolos a un futuro
incierto.
A Aída Albiar García, que me animó a saltar del ensayo
a la literatura y le ha dado un giro a mi vida.
A mi hija, Elena Planillo, y resto de mi familia,
por estar ahí cuando me han hecho falta.
A todos aquellos que me apoyáis, me leéis y felicitáis por mis
logros.
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11. En Valencia, a 21 de marzo de 1980.
Querido diario:
Me llamo Míriam Sanz, y hoy celebraré mi decimosegundo
cumpleaños. Una fecha donde además de estrenar un nuevo
diario, esperaba con gran expectación ya que por fin podré leer ese
manuscrito que va pasando de generación en generación en mi
familia, y que se nos muestra a los niños cuando alcanzamos
determinada edad. Aunque me tocará esperar a mañana. Pero no
porque hoy sea viernes y me toque ir al colegio, sino que ese
momento siempre debe tener lugar al día siguiente del
cumpleaños.
Al parecer, algo ocurrió hace muchos años con unos
antecesores nuestros, y cada generación en mi familia lo transmite
a sus descendientes al día siguiente en que las niñas alcanzan los
12 años y los niños los 13. Pero les he preguntado a mis primos
mayores, ninguno cuenta nada y ponen una extraña cara que me
tiene intrigadísima.
Ahora voy a disfrutar de la celebración que mis compañeros
del colegio me han preparado, y luego de una segunda fiesta más
familiar, en la que a ver si de regalo me adelantan algo de ese viaje
y misterio.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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12. Desde luego, estas fechas de mediados de marzo siempre
son muy esperadas por mí, pues a los días festivos de las fallas en
la ciudad, se unen éstos de celebración por mi aniversario.
Mañana te cuento.
Sábado, 22 de marzo de 1980.
Querido diario:
Hoy llega la primavera y, como dice el refrán, la sangre se
altera. Pero yo ya llevo varios días algo agitada. Esta noche
apenas he dormido, y he escuchado como mi padre bajaba bien
temprano a preparar el coche familiar para la excursión a Sarrión.
Allí debe ser donde tiene lugar ese misterioso acto del que hoy
seré conocedora.
Ayer tarde, mientras mi familia celebraba en casa mi
cumpleaños, a mi tía se le escapó que ya que íbamos a subir a
Sarrión, le bajara pan, jamón y embutido. Mi madre casi la fulmina
con la mirada y mi padre se quedó blanco, dedicándome una
mirada de reojo por si había escuchado algo. Obviamente, yo me
hice la despistada y seguí abriendo los regalos que unos y otros
me habían traído.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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13. Pero cuando los mayores ya se pusieron a hablar de sus
cosas y pude escabullirme sin ser observada, me encerré en la
habitación y busqué en la enciclopedia dónde estaba este pueblo y
qué podría tener de interesante para nosotros. Y esto es lo que
encontré y apunté en una libretita que tenía a mano: “Sarrión se
encuentra en la carretera nacional N-234, a 37 km de Teruel capital
y a 103 km de Valencia. Está emplazado al pie de la sierra de
Javalambre, siendo el municipio más poblado de ésta, en la
denominada «Depresión de Mijares», próximo al barranco de
Mediavilla. Forma parte de la comarca de Gúdar-Javalambre, y
dentro de ella es la segunda población más importante, solo
superada por Mora de Rubielos, la capital comarcal“.
Así que aquí estoy, esperando a que me llamen para iniciar
este viaje a Teruel, atacada de los nervios, y con ganas de desvelar
el misterio.
Sábado, 22 de marzo (media mañana).
Querido diario:
No sé si será por parte de la historia que me ocultan, o que a
mis padres les ha dado un repentino interés por conocer pueblos.
El caso es que cuando llevábamos algo más de una hora de viaje,
al llegar a la ciudad de Segorbe mi padre se ha desviado del
trazado urbano de la carretera y ha aparcado el coche.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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14. A continuación nos ha obligado a salir a pasear por las calles
próximas a la catedral y su bonito casco urbano y, lo más
sorprendente, a coger cada uno de nosotros una piedra que nos ha
dicho que guardáramos para cuando llegase el momento. Él, por su
parte, ha llenado una garrafa de agua en una caudalosa fuente
llamada de Los Cincuenta Caños, pero no para beber.
Y cuando después de almorzar hemos vuelto al coche, me ha
entregado una carpeta donde venía el tan ansiado manuscrito, y
me ha animado a tratar de leerlo durante el trayecto para que
cuando lleguemos entienda lo que va a suceder.
Suerte que no me mareo. Ahora dejaré de escribir y me
dispongo a descubrir el secreto de esta historia familiar. A ver qué
pasa.
Lunes, 24 de marzo de 1980.
Querido diario:
Llevo dos días sin dejar de llorar. Jamás pensé que tamaño
drama hubiese ocurrido en mi familia, y además que lo
protagonizase alguien que se llamaba igual y era un poco más
mayor que yo. Tanto me ha impactado, que no he podido escribirte
en estos días.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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15. Ahora entiendo por qué en mi familia tenemos la costumbre de
repetir nombres, aunque ya no sus creencias. Mas que nada,
porque en casa no se manifiesta ningún rito religioso, más allá de
celebrar las bodas, bautizos y comuniones de los familiares; las
navidades o las pascuas.
No me puedo quitar el recuerdo de lo leído de mi cabeza, y
creo que no voy a poder parar hasta que averigüe qué les ocurrió a
aquellos antepasados míos, y cómo mi familia ha llegado hasta
nuestros días.
Sé que lo que he hecho está mal, pero no podía dejar de darle
vueltas a lo que leí de camino a Sarrión, y lo que allí realizamos.
Pero antes de entrar en detalles, quiero contártelo a ti. Por eso, al
regresar ayer a nuestra casa de Valencia, seguí a mi padre en el
momento en que se disponía a guardar la carpeta donde lo
conserva y, cuando he visto que nadie me veía, lo he extraído con
la idea de plasmarlo en estas páginas y poderlo consultar cuando
necesite investigar alguno de los sucesos que cuenta.
Esta es la historia de Míriam Ben Sanch, mi antepasada, y
cómo perdió a su familia en el lugar conocido hoy en día como “El
Barranco de los Judíos”.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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16. EL DESTINO DE LOS BEN SANCH DE SARRIÓN
El temor se había extendido por la aljama desde hacía unos
días tras escuchar unos rumores en el mercado. Pero la llegada de
un sobrino del rabino procedente de Teruel, convirtió el miedo en
pánico y no fuimos pocas las familias que empezamos a preparar
los enseres para marcharnos del lugar.
Hacía unos días que los frailes dominicos y soldados que
formaban el tribunal del Santo Oficio habían ajusticiado en la
capital a varios acusados de judaizantes y otros cargos que la
Iglesia castigaba severamente, quemando, ahora sí, en una gran
hoguera a varios reos que estaban presos en el palacio episcopal
después que en el primer acto de fe solo pudieron quemar las
efigies de los acusados, que habían logrado escapar.
Cuando llegamos a casa mi hermano Moisés y yo tras
observar el revuelo que se percibía por las calles, mis padres y
abuelos nos estaban esperando para dirimir qué iba a ser de
nuestra familia. El abuelo, Jacob Ben Sanch, y la abuela Míriam –a
quien debo mi nombre-, ya habían resuelto quedarse en casa y que
Yahvé decidiera sobre su suerte. De poco sirvieron las súplicas de
mi madre llorosa y los razonamientos que mi padre trató de
inculcar a mi abuelo.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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17. Su destino, decían, era guardar el hogar familiar mientras
nosotros marchábamos para tratar de ponernos a salvo ya fuese a
los Estados Pontificios, al Reino de Valencia u a otra pequeña
aljama de las repartidas por los pueblos limítrofes a Sarrión,
localidad al sur del Reino de Aragón donde vivía mi familia desde
hacía cinco generaciones, dedicándose principalmente al comercio
de paños; a la venta de cereales a la ciudad de Teruel -que por
plantar en sus campos viñedos no podía autoabastecerse-; y
ocasionalmente ofreciendo préstamos, que ayudaban a la compra
de grano para las nuevas cosechas que sembraban tanto judíos,
como cristianos y musulmanes, aplicando un interés menor al del
20% que establecían los fueros
Todas estas actividades nos propiciaban una gran interacción
con los habitantes de las seis sesmas de la Comunidad de Teruel,
aunque principalmente con los de los pueblos que formaban la del
Campo de Sarrión, a la que pertenecíamos, donde participábamos
en sus ferias y mercados.
A veces mi padre, Benjamín Ben Sanch, y el abuelo se
desplazaban de forma itinerante por la misma, o incluso entrando a
las demás sesmas vendiendo nuestros productos, que pese a ser
de calidad media, pues estaban destinados al mercado rural, eran
muy bien acogidos por los lugareños de todos los credos, que no
podían permitirse paños de más calidad.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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18. Y como los hebreos teníamos un privilegio real que nos
garantizaba libertad de movimiento, mis parientes lo aprovechaban
en ocasiones para desplazarse a otros territorios con fines
mercantiles, lo que les permitía un excelente conocimiento del
entorno y tener contactos en numerosas localidades tanto del
Reino de Aragón como en el de Valencia.
Pero los recelos que observaban en los últimos tiempos
cuando regresaban a casa con las ganancias obtenidas
comenzaba a hacer mella en su ánimo y a plantearse un cambio en
su modo de vida. Y es que al estar obligados por ley a llevar la
rodela, un trapo de color vistoso cosido en la ropa que nos
identificaba a ojos de todo el mundo como judíos, dada la fama que
teníamos de amasar fortunas, servía de foco de atracción a
ladrones y maleantes que veían en nosotros un botín en ciernes.
Pero la inquina a las gentes de mi pueblo venía desde mucho
tiempo atrás. Según contaban mis mayores, las primeras
manifestaciones las sufrimos tras la llegada de la Peste Negra.
Aunque esta plaga también fue padecida por los nuestros, la
menor mortandad que teníamos debido a los hábitos higiénicos
que practicábamos nos puso en el punto de mira como causantes
de la misma.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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19. De hecho, a un vecino de Sarrión, Jaco Alfayti, al que muchos
calificaban como hechicero, lo acusaron de envenenar las fuentes
públicas de las villas de Rubielos, Mora y Vallbona y causar allí la
enfermedad.
Por si esto fuera poco, años después inculparon a varios
miembros de la judería de Teruel de profanar las hostias
consagradas, e incluso condenaron a tres mujeres por hechicería
por colocar unos hilos de colores en las puertas de dos de las
sinagogas.
Y a esto cabe añadir el fanatismo de algunos cristianos, que
no paraban de exigir a las autoridades que se nos convenciese u
obligase a tomar las aguas del bautismo. Donde primero se
notaron estas presiones fue en las juderías del vecino Reino de
Valencia, que motivó la matanza y desaparición de algunas
comunidades.
Estas barbaries llegaron a la judería de Albarracín un año
después, que sufrió un grave asalto en el que se dio muerte a un
buen número de familias y provocó la huida de los pocos que
lograron escapar hacia otros municipios y ciudades, e incluso a
aljamas más pequeñas de la frontera, como las de Manzanera,
Sarrión, El Castellar o El Cuervo, donde trataron de refugiarse
aquellos que no deseaban apostatar de la religión de sus
ancestros.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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20. Desde entonces se hizo frecuente la presencia en las
sinagogas de los frailes franciscanos, que por aquellos años
habían fundado el primer convento de esta Orden en Aragón en la
vecina localidad de Manzanera con el apoyo de su Señor, don
Pedro Ladrón de Vilanova, y que recorrían los pueblos de la
comarca tratando de adoctrinar a la comunidad judía en el
cristianismo, aprovechándose del decreto de Jaime II por el que se
nos obligaba a escuchar los sermones que nos dedicaban.
A principios del siglo XV llegó a Teruel el fraile dominico
valenciano Vicente Ferrer, que fijó esta ciudad como uno de los
enclaves estratégicos para erradicar a la raza judía. Allí predicó
varias veces durante el año 1412 motivando la conversión de
varias familias, el cierre del barrio judío con muros y puertas, y una
mayor presión de las autoridades a quienes persistimos en
mantener nuestro credo, llegando a vejarnos en el trato, negarnos
el acceso a los alimentos o a darnos protección frente a los abusos
y agresiones.
Aunque el golpe más duro fue observar cómo relevantes
miembros de la comunidad hebrea, no solo de Teruel sino de todos
los reinos de la Corona de Aragón, decidían abjurar de la fe judía y
bautizarse tras la Disputa de Tortosa.
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El Barranco de los Judíos
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21. Fue aquello una especie de cónclave que propuso al Papa
Benedicto XIII un judeoconverso de Alcañiz llamado Yeshu’a ha
Lorqui -que por entonces ya se hacía llamar Jerónimo de Santa
Fe-, que reunió a los mejores rabinos y a los más elocuentes
predicadores cristianos para tratar de revelar cuál era la verdadera
fe.
Al finalizar el mismo, las conversiones (por temor, presiones o
conveniencia) de algunos de los rabinos asistentes y de algunas de
las familias más solventes y bien posicionadas, que gracias a ello
verán aumentar su poder y ganancias, motivará el miedo y la
sensación de indefensión de las juderías del Reino, dando pie a
una oleada de nuevas conversiones insinceras en las aljamas,
como las que hubieron en Alcañiz, Alcorisa, Castellote, Maella y
Molinos y otros lugares vecinos a la nuestra, desde donde
observamos con espanto la desaparición de algunas de aquellas,
como las de Alcañiz y Montalbán.
Desde entonces, el problema judío que se buscaba erradicar
se trasformó en el problema converso, y la tensa tolerancia que
hasta entonces disfrutábamos se convirtió en una coexistencia muy
suspicaz, donde al menor resquicio o por banalidades como la
envidia o los celos, servían para denunciar con falsos testimonios a
estos nuevos cristianos -o marranos, como desdeñosamente se les
conocía por su ahora nueva dieta cárnica donde predominaba la
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El Barranco de los Judíos
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22. carne de porcino, prohibida en el judaísmo-, independientemente
de si su conversión era sincera o aparente.
Para más despropósito, tras las forzadas conversiones el
clero se relajó y cejó en la vigilancia y celo por adoctrinar a sus
nuevos feligreses, llevando a muchas familias a retomar los ritos
judíos en el interior de su hogar. Así que, cuando la tarea de inquirir
si los nuevos cristianos cumplían a rajatabla las doctrinas de su
nueva fe recayó en el Santo Oficio por orden de los actuales
monarcas Isabel y Fernando, a quienes se les conocía como los
Reyes Católicos por su tesón en conquistar el reino nazarí de
Granada y aunar en una misma fe a todos sus súbditos, el pánico
se extendió por doquier.
La llegada de esta institución no contaba con el apoyo de la
Comunidad de Teruel, que alegó que empleaban métodos que
vulneraban los fueros y el derecho canónico y civil.
Pero las protestas fueron en vano y finalmente se les hubo de
prestar una casa en Cella para morada del Inquisidor. La simple
presencia de los religiosos de la Orden de Santo Domingo
encargados de tan desagradable función –a los que se les aplicó el
nombre de “Domini Canes” o perros del Señor-, despertaba la
crispación y el nerviosismo de todo judío en varias leguas a la
redonda.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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23. Y más que se agitaron las ya revueltas aguas, cuando los
rumores de una orden real para expulsar a los judíos de todos los
reinos de las Españas comenzaron a ser más sólidos y frecuentes.
Por eso, cuando se produjo la llegada del sobrino del Rabino desde
Teruel con las últimas noticias sobre esta cuestión, en mi casa, tras
poner todas estas circunstancias en la balanza, la decisión no
podía ser otra que el exilio. Pero ¿adónde ir?
Debido a la importancia de la villa de Manzanera como
próspero enclave comercial por el mercado de la lana que llegaba
a atraer a marchantes italianos y catalanes en busca de materia
prima para su floreciente industria textil, mis mayores habían
creado una red de contactos a los que se decidió solicitar su ayuda
para tratar de huir a alguna de esas regiones, desde donde
escapar sería más fácil.
Desde luego, la presión sobre las aljamas cercanas y el temor
que se vivía no era garantía de poder arraigar en ellas. Ni tan
siquiera en la de Murviedro, la más notable del Reino de Valencia
tras la desaparición de la valenciana un siglo atrás, era aval
suficiente para permanecer a salvo. Pero de momento hacia ella
nos íbamos a dirigir para esperar en casa de unos socios de mi
padre la llegada de algún barco que nos permitiese cruzar el mar
Mediterráneo y alcanzar las tierras de los Estados Pontificios
donde, según había explicado el Rabino, se estaban recibiendo
cordialmente a los nuestros.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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24. Durante varios días estuvimos empaquetando los enseres y
pertenencias necesarios para la travesía. También se tramitaron
varias cartas de cambio para llevar la menor cantidad de dinero y
objetos de valor que despertasen la codicia de los ladrones
apostados en los caminos. El momento más doloroso fue cuando
tocó despedirse de nuestros abuelos y de aquel paisaje que nos
había visto nacer, crecer y al que amábamos tanto o más que los
vecinos de otros credos, que observaban nuestros preparativos
con cierta curiosidad y recelo.
Llegada la hora de partir, anegados en lágrimas, nos unimos a
la caravana que se formó con otros vecinos de la aljama que
también decidieron tomar el Camino Real a Valencia. Todos
teníamos el corazón roto de dolor por lo que quedaba atrás y la
cabeza repleta de temores por la suerte que nos deparaba este
incierto futuro. Y claro, con tantas prisas y con la mente en otros
asuntos, a nadie se le ocurrió contratar los servicios de una escolta
que nos protegiese. Craso error.
Tanto nos habíamos expuesto en los preparativos, que a los
amigos de lo ajeno, tras ser avisados por nuestros antaño vecinos
y ser conocedores de lo que se portaba por asaltar a otras
comunidades próximas en similares circunstancias, les dio tiempo
a organizarse para tratar de lograr un buen botín a nuestra costa.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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25. Así, al poco de salir de mi amada aljama, una partida de
bandoleros armados hasta los dientes nos estaba aguardando
agazapados entre los matorrales y un pinar que se extendía
próximo a un barranco afluente del río Albentosa. Al iniciarse el
ataque, los hombres de la expedición trataron de oponer cierta
resistencia y vender cara su captura, pero sin armas con las que
defenderse y ante la mayor superioridad y experiencia de los
villanos, sólo lograron alcanzar la muerte tratando de proteger a
sus familiares y bienes, pues éramos conscientes que de caer en
sus garras seríamos vendidos como esclavos a los piratas que
surcaban el Mediterráneo, tras ser sometidos a violaciones y
vejaciones.
Pero su muerte no fue en vano, pues la refriega sirvió para
que muchos de nosotros pudiésemos escapar, entre ellos mi
hermano y yo, que vimos morir a nuestro padre degollado por uno
de aquellos salvajes, y a nuestra madre ser atrapada y arrastrada
por los pelos hasta una carreta, donde se amontonaban otras
vecinas también caídas en desgracia.
Varias semanas anduvimos Moisés y yo perdidos por aquellos
fríos páramos sin más sustento que aquel que nos proporcionaban
las aguas de las fuentes y los madroños, setas y bayas que de
tanto en cuando encontrábamos por el camino.
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26. Finalmente, al ver como mi hermano empezaba a enfermar
tanto por debilidad como por melancolía, decidí que era el
momento de arriesgarse y entrar a la primera población que
encontrásemos para pedir ayuda.
Quiso Yahvé mostrarse clemente con nosotros y compensar
las duras pérdidas que habíamos sufrido haciendo que nuestros
pasos nos llevaran a la ciudad de Segorbe, pues sin saberlo nos
habíamos adentrado en el Reino de Valencia, donde por
casualidad fuimos acogidos por una familia de conversos, los
Vicent. Tal fue la impresión que les debió de causar nuestro periplo
que no dudaron en alojarnos en su casa, en la que permanecimos
más de dos años aunque sin apenas salir a la calle por el temor
que alguien nos señalase y les pudiera perjudicar al dar cobijo a
unos niños hebreos huidos de una masacre, pues el cabeza de
familia parecía tener algún cargo en el concejo de la ciudad.
Durante ese tiempo mi hermano recobró la salud y se puso a
ayudar en las tareas del hogar para compensar su hospitalidad. A
mi, en cambio, me instaron a que dejara por escrito toda esta
historia para dar a conocer cómo acabó la mayor parte de la
comunidad hebrea del sur de Teruel antes de prepararnos para
acompañar a su hijo Francesch, que ya se había visto obligado a
emigrar a Valencia, en su viaje a Roma, pues al parecer el
mismísimo Papa Alejandro VI, también valenciano, le había
Jose Ángel Planillo Portolés
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27. requerido como profesor de ajedrez para su hija, ya que había
llegado a sus manos un libro escrito por él sobre este juego y le
había despertado una gran admiración.
Espero que este manuscrito con el tiempo llegue a algún
familiar para que conozca la suerte que corrimos los Ben Sanch de
Sarrión. No sé qué fue de mis abuelos, ni tampoco qué ocurrió con
los cadáveres de mis amados padres.
Sólo ruego que si algún día este escrito llega a los míos,
rememoren a los suyos y les rindan homenaje de la manera en que
les sea posible, porque gracias a su sacrificio pudimos salir
adelante.
Que Yahvé lo vea, y nos acompañe en esta nueva aventura.
En la ciudad de Segorbe, en el vigesimosegundo día del mes
de Adar Bet, del año 5252 del calendario hebreo, o 22 de marzo de
1495, del gregoriano.
Yo, Míriam Ben Sanch.
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28. En Valencia, a 25 de marzo de 1980.
Querido diario:
La vuelta a las clases y el hecho de transcribir este largo
relato a tus páginas ha motivado a que el momento de relatar lo
vivido en aquel lugar se haya retrasado. Algo que desde luego no
creo que pueda olvidar fácilmente.
Terminé su lectura al rato de cruzar la frontera con la provincia
de Teruel, pues las incontables y cerradas curvas del puerto de
carretera que llaman del Ragudo por poco me hacen desistir en mi
tarea al sentir cierto mareo por llevar la vista clavada a los papeles.
Pero tan metida estaba en la historia, que los síntomas apenas me
afectaron, y no paré hasta concluir la lectura del texto.
Las lágrimas ya comenzaron a brotar entonces, y mi madre se
vino conmigo al asiento de atrás a tratar de consolarme, pues
quedaba poco para lo que iba a acontecer.
De repente, cuando el pueblo ya se observaba muy próximo,
mi padre se arrimó al arcén para no obstaculizar el tráfico y detuvo
el vehículo. Nos apremió a bajar del mismo y a tomar las piedras
que traíamos desde Segorbe.
Jose Ángel Planillo Portolés
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29. Él a su vez cogió la botella de agua, y encabezó la comitiva
encaminándonos hacia un barranco que discurría por la parte baja
del caserío.
Cuando menos lo esperábamos, se detuvo junto a un
pequeño montículo de piedras, y nos animó a dejar las nuestras en
dicho montón. Nos dijo que ésto era una vieja costumbre del
pueblo judío, que dejan piedras sobre los lugares donde descansas
sus familiares o amigos. La piedra es considerada un símbolo de
respeto hacia el difunto porque mantiene vivo el recuerdo de la
persona y muestra que el lugar ha sido visitado. Observando el
tamaño del conjunto que teníamos al lado, comprendí que muchas
personas de mi familia habían pasado por aquí desde tiempos
pretéritos.
Luego, mi madre sacó unas tijeras, y me cortó las mangas de
mi jersey. Al parecer, el rasgado de ropa es otra costumbre hebrea
cuando se tiene noticia que se ha perdido a un ser querido. Por lo
que durante estos días he averiguado sobre el tema, a este acto se
le llama “Kriá”, y como me cortaron las dos mangas, quisieron
honrar tanto al padre como a la madre de la Míriam del pasado,
que allí fueron asesinados hace casi 500 años.
Tras pronunciar mi padre unas palabras que no entendí a
modo de plegaria, se dispuso a lavarnos las manos con el agua
que trajo desde Segorbe.
Jose Ángel Planillo Portolés
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30. Ésto también he descubierto gracias al profesor de historia
que es un rito judío, pues según sus normas de conducta que
marca el Shulján Aruj (espero haberlo escrito bien), aquellos que
visitan un lugar de enterramiento se han de lavar las manos
vertiendo el agua en un recipiente para purificarse, y dejarlas secar
por sí solas, para no demostrar apuro por alejarse de los seres
queridos.
Una vez realizado todo ello, me miró seriamente y me hizo
prometer que no revelaría a nadie lo que acabábamos de hacer, y
que si algún día tuviese algún hijo o hija, cuando cumpliese los
doce años si era chica o los trece si era varón, al día siguiente los
traería hasta este lugar para honrar a nuestros ancestros y
desvelarles los orígenes de nuestra familia, tal y como había hecho
él con mi hermano primero y ahora conmigo.
Tenía que ser exactamente en ese momento, ni antes ni
después, pues es cuando la comunidad hebrea entiende que los
jóvenes dejan de ser niños y pasan a la madurez a través de una
pequeña ceremonia conocida como Bar Mitzvá (si es chico) o Bat
Mitzvá (para las mujeres), que significa “hijo o hija de la ley”, en el
sentido que desde ese momento pasan a regirse por las
obligaciones y derechos de los adultos de la misma.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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31. Me explicó que en nuestra familia se abandonó la religión de
nuestros ancestros hace muchísimo tiempo, pero que decidieron
continuar eligiendo ese momento de nuestras vidas para desvelar
el secreto y cargarnos con la responsabilidad de no revelarlo y
perpetuar la memoria transmitiéndola a nuestros descendientes, si
los hubiera. Por este motivo me animó a que repitiese llegado el
momento el proceso punto por punto, parando en Segorbe para
recorrer las calles que aquellos pisaron antes de partir al exilio
italiano, y agradecer la hospitalidad de sus vecinos y de los Vicent
para con ellos, tomando de aquella histórica ciudad las piedras y
agua para honrar su memoria.
Como imaginarás, con las emociones tan alteradas como las
tenía, prometí a mi padre cumplir todo lo que me propuso. Sólo tú,
querido diario, sabrás el secreto.
Pero como contraprestación, aquí terminaré de escribir en tus
páginas y te guardaré hasta un futuro no sé cuán lejano, en que
volveré a abrirte para prepararme a vivir esta jornada con mis hijos,
si algún día los tengo. Así me aseguraré que nadie viola nuestro
secreto, y las fuertes emociones que durante el fin de semana viví.
Adiós, o hasta más ver.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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32. En Valencia, viernes, a 20 de abril de 2007.
Querido diario:
Hoy abro tus páginas de nuevo, tras más de 27 años, porque
mañana desvelaré a mi hija Míriam el origen de su familia.
No sé si ella estará tan nerviosa o tendrá tanta curiosidad
como yo a su edad, pero sí que la veo con ganas de iniciar esa
excursión que mañana realizaremos hasta Sarrión para
conmemorar la memoria de sus ancestros.
Hoy el viaje no será tan penoso como cuando yo lo realicé:
desde Valencia hasta Segorbe hay menos de una hora por una
cómoda autovía, la ciudad ha cambiado muchísimo y luce preciosa,
y para mayor orgullo nuestro, hoy es un personaje público y motivo
de orgullo para sus vecinos la figura de Francesch Vicent, un
segorbino converso que gracias a su libro sobre el ajedrez cambió
las reglas del milenario juego, y que llevó a que el todopoderoso
Papa Borja, Alejandro VI, requiriese sus servicios para que les
enseñara las nuevas técnicas por él inventadas a sus hijos César y
Lucrecia, siendo acompañados en su viaje por nuestros ancestros
Míriam y Moisés.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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33. Desde Segorbe hay también apenas otros tres cuartos de
hora por autovía y carretera -están acabando el nuevo puerto de El
Ragudo, que para nada se parece ya al tortuoso por donde yo subí-
hasta Sarrión. Y precisamente, antes de llegar a esta localidad
turolense, capital de la trufa negra, las veces que por ella he
circulado se me ha erizado el bello del cuerpo y acelerado el
corazón al cruzar el viaducto que salva el “Barranco de los Judíos”.
Así, bien señalizado.
Cuánto han cambiado las circunstancias que permiten a los
pueblos recordar con orgullo su pasado y a sus antiguos vecinos,
sean del credo que sean. Lástima que en la localidad no me hayan
podido aportar documentación para constatar lo que yo sé del por
qué se conoce con este nombre dicho barranco.
Pero a partir de mañana, otra persona de los Sanz -apellido
por cierto muy frecuente en la zona- será conocedora del secreto. Y
por primera vez, no le haré prometer que oculte sus orígenes. Es
más, le haré entrega de este diario tantos años escondido, para
que con él haga lo que considere.
Yo estoy muy orgullosa de mis orígenes. Al fin y al cabo este
país se ha forjado a base de la mezcla de razas y culturas: la
sangre de íberos, celtas, romanos, godos y visigodos, musulmanes
y cristianos de diversas procedencias se han entrelazado durante
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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34. siglos y es muy triste que todavía existan odios por diferencias de
credo o raza, cuando todos tenemos en nuestro ADN parte de
aquello que recelan.
Hija, no sé qué decidirás cuando leas estas letras, pero a
partir de este momento, tuya será la decisión de desvelar el
misterio que aconteció a los nuestros en ese abrupto barranco
turolense que es conocido como “El Barranco de los Judíos”.
En Valencia, un día cualquiera de noviembre de 2021.
Querido diario:
No fueron estas páginas comenzadas por mi mano, sino por
las de mi madre hace ya más de 41 años, pero ahora he creído
llegado el momento que tu contenido se revele.
Por eso yo, Míriam Vicent Sanz, hago entrega del mismo a
esta institución para que tras su lectura decida si merece ser
publicado o permanecer en el legado de mi familia.
El azar lo determinará.
Jose Ángel Planillo Portolés
El Barranco de los Judíos
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35. DATOS SOBRE EL AUTOR
Jose Ángel Planillo Portolés
(1976), aunque nacido en Sagunto, pasó
buena parte de su niñez y juventud en
Altura, y actualmente reside en Segorbe.
Cursó sus estudios de Formación
Profesional en el Instituto Alto Palancia de
Segorbe, pero pronto descubrió que no era éste el camino que
deseaba seguir, y comenzó a investigar de manera individual la
historia, monumentos y parajes de los pueblos de las comarcas
bañadas por el Palancia y adyacentes, asistiendo a varios cursos
de Turismo, sector en el que descubrió su verdadera vocación.
Así, mientras obtenía el título de Técnico Superior en
Información y Comercialización Turística y el de Guía Oficial de
Turismo, fue adquiriendo experiencia en diversas actividades del
sector desde 1997, llegando incluso a ejercer de docente en
programas educativos no reglados de varias asociaciones e
instituciones, y ejercer como Guía de Turismo para las empresas,
asociaciones y entidades que lo han requerido.
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36. Paralelamente, comenzó a colaborar en la difusión del
patrimonio e historia del Alto Palancia en diferentes medios
radiofónicos y de televisión, dirigiendo programas turístico–
documentales emitidos desde 1997 a 2005 en TV Canal y Radio
Escavia. También durante esos años elaboró unos pasatiempos
comarcales de corte cultural y alguna crónica puntual para los
periódicos Escavia Información y Comarca Noticias.
Actualmente, continúa su presencia en los medios de comunicación
escrita a través de El Periódico de Aquí edición
Palancia/Mijares, y colabora con artículos y noticias tanto en este
medio como en otros digitales.
En el año 2007 crea el blog de noticias de corte cultural y
turístico Vive el Alto Palancia, que ya cuenta con más de un millón
de visualizaciones, y más de 3.800 entradas en los 15 años que
lleva en activo. Desde este portal se pueden descargar parte de los
artículos de índole turístico, histórico y cultural que desde el año
2003 ha ido publicando en diversos libros, boletines culturales,
programas de fiestas o publicaciones varias, editadas por
entidades como Analecta Cartusiana, la Universidad Católica de
Valencia, el Instituto de Cultura del Alto Palancia, el Centre d
´Estudis del Camp de Morvedre, la Associació Arqueològica de La
Vall d'Uixó, la Mancomunidad del Alto Palancia, el Centro
Excursionista de Valencia, los Ayuntamientos de Altura, Alcublas o
Navajas, o las revistas Filigranes y Presencia Aragonesa -del
Centro Aragonés de Valencia.
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37. Destacar la investigación sobre el origen del culto en el
Santuario de la Cueva Santa; los trabajos sobre las ermitas
abandonadas del Alto Palancia, y la de San Julián de Altura; dos
libritos monográficos sobre el patrimonio local de la villa de Altura;
la biografía de Fray Miguel de la Cueva Santa, y la de otros
religiosos palantinos que vistieron el hábito cartujo; dos trabajos
sobre cruces y pilones en las tierras del Palancia, o varios folletos
de turismo de pueblos del Alto Palancia, entre otros.
Mención aparte merecen los trabajos relativos a “Los
Caminos de Valldecrist” proyecto que desde 2009 encabeza y
coordina para la Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist, donde
además de las publicaciones realizadas sobre los mismos, ya ha
logrado materializar con la señalización de “La Senda de los
Cartujos” como una de las rutas del Parque Natural de la Sierra
Calderona entre Valldecrist y Portaceli; así como algún tramo de
“El Camino de Pescadores” entre la cartuja de Altura y Moncofa;
estando en fase de estudio y posible señalización alguno más.
Precisamente, para ejercer con una mayor calidad dichas
tareas de creación y recuperación de rutas y senderos en
colaboración con otras entidades en las que participa como la
Asociación Cultural Camino del Santo Grial o la Fundación Caja
Castellón, se formó en 2021 como Técnico de Senderos por la
FEDME.
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38. En la actualidad, colabora activamente con la Asociación
Cultural Cartuja de Valldecrist, a la que pertenece desde su
fundación en 2003, ejerciendo de guía turístico por las ruinas de
dicho monumento y colaborando con charlas y otras actividades; y
es miembro del Grup de Cronistes i Investigadors del Camp de
Morvedre i Almenara, del Instituto de Cultura del Alto Palancia y de
la Associació Arqueològica de La Vall d'Uixó, en cuyos boletines ha
publicado algunas de sus investigaciones.
De su faceta literaria, además de ser un lector empedernido
desde su juventud, es habitual colaborador de editores, autores y
escritores, que le consultan para algunas de sus obras, siendo ya
varios los libros donde tiene algún capítulo o mención, como 101
hechos legendarios en la Historia de Valencia, y 101 Relatos
de la Publicidad Antigua. Valencia en la Memoria de Vinatea
Editorial; entre otros. También elabora reseñas y críticas sobre
libros y novelas para la columna Pallantia Literatum que
mensualmente publica El Periódico de Aquí edición Palancia /
Mijares sobre obras vinculadas a dicho territorio; y en el blog
literario Caminito de letras: Palancia-Belcaire, que administra
junto a Aída Albiar. Además ejerce puntualmente como presentador
de libros de autores regionales y nacionales en eventos culturales,
como la Feria del Libro de El Toro, de la que es impulsor junto a
Rosa María Macarrón.
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39. En 2018 se lanzó a escribir cuentos y microrrelatos para
diferentes concursos de estas categorías literarias, varios de ellos
reflejados en publicaciones como el libro coral Relatos de Otoño
de Embrujo Editorial, y en revistas digitales como MiNatura o la
venezolana Alborismos.
Y pese a su corta trayectoria como escritor de ficción, ya ha
obtenido algunos premios, resultando el ganador del I Certamen
de Relatos Cortos Villa de Gaibiel (2021), ser finalista de la 3ª
Edición del Concurso de Microrrelatos Revista Aguanaj de
Higueras 2021, de Higueras (Castellón), y ganador en la categoría
de cuentos comarcal del XXXVI Premio Internacional de Cuentos
Max Aub 2022.
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