2. EL MILAGRO DE LAS SOPAS DE AJO
Cuenta esta leyenda que, estando el rey Jaime I en la ciudad de Teruel, cayó tan enfermo que todo
el mundo temía por su vida. La enfermedad parece ser que le sobrevino como consecuencia de una
cacería que había realizado en tierras de Gea de Albarracín. Ni los médicos judíos de Teruel, ni los
propios galenos de la Corte, acertaban el remedio para sus males, y el rey estaba cada vez peor.
A uno de sus súbditos se le ocurrió la idea de aplicar al rey el mismo remedio que había utilizado,
hacía tiempo, con un familiar suyo: poner a hervir una cazuela con agua, pan y ajos.
Los médicos,desesperados,aunque creyendo la idea un disparate, aceptaron la propuesta del
súbdito.
Pan y agua sí que había, pero no ajos. Sólo en tierras de Valencia podían conseguirse. Seis jóvenes
caballeros se ofrecieron voluntariamente para ir a buscarlos al reino de Valencia, que por aquel
entonces todavía estaba bajo dominación mora. Tras mucho buscar consiguieron cinco cabezas del
sabroso condimento. De tan peligrosa expedición sólo volvió sano y salvo uno de ellos, trayendo
consigo
cinco
cabezas
de
ajos.
Una anciana fue la encargada de preparar las sopas de ajo que curaron en el acto su enfermedad y
tras las cuales se le abrió tanto el apetito que continuó con unas chuletas de ciervo.
A la mañana siguiente, tras dormir como un lirón, fue informado de lo caros que habían resultado
los ajos, pero el Rey, agradecido, recompensó a los familiares de los caballeros fallecidos así como
al superviviente. Además dispuso que el cultivo de los ajos se propagara por todo su reino a fin de
no tener que ir en próximas ocasiones al reino de Valencia y pagarlos tan caros.
Este dicen que fue el origen de las sopas de ajo.
3. EL TORICO
Según ciertas leyendas, en tiempos remotos las villas eran levantadas en el mismo
lugar en el que se abatía a un animal perseguido. En el lugar del abatimiento se
erigía un santuario y a su alrededor se edificaba la villa.
En alguno de esos tiempos remotos (1170), los caballeros cristianos de Alfonso II
que habían ahuyentado y expulsado a los moros que tenían tomado el territorio
turolense, tras recuperarlo, decidieron fundar una villa y amurallarla para así evitar
nuevos y futuros ataques moros. No sabiendo donde construirla decidieron por fin
que
se
haría
allí
donde
se
abatiese
un
animal.
Cierta noche, un toro se detuvo bajo una estrella llamada Actuel, en el lugar que
hoy ocupa la plaza del Torico y comenzó a bramar insistentemente.
Los caballeros, aunque presos de miedo, tomaron por buena la señal que cielo y
tierra les ofrecían en aquella noche estrellada y tras abatirlo decidieron construir
allí
su
villa.
Llegado el momento de asignarle el nombre, acordaron tomar las tres primeras
letras de la palabra toro “tor” y juntarlas con las tres últimas de la estrella “uel”,
obteniendo así el nombre de TORUEL.
4. LA FUENTE DE CELLA
Cuenta la leyenda que en cierta ocasión se secó la fuente que suministraba el agua a Cella. No se sabe si fue por destrucción del
acueducto romano o por qué motivo.
Lo cierto es que, los templarios que andaban desesperados buscando agua, descubrieron un documento en el que se detallaba que en el ángulo
occidental del llano y en el mismo camino, había una fuente en forma de tinaja, a la cual solo había que quitarle la piedra que la tapaba para
encontrar agua a los siete codos de profundidad. Así lo hicieron, siguieron fielmente las instrucciones y dieron con la famosa fuente que todavía hoy
sigue siendo el mayor pozo artesiano de Europa.
Otra leyenda sobre la misma fuente cuenta que: En la época de Don Alfonso, cuando se intentaba la conquista de la noble Teruel, una joven recién
desposada vio partir a su amado camino de esforzadas batallas. Eso esperaba un viejo, avaro y envidioso, quien no perdió ocasión para requerirla de
amores. Trataba la doncella de no cruzarse con el avaro, más una mañana el destino quiso que los dos sólos se encontraran. El desprecio de la joven
no pudo soportarlo el viejo quien, en un arrebato, arrojó el bello cuerpo contra las rocas. La inocente sangre tiñó de rojo la piedra, y una sombra
cubrió el despertar del amado. Acuciado por el desasosiego, abandonó su lugar en la batalla y cabalgó hasta conocer su triste desdicha. Aún caliente
el cuerpo de su amada bajo la tierra, espada en mano y a la vista de la muralla, fuera de la que corría asustado el malvado avaro, el caballero quiso
hacer justicia, sangre por sangre que el oro no detuvo. Pues, en efecto, trató el avaro de aplacar con riquezas la sed de venganza, y a puñados ante el
desnudo hierro las ofrecía, pero no sirvió de nada.
La justa ira se desbordó, y el doliente amado atravesó con su espada aquel corazón, seco ya por los años y la maldad. Yació el cadáver y el
sudario fue el mismo oro ofrecido. Hubo quien quiso aprovechar tanta desdicha en beneficio propio, pero las monedas malditas ardían en las manos
de los que osaban arrebatarlas. Decidió el pueblo santificarlas construyendo un templo al santo del lugar, pero extraños sucesos lo impidieron. Las
piedras colocadas durante el día, eran derribadas durante la noche, por la furia del espantoso espectro del viejo avaro. Al tercer día, un peregrino
acertó a pasar por aquellos campos de sangre, y al oir el relato de lo acaecido, sentenció:
“Sólo el agua bendita puede servir de argamasa para estas piedras regadas con el líquido de la venganza y la condenación. Hagan lo que les digo, y el
Todopoderoso les devolverá cien gotas de agua por cada una. Mas no olviden quién es el Supremo Arquitecto. Aléjense de El, y el agua traerá la
enfermedad; olvídense de El, y el manantial se convertirá en fuente de terribles plagas. Y sobre todo, no ose nadie tocar el oro, pues es éste el origen
de todo el mal”.
5. EL PORTAL DE LA TRAICIÓN
Acaeció allá por el año 1360. Por aquel entonces el rey de Castilla, Pedro I “el Cruel” y el rey de Aragón,
Pedro IV andaban enzarzados en plena guerra.
El ejército castellano avanzaba por Aragón saqueando y arrasando todo cuanto encontraba a su
paso. Llegado a Teruel tropezó con una ciudad totalmente amurallada y perfectamente defendida.
El asedio duró algún tiempo y muchas fueron las personas que perdieron la vida o vieron
seriamente dañadas sus viviendas.
Con el paso de los días los turolenses comenzaron a sentir miedo, pero entre todos destacó uno, el
juez de Teruel, el cual temiendo ser torturado e incluso pagar con la muerte, decidió establecer un
pacto secreto con el enemigo: abrirle el portal de San Miguel. El día tres de mayo, el día de Santa
Cruz, las tropas de Pedro I entraron en la ciudad por el “Portal de la Traición” y Teruel, sin remedio,
tuvo que rendirse, quedando bajo dominio castellano.
El rey castellano quedó tan satisfecho con su conquista que decidió no tomar represalias contra los
turolenses,
incluso
les
permitió
que
siguieran
con
sus
costumbres.
Antes de abandonar Teruel, el ejército castellano saqueó la ciudad y se llevó consigo los pendones
y banderas que los turolenses habían conseguido en nobles batallas. Al enterarse el rey aragonés
de la escasa resistencia, el saqueo y lo que los castellanos habían usurpado, se enfadó tanto con el
pueblo de Teruel que le retiró los Fueros. Pasado un tiempo y ante las súplicas de los turolenses,
Pedro IV decidió devolverles los fueros.
6. EL MILAGRO DE LAS SOPAS DE AJO
Cuenta esta leyenda que, estando el rey Jaime I en la ciudad de Teruel, cayó tan enfermo que todo
el mundo temía por su vida. La enfermedad parece ser que le sobrevino como consecuencia de una
cacería que había realizado en tierras de Gea de Albarracín. Ni los médicos judíos de Teruel, ni los
propios galenos de la Corte, acertaban el remedio para sus males, y el rey estaba cada vez peor.
A uno de sus súbditos se le ocurrió la idea de aplicar al rey el mismo remedio que había utilizado,
hacía tiempo, con un familiar suyo: poner a hervir una cazuela con agua, pan y ajos.
Los médicos,desesperados,aunque creyendo la idea un disparate, aceptaron la propuesta del
súbdito.
Pan y agua sí que había, pero no ajos. Sólo en tierras de Valencia podían conseguirse. Seis jóvenes
caballeros se ofrecieron voluntariamente para ir a buscarlos al reino de Valencia, que por aquel
entonces todavía estaba bajo dominación mora. Tras mucho buscar consiguieron cinco cabezas del
sabroso condimento. De tan peligrosa expedición sólo volvió sano y salvo uno de ellos, trayendo
consigo
cinco
cabezas
de
ajos.
Una anciana fue la encargada de preparar las sopas de ajo que curaron en el acto su enfermedad y
tras las cuales se le abrió tanto el apetito que continuó con unas chuletas de ciervo.
A la mañana siguiente, tras dormir como un lirón, fue informado de lo caros que habían resultado
los ajos, pero el Rey, agradecido, recompensó a los familiares de los caballeros fallecidos así como
al superviviente. Además dispuso que el cultivo de los ajos se propagara por todo su reino a fin de
no tener que ir en próximas ocasiones al reino de Valencia y pagarlos tan caros.
Este dicen que fue el origen de las sopas de ajo.
7. EL HONOR DE LA BRIGADIERA
Resulta un tanto curioso comprobar cómo la familia Marcilla de Teruel ha
estado siempre unida a la tragedia en esta provincia.
En la ciudad de Albarracín, el edificio donde actualmente está ubicado el
hotel Albarracín, perteneció a la familia Asensio de Ocón y de Marcilla. En
ella vivió el brigadier José María Asensio.
Al morir el tal José María, la casa pasó a su esposa. De ella se cuenta que,
durante la guerra de la Independencia, un oficial del ejército francés
intentó abusar y forzarla.
La reacción del pueblo y de su familia no se hizo esperar. Atraparon al
francés y lo arrojaron al vacío desde la parte de la casa que da al
precipicio.
A partir de entonces se le llamó a este edificio la Casa de la Brigadiera .
8. EL CRISTIANO Y LA CAUTIVA
Allá por el año 1234, el castillo del Mallo estaba en poder de los
moros. Los vecinos de Mosqueruela estaban ansiosos de tomarlo,
pero resultaba casi imposible porque era inexpugnable.
El alcalde moro tenía cautiva a una doncella cristiana llamada doña
Gracia la cual se enamoró de uno de los sitiadores llamado Ramiro,
que no cesaba de fijarse en ella.
No se sabe como se comunicaron los enamorados, pero lo cierto es
que ambos amores fueron correspondidos, y en un descuido de los
moros defensores, la tal Gracia facilitó la entrada a los atacantes.
Sea cierto o no, los de Mosqueruela penetraron definitivamente en
el castillo el 24 de junio de 1234, el día de San Juan.