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Notes de l'éditeur

  1. Primera parte. Crear una visión 1.Adopta un estado relajado y abierto en el que puedas sentirte plenamente a ti mismo. 2.Con los ojos cerrados, crea en tu mente un espacio para la “visión”. Imagina un amplio “paisaje”. Observa dónde está situado el horizonte de dicho paisaje. Observa también el “punto de convergencia” o “punto de fuga”, relacionado con tu posición con respecto a este paisaje interior. Observa la distancia a la que este punto parece estar de la punta de tu nariz. ¿Un metro? ¿Diez? ¿Un kilómetro?   Extiende el punto de fuga hasta situarlo lejos. Si es preciso, baja el horizonte. Busca un punto de fuga que represente el resto de tu vida. Acto seguido, extiende tu enfoque más allá de dicho punto. Al hacerlo, estira la columna vertebral y levanta ligeramente la cabeza. Imagina que sobre este horizonte despunta el alba. Experimenta la sensación de un nuevo amanecer. Deja que surja la sensación de esperanza y confianza en el futuro. Desde este estado, formúlate la siguiente pregunta: “¿Cuál es mi visión?”. Deja que tus sensaciones y desde la luz del amanecer se vayan formando las imágenes y las palabras de tu respuesta.   3.Manteniendo la conciencia del amanecer y de la sensación vinculada a tu visión, lleva de nuevo tu atención y tu enfoque al punto que simboliza el resto de tu vida. Considera qué es lo que hay hacer dentro de este marco temporal para avanzar hacia tu visión. Pregúntate: “¿Cuál es mi misión dentro de esa visión? “¿cuáles son mi papel y mi identidad, en relación con el sistema más amplio asociado con esta visión?”, “¿cuál es el símbolo o la metáfora más apropiado para este papel y esa misión?”.   4.Centra ahora la atención en tu cuerpo y en las sensaciones y emociones asociadas con la percepción de tu visión y tu misión, especialmente en aquellas que más te atraigan. Nota el sentimiento de motivación, inspiración y anticipación que experimentas hacia el futuro. Imagina que pudieras conferir “voz” a tu corazón, de modo que le fuera posible expresar estos sentimientos en palabras. Pregúntate: “Qué valores expresan mi visión y mi misión?”, “¿qué creencias están asociadas con mi visión y misión?”   5.Desplaza ahora la atención a tu columna vertebral y al pecho. Extiende la columna y ensancha el pecho, de modo que puedas respirar con mayor plenitud y libertad. Siente cómo tu cuerpo se llena de energía física y de fuerza. Pregúntate: “¿De qué capacidades dispongo o cuáles necesito desarrollar para sostener mis creencias y valores y alcanzar mi misión dentro de mi visión?     6.Acerca a ti el punto focal para descubrir la sensación de una distancia próxima, pero cómoda. Deja que tu conciencia recorra tu vientre y los músculos y huesos de tu cuerpo. Pregúntate: “¿Cuál es el próximo paso que tomaré respecto al logro de mi misión? “¿qué estado interno me resultará de más ayuda para este paso?” Formula un plan para dar este próximo paso.   7.Imagina que te desplazas físicamente hacia delante y que te asocias con este punto del futuro, así como con el contexto que representa. Pregúntate: “¿Cuándo y dónde completaré este próximo paso?
  2. Periodista, psicóloga, coach, conferenciante y escritora. Especializada en Inteligencia Emocional, Liderazgo y Valores
  3. Otros colocan todas las culpas en este contexto hipermoderno, siguiendo la definición de Gilles Lipovetsky. Según el filósofo francés, l a hipermodernidad refiere a la era de la exacerbación de la modernidad, que implica una acentuación del capitalismo, de las potencias, del terrorismo, del individualismo, de los mercados. Todo es como una hipérbole de la modernidad. Si nuestros tiempos modernos se construyeron contrariando a la tradición, nuestra era hipermoderna no habla de resistencia. Más bien habla de un tiempo donde la ética del mercado convive con la incesante búsqueda de los valores humanos. La sociedad hipermoderna se funda en tres principios principales: los derechos humanos, el mercado y la tecnociencia. Podría decirse que es un contexto de tensión paradójica entre el tiempo y el individualismo. La aparente independencia y libertad del individuo no evita que sea frágil y vulnerable. En estos tiempos hipermodernos, los hombres y mujeres quieren ser protagonistas, autores y actores. Nada de papeles secundarios. Tan sólo se acepta ser secundado por los influjos de la publicidad, los supermercados y las últimas tendencias .   Aunque este consumo desmedido no evita ciertas contradicciones. Se consumen programas de televisión, que si no tienen audiencia son eliminados en dos semanas. Se crean personajes para amar frente a un público descreído del amor y de las propias creencias. Se fuman cigarrillos de marihuana al mismo tiempo que se practica yoga. Se consume plástico por doquier al mismo tiempo que se promueve la ecología y hay una clara preocupación por el futuro del planeta. El deseo de poseer el último coche de moda convive con la expresión de un individuo que protesta, va a manifestaciones, habla de sexualidad y promueve los valores. Toda esta ética no hace más que reforzar esa rebelión hacia ciertos imperativos sociales que limitan el desarrollo del individuo.   Esta hipermodernidad es la gran promotora del hedonismo y el culto al placer, y por eso no llama la atención que muchos hombres y mujeres se atraigan por sus roles, físicos o posesiones. Aunque son tiempos contradictorios. Una vez que se analizan la pareja desde su interior, la unión entre un hombre y una mujer no suele obedecer a la lógica del mercado y del consumo desmedido. Hoy en día, el principal valor que sustenta la pareja es el amor. Aunque esto tampoco es suficiente porque si el individualismo está en su auge, surgirá inevitablemente el conflicto.  
  4. Frente a este hipermodernidad que anda tan campante, donde surgen los conflictos y las contradicciones, si la pareja está en crisis, otro tanto acontece con nuestra noción de familia. En tiempos hipermodernos, el padre como propietario del patrimonio familiar, que impone los derechos y los deberes a los demás integrantes de la familia, aparece también desdibujado. ¿ Podríamos decir que ya asistimos al fin de la sociedad patriarcal? El padre y lo masculino. ¿Con quién de la familia se identifica un niño con padre ausente? ¿Es posible que la mujer se piense desde una cultura masculina? ¿Y dónde está el poder de lo femenino? Desde hace décadas, el movimiento feminista viene cuestionando el lugar hegemónico del padre en la familia y el modelo de sociedad patriarcal. Los hogares monoparentales, las familias ensambladas (los míos, los tuyos y los nuestros) aparecen como algunas de las nuevas versiones de familia. Para algunos pensadores, el modelo patriarcal ha muerto y son los mismos que sostienen que desde el siglo XVIII en adelante, la modernidad es femenina. Si bien siempre se ha analizado e investigado sobre los defectos del sistema masculino patriarcal, poco se ha dicho sobre la “mater nación”. Más allá de la crítica a la escuela como continuación del poder estatal y represor, la nación es lo que ha hecho posible la educación, la enseñanza de escritura, la cultura y el relevo pacífico. Ese femenino ha sido el gran desplazado de la crítica filosófica. Pero es evidente el peso de ciertas funciones públicas que son típicamente femeninas, y esas cargas son los pilares de la civilización moderna: la enseñanza, la enfermería, la psicología y la asistencia social, que son todos relevos o desplazamientos de las monjas o enfermeras, que cuidan a los enfermos, que inventan un conflicto anímico, trascendiendo la perspectiva médica, que sólo veía el órgano enfermo. Precisamente esa telaraña de madres, maestras, enfermeras, psicólogas es la que va construyendo la modernidad tal como la conocemos. En el último tiempo se viene observando un crecimiento de los hogares unipersonales, la mujer extiende el tiempo para ser madre y la pareja deja de ser el objetivo prioritario para el ser humano. Aceptar que la pareja está en crisis es un golpe muy duro a la definición canónica de la familia. La pareja monogámica heterosexual ha sido el emblema desde el cual se ha construido la sociedad occidental. La preconización de la familia como el núcleo de la sociedad hace surgir el pánico de su incipiente desaparición. Aquello que parecía universal y eterno, que era el lugar del padre, ya está siendo refutado. En realidad, el parentesco y el matrimonio tratan de los hechos básicos de la vida: el nacimiento, la cópula y la muerte. La cópula conduce a la relación entre parejas, fundamento del matrimonio y la paternidad. Los nacimientos producen niños y el perdurable lazo madre-niño. La muerte aporta un vacío al grupo social y exige siempre un reemplazo. De hecho, la historia del género humano ha comenzado por la institución de matrimonio con la virtud de la fidelidad y el hombre, desde los primeros momentos, ha tratado de cumplir con unas pautas morales, que plantean el respeto de la propiedad individual, la castidad femenina y la virilidad masculina como emblema del engendramiento de hijos. De todos modos, en la actualidad, tanto en la sociedad europea como en la americana, el matrimonio tiene sus alternativas. Las parejas de hecho son más habituales en los países europeos pero también en muchos países de América. En tiempos hipermodernos, la castidad femenina ha dejado de ser un valor para la sensibilidad masculina. La mayoría de las jóvenes no se casan vírgenes como en la década del cincuenta. Los años sesenta, setena y los ochenta han traído una gran liberalización sexual. En los noventa y en el año dos mil, el tema de la castidad y sus prejuicios parece superado, exceptuando algunos grupos religiosos o sectores minoritarios, que aún la ven como un valor. Las primeras épocas del matrimonio apuntaban a una pareja constituida por un hombre que ejercía su autoridad y una mujer que tenía más deberes que derechos. Afortunadamente, en el siglo XXI eso ha cambiado. En esta progresión, las mujeres y los hombres han ido negociando reglas explícitas e implícitas de aquello que consideran que debe ser una relación. Una regla de pareja explícita puede ser, por ejemplo, que a determinada hora, los dos se encuentren para cenar juntos. Las reglas implícitas suelen estar debajo del nivel consciente. Posiblemente esas reglas estén profundamente enterradas en la historia de la pareja y en el inconsciente de sus miembros, y esto es lo que provoca cierta dificultad para describirlas o discutirlas. Tras el matrimonio, llega la familia que no existe si no hay unión entre sus miembros. Esto no implica que no haya conflicto pero todos los miembros comparten una misma unidad de residencia. Tal como establece Rudi Dallos, las familias existen en entornos que se modifican constantemente, que exigen de ellas las capacidades de realizar continuos cambios. Una familia es una entidad orgánica que, al mismo tiempo que mantiene una forma de identidad y estructura, está permanentemente cambiando y evolucionando. De la misma manera, una familia comandada por una pareja, formada por un padre y una madre, implica una organización compleja. No tanto por los hijos que esa pareja decida tener sino por el sistema de creencias que cada uno trae. Cada progenitor trae una combinación de actitudes, supuestos básicos, expectativas, prejuicios, convicciones y toda esa combinación la aportan a la familia nuclear. Las creencias individuales se entrelazan para formar las premisas rectoras que gobiernan la familia. Las familias mantienen y refuerzan los tipos de creencias que sostienen cada uno de sus miembros individualmente. El sentimiento de pertenencia, el sentir que se forma parte de algo, es uno de los elementos centrales en la familia. A su vez, la familia no existe fuera de un contexto social. En forma parcial, la cultura determina la estructura de la familia y no lo hace en forma total porque construye sus propios significados. Así como la circulación cerebral tiene un mecanismo de autorregulación propio, la totalidad del sistema pareja se va ir regulando a sí mismo. A su vez, las partes de esa pareja, con el paso del tiempo, van a ir cambiando y eso mantiene de alguna manera el equilibrio del sistema, porque cada uno va asumiendo los roles que se necesitan según sean las circunstancias externas. Todo esto significa que una conducta que aqueje a algún miembro de una pareja no puede ser concebida separada de la posible de conducta del otro. De hecho, la pareja resulta ser una de las fuentes de influencias más importante, aún en tiempos individualistas e hipermodernos. Las personas pueden influirse mutuamente y lo hacen todo el tiempo. En realidad, algunas personas se especializan en influir sobre otras, más allá de ser líderes de opinión o políticos reconocidos. Por alguna razón, en las últimas décadas, podría decirse que el arte de influir está puesto en cuestionamiento. Los líderes ya no son indiscutibles sino más bien se les discute todo. Así sucede también en un contexto más acotado. Los hijos se rebelan a las palabras de sus padres. La esposa ya no escucha al marido sin chistar. Y el hombre no cree que su carrera será su último fin en la vida. En estos tiempos de cuestionamiento, la palabra crisis aflora como la gran protagonista. Crisis de la familia, crisis de la escuela, crisis de las instituciones, crisis de la familia. Para ejemplos, los últimos datos sobre el divorcio en España. En 2006 se produjeron 141.817 divorcios en España, un 51% más que en 2005. En cinco años, las rupturas han aumentado un 277%, según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y de Eurostat. ¿Podríamos aventurarnos que es el fin de una era donde las instituciones como la pareja y la familia imponían su ley tras la figura del padre y la madre? Con el crecimiento de los hogares unipersonales, donde la jefatura de la familia la asume uno de los progenitores, con el aumento de la reproducción asistida y con el inevitable apogeo del divorcio, también la noción de familia está cambiando. En este libro, no ahondaremos en los nudos que atan a los miembros de una familia sino más bien en los nudos tenues y flojos que vinculan a las mujeres y hombres de este nuevo milenio.
  5. Sin querer establecer una verdad rotunda, posiblemente una de las principales causa del desencuentro sea el pedestal desde el que se ha colocado al amor, desde los tiempos de “Romeo y Julieta”. Esto ha hecho que hombres y mujeres crezcan con una noción del amor, donde se lo percibe como algo perfecto, ideal, que nos abre las llaves a la felicidad y a todo lo demás. Será por esa razón que 42% de los cien encuestados han considerado que nadie les resultaba lo suficientemente interesante como para abandonar su soltería. En realidad, reconocer que no existe amor perfecto implica reconocer que no siempre el amor dura para toda la vida. “No digo que la pareja siempre tenga un final. Lo que siento es que una pareja debe evaluar a lo que aspira. Si se aspira a la estabilidad, con eso alcanza. Si el proyecto de pareja es crecer económicamente, también se puede lograr y alcanza. De lo que no estoy segura es que exista el amor como proyecto para toda la vida. Puede existir pero me parece cruel que las personas deban comprometerse a amar a alguien para toda la vida. Desde los cuentos de hadas hasta la familia Ingalls, crecimos con esa visión de dar gracias a Dios y amarnos aunque a uno se le caiga el techo encima. El mito de la fe católica de "hasta que la muerte los separe" me parece muy fuerte y es un peso. Lo terrible es casarse con la sensación de que debe ser para toda la vida, porque cuando el proyecto se desgasta o cambia, lo que se siente es el fracaso. Me pregunto dónde está escrito que debe ser para siempre, porque la pareja es lo único que uno elige en la vida y es un crimen vivirla en la mediocridad y la hipocresía”, opina Cecilia, abogada madrileña de 39 años. Si las mujeres y los hombres adultos, cada vez que inician una relación, comienzan con unas expectativas sobre cómo debe ser su relación ideal,  es natural que las más jóvenes y los más jóvenes, con menos experiencia, tengan más tendencia a la idealización. Pueden esperar que el amor sea aquello que ven en las películas o que presenciaron en alguna pareja modelo, que no tiene que ser precisamente la de sus padres. La espera y la gran exigencia de establecerse con alguien no implica que los solteros no se sientan presionados por su entorno. Un 66,6% reconoce recibir presión por parte de su familia mientras que un 15,7% confesó recibir presión por parte de la sociedad en su conjunto. Cuando esperamos más de lo que el otro nos puede dar, posiblemente sobrevenga la frustración. Una interrogación central sustenta este ideal sobre el amor. ¿En qué medida la noción sobre el amor es obra humana o más bien obedece a siglos y siglos de construcciones teóricas sin fundamento real? ¿Qué quiere decir amar eternamente a alguien? ¿Cómo es eso de fundirse en el otro? También esta idealización del amor es la que provoca los actuales miedos a conocer al otro. Si creemos que el amor debe implicar ataduras, cambios de caracteres y de personalidad, es comprensible que en la sociedad que vivimos de culto al individualismo, haya cierta resistencia a caer en sus redes. ¿Pero quién ha enseñado que el amor es cese de la libertad, comienzo de la pérdida de la personalidad y la ausencia de pensamiento crítico? Quizá alguna de las respuestas puede estar en los artefactos de nuestra modernidad: las maestras en la escuela, la madre abnegada en la familia, el padre fuerte y autoritario en las pocas horas que pasa en el hogar. Pero en tiempos hipermodernos, ya no parece posible este orden patriarcal. Ahora tanto el padre como la madre pasan muchas horas fuera de casa. Entonces se sigue idealizando el amor por la incidencia de la cultura pero se sabe que no hay amor ideal en casa, aunque la obstinación humana intente alcanzar ese ideal amatorio que construyó su mente tras sus diversas influencias. Muchas no buscan un Rambo como Mariona aunque la idealización sea la principal causante que un hombre deje de considerar a una mujer como objeto de su interés. Muchas parejas se han separado tras comprobar que la posesión sobre el otro no daba respuesta a su vida porque tampoco la daba el comprobar que el enamoramiento dura un lapso de tiempo y luego emerge el ser real, con sus defectos, sus enfermedades, sus achaques, sus cambios de humor. Poco a poco, las nuevas generaciones comienzan a construir una nueva categoría sobre el amor y comienzan a percibirlo como algo real, posible y tangible.   Dentro de este grupo de personas que buscan el amor ideal, también hallamos personas con pensamientos políticamente incorrectos. Esos solteros que no dudan en confesar que su mujer ideal debe tener ciertos requisitos sociales. De ese grupo es Gerard, comercial de treinta y cuatro años de Barcelona. “ Prefiero una buena que cien volando de las que no deseo. Ahora estoy trabajando algunos frentes, algunas son puro entretenimiento. Quiero una chica de la alta sociedad pero por el momento salgo con una peluquera. Sólo es un flirteo. Ella también lo sabe. En eso, soy muy abierto. No creo ni yo ni ella que esto pueda ser algo más que un romance. Ha sido un divertimento para ambos. No soy enamoradizo. Me lleva tiempo. Mientras aparece y no aparece, vamos haciendo cositas sin hacer daño a nadie. Soy súper sincero. No prometo nada. De hecho no actúo como un príncipe ni esas cosas. La trato por lo que es: una amiga. No la dueña de mi corazón. El trato es recíproco y claro tampoco puedes abusar de algunas cosas o entonces si puedes llegar a confundirla. Bueno yo creo que me muevo dentro de un buen círculo y que estoy cerca del target. Poco a poco. Las chicas pijas son las mejores: equitación, vela, ski, el barco yate del papi. No te aburres ”.  
  6. Mientras se desdibujan los roles y se idealiza el amor y nos retrotraemos a tiempos de William Shakespeare y recitamos casi de memoria las rimas de Gustavo Adolfo Becquer, compramos flores en San Valentín o nos memorizamos versos enteros del “Don Juan” de Lord Byron, al mismo tiempo hombres y mujeres expresan un cambio de sensibilidad. Este panorama con hombres que usan cremas, se depilan y se atreven a llorar en público no evita ciertos contratiempos. El estereotipo del hombre selectivo que concurría a la fiesta de amigos, o del pueblo y seleccionaba a una chica de las tantas que había y luchaba por captar su atención, ya no parece posible. En la actualidad, el hombre sigue escogiendo pero su mirada no es unidimensional. Hay muchas mujeres que detentan su atención y si sufre rechazo de una de ellas, puede optar por la segunda que encontró atractiva. Poco a poco, el varón asume que tiene más posibilidades en el nuevo mundo, donde puede aceptar que puede ser tanto emisor como receptor. Ellos también quieren ser agasajados, expresar su vulnerabilidad cuando el momento lo requiera y proteger al mismo tiempo que ser protegidos. También en el terreno sexual, la mujer se muestra más resolutiva y esto atrae en parte a este nuevo hombre que no siempre quiere ser el único que tome la iniciativa.   ¿Tienen los hombres y mujeres distintas ideas sobre el compromiso? Algunos se han atrevido a decir que el desarrollo de la historia de vida femenina es como una especie de novela, con su consiguiente carga de drama, tragedia, comedia, y con asuntos que encajan y otros que no. Mientras que si se hace una metáfora de la afectividad masculina, se puede pensar en un cuento corto, donde se va modificando el argumento de acuerdo al día a día. En ese cuento se suele exagerar y se suele frivolizar sobre los sentimientos mientras que las mujeres suelen tomarse más en serio los sentimientos. ¿Mitos o verdades?   Algunos hombres celebran y respiran aliviados ante el crecimiento de las mujeres que se atreven a tener la iniciativa de llamarlos o invitarlos a distintas actividades. El hombre, tradicionalmente caracterizado por su fortaleza, su resistencia a llorar y a expresar sus sentimientos, ha dejado lugar a un varón que se atreve a decir y a expresar lo que siente. Hasta hace unas décadas, el hombre se caracterizaba por ser el sexo fuerte, el proveedor del hogar y el más reacio al compromiso. Pero eso ha cambiado. Ante los avances socioeconómicos de la mujer, ellas han dejado de ser meramente los seres receptivos y emocionales. Mientras ellos avanzan en su necesidad de expresar su ser emocional, ellas avanzan en los terrenos públicos, asumiendo roles importantes en las finanzas, la política, la economía, la publicidad, esferas de la vida pública anteriormente dominadas por los hombres. Tras años dominando el “poder de los afectos”, las mujeres pasaron a codiciar también el “poder económico”, tradicionalmente sustentado por ellos. El hombre ha dejado de ser el principal abastecedor del hogar y se atreve a participar en actividades tradicionalmente femeninas: como la alimentación, aseo y cuidado de sus hijos. Ya no sólo aparece como la figura de autoridad y de poder para el niño. También puede ser tan afectuoso como la madre y expresa su amor a su hijo con caricias, con actividades lúdicas y hasta con charlas sobre la vida y el amor. Cada vez más, ellos expresan sus sentimientos, sus miedos y exponen su sensibilidad. Juegan con sus hijos luego de darles de comer, pasan a buscarlos por el parvulario o la escuela, les leen cuentos antes de irse a dormir y no olvidan establecer una comunicación fluida con ellos. En caso de estar separado, este hombre nuevo no esconde sus emociones y expresa su deseo de rehacer su vida nuevamente. Se muestra receptivo al amor y no oculta su preocupación ante la falta de pareja. El nuevo varón no necesita su coche, ni su puesto de trabajo, ni su cuenta bancaria para sentirse más hombre. Pero sí necesita expresar su afectividad con sus hijos y con su pareja. Poco a poco, el hombre del siglo XXI ya no tiene presión de ser un padre que establece las normas ni que detenta el poder económico. Asumiéndose como padre cuidador y afectuoso se vincula con una sensibilidad, que lo diferencia y al mismo tiempo lo une más a la mujer. Eso no evita que por la experiencia de miles de generaciones, las mujeres siguen siendo consideradas las más habilidosas en el terreno de las emociones.   Si la evolución femenina marcha a pasos de gigantes con respecto a la evolución masculina, todo eso desestructura la configuración social relativa a los géneros y por consiguiente sobreviene un cierto caos.    
  7. Liberalización de la mujer En la política, las altas finanzas, los medios de comunicación, siguen reinando los varones. Pese a ello, las mujeres han ganado espacios y alguna que otra huella dejan en la subjetividad masculina en cuanto a las relaciones de poder. Algunas estrategias masculinas para resistir este progreso femenino que no siempre agrada es tratar de conservar los clásicos feudos de poder. Esto se lo puede ver en esas organizaciones laborales típicamente masculinas, donde las mujeres para poder ocupar los puestos más elevados se encuentran que deben asumir un carácter masculino para triunfar en el mundo de la empresa. De esta manera, podemos ver mujeres con una postura fría, distante, reservadas. O mujeres empresarias que reaccionan escandalizadas cuando alguna de sus trabajadoras queda embarazada y deben cancelar su etapa productiva. Fuera del mundo de la empresa, surgen varones que no asumen este avance de las mujeres. En Estados Unidos se produjo este fenómeno de la reacción, donde en algunos sectores conservadores se trató de convencer a las mujeres que vuelvan al hogar y a la crianza de los niños porque les habían sucedido cosas horribles en estos años por los avances de las mujeres, especialmente en la esfera pública. En este abanico de hombres posibles, aparecen también los hombres solidarios que consideran esencial el crecimiento personal y profesional de la mujer. Entre las peculiaridades de esos varones, está el de afirmar su deseo a que su mujer trabaje, que vaya al gimnasio y que no dependa de su tarjeta de crédito para comprar sus necesidades. Pero aún este grupo de varones, que celebra a esta mujer que participa en política y accede a puestos de poder, no está exento de cierto grado de perplejidad. Recuerdo una charla que tuve en una ocasión con la psicoanalista argentina Irene Meler, que me comentaba una anécdota en la que había tomado conciencia de la galantería masculina como una estrategia para superar el incómodo avance de las féminas. Meler consideraba que cuando el hombre se siente desorientado ante la presencia de una mujer en una situación de poder, busca sexualizar el vínculo. La intención parece ser la de transformar el vínculo que es político, económico, laboral, en un vínculo erótico. Pero en realidad la intención latente es una intención de dominio, es decir: recordar a las mujeres que son en última instancia su tradicional objeto de deseo. La mujer ya no hace aquello que se esperaba, hace unas décadas. La conquista de espacios de poder en el ámbito de trabajo ha propiciado cambios en la subjetividad. Al mismo tiempo, el hombre aparentemente contento con estos cambios, no tiene ya la obligación de ser el proveedor del hogar ni de ser la figura fuerte dentro de la familia. Hoy los roles se reparten en formas iguales pero esto ha generado problemas en esta transición a este nuevo modelo de hombre y mujer.   Todo esto impone una redefinición del  amor. Con el énfasis en la autonomía y la independencia, los hombres y mujeres se centran en el placer y parecen olvidarse de la estabilidad afectiva. En el ámbito de la pareja, ellos ya no están dispuestos a ser los únicos que comienzan el diálogo con una mujer, ni tampoco creen que deban ser los principales cortejadores.
  8. Dejar de ser un hombre o una mujer que no ama demasiado implica sus costes . Requiere una preparación y una erradicación de creencias limitadoras. Necesariamente implica entender el pasado para aceptar el presente y caminar con firmeza hacia el futuro. Cuando somos conscientes que arrastramos problemas de nuestras relaciones pasadas, dejaremos de echar la culpa a los otros. Ni los hombres sólo buscan relaciones superficiales, carentes de contenido ni las mujeres sólo buscan amor, pareja e hijos. Muchas personas no se atreven a volver a creer por arrastrar residuos del pasado que les hace construir una armadura indestructible a su alrededor. Una vez llega la purificación, uno se limpia de las desazones del corazón, la mayoría se atreve a perdonar al ejército de culpables del desamor, que suelen tener los despechados. La voluntad de perdonar nuestros propios errores y disculpar los daños que creíamos que nos propiciaba el otro, nos despojan de cargas inútiles. Cuando se valora el pasado, se llega con más facilidades al futuro. En los testimonios de las mujeres, ellas lamentan ese hombre que ha sufrido por amor, que arrastra penas del pasado. En este caso, la sensibilidad femenina parece más preparada a afrontar los dolores del corazón. Ellos parecen más preparados en resistir con resignación el tiempo de espera que les lleva encontrar a una nueva pareja. Si bien los dos géneros se apresuran a confesar que no buscan ni esperan ningún amor, hasta la nueva llegada del amor, todos andan ocupándose de sí mismos pero preocupándose ante las carencias afectivas. Y además el peso de la edad y el físico a la hora de encontrar pareja. Volver a creer a cualquier edad   Los estereotipos impuestos por la cultura que más dificultan el encuentro entre varones y féminas tienen que ver con las presiones en cuanto a edad. Las mujeres y los hombres han crecido con la edad como factor para enamorarse de alguien. De ahí que todavía hoy se realicen artículos en revistas y sea tema de conversación cuando una mujer de cuarenta años está con un hombre de treinta. Pero difícilmente se discuta si sucede a la inversa. En realidad, el hecho que las mujeres prosigan buscando hombres mayores trae varias frustraciones en la medida que pasan los años.   En realidad, los años vividos son los que otorgan la experiencia y el bagaje. Nadie llega al mundo del amor siendo una tabla rasa, sin huellas ni señales de anteriores relaciones. Pero sí sucede que muchas personas de más de cuarenta años suelen sentirse desprotegidos cuando deben reiniciar su camino afectivo tras una separación o una viudez. El pasado amoroso deja una marca indeleble, tanto en hombres como en mujeres.   Las expectativas en la búsqueda de pareja varían de acuerdo al ciclo vital por el que se atraviesa. A los veinte, una mujer puede escoger entre hombres de su edad o más allá de los treinta o cuarenta. A los treinta, sigue buscando hombres mayores pero esos hombres comienzan a buscar mujeres menores. También es cierto que con el auge de los gimnasios, el uso de cremas y de cosméticas de alta sofisticación, tanto la mujer como el hombre llegan a los treinta y a los cuarenta, con un nivel de conservación bastante superior al de nuestros progenitores. Esto hace que surjan hombres y mujeres rebeldes con los patrones establecidos y que comienzan a atraerse más allá de la edad. Ni ellas requieren un hombre mayor para enamorarse ni ellos siempre se entienden con una chica mucho más joven.   Estas mujeres autónomas, que saben lo que quieren, no siempre se muestran partidarias de salir con hombres menores. La fantasía de la juventud como alargadora de la energía parece darse más en los hombres. “A lo mejor, prestamos atención a hombres jóvenes que no muestran problemas. Porque la mayoría están muertos de problemas. Nosotras hemos salido de relaciones largas pero no hemos quedado traumatizadas. Salimos más seguras de nosotras mismas y con el alma limpia. Tras unos golpecitos, comenzamos a tener también inseguridades”, concluye Alicia, empresaria de Barcelona.   Sin duda, la sociedad actual plantea un exacerbado culto al físico y se sobredimensiona a las personas guapas y jóvenes. Esto hace que muchas veces cuando se busque pareja, la edad aparezca como un criterio de selección. En medio de este culto a la eterna juventud en el que se ha transformado la sociedad actual, a la mujer se le sigue exigiendo mucho más en el terreno físico. Las clínicas de estética aceptan cada vez más clientes masculinos pero sigue siendo un ámbito destinado a las mujeres, que combaten el paso del tiempo.   Esta imposición cultural lleva a que muchos de los hombres, en la medida que se hacen mayores, buscan indefectiblemente a mujeres mucho más jóvenes. “Tengo un amigo que tiene treinta y seis años y todas las chicas que escoge son mucho más jóvenes que él. Siempre sale con chicas de veintitrés y dice que las busca jóvenes y menos de veinticinco. El es un hombre brillante. Cada vez que sale con una joven, lo terminan dejando porque por más bueno que sea en el sexo, llega un momento que las chicas quieren ir de copas, de discotecas. Tampoco él capta a las chicas en las discotecas porque no cree que sea su ámbito, las capta por la personalidad y su bagaje intelectual, él es súper inteligente. Ahora tiene una novia de treinta pero antes tuvo antes que salir con muchas de veinte a veinticinco años. El es muy inteligente pero te da las teorías de porque está con ellas y es pura atracción carnal”, comenta Renata, arquitecta italiana de treinta y seis años, residente en Barcelona.   En realidad, ninguno de los dos géneros desea renunciar al amor y a la sexualidad por el paso del tiempo. Sin duda, que la educación, ciertos tabúes impuestos por la época que vivieron vienen marcando algunas generaciones. De esta manera, es usual que las mujeres de cincuenta años muestren cierta resistencia a comenzar la comunicación, a dar el primer paso y los hombres de la misma edad muestren cierta predilección por mujeres más jóvenes. Así como la iniciativa amorosa y sexual por parte de las mujeres aún deja a muchos hombres en el desconcierto, muchas prefieran que ellos sean los que tomen la iniciativa. En las últimas décadas se han sucedido más cambios y transformaciones sociales en relación a los géneros pero aún persisten estereotipos culturales, que provienen de tendencias y valores arraigados.   Poco a poco, algunos hombres aprenden que hay otros modos de sensibilidad. Si se encuentra en la cincuentena, reconoce que puede ser tan atractiva una mujer de treinta o cuarenta como otra de su misma generación. Las mujeres, por otro lado, tratan de aumentar la confianza en sí mismas para iniciar la comunicación y esperan que ellos no se sientan intimidados por esa mujer decidida .
  9. El amor en tiempos hipermodernos   Nos levantamos cada mañana, pensando en la agenda apretada que debemos cumplir, desayunamos pensando que no llegamos a tiempo al trabajo y comemos pensando en regresar a trabajar. Mientras tanto, seguimos bebiendo tés artificiales con sabores de lo más diversos, leemos libros de filosofía que nos prometen entender el idealismo trascendental en unos minutos, compramos libros de autoayuda para intentar de descifrar nuestras zonas de conflicto mientras comemos verduras y frutas, que compramos envasadas en el supermercado de turno. Vamos a museos, compramos DVDs para llevarnos una parte del cine a casa. Sabemos que el consumo no da la felicidad pero nos acerca a un placer efímero. Por eso, lo perpetuamos como un hábito dulce e inofensivo.   Esta rutina interminable, no siempre es menos intensa si una persona está soltera. Acostumbrado a que lo vean como un ser con más tiempo libre y menos obligaciones, el soltero llega su casa, con apenas unas horas para ir al gimnasio o mirar un poco de televisión. Desde esa misma televisión, mira el bombardeo de publicidad con mensajes que lo invitan a estar enamorado. Ante estas imágenes de deseos posibles, pueden surgir malos pensamientos o cierta melancolía, todo depende del tiempo que esté atravesando. Si es una persona optimista, puede sentir la necesidad de estar en pareja. Pero antes de sentir ese deseo, el soltero sigue corriendo sofocado como el conejo blanco de “Alicia en el país de las Maravillas”, personaje creado por la pluma de Lewis Carroll. El amor y el deseo pueden esperar porque antes está el trabajo, el gimnasio, los amigos, la carrera al éxito y alargar la juventud lo más que se pueda. El soltero necesita fugarse hacia un futuro cercano y se parapeta detrás de las prisas interminables.   En este mundo ansioso y de tiempo vertiginoso, crece el individualismo, surge un cuidado de sí desmedido, se aglomeran las personas en los gimnasios, se inyectan botox y aumentan los usuarios en las clínicas de estética. Mientras se busca el bienestar personal, llegar a tener ese cuerpo, objeto de deseo de los otros, se combate el paso del tiempo y se evita reconocer los cambios sensibles en el género opuesto. Entonces predomina el yo frente al nosotros y eso suele citarse como posibles causas del desencuentro entre hombres y mujeres.   Otros, más apocalípticos dirán que no es sólo un distanciamiento entre hombres y mujeres sino entre seres humanos en general. Los partidarios de esta teoría cargan con el peso de la responsabilidad a las tecnologías de la información, que acortan las distancias entre tiempo y espacio, al mismo tiempo que fomentan la incomunicación.   Corren tiempos hedonistas, donde una imagen vale más que mil palabras, donde se nos dice que seremos más felices si somos jóvenes, bellos y delgados y donde se privilegia el tener antes que al ser. Esto hace que surjan ciertos malestares en el seno de la sociedad. La delgadez es un valor de moda y por tanto, las personas con sobrepeso sienten cierta incomodidad ante estas presiones sociales. Aquellos que han experimentado y jugado buenos partidos en campos del amor, reconocen que no siempre la atracción física es condición esencial para amar a otro. Sin duda, el amor como sentimiento subjetivo, implica una mirada sobre el otro, una seducción. De todos modos, más allá de un cuerpo armonioso, el cerebro y el intelecto siguen siendo los órganos sexuales por excelencia. Por lo que el atractivo que provoca otro, implica necesariamente un razonamiento, un pensamiento sobre aquello que se considero bello.   Tal como comentaba Mariona, pasados los treinta años, la mayoría de las mujeres y los hombres tienen una historia amorosa en sus espaldas. Algunos han sabido hacer buen uso de esa mochila afectiva y la utilizan de forma beneficiosa. Si en la juventud, el ser humano tiene cuestionamientos existenciales sobre su identidad o sobre su objetivo en la vida, en la madurez, los hombres y mujeres de cuarenta a sesenta años tienen mayor conciencia y voluntad para emprender los cambios en su vida. También en el terreno afectivo, no suelen ser muy dubitativos sobre la senda a seguir ni tampoco tienen incertidumbre sobre lo que están dispuestos a dar y a recibir .   Las exigencias en cuanto al físico y la edad a la que aspiran que sea su pareja son expectativas exteriores. Pero el amor es un tema, que implica una elaboración interior. La atracción a ciertos temas como la belleza, la juventud, un determinado puesto de trabajo, son más bien momentáneos. La condición de ser guapo, joven y de poseer cierto bien material no dura toda la vida. El amor requiere de paciencia, comprensión, respeto y reciprocidad y de asumir al otro cómo es, con sus potencialidades y debilidades. En otras palabras, el verdadero amor implica querer al otro por lo qué es y no por lo que tiene, ya sea belleza, juventud, éxito o poder.
  10. Trazando nuevos roles mientras se desea el deseo   Hoy los hombres y las mujeres no buscan ocultar sus deseos. Los exponen, los declaran y los viven. Durante siglos, el deseo había sido de territorio exclusivamente íntimo y privado. Desde el siglo XX, el deseo se ostenta. Deseo este coche, deseo esta casa, deseo este hombre, deseo esta mujer. Pero lo deseo siempre y cuando sea alcanzable y difícil al mismo tiempo. Lo deseo siempre y cuando no me provoque miedo ni presiones. Cuando mi objeto de deseo comienza a ser impenetrable, distante y opaco, le temo y mi deseo entra en conflicto. Durante décadas, hemos sido irradiados por días luminosos que nos permitía ver al otro de una forma transparente, sin tapujos y de forma previsible. El concepto de ser hombre y ser mujer no era puesto en cuestionamiento. Tras años de fogonazos que iluminaban una mujer y un hombre con roles claramente identificables, ha sobrevenido un crepúsculo donde nada parece claro. Cualquier tipo de oscuridad e incertidumbre genera confusión. Y así andamos los géneros, sin nociones claras de lo que es ser hombre y de lo que implica ser mujer. Se trata de ser y sentir al mismo tiempo que vivir pero aun muchas mujeres piden disculpas cuando se atreven a decir una mala palabra y sienten cierto prurito cuando expresan sus opiniones sobre su ser sexual. Hoy se dice, se habla pero no siempre ese discurso fluye coherentemente con los hechos. En este nuevo mundo de roles desdibujados, el hombre abastecedor del hogar está en crisis. A su vez la mujer ya no le pide al hombre que sea el principal proveedor económico. Pero eso no impide cierta contradicción femenina en el caso de que ella deba mantener el hogar. Todo esto no es más que la consecuencia del mundo hipermoderno y paradojal en el que vivimos. Posiblemente esa sea la causa de que los psicólogos tengamos trabajo. La gente viene con conflictos, que comienzan rotulándose como “conflictos de pareja” pero en realidad son conflictos interpersonales. Ella espera que él sea democrático pero proveedor. El espera que ella sea una geisha pero que trabaje y sea independiente. Entonces allí se van gestando los conflictos de pareja porque tanto varones y mujeres, tienen en su interior expectativas contradictorias que conviven en desarmonía. Esto es el estado que caracteriza a lo que se llama la transición social. Este es el mundo en el cual vivimos. Ni que hablar de la crisis del estado patriarcal y los discursos rotundos sobre el fin de la familia. Aún hoy algunos pensadores se cuestionan si podemos continuar utilizando la categoría de función paterna o función materna. Aparentemente son funciones muy bien codificadas y establecidas. Desde fines del siglo XVIII, a pesar de los reclamos de igualdad, a la mujer en la sociedad burguesa se la trata de retrotraer a la función materna. Pero el pos-feminismo cuestiona la utilización de estas categorías cuando en muchas familias, el aporte mayor es el de la mujer. El hombre también quiere estar más en casa. Las funciones paterna y materna se desdibujan, y antropológicamente eso se ve muy bien en otras sociedades. En el momento actual, esas designaciones son engañosas, encubren y confunden. Pero sin duda, estamos asistiendo a un cambio vertiginoso en los vínculos entre hombres y mujeres. Ellas dicen que ellos no las escuchan, no las comprenden y no expresan sus sentimientos. Ellos dicen que ellas son demasiado curiosas, que se han masculinizado demasiado, que asumen una agresividad inusual en otros tiempos.   Las nuevas generaciones de hombres vienen haciendo un recorrido hacia su ser más sensible, similar recorrido que han hecho las mujeres hacia su ser más emprendedor y resolutivo. Tanto ellas como ellos han comenzado a decir no. Ni ellas pueden ser las reinas del hogar al mismo tiempo que crían a sus hijos y triunfan en su profesión. Ellas demandan ahora apoyo moral, emocional y no tanto económico. A este grupo pertenece Mariona, odontóloga catalana, de treinta y tres años, en pareja hace un año con un hombre belga de treinta y ocho años. “Sinceramente me parece un atraso total que se esté hablando de cambios de roles. Somos personas. Qué más da que tenga un papel de hombre o de mujer. Hay diferencias pero las que puedo tener con mi mejor amiga. Mi pareja no es español, es europeo y pienso que viene de una sociedad mucho más evolucionada en ese sentido. No hay un cambio de roles tan marcados. Aquí venimos con un papel muy diferente del hombre y de la mujer, obviamente somos distintos. Mis amigas forman parte del mismo colectivo, mujeres independientes que nos ganamos bien la vida, por lo cual al no haber diferencia económica, la igualdad se da a todo nivel. Mi pareja no le da importancia a que yo me gane bien la vida. No creo que haya dificultad de comunicación ni desencuentro. Para mí, hay una diferencia fisiológica. La mujer a los treinta y pico quiere tener hijos, los hombres no. En caso de algunos hombres, que pueden alargar más el tiempo, lo alargan. Con mi pareja actual tenemos los mismos objetivos”. Del mismo modo, ellos expresan cada vez más sus sentimientos, sus miedos y exponen su sensibilidad. También el cambio más notorio del hombre es su atrevimiento a decir no, a establecer sus límites en torno al ideal que lo muestra como el ser racional, principal proveedor y cuidador del bienestar económico. Si ellas ya no quieren reinar en su hogar, ellos ya no quieren ser únicamente los que cuidan el dinero y callan sus penas.
  11. Presencia de hijos: padres responsables y el dilema de ser aceptados Entre las revoluciones sociales que han acontecido en el último tiempo puede citarse el rol del hombre en su faceta de progenitor. Con menor queja que las mujeres ante su posibilidad de encontrar pareja por esta condición, algunos mencionan cierta resistencia femenina. Sucede que muchos de estos padres asumen la paternidad de un modo abnegado y responsable, lo que le resta tiempo a la nueva pareja. En caso de padres separados, muchos padres no aceptan simplemente ver a sus hijos el fin de semana y hasta surgen asociaciones de padres separados que protegen su derecho a ser y a vivir la paternidad. El siglo XXI ha sido testigo de la lucha de muchos hombres reclamando la tenencia de sus hijos. Los hombres viven su paternidad de una forma comprometida y no como meros proveedores y figuras de autoridad para el niño. En caso de divorcio, muchos hombres en común acuerdo con sus ex parejas, asumen la custodia total de sus hijos. “ El hijo cambia y punto. No es que cambia la pareja. Te cambia la vida y tus prioridades se reorganizan totalmente. Por eso, lo que tengas de base es lo que existe. Todo lo que tengas de adorno se va. Si la relación es mala, o tenía algunos edulcorantes, va a seguir siendo mala. Si la relación es buena, va a seguir siendo buena. Vas a estar un mes y medio sin tener sexo seguro. La libido la tienes menos porque estás con tu hijito. No es que reniegues pero es algo que te importa tres pepinos, realmente. Tienes que encontrar nuevas formas. La relación no te la cambia. Es un factor más que antes no tenía. Lo tomas normal. A mí no me pasó que nació mi hijo y que el mundo explote. A tus afectos más cercanos, los sigues cuidando igual. Te cambia al principio y a nivel sexual. Pero ahora cuando camine y vaya a la escuela”, opina Liliana, psicóloga madrileña de 37 años, casada hace cuatro años. En tiempos hipermodernos, aparecen muchos hombres separados, solteros, divorciados o viudos, que crían y educan a sus hijos sin la presencia de una pareja femenina en su hogar. Muchos de ellos manifiestan ciertos dilemas, temen que su nueva pareja no acepte su realidad como padres y al mismo tiempo, que sus hijos no acepten a su pareja. Esa inquietud masculina también tiene su correspondencia en las madres solteras, viudas, separadas, divorciadas que circulan por este mundo globalizado.   Esta preocupación de los padres y madres de conseguir una nueva pareja, viene relacionada con la natural dependencia que tienen los niños a sus padres en los primeros años. Los niños suelen ser síntoma de los padres. Cuando el niño es pequeño, de sólo ellos depende que su hijo crezca sano y feliz. Hasta los seis años de vida, el niño sólo tiene dos modelos básicos, que admira, respeta, imita. Por ello, es tan importante estos primeros años de vida para ir inculcando los valores básicos.   Los primeros años de vida son una época de grandes cambios, que tienen una influencia que dura toda la vida. Las decisiones que tomen los padres y madres y las acciones que realicen en nombre del niño van a influir en su desarrollo posterior. El niño necesita tanto de su padre como de su madre para su crecimiento. La madre es la nutricia, la protectora inicial, la que le brinda el primer alimento pero el padre es básico en su formación y en el posterior desarrollo de su identidad.   Tanta influencia en la vida de alguien hace que la llegada a la maternidad y la paternidad es usualmente vivida como un estado de dicha y orgullo. Por lo que cualquier padre o madre single, separado o divorciado confesará inmediatamente la presencia de hijos a sus interlocutores. Esa realidad puede conducir a dos caminos. Uno puede ser evitar enfrentarme a lo desconocido, que es en este caso la existencia de hijos. Lo otro, que suele ser el camino más beneficioso para ambos: reconocer que no será sencillo pero tampoco tiene que ser un obstáculo conocer a alguien que sea padre o madre.         La suma y no la resta   De hecho, un hijo puede sumar y enriquecer una relación. En caso que una mujer comience a conocer a un hombre, que vive con dos hijos de su anterior relación, esto no debe ser un impedimento para el florecimiento del amor. Como adultos, tanto hombres y mujeres deben asumir que el otro tiene una historia amorosa y tras ese pasado emocional, es muy probable la existencia de hijos. Diariamente, debemos contemplar nuestras necesidades y no olvidarnos de nuestro espacio individual. Del mismo modo, debemos respetar el espacio de nuestra pareja, que afortunadamente tiene una experiencia de vida y por tanto un mundo afectivo previo a conocerme. Ante la existencia de hijos, no sólo debemos tener en cuenta a esa persona de la que me enamoro, también debemos considerar a los afectos que lo rodean.  
  12. El mundo ha cambiado. Cada día estamos asistiendo a la evolución de un nuevo paradigma social, que habla de seres conectados en segundos por intermediación de las nuevas tecnologías. Este acortamiento de las distancias entre tiempo y espacio crea un nuevo mundo con seres creativos y abiertos al aprendizaje constante. Al mismo tiempo, aprendemos más porque tenemos más información pero también nos cuesta más entendernos con las otras personas. La sustitución del diálogo por los mensajes vía sms, mail o chat crea una comunicación diferente. En realidad, en un mundo conectado y comunicado por redes digitales, los hombres y las mujeres buscan el amor como una utopía. Para conectar con los demás, tanto de forma virtual como real, previamente debemos creer en nosotros mismos y confiar en el mundo que nos rodea. Las redes sociales aparecen entonces como el instrumento para ejecutar esa inteligencia social.