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Fue 2017 un ejercicio de una destacada fortaleza económica en todos los
hemisferios del planeta y 2018 debía tomar el relevo de la esperanza que aquel
había despertado. Pero ya en enero, las Instituciones Internacionales advertían
que el crecimiento registrado en años anteriores estaba llamado a ralentizarse.
Las primeras profecías se cumplieron pronto, cuando a nivel mundial la
producción industrial, el comercio y la confianza empresarial comenzaron a
decaer.
Dejando de lado la economía real y recordando que ésta no es hermana siamesa
de la economía financiera, los primeros episodios de desencanto se registraron
cuando 2018 apenas tenía un mes de edad y las bolsas de valores registraban
caídas notables acompañadas de una significativa alza de la volatilidad. En el
último trimestre del año una nueva oleada de movimientos erráticos ha vuelto a
azotar los mercados globales de valores hasta el mismo día de hoy. La aversión al
riesgo bursátil ha dominado en 2018, como lo demuestra el hecho de que, con la
intrigante excepción de Brasil (+12%), todas las bolsas del mundo han cerrado en
negativo, algunas con caídas dramáticas como Atenas o Shanghái (-26%) y la
mayoría por encima de los dos dígitos, como Frankfurt (-18%), oMilán y Madrid
(-16%). Si estos retrocesos se prolongasen y se despertara la voluntad de retrasar
las decisiones de gastopor partede familias o empresarios -consumo e inversión-
el contagio entre economía financiera y economía real se habría comenzado a
producir, acelerando de esta manera la caída del PIB y amenazando la
recuperación del empleo.
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2018ha contemplado, asimismo, el retornode las crisis de los países emergentes,
aunque sin aparente contagio global, lo que es una buena noticia. Primero
Argentina, en mayo, que debió apelar al más repudiado de sus benefactores, el
Fondo Monetario Internacional, en busca del ineludible rescate.En agosto le tocó
el turno a la libra turca.
En Estados Unidos, 2018 ha resultado ser el año en que los exabruptos tuiteros
del presidente Trump se han tornado en acciones agresivas para el orden
comercial mundial, con la adopción de una agresiva política arancelaria sobre el
aluminio y el acero que puede extenderse a otras importaciones americanas con
la consiguiente reacción por parte de los países exportadores afectados. Las
consecuencias sobre el volumen del comercio mundial aun no son patentes, pero
el precio del proteccionismo se está dejando sentir precisamente en Estados
Unidos, aunque compensado por los estímulos fiscales derivados de los recortes
del impuesto de sociedades de finales de 2017. Las sucesivas subidas de los tipos
de interés adoptadas desde 2017 por la Reserva Federal también han provocado
un cierto desánimo en los inversores tradicionales en renta variable, al tiempo
que han encarecido el coste del endeudamiento, notablemente en los países
emergentes.
El pulso fiscal italiano ante la Comisión europea ha supuesto para Europa y el
euro un problema no menor. El gigante alemán sufrió un desvanecimiento
puntual de su PIB, hecho insólito, provocado por los recortes en la producción
automovilística, derivados del nuevokarma mundial en torno a los estándares de
emisiones.
Poco cabe añadir acerca del fiasco del Brexit, salvo que el último capítulo de la
serie está pendiente de rodarse, y el relato podría incluir un número
indeterminado de siniestros catastróficos.
La recaída del Brent hasta los 50 dólares nos lleva a la economía española, tan
dependiente de la energía exterior, y tan sensible a su influencia en el índice del
coste de la vida. Todo lo dicho nos afecta en un mundo abierto e interrelacionado,
pero en nuestro caso debemos agregar la fragilidad de la estructura política del
país y la lastimosa opera bufa declamada cansinamente en Cataluña, aspectos
ambos que han añadido un fondo de gris oscuro a nuestro 2018 particular. Un
Gobierno matemáticamente incapaz de acometer reformas estructurales que
ensanchen nuestrocrecimiento potencial y nos lancen a converger con Europa en
términos de renta y empleo.
Para terminar, la semana pasada, Euskadi ha cerrado su relato particular del
ejercicio con un brochazo de optimismo. Según Confebask la tasa de desempleo
a finales de 2019 caerá entre nosotros hasta el 7,5%. Muy lejos aun del 3,2% de
2007, pero a reconfortantes niveles de la Unión Europea.
Se va 2018 y, francamente, han ido desapareciendo la mayoría de sus profetas y
valedores.