1. ¿VA BIEN LA ECONOMIA ESPAÑOLA?
Manfred Nolte
¿Sanan los enfermos? A lo que cabe una doble respuesta. El enfermo puede
encontrarse en un proceso de sanación, y en su consecuencia mejorar, sin
hallarse ,por ello, restablecido. Lo que en nuestro caso equivale a dictaminar
que la economía española va bien, esto es, se restablece y mejora, aunque
tardará en hallarse plenamente recuperada y, lo que es más grave, arrastrará
secuelas importantes.
Es difícil dudar del firme progreso de la economía española. Son siete los
trimestres consecutivos de crecimiento del PIB, el principal indicador
económico. Los dos últimos al 0,8% y al 0,7% respectivamente, con una relativa
pujanza de la demanda interna. Tan es así que el Banco de España ha revisado
al alza la previsión anual hasta el 2,8%, y sitúa el crecimiento previsto para 2016
en el 2,7%. El FMI habla del 2,5% y el Gobierno del 3% o más. La anécdota
estriba en que España es ahora el motor de la Unión Europea. Ya sabemos que,
para ello, el destino nos ha agraciado con tres factores exógenos impagables
como son la financiación privilegiada decretada por Mario Draghi, la
disminución del precio del petróleo y la depreciación del euro.
Estas tasas de crecimiento tiran del carro de la recuperación económica al
alentar el clima de confianza sobre la actividad futura. Así, en lo relativo a la
inversión industrial, con los índices PMI y cifra de pedidos industriales
creciendo a buen ritmo. O en los indicadores de consumo, en una excelente
progresión de las ventas minoristas y de la confianza de los consumidores.
La inflación, aunque prosigue en registros negativos (-0,7 interanual a marzo)se
atenúa y no muestra su rostro deflactor pernicioso. En consecuencia, a lo largo
de todo 2015, ayudará a apuntalar las rentas reales de los ciudadanos y será un
factor adicional de competitividad, ya que nuestras tasas de inflación son más
bajas que las de la Unión europea. A reforzar dicha competitividad se dirige
igualmente la contención salarial en España, cuyos costes laborales
armonizados han crecido menos de la mitad de los de la Eurozona en el último
trimestre de 2014. La nueva concesión de crédito bancario contribuye
modestamente a la recuperación aunque de forma selectiva ya que al
2. crecimiento de crédito a familias y Pymes sigue oponiéndose la caída que aun
experimenta el sector inmobiliario. Subrayemos también la espectacular
diversificación de las exportaciones españolas, junto al peso de este componente
que alcanza ya el 35% de la demanda agregada. Todo lo cual representa la cara
optimista de la evolución del paciente español.
Las debilidades y por lo tanto las amenazas recaen en dos capítulos de todos
conocidos pero de interpretación desigual. Tan desigual que su diagnóstico
divide diametralmente a los prescriptores de la política económica española y en
particular a los partidos que comparecen a los comicios de este año 2015. Nos
referimos al paro y a la deuda exterior.
Si bien el mercado de trabajo refleja la positiva recuperación de la actividad
económica, tanto en el descenso del número de parados como en la cifra de
afiliados a la seguridad social, y a pesar de la expectativa de creación de un
millón de nuevos puestos en el bienio 2015-2016, un selecto y riguroso número
de estudios acerca del llamado ‘paro estructural’ en nuestro país lo cifra en
niveles comprendidos entre el 12% y el 20% de la población activa, en referencia
a aquellas personas que no van a obtener un puesto de trabajo en las actuales
circunstancias productivas. Junto a ello la dualidad- la enorme brecha que
existe entre los trabajadores temporales y los indefinidos- y la precariedad del
empleo creado son una fuente de insatisfacción ciudadana.
La segunda amenaza se refiere a la ingente cifra de deuda pública acumulada
por el Tesoro Español, una suma equivalente a su producción anual. Aunque
Madrid está cumpliendo el calendario de reducción del déficit pactado con
Bruselas (5,7% al cierre de 2014; 4,2% para 2015), los déficits futuros seguirán
engrosando el saldo de la deuda exterior hasta alcanzar records amenazantes.
¿Cómo interpretar estas dos secuelas aparentemente crónicas de la enfermedad
económica española? Para la ortodoxia, concretada en las Instituciones de la tan
traída y llevada Troika, a las que Madrid ha secundado, no hay alternativa a las
reformas estructurales, también en el mercado de trabajo, y al cumplimiento
del ‘Pacto de estabilidad y empleo’, acercando el déficit fiscal a cero y
reduciendo el monto de la deuda hasta el 60% del PIB. En ello estamos. Pero a
eso se apoda austeridad y este es el momento en que la austeridad y las políticas
estructurales son los chivos expiatorios de los graves males residuales que nos
aquejan, en particular el desempleo. La práctica totalidad de la oposición
política condena la medicina que ha recuperado a la economía española sin
advertir que la secuela del paro estructural es una circunstancia ajena a la
terapia aplicada y congénita a nuestras relaciones de producción y a las
capacidades de nuestra mano de obra. Pocos consideran además la grave
amenaza de la deuda.
Dos notas finales. La primera, que la deuda se ha disparado en la última época
precisamente por financiar esquemas de protección social y que el debate sobre
la austeridad, sin voluntad, no conduce a ninguna parte. La segunda, que
España necesitaría en este momento articular un gran frente nacional de
concertación para secundar a través de las políticas activas de empleo un plan
general de aprendizaje y conocimiento que catapulte el nivel cultural de
nuestros ciudadanos hacia estándares europeos. A ello debería unirse un
3. proyecto paralelo de homologación a las dotaciones de I+D+i europeas. Aunque
los frutos del conocimiento se recojan a medio y largo plazo.
Pero los partidos políticos han desenterrado el hacha de guerra y ya solo
piensan en cortar cabelleras.