La agresión sufrida ayer por Mariano Rajoy durante un paseo electoral en Pontevedra merece la más enérgica condena, entre otras muchas razones, porque rompe la tranquilidad en que discurría una campaña que se desarrollaba con absoluta normalidad. La mejor prueba de esa tranquilidad es que gran parte de los escenarios de la acción electoral son las calles, las plazas y los mercados populares, a los que se acercan los candidatos con la confianza que merece un país tranquilo, sereno y libre. Así vienen haciéndolo habitualmente y, hasta ayer, sin haber sido víctimas del menor incidente