DIGNITAS INFINITA - DIGNIDAD HUMANA; Declaración del dicasterio para la doctr...
sinodalidad.pptx
1.
2. Con esta convocatoria, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia a
interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión:
«Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios
espera de la Iglesia del tercer milenio» .
Este itinerario, que se sitúa en la línea del «aggiornamento» de la
Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II, es un don y una tarea:
caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino recorrido,
la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando,
cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a
realizar la participación y a abrirse a la misión. Nuestro “caminar
juntos”, en efecto, es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza
de la Iglesia como Pueblo de Dios peregrino y misionero.
3. Una pregunta fundamental nos impulsa y nos guía: ¿cómo se realiza hoy, a diversos
niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia
anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el
Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?
4. conversión
sinodal
La puesta en acción de una Iglesia
sinodal es el presupuesto indispensable
para un nuevo impulso misionero que
involucre a todo el Pueblo de Dios.
Se trata de objetivos de gran relevancia
para la calidad de vida eclesial y para el
desarrollo de la misión evangelizadora, en
la cual todos participamos en virtud del
Bautismo y de la Confirmación, que
manifiestan la sinodalidad como forma,
como estilo y como estructura de la
Iglesia.
5. Una Iglesia constitutivamente
sinodal
Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que
Dios espera de la Iglesia del tercer milenio.
Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo
contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos —laicos,
pastores, Obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar
con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica.
La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia.
Como dice san Juan Crisóstomo, «Iglesia y Sínodo son
sinónimos»—porque la Iglesia no es otra cosa que el
«caminar juntos»
El compromiso de edificar una Iglesia sinodal —misión a la
cual todos estamos llamados
6. Una Iglesia constitutivamente
sinodal
La sinodalidad, en esta perspectiva, es mucho
más que la celebración de encuentros
eclesiales y asambleas de obispos, o una
cuestión de simple administración interna en la
Iglesia; la sinodalidad «indica la específica
forma de vivir y obrar (modus vivendi et
operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que
manifiesta y realiza en concreto su ser
comunión en el caminar juntos, en el reunirse
en asamblea y en el participar activamente de
todos sus miembros en su misión
evangelizadora
7. Sinodalidad
“Sínodo” es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la
Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la
Revelación. Indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo
de Dios.
En la lengua griega utilizada en la Iglesia se aplica a los discípulos de
Jesús convocados en asamblea, y en algunos casos es sinónimo de la
comunidad eclesial
En la literatura teológica, canónica y pastoral de los últimos decenios se
ha hecho común el uso de un sustantivo acuñado recientemente,
“sinodalidad”, correlativo al adjetivo “sinodal” y derivados los dos de la
palabra “sínodo”. Se habla así de la sinodalidad como “dimensión
constitutiva” de la Iglesia o simplemente de “Iglesia sinodal”. Este
lenguaje novedoso, que requiere una atenta puntualización teológica,
testimonia una adquisición que se viene madurando en la conciencia
eclesial a partir del Magisterio del Concilio Vaticano II y de la experiencia
vivida, en las Iglesias locales y en la Iglesia universal, desde el último
Concilio hasta el día de hoy.
8. Comunión, sinodalidad, colegialidad
Aunque el término y el concepto de sinodalidad no se encuentren
explícitamente en la enseñanza del Concilio Vaticano II, se puede afirmar
que la instancia de la sinodalidad se encuentra en el corazón de la obra de
renovación promovida por él.
La eclesiología del Pueblo de Dios.
El concepto de comunión expresa en este contexto la sustancia profunda del
misterio y de la misión de la Iglesia, que tiene su fuente y su cumbre en el
banquete eucarístico.
La sinodalidad, en este contexto eclesiológico, indica la específica forma de
vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que
manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el
reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros
en su misión evangelizadora.
La sinodalidad expresa la figura de Iglesia que brota del Evangelio de Jesús
y que hoy está llamada a encarnarse en la historia, en creativa fidelidad a la
Tradición.
9. La sinodalidad describe en forma específica el camino histórico
de la Iglesia en cuanto tal, anima las estructuras, dirige la
misión.
Sinodalidad
Una
Apostólica
Santa
Católica
10. La sinodalidad, expresión de la
eclesiología de comunión
En la Iglesia, la sinodalidad se vive al servicio de la misión. , «ella
existe para evangelizar. Todo el Pueblo de Dios es el sujeto del anuncio
del Evangelio. En él, todo Bautizado es convocado para ser
protagonista de la misión porque todos somos discípulos misioneros.
La Iglesia está llamada a activar en sinergia sinodal los ministerios y
carismas presentes en su vida para discernir, en actitud de escucha de
la voz del Espíritu, los caminos de la evangelización.
La sinodalidad expresa la condición de sujeto que le corresponde a
toda la Iglesia y a todos en la Iglesia. Los creyentes son, compañeros
de camino, llamados a ser sujetos activos en cuanto participantes del
único sacerdocio de Cristo y destinatarios de los diversos carismas
otorgados por el Espíritu Santo en vista del bien común.
La vida sinodal es testimonio de una Iglesia constituida por sujetos
libres y diversos, unidos entre ellos en comunión, que se manifiesta en
forma dinámica como un solo sujeto comunitario
11. La vocación sinodal del Pueblo
de Dios
El Pueblo de Dios en su totalidad es interpelado por su original vocación sinodal.
Esta circularidad promueve la dignidad bautismal y la corresponsabilidad de todos.
La parroquia es la comunidad de fieles que realiza en forma visible, inmediata y cotidiana el
misterio de la Iglesia. En la parroquia se aprende a vivir como discípulos del Señor en el
interior de una red de relaciones fraternas en las que se experimenta la comunión en la
diversidad de las vocaciones y de las generaciones, de los carismas, de los ministerios y de
las competencias, formando una comunidad concreta que vive en sólido su misión y su
servicio, en la armonía de la contribución específica de cada uno.
Una mentalidad eclesial plasmada por la conciencia sinodal acoge gozosamente y promueve
la gracia en virtud de la cual todos los Bautizados son habilitados y llamados a ser discípulos
misioneros. El gran desafío para la conversión pastoral que hoy se le presenta a la vida de la
Iglesia es intensificar la mutua colaboración de todos en el testimonio evangelizador a partir
de los dones y de los roles de cada uno, sin clericalizar a los laicos y sin secularizar a los
clérigos, evitando en todo caso la tentación de «un excesivo clericalismo que mantiene a los
fieles laicos al margen de las decisiones»
12. Para la renovación sinodal de la
vida y de la misión de la Iglesia
Una mentalidad eclesial plasmada por la conciencia sinodal acoge gozosamente y
promueve la gracia en virtud de la cual todos los Bautizados son habilitados y llamados
a ser discípulos misioneros. El gran desafío para la conversión pastoral que hoy se le
presenta a la vida de la Iglesia es intensificar la mutua colaboración de todos en el
testimonio evangelizador a partir de los dones y de los roles de cada uno, sin clericalizar
a los laicos y sin secularizar a los clérigos, evitando en todo caso la tentación de «un
excesivo clericalismo que mantiene a los fieles laicos al margen de las decisiones»
La conversión pastoral para la puesta en práctica de la sinodalidad exige que se superen
algunos paradigmas, todavía frecuentemente presentes en la cultura eclesiástica, porque
expresan una comprensión de la Iglesia no renovada por la eclesiología de comunión.
Entre ellos: la concentración de la responsabilidad de la misión en el ministerio de los
Pastores; el insuficiente aprecio de la vida consagrada y de los dones carismáticos; la
escasa valoración del aporte específico cualificado, en su ámbito de competencia, de los
fieles laicos, y entre ellos, de las mujeres.
13. La espiritualidad de la comunión y la
formación para la vida sinodal
Concretamente, se trata de hacer emerger la espiritualidad de comunión «como
principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde
se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales,
donde se construyen las familias y las comunidades»
De aquí brota la exigencia de que la Iglesia llegue a ser «la casa y la escuela de la
comunión». Sin conversión del corazón y de la mente, y sin un adiestramiento ascético
en la acogida y la escucha recíproca, de muy poco servirían los mecanismos exteriores
de comunión, que podrían hasta transformarse en simples máscaras sin corazón ni
rostro.
Las mismas disposiciones que se requieren para vivir y madurar el sensus fidei, con el
que están marcados todos los creyentes, se requieren para ejercerlo en el camino
sinodal. Se trata de un punto esencial en la formación del espíritu sinodal.
14.
15. Los 12 desafíos pastorales de la Asamblea Eclesial de América Latina y el
Caribe
Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación.
Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación.
Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial.
Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural.
Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.
Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, político, social y eclesial.
Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados.
Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios,
inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia.
Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión
con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral.
Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonía.
Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente.
Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.
17. En la tarea de la evangelización
la catequesis participa según su propia naturaleza.
El ministerio de la Palabra se ejerce « de forma múltiple ». La Iglesia, desde la época
apostólica, (131) en su deseo de ofrecer la Palabra de Dios de la manera más
conveniente, ha realizado este ministerio a través de formas muy variadas. Todas
ellas sirven para canalizar aquellas funciones básicas que el ministerio de la Palabra
está llamado a desplegar.
El ministerio de la Palabra está al servicio de este proceso de conversión plena. El
primer anuncio tiene el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la
conversión, estructurando básicamente la vida cristiana; y la educación permanente
de la fe, en la que destaca la homilía, el carácter de ser el alimento constante que
todo organismo adulto necesita para vivir.
La función de iniciación. Aquel que, movido por la gracia, decide seguir a Jesucristo
es « introducido en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios
».(134) La Iglesia realiza esta función, fundamentalmente, por medio de la
catequesis, en íntima relación con los sacramentos de la iniciación.
18. LA
CATEQUESIS
AL SERVICIO
DE LA
INICIACIÓN
CRISTIANA
La Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, cuando sitúa a la catequesis dentro de la misión
de la Iglesia, recuerda que la evangelización es una realidad rica, compleja y dinámica, que
comprende « momentos » esenciales y diferentes entre sí. Y añade: « La catequesis es uno de esos
momentos —y cuán señalado— en el proceso total de la evangelización ». Esto quiere decir que
hay acciones que « preparan » (190) a la catequesis y acciones que « emanan » de ella.
El « momento » de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la
conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos,
mediante « una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana »,
son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en
efecto, « de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana ».
La catequesis, al realizar con diferentes formas esta función de iniciación del ministerio de la
Palabra, lo que hace es poner los cimientos del edificio de la fe. Otras funciones de ese mismo
ministerio irán construyendo, después, las diversas plantas de ese mismo edificio.
La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe,
y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una
acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la
personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría
continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y
confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio.
La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente
vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, « sacramento de la fe ».
El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo,
elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la acción catequética
consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe.
19. Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de
iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma, guiado por la Palabra
de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo,
perfecto Dios y perfecto hombre166, experimentado como plenitud de la humanidad,
y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una
maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión.(289)
Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana. Una
comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta
su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de parte de
obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral. (291)
Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad
catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo
adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente
como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como
la catequesis básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis permanente que
continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un
discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida. (294)
20. El Documento de Aparecida pide un
nuevo paradigma de la catequesis
como una de las grandes conversiones
pastorales de nuestra Iglesia.
22. Este nuevo paradigma se construye a partir de las siguientes
presupuestos
Un nuevo
perfil de
creyente
Un nueva
formar de
engendrar a
la fe
Una nueva
formar de
nacer hoy a
fe.
Un nuevo
perfil de
comunidad
Una nueva
comprensión
de la Iglesia
en esta
sociedad
23.
24. PROPONER:
Nuevos horizontes para la catequesis .
En orden a la Iglesia:
Optar por una comunidad catequizadora en
“salida misionera” y dispuesta a la conversión
pastoral .
En orden a la Catequesis:
Optar por una Catequesis al servicio de la
a la vida cristiana .
En orden al catequizando:
Optar por la catequesis de iniciación a la vida
cristiana prioritariamente con adultos .
En orden al catequista
Mistagogo, testigo y acompañante
26. INEFICACIAS
EN LA
INICIACIÓN
CRISTIANA
“La catequesis corre el riesgo de
esterilizarse si una comunidad de
fe y de vida cristiana no acoge al
catecúmeno (…). El
acompañamiento que ejerce la
comunidad a favor del que se
inicia, se transforma en plena
integración del mismo en la
comunidad“ (DGC 69).
27. “El desafío comunitario es
sin duda el más difícil de
detectar en el plano
catequístico, pero es el
más decisivo para el futuro
del cristianismo y para su
credibilidad en el mundo
occidental” (D.Villepelet)
28. La emergencia de lo
comunitario
“De una transición que va de una Iglesia
apoyada en una sociedad cristiana homogénea
y casi idéntica con ella – una Iglesia de masas-”
“A una Iglesia constituida por quienes, en
contradicción con su entorno, se han abierto
paso hacia una opción de fe personal, clara y
consistente”.
Con lo cual, “la mayor dificultad de nuestro
tiempo es conseguir integrar con éxito los tres
ámbitos propios de la vida cristiana:
la fe personal, la proclamación eclesial y la
cultura cotidiana” (salvador Pie Ninot)
29. La comunidad cristiana es el origen,
camino y meta de la iniciación cristiana
y de la catequesis.
• Nace siempre el anuncio del
invitando a los hombres y mujeres a
convertirse y a seguir a Jesucristo.
Comunidad
cristiana
(ETAPA DE
ACCION
MISIONERA)
• La que acoge a los que desean conocer al Señor y
en una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y
catequizandos en su itinerario catequético y, con
maternal, les hace partícipes de su propia experiencia
(ETAPA DE ACCION DE INICIACIÓN)
Comunidad
cristiana
(ETAPA DE
INICIACIÓN)
• Y les incorpora a
su seno (ETAPA
DE ACCIÓN
PASTORAL)
Comunidad
cristiana
(ETAPA DE
ACCION
PASTORAL)
30. LA COMUNIDAD Y LO COMUNITARIO:
implicaciones para la Iniciación cristiana
Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida
comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere
nuevas actitudes pastorales de parte de obispos, presbíteros,
diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral. (DA 291)
Relaciones y reciprocidades
entre comunidad e iniciación cristiana
De nada andar discutiendo sobre la renovación de la
catequesis si no se da a la vez una reflexión sobre la
vida parroquial
Comunidad
Iniciación
Cristiana
35. Se trata de superar esa forma de ser Iglesia institución funcionaria, depositaria de lo sagrado, que
distribuye los sacramentos a una franja de la población, todavía impregnada de religiosidad y que, de
manera individualista, sin lazos fraternales ni lectura participada de las Escrituras, pide ritos. La
evangelización hoy en día pasa por la existencia de comunidades cristianas que se hacen cargo
solidariamente de la vitalidad y autenticidad la fe.
“cuando se presenta un candidato para caminar en la fe, la primera cosa a hacer no es enseñarle las
verdades de la fe, sino abrirle un espacio fraternal, de acogida mutua y hospitalidad compartida en
nombre del Evangelio.
Por ello hoy son necesarias comunidades cristianas fraternales, que constituyan por su propia vida un
medio al que los recién llegados a la fe deseen unirse y pertenecer a ella.
Si logramos que la comunidad cristiana sea origen, lugar y meta de la iniciación cristiana, nos
ponemos en camino de superar algunas contradicciones que son destructivas para la fe y para las
comunidades: los sacramentos de iniciación son vividos como ritos de paso humano que se celebran
humanamente en un vago clima de religiosidad, en lugar de ser deseados dentro de un camino
específico de maduración de la fe, ligado a un libre compromiso de pertenencia a la comunidad
cristiana
36. El enfoque comunitario supera la clásica catequesis escolar y
genera diversidad de experiencias comunitarias a todos sus
actores y participantes.
Pasar de la
responsabilidad
delegado a un
catequista
A un
protagonismo
de toda la
comunidad
39. 2012.
Proposición 28: CATEQUESIS DE
ADULTOS
“No se puede hablar de la nueva
evangelización si la catequesis
de adultos es inexistente,
fragmentada, débil o
descuidada. Cuando estos
defectos están presentes, el
ministerio pastoral se enfrenta a
un reto muy serio.
En todas estas cosas, el carácter
público de la decisión de la fe
que el catecúmeno hace, que
poco a poco crece en la
comunidad y la diócesis, tiene un
impacto positivo en todos los
40. La Iglesia del postconcilio ha tenido una
constante preocupación por la evidente
necesidad de desplazar el centro de
gravitación de la catequesis de la
comunidad parroquial y diocesana, del
mundo de los niños, «aun proclamando sin
ambigüedades la insoslayable necesidad de
que éstos sean en verdad catequizados» al
mundo de los jóvenes y adultos.
Si en cualquier situación histórica, el
proceso de iniciación y formación en la fe de
un adulto es prototipo de los objetivos
formativos y de los contenidos de fe que
deben virtualmente transmitirse sea cual
sea la edad y situación del catequizando, a
esta consideración vienen a añadirse en
nuestro tiempo otros argumentos de peso.
41. La catequesis de adultos
fuente de renovación
« La catequesis de adultos, al ir
dirigida a personas capaces de una
adhesión plenamente responsable,
debe ser considerada como la forma
principal de catequesis, a la que todas
las demás, siempre ciertamente
necesarias, de alguna manera se
ordenan ». Esto implica que la
catequesis de las otras edades debe
tenerla como punto de referencia, y
articularse con ella en un proyecto
catequético coherente de pastoral
diocesana. (DGC 59)
46. Mistagogía y formación del catequista
Dicha mirada de la catequesis del catecumenado o la inspiración
catecumenal de la catequesis que pone en el centro la mistagogía,
lleva a poner en cuestión la formación de los catequistas y a solicitar
una profunda renovación: La formación ofrecida a catequistas tiene
un énfasis teológico-doctrinal quedando debilitado el campo
pedagógico, metodológico y espiritual.
En el contexto de la Nueva Evangelización, la formación del catequista
debe buscar que sea lo más apto posible para realizar un acto de
comunicación; desarrollar aptitudes, habilidades y destrezas para
comunicar el mensaje evangélico desde su propia experiencia de
encuentro y relación con Jesús. Y como conclusión, destaca la
urgencia que el catequista recupere la dimensión mistagógica del
ministerio catequístico.
CELAM. La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. CELAM, Bogotá 2019, 84.
47. Mistagogía y fracasos en la catequesis
La falta de vivencia de la fe, que hace que la iniciación cristiana se reduzca a una de sus dimensiones, el
adoctrinamiento intelectual, y descuide la experiencia directa y gozosa de Jesucristo vivo”. Jesús Rojano, ¿Por
qué fracasan los itinerarios de educación en la fe?
“Las propuestas eclesiales en favor de la comunicación de la fe encuentran su caldo de cultivo
preferencialmente en los escenarios de la inteligencia (la doctrina), del ethos (la ética), de la práctica (el
compromiso) y de la pertenencia comunitaria (la eclesialidad) de la fe. Sin embargo, no terminan de
encontrar su sitio en el de la unión cognitiva con Dios (la mística). Ser iniciado e introducido en los ámbitos
del contacto cognitivo con la realidad Dios (1 Jn 1, 1ss), que va más allá por implicación, y no por
desconexión, de todos los demás aspectos de la fe, me parece decisivo para el futuro de su transmisión […].
La dificultad más honda de la transmisión de la fe radica en el déficit de iniciación a la presencia y el
encuentro con Dios o –dicho de forma más específicamente cristiana– a la percepción aquí y ahora de la
salvación que nos llega de Dios en Jesús de Nazaret por su Espíritu […]. Sin temor a equivocarme puedo
deducir de todo ello que la mayoría de los miembros de nuestras comunidades han percibido la verdad
salvífica de Dios con los registros del saber informativo y solamente una minoría con los de la experiencia
espiritual”
49. De este significado litúrgico y catequético, la palabra ha pasado a significar la
introducción de una persona, su acompañamiento, en el camino hacia la
experiencia de Dios como Misterio santo, por medio de la toma de conciencia
de la imagen que ese Misterio ha dejado de sí mismo en el corazón de todos
los humanos, en cuanto constitutivamente abiertos a Él y a la donación de su
Palabra y de su gracia.
“mistagogía” se refiere al proceso por el que una persona se inicia o inicia a
otro en la experiencia consciente, en la aceptación personal, de la Presencia
de Dios, a partir de la toma de conciencia de su ser creado, de su estar siendo
permanentemente creado, por un Dios que le hace destinatario de su amor
infinito y gratuito, revelado en la persona, la vida y la obra de Jesucristo, y que
ha sido puesto por Él a la escucha y a la espera de su Palabra de salvación.
50. La “mistagogía”, la iniciación en la experiencia del Misterio, se
ha convertido en el tema por excelencia de la teología y la
acción pastoral en nuestro tiempo. La razón más importante de
este hecho es la toma de conciencia del agravamiento de la
crisis del cristianismo.
La situación exige por eso una verdadera “conversión pastoral”
que tenga su centro en el desarrollo de la dimensión
mistagógica de todas las acciones de la Iglesia.
Sobresale la obra de K. Rahner, en la que sus mejores
intérpretes coinciden en destacar su dimensión mistagógica. A
partir de ella puede edificarse una comprensión adecuada del
carácter mistagógico de una pastoral, a la altura, a la vez, de la
comprensión del Misterio de Dios, término del proceso
iniciático, de la verdadera condición humana del sujeto al que
se trata de iniciar, y de la situación de crisis de Dios en que se
desarrolla el proceso de iniciación en nuestro tiempo.
Juan Martín Velazco, el proceso mistagógico. Ensayo de fenomenología.